NADA DE ESTO ME PERTENECE, LOS PERSONAJES SON DE DISNEY, SOLO ME DIVIERTO AL ESCRIBIR

¡Hola a todos! ¿cómo se encuentran? como lo prometí ya les traigo este nuevo capítulo que se centra más en Padmé por ahora, y en el Senado. Quiero construir lo mejor posible el ambiente en el cual ella se está metiendo, porque eso será muy importante para el nudo de esta historia.

MIL GRACIAS por sus comentarios, vistas y favoritos, me animan muchísimo.

¡disfruten!


Capítulo 7

Los ciclos nuevos

Padmé estaba parada frente al espejo, contemplando su reflejo. Llevaba un vestido de color morado, con un sobrevestido más oscuro que acentuaba su cintura y creaba una bella caída en sus mangas. Su peinado era alto, sostenido por un tocado de bandas de oro similares a tiaras. Se veía regia e imponente, pero lo que más le importaba eran los símbolos de su atuendo.

El color morado de su vestido era el color de la realeza, y simbolizaba su anterior cargo como reina de Naboo, algo que también evocaba su peinado, cuyas bandas de oro recreaban la ilusión de una corona. Los bordados de su vestido tenían las formas de flores típicas del País de los Lagos, su región favorita. Y sobre el cuello llevaba puesto un esbelto collar, grueso y de oro, que la hacía verse más alta, pero también recordaba su tratamiento noble, al ser Primera entre iguales. Finalmente, pero no menos importante, el corte de su vestido era el tradicional vestido de la corte; así, con solo su atuendo, Padmé dejaba en claro su anterior cargo de realeza, su esmerada educación y su origen en Naboo.

Con perfecta claridad, Padmé recordó las palabras de la otrora senadora Adele: "En la política, nada es al azar. Incluso la vestimenta tiene un significado." Ahora, más de cinco años después, esa lección rendía sus frutos, y Padmé estaba satisfecha con la imagen que proyectaba en el espejo.

—Se ve hermosa, mi lady—le dijo Sabé, acomodando uno de los pliegues de su atuendo.

—Gracias.

Sí, era cierto que se veía muy bella. Pero eso no era lo que debía destacar en su primera sesión del Senado. Padmé debía verse regia, imponente, y todos los elementos de su atuendo daban esa impresión.

Cuando fue mucho más joven e idealista, Padmé miraba al Senado como el máximo logro de la República, el santo templo de la democracia. Y aunque ella seguía considerando que la democracia era el mejor gobierno existente, y que el Senado era un logro, las decadencias del sistema desfilaron durante años frente a sus ojos doliéndole a su corazón idealista, pero inspirando a su guerrera interna.

La política, ahora entendía, no era un mundo fácil. Sus años como soberana de Naboo pulieron cualquier habilidad que ella necesitara para imponerse a los demás. Ansiosa de aprender, casi tanto como de ayudar, Padmé creció tanto en su gobierno que ahora, si bien estaba algo nerviosa, sabía no podía dejarse controlar por esos nervios.

Pero lo más importante: sus primeros días en el Senado, debían ser para aprender.

Aprender las alianzas internas, las tradiciones no escritas, las normas sociales de las que nadie hablaba. Distinguir las sutilezas, detectar las agendas personales de cada senador y delegado, aprender a hablar, conciliar y cambiar las posturas. Aprender cuándo hablar y cuándo callar. Aprender quiénes serían aliados y enemigos. Aprender en quién no confiar, y en quien confiar aún menos.

—El capitán Typho me confirmó que su transporte está listo, mi lady—le dijo Sabé, interrumpiendo su discurso interno.

Mirándose al espejo una última vez, Padmé asintió satisfecha.

—Muy bien, entonces vámonos.

Padmé salió de la alcoba escoltada por Sabé y Eirtaé, que la acompañarían al Senado en su primera sesión. Ambas doncellas estaban bellamente vestidas con atuendos bordados y tocados idénticos en sus peinados. En la sala, estaba Anakin, ajustando los últimos detalles de seguridad con el capitán Typho.

Cuando Anakin la miró, Padmé notó el orgullo y admiración hacia ella en ese momento.

—Te ves increíble, ángel—dijo él, besándole la frente cariñosamente—No sabrán qué los golpeó.

—Gracias, Ani—sonrió ella, emocionada por el apoyo de su esposo.

—Te veo más tarde, te amo.

—Yo te amo más.

C-3PO murmuró algunas cosas sobre lo emocionante que sería estar en el centro de gobierno de la República, pero Padmé no escuchó la mayor parte. Con su séquito, subieron a la cómoda y segura nave que Anakin ya había decidido sería su nave de transporte oficial, y salieron rumbo al Senado.

Incluso si Padmé estaba nerviosa, no se permitiría admitirlo ni a ella misma.

El imponente edificio del Senado Galáctico podía verse a kilómetros a la redonda. Aunque no era la primera vez que lo veía, Padmé suspiró mientras la nave se acercaba a la plataforma de aterrizaje. Les dieron las claves de acceso pertinentes y pronto estuvieron en el hangar, donde una comitiva debería estar esperando para darles la bienvenida.

La plataforma descendió y los guardias bajaron primero, luego Padmé bajó con la postura más erguida posible, sin saber, que el simple rumor de su presencia ya había causado revuelo en todo el Senado.

Frente a su nave, esperando por su cortejo, estaba el Canciller interino Bail Organa, acompañado de su Vice Canciller Korkie Kryze. La presencia de las dos figuras líderes del Senado sorprendió a Padmé, quien de inmediato notó la influencia política que ellos ya le estaban asignando con su sola llegada.

—Bienvenida, senadora Amidala—dijo Bail Organa con un gesto amable—Nos alegra mucho poder recibirla.

—El gusto es mío, Canciller Organa—saludó ella con una sonrisa, sin dejar que sus hombros o cabeza se inclinara en ningún ángulo.

—Le presento a mi mano derecha, el Vice Canciller Kryze—continuó Bail, haciendo un gesto hacia el joven rubio y de facciones amables que estaba de pie a su lado.

—Es un honor conocerla, senadora—dijo el Vice Canciller.

—El honor es mío—respondió Padmé con el mismo tono amable—He seguido muy de cerca los avances pacifistas de la duquesa Satine en Mandalore. Su trabajo es admirable.

—También el suyo, señorita Amidala.

—Señora—corrigió ella.

—Ah, cierto. Felicidades, senadora—corrigió rápido.

—La primera sesión del día empezará en media hora—dijo Bail prontamente—¿Me permite escoltarla a su oficina, senadora Amidala?

—Claro.

Padmé caminó al lado de Bail Organa, notando que alguno senadores o delegados se asomaban con la mayor discreción posible desde diferentes partes del hangar, corredores o ventanas.

Decenas de trabajadores y funcionarios públicos se acercaron a los corredores para pasar casualmente cuando Padmé caminó al lado de Bail hacia su oficina. Ella lo notó, pero no dijo nada, fingiendo que su total atención estaba en el canciller. Todos hablaron durante días sobre cómo la senadora Amidala llegó al Senado luciendo casi como una soberana, desplazándose grácilmente hacia su oficina con su cortejo y el Canciller comiendo de la palma de su mano.

Pero esa mañana, Padmé caminó emocionada a su oficina por primera vez. La recepción era amplia y ya tenía una secretaria a la cual iría conociendo mejor en los próximos días, las pequeñas oficinas donde trabarían sus doncellas y asistentes –a los cuales aún no nombraba oficialmente– estaban bien acondicionadas, y su oficina personal tenía una magnífica vista hacia el sector financiero de Coruscant. Aún así, Padmé hizo nota mental de remodelar la mayor parte a su gusto.

—La dejaré para que instale, senadora Amidala—dijo Bail con una sonrisa amable—Cualquier cosa que necesite, sepa que mi oficina siempre está abierta.

—Es usted muy amable, canciller. Se lo agradezco.

—La veré en la sesión matutina en media hora.

Dicho eso, Bail salió de la oficina dejando a Padmé sola con sus doncellas. Ella miró a Sabé y Eirtaé con una sonrisa traviesa, luego, caminó hasta la ventana de su oficina como si fuera una niña.

—Lo hicimos—dijo feliz—¡Lo hicimos!

Sabé y Eirtaé intercambiaron sonrisas orgullosas por su señora. Ellas sabían mejor que nadie lo duro que Padmé trabajaba y verla tan contenta, en plena realización de un sueño, las hizo sentir parte de algo más grande.

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El Senado Galáctico nunca olvidaría el día en que los clones asediaron el edificio, declarando de la noche a la mañana la Ley Marcial. La cantidad de muertes y el horror que empezó ese día marcaría para siempre a los sobrevivientes, pero no fue solo la desolación, el aislamiento de diez años ni el traume de la pérdida lo que calaba en lo profundo de los senadores… también existía una enorme vergüenza.

Se sintieron humillados al descubrir que el Canciller Palpatine, amparado bajo el seno del Senado, cuya reputación, si bien no perfecta, era muy buena, resultó ser un Sith moviendo los hilos para convertirse en emperador. Todo el sistema había sido burlado de manera metódica dejando poco en qué confiar y muchísimo en lo cual dudar.

Pero todos recordaban con perfecta claridad el día en que el bloqueo fue levantado, cuando la galaxia entera vio el mensaje de su libertador, Anakin Skywalker, parado al lado del Jedi Obi-Wan Kenobi y de la entonces desconocida ciudadana de Naboo Padmé Naberrie. Fue la primera vez que la vio la galaxia, pero no la última.

En esa primera ocasión, vieron a una mujer baja de estatura y de complexión muy delgada, con su oscuro cabello trenzado y grandes ojos cafés bastantes expresivos. Los siguientes días, esa muchacha llamada Padmé Naberrie acompañaba a la senadora Adele a las juntas del Senado, al héroe Anakin Skywalker en las sesiones en la Corte, al Jedi Obi-Wan Kenobi en las entrevistas donde cuestionaban cómo consiguieron terminar un conflicto de diez años en apenas un día, ¡parecía estar en todos lados!

Al mismo tiempo que los ciudadanos comenzaron a conocerla, lo hizo el Senado. Delegados, senadores y políticos de otros niveles que la vieron caminar al lado de la senadora Adele con porte orgulloso, notaron el brillo de inteligencia en sus ojos, la forma en que modulaba la voz, y cómo conseguía responder correctamente las preguntas capciosas de los medios.

Por sí misma, ya había llamado la atención, pero cuando el Canciller Bail Organa colocó sobre su cuello la medalla de Heroína de la República, muchos fueron los políticos que notaron el nacimiento de un personaje que cambiaría las cosas.

Desde luego, otros políticos opinaron lo contrario e insistieron en que Padmé Naberrie era una cara bonita parada al lado de verdaderos héroes que pronto desaparecería del mapa. Esos políticos debieron callarse sus palabras cuando, meses después, Naboo anunció que Padmé Naberrie ganaba las elecciones como la nueva soberana del planeta, renombrada Reina Amidala, y cómo año con año, la reina Amidala convertía a Naboo en un centro de paz y progreso.

El juvenil rostro del cambio y la libertad se convirtió también en un rostro de esperanza y de ejemplo. Tanto el pueblo como el Senado veían en Padmé Naberrie el tipo de persona que estos tiempos difíciles necesitaban: una líder.

Pero claro, no todos en el Senado opinaban igual. Aunque una gran cantidad de políticos apostaba que Amidala haría un cambio para bien, otros muchos políticos opinaban que su juventud y sus ideas sociales eran fórmula segura para el desastre.

Desde que la crisis terminó y el Senado volvió a ser el centro del gobierno de la República, año con año era más complicado mantener su dominio sobre los sistemas y encontrar soluciones para todos los cientos de problemas que los diez años de bloqueo crearon en la galaxia. Los debates se extendían a veces durante semanas sin conseguir avanzar y era claro que los senadores habían perdido mucha influencia por su aislamiento.

Pero todo el Senado hablaba de Amidala. Tanto si la apoyaban como si estaban en contra de ella, todo el Senado estaba al pendiente de verla. De la Heroína de la República que se convirtió en reina de Naboo y que ahora era su Senadora. Esos días, mientras esperaban la llegada de Amidala, todos los políticos estuvieron de acuerdo en una cosa: podías amarla u odiarla, pero no podías serle indiferente.

La enorme sala en donde se reunían el Senado para las sesiones era un bullicio vibrante, mientras los senadores y sus séquitos tomaban asiento en sus plataformas flotantes, acomodándose pocos minutos antes de que diera inicio la sesión. Todos miraron de la forma más discreta posible cuando la senadora Amidala llegó a su plataforma, escoltada por dos damas de compañía y dos guardias, luciendo ese atuendo regio que ya había llamado la atención de decenas de sistemas.

Padmé fue muy consciente de las miradas de casi todos cuando ella se sentó en su plataforma, pidiéndole a Sabé que se quedara a su lado. Minutos después, se alzó el podio del canciller, y Bail Organa hizo un gesto para acallar el ruido.

—Bienvenidos, compañeros senadores—saludó Bail—Me place recibirlos en este nuestro santuario de la democracia. Los temas que hoy nos competen son…

El ruido desapareció mientras Bail seguía hablando, Padmé se quedó callada, susurrándole a Sabé que escuchara todo lo que dijera el canciller, mientras miraba con la mayor discreción posible a las personas a su alrededor.

Había miradas amables, miradas curiosas, miradas asesinas, miradas cautelosas, miradas prejuiciosas… Padmé se inclinó hacia Eirtaé y susurró en su oído:

—Consigue los nombres de las personas en esas plataformas, por favor.

—Desde luego, mi lady.

—¿Qué ha dicho el canciller, Sabé?

—Que abrirá el diálogo sobre la petición de Chandrilla para extender sus plazos de pago sobre la deuda.

—Gracias, Sabé.

Bail Organa dijo algunas cosas más antes de ceder la palabra al senador Rollan de Takodana.

—Gracias, Canciller. Si me permite, creo que la petición de Chandrilla es injusta por…

Padmé escuchó el argumento del senador al mismo tiempo en que notaba los labios de Mon Mothma, senadora de Chandrilla, convertirse en una línea rígida sin expresión. También notó la mirada seria de Bail, cuidando no revelar su disgusto.

"Son amigos," pensó Padmé. "O al menos, aliados." Tomó nota mental de eso, y luego siguió escuchando al senador Rollan.

—… por eso voto en contra—concluyó el senador.

—¡Pido la palabra! —dijeron al menos diez senadores al mismo tiempo, haciendo que el Vice Canciller levantara ambas manos.

—¡Orden! —dijo Korkie—Tiene la palabra…

Padmé siguió escuchando y observando a detalle toda la dinámica. Era tan escandalosa como lo recordaba, con una ligera diferencia:

Ahí no estaba la senadora Adele para marcarle el ritmo del juego. Ahora, ella jugaba sola.

Y le gustaba.

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Horas después la sesión terminó, Padmé tenía en sus manos un DataPad lleno de apuntes sobre todas las cosas que había detectado durante los debates. Al menos ese primer día, Padmé se contuvo de decir ninguna opinión, sabiendo que ocupaba un poco más de tiempo para saber moverse en ese ambiente con mayor asertividad.

Caminó al lado de Sabé y Eirtaé hacia su oficina, cuando vio a la senadora Mon Mothma caminar hacia ella con una sonrisa.

—Hola, senadora Amidala—saludó Mon—Me gustaría darle personalmente la bienvenida en su primer día en el Senado.

—Es muy amable, senadora—respondió Padmé, cuidando mucho su tono de voz.

—¿Le molesta si la acompaño a su oficina?

—Para nada, senadora. Me haría bien la compañía.

Padmé intentaba recordar todo lo que sabía de Mon. Era senadora por Chandrilla desde hace diecisiete años, siete si se descontaban los diez años de la Crisis. Tenía excelentes conexiones con el gobierno de Chandrilla y también un origen noble, si mal no recordaba. La senadora Adele comento varias veces que era una política astuta, a la cual conocía muy poco.

"Me tocará conocerla a mí," pensó Padmé, manteniendo su expresión amable en el rostro.

—¿Qué tal le ha parecido su primera sesión? —preguntó Mon.

—Ha sido tan estimulante como lo recordaba—respondió Padmé con una media sonrisa.

—He notado que se abstuvo de hacer comentarios sobre las tres propuestas que se discutieron hoy.

—Aunque la senadora Adele me dejó la oficina en orden, quisiera investigar un poco más todas esas propuestas antes de emitir mis juicios—explicó Padmé, comprendiendo que Mon la quería como aliada para la propuesta de Chandrilla.

—Eso es muy sensato de su parte, senadora Amidala.

—Solo quiero hacer mi trabajo lo mejor posible—agregó Padmé.

Mon disimuló lo mejor posible la forma en que estaba analizando el lenguaje corporal de Padmé, pero ella sabía muy bien que lo estaba haciendo, más que nada porque la propia Padmé estaba midiendo las intenciones de Mon.

—No me cabe la menor duda de que hará honor a su nombre y conseguirá un desempeño espectacular—dijo Mon—La senadora Adele siempre habló muy bien de usted, senadora Amidala.

"Decídete, ¿me quieres de aliada, o me quieres intimidar?" pensó Padmé.

—En ese caso, haré honor a sus comentarios.

Mon disimuló una sonrisa, y poco después llegaron a la oficina de Padmé. En la recepción, encontraron a Bail hablando con otro senador, esperándolas. Padmé vio a ese hombre alto y de mirada severa sabiendo que lo conocía de algún lado, pero no estando segura de dónde.

—Ah, senadora Amidala, senadora Mothma, es un placer verlas—dijo Bail—Espero no te moleste, senadora Amidala, pero el senador Bel Iblis de Corellia insistió en que los presentara formalmente.

¡Ah, el senador de Corellia! Padmé sonrió esta vez con más ganas. El senador Bel Iblis había sido de los principales opositores de Palpatine antes de la Crisis, hasta donde Padmé escuchó era un hombre directo, carismático y un firme defensor de la democracia. Alguien que definitivamente quería conocer.

—Senadora Amidala—saludo Bel Iblis con una sonrisa cordial—Es un honor conocer a la Heroína de la República.

—El honor es todo mío, senador.

—Ya que estamos todos reunidos, ¿les parece si almorzamos juntos? —preguntó Mon Mothma—Me vendría muy bien un bocadillo.

—Nunca había estado más de acuerdo contigo que ahora, Mon—respondió Bel Iblis, ante lo cual Padmé sonrió un poco más.

—Aunque eso suena encantador, lamento decirles que ya quedé para almorzar con mi esposo—dijo Padmé.

—Un café entonces—agregó Bel Iblis rápidamente.

—Suena estupendo.

Padmé le dejó instrucciones a Sabé y Eirtaé de atender la oficina en su ausencia, y caminó con los senadores hacia la cafetería del Senado, preguntándose quiénes de ellos serían aliados.

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En su juventud, las veces que Anakin visitó el Senado fue a escondidas y para realizar misiones asignadas por Palpatine. Ahora, mientras aterrizaba su speeder en el hangar a plena vista de todos, se sintió un poco cohibido.

Bajó de su speeder y notó las miradas llenas de sorpresa de todos los políticos con los que se cruzó, algunos cuantos incluso quisieron saludarlo, pero debieron notar su cara de pocos amigos porque no lo hicieron. Todos conocían al Héroe de la República, el hombre que pudo ordenarle a los clones levantar el bloqueo y salvar a miles de sistemas de la destrucción.

Anakin los ignoró mientras caminaba por los corredores y, cuando llegó a la recepción principal, preguntó por la oficina de la senadora Amidala. Caminó lo más rápido que pudo cuidando de memorizar el camino.

Pero las miradas… oh, por estas cosas odiaba Coruscant. Todo era tan superficial. Estas personas ni siquiera lo conocían, pero ya estaban juzgándolo con la pura mirada. Era tan estúpido.

"Cuenta hasta diez," se repetía mentalmente. "Cuenta hasta diez…" fue una de las pocas ocasiones en que Anakin agradeció no sentir la Fuerza. Al menos no podía leer los pensamientos, seguro estúpidos, de esas personas.

Mientras daba la vuelta en un corredor, Anakin se topó con una persona que, aunque tuviera millones de clones en la galaxia, siempre reconocería aún sin la Fuerza.

—¡Hola, Rex!

El otrora capitán del Ejército de la República miró a Anakin con una sonrisa totalmente genuina.

—¡General! —saludó él.

A pesar de los años, Rex no había perdido la costumbre de dirigirse a él como "general". Pudo romper el hábito de llamarlo Vader, pero no conseguía nombrarlo de otra forma como no fuera el rango que alguna vez debió tener.

—Me alegra verte bien—le dijo Anakin.

—Lo mismo opino, general. Cuando supe que la reina Amidala asumiría el cargo de Senadora, me alegró tener buenos amigos aquí en Coruscant.

"Y aliados," pensó Anakin, aunque eso salía sobrando. En esos años, Rex se había convertido en el Secretario en Jefe del Comité de Reintegración Social del Ejército Clon, y aunque contaba con el apoyo del Canciller Organa, era difícil mantener aliados senadores en muchos sistemas, considerando las complejas ayudas que los clones necesitaban para ser civiles comunes y corrientes.

En Naboo, Padmé y Anakin trabajaron muy duro para que los clones pudieran integrarse a su sociedad y, de hecho, muchos clones habían encontrado en Theed u otras ciudades de Naboo un hogar. Pero no era lo mismo en todos los sistemas, y Anakin sabía que dentro de la agenda de Padmé estaba proponer leyes o reformas que le dieran más autoridad al Comité de Reintegración.

—Una de las pocas cosas que me animan de estar aquí son las amistades que tengo en Coruscant—le dijo Anakin con sinceridad—Ven a cenar un día de estos a nuestra casa, Rex. Nos encantará recibirte.

—Sería un honor, general. Si me disculpa, tengo una reunión con el Canciller, pero le aseguro que lo veré después. Dele mis saludos a la senadora.

—Claro que sí, Rex. Nos vemos. Saludos a Organa.

Anakin contempló un poco a su viejo amigo mientras se marchaba hacia la oficina del Canciller. Aunque un poco ojeroso por las juntas recientes, Rex se veía muy bien. Tenía un propósito que le daba sentido a su vida como ningún aleccionamiento en Kamino pudo haberle inducido. Anakin estaba muy contento por eso.

Retomó su camino y pronto llegó a la oficina de Padmé, la recepcionista estaba sentada frente al escritorio, era una bonita muchacha en sus veintes que, al verlo, sonrió con picardía.

—Buenas tardes, señor—le dijo ella—¿Qué puedo hacer por usted?

Anakin frunció el ceño. Todos en ese maldito edificio lo reconocieron, menos la secretaría de su esposa… esto era irónico.

—Vine por la senadora Amidala.

La muchacha se hizo la desentendida, usando una voz en extremo melosa cuando respondió:

—¿Oh? ¿Tiene una cita con ella?

—Sí, una cita para comer—respondió Anakin, cruzando sus brazos sobre su pecho.

—Lo siento señor, no lo tengo registrado en la agenda—dijo la muchacha, parándose de su asiento e inclinando la cabeza de manera coqueta—Aunque podría intentar hacer algo por usted.

Anakin frunció el entrecejo.

—¿Cómo te llamas? —preguntó.

—Sara, señor.

—Sara, por favor llama a la senadora Amidala y dile que su esposo ya está aquí.

—¿Esposo? —repitió la palabra con incredulidad.

—Sí, mi esposo.

Anakin y Sara miraron hacia la puerta de la oficina principal, donde Padmé estaba de pie, con una sonrisa encantadora que Anakin conocía muy bien: era la sonrisa con la cual ocultaba su enfado.

—Volveré en una hora, Sara. Manda todos los mensajes a Sabé, por favor.

—C-claro, señora.

Sara se sentó de golpe, mirando de reojo cuando Anakin abrazó a Padmé por la cintura, sin dejarle lugar a dudas sobre la relación. Ambos salieron al corredor, donde Padmé cambió la posición por una más formal: ella caminando del brazo de él.

—Bueno, eso fue interesante—dijo Padmé—Mi primer día aquí y ya has seducido a mi secretaria.

Anakin rio con buen humor, sabiendo que su esposa estaba molesta con Sara, no con él.

—Seducir es una palabra terriblemente fuerte, ángel—le dijo él.

Padmé dejó que su ceño se frunciera un poco. Eran muy pocas las ocasiones en que ella se ponía celosa, en gran medida porque casi todas las mujeres en Naboo la respetaban –o temían– lo suficiente para no coquetear con Anakin enfrente de ella (y las pocas que lo hicieron se encontraron con que Anakin no respondía bien a los coqueteos). El que su propia secretaria hubiera intentado abordar de esa forma a su esposo la tomó por la guardia baja.

—Oh, por favor—replicó, rodando los ojos—Como si ella no estuviera lista para saltar a tu cama apenas lo dijeras.

—No lo sé—dijo, encogiéndose de hombros.

—Ani…

—Ángel, sabes que no noto mucho esas cosas—respondió Anakin, con un tono más serio—Solo tengo ojos para ti.

—¿Lo prometes?

—Lo juro.

Padmé volteó para verlo a los ojos, la sonrisa de Anakin era sincera y dulce. No podía enojarse con él cuando él la miraba así.

—Muero de hambre—dijo Anakin, cuando llegaron al hangar—¿Se te antoja algo?

—No, amor.

—Bien, iremos a ese lugar que me recomendó Obi-Wan.

—¿La cafetería verdad? ¿Dex?

—Sí, esa. Se supone que es muy buena.

—Por algún lugar tenemos que empezar.

Ambos sonrieron y subieron al speeder, olvidando momentáneamente todo lo demás.


Eso es todo por ahora.

Padmé tuvo su primera sesión en el Senado y por ahora, todo parece marcharle bien. Aún faltan más personajes por salir, estoy intentando introducirlos despacio, a su tiempo. Anakin está haciendo lo mejor posible por adecuarse a esta nueva vida también, como ya lo notaron, y de hecho el próximo capítulo se centrará más en él.

Espero que les haya gustado, ¡les mando un fuerte abrazo a todos! saludos