7
SASUKE
Estaba asustado.
No podía negármelo a mí mismo.
La vida de mi hermano estaba en peligro. Botón nunca estaría segura si ambos moríamos. Temari volvería a convertirse en una prisionera. Tirarían mi cadáver en medio del mar para que mis restos no fueran encontrados nunca.
Mi vida se había convertido en un auténtico caos desde que Obito me había pedido que lo ayudara a salvar a Temari.
¿Y si me hubiera limitado a decirle que no?
¿Y si ahora mismo estuviera en Grecia con Botón?
¿Habrían salido mejor las cosas? ¿O habrían empeorado?
¿Era posible que hubiera algo peor que aquello?
Había dos guardias de pie a ambos lados de la puerta en la entrada del almacén. El lugar era frío porque el sistema de ventilación debía de haber dejado de funcionar hacía diez años. El cemento iba agrietándose en algunos sitios a medida que el tiempo y la naturaleza dejaban su huella. Lo único que podía hacer era quedarme allí sentado y continuar esperando. El dolor era agonizante, pero no era nada en comparación con el miedo que sentía en el pecho.
Entonces oí una explosión.
Había llegado Obito.
La predicción de Tristan había dado justo en el clavo. Sabía que Obito vendría, pero lo superaban en número. Incluso reuniendo todos los recursos de los que disponíamos, Obito no contaría con hombres suficientes para generar la potencia de disparo necesaria.
Con suerte, Obito lograría escapar y salir de allí con vida. Necesitaba que cuidara de Botón y del pequeño Uchiha, ya que yo no estaría a su lado para hacerlo. Mi hermano no tardaría en darse cuenta de que no tenía ninguna posibilidad de ganar aquella guerra.
Empezaron los disparos. Se oyeron gritos. Se dieron órdenes. Los dos hombres que había a ambos lados de la puerta salieron corriendo para unirse a la lucha, dado que yo no iba a ir a ninguna parte. Me daba la impresión de estar sentado en medio de una zona de guerra. Escuchar cómo se desarrollaba la carnicería en el exterior era peor que verla.
Mi imaginación la hacía mucho peor.
El tiempo pareció ir más despacio mientras continuaba escuchando la matanza. Me sorprendió que todavía no hubiese finalizado el combate. Tendría que haberse acabado en dos minutos. Obito y nuestros hombres no tenían nada que hacer contra todas las fuerzas de Tristan.
No había ninguna esperanza.
La puerta se abrió de golpe y por ella entraron Obito y Shisui a la carrera.
¿Pero qué coño pasaba?
―Vigila la puerta. ―Obito acudió a toda prisa a mi lado, me echó un rápido vistazo mientras comprobaba mis heridas y después sacó un cuchillo.
―Tristan te está tendiendo una emboscada ―le dije a toda prisa―. Tiene a un centenar de hombres apostados por todo el complejo.
―No te preocupes por eso. ―Obito cortó la cuerda que me mantenía juntas las muñecas y se puso a trabajar en las cadenas que me rodeaban los tobillos.
Shisui se quedó junto a la puerta, protegido con un chaleco antibalas y un casco. Esgrimía una ametralladora de gran tamaño, preparado para cargarse a cualquiera que se acercara por el pasillo de entrada.
Obito no consiguió forzar la cerradura, así que sacó la pistola y disparó a la cadena justo junto a mi pie. Se partió por la mitad como una ramita.
―¿Puedes andar?
―Sí. ¿Qué pasa con Tristan?
―Los hombres se encargarán de él. Yo tengo que sacarte de aquí.
Me quité la cuerda de las manos de un tirón y me puse de pie. Me tambaleé antes de conseguir enderezarme del todo, ladeándome hacia la derecha. No me había dado cuenta de lo débil que estaba, de cuánta sangre había perdido y de lo que me había afectado la deshidratación.
―Te tengo. ―Obito pasó el hombro por debajo del mío y me mantuvo en pie con el brazo―. El helicóptero aterrizará en cinco minutos. Te sacarán de aquí. ―Me sostuvo mientras nos dirigíamos a la puerta trasera, que estaba cerrada a cal y canto.
―No. ―Dejé de avanzar, rechinando los dientes hasta sentir un dolor que me subía como un rayo por la pierna. Tristan me había dado una patada allí esa misma mañana y algo se había desgarrado. Además, cada vez que respiraba me dolían espantosamente las costillas―. No pienso marcharme hasta que haya matado a ese bastardo.
―Confía en mí, no va a salir vivo de esta. Ahora mismo tenemos que preocuparnos por ti.
Me aparté de él, pero apenas era capaz de mantenerme en pie por mi cuenta. Me sentía aturdido, mareado y abrumadoramente débil.
―Ese cabrón ha amenazado con violar a mi esposa. No pienso marcharme hasta que le haya metido por lo menos diez balas en la cabeza. ―Sentí temblarme la pierna mientras me esforzaba por mantenerme en pie.
Obito se pasó mi brazo alrededor del hombro.
―¿Qué es más importante, Sasuke? ¿Volver con tu esposa y tu hijo o conseguir tu venganza?
Mi furia exigía satisfacción, pero sabía que Botón estaría aterrorizada en aquel momento. Querría escuchar mi voz. Le daría igual cómo hubiera muerto Tristan. Su único deseo era que yo estuviese a salvo. Apreté la mandíbula mientras otra ráfaga de dolor me ascendía por el cuerpo.
―Te prometo que lo pillaré, Sasuke. ―Obito volvió a escoltarme hasta la puerta, con Shisui todavía apostado en el camino de entrada.
―Él lo sabía ―dije mientras sentía gritar a mis costillas.
―Sí, ya lo sé. Temari me dijo que seguramente se habría olido nuestro plan.
―Chica lista. ¿Dónde encontraste los hombres?
―Es una larga historia. ―Obito llegó a la entrada y disparó a las bisagras para poder derribar la puerta de una patada―. Te lo contaré todo cuando estemos en el helicóptero. ―La puerta se abrió violentamente con un fuerte golpe y el sonido de los disparos subió de volumen. Había otro almacén bloqueándonos el camino y hombres apostados en medio de la salida, agazapados detrás de los coches y los edificios.
Obito hizo un barrido de la zona antes de cruzar para llevarme hasta el otro lado del generador, que tenía aspecto de llevar diez años abandonado. Me apoyé contra la pared esforzándome por respirar a pesar del dolor.
Obito recorría constantemente el espacio que nos rodeaba con la mirada y tenía el arma lista para abrir fuego. Se dio unos golpecitos en el oído.
―Envía el helicóptero. Aproximaos por el oeste. Soltad una escalerilla y no aterricéis. ―Obito permanecía profundamente concentrado y ya no me miraba porque estaba ocupado vigilando a nuestro alrededor.
Vi el helicóptero a lo lejos, a prueba de balas y de color negro azabache.
―Vas a tener que sujetarte a la escalerilla para que puedan sacarte más rápidamente de aquí. Es probable que intenten derribarlo a tiros en cuanto adviertan su presencia.
―¿Y qué hay de ti?
―Yo me quedaré atrás y te cubriré.
―No.
Obito no me miró.
―Nos vamos a ir los dos.
―No voy a abandonar a mis hombres, Sasuke. ―Me miró brevemente antes de darse la vuelta―. Tengo que asegurarme de matar a Tristan, no sólo por ti, sino también por Temari. Sé que te quieres quedar a ayudar, pero tienes demasiadas lesiones. Yo te he metido en este jaleo y yo tengo que sacarte de él.
―El helicóptero puede llevarnos a ambos.
―No me voy a marchar ―dijo con firmeza―. Saldré vivo de esta, no te preocupes por mí.
El helicóptero se aproximó a gran velocidad y dejó caer a tierra la escalerilla de cuerda. Las hélices hacían un ruido ensordecedor que anunciaba la presencia del helicóptero a todo el que se encontrara en un radio de kilómetro y medio.
―No tenemos tiempo, Sasuke. Vete. ―Obito se apartó de mi lado y volvió a sumergirse a toda prisa en aquella vorágine. Corría pegado a la pared, manteniéndose a cubierto mientras se reincorporaba al combate que estaba teniendo lugar al otro lado del almacén.
Si hubiera sido físicamente capaz de hacer algo, habría cogido una pistola y me habría ido con él, pero estaba demasiado débil como para contribuir al ataque. Sólo conseguiría que me mataran. Dado que tenía una familia esperándome, aquella no era una opción. Utilicé mis últimas fuerzas para correr y saltar hacia la escalerilla de cuerda. Me balanceé hacia delante, ascendiendo hacia el cielo por debajo del helicóptero.
Elevaron el vuelo al instante, alejándome de los disparos que aún podían escucharse mientras ganábamos altura. Me dolían muchísimo las costillas y tenía las extremidades tan débiles que me costaba trabajo mantenerme sujeto a la cuerda, pero pasé el brazo alrededor de ella y lo bloqueé en esa posición. Si me soltaba, me quedaría suspendido en el vacío.
Empezaron a izarme, tirando de mí para introducirme en el helicóptero mientras sobrevolábamos Roma rumbo a un lugar seguro. Cuando llegué a los patines de aterrizaje del helicóptero, uno de los hombres me metió en la cabina y cerró la puerta. El ruido era aún más fuerte allí, directamente debajo de las hélices.
―Te vamos a llevar al hospital. ―Me tendió un casco con radio para que pudiera entender lo que me estaba diciendo.
Me deslicé en el asiento y me abroché el cinturón de seguridad, empezando a sentir la mente algo confusa.
―Tengo que hablar con Sakura.
―Las órdenes de Obito son conseguirte atención médica. Puedes llamarla más tarde.
Ella tenía que enterarse de que me encontraba bien.
―Dame tu teléfono y ya está.
–Aquí no podemos usarlo, eso ya lo sabes.
Apreté los dientes y miré por la ventana, sintiendo desvanecerse mis últimas energías.
