Notas mías... antes de empezar con la lectura... leen ese pequeño párrafo, estoy contenta por sus comentarios, sin duda se nota que les encanto esta historia. Yupi... yupi … yupi.

La caperucita Roja tuvo tres versiones, la primera es una leyenda real de los Alpes que cuenta que el lobo es un mundo sexual y eso la pueden encontrar y leer la leyenda, llamada la verdadera historia de la caperucita roja y la pueden encontrar en YouTube Caperucita Roja ¿a quién tiene miedo? Pero también hay otra que se llama Caperucita Roja. Para adultos.

La segunda fue escrita por Charles Perrault solo que aquí no es tan infantil como el que nosotros conocemos tiene un final triste el lobo se come a la caperucita y a la abuela, dando enseñanza que no debemos confiar en extraños.

La Tercera versión fue adaptada por los hermanos Grim, el cuento infantil para niños que nosotros conocemos, sin duda para mi esta es la versión más bonita, ya que soy maestra de niños, jijiji, pero como la mayoría de lectoras Territanas somos adultas y nos gusta ver a Terry posesivo y sexual, prefiero contar como fue la verdadera historia de la caperucita y el hombre sexual a quien le decían lobo, espero que me sigan acompañándome en esta historia jejejeje…

Esta historia es más apegada a la primera versión, espero que no haya malos entendidos, yo estoy adaptando la leyenda real… ojo… solo para adultos… lleva contenido lemón fuerte y un poco de violencia género.

Adaptación a la leyenda real de la caperucita roja.

Últimos capítulos…

Capítulo 6.

Su consciencia se alejaba lentamente de su cuerpo a punto de perder el conocimiento. Estaba tan débil que apenas si podía mantenerse despierto. El vínculo afectaba su poder, valía la pena si estaba unido, eso significaba que ya no estaría solo. Si tan solo pudiera arrancar los grilletes y salvarla.

— ¿Cómo te encuentras, hijo?

La pregunta, pronunciada con esa voz ronca y sabia, lo sobresaltó…y lo enfureció de inmediato. Intentó enderezarse y lo logró. La furia despertaba sus sentidos. Era lo único que manejar sin desearlo, esa parte de él también le aterraba.

Candy intentó ayudarlo, pero solo obtuvo un rechazo de su parte.

— Estás haciéndote daño, Terry. — le replico. El metal continuaba cortando su piel y la sangre escurría por todos sus brazos.

— No hables como si te importara. — respondió. Sus acciones lo habían lastimado más de lo que el licántropo anciano imaginaba —. ¡Confié en ti y me abandonaste!

— He hecho más por ti y lo sabes.

Lo hacía. Richard lo adoptó como su hijo y lo crio como tal. Le enseño a controlar su fuerza y temperamento, hizo mucho más de lo que cualquiera hubiera hecho. Por esa razón abandonara cuando más lo necesito, le dolía más que sus heridas.

Entendía al viejo y su dilema con Neal. Todos en la manada lo hacían. No lo culpaba, pero la furia era una jodida traicionera.

— Sabes que te los quitaría si pudiera. — admitió. Aquellas cosas que lo detenían para que evitara escapar eran irrompibles, hechas para controlar a los licántropos fuera de contra.

— No te creo. — lo miró con recelo.

Richard mordió su lengua para evitar decir algo que obviamente no ayudaría. Terry lo traicionó al incumplir las reglas con los humanos, pero eso ya era un tema antiguo. Se a de lo que había hecho. Aquella chica despertó en él la ternura y los recuerdos de su juventud. No tenía el derecho de decidir por ellos, ni mucho menos interponerse cuando estaban destinados a estar el uno con el otro. Sin importar que fueran de razas diferentes, sin importar su pasado, presente o futuro. Ellos debían estar juntos y lo aceptaba.

— ¿No, me perdonaras nunca?

Terry no respondió. No podía. El rechazo hacia él y Candy fue cruel. Los acusaron de un crimen injusto, porque estar enamorado de ella no lo era, y ahora serían sentenciados a por los ancianos de la aldea. Principalmente Iván. No obstante, él mantenía otros planes, otros los cuales pudiera desquitar su rabia y tomar su propia justicia.

— Conocí a Candy. — mencionó y se gano la atención del lobo —. Es una chica encantadora y valiente. Puedo ver porque logró llegar a ti. Ella se encuentra bien, yo mismo me en verificar su seguridad. — omitió la noticia que lo volvería loco, Terry no necesitaba más dolor —. Pronto te llevaré con ella, te lo prometo. Es lo menos que puedo hacer para en mis errores.

— ¿Cómo podría confiar en ti?

La pregunta caló en el fondo de su viejo corazón. Si bien no estaban emparentados de sangre, eso no significaba nada para ser una familia. La confianza en sus hijos era lo más importante y podía perderse en un segundo con las palabras y actos incorrectos.

— Yo te saque de las llamas cuando apenas podías moverte. — le recordó—. Sabía que tu sangre pura podría ser un problema incontrolable, pero eras solo un cachorro. Un pequeño mis brazos que apenas podía respirar. Te convertiste en mi hijo desde el primer momento en el que te sostuve, y no me arrepiento de ese día aunque todos me repudiaron por e Comento errores, soy un lobo viejo que ha olvidado el significado del verdadero amor, y siempre seré tu padre, Terry.

Aún recordaba como ese pequeño pedía a gritos repetidamente por su familia. Se había quedado solo y sintió la urgencia de hacerse cargo. Habría muerto sin su ayuda y el joven sabía.

Richard espero por una respuesta que no llegó. Era demasiado pronto para recibir una, actuaría para mostrar su arrepentimiento.

— Las reglas con los humanos ya no me importan más. Sacaré a Candy de la celda mañana por la noche y buscaré la manera de liberarte. — le dijo —. Solo quería que lo supiera que, De nuevo, observo como el viejo se perdía en la claridad del exterior. Hacía dos semanas que no sentía la calidez del sol, la calidez de Candy. Estaba a punto de volverse loco.

Esta vez, le fue imposible cerrar los ojos. La conversación le había afectado más de lo que quería. Aquellas palabras le perforaron el cuerpo como cuchillas. Y mientras miraba fijaba la salida hacia su libertad, Terry se quedó solo.

Las constantes visitas de los licántropos le tranquilizaban. Se sentía protegida, pero no era lo mismo que estar con Terry. Sabía que él debía estar haciendo todo lo posible por ella y, aunque tuviera que estar haciendo lo mismo, buscando una manera de escapar, no podía. Él bebe en su vientre tenía que ser protegido, al igual que ella. Por esa razón, lo la cuidaban y respetaban como si fuera superior a ellos.

Al principio no lo entendió. Sin embargo, cuando Annie le explico sobre la historia de Terry y su linaje, se sorprendió. Él nunca le hablo de eso. Ya sabía que los lobos protegían hembras de la manada y, Candy al ser pareja de uno de los licántropos más fuertes y que tenía a su hijo en su interior, la convertía un miembro muy importante. Aunque fuera un humana.

Frenar a Neal y a los aldeanos, sacarla de aquel horrible lugar y liberar a Terry sin peleas, sin heridos, ese era plan el cual no daban más explicaciones y ella lo comprendía. Los poseían una inteligencia mayor, instintos más amplios y conocían perfectamente como atacar a un enemigo.

Aquellos instintos y sentidos se ampliaban también en Candy debido al embarazo. Seis meses de gestación, seis meses de cambios en su cuerpo. Afortunadamente, ninguno, solo que se comportaría más salvaje a causa de las hormonas que solo su pareja podría controlar.

Para los machos era agotador, terminaban débiles por satisfacerlas en todo sentido, pero de ninguno de ellos había salido una queja. Además, el aroma de una hembra embarazada, irresistible solo para la pareja, así su vínculo se fortalecía y eran incapaces de negarse a sus propios impulsos.

Para las lobas el asunto de fertilidad era diferente que las mujeres humanas. Para ellas existía la época de celo que se presentaba cada año. No obstante, Candy no contaba con la suerte. Ser humana la convertía en un ser más fértil, por lo que debía cuidar ese aspecto, aunque no con una pareja como Terry.

Los lobos tenían una formidable vida sexual para expulsar la energía de sus poderosos cuerpos. Debía acostumbrarse a esa vida porque ya era parte de ella.

A pesar de los cambios hormonales, le preocupaban los daños interiores que él bebe pudiera causar. Sin embargo, algo le decía que su pequeño o pequeña nunca le haría daño. la crueldad del hombre que se acercaba al calabozo.

¿Cómo lo supo?

Sus sentidos auditivos, así como el olfato se ampliaron para alertarla de cualquier peligro contra ella y su bebe.

— Candy Andrew. — pronunció su nombre con la fría voz que lo caracterizaba —. Estás soportando todo esto mejor de lo que esperé. — sacó una llave y Candy retrocedió hasta pared —. Incluso luces muy saludable tomando en cuenta la distancia y los días que has estado separada de Terry. Es muy…extraño.

— ¿Qué es lo que quieres?

El chirrido de la puerta de metal le erizo los vellos del cuerpo y, cuando Neal entro, percibió el peligro.

— Quiero que Terry sufra.

— ¿Por qué? — exigió una respuesta.

Él soltó una carcajada.

— No, me intimidas, chiquilla. ¿Sabes cuantas veces me han hecho esa pregunta? — cuestionó —. Muchas, Candy, muchas. ¿Y quieres saber por qué? Porque se lo merece. Él me da lugar.

— ¿De qué hablas?

— No hablaré más, es mejor actuar. — tomó una daga de su bolsillo y la rubia palideció. Estaba en el calabozo a varios metros bajo tierra, ¿Quién demonios iba a oír sus gritos?

lo notaría? —. Oh, no seas tímida. No le temerás a una simple arma, ¿o sí?

Dio un paso hacía ella y Candy no pudo retroceder más. Las tres paredes le impedían escapar, así como el hombre frente a ella.

— ¿Qué ganas con esto? — indagó, intentando mantenerse firme.

— No voy a matarte, Candy.

— ¿Quieres matar a Terry? — la pregunta le provoco un nudo en la garganta. Básicamente, si uno de los dos moría, el otro lo haría también. Pero todo era nuevo para Candy que imposible recordarlo, especialmente cuando tenía una amenaza frente a sus ojos.

— No, de eso se encargara él. Yo solo le quiero dar una paliza antes de que se vuelva loco y destruya sus propios tejidos, y para eso, mi querida Candy, te necesito a ti.

Antes de que pudiera reaccionar, Neal la tomo del cuello y clavó la daga por la mitad de su muslo, cortando su carne hasta casi llegar a la cadera. Candy gritó de dolor y las lágrimas juntaron en los ojos. Intentó pelear, pero fue imposible. La sangre escurrió rápidamente por su pierna y cayo de golpe al suelo cuando el hombre la soltó.

Ardía, quemaba, dolía mucho. Dejo escapar varios gemidos de dolor mientras presionaba la herida. No dejaba de sangrar y no podía moverse. Incluso así, Neal no se detuvo.

La arrastró hacia la mitad de la celda y, con la misma daga, desgarró el vestido de la pobre chica indefensa, dejándola casi desnuda sobre el sucio suelo. Los bordes del vestido cubiertos de sangre y eso era justamente lo que necesitaba. Le dio un vistazo rápido a la rubia junto a sus pies y sonrió.

— Ahora entiendo porque Terry te eligió. — Candy quería insultarlo, pero no le salían las palabras —. Gracias por tu cooperación, niña. Ahora si me disculpas, tengo un lobo con que divertirme.

Le dolía la garganta por las lágrimas contenidas y las derramó solo cuando aquel imbécil se fue. No solo por ella, sino por su bebe y Terry. Si Neal, le mostraba la prenda con su no se imaginaba la reacción de su lobo. Se volvería loco. Justo lo que Iván buscaba.

Tenía que salir de ahí y detenerlo antes de que fuera demasiado tarde. Antes de que dejara de sentir la pierna y terminara desangrándose.

De nuevo, percibió el olor repulsivo de su peor enemigo. Él no pensaba eso de Neal. Nunca lo hizo. Sin embargo, ya se había ganado su odio.

Se estaba preparando mentalmente para otra ronda de insultos y palabras molestas, hasta que a su nariz llegó un olor familiar.

El aroma de Candy.

Apretó los puños y los dientes, y se puso de pie ignorando su condición; tirando de las cadenas para poder mirar lo que deseaba con toda su vida que no fuera lo que pensaba.

— ¿Me echaste de menos? — no hubo respuesta —. Pues yo conozco a alguien que sí.

Arrojó el vestido hacia él y cayó a pocos centímetros de donde el lobo se encontraba de pie. En el momento en el que toco el suelo, Terry se desplomo sobre sus rodillas. No por respirar. No podía hablar. Solo miraba aquella bonita prenda que su preciosa Lucy solía vestir.

Y estaba cubierta de sangre. Sangre de ella.

El aroma era inconfundible. Candy había sido herida y solo una persona era culpable.

Se le tensó la mandíbula y de su estómago ardió un fuego de violencia incontrolable. Su cuerpo tembló y la furia lo cegó en un segundo.

Tantos años intentando ser como los otros lobos fueron perdidos en un parpadeo. Su mirada era gélida, sombría… y perdida. Iván sonrió con anticipación. El chico de Richard y perdido.

Con una fuerza aterradora, Terry tiró de las cadenas y forzó a sus músculos a hacer lo necesario, sin importar el daño. Los grilletes le perforaron las muñecas, se enterraron en no dejo de tirar hasta destruir los metales que lo retenían. Una vez libre, caminó directamente hacia su oponente.

— Enséñame el monstruo que eres y destrúyete con tu propio poder.

Terry no dijo nada. Se convirtió en lobo al mismo tiempo que Neal lo hacía. Mostrando así, lo que por años oculto a los humanos: su cuerpo híbrido.

Las ropas que cubrían sus cuerpos humanos se hicieron pedazos en segundos al cambiar de forma. Los músculos de ambos se contrajeron para adaptarse a su segunda aparentan asimismo como los colmillos y garras surgían para un mayor daño en batalla. Para Terry, esta pelea no era nada más que el final. Iván podría haber sido alguien de su familia, no más. Su vista estaba cegada por la ira y venganza. Dentro de su mente la razón se perdía cada vez más.

Uno de los grandes problemas de su linaje puro, era su comportamiento destructivo. Algunos podían manejarlo, otros no. Si bien los licántropos ya eran una especie tempérame extremadamente territorial y todo menos apacible, para él era cinco veces peor controlar ese tipo de emociones. El vínculo lo domesticó, pero todo cambiaba si alguien osaba a su pareja de alguna u otra forma, justo como lo había hecho Neal. Y eso nunca se lo perdonaría. Incluso si el abuelo lo expulsaba de la manada y lo odiaba para toda la vida.

Y aunque mantener a la familia unida era importante, Candy se había convertido en su prioridad. Ocupaba la mayor parte de sus pensamientos y su corazón le pertenecía. La posesiva y el sentido protector como su pareja estaban alertas y listos para atacar. Su animal interior deseaba la sangre del imbécil que tuvo el valor de herirla y le arrancaría la cabeza tocaba a Candy. Nadie.

Hacía años que Iván no tomaba su forma lobuna, por lo que la energía acumulada brotaba de su forma bestial. Odiaba ser un hibrido. La forma humana dentro de él era más fula lobuna. Era más humano que licántropo. Y lo detestaba.

La diferencia de los demás yacía en su naturaleza. La mayoría de los lobos tenían la capacidad de convertirse en humanos, por lo que su parte animal era la que regía en su cuerpo conservando ciertas características humanas. Él en cambio, al ser hijo de la mezcla de un humano y un licántropo, lo convertía en un espécimen único, y más débil. Comúnmente tipo de uniones, los genes humanos terminaban ganando.

Siempre se sintió inferior a todos los demás. Mientras otros se dejaban llevar por su instinto, él tenía que pensar en cómo actuar. Otros vivían su vida plena disfrutando lo que él no pertenecía ahí. Era más humano que licántropo. Era diferente.

Con el tiempo, se convenció de que solo la diferencia estaba dentro de su cabeza. Obligo a su cuerpo a ser como lo demás lobos. Ganó la fuerza necesaria para enfrentarse a asegurar su puesto como el siguiente líder de la manada. Obtuvo el respeto que necesitaba para salir adelante y no ser la sombra de su padre: Richard

A decir verdad, nunca lo odio o le guardo rencor por su condición, ni tampoco a su madre humana. Mucho menos a ella, la que tanto amor le había dado. Con Richard, las cosas cambiaron el día en el que decidió llevar a aquel cachorro a la manada y adoptarlo como su hijo.

No le molesto. Terry era solo un pequeño en aquel entonces, mientras él ya tenía la edad madura para comprender las acciones de su padre. La mayoría de los miembros en la

negaron al cachorro en un principio. Percibieron la amenaza de su linaje gracias al instinto que poseían, Neal era menos consiente en este aspecto, por lo que su parte animal no percató de la advertencia.

Lo comenzó a notar a medida que crecía. Estaba consciente de la manada la cual había pertenecido, solo que el poder que amonaba en su cuerpo tomaba más fuerza de la que así se convirtió en un zagal.

Solo con quince años, el zagal ya derrotaba a los lobos más tenaces de la manada, incluso a los más viejos. El potencial en Terry era visto por todos, y aseguraba que también padre.

Pronto, los rumores sobre el siguiente líder se inclinaban más hacia alguien que no era él. Las misiones que Richard solía darle comenzaron a ser para Terry. Poco a poco fue por el lugar que con tanto esfuerzo se había ganado, solo por un idiota que llegó de la nada y que no era nadie. Y eso fue justamente lo que intento demostrar. Que el zagal no era su manada, algo que obviamente no salió como esperaba. ¿Qué ganó con eso? Solo la vergüenza de ser un hibrido remplazado por una raza pura y superior que ni siquiera era familia.

No era justo. Así que decidió irse.

Fue una partida que nadie resintió, que a nadie le importó. Al final, nunca logró adaptarse, ser como los demás. Por lo que decidió aceptar su parte humana y así herir a todos habían hecho lo mismo. Burlarse como ellos se burlaron.

Poco a poco se introdujo en el mundo de los humanos, yendo obviamente a la aldea más cercana, a la misma a la que pertenecía su madre. Pensó que al menos ella no lo rechazo no lo hizo. Solo que sus ideas se inclinaban hacía los licántropos y la aceptación entre las dos razas. Después de todo, siempre tendría sentimientos por su padre y los lobos que protegieron durante su embarazo.

Neal no deseaba la misma paz que su madre, así que tenía que hacerla a un lado. Se ganó la confianza de los aldeanos, al igual que el dominio de sus miedos hacia una especia diferente y superior; poniendo en contra a los aldeanos con su madre. Fue algo que ella tampoco aceptó. Al final, decidió apartarse de sus ideales a una cabaña en el bosque, y fue lo mejor.

Su madre quedaría libre de la pelea que se avecinaba y conseguiría su objetivo. Había matado a un pájaro de un tiro, y ahora le faltaba el otro.

Terry se lanzó sobre él y rodaron por las rocas sin dejar de atacarse el uno al otro. Eran dos bestias feroces luchando por un propósito, su propia justicia. Se golpeaban contra todas las piedras puntiagudas y cualquier cosa que se les atravesara mientras caían por la colina. Neal clavaba sus colmillos en Terry, sacudiéndolo con fuerza para arrancar al menos un de su gruesa piel o romper algún hueso, mientras el otro lobo hacía lo mismo.

Podían saborear la sangre de su enemigo, porque ambos sangraban por las heridas profundas de las mordidas. Ninguno de los dos cedía. Y ninguno de los dos se detendría hasta solo uno se mantuviera en pie.

Algunos de los lobos colina abajo debieron notar el altercado y fueron rápidamente en busca de ayuda. Detenerlos en si ya era una tarea difícil, pero no imposible. Principalmente tenían con ellos un arma para detener a Terry. Neal sería más fácil de controlar debido a su parte hibrida.

Richard percibió el conflicto en un segundo y, al poco tiempo, ya se encontraba observándolos pelear. Gray y Juvia llegaron detrás de él.

— ¡Carajo! — maldijo Gray. Una pelea entre el más poderoso de los licántropos y otro que podía hacerle frente no terminaría nada bien.

— No vas a hacerlo. — le advirtió su pareja. Lo conocía muy bien como para saber lo que pensaba —. No dejaré que te metas en su pelea.

— Quiero que los mires, Juvia. ¡Solo míralos! — Señaló —. Si no los detenemos se van a matar.

— Y serás tú quien termine muerto si tratas de separarlos. Si mueres, yo muero, y eso no va a pasar. No lo harás.

— Nadie lo hará. — el líder los interrumpió —. Es imposible intervenir.

— ¿Y qué podemos hacer? — cuestionó Gray, mientras veía a su amigo obtener más cortes en su forma lobuna —. Natsu ya estaba herido antes de esto. Lo siento, Richard, pero puedo estar mirando mientras se hace más daño. Me importa una mierda lo que le suceda a Iván, aunque sea tu hijo.

— Ambos son mis hijos, Gray. — gruñó. Entendía su molestia, pero no estaba de ánimos para escuchar quejas —. La única que puede ayudar, es Candy. Terry solo la escuchará a ella.

En su condición, lo dudaba. Aunque valía la pena intentar.

— ¿Quieres que vaya por ella?

— No es necesario, ya he enviado a alguien.

Vaya, eso era rápido.

— ¿Quién?

— Es alguien que la traerá a salvo y atacara a cualquiera que se cruce en su camino.

Lo único que Gray pudo hacer, fue maldecir en su cabeza. Mantuvo a Annie cerca de su cuerpo y rogó porque no fuera demasiado tarde. Ya nada podía ser peor.

El silencio y profunda tranquilidad de la aldea se esfumó en un instante. Los gritos humanos resonaban en los rincones de cada vivienda. Algunos se escondían, otros intentaban defender su lugar de paz. Obviamente sin muchos resultados. Lobos de diferentes tamaños y apariencia emergieron del bosque; gruñendo y aullando por el dolor de los suyos. Igualmente, para demostrar quién era más fuerte y quien en reinar era el que tenía miedo.

Otros licántropos se mostraron en su forma humana, aun manteniendo la ferocidad e intimidación en su mirada. Las reglas ya no existían más. Aunque no lastimarían a ningún tal y como se lo prometieron al líder.

Algunos hombres que intentaban defender la aldea, tomaron algunas armas para enfrentarse, sin importar que sus extremidades temblaran del miedo. Su ambición de pelea fue destruida por esos mismos a quienes temían en poder. O más bien, a quienes les hicieron creer que los lobos eran lo más despreciable y terrorífico.

Sus armas fueron arrebatadas y quedaron al descubierto completamente vulnerables. Su sentido de supervivencia era más fuerte que el orgullo. Así que se rindieron.

Una de las hembras de la manada tomó a uno de los hombres del cuello y exigió por una respuesta.

— La mujer, ¿Dónde la tienen?

— En el calabozo…— tembló.

— Muéstrame el camino.

La entrada al calabozo no era muy diferente a las demás que había visto en su vida. Solo una habitación en medio de la nada que conducía hacia el fondo como si de un laberinto tratara. Algunos de la manada se quedaron fuera vigilando, mientras ella buscaba a la mujer humana.

El lugar era un completo asco. El polvo apenas le permitía respirar y las telarañas se le enredaban en el cuerpo. ¿Cómo podían tener a un humano en esas condiciones? Y aún embarazada. Sin embargo, ninguno de ellos lo sabía. Si lo hicieran, ya la habrían ejecutado.

— Diablos, este sitio es una porquería. — escuchó una voz masculina detrás de ella.

— Pensé que te quedarías vigilando.

— Si, bueno, pensé que me necesitarías por aquí.

— Vuelve a tu lugar, Gajeel. — ordenó.

El licántropo iba a desaprobar su orden, hasta que un quejido los obligó a detenerse un segundo. Ese definitivamente era un sonido de dolor y la peor situación se les cruzo por cabeza. Si algo le sucedía a la mujer, sería imposible detener a Terry. No solo con Neal, sino con cualquiera que se le cruzara en frente. Él ya había perdido el control.

— ¿Decías?

La hembra lo fulminó con la mirada y se apresuraron a llegar a donde estaba la humana. Ambos palidecieron en cuanto percibieron el olor a sangre y se quedaron sin habla el sobre el suelo.

El líquido rojo le cubría parte de la pierna y el corte del mismo comenzaba a infectarse a causa de la suciedad del calabozo. Ella temblaba con intensidad, sus dientes castañeaban piel ya no tenía color. Aun así, intento apartarse; intentando protegerse, a ella y a su bebe.

— No, me temas, Candy y. No te haré daño. — le dijo —. Mi nombre es Erza y él es Gajeel, estamos aquí para ayudarte.

Candy no percibió mentiras en sus palabras. También pudo percibir que ellos no eran una amenaza. Y aunque su pierna doliera, necesitaba desesperadamente salir de allí.

— Quiero ir con Terry — mencionó con voz muy débil.

— Lo sé. — Erza asintió y miró a su compañero —. Necesito tu camisa para limpiar su sangre.

Gajeel no lo dudo. Sacó su camisa blanca por sus hombros y se la dio. La movieron delicadamente de lugar para poder quitar al menos un poco el rastro del daño que Neal le ha causado. Porque no debía ser obra de nadie más que él. Eso explicaba porque Natsu perdió el control. La camisa se tiñó de rojo rápidamente y se apresuraron en terminar.

Candy parecía tener fiebre y eso podía ser riesgoso para su embarazo. Realmente rogaban a los dioses que el plan del líder funcionara o todo estaría perdido.

— ¿Qué hay de su ropa? — preguntó Gajeel.

— Usará la mía. Me convertiré y la llevaré más rápido. Tú te quedaras a vigilar a los humanos.

No perdieron más tiempo. El atuendo de Erza consistía en un uniforme militar de la cuidad capital del país. Cada vez que volvía de un viaje, la manada estaba en un aprieto, y fue la excepción.

— Dime que está bien. — le pidió la rubia.

— Lo estará. Te necesita ahora mismo, por eso debo llevarte con él. — ella asintió. También podía sentirlo.

Candy se vistió con ayuda de Erza y esta cambió de forma en segundos. Gajeel la posó sobre su lomo y salió del calabozo a toda prisa. Cada minuto era perjudicial para los lobos enfrentaban.

Cruzó el bosque, siguiendo a su olfato y oído, corriendo con cuidado para no lastimar más a la chica. Intentó localizar los sonidos y olores, deteniéndose en algunas ocasiones perder la orientación. Pasados unos minutos logró llegar. Era incapaz de tener la noción del tiempo, pero observando a los dos licántropos que continuaban lastimándose con rendidas heridas abiertas que sobresalían de su pelaje, indicaba que llevaban un lapso largo en la misma condición. Ambos lucían agotados y eso solo significaba que no se detendrían a uno de los dos terminara muerto.

Erza mantuvo su forma lobuna, esperando por nuevas indicaciones por parte del líder, y fue Gray quien ayudo a Lucy a mantenerse de pie.

La rubia observó la pelea con horror. La última vez que lo vio luchar de esa manera fue aterradora, principalmente porque sabía lo mucho que lo hería. Podía percibir su dolor, y solo quería estrecharlo en sus brazos y darle el consuelo que necesitaba.

Recordó la conversación con Juvia: el linaje puro y su comportamiento, la manera de perder el control, lo que sus ojos veían debía ser lo que realmente sucedía. Su lobo estaba sufriendo. Y tenía que salvarlo.

— Todos cambien de forma. — La orden de Richard fue definitiva y los lobos obedecieron de inmediato —. En cuanto Terry la perciba — señaló a Lucy —, vendrá por ella. Intentaba acercarse, y si por algún motivo no consigue recuperar el control… Ya saben qué hacer.

Eso último no sonaba bien para nadie. No obstante, si Terry no conseguía volver en sí, el único que plan que tenían era terminar con él. Se convertiría en una amenaza para las manadas y eso estaba fuera de cuestión.

— Tranquila, Candy. Todo estará bien. — le susurró Annie. Fue la única que se mantuvo en forma humana.

Justo como Richard advirtió, Terry lanzó lejos a Neal y se detuvo unos segundos para olisquear el aire. Su animal interno, el único que dominaba en ese momento, la sentía cerca a los sentidos palparon al reconocer el dulce aroma que emanaba su pareja, y también algo más.

Neal notó la vulnerabilidad del momento y decidió atacar a su oponente por la espalda. Una decisión de la cual no previo las consecuencias. Richard cambio de forma y se lo llegara en forma correcta.

Ningún padre debería permitir que sus hijos tomaran un mal camino y era su responsabilidad castigarlo por lo que había hecho.

Nadie notó lo que sucedió. Los lobos se mantuvieron alerta en todo momento de cada movimiento de la poderosa e incontrolable bestia que se acercaba sigilosamente a la humana, Este era el momento de la verdad.

El corazón de Candy palpitaba con fuerza. La herida de la pierna le quemaba, pero más le dolía ver que él no parecía reconocerla. Estaba tan perdido y no sabía cómo recuperarlo

Dentro de la cabeza de Terry todo era un caos. El animal dentro de él gritaba por tomar a la humana y saciar lo que el vínculo le exigía. Pero la parte racional se negaba. Ella luna, frágil, tan asustada, tan preciosa frente a sus ojos y era incapaz de hacerle daño. Sus dos partes estaban en una lucha que lo volvían loco. Estaba a punto de rendirse, y fue cuando percibió una esencia diferente proviniendo de ella.

Movió sus patas delanteras y comenzó a caminar hacia la humana que mantenía otra existencia en su vientre. Y esa vida tenía su olor. ¿Cómo podía olvidar a la persona que le causaba felicidad? Incluso la felicidad que no se merecía. Aquella hermosa criatura humana que le había robado el corazón. Aquella mujer a la que amaba.

Oh, él realmente la amaba. La amaba tanto.

En cada paso cambiaba de nuevo de forma. Volviendo con sus recuerdos, volviendo a su vida. Poco a poco regreso a su forma humana, hasta quedar de pie frente a su pareja. tan hermosa.

Le tomó el rostro con ambas manos, como si fuera imposible creer que la tuviera en frente. Las lágrimas de la rubia mojaban sus pulgares. Candy realmente estaba allí, y no solo se dejo caer de rodillas y le rodeó la cintura con los brazos, enterrando el rostro en su vientre.

Se le humedecieron los ojos y su cuerpo tembló. Podía sentirlo ahí dentro. Podía escuchar los latidos de su pequeñito corazón.

— Esta aquí. Puedo sentirlo. — una lágrima se derramó por su mejilla y le acarició el vientre —. Esta aquí.

Candy no podía contener su llanto. Era un momento íntimo e importante para los dos. Ni siquiera notó el momento en el que los lobos los dejaron solos.

— Si, nuestro bebe está aquí.

Él sonrió.

— Nuestro bebe. — repitió sus palabras sin poder creerlo.

Una parte de Candy y él. Incluso ya podía imaginarlo, podía imaginarse toda una vida junto a ella. Sentía que el pecho le iba a explotar de la felicidad. Era la mejor noticia que ha tenido jamás, y eso también le aterraba.

¿Y si los lastimaba? ¿A Candy y a su hijo?

No podría vivir sin ellos. Eran una parte vital de su vida, la pieza completa de su corazón. ¿Qué sucedería si perdía el control de nuevo?

La esperanza se perdía cada vez más.

Candy vio la duda y temor en sus ojos y se colocó de rodillas, ignorando el dolor de su pierna y el cansancio que la persuadía. Él la necesitaba cerca, necesitaba sentirla, que nada sea mentira. Así que lo abrazo, como ansió hacerlo durante todo el tiempo que estuvieron separados.

— Lo siento, Candy — fue lo último que escucho de él. El llanto quebrado de su voz.

Fue imposible responderle cuando su cuerpo no lo hacía. Su mente se nubló, su vista se volvió en un color negro, y se dejó arrastrar por la oscuridad en los brazos de su amado

Continuará

Gracias por leer, comentar y seguir esta historia tan emotiva y ardiente, deseando sea de su agrado

Continuamos con más Historias de Terry y Candy

Un Abrazo a la Distancia

Maggie Grand.