Senki Symphogear no me pertenece, es de sus respectivos autores.
Fue rápido, sencillo y sin dolor cuando su mirada se topó con la suya. Era un odio que irradiaba de su pequeño cuerpo. Verlo no solo le generaba nauseas, si no que tenía la necesitada asesina de agarrarlo del cuello y romperlo en miles de pedazos.
A su joven edad, Tsukuyomi Shirabe no había experimentado propiamente el desagrado o el odio hacia una persona, pero ese día, exactamente días después de su primer encuentro, supo lo que es no poder ver si quiera a esa persona a los ojos sin querer aventarlo por la ventana. Esa ira, aquella frustración eran innatas de una persona celosa y, a decir verdad, algo posesiva.
- Shirabe –musito el joven escudero que estaba al lado de la princesa- quita esa cara, parece que lo quieres encerrar en la estufa.
- No es tan alejado de la realidad… -contesto de regreso la aludida que no hacía más que fruncir el ceño.
Si, ese día en particular, cuando los pájaros cantaron en su ventana y pensó que sería un magnifico día, descubrió que en la cocina se encontraba el panero que se había acercado de forma inapropiada a su querida María.
- María-oneechan, ¿aun recuerdas como amasar? –pregunto de forma inocente un joven de caballera castaña.
- Por favor Serena, yo fui quien te enseño a hacerlo –con una sonrisa genuina, la dragona comenzó a amasar la masa que llevaba tiempo esperando en la mesa.
Para la pelirrosa, tener a su pequeño amigo era un deleite, después de Shirabe él era su segunda persona favorita.
Había una razón específica para que ese joven estuviera ahí; enseñarle a la princesa a cocinar. Tras unas platicas con otras reinas, la monarca Chris Yukine decisión de forma unánime que la princesa del reino debía aprender el sagrado arte de la cocina casera para enamorar al príncipe Kazanari y ante tal proyecto, María propuso a Serena que no solo era un buen panadero, no claro que no, también poseía habilidades culinarias tan grandes como las de un cocinero profesional.
- Princesa, ¿quiere intentarlo usted? –lanzo su pasiva pregunta el joven castaño que se veía más que inocente- esta masa es muy blanda, le prometo que es excelente para principiantes.
La aludida soltó un tenue gruñido. No le agrada, ni él ni la absurda situación en la que se veía implicada. Entendía que en algún momento de su vida debía aprender a cocinar, a decir verdad, era algo que quería hacer desde hace bastante tiempo. ¿pero tener que aprenderlo del? Era simplemente inaceptable y pretendía negarse a hacerlo de no ser porque la reina se lo exigió: donde manda reina, no gobierna princesa.
- Lo hare –rezongo la pelinegra y sin ms se acercó a la mesa donde la esperaba su masa- empecemos…
Serena sonrió, sentía empatía por la joven así que comenzó a explicarle lo básico para que pudiera amasar como una experta en poco tiempo.
- ¿Tú no tienes nada que hacer ahora? –pregunto la pelirrosa al notar como el escudero se arrinconaba en la cocina- es raro verte tan quieto.
- El príncipe cancelo la práctica de hoy dess- dijo al encogerse de los hombros- no sé qué pasara, el nunca cancelaria una práctica así porque sí.
- Sus razones tendrá, aunque dudo que sea por algo bueno –la dama de compañía frunció el ceño y suspiro- en fin, ya que estarás todo el día sin hacer nada, ¿quieres ayudarnos?
- ¿E-eh? ¿yo? –titubeo como hace años que no le pasaba- e-eh bueno, es que pues…
Se miraba dudoso y nervioso, y había una razón. Es que a él no le gustaba mucho la idea de acercarse a un horno que a su parecer escupía fuego y podía quemarlo velozmente.
- Entiendo, entiendo –María asintió, de alguna manera entendía con solo ver esa mirada de asustado del rubio- ¿te parece si solamente pasas los ingredientes que necesitemos? Serás un ayudante de cocina muy útil.
- María-san… -el asintió suavemente y miro a su princesa en búsqueda de que ella también le sonriera amistosa; pero solo se topó con la estresada cara de Shirabe- "Supongo que lo hará después dess" –soltó una muy diminuta risita y miro a la mujer de rosados cabellos- está bien dess, seré tu lindo ayudante el día de hoy.
- Esa es la actitud –ella asintió y rio un poco cuando noto como la princesa estaba en apuros.
Podía ayudarla a superar sus dificultades, aunque el hecho de verla tan empecinada en la masa que ella sola volvió pegajosa la hacía negar sus instintos de ayudarla y solo dejarla para que resolviera ella sola sus conflictos.
Para Shirabe se había vuelto un reto personal superar la adversidad de la asquerosa masa que rebosaba en sus dedos. No se dejaría ganar por un niñito cara de ángel que usurparía a su querida María cuando menos se diera cuenta. Por su parte, Serena veía a la princesa y le parecía adorable pero más interesante le parecía las miradas vagas que le enviaba el escudero a la pelinegra; sí, definitivamente el sentía algo por ella y eso le emocionaba tanto que torpemente sonreía al imaginarse el sin fin de aventuras que vivirían esos dos como una feliz pareja.
Mientras tanto en un bar del pueblo.
- Me pregunto cuanto tardara en regresar –el príncipe soltó un suspiro pesado y admiro el vaso de agua que lo había estado acompañando desde que empezó la mañana.
- Adivina quién soy –musito una voz contra su oído cuando unas manos cubrieron sus ojos- una pista: soy la persona más encantadora de la humanidad.
El joven de ojos índigo suspiro resignado a sabiendas de quien era al jueguito infantil.
- Se que eres tú Kanade –al momento de decir aquello, la aludida quito sus manos y se dirigió a tomar asiento enfrente de el- haces ese mismo chiste desde que tengo uso de razón.
- Es porque nunca pasa de moda~ -rio divertida y con cierta sutileza- ¿Qué una ya no puede molestar a su querido mejor amigo?
- No cuando llegas así de inoportuna, Kanade –agrego el joven con el ceño fruncido.
La joven a la cual regañaba solo volvió a reír entretenida. Agito su gran melena anaranjada casi rojiza, pestañeo un poco antes de contestarle al sagaz caballero.
- Tu fuiste el que se fue sin decirme que se iba a casar. ¿Cómo querías que interpretara eso? –alego Kanade frunciendo el ceño- obviamente, como tu mejor amiga es que tengo que buscarte para festejar como se debe tu boda.
- ¿Por eso es que visite? –ante su pregunta, la mujer asintió- Kanade, esa sigue sin ser una razón viable para mandarme un mensaje de carácter. Prácticamente pusiste que mi padre estaba moribundo y que tenía que verte.
- Teóricamente no puse nada relacionado con tu padre, fuiste tu quien lo tomo así –dijo sin darle importancia, básicamente disfrutaba de esa cara ilusa del Kazanari- aunque debes darme crédito por la originalidad de mi asalto, ¿Cómo querías que te contactara? Cerraste todo vínculo cuando viniste acá. Como si no quisieras que nadie fuera de tu padre supiera de tu compromiso con la princesa de aquí.
- Es porque no hay nada que celebrar –argumento con cierto toque de amargura- ninguno de los dos está de acuerdo con este compromiso. Nos hemos llevado bien, pero nada más que una relación parecida a la hermandad se ha dado entre nosotros. Amou Kanade, te pido que regreses a nuestro reino y que dejes las tonterías de una vez.
- Que serio te pones cuando hablar así –soltó Amou y negó rápidamente con la cabeza- sé que esto no es por gusto, se perfectamente que después de la muerte de tu antigua prometida no has querido saber nada de las mujeres. Aunque, ¿Qué tiene de malo volver a querer?
- No es un asunto de querer o no… -suspiro casi parecía un gruñido- simplemente yo ya tuve a mi alma gemela, no pienso que deba estar con alguien más.
- Tsubasa… -Kanade tomo la mano de su amigo, sabía que necesitaba aun tiempo para hablar plenamente de su ex pareja- sé que estas cosas son difíciles, no puedo imaginar el dolor que estas pasando ahora ¿pero no puedes darte la oportunidad de ser feliz?
- La felicidad es subjetiva –le dio una sonrisa decaída- por favor, Kanade, no quiero hablar del pasado justo ahora. Pensar en todo aquello, hace que me sienta peor.
La joven Amou soltó un suspiro al comprender que de nuevo tendría que callar para retomar el tema dentro de mucho tiempo. Sabia a ciencia cierta que dan doloroso había sido la partida de esa mujer para Tsubasa que guardo luto por más de un año y se encerró en la torre más alta del castillo para que nadie más tuviera que soportar verlo con ese dolor palpable hasta en su más chico poro.
- Solo porque estoy de buenas, te daré esta –agrego y continúo hablando- al menos ten la decencia de decirme como es tu prometida.
- Me encanta como te digo que dejes las cosas como están y me preguntas así de casual las cosas –el suspiro resignado. Al menos no tocarían uno de sus temas delicado- es una jovencita… como de así de estatura –elevo su mano unos centímetros por encima de su hombro- maso menos así; cabello azabache; ojos rosados, parecen dos lindos cuarzos –soltó una risita cuando recordó lo misteriosa y a su vez cálida que puede ser Shirabe- me recuerda a mi cuando tenía maso menos su edad.
- ¿Así que es antipática como un gusano de tierra? –agrego voraz Kanade y Tsubasa resoplo en respuesta- sabes que lo eres, no niegues la cruz de tu parroquia.
- No la negaría si alguien fuera, aunque sea graciosa –mascullo mientras negaba con la cabeza- ¿quieres que te siga platicando o seguirás diciendo sandeces?
- Prefiero la primera opción, por favor~
- Lo peor es que no me niego a hacerte caso –con un suspiro, el continuo- es una princesa bastante callada, aunque en ratos habla mucho conmigo y con Akatsuki.
- ¿El escudero? –ante su pregunta, el asintió- o sea, lo trajiste a él, pero yo tuve que buscarte por cielo más y tierra –frunció el ceño en un puchero que proclama que le iba a reclamar hasta lo que no.
- No puedo Salir de casa sin él, es esencial –contesto, por primera vez, divertido por los gestos de su acompañante- en fin… ¿Qué más? Tiene una dama de compañía, siempre esta con ella o en la mayoría del tiempo –al momento de decir eso, el peliazul formo una sonrisa agradable en su boca- es de caballera rosada larga y ondulada; solo un poco más baja que yo; ojos verdes cian que son la mezcla perfecta con esa piel blanquecina.
- Pareces idiota –agrego la Amou al ver la cara de baboso de su mejor amigo- debe ser muy amigable contigo para que te muestres tan… raro al hablar de ella.
- En realidad es todo lo contrario- aclaro el- es muy soberbia e incluso podría jurar que me quiere muerto cada vez que me acerco a la princesa Shirabe. Es bastante obvio que no me quiere cerca de ella e incluso casi puedo jurar que la escuche murmurando dicho acontecimiento.
La mujer pestañeo un par de veces, sin dar crédito a lo que escuchaba y más que nada, a la cara de idiota que el peliazul estaba poniendo. Era como si le gustara que lo tratasen mal.
- Así que eres un poco masoquista… -Kanade soltó sus palabras y Tsubasa se alteró enseguida- siempre pensé que era del tipo de hombre bando con las mujeres, mas nunca pensé que serias del tipo que le gusta que lo pisoteen y así.
- No, no, estas en un completo error –negó velozmente con la cabeza- es solo que me parece divertido el cómo intenta mantener la distancia conmigo. Es casi como si me tuviera un rencor mas allá que el de "quitarle" a su princesa.
- Ah…Ya veo.
Kanade se le quedo video por un rato más. Ese peculiar destello en sus ojos; el cómo hablaba con entusiasmo y su manera de inclinarse hacia el frente cuando hablaba de esa dama de compañía solo delataba el interés nato.
Si bien, podía comenzar a preguntarle sobre la señorita que lo tenía tan engatusad o por qué daba excusas tan estúpidas sobre no relacionarse amorosamente con la princesa con la que tenía un compromiso, pero parecer enamorado de la famosa pelirosa era mejor para él; opto mejor por la opción que le daría cierto gusto culposo.
- Vamos –con sus secas palabras, Kanade se levantó de la silla y camino directamente a la puerta.
- ¿Eh? –durativo, Tsubasa dejo dinero en la mesa por el vaso de agua y camino detrás de la pelirroja- Kanade, espera, ¿de qué demonios estás hablando? –por fortuna logro tomarla del brazo para detenerla- no puedes irte, así como si nada.
- Si es en nombre de la justicia del chisme, entonces puedo hace lo que me venga en gana –afirmo decidida y con un movimiento sutil alejo la mano del caballero que la retenía.
- ¿Qué es lo que…?
- Solo quiero conocerla –le dio un guiño travieso con el ojo derecho y se encamino sin más al castillo.
- Kanade, ¡espera! –no tuvo de otra más que seguirla. Ni siquiera le había preguntado su opinión- ¡la reina te tiene que invitar, si no, no puedes pasar!
La aludida únicamente soltó una fuerte risa. Le parecía divertidas las excusas que decía el peliazul. Era buena hablando, sabía que se ganaría a la reina para que la dejara entrar sin problemas. ¿Qué tiene de malo querer conocer a las "amigas" de un ser preciado? Era todo con fines de investigación buena y científica, claro que no tenía nada que ver con el hecho de encontrar algo para burlarse de él… Claro que no.
-Cocina del castillo-
- Shirabe, sé que eres algo distraída –comenzó a hablar la dragona sin darle crédito a lo que sus ojos veían- también res una chica lista y todo, pero. ¿Cómo es que le hiciste para hacer eso?
El impacto y, a decir verdad, el susto no era para menos; la princesa de aquel lejano reino tenía la misión de amasar y formar pequeñas bolas para meterlos al horno, era simple e incluso un niño pequeño lo haría… Lamentablemente, lo que hizo la pelinegra fue más que nada un tipo de monstruo con unas migas de cara e incluso tenia burbujas que lo hacían ver aún más terrorífico.
- María- oneechan, no sé qué paso, solo la deje por un segundo mientras iba por mas harina y termino así –agrego el joven castaño que sí que estaba asustado de aquella terrible creación.
- Nadie de atribuye la culpa, Serena –la mujer asintió pasiva y miro a su protegida- debemos arreglarlo de alguna manera, eso no puede quedar tan…
- Raro, lo se… -suspiro desganada la pelinegra- ni yo me comería esto –pellizco la masa y bufo- es terrible.
- Si Shirabe no se lo va a comer, entonces yo lo hare dess –agrego el escudero rubio con orgullo.
- Kiri-chan…
- No tienes de que preocuparte –dijo Kirika cuando tomo las manos de su princesa- es pegajoso –rio de forma inocente cuando noto que sus manos estaban igual de chiclosas que las de ella- volviendo al tema dess. Si las manos de Shirabe son las que hacen la comida, entonces la comeré. No tienes de que preocuparte, estas empezando, es normal cometer errores dess, solo debes aprender de ellos y mejorar –su sonrisa era sincera, de corazón a corazón el no mentiría frente a ella.
- Kiri-chan… -la jovencita tomo esas palabras sorpresivamente amables con un suave sonrojo proveniente de sus blanquecinas mejillas.
El la miro con orgullo y ella con timidez, así se habían vuelto sus miradas después de su convivencia actual. Algo tan naturalmente adorable y puro pasaba desapercibido para los densos que en este caso es María la cual solo veía ahí mismo a dos amigos de la infancia que se quedan mucho; por su parte, Serena veía la realidad de un joven enamorado y una jovencita que no sabía expresar puramente sus sentimientos. Y si, esas interacciones le encantaban.
- Veo que Shirabe onee-chan es bastante tierna –agrego el panadero con una sonrisa inocente, aunque por dentro tenía un macabro plan.
- ¿Onee-chan? –preguntaron los dos jóvenes al mismo tiempo.
- Serena, ¿Qué planeas? –ante la pregunta de María, Serena rio suavemente.
- Da la impresión de ser una chica fría y sin sentimientos, pero en el fondo tiene un corazón de oro~ -soltó el castaño en una melosa tonada- ahora entiendo porque tienes embobado al joven escudero –al mencionar su título, el aludido dio un pequeño salto- incluso a mí me tiene contra las cuerdas, princesa.
- No creo entender… -por fortuna, la Tsukuyomi se mantuvo cuerda y solamente miro al rubio en busca de que le explicara que estaba pasando- ¿Qué intenta decir, Kiri-chan?
- ¿Y-y yo como voy a saberlo? –el pobre Akatsuki apenas si pudo contestar de la pena que sentía.
No entendía bien lo que estaba pasando, el sabia a ciencia cierta que quería estar con Shirabe porque la quería mucho pero que le estuvieran cuestionando y afirmando su situación era algo que no se esperaba y lo ponía nervioso.
- Pero… -de pronto, ese todo amigable desapareció para darle paso a uno frio y calculador- ¿Qué tal si alguien se lleva lejos a la princesa? Se que se casara con Kazanari-san lo cual conllevaría a que el escudero estuviera con ella, pero… ¿y si no? ¿Qué pasaría si alguien entra por la ventana y se la lleva?
- ¿¡Dess!? –eso sí que puso alerta a Kirika que incluso se puso enfrente de la princesa- entonces deberá pagarlo con su vida. Nadie puede llevarse a Shirabe de mi lado.
- ¿A no? –ágil cual gato, Serena esquivo al furioso perro guardián para quedarse atrás de la pequeña dama- ¿y si soy yo el que se la quiere robar? –aquel comentario, dejo en shock a los jóvenes mientras que María, sabiendo como era Serena se limitó a desviar los ojos y aguantarse las ganas de reír- solo piénselo princesa, estaría con todo el pan del mundo e incluso podía hacerse de cualquier platillo que deseara.
- Pan recién hecho… -por unos segundos, a Shirabe se le hizo agua la boca de imaginar todos los sabores que probaría. Entonces sacudió la cabeza para quitar esas ideas- no, no podría dejar a Kiri-chan –apenas si su voz sonaba creíble.
- ¡Lo estás pensando! –dijo en un alzado tono de voz el castaño- sabía que tendría un atractivo sin igual cuando estuviera a cargo del negocio familiar –con una risita soberbia, tomo la mano de la princesa y beso su dorso- será un placer tenerla a mi lado, bella flor del desierto.
Shirabe no sabía cómo actuar, era incomodo que la persona que deseabas matar hace unas horas se estuviera declarando, aunque, ¿eso contaba como una declaración? Se sintió más bien como si la quisiera tener de objeto para presumir.
- Te pasaste de la raya, enano –con un grujir de sus nudillos Serena vio al rubio y se dispuso a correr, no sin antes tomar con fuerza la mano de la princesa y correr con ella- ¡hey!
- ¡Kiri-chan! –la pelinegra intento objetar de que el castaño estuviera tirando de ella; pero su pequeña complexión le impedía poner resistencia.
- ¡Yo te salvare, Shirabe! –mascullo el rubio en su persecución.
Por su parte, Serena solio rio y corrió porque sabía que, si el escudero lo encontraba, definitivamente lo haría papilla; aunque valía la pena porque sí que se divertía al ver esos infantiles celos.
- Estos chicos –María suspiro y negó con la cabeza con cierta diversión- ¿ahora que hare yo con esto?
Admiro con desgane toda esa comida pendiente que no se cocinaría sola: desde la masa monstruosa de Shirabe, pollo que aún faltaba de preparar, bebidas que aún no estaban listas. Para su fortuna, la reina ya había comido y no era imperativo terminar de ocupar la cocina.
- Supongo que tendré que avanzarle en lo que ellos vuelven –se encogió de los hombros ya resignada.
- Si me permite, quiero ayudarle.
María tuvo un escalofrío cuando escucho aquella grave y dominante voz. Sabía bien que era y tuvo que fingir cordialidad al mirar al príncipe que llego a la cocina.
- Temo que no puedo permitir que alguien de la realeza lastime sus manos en la cocina –le contesto con una fingida sonrisa amable.
- Usted ha perdido la habilidad de fingir que no le agrada mi presencia –más que sentirse ofendido se mostraba tranquilo, casi como si no le diera importancia.
- ¿Disculpe?
- No es nada, es tema de otra ocasión –se mantuvo apacible y pico curioso la masa que Shirabe había dado forma- no sé porque pienso que este lo hizo la princesa, ¿verdad?
- Me sorprende que sepa quien lo hizo –contesto alzando la ceja- ¿es obvio?
- La princesa una vez me dijo que era mala con las manualidades y que también no sabía cocinar del todo bien –añadió con una suave sonrisa- esa pequeña masa tiene su insignia en todas partes.
Con cierta gracia se acercó al horno de leña sintió el calor que emanaba por medio de su mano al ponerla a unos centímetros de la entrada y al asentir se dirigió hacia la mesa donde tomo el monstruo-masa y lo metió dentro del horno gracias a una espátula grande de madera.
- Por el tamaño debería estar en una hora o tal vez un poco más. Por el calor que emana el horno, sé que estará bien, aunque habría que vigilarlo por si las moscas –decreto el peliazul y se acercó a la masa de gyoza.
- Temo que no me escucho cuando le dije que alguien de la realeza no debe de estar en la cocina –María intento detenerlo, pero el ojiazul ya se había posicionado y tomado entre sus manos la masa de gyoza.
- Ya le he dicho que lo que menos me importan son esas banalidades de la realeza –dijo con simpleza- ¿Qué tal si me permite ayudarla? Aunque no lo parezca, soy bueno en la cocina –con sus palabras dichas tomo un poco de la masa para comenzar a hacer las gyozas.
- "Tiene suerte de tener su puesto, si no lo hubiera corrido a patadas de aquí" –con un suspiro miro al joven darle forma a las gyozas cuando coloco el relleno- ¿se supone que sabe cocinar? Le está dando una forma diferente.
Si bien, para hacer gyozas el repulgue viene siendo vertical, el monarca lo estaba haciendo transversal con pequeñas curvas.
- Es porque no voy a hacer una gyoza propiamente –soltó una sutil risita de la gracia que le causaba el cómo se quería ver amenazante la dama de compañía- voy a hacer Yaki gyoza.
- ¿Yaki gyoza? Nunca había oído de eso.
- Supongo que no es muy popular por aquí –comento al darle una mirada a la mujer y volver a su labor de cocinero- estas se fríen un poco diferente y por más tiempo que las normales para dejarlas crujientes.
- Ah…
- ¿Ves? Quedan muy bien y se ven bonitas –añadió sonriendo confiado- ahora es cuestión de hacer un pequeño truco –después de haber colocado el chorrito de aceite al sartén y de que este se calentara, coloco las gyozas en el- con cuidado hay que poner el agua con el almidón y taparlo. Cuando el agua se evapore es cuando estarán listos.
- Es… Sorprendente –se quedó asombrada de las habilidades del Kazanari- no sabía nada de eso… debo admitir que no esperaba que supiera sobre como cocinar.
- Son secretos que van de generación en generación –asintió contento de haberle causado otra emoción a la pelirrosa que no fuera negativa- veamos –con cuidado retiro la tapa y coloco un plato para proceder a darle vuelta a las gyozas adentro.
Cuando vieron el resultado, el Kazanari se mostró orgulloso y María parecía más que nada en shock de lo bien que se veía y olía.
- ¿Qué es eso? –señalo la costra de la gyoza.
- Se le conoce como "ala de gyoza" –dijo el que tomo unos palillos que descansaban en un contenedor- mi madre decía que para esto el secreto para el "ala de gyoza" es 1 gramo de almidón por 10 militros de agua.
- ¿Su madre? –pregunto confundida y más aún cuando el peliazul le ofreció los palillos- ¿unos hashi*?
- Supongo que aún hay personas que los conoce con ese nombre –añadió con cierto carisma- necesito que lo pruebe, su opinión será fundamental.
- ¿E-Eh…? Bueno –dudativa tomo una gyoza entre los palillos y lo llevo a su boca- wow… -de verdad no se esperaba ese sabor tan delicioso, incluso por unos segundos había olvidado que el príncipe que tanto detestaba fue el cocinero de aquel platillo- ¿Cómo es que…?
Por primera vez desde que el Kazanari recuerda, la hizo sonreír y no con sarcasmo o con odio como normalmente se mostraba; si no que se veía asombrada como una niña que recién descubría el mundo.
- ¿Le gusto? –la mujer asintió y él se mostró gustoso- para añadirle sabor a su sorpresa, también puedo hacer un sake de flor de cerezo.
Tras darle otro bocado a su gyoza, María alzo la ceja, curiosa y de alguna manera emocionada- ¿Así?
- Solo hay que recolectar las flores de cerezo a finales de abril –con cada palaba suya, la pelirrosa se inclinaba y mostraba un lado infantil encantador. Eso solo lo alentó a hablar más- Es cuestión de limpiar, dejar secar al sol y curar con mucha sal. Después remojar y hervir el arroz aglutinado; mezclar con levadura de destilador después de enfriar; lo dejas reposar por unos días para fermentar en vino de arroz; agregas las flores de cerezo saladas y lavadas a la jarra; filtras el arroz durante otros dos meses y está listo para la temporada de flores de cerezo.
- ¿No se marchitan las flores de cerezo en todo ese tiempo?
- Para eso las encurtimos en sal –sí que se divertía al verla así. Eran genuinas esas sonrisas que le brindaba- incluso cuando las pones en el té estas flores al rehidratarse. Siempre que quieras, puedes ver florecer los cerezos.
- Aunque suene poético, debe ser triste vivir solo por poco tiempo… Así de efímera es su vida.
Al mirarla con un dejo de tristeza, el joven Tsubasa coloco su mano sobre el hombro de la dama en un intento de reconfortarla.
- Así como la vida del samurái es representada por una flor de cerezo, estas viven al igual que los poemas que dejaron atrás aquellos guerreros –dijo calmado- las flores pueden vivir otro poco más, viven como un alimento que nutrirá nuestros cuerpos. Todo se quedará en un ciclo de vida donde nosotros también nos iremos dejando un legado en este mundo.
Sus pacificas e inspiradoras fueron sorpresivas para la pelirrosa. Ella lo miraba con un brillo particular en sus ojos, admirada por las palabras y de alguna manera encantada con la forma tan clara de hablar.
Al observarlo, no le parecía una mala persona. Solo por ese momento, aunque fuera corto le parecía agradable tenerlo al lado suyo e incluso la hacía sentirse inexplicablemente tranquila. Viéndolo bien, incluso también llego a pensar que no estaba de mal ver; era solo un poco más alto que ella, su cabellera azul siempre ordenada con una pizca de rebelde al compás de esos ojos rasgados que le daban un aura misteriosa y atractiva.
Solo fue cuando su corazón dio un brinco anormal que despertó de su ensoñación. Se dio cuenta que había visto estúpidamente al príncipe y este no parecía percatarse pues solo mantuvo su mano en el hombro de la mujer para brindarle apoyo y al pensar que ella aún estaba afligida decidió dejar su mano ahí.
Así que, en búsqueda de eludir aquel extraño sentimiento, alejo la mano que reposaba en su hombro y se fue directo al horno a revisar el pan.
- Yo… Debo volver a trabajar, lo lamento –tomo la pala de madera y se propuso a ver el estado del pan.
- ¿Segura que esta bien? –pregunto confundido el monarca- señorita, si necesita algo, yo…
- ¡Estoy bien! –soltó en un gritillo- estoy bien… Si gusta puede retirarse o seguir con las gyozas, no lo detendré de alguna manera u otra.
El Kazanari la miro sin entender que había pasado o que había hecho el para causarle tal desagrado. Hace unos instantes se estaba comportando amigable y le gustaba esa esencia más que la fastidiada que siempre le mostraba.
- "Supongo que lo bueno no dura para siempre…" –el príncipe soltó un suspiro y continuo con su labor de hacer las gyozas.
Ella no debía de olvidar por qué lo detestaba. Todo ese dolor por el que la hizo pasar era la genuina verdad. No, ella debía de tener cuidado con un hombre que la hizo sufrir.
Aunque, solo por una vez, volvió a sentir esa emoción que hace años no tenia.
Contestando review:
Uzuki: Veamos… Es algo que no esperaban, ¿verdad? xD, poner a Serena chico es… Divertido la verdad, porque lo imagino algo afeminado por no decir que sería muy afeminado, pero de una manera linda. Lo de Tsubasa… De que esta muerta su ex pareja, si lo está, de eso si te lo puedo garantizar, algo pasa ahí, pero no te diré que es ewe. ¡Muchas gracias por leer y dejar un review!
Mas vale tarde que nunca ¿no? La verdad entre en un super bloqueo jaja no sabia que hacer con mi vida en este mes que "descanse". Pero ahora volví y recargada, tal vez mañana actualicé otra cosa, no lo sé. Aun debo trabajar en los capítulos de The Nanny…
Sera que… ¿Se viene el pasado de María?
Lo irónico de este capítulo es que Shirabe no sabe cocinar cuando originalmente ella es la que cocina y no se porque dudo que Tsubasa lo haga, pero pues aquí es un chef experto. Quería dar un pequeño guiño a lo que podría sentir María por Tsubasa, pero pues no sabia como hacerlo en forma y ¡pum! Se me ocurrió esto jaja.
Se que estoy metiendo mucho Tsubasa x María, pero de cierta manera es necesario para algo que tengo planeado con Kirika y Shirabe. Valdrá la pena… Creo xD
Por ahora es todo, ¡Nos leemos después!
