V I I

—CORRE, SAKURA... Corre, Sakura... No mires atrás...

El recuerdo de las voces de su madre y de su padre se entremezclaba con el viento y con los pasos de esos hombres que la perseguían.

Respiraba agitadamente, temerosa de mirar hacia atrás. Una mano la agarró del cuello, la tiró al suelo y le dio un batazo en la cabeza. Se quedó con los ojos medio abiertos, pero no estaba del todo consciente. Lo único que vio fue un rostro de barba blanca y mirada aguileña que se inclinó sobre ella. Orochimaru, algo más joven. Además, tenía el muslo desgarrado por tres arañazos.

—La podrías haber matado, estúpido... —reprendió Orochimaru al que llevaba el bate.

—Creo que está en estado de shock.

—Lo que está es inconsciente. Cógela, nos la llevaremos. Veremos cómo sacarle provecho.

—¿Y los padres?

—Los dejaremos en el centro de investigación. Pero antes... déjame a la madre un ratito, se arrepentirá de haberme desgarrado el cuádriceps. Mierda, puede que me quede cojo —susurró con vehemencia.

Había amanecido. O a lo mejor era que estaba muerta.

No lo sabía.

Había soñado con lo que sucedió el día en que perdió a sus padres, porque ahora estaba convencida de que se trataba de sus verdaderos padres. Había recordado el día en que quedó inconsciente tendida en la hierba y Orochimaru se la llevó con él.

Orochimaru era cojo por culpa de Jade Mebuki, pues ella le había herido de gravedad intentando defenderla.

Debería estar impresionada por la revelación de que él no fuera su padre.

Pero no lo estaba. Al contrario, se sentía calmada y en paz por primera vez desde hacía... en fin, nunca se había sentido así.

Sí, ella era Sakura. Hija de Kizashi y de Jade Mebuki. No sabía a ciencia cierta lo que le había sucedido esa trágica noche. Los habían perseguido seguro, pero no podía aclarar nada más. Sin embargo, podía recordarlos. Podía recordar cuánto adoraba y admiraba a su madre Jade o cuánto amaba a su padre Kizashi. Sentía el amor que le procesaban, un amor grabado ahora en su sangre y en su corazón.

La alegría de haberse sabido una hija realmente querida y protegida le llenó el alma magullada. Se tapó la cara con las manos y se echó a llorar.

Necesitaba desahogarse. Demasiadas emociones en un corto intervalo de tiempo. Cuando se calmó, no sabía lo que sería de ella a partir de ese momento, pero sabía que, puesto que nada iba a ser igual que antes, ella debía amoldarse y tenía la seguridad de que iba a hacerlo. Siempre había sido así de práctica.

Debía hacerlo, debía encontrar el sentido a todo lo que le había pasado, el control de su vida, fuese la que fuese.

Se frotó los ojos con la mano vendada y se sorprendió al notar que no le dolía. Enfocó los ojos a la muñeca. No parecía ni siquiera hinchada y se la habían roto la noche anterior. Con curiosidad empezó a deshacer el vendaje, poco a poco, hasta sacárselo por completo.

Parecía imposible. La muñeca había sanado por completo, como si nunca se la hubieran roto.

Se incorporó. Estaba en una habitación hecha toda de madera. Por la ventana se colaba la luz de la mañana y aparecían unas vistas bien bonitas de árboles y montañas. Sin embargo, no hacía sol, pero por primera vez le gustó ese amanecer nublado.

Se sentía como nueva. Tenía un hambre de mil demonios y necesitaba ducharse. Palpó a su lado. ¿Y el libro? ¿Y el puñal?

Se levantó de un brinco y se quedó inmóvil. Miró sus pies, sus piernas...

Vaya, por Dios, habían vuelto a quitarle los pantalones. Qué manía tenían todos con desnudarla...

Echó un vistazo a su estómago plano, sus pechos y se tocó la cara. Algo había cambiado. ¿Qué era?

Buscó un espejo en aquella cálida habitación. Y mientras giraba sobre sí misma para localizarlo, abrieron la puerta.

Entraron dos chicos altos y atléticos, con el pelo al estilo militar. Uno de ellos tenía el pelo de color negro, y el otro, plateado. A él lo recordaba ligeramente.

El de pelo plateado tenía un pendiente de madera que le atravesaba la oreja como si fuese una estaca.

El otro lo llevaba en la ceja. Sus ojos eran increíblemente grandes y sus labios gruesos. Ambos muy guapos, por cierto.

Los dos se acercaron a ella y uno se le puso delante y el otro detrás.

—Por Odín... —dijo el pelinegro—. Estás para que te unten con nata, preciosa.

Pakura alzó las cejas y les dio una sonrisa ladeada.

—Y tú seguro que no te comes ni una rosca si crees que puedes ligar así —le contestó—. Devolvedme mis pantalones, ahora mismo —estaba nerviosa, pero no tenía miedo. Se sentía bien. Su cara estaba relajada, pero su tono era duro y exigente. ¿Desde cuándo podía sonar tan fría y altiva?

—Mmm... —el de pelo plateado tomó un mechón rosado de Pakura y lo olió—. ¿Quién ha sido el colmillos que te ha montado, cariño? Lo vamos a matar —rozó su cuello con su nariz.

—¿Colmillos? ¿Cómo sabes que...? —se apartó de él bruscamente. Nada de tocar. Nadie iba a ponerle un dedo encima nunca más.

—Hueles a él —le dijo el pelinegro alzándole la barbilla con la mano—. Te ha marcado.

—No. Lo de la cara no me lo hizo él...

—La cara la tienes estupenda, preciosa. Es tu piel, tu olor. Te ha dejado su esencia —susurró el pelinegro mirándola con asombro a los ojos—. Madre mía, tus ojos son...

Pakura se palpó la mejilla y el labio. No sentía ni dolor ni hinchazón. Intentó apartarse de ellos.

—¿Me sacasteis del parque? ¿Qué me ha pasado? Dejadme un espejo.

—Así que todavía no te has visto... —murmuró divertido el peliplata.

Empezó a ponerse nerviosa.

—Dejad a la muchacha en paz —ordenó una voz desde la puerta.

Un hombre de unos cincuenta años, bastante alto, con larga melena rubia y ojos de color azul claro, se acercó a ella. Vestía téjanos, botas de montaña y una camisa roja y negra a cuadros.

—Sakura —inclinó la cabeza a modo de saludo.

Pakura entrecerró los ojos y miró al nuevo visitante. Era la primera vez que la llamaban así.

—¿Cómo sabes quién soy? —le preguntó sorprendida.

—Toma —le entregó el libro y el puñal—. Todavía no puedo creerme quién eres. Pero es inevitable no darse cuenta de tu parecido con ella.

Cogió los dos objetos con recelo.

—¿A quién me parezco? —preguntó deseando oír la respuesta.

—Eres igual que tu madre. Jade Mebuki.

Pakura tragó saliva. Intentaba asimilarlo con rapidez, pero le costaba.

Podría jurar que lo que sintió entonces fue alegría al oír que se parecía a ella.

—Supongo que no me creerás si te digo que no recuerdo mucho a mi madre para serte sincera. Ni siquiera a mi padre —los dos chicos gruñeron como si fueran perros, pero ella los ignoró—. ¿Quién eres tú? ¿Quiénes sois?

—Callad —les ordenó. El hombre la miró de hito en hito y finalmente sonrió—. Hay mucho de qué hablar, pero antes —la tomó de los hombros, abrió la puerta del baño y la puso enfrente del espejo de cuerpo entero que había al lado de la bañera— mírate.

Por todos los santos del cielo... había cambiado. Su cuerpo era el mismo, pero más terso y suave como advirtió al tocarse el estómago. Su pelo lacio y rosado brillaba de un modo natural, casi de peluquería, pero ella no había estado en una desde hacía varias semanas.

Su cara. Era igual que antes sólo que si antes era bonita ahora... ahora lo era más. No sabía cómo explicarlo pero, a todos los efectos, si antes llamaba la atención, ahora simplemente la llamaría... mucho, muchísimo más.

Entonces advirtió el cambio radical. Sus ojos. Ya no eran verdes grisáceos, sino que habían adquirido el color del océano. Un verde turquesa tan claro que no parecía posible en ojos humanos. Kizashi tenía ese color de ojos cuando lo transformaron. Eso decía el libro.

¿Quién lo transformó? Y ¿por qué? Tenía tantas preguntas sin responder.

Para empezar la primera: ¿Ella seguía siendo humana?

Abrió la boca y enseñó los dientes. Sus dientes eran más blancos de lo normal y, con la lengua, notó unos colmillos más afilados que antes. A simple vista nadie lo notaría, pero si se fijaban bien, las diferencias estaban ahí. No tenía el moratón en la mejilla, había desaparecido. Y su labio ya no estaba partido.

—¿Te reconoces? —preguntó el hombre.

Pakura se echó el pelo para atrás en un gesto coqueto y femenino y se puso de lado para ver su silueta de perfil.

—Soy más... —se aclaró la garganta intentando definir lo que veía en el espejo—. En fin, me encuentro bien.

—Eres preciosa, niña —dijo el hombre mirándola con admiración y dulzura.

—Soy como antes, pero sin la P.

Los tres se miraron confusos y ella tuvo que explicarse.

—Hasta hace unas horas me llamaba Pakura. Era hija de Orochimaru Ernepo, mi madre había muerto al nacer yo, vivía en Barcelona y trabajaba en una empresa que por lo visto daba caza a berserkers, que todavía no sé que son —explicitó—, y a vanirios por igual. Desde ahora, me llamo Sakura, soy hija de Jade Mebuki, una princesa berserker, y de Kizashi, un guerrero vanirio. Y mejor que no ladréis —reprochó con el dedo a los dos jóvenes—. Me he dado cuenta que gruñisteis al mencionar a mi verdadero padre. En fin, me encuentro en Inglaterra, después de que me secuestraran unos vanirios psicópatas y violentos. Fui su rehén unas horas, pero me escapé y luego llegué a Wolverhampton, donde gracias a un sueño que tuve la misma noche que perdí... bueno, eso da igual, descubrí que mis verdaderos padres habían dejado un regalo para mí bajo el puente del West Park. Los regalos eran este diario y el puñal. Leí el diario mientras un dolor me recorría las entrañas y los huesos, y entonces leí que mi madre, se había convertido en mujer berserker a los 22 años. Hoy es mi cumpleaños, 18 de junio, 22 —se cruzó de brazos y endureció la mirada—. ¿Me dice alguien ahora en qué se supone que me he convertido?

El hombre puso sus manos sobre los finos y suaves hombros de Sakura.

—Me llamo Homura. Soy el jefe de esta manada de Inglaterra. Los vanirios nos llaman Madadh-allaidh, lobos salvajes. Nosotros preferimos berserkers. Mi hija era Jade Mebuki. Este era su diario —señaló el libro que Sakura tenía en sus manos—. Y tú eres mi nieta.

Sakura lo miró desde el espejo y se giró bruscamente hacia él.

—¿Qué has dicho?

—Soy tu abuelo. Y créeme cuando te juro que lo que digo es cierto.

—Necesito sentarme —le temblaban las rodillas y estaba convencida de que si no se apoyaba, se caería tarde o temprano.

Homura la ayudó a sentarse de nuevo sobre la cama.

—Quiero mis pantalones —ordenó. No podía hablar sintiéndose casi desnuda.

Homura miró a los dos chicos y les hizo un gesto con la cabeza. El pelinegro abrió un armario empotrado y sacó los pantalones téjanos lavados y planchados. Se los ofreció.

—Te prefiero sin ellos, bonita —soltó el peliplata descarado.

Sakura le arrancó los pantalones de las manos con muy mal humor. Se levantó y se los puso. Luego volvió a sentarse y Homura se sentó con ella.

—¿Dices que soy una mujer lobo...?

—Creo que eres una mezcla de dos razas ancestrales muy poderosas.

—Berserker y vanirio —resumió el peliplata sonriéndole—. Me parece atroz.

Sakura sacudió la cabeza y la apoyó sobre sus manos.

—Entonces es verdad. Me he convertido... Esto no puede estar pasando realmente —susurró.

Homura le colocó una mano en la espalda y la masajeó. Alzó la mirada y con un gesto indicó a los chicos que se fueran de la habitación.

—Dejadnos solos —ordenó.

Los dos chicos se fueron en lo que dura un suspiro.

—Debo de estar volviéndome loca —continuó Sakura.

—Sakura, necesito que me expliques todo lo que te ha pasado. No estás loca. Déjame entender.

—¿Desde cuándo? —preguntó sin levantar la mirada hacia él.

Homura se dio cuenta de que las lágrimas se habían juntado en su barbilla y que goteaban sobre sus rodillas.

—Entiendo que estés asustada, y que...

—No. No entiendes nada... —gritó mirándolo a los ojos—. Yo... yo creo que he enloquecido, que...

—No, Sakura.

—¿Berserker? ¿Vaniria? Yo no creo en estas cosas... esto... me supera.

—Es sólo la primera impresión. Ven aquí.

Sin pedirle permiso, la acercó a su pecho y la abrazó. Apoyó la barbilla sobre su cabeza y le acarició el pelo. Sakura agradeció el contacto y, por primera vez desde que la habían arrancado de su casa, se relajó.

Homura la meció y le empezó a cantar una nana y automáticamente su cuerpo se volvió gelatina.

—Esa nana —susurró Sakura hipando de tanto llorar—. La recuerdo...

—¿La recuerdas? —preguntó él con sorpresa—. Yo se la cantaba a Jade cuando era pequeña.

—Pues la recuerdo. Creo que sí. Los recuerdos me vienen poco a poco, desde... anteayer por la noche.

—Sakura, necesito saber qué es lo que te ha sucedido. ¿Por qué no recordabas a tus padres? Necesito entender por qué tengo una nieta a quien no conozco. Todos estos años creí que a Jade la habían raptado y matado los vanirios. Explícame qué ha pasado... Quiero saberlo todo, desde donde tú recuerdas.

Sakura tomó aire para explicarle todo lo que ella sabía hasta hacía unas horas. Y las últimas revelaciones que había tenido después de que la secuestraran. Cuando acabó de contárselo todo, Homura seguía abrazándola como si fuera lo más preciado de su vida.

—¿Y bien? —ella se apartó del círculo protector de sus brazos y lo miró a la cara—. ¿No dices nada?

Desde que Sakura había empezado su historia, él no perdía el hilo de nada. La joven que cobijaban sus brazos tenía la misma edad que tenía su hija Jade Mebuki cuando se fue. Era igual de hermosa o más. Le recordaba tanto a su hija perdida.

Su voz, ese hoyuelo no muy pronunciado de su barbilla.

Sonrió.

Era un rasgo de su familia, él también lo tenía.

Excepto el color de pelo rosa.

Lo que le habían hecho no estaba bien. Era injusto que su recién aparecida nieta sufriera de ese modo, pero, gracias a eso, ahora él la conocía. Tenía la fortaleza y el carácter de Jade.

Homura inhaló profundamente, se levantó y le ofreció la mano para que la acompañara.

—Salgamos a dar una vuelta. Quiero que te dé el aire, Sakura.

Sakura no supo muy bien cómo lo hizo, pero adivinó lo que Homura realmente estaba pensando.

—No, no quieres que me dé el aire. Quieres ver cómo responde mi cuerpo a la luz del día. Si mi padre era un vanirio, entonces yo...

Homura echó los hombros para atrás y la miró con orgullo. Su nieta no era tonta.

—¿Te molesta que quiera saberlo?

—No, no me molesta. Pero agradecería que fueras sincero conmigo. Ya he soportado demasiadas mentiras, ¿no te parece? —reprochó—. Soy un bicho raro. Es eso, ¿verdad?

—No, Sakura. Tú, más que nadie, eres un fenómeno de la naturaleza. Perdóname —se agachó y le tomó las manos—. No quería herirte. Es simplemente que el tuyo es el primer caso de hibridación. Tu madre era una berserker que se apareó con un vanirio. No creíamos que fuera posible la fecundación entre las dos razas, pero tú estás aquí —le besó la mano con cariño.

—Explícamelo todo. Necesito entender lo que soy —suplicó apretándole las manos.

—Ven conmigo entonces. Daremos una vuelta por el jardín y el resto de la manada te conocerá. Yo te contaré todo lo que sepa.

Sakura se levantó y Homura la siguió.

—¿Eres mi abuelo, entonces? —le preguntó Sakura temblándole la voz—. ¿De verdad?

—Soy tu abuelo, sí —le dijo él apartándole un mechón de pelo de la cara—. Nos acostumbraremos el uno al otro, ya lo verás. Te mudarás aquí a vivir conmigo. No volverás a Barcelona.

Sakura bajó la mirada y asintió nerviosa. Nunca había tenido abuelo.

Alzó los ojos de nuevo y apretó los labios.

—Tengo amigos allí. No quiero dejar de verlos.

—No lo harás. No estarás encarcelada. Podrás viajar siempre que quieras.

—Te advierto que, en realidad, estoy muy asustada aunque no lo parezca, pero no sé por qué tengo esta actitud tan a la defensiva. Yo soy agradable, en realidad.

Homura le tomó la cara con las dos manos y encogió los hombros.

—Los berserkers tenemos esos rasgos. Somos gruñones y precavidos, pero tú eres muy dulce, cariño —dijo él corrigiéndola—. Yo juraría que eres una mezcla perfecta y turbadora de las dos cosas. Una híbrida, Sakura.

Cuando salieron juntos al jardín, los dos chicos los secundaron colocándose detrás de ellos. Homura tenía un brazo pasado por encima de los hombros de ella y la abrazaba dándole calor.

La casa en la que había estado era una mansión hecha toda de madera. Entraba mucha luz por las amplias ventanas que daban a cada una de las habitaciones. Sobre todo en el salón.

Al salir al jardín, la claridad del día le molestó. Pero sus ojos se adaptaron al cabo de unos segundos.

—¿Te encuentras bien? —preguntó Homura preocupado.

—Sí.

—¿No te escuece la piel? ¿No te quema?

Sakura miró sus brazos. Su piel, que era del color del alabastro, no parecía reaccionar a la luz del sol. Se sintió aliviada.

—No siento ninguna molestia.

—Buenas noticias —comentó el abuelo Homura—. Por lo visto no has adoptado ese rasgo tan irritante de los vanirios.

Sakura pensó en Sasuke y en sus amigos. Le alegraba no ser así.

—No quiero ser como ellos —susurró con voz débil.

—Pero tienes cosas de ellos —aseguró Homura—. Es inevitable. Tu... padre... Dejémoslo. Te han cambiado los ojos y también se te han desarrollado los incisivos superiores —señaló su boca—. Eso, al menos, es lo que se ve a simple vista.

—¿Me estás diciendo que a simple vista soy una vampira? No. No quiero serlo...

—Está bien, está bien, tranquila —se detuvieron y la volvió a abrazar sonriendo—. En realidad, Sakura, cualquiera que te vea pensará que eres demasiado bonita para ser real. No sé si tú lo aprecias, pero esos ojos que tienes tendrían que estar censurados. Volverás loco a cualquiera que mires con ellos. Me va a costar mucho trabajo alejar a los machos de ti.

Sakura sonrió contra el pecho de su abuelo. Eso estaba mejor. Aunque lo de los machos...

—Y tus colmillos... apenas se notan. Aunque deberemos saber hasta qué punto se te pueden desarrollar. Y en cuanto a lo de la sangre...

Sakura tensó los músculos. No había pensado en eso. En realidad no había pensado en nada de lo que comportaba su transformación.

—Me niego a beber sangre.

—¿No te apetece? —Homura la miró a los ojos para asegurarse de ello.

—No, por Dios —dijo disgustada poniéndose la mano en el estómago—. La sola idea me repugna. Tengo hambre y me suenan las tripas, pero en lo último que pienso es en sangre. Prefiero un buen plato de pasta y un poco de tarta... no sé si lo podrás solucionar...

—Por supuesto que sí. Le diré al mayordomo que te prepare un buen manjar —dijo Homura riendo—. Todos estarán más tranquilos al saber eso.

Siguieron caminando.

—Hasta hace unos días creí estar enferma. Me dijeron que a los siete años me habían diagnosticado diabetes mellitus. Ahora sé que no estoy enferma, lo siento en mi cuerpo. Y me apetece tarta, algo dulce con miles de calorías.

—No estás enferma. Si lo estuvieras no habrías hecho la conversión —explicó Homura—. Los vanirios estaban en lo cierto. Seguramente te drogaron para que olvidaras quien eras y te hicieron creer que lo que te pinchaban era insulina.

—Me siento tan... utilizada y engañada —tenía los ojos tristes y en la voz se denotaba un punto de derrotismo.

—No pienses ahora en eso. Intenta mirar adelante.

—Creo que me retenían hasta que llegase mi mutación. Ellos me querían a mí... —apretó los puños hasta casi hacerse sangre.

—Relájate, Sakura —Homura apretó el brazo en torno a ella—. Averiguaremos quiénes son y qué quieren exactamente.

—¿Qué me va a pasar las noches de luna llena? —preguntó ella mientras jugaba con los dedos de la mano. Haría un esfuerzo por conseguir domar la rabia que sentía en ese momento.

Homura puso gesto de sorpresa y luego se echó a reír como un loco. Sakura lo miró un tanto irritada.

—¿Qué? ¿He dicho una estupidez?

—No, cariño —Homura se calmó—. Eso es parte de las leyendas urbanas. Los berserkers nos transformamos cuando nos apetece o cuando nos irritan de un modo excesivo, pero incluso podemos llegar a controlar eso. Lo que pasa las noches de luna llena... es... —vaya, por Dios, se encontraba un poco incómodo hablando de algo así con su nieta—. Nosotros no somos como los hombres lobo.

—Lo que quiere decir Homura —explicó el de peliplata— es que en luna llena la testosterona y la progesterona se nos dispara —arqueó las cejas y le mostró una sonrisa de lo más sensual—. Y a ti, cielo —se acercó a ella y le susurró al oído—, tendrán que encerrarte en un lugar seguro para que no nos echemos encima de ti.

Sakura tragó saliva. Si pretendía avergonzarla, lo había conseguido. Eso no estaba bien.

—¿Qué le has dicho, Kakashi? —preguntó Homura.

—Nada, Homura —contestó con gesto indiferente—. Sólo que no creo que deba preocuparse por eso mientras huela a varón vanirio.

—Te olvidas de mencionar que también me has dicho que tú estarías más que dispuesto a quitarme ese olor —Sakura sonrió con desdén. No iba a ofenderla nadie más. Ya no.

¿De dónde sacaba el valor para hablar de ese modo tan osado y tan seductor a la vez? Ella no era así.

Touché —sonrió Kakashi.

Sakura se acercó a su abuelo pidiéndole con lenguaje corporal que volviese a pasarle el brazo por encima. Él lo hizo.

—Entonces... tienes hambre, no te apetece la sangre y toleras la luz del sol —resumió Homura con alegría—. Es fantástico.

—Volvamos a lo de transformarme. Tampoco quiero hacerlo.

—A lo mejor tampoco puedes. No sé cuál ha sido la auténtica mutación que ha experimentado tu cuerpo ni si la hibridación te permite desarrollar todas las cualidades de las dos razas. A lo mejor, la sangre vaniria te ha anulado parte del potencial berserker, y al revés.

—¿Por qué me he transformado ahora? ¿Por qué no fui así desde que nací? ¿Y desde cuando hay berserkers y vanirios en la tierra? Creía que eran mitos y leyendas surgidos de la imaginación de la mente humana.

—Sakura, todos los mitos y leyendas siempre tienen una parte de verdad —afirmó Homura mirando hacia el frente—. Sentémonos allí.

Una mesa de mimbre oscuro con sillas alrededor a conjunto les esperaba para que se sentaran. Sobre ellas, una carpa muy elegante de madera los cubría del sol. Tomaron asiento y Homura prosiguió la conversación.

—Nuestra raza procede de los tiempos ancestrales —explicó el hombre—. Mucho se ha dicho sobre los hombres lobo, aquellos que tienen el poder de transformarse en animales sangrientos en luna llena y matan y asesinan a humanos. Ese no es nuestro caso. Somos berserkers.

—Cuéntame qué es un berserker —inquirió Sakura con énfasis.

—Somos guerreros de Odín —esperó a que Sakura le interrumpiera, pero en vez de eso, ella asintió con la cabeza.

—Ya, continúa.

—Odín es un dios nórdico. El padre de todos —aclaró él esperando una réplica.

—Aha, sigue —frunció los labios.

—Está bien. Hace miles de años los dioses recibieron una profecía llamada El ocaso de los dioses, el Ragnarok. La profecía decía que habría una guerra entre los dioses del cielo. La guerra se produciría por la rebelión de una parte de los dioses —Homura miraba de vez en cuando a Sakura, pero esta no mostraba ningún tipo de reacción así que continuó—. Una parte de los dioses estaría a favor de dar a los humanos el libre albedrío hasta que por sí solos evolucionaran como civilización y se convirtieran en maestros de sus propios maestros. Otra parte minoritaria estaría en contra, ya que veían a estos seres inferiores como para prestarles tanta atención. Así que unos dioses lucharon a favor de la sumisión de los humanos, porque estaban asustados por creer que esa raza inferior que poblaba la tierra llegara a ser más poderosos que ellos y los desbancara en el poder supremo del orden del universo. Otros, sin embargo, se decantaron a favor de entregarles las riendas y la libertad observándoles en su evolución como civilización, sin hacerles dependientes de deidades y sin que supieran de la existencia de los dioses. Sólo evaluándolos y estudiando su propio avance como seres independientes.

—Había unos dioses que querían controlar a los humanos y otros que decían que mejor dejarnos tranquilos y a nuestro rollo, ¿no?

—Veo que lo entiendes.

Sakura siguió con la mirada a los dos chicos berserkers que daban vueltas a su alrededor.

—Lo intento, créeme.

—Bien. Los dioses no pudieron llegar a ningún acuerdo y hubo una batalla llamada Ragnarok. ¿Has estudiado mitología?

—No, pero tengo un amigo al que le volvería loco todo lo que me estás explicando —sugirió Sakura cruzándose de brazos en un gesto no muy paciente—. Continúa, por favor.

—En esa batalla morían los buenos —aclaró Homura—. Los dioses aesir y los vanir se unieron a Odín y aportaron sus propias criaturas fantásticas. Pero a él lo mataban y entonces llegaba el fin del mundo. Los jotuns, los traidores liderados por el dios Loki, acababan con todos ellos.

—Mmmm... qué tranquilizador —comentó Sakura con sarcasmo—. Menos mal que es una profecía.

—Pero es muy real. Por eso Odín decidió encarcelar a Loki en una cárcel de cristal en el Asgard, el cielo, antes de que iniciara la rebelión. Pero Loki se escapó de alguna manera utilizando algún tipo de hechicería y descendió a el Midgard, la tierra. Aquí se quedó, conjurando su propia cárcel y haciendo la vida imposible a la humanidad que tanto detesta.

—¿Descendió como un ángel caído?

—Sí. Loki podría ser perfectamente el ser que la tradición cristiana conoce como diablo.

—¿Y qué hizo Odín para ayudar a los seres humanos contra Loki?

—Odín se sirvió de un ejército de seres mágicos que él mismo creó como las valquirias o los einherjars que eran guerreros implacables y también los llamados berserkers. Al principio, eran humanos einherjars, guerreros y fuertes, pero Odín entregó dones sobrenaturales a los más desarrollados en el arte de la guerra cuando les tocó con la punta de su lanza y les otorgó el od. Od quiere decir furia y berserker significa furia desenfrenada. Los dones que les otorgó fueron la capacidad de metamorfosearse. Es la extensión de los músculos doblando el tamaño original. Los incisivos inferiores y superiores se alargan, el pelo de la cabeza crece después de cada transformación, sale bello en la piel y los ojos se dilatan y se vuelven amarillos.

—Oh, por favor... —lo miró asombrada—. ¿Cuánto hace que Loki descendió a la tierra?

—¿Cómo de antiguo es el demonio?

—No me lo puedo creer —susurró—. ¿Cuántos años tiene tú?

—Demasiados —contestó él sin querer darle importancia—. Vengo de uno de los originarios.

—¿Cuántos?

—Tres mil años.

Sakura dejó la mirada perdida e hizo negaciones con la cabeza.

—Uff... demasiada información.

—¿Te encuentras bien?

—Sí, sí... —sonrió para tranquilizarle—. Eres viejísimo.

Homura soltó una carcajada. Sakura no perdía el sentido del humor ni en esas circunstancias. Se sintió orgulloso de ello.

—Odín y el resto de dioses no pudieron detener a Loki en su descenso al mundo de los humanos —continuó—pero, en cambio, y, para reprimir las futuras acciones de Loki, decidieron hacer descender al Midgard a integrantes de su ejército. Berserkers, guerreros einherjars y valquirias. Yo soy descendiente de esos berserkers.

—Y los desparramaron por el mundo para que fueran los protectores de los humanos... —resumió Sakura intentando no reírse.

—¿Qué te pasa, bonita? —le dijo Kakashi algo irritado—. ¿Te hace gracia?

—¿Gracia? —repitió ella mirándolo de reojo—. No es eso, es que... Tengo la inoportuna costumbre de reírme cuando estoy muy nerviosa.

—Sakura, todavía no he acabado de explicarte qué eres —advirtió Homura con severidad—. Presta atención.

Sakura se mordió la lengua y lo invitó con la mirada a que continuara.

—En teoría nuestros antepasados vinieron aquí a imponer justicia a Loki, a mantenerlo a raya para que no se propasara con los humanos. Y durante un tiempo, eso fue posible. Hasta que los miembros del ejército de Odín se dejaron llevar por la energía del Midgard.

—No te entiendo —dijo Sakura frunciendo el ceño.

—Resultó que los hombres y las mujeres humanas eran hermosos y atrayentes. Uno de los mandamientos de Odín era que no se mantendrían relaciones sexuales con los terrestres. Pero ese mandamiento se quebró. Así que empezaron a mantener relaciones sexuales con los humanos, creando así un linaje que se ha extendido hasta el día de hoy. Los berserkers originales, los puros, eran incorruptibles, pero no así los hijos que tuvieron con los humanos. Muchos de ellos sucumbieron al poder de Loki y sus secuaces, y se unieron a él en su plan de atormentar a la humanidad. La mente del ser humano está llena de deseos y debilidades. Eso es muy atrayente para Loki.

—Lo que intentas decir es que hubo una división entre la raza berserker, cuando os hibridasteis con los humanos, ¿verdad?

—Inclúyete, cariño —susurró el pelinegro—. Tú también eres de los nuestros.

—Obito... —le advirtió Homura.

Sakura lo ignoró por completo y siguió hablando con su abuelo.

—La hibridación hizo posible que Loki pudiera influir en los hijos de los berserkers debido a su naturaleza humana, más débil, ¿no es así?

Homura asintió.

—Loki mutó a los descendientes de los berserkers que se unieron a él y los transformó en auténticos monstruos. Esos son llamados los Dona-madadh o lobeznos, auténticas abominaciones salvajes en forma de lobos. La humanidad debe temerlos a ellos, no a nosotros. Nosotros somos buenos, Sakura. Quiero que lo entiendas y que no temas a lo que eres —tomó sus manos y se las apretó impregnándole fuerza y valentía.

—No es fácil comprender... —dijo ella confusa—. ¿Y estos Dona-madadh están ahí afuera acechando a los humanos?

—Sí, cielo. Se alimentan de ellos. Están a las órdenes de Loki, son sus creaciones, igual que los nosferátums.

Sakura tragó saliva y asintió.

—Repetídmelo otra vez... ¿Vosotros estáis aquí para proteger a los humanos de estos seres?

—Sí. Intentamos aplacarlos y que no hagan más daño del que han hecho ya a la humanidad.

—¿Y qué hay de la profecía? ¿Cuándo se supone que va a cumplirse?

—No lo sabemos. Y espero que el destino se haya reescrito de nuevo con cada una de las acciones hechas hasta ahora porque si el Ragnarok llega de verdad, el infierno se desatará en la tierra —contestó Homura—. Pero, de momento, estamos peleando aquí por tus amigos. Ellos merecen una oportunidad.

—Y... ¿os lleváis mal con los vanirios?—era más una afirmación que una pregunta.

—Somos incompatibles.

—No sois tan incompatibles como para no tener hijos entre vosotros —comentó ella afilando las palabras. Ella era una prueba de su teoría.

—Y nos sorprende.

—Y dime, abuelo Homura —su tono era algo desafiante—, ¿qué piensa la manada de mí? Si tanta aversión tenéis a los vanirios... Mi padre, Kizashi, era uno de ellos... ¿Yo también os resulto repulsiva?

—Tú eres mi nieta, Sakura... —golpeó la mesa con el puño y se puso de pie—. Y mataré con mis propias manos a aquél que te insulte o te haga daño... Empezando por Sasuke y el clan de Dudley.

Kakashi y Obito se colocaron detrás de él y cruzaron los brazos. Con ese gesto le dieron a entender que ellos también serían sus protectores y que querían venganza.

Sakura se acongojó y luchó por controlar las lágrimas. Odiaba ser tan emocional.

—No creo que sea conveniente luchar contra ellos —titubeó Sakura. Aunque bien se merecían un castigo ejemplar, sobre todo Sasuke.

—Sakura, tú eres de los nuestros y debes saber que quién hace daño a uno de nosotros, lo acaba pagando —comentó Kakashi mirándola fijamente.

—¿Qué te hizo Sasuke? —preguntó Obito como si fuera un inquisidor.

Sakura se puso rígida. Apartó la mirada de los ojos oscuros de Obito y apretó la mandíbula.

—Lo hecho, hecho está. No quiero que nadie se haga daño.

Homura negó con la cabeza a su nieta.

—No, cielo. Creo que no lo entiendes. Hoy mismo vamos a por él.

—Lo defiendes, Sakura —dijo Kakashi con tono acusador. De repente abrió los ojos y sonrió incrédulo—. ¿Es él verdad? ¿Él te ha marcado así?

—Basta... —gritó Sakura. No quería recordarlo, no quería pensar en él—. Escúchame abuelo Homura. Hace diecisiete años mientras el grupo de Orochimaru nos perseguía, mis padres me pidieron que os encontrara y que os diera el libro de Jade y el puñal. Pero también me dijeron, que me llevarais hasta AnDuineDoch. ¿Qué es?

—Sakura, eso significa el hombre de la noche —le explicó como si ella fuese una niña—. Kizashi quiso que te lleváramos hasta los vanirios, pero eso no va a suceder. Tú misma has estado allí y no tienes un grato recuerdo. Ni hablar —se cerró en banda sin darle opción a rechistar.

—Quiero ir con vosotros esta noche —dijo alzando la barbilla.

¿Por qué? ¿Quería volver a verlos? No, no era eso. Quería ver cómo se le quedaba la cara a Sasuke cuando la viera. Ella era la hija de Kizashi y él era curiosamente su mejor amigo. Se moría de ganas de verlo arrepentido por lo que le había hecho. Quería devastarlo y hacérselo pagar. Y quería... quería volverlo loco. ¿Cómo iba a hacer eso?

—No —contestó Homura.

—Sí —replicó ella—. Por favor, déjame ir.

—No quiero que te pase nada —Homura rodeó la mesa y le acarició la mejilla—. No, ahora que te he encontrado.

—No me va a pasar nada. No, estando con vosotros. Y no, teniendo los argumentos que tenemos para contactar con ellos. Son los deseos de mi padre.

—¿Cuál es tu argumento, Sakura? —preguntó Kakashi—. Ése no me sirve.

—Mi argumento es el de todos, K-a-k-a-s-h-i —contestó marcando cada una de las letras de su nombre—. Hay una sociedad secreta de humanos que están dando caza a berserkers y vanirios por igual. No es agradable saber lo que les hacen cuando los raptan, creedme —dijo recordando las palabras de Sasuke—. Estos humanos están acompañados de nosferátums. Así captan las ondas mentales de ambas razas y también de los lobeznos. En Rumania, berserkers y vanirios se unieron para la causa. No se sabe exactamente por qué estos humanos nos acechan —Sakura se detuvo. ¿Sentía esa causa como suya?—. Pero quieren obtener algo de nuestros cuerpos, algo relacionado con el estudio de nuestras mutaciones genéticas y creo que para ningún fin honrado.

—Nada que tenga que ver con nosferátums y lobeznos es honrado. Ellos son los jotuns, el ejército de Loki —explicó Obito.

—No tengo noticias de que los berserkers de los Balcanes trabajaran codo con codo con los vanirios —admitió Homura incrédulo.

—No tienes noticias porque no estáis en contacto. Y por eso, debido a vuestra poca comunicación, estas sociedades secretas se han hecho más fuertes. Mis padres regresaron para alertar a ambos clanes, pero... los cogieron antes. Y los cogieron aquí... En esta tierra. Yo no soy la verdadera sorpresa que ha traído el libro de Jade. La sorpresa es lo que el libro de Jade puede cambiar. Mi madre dejó escritas unas palabras que proclamaban la necesidad de unir las razas, de luchar juntos por una causa justa.

—Sakura, espera —Homura la miró fijamente—. Es cierto que han desaparecido muchos berserkers en los últimos dos años, pero lo atribuimos a pleitos con los vanirios. Los cuerpos que encontrábamos olían a ellos, no a humanos ni a lobeznos. No tiene por qué significar que...

—Pero no es así —reprochó ella—. Se están aprovechando de vuestras diferencias para haceros creer que seguís en guerra los unos con los otros y mientras ellos siguen limpiándose las manos. Estas sociedades se han unido con los nosferátums y los Dona-madadh, o lobeznos o como sea que se llamen, para encontraros y reteneros. No digo que de repente os hagáis amigos íntimos de los vanirios, pero sí que formemos una buena empresa entre nosotros. Puede que sea el único modo de detener a estos cazadores y averiguar lo que hay detrás de ellos. Tenéis que hablar de esto. Hay que hacer algo...

—¿Por qué te interesa tanto, Sakura? —preguntó Obito—. Tú eres relativamente la nueva de la familia. No puedes removerlo todo y ponerlo patas arriba. Son muchos años de diferencias.

—Claro que puedo, Obito... —gruñó apretando los puños—. Mis padres murieron por culpa de esta gente. Las diferencias entre vosotros, vuestras prohibiciones, vuestros tabúes, todas esas cosas empezaron a matarlos... —le señaló con el dedo—. Puedo... Puedo porque me han robado mi vida... Y no es justo que a uno le quiten lo que es suyo... Me niego a quedarme quieta cuando me han revelado todo el pastel. Quiero venganza y... y justicia...

Obito levantó una ceja, sonrió y le hizo una reverencia.

—Mis disculpas, mademoiselle. Pero no voto a favor de que nos acompañes. No es un lugar para una niña como tú.

—Eso lo decidiré yo. O ¿acaso no creéis que podáis protegerme? —preguntó con malicia. Si les daba en el orgullo, cederían.

—Vendrás —Kakashi la agarró del brazo con suavidad, pero era un gesto contrario a sus palabras—. Vendrás y verás cómo nos comemos las entrañas de Sasuke —buscaba la reacción de Sakura, pero sólo pudo ver cómo ella asentía con la cabeza— y verás cómo le dejamos bien claro a quién perteneces.

Sakura notó que se disparaban todas las alarmas en su interior. No debía preocuparle que a Sasuke lo pusieran en su lugar. Pero no quería que nadie le pegara. De hecho, no quería que nadie se pegara por su culpa. Sobre todo cuando había cosas más importantes que solucionar.

Homura observaba con satisfacción como su nieta plantaba cara a los dos hombres del clan. Kakashi y Obito eran sus manos derechas y, cuando él estaba ausente, ellos se hacían cargo de la manada.

Sakura podría controlarlos a su antojo si se lo propusiera. Su madre, Jade, también lo hacía. Tenía locos a los machos, pero nunca dejó que nadie confundiera su belleza agitanada con una supuesta vulnerabilidad. Sakura era más bella, sin duda, y todavía más fiera. No se amilanaba por nada.

Homura se aclaró la garganta y la apartó de ellos volviéndola a arropar como lo había hecho antes.

Kakashi y Obito se miraron el uno al otro, un tanto preocupados por las réplicas de Sakura. Esa chica era muy testaruda.

—No va a ser agradable —le dijo Homura.

—Ya lo sé —admitió ella relajándose. Su abuelo le provocaba la misma reacción que una tila—. Pero no quiero ocultarme. Quiero que paguen por cómo me trataron, pero no quiero una guerra. En cuanto sepan que soy la hija de Kizashi, se retractarán. Tengo suficiente con eso y con que me muestren el respeto que no me demostraron, no sólo como híbrida que soy ahora, sino como ser humano que fui y que todavía siento que soy. Como mujer. Es importante que sepan lo que pasa y tú lo sabes. Háblame de ellos, abuelo.

—¿De los vanirios? —preguntó sorprendido—. Eso sí que no puedo hacerlo. Es un acuerdo aesir. Si quieres saber algo de ellos, tendrás que ir a Dudley y preguntarles. Entre clanes no hablamos los unos de los otros.

—¿No está en el protocolo? —le preguntó malhumorada.

—No te tomes esto a guasa, jovencita. Esta guerra ha durado muchísimo tiempo y va a ser difícil que cese tan fácilmente.

—Perdona, es que... es todo demasiado hermético. No entiendo por qué os lleváis tan mal, aunque entiendo que no os caigan bien. Lo poco que sé de ellos me produce jaqueca y unas ganas horribles de escupir.

Homura sonrió ante el sarcasmo de Sakura.

—Te dejaré el libro de los Edda para que entiendas de dónde vienen las diferencias entre vanir y aesir. Pero no pienso hablarte de los «colmillos». A mí, ya me está bien el concepto se que tiene ahora de ellos.

A Sakura no le pareció muy justo el comentario de Homura, pero tampoco le importó demasiado. Si iba a saber algo de los vanir, ella misma lo averiguaría.

Siguieron caminando, adentrándose más en el interior del bosque.

Aquello seguía siendo propiedad privada, por lo visto.

—Todo esto que ves es nuestro —dijo Homura abriendo los brazos.

Sakura miró los alrededores y fijó la vista en un punto, donde había algo parecido a un tótem. Alrededor del tótem, a medida que se acercaban, vio a un grupo numeroso de personas en círculo. Cuando llegaron ante ellos, Sakura sintió que no le quitaban los ojos de encima. Oía comentarios de asombro y susurros que pretendían ser más sonoros de lo que fingían. Había gente de todas las edades: niños, jóvenes y adultos.

Los niños la miraban con vergüenza, sonriéndole y agachando la cabeza. Sakura creyó que eran adorables. Pero eso lo pensaba de todos los niños. A ella le encantaban.

Los jóvenes, sobre todo los chicos, la desnudaban con la mirada, y las chicas, salvajemente preciosas, no le prestaban mucha atención, aunque Sakura sintió que lo hacían más para no violentarla que para ignorarla y hacerla sentir mal.

Los mayores sonreían con aprobación. Muchos agradablemente sorprendidos por verla.

Cuando Homura había dado la noticia de que la hija de Jade Mebuki había llegado a su casa, nadie pudo creérselo del todo. Así que para comprobarlo, toda la manada de Wolverhampton estaba allí.

Sakura alzó la vista para mirar el tótem. Era un lobo de tres metros de altura. Muy propicio, pensó.

En realidad, si lo que tenía enfrente eran berserkers, no parecían muy furiosos. Aunque todavía no había visto a uno enfurecerse. Parecían gente desenfadada, no tan altivos como los vanirios, pero aun así cada uno de ellos tenía un porte de distinción que los diferenciaba del resto.

Homura la cogió por los hombros y la puso enfrente de él, mirando hacia delante. Sakura no sabía cómo actuar, pero ni mucho menos estaba intimidada.

Todos se callaron.

—Ella es la hija de Jade Mebuki. Mi nieta, Sakura.

Qué directo, pensó Sakura. Ni introducciones, ni nada... ¿Queréis ver a Sakura? Aquí está. Genial.

—Sakura —siguió alzando la voz— ha cumplido hoy veintidós años. Y...

—Es diferente —dijo una niña pelirroja, de ojos azules y labios gruesos—. ¿Por qué?

—Sakura es...

—Abuelo —le interrumpió ella pidiendo la palabra. Él la miró con dudas, pero ella lo tranquilizó con una sonrisa cándida y relajada—. Está bien, déjame hablar.

Homura asintió y la dejó hacer.

—Necesito hablar de muchas cosas y os pido que mientras yo tenga la palabra, no me interrumpáis. ¿Lo haréis por mí? —preguntó con dulzura.

Todos asintieron embelesados, mujeres, hombres y niños por igual. El encanto de Sakura era incontestable.

—Esto me sorprende tanto como a vosotros. Hasta ayer yo no sabía quién era. La historia que os voy a contar se remolca a hace veintitrés años, cuando Jade Mebuki desapareció de la manada. El motivo de su desaparición podría ser sencillo para muchos, porque todos conocéis de personas que se fugaron por amor, que lo dejaron todo por amor. Pero el caso de mi madre es especial. Ella se enamoró de Kizashi, el vanirio.

Y así, ante el asombro de Homura, Obito y Kakashi, Sakura procedió a explicarles a todos quién era. Explicó lo que le había sucedido, quiénes la habían secuestrado, qué le habían hecho y lo que posteriormente ella había descubierto sobre su origen y luego sobre su transformación. Caramba, en dos días había vivido más cosas que en los 22 años de vida en Barcelona. Habló con el corazón, como sólo ella sabía hablar, se guió por la intuición, por la honestidad y no les ocultó nada. Su voz adquiría tonos dulces y sedosos que obligaban a prestarle atención.

Sus ojos, llenos de expresión y jovialidad, miraron a todos y cada uno de los allí presentes. Ella debía hacerse presente en todos, debía cruzar las miradas con todos los asistentes y creía haber contado a más de cien. Y como buena pedagoga que era, logró que todos le prestaran atención y que la respetaran.

Al acabar de hablar dio un paso hacia atrás y topó con el duro pectoral de su abuelo Homura. Él se inclinó hacia ella y le susurró al oído:

—Deberías presentarte a las elecciones. Con esa labia, todos te votarían.

Sakura giró la cabeza hacia él y le contestó:

—La labia no lo hace todo. Lo que realmente provoca la atención de la gente es que sientas realmente lo que dices.

Los hombres de la manada se reunieron en torno a Homura y decidieron unánimemente que debían hablar con los vanirios y contarles todo lo que habían descubierto. Intentar llegar a un concilio.

Kakashi y Obito la escoltaban en todo momento, no se apartaban de ella ni un solo instante. Advertían con la mirada a todos aquellos machos que venían a oler a Sakura.

Ella les había contado lo que había pasado con Sasuke. Él había hablado abiertamente con su clan, no fue ningún secreto lo que iba a hacerle. Ella tampoco iba a guardarse nada. Los detalles innecesarios sí, pero no los hechos. Y Sasuke se había acostado con ella. En realidad, la había sodomizado y, aunque odiaba admitirlo, gracias a esa usurpación de su cuerpo, ella había logrado soñar por primera vez con sus padres. Algo positivo, al menos. Bueno, eso y que había tenido dos orgasmos seguidos devastadores.

Cuando la acompañaron a la casa de su abuelo, Kakashi y Obito no dejaban de repasarla con los ojos. De arriba abajo y de abajo arriba.

—¿No os cansáis nunca? —les preguntó divertida sin mirarlos.

—Nadie se cansa de los buenos espectáculos, bonita —contestó Kakashi con un brillo seductor en esos ojos del color del carbón—. Por cierto, esta noche Sakura, no te separes de nosotros, ¿entendido?

Ese tono denotaba auténtica preocupación por ella. Sakura lo miró con serenidad y asintió.

—Está bien.