.

—7—

.

Durante cinco días entrenaron hasta que sus músculos y articulaciones no dieron para más. Ukyo debía reconocer que era tranquilo y divertido pasar el tiempo con Ryoga, su resistencia física era superior a la del promedio y su sonrisa se volvía cada vez más agradable y sincera. Las peleas por la comida solían ser habituales, y es que ella era partidaria de cocinar todo por partes y a fuego lento mientras que él optaba por arrojarlo todo a la olla con agua hirviendo y ya.

Protagonizaron un auténtico drama cuando Ryoga se empeñó en agregar una lagartija muerta a su sopa de verduras, apeló al valor nutricional del inocente reptil, pero ella se negó rotundamente a ingerirlo. —¡Ni un cerdo se comería eso! —espetó con unas tremendas ganas de devolver el estómago.

—¿Ah, si? Pues mira a este cerdito. —respondió guiñándole un ojo, sacando a relucir los colmillos de su dentadura blanca y devorando a la criatura sin piedad. Kuonji gritó como loca y Hibiki no hizo más que reír a mandíbula suelta.

—¡Es en serio, U-chan! Las lagartijas y serpientes tienen todo lo que necesitas para sostenerte a la intemperie! A menos claro, que prefieras cazar algo más grande como un conejo, un zorro o un venado, pero la preparación de estos ejemplares tomaría mucho más tiempo, tienes que drenarlos, desollarlos y diseccionarlos. —Ukyo ya no terminó de escuchar la explicación completa porque su estómago se revolvió y vomitó. Toda la comida que solía preparar ya venía curtida y lista para la cocina. Aunque mentiría, si dijera que sus nauseas se debieron únicamente a eso y no al hecho de que Ryoga había comenzado a llamarla por aquel singular mote.

Sonaba cálido, afectuoso, secreto.

Hibiki se disculpó hasta el cansancio por hacerla vomitar, ella le restó importancia y lo mandó a buscar agua al río. Desde la segunda noche, Ukyo decidió prescindir de la tienda de acampar y acomodar su bolsa de dormir junto a la de él. Se turnaban para asearse aunque los dos, solían hacerlo en tiempo récord y con el temor constante de estar siendo observados.

El chico del paraguas rojo y la pañoleta amarilla, tenía mayor experiencia en combate y por tanto, su percepción del peligro era más amplia que la de Ukyo. Desde hace tres noches se sabía acechado. No debían ser más de seis oponentes, pero claramente los estudiaban.

Su compañera de sentimientos nobles y largo cabello castaño, ya había aprendido a defenderse de la onda expansiva del truco de la explosión, podía evadir la velocidad de sus puños y respondía con fiereza gracias a su enorme espátula. No obstante, sus enemigos no atacaban. Ryoga creía que no le temían exactamente a ella sino a él, porque claro que la protegería y no se dejaría vencer. Se lo prometió a Ranma y en su fuero interno, tampoco quería que resultara herida.

Le había preguntado el verdadero motivo por el que se quedó en la Ciudad y se matriculó en la escuela. Ukyo respondió que lo hacía por su padre, él quería que tuviera como mínimo la educación media aunque recientemente, entre más se hacía evidente que Ranma y Akane formalizarían su relación, tenía más ganas de escapar e instalar su negocio en otro lugar.

Uno donde hubiera playa o quizás donde tuvieran aguas termales, aún no lo decidía y a él, le habría encantado decir que no tenía por qué abandonar. Al menos tuvo un padre que se preocupó y fijó metas realistas en ella. Él no tenía idea de qué pasó con su familia, pero al final, lo más que alcanzó a decir es que hiciera lo que quisiera por ella y no por ningún bastardo como Ranma Saotome.

Ahora, en su sexta noche juntos, se preparaban para descansar al calor de una fogata cuando el viento comenzó a arreciar con mayor voracidad, levantó las hojas sueltas de los árboles y ennegreció las nubes en tan solo un instante.

Ambos se miraron a los ojos conscientes de que se desataría una tormenta en cualquier segundo e indudablemente, él se transformaría. Las sombras que los rodeaban salieron de entre los árboles, Ukyo tomó su espátula gigante, él cerró los puños con frustración. ¡Así que era esto lo que esperaban! que el pequeño cerdito fuera tan útil en batalla como una almohada, maldijo para sus adentros. Si todo lo que escuchó de labios de Shampoo, Mousse y Ranma era verdad, estas personas no descansarían hasta llenar los campos con la sangre de Ukyo.

Corrieron, para ganar distancia y dirigirse a la zona donde ya habían preparado algunas trampas que les resultaban útiles en su entrenamiento. Kuonji no dejaba de mirar alternativamente al cielo y a él, las primeras gotas comenzaron a caer, sus adversarias ataviadas con una mezcla de colores negros, rojos y amarillos sonrieron con alevosía y él tomó una decisión que podría considerarse la más importante en su vida. Empujó a Ukyo hacia un claro y empleó el truco de la explosión para abrir una brecha insalvable entre ella y las flores sangrientas.

.

.

.

A considerables kilómetros de ahí, una escena similar se suscitaba en la Aldea de las Amazonas, Cologne dejó el desarrollo de la ofensiva en manos de su nieta, le serviría de preparación para tomar las riendas como líder. El combate fue brutal y aunque permanecían de pie, Shampoo se preguntaba constantemente el por qué.

Ella renunció a Ranma para evitar una situación así.

¿¡Qué pretendían!? La respuesta a esa pregunta llegó en el semblante sádico de Cornelia, tenía a Mousse tomado de los cabellos con una mano y colocaba el filo de su espada contra su cuello con la otra. El semblante del ganso era por demás dramático, había perdido sus lentes en algún punto de la refriega, de su frente corría un cuantioso río de sangre y aún así hacía esfuerzos sobrehumanos para escapar de su agarre. No suplicaba por su vida, ella sabía que jamás lo haría. Le pedía a su asesina que se saciara con él y dejara libre a su tribu.

Tsukiori se relamió de gozo, le preguntó a Shampoo si estaba de acuerdo con estos términos. Una vida humana era todo lo que precisaba para saldar una añeja deuda. Su abuela tensó los músculos acomodada sobre su bastón de madera, pero no habló. Lo dejaba en sus manos y Shampoo tembló. Mousse sonrió de medio lado y la miró a los ojos consciente de su situación, los suyos eran unos grandes ojos azules con reflejos oscuros, Shampoo jamás había sido honesta con él, salvo en los instantes que permanecía inconsciente o cometía actos estúpidos y descabellados como estos.

Arriesgar su vida por ella a sabiendas de que no era el mejor o el mas dotado para el combate marcial. La flor sangrienta pegó un poco más el filo de la espada contra la piel de su cuello, le abrió un fino hilo de sangre y entonces ella, ya no fue dueña de sí misma.

—¡Libéralo ahora mismo! —ordenó con la posición ofensiva que le enseñó su abuela. Al igual que Ranma, conocía los puntos exactos para detener un corazón humano, de hecho podría arrebatarlo de su pecho y mostrárselo a Cornelia mientras aún estuviera latiendo, pero se consideraba más sofisticada que eso y se lo informó. ¡Su tribu, ya no utilizaría a los hombres como simple objeto de procreación! ¡No los exiliarían, ni humillarían! Pelearían a su lado, serían su escudo y su fuerza, justo como Ranma lo era para Akane. La mención a la menos dotada de las prometidas despertó el interés de Tsukiori, dejó caer como un gastado juguete a Mousse y caminó con su espada en alto hacia ella.

Shampoo no rompió su postura, empuñaba un par de trinchetes diseñados específicamente para romper espadas. Se enfrentaron en sangriento duelo ante la atenta mirada de sus guerreras.

Asesinas y Amazonas no se atrevieron a intervenir hasta que Cologne dictaminó que estaban en igualdad de condición y de continuar así, el combate se extendería por eones. Tsukiori levantó el rostro de cabellos desordenados y ligeras marcas de golpes brillando sobre la palidez de su piel, dijo que si tanta confianza tenía en ella, la vida que reclamaría para saldar su deuda sería la de esa insignificante niña.

Shampoo se mostró de acuerdo, Mousse sudó frío, pensó que esto era demasiado vil incluso para su líder, pero en su postura y la luz de sus ojos reconoció que lo que decía no era a la ligera. Shampoo no esperaba que esta desconocida asesinara a Akane y le dejara el camino libre hacia Ranma, realmente creía que su amor, obstinación y convicción la harían derrotarla.

Cologne despachó a las flores sangrientas de sus dominios. Shampoo se tomó su tiempo en acercarse a Mousse y acomodarle los lentes sobre el puente de la nariz.

—Que te esté permitiendo vivir no significa que mis sentimientos por Ranma hayan cambiado.

—Lo sé…—espetó con amargura en la voz. Un amor severo, unilateral y una historia inconexa con una rosa china de afiladas espinas, es lo que él había elegido para el resto de sus días.

—¡Bien! Si ya lo sabes, toma tus cosas y vámonos.

—¿A dónde? —preguntó porque su lado masoquista iría con ella hasta el fin de la tierra.

—¡¿A dónde más?! ¡Akane necesitará nuestra ayuda!

.

.

.

N/A: ¡Al fin! Algo de combate y sangre derramada. No sé ustedes pero yo, adoro el drama.