Me adjudico todos los errores ortográficos y/o gramaticales que puedan encontrar en el capítulo.


Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer.

Peligrosamente, tú

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― Seth siempre supo que me gustabas. Él sabía que yo guardaba un enamoramiento por ti desde que era niña.

Mi boca se abrió ante tal confesión.

Me sentí inquieto y fue inútil ocultar mi risa nerviosa.

No es que me sorprendiera del todo con Isabella Marie, ella era coqueta y bastante sexy sin proponérselo. Lo que realmente me sacudía era saber que Seth siempre tuvo razón, lo había afirmado hace años recordando haberme reído de tal disparate.

Ella tenía doce y yo dieciocho, era una locura. Sin embargo, ya no estábamos en aquellos años. Ella era libre y yo… muy pronto lo sería.

― Te quedaste sin voz ―vaciló, mordiendo su labio.

Negué.

― Es… es halagador escuchar lo que dices ―pronuncié.

Soltó una risa alegre.

― Pareces asustado ―dijo, acercando su cuerpo por sobre la encimera.

No me moví ni un centímetro atrás. No lo hice, a pesar de que su rostro estaba tan cerca del mío, tanto, que podía respirar su aliento.

― ¿Qué pasaría si te doy un beso? ―inquirió.

Le sonreí.

Se estiró un poco y sus labios estaban en los míos; era un beso suave, muy lento.

Sin pensar sujeté su rostro y saboreé su dulce boca mientras seguíamos besándonos.

Poco a poco y sin darme cuenta Isabella Marie estaba sentada sobre mi regazo, nosotros aún no podíamos dejar de tener suficiente de nuestro sabor y por ende no podíamos dejar nuestras bocas.

― Creo… ―logré decir cuando su boca siguió besando y chupando mi mandíbula, suspiré no encontrando las palabras suficientes para hilar una frase.

― No pienses ―susurró, impactando de nuevo su boca en la mía.

Me incorporé dejando sus pies en el suelo. Ella era baja, demasiado, tanto que se puso de puntillas y llevó sus manos a mi cuello jalandome hacia ella.

Quería razonar. Deternos, solo que mis sentidos estaban nublados por ella. Por su sabor y yo quería más… lo quería todo.

Fue así, que la tomé en brazos y sin dejar de besarnos la llevé a la cama escaleras arriba.

La deposité con sumo cuidado en medio de la cama, solo que Isabella Marie no quería nada de ternura y suavidad. Ella tiró de mi camisa, me acercó haciéndome caer sobre su cuerpo, traté de sostener mi peso con mis antebrazos no quería lastimar su pequeño vientre. Acunó mi rostro con su manos y mordió mi labio inferior volviendo a besarme.

La intensidad de nuestro beso se hizo voraz, avasallador y salvaje.

Enredó sus piernas en mis caderas y me apegó más a su cuerpo e instintivamente comenzamos un vaivén placentero que nos empezó a arrancar varios jadeos con necesidad de más.

Desesperada Isabella sacó mi camisa por mi cabeza y la arrojó a no sé dónde, no podía prestar atención a nada que no fuese la hermosa mujer bajo mi cuerpo. Ella mordió su labio de esa forma tan sensual que tenía e hizo lo mismo con su blusa y sostén.

Fue una pena. Quería ser yo quien la desvistiera.

Tiró de mi cabeza y me besó con fuerza sacándose de mi cuerpo para mandarme de espalda al colchón montándose a horcajadas sobre mí, se frotó, ondulando sus caderas y haciéndome sisear.

Maldije. Lo hice fuertemente cuando bajó mi bragueta apoderándose de mi eje el cual empezó a masajear de arriba abajo. Apreté las sábanas en puño y rodé mis ojos vergonzosamente al sentir el calor de su lengua, ella me estaba…

No resistí y una mano fue a su cabeza. Sabía que no era necesario marcar el ritmo, porque desde luego Isabella lo estaba haciendo bien, más que bien. En cambio mi necesidad por tocarla me superó y me volví loco al verla engullir todo mi pene en su boca.

No iba a resistir mucho, lo sabía. Quise retirarla de mí cuando sentí que explotaría pero siendo ella no lo hizo, por el contrario recibió con gusto todo lo que exprimió de mí.

Froté mi rostro extasiado y aún sin recuperar vigor me sacudió un temblor al sentirla. Isabella quería más, yo también lo quería. Aunque no sabía si estaba listo.

Supe que estaba listo al verla completamente desnuda y horcajadas sobre mi cadera.

Gemí al verla dejarse clavar tan profundamente en mi… no perdí tiempo y sujeté sus caderas comenzando un incesante vaivén frenético que nos llevaría a la cúspide pasional.

― Edward…

Susurró mi nombre tan fuera de sí, como jamás imaginé escucharla al alcanzar su orgasmo. Arremetí tres veces más y la alcancé descargando mi semilla en su interior.

Sonreí ampliamente al dejar caer su cuerpo sobre mi torso dejando un corto beso en mi pecho, la abracé, ambos estábamos exhaustos y sudorosos.

― Quiero más ―rogó de forma infantil haciéndome reír, le dejé una palmada en su trasero y ella protestó.

Rodamos en medio de la cama volviendo a besarnos y dejándola debajo mío . Yo también quería más, aún no tenía suficiente. Entrelazando nuestras manos y en un suave movimiento me enterré de nuevo en ella, llenándola de mí.

La tarde sería demasiado larga para nosotros...

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Apenas entreabrí mis ojos a la luz diurna y me apoyé sobre los codos, froté mis párpados al percatarme de la cama deshecha.

Miré alrededor y me di cuenta que estaba solo.

Dejé caer mi cabeza sobre la almohada al llegar a mí el delicioso aroma a tocino. Fue inútil disimular una sonrisa, me sentía emocionado y exultante de felicidad. Como en muchos años no lo había estado.

Busqué a tientas mi boxer y lo puse en segundos, mi camisa estaba por el suelo no me molesté en recogerla, pero sí lo hice con mi pantalón de mezclilla. Descalzo bajé a la cocina y envolví la cintura de Isabella Marie con mis brazos.

Mordí su lóbulo; ella rio.

— No me gustó despertar solo —me quejé casi como un crío.

Ella dio media vuelta y se quedó frente a mí. Sujeté sus caderas y la senté en la encimera; lucía preciosa con esa vieja camiseta mía.

Llevó sus brazos a mi cuello y me acercó a su calor al abrir sus piernas.

— No sabía qué reacción tendrías al despertar —reveló con una hermosa sonrisa— es la primera vez que seduzco a un tipo tan guapo.

Reí.

Eché mi cuerpo más cerca a ella y descansé mi frente en la suya.

— Sé que es prematuro hablar de promesas —susurré—, pero me gustaría que intentemos esto. Quiero una oportunidad contigo, juntos, con nuestro hijo.

— ¿Lo dices en serio? —inquirió con sus preciosos ojos bailando de felicidad.

— Tan en serio que no te dejaré salir de estas paredes por los siguientes días.

Isabella Marie soltó un chillido cuando sostenía su cuerpo en mis brazos estilo novia. Subí con ella los escalones para llevarla a la cama donde la volvería a proclamar como mía.

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Pasar una semana desnudos entre sábanas descubriendo nuestros cuerpos en brazos de Isabella Marie era fácil de acostumbrarse. Sin embargo, era necesario volver a nuestra vida normal, ella debía volver a su trabajo y de igual manera yo también debía hacer lo propio.

― Parece que las vacaciones te sirvieron ―comentó Emmett estudiando mi semblante― te ves diferente.

Sonreí.

Cerré mi laptop y viendo de frente su rostro, asentí.

No tenía la menor intención de mentir, estaba más que feliz y no lo iba a ocultar.

Eché mi cuerpo hacia atrás hasta que mi espalda tocó el respaldar de la silla.

― Inicié una relación con Isabella Marie.

Emmett parpadeó, con rostro conmocionado me miró fijo y luego sonrió. Era una risa natural que hizo que me tranquilizara.

― Enhorabuena ―se relajó por completo en su silla, sacudió su cabeza volviendo a fijar su mirada en mí―. No sé porqué, pero supuse que pasaría. Por más que intentabas no podías fingir que ella no te gustaba.

― Pensé que te enfadaría saberlo.

― Para nada, lo intenté y no sucedió. Bella fue honesta desde un principio ―volteó sobre su hombro al escuchar la puerta abrirse, era Alice que entraba sonriente―. Conozco a una persona que tomará mal tu noticia.

Se incorporó dejando un suave golpe en mi hombro.

― Es bueno verte feliz ―mencionó caminando a la puerta, se volvió a mí antes de salir y levantó su pulgar―. Nos vemos mañana, Masen.

El repiqueteo de los altos tacones de Alice me hizo virar en su lugar y ver su rostro. Ella estaba frente al escritorio cruzada de brazos. Por su mueca sabía que su humor no era el mejor.

― Reconozco esa cara de felicidad ―verbalizó sin rodeos― casi siempre que un hombre sonríe como imbécil es que se está acostando con alguien o porque el hijo que le endosaron no es de él.

Se sentó en el lugar que acababa dejar Emmett cruzando sus piernas y dejando que su falda subiera varios centímetros por sus muslos.

Inspiré.

Alice cuando se lo proponía era molesta.

― No vas a contarme el motivo de tu felicidad ―insistió―, te escucho.

― No tengo porque hablar de mi vida privada en el área de trabajo.

Enarcó una ceja y sonrió fingidamente.

― Este fin de semana viajaremos a Nueva York, ya hice las reservaciones para nosotros tres ―explicó― se trata de un nuevo cantante que contrató nuestros servicios, quiere un vídeoclip algo ostentoso y bastante apantallador, ya sabes, esos nuevos géneros musicales ―hizo una mueca de asco―, así que aparta la fecha. No acepto un no como respuesta.

Exhalé.

Lo que menos quería era separarme de mi chica por un un fin de semana. Sí, solo el hecho de separarnos en la mañana ya me costaba.

Me quedé tan absorto en mis pensamientos, tal vez no era tan mala idea ir, le podría pedir a Isabella Marie que me acompañara.

― Llevaré a mi novia ―pensé en voz alta.

Los ojos de Alice se desorbitaron a tal grado que parecían querer salir de sus cuencas.

― ¿Volviste con Tanya? ―cuestionó intrigada.

Negué.

― Estoy con Isabella Marie.

Se incorporó sobresaltada. Como si en vez de una confesión le hubiese dictado su sentencia de muerte.

Apoyó sus manos en la mesa del escritorio.

― ¿Estás bromeando? ―inquirió con sorna soltando una risa―. Dime que estás bromeando porque de verdad es un mal chiste, pésimo.

― Querías saber la razón de mi felicidad ¿no? Ella es el motivo.

― Dejaste a una maldita mujer posesiva para buscarte otra igual ―me vio fijo―, o peor. Ella no es más que una interesada, ¿es que no te das cuenta?

La puerta se abrió de un portazo.

― ¿Están hablando de mí? ―preguntó retadora Isabella Marie al entrar sin avisar en mi oficina―. A mí me gusta que me digan las cosas a la cara.

Se puso frente a Alice midiendola como posible contendiente, conocía esa fiera mirada, así que debía intervenir por el bien de mi socia.

Me aproximé a Isabella y la abracé por la espalda descansando mis palmas en su pequeño vientre.

― Me alegro que seas puntual ―susurré en su oído.

Le había prestado mi auto para que no tuviese que usar autobús, no me gustaba que anduviera por las calles para ir a su trabajo sabiendo que podía usar mi coche. Pues yo estaba la mayor parte en la oficina y sino Emmett se encargaba de movilizarnos por la ciudad.

― Las reservaciones están hechas ―mencionó Alice mirándome― y debes asistir porque eres el productor. Salimos el viernes por la mañana.

― Bastarda ―murmuró Isabella.

Alice dio media vuelta y salió a toda prisa de la oficina.

Hice girar a mi chica conmigo; llevé su cabello tras de su oreja y apreté su mejilla al notar el mal humor en su rostro. No sonrió, solo me miró con enfado.

― Deja de ser tan enojona ―bromeé― te saldrán arrugas a temprana edad.

― Tu amiga logra sacarme de quicio, es casi o más irritante que Tanya.

― Ignorala ―pedí.

Sonrió llevando sus manos a mis hombros.

Bajé mi rostro y le di un corto beso.

― ¿Te gustaría acompañarme a Nueva York? ―le solté con la ilusión que me diera un sí―. Puedes trabajar desde tu laptop y no intervendré.

Entrecerró sus preciosos ojos cafés.

Ella sabía que terminaría haciéndole el amor aunque estuviese llena de trabajo. Eso había hecho la semana pasada y estaba deseoso por repetirlo de esa misma forma.

― Lo haré, iré contigo solo si aceptas ir conmigo a Seattle. Pronto será el cumpleaños de Esme y no puedo faltar.

― ¿Esme? ―indagué.

― Esme Cullen ―respondió― la encargada del orfanato.

Me paralicé.

Yo no quería volver a mis orígenes, ni a ese pasado que había pretendido olvidar.


¡Hola! En mi ciudad aún es jueves, así que aquí vamos con un nuevo capítulo. Me han preguntado por cuántos capítulos son y no quiero dar un número en específico, sin embargo quiero decirles que la historia no es larga. También me preguntaron por la familia de Edward y les digo que ellos, Bella y Edward son criados en un orfanato. En cambio en unos capítulos ellos contarán un poco de lo que recuerdan de sus vidas y cómo llegaron a ese lugar.

Se nos vienen capítulos un poco tranquilos con nuestros protagonistas.

Espero que el capítulo sea de su agrado.

Agradecimientos especiales a quienes comentaron: Jade HSos, Cassandra Cantu, LittlePieceOfMyMind, cocoa blizzard, Diannita Robles, PaolaValencia, Smedina, Lidia, Vivi19, Adriu, Lily, Dulce Carolina, Jane Bells, Car Cullen Stewart Pattinson, solecitonublado, A LBANIDIA, Marianacs, Isis Janet, Lili Cullen-Swan, Antonella Masen, Santa Ramírez, Pepita GY, Andrea, Torrespera172, Lizdayanna, mrs puff, Patty, rociolujan, magic love ice 123 y comentarios Guest.

¡Gracias totales por leer!