Hermione tenía una sonrisa contenida mientras los miraba a todos a través de la habitación.
Estaban en su apartamento, el que sus padres le consiguieron cuando comenzó a estudiar relaciones públicas e internacionales, y era un muy, muy lindo lugar para vivir.
Ginny estaba recostada encima del pecho de Theo quien le daba pequeños cariños en su cabeza y Ron estaba sentado a su lado, mirando a cada rato a la pareja con ojos asesinos, que hacían reír a Harry. Blaise se encontraba a un costado de Draco, por lo que él y el rubio estaban en dos extremos contrarios de la habitación.
Luego de la pequeña charla que habían tenido, Draco no salió de su habitación hasta que fue el momento de ir hacia el piso de Hermione, y luego, casi ni habló durante el trayecto. El pelinegro realmente no quería pensar que era por lo que le había contado.
Y que estaba dolorosamente ahí ahora.
No en el sentido de que se le notara, o algo. El rubio era demasiado reservado. Si no en que... no sabía cómo actuar a su alrededor, y no quería, realmente no quería pensar nada acerca de las pequeñas miradas que le daba en ese preciso momento, o cómo sus manos se rozaban mientras iban caminando.
—La entrevista fue excelente. Tenemos muy buenas reacciones, comentarios y respuesta. De verdad, hay gente intrigada, y mi teléfono apenas ha parado de sonar en la tarde, de gente a la que antes pedí una oportunidad para ustedes y ahora quieren dársela —habló Hermione, sacándolo de sus pensamientos—. Pero eso no es lo más importante, no. ¿Recuerdan el festival de bandas de el próximo fin de semana? ¿Dónde irán Guns n' Roses?
—Cómo olvidarlo... —suspiró Blaise.
—Les ofrecieron un lugar para tocar el día viernes —dijo ella, soltando la bomba como si no pudiese seguro conteniéndose.
Nadie habló por un momento. Harry parpadeó un par de veces, cómo si no creyera lo que acababa de oír, mientras el resto tenían reacciones similares.
—¿Vamos a tocar en uno de los eventos más importantes de--? —preguntó Ron, atontado.
—¡Sí! —exclamó ella con una sonrisa de oreja a oreja.
—Ok, ahora voy a besarte.
Ron se levantó, tomando a Hermione bruscamente por la barbilla, uniéndose en un beso apasionado, mientras el resto aplaudía. La sonrisa de Harry se amplió de igual manera, celebrando.
Oh mierda. Esto iba a pasar, realmente esto iba a suceder. Era solo el inicio de lo que habían buscado por años.
—Tendremos que ensayar mucho más —dijo casi de inmediato, haciendo que todos se centraran en él—. Tiene que ser perfecto.
—Normalmente me quejaría porquw eres un grano en el culo demandante, pero por primera vez, estoy de acuerdo contigo —Ginny asintió, intercalando su mirada en cada uno de los presentes.
El resto estuvo de acuerdo instantáneamente, y entonces, Draco al parecer, se sintió en la imperiosa necesidad de informar lo que había pasado ayer.
—Tom fue a buscar a Harry ayer en la mañana y casi le rompió la nariz.
Harry se giró hacia él tan rápidamente que casi se rompió el cuello, con el ceño fruncido, sintiendo todas las miradas del resto encima de él, cortando completamente el ambiente.
—¿Y eso a qué viene? —exclamó, pero Draco no le miraba.
—No creo que se detenga ahí. Creo que va a seguir haciendo cosas hasta que nos vea miserables.
Se enfrascaron en una pequeña discusión sobre qué hacer y por qué eso sería verdad, dónde todos lo ignoraban deliberadamente y pretendían que sus quejidos de que "estaba bien" y "no fue nada" no existían, para terminar estando de acuerdo.
Y aunque Harry no quería, era la excusa perfecta para estar enojado con Draco.
Ni siquiera sabía por qué necesitaba estarlo, ni por qué necesitaba establecer una especie de distancia entre ambos, solo que lo hacía.
Lo necesitaba tan desesperadamente.
Ni siquiera fue ese día en el ensayo que lo notó, mientras volvían a casa, sin hablarse, sin estar cerca, y sin que Draco intentara romper la clara tensión entre ambos.
Tampoco lo supo, mientras la semana comenzaba a avanzar, y apenas se hablaban, e iban a las reuniones, y repasaban las canciones, y Harry se perdía en el momento, en la voz de Draco, tocando la guitarra, teniendo miles de ideas e inspiración solo con el sonido de su voz. No. Ni siquiera allí.
Fue un día antes del recital. Se levantó más temprano de lo usual porque sería un día pesado, de afinar los últimos detalles y llenar su necesidad de alcanzar la perfección. Sucedió casi de inmediato, apenas estuvo consciente, ya repasando en su mente qué debía hacer, las cosas que debía programar y a quienes debían llamar, mientras avanzaba por el pasillo para tomar desayuno.
Entonces allí, escuchó a Draco Malfoy reírse. Fuerte y a carcajadas.
Lo había oído antes soltar pequeñas risas, o sonidos ahogados que podrían asemejarse a una, pero nunca lo había escuchado reír libremente. Era un sonido casi tan armonioso como cada vez que cantaba, pintando el ambiente de algo brillante y fresco. Haciendo que todo luciera mucho más vivo, que él se sintiera un poco más vivo también.
Pero eso no fue todo. Cuando se asomó a la cocina, lo vio con la cabeza reclinada hacia atrás, con la garganta expuesta, unas pequeñas arrugas formándose en sus ojos y un pequeño hoyuelo a un costado de su boca. Sujetando su barriga, mientras la persona ajena le miraba también.
Y aunque se veía más joven, aunque nunca le había visto así, y que debería pensar en lo inusual que era, en lo raro de la situación, Harry pensó que ésto era lo más auténtico que le había visto hacer. Lo más real que había sido en un largo tiempo fuera de cada vez que estaba arriba de un escenario.
Cuando por fin su risa cesó, él aún estaba parado en el inicio del pasillo, sus manos aferrados a su pantalón, mientras el rubio le devolvía la mirada, su sonrisa lentamente desapareciendo de los bordes de su boca y el sonido volviéndose mucho más tranquilo hasta que finalmente cesó, dejándolos en nada más que un silencio, que no entendía por qué, parecía diferente. Incluso con una tercera persona presente.
Y allí Harry entendió, que necesitaba poner distancia entre ambos no por la revelación de su sexualidad, ni porque él era solo más imbécil de lo que pensaba. No. Era porque si seguía obteniendo cosas como éstas, si seguía sumergiéndose en la persona que Draco era, con sus datos extraños, sus insultos que realmente no eran dichos con maldad, sus secretos, su elegancia y su pasión por la música, a Harry le daba miedo que los bordes se desdibujaran en algún punto. De qué, no tenía idea, y no sabía si quería descubrirlo.
Porque Draco era una persona tan fácil de--para perderse. Y él sabía que no podía acostumbrarse a eso, que no podía acostumbrarse a hacerlo reír, y a tenerlo cerca, ni a su amistad; porque se iría. Todos se iban en algún punto, y la ley del universo es que nada dura para siempre. Así eran las cosas, por mucho que le gustaría creer que no. Por mucho que los libros, las novelas y las canciones a las que tanto se aferraba hablaran de otra cosa.
Las cosas se mueven, la gente se va, las etapas terminan, las personas mueren y la vida sigue. Siempre sigue. Y el permitirse acostumbrarse a Draco era el elegir conscientemente el ignorar ese hecho.
Se aclaró la garganta, dirigiéndose al taburete a un lado del extraño, que le estaba dando una mirada sospechosa.
—Harry Potter —le ofreció la mano cortésmente.
—Gregory Goyle —dijo, tomándola.
Esto pareció hacer que Draco volviera de su ensimismamiento, sacudiendo la cabeza y apuntando a Goyle con la barbilla.
—Potter, te presento a Gregory. Amigos desde el colegio. No es un completo idiota y por eso sigo aguantándolo.
El hombre rodó los ojos, comiendo de lo que sea que Draco había preparado para ambos. Era macizo, pero él no diría que realmente gordo. No era musculoso tampoco, era...grande, y fuerte, y lucía cómo si lo fastidiabas te podría dar un golpe que te llevaría hasta la luna, pero no parecía ser realmente amenazante. No allí, al menos, sonriendo hacia el rubio y tomando té en una pequeña taza del set que Harry poseía.
—Gregory, te presento a Harry Potter. Mi compañero de banda y de piso. Lo aguanto porque...no me queda opción.
Fue su turno de rodar los ojos, sentándose en el banco a un lado del hombre y elevando una ceja.
—¿Puedes servirme desayuno, cariño?
Draco puso los ojos en blanco y dándole el dedo medio, pero aún así volteándose para sacar otra taza, y poniendo un plato para servirle.
—Así que...¿estás en la banda también? ¿Qué haces? —preguntó Goyle, limpiando un poco de comida que cayó en uno de sus dedos con la lengua. Encantador.
—Toco la guitarra, nada más. También un poco de piano, pero realmente no he encontrado la forma de incorporarlo a una de las canciones —respondió, dándole una sonrisa amable.
—Hmmm. Draco igual solía tocar el piano en la escuela. También el violín —comentó, brevemente—. La verdad, espero que nunca lo incluyan. He escuchado suficiente piano para una vida. No se callaba nunca, nunca, por el amor de Dios.
Harry sonrió más amplio ante eso, recibiendo el plato de comida de parte del ojigris, que tenía una expresión de falsa molestia en su cara.
Resultó que el desayuno fue cómodo, y divertido, y casi pudo olvidar que se suponía que estaba evitando a Draco. Aunque ya no podía recordar por qué, mientras pedazos de comida se quedaban en el borde de su boca y hacía comentarios sarcásticos acerca de Goyle o Harry. Y Gregory le contaba sobre su vida, que estaba estudiando leyes, cómo se conoció con el rubio, todos los años juntos, para luego pasar a despedirse, desearle un buen día a ambos, y susurrar en el oído del pelinegro mientras se despedían que por favor cuidara de él.
Cuando el silencio entre ambos volvió a caer, Harry se agitó el cabello, viendo cómo Draco empezaba a retirar las cosas de la encimera.
—Deja ahí, yo lavo —le dijo.
Draco lo miró brevemente, encogiéndose de hombros.
—No pensaba hacerlo tampoco —y el bastardo era tan, tan hostil que tuvo que reír. Porque así funcionaban. Porque Harry no podía molestarse con él.
—Eres un maldito bastardo, ¿lo sabías? —terminó expresando sus pensamientos en voz alta.
—Oh, lo tengo claro.
El moreno suspiró, entrando a la cocina para comenzar su deber, mientras Draco salía de ella pasando a su lado, dejando el olor a perfume de hombre y un leve aroma a menta.
—Él me recuerda a alguien, Goyle. Uhm...lo conocí hace unos años atrás. Un amigo de Blaise. Lo reemplazó.
Pudo percibir por la esquina del ojo cómo el rubio se tensaba, dirigiéndose fuera de su vista.
—Crabbe.
Harry asintió, reconociendo el nombre, pero sin intentos de voltearse para comprobar que Draco haya visto el gesto.
—Ese mismo. Tienen la misma, ¿energía? No lo sé. Pero Goyle es mucho más... simpático.
—Crabbe es un imbécil —dijo él tajantemente.
—Bueno. Sí. No quería decirlo yo, pero actuó como un jodido idiota, ordenando a todo el mundo de allá para acá y al final terminando el día cayendo encima de la batería de Blaise, por haber estado bebiendo.
Draco soltó una pequeña risa sin humor, que hizo que los pelos se le pusieran de punta. Era un ruido claro, tal como con el que había despertado, pero a la vez tan diferente.
—Suena algo como lo que él haría.
Harry estaba enjuagando algunos platos, dejándolos a un lado del lavabo, mientras asentía un poco.
—¿Lo conociste?
El rubio soltó un sonoro suspiro.
—¿Que si lo conocí? —bufó—. Éramos inseparables, nosotros tres. Lo fuimos por años; al menos hasta el último. Allí fue donde me acerqué más a Blaise, porque compartíamos los mismos intereses. Pero antes de eso, siempre fuimos Crabbe, Goyle y yo.
Él no estaba seguro si le correspondía preguntar. Pero, a la mierda, lo haría igual, porque siempre había sido curioso.
—¿Qué pasó?
Draco no respondió inmediatamente, y Harry pensó que quizás había cruzado una línea, que no le correspondía preguntar ese tipo de cosas. No después de apenas poco más de dos meses conociéndose, no luego de que ni siquiera habían hablado propiamente desde hace días. Esperaba que Draco lo mandara a la mierda, que le dijera que no se tenían tanta confianza, o que le gritara que no era uno de sus putos asuntos. Porque al fin y al cabo, no lo era.
Pero el chico solo suspiró, antes de volver a hablar.
—No sé si Blaise alguna vez te ha hablado de...nuestra escuela. Pero era difícil hacer algo sin que el resto del mundo supiera. No existía la privacidad, y todos hablaban mierda de todos —dijo él tranquilamente. Demasiado tranquilamente quizás—. Ciertos rumores empezaron a surgir, sobre mí y--sobre mí —hizo una pequeña pausa. Harry aún no se daba vuelta a enfrentarlo—. Y bueno, algunas cosas eran verdad, otras mentira, pero los Goyle y los Crabbe siempre fueron grandes amigos de los Malfoy, por lo que Lucius y los padres de mis mejores amigos, eran cercanos también; así que ellos terminaron sabiendo cómo eran las cosas realmente —el moreno no comentó nada sobre Draco hablando de su padre por su nombre, pero sí se giró hacia él, pausado, cómo si tuviese miedo de qué encontrar. No había nada fuera de lo común. Nada salvo esa cara en blanco. Esa máscara que Harry había aprendido a reconocer—. Goyle sí se mostró extraño al respecto en un principio, y ambos se alejaron de mí. Supuse que era normal. Pero Crabbe no se lo tomó muy bien; empezó a ser partícipe activo de esos rumores, y a tratar de hacerme daño intencionalmente. Supongo que jamás sabré por qué. Pero fue uno de mis peores años. Cuando yo intenté-- —volvió a interrumpirse, y el ojiverde buscó meticulosamente algún indicio de emoción en su expresión. No la había—. Cuando pasó algo importante, Goyle volvió a hablarme, y cortó todo lazo con Crabbe. Fue algo fuerte, la verdad. No he sabido de él desde el colegio, y espero que así siga.
Un pequeño sentimiento de ira empezó a formarse en su interior, fluyendo por sus venas y calentando su estómago al pensamiento de uno de los amigos de Draco. Uno de sus amigos; alguien que tuvo la oportunidad de conocerle, de verle por años y que decidió darle la espalda. ¿Por qué? ¿Por qué era gay? No es como si a Draco fuese a gustarle Crabbe en todo caso, no es como si jodidamente importara.
—Así que realmente se merecía que le haya roto la nariz cuando lo conocí —se decidió por decir, porque era lo mejor. Porque así funcionaban.
El rubio sonrió, echando su pelo hacia un lado y jugando con su aro, mientras asentía.
—Quizás incluso debiste haberlo golpeado más fuerte.
—Oh, espera hasta la próxima vez que lo vea.
Y Draco volvió a reír levemente, haciéndole sonreír y se sentía tan fácil entre ellos hablar de esas cosas. Sin necesidad de lástima, ni sentimentalismo, ni silencios o contestaciones incómodas.
El ojigris giró sobre sus talones, encaminándose hacia el cuarto, y Harry no pudo hacer más que seguirle con la mirada.
—No si lo golpeo yo primero —canturreó—. Te espero listo en quince. Si no lo estás, me voy sin ti.
Lo hizo rodar los ojos.
—Imbécil.
Se sentía tan extrañamente familiar la adrenalina de antes de una presentación.
Y no debería. No, porque no llevaban haciendo esto realmente por mucho tiempo. Pero el ruido del público desde atrás del escenario; las miradas dudosas de sus compañeros; las vestimentas más negras y poco comunes que podrían haber pensado; todo...todo era tan familiar.
Harry les echó un vistazo a cada uno, y vio que Draco parecía a punto de vomitar, incluso bajo todo ese rubor que Ginny le había puesto. Se acercó, posando una mano en su hombro.
—¿Estás bien?
Draco lo miró bajo sus espesas pestañas rubias, sus ojos profundos y bañados en tinta brillante de color plata. Respirando pesadamente.
—¿Qué clase de pregunta es esa, Potter?
Ah, ahí volvía su hostilidad. Harry ya ni siquiera sabía cuando el rubio iba a responderle suave, o cuando le iba a espetar algo que a cualquier otra persona lo haría mandarlo a la mierda. Pero él no era cualquier persona, y estaba acostumbrado a tratar con imbéciles bordes.
—Te ves como la mierda —contestó en su lugar—. ¿Quieres una bolsa?
El chico lo miró fulminantemente, los bordes de su boca formando una mueca.
—Gracias por inyectarme confianza y ánimo antes de una presentación diciéndome que luzco como la mierda, Potter. Una estrategia brillante de tu parte, ahora me siento mucho mejor.
Harry rodó los ojos, volteando sobre su eje para ver si había algún cesto cerca.
—No tú, gigante idiota —le dijo sin mirarlo—. Tú luces excelente. Todo te queda bien, lo tienes claro. No, lo que pasa es que tienes cara que me vas a vomitarme los zapatos en cualquier momento--¡hey! —detuvo a una chica del staff, que iba apresurada hacia un lado— ¿Tienes una bolsa que puedas darme?
La castaña asintió, sacando una bolsa de nylon desde su bolsillo y entregándosela con una desordenada sonrisa.
—Gracias —le dijo, mientras ella se iba—. Ahora...
Se calló, porque cuando se giró a mirar a Draco, él estaba totalmente derecho, observándolo indescifrablemente. Un poco de curiosidad, quizás, mientras sus ojos recorrían todo su rostro.
—¿Qué? —preguntó Harry, confundido.
El rubio estaba a punto de hablar, pero Ron tocó su hombro, y el pelinegro pudo ver en su cara que no estaba mejor que Draco.
—Ten —le tendió el saco—, en caso de que la necesites.
El rubio entrecerró los ojos, pero recibió la bolsa sin ninguna palabra, con sus dedos rozándose en un tacto que si hubiese sido otra persona, quizás habría resultado personal.
Porque no era personal, ¿verdad?
No pudo pensarlo mucho, porque antes de que se diera cuenta, estaba sentando a Ron en el suelo, ayudándolo a controlar su respiración y calmándolo. A solo cinco minutos de salir.
Cuando ya estaban encima del escenario, antes de que las luces se encendieran, y el murmullo de la gente se convirtiera en ruido, Harry se permitió saborear el momento. Guardarlo en su memoria. Porque dentro de él sabía, que allí iniciaba todo. Que desde ese día en adelante, las cosas iban a cambiar. Sus sueños se harían realidad; todo lo que siempre buscó lo conseguiría. Lo sabía, bien dentro en sus entrañas; era un presentimiento. ¿Y cuándo sus presentimientos no tenían razón?
Así que, cuando Ginny le sonrió a la distancia, Theo se preparó con su guitarra acústica, Ron se acomodó el pelo, con su bajo colgando, Blaise giró las baquetas en el aire del puro nerviosismo y Draco se paró frente al micrófono, se permitió imprimir ese día en su cabeza, como el momento en el que todo se definió. La moneda que había girado por años finalmente había caído de su lado, y los dados ya no eran azar.
Y el recital fue genial.
No había nada muy distinto a la otra vez. Nada, salvo que ahora no solo eran cientos, si no que miles. No todos coreando, pero ciertamente disfrutando del show. La música, el retumbar de los parlantes entrando en sus venas y quedándose allí, mientras iban canción por canción, desde las más alocadas, a la tranquilas y luego a las tristes, y nuevamente a las que destilaban rabia. Era sencillo. Se sentía sencillo.
Draco, cómo siempre, se robaba la atención de las personas, caminando sobre el escenario como si le perteneciera. Cómo si su único propósito en la vida hubiese sido nacer para cantar. Tocando manos, bailando, acercándose a ellos en la instrumental. Honestamente, Harry pensaba, que la gente podría pagar solo para verlo a él, sin importarle una mierda la música o los demás.
Él lo haría.
Ésta vez, fue él el primero al que se le acercó, y no se lo esperaba, no se lo esperaba en lo absoluto. Sus dos espaldas presionadas, mientras el rubio se mecía como un gato tras él. No era nada fuera de lo común, pero sí, desde otra perspectiva, debía ser cautivante. Siguió con los demás; siempre algo más cauto con Ron y Theo, pero abiertamente confiado con Blaise y Ginny, con quién casi compartía el micrófono a un centímetro de su boca. Era--ni siquiera tenía palabras.
Y entonces, luego de un tiempo, Draco volvió a él. Harry no lo estaba esperando, pero ciertamente era mejor de lo que pensaba. Imitó la posición de la presentación dónde lo conoció, posándose tras él, pasando el micrófono por su cuello y su cabeza apoyada en su hombro. Pero no quedó allí.
No, porque Harry, con la energía, la comodidad y un poco de agotamiento, se inclinó hacia atrás, apoyando su nuca también en su hombro, cosa de que su mejilla raspaba el cuello ajeno y la oreja del rubio estaba a centímetros de su boca. Draco no se quedó atrás, ante esto y en vez de sorprenderse o paralizarse por no esperarlo, pasó su otro brazo, el que caía libre a un costado de su delgado cuerpo, encima del pecho del ojiverde, apretándolo casi en un abrazo, y Harry se mantenía tocando la guitarra, cantando en voz baja las palabras que Draco decía en el micrófono.
Y se sentía bien. Más allá de bien. Se sentía como estar flotando. Mejor que la marihuana, o el éxtasis o cualquier maldita droga que existiera. Y quería quedarse allí por siempre.
La gente alentaba, los gritos volviéndose ensordecedores y la felicidad subiendo por su pecho.
La presentación terminó, con el público pidiendo más. Era el mejor regalo que Harry pudo haber esperado.
Y aunque siempre celebraban esto con un buen polvo, cuando Blaise sugirió ir al club, ninguno pudo negarse.
Harry no sabía cuánto había bebido ni a cuántas mujeres había besado para el momento en el que Ron le sugirió que se fuesen a fumar un porro, a lo que no dudó en aceptar, viendo cómo Blaise ya estaba con la nariz enterrada en coca junto a Theo, Ginny los alentaba, y Hermione negaba pero una pequeña sonrisa se posaba en sus labios. Draco tomando la cabeza de Zabini y apretándola contra la mesa, un trago en su mano y gritos saliendo de sus labios. Harry tampoco sabía cuánto había tomado él.
Propiamente drogado en su sistema, regresó a la pista de baile. Él no bailaba. Definitivamente no. Pero era un buen lugar para hablar y liarse con chicas lindas que podrían guiarlo a moverse decentemente, con la cara enterrada en su cuello y el sudor impregnado en sus fosas nasales.
Las luces parecían girar mucho más lento, y la música se sentía lejana, sin poder enfocarse realmente en nada, estirando la cabeza hacia atrás y dejando que las sensaciones se apoderaran de él. Quizás, con un poco de suerte, terminaría al final de la noche con una mujer en su cama.
O eso pensaba él.
Porque entre su mareo, y la poca claridad de las cosas, echando el cuello hacia atrás, pudo ver cómo en la salida hacia la azotea, Draco abría la puerta, y sin saber cuánto rato después, un hombre le seguía a afuera.
Harry ni siquiera lo pensó, porque, francamente, ¿alguna vez Draco cuidaba de sí mismo? Podían hacerle algo, tal como la última vez. Así que se separó de la chica con la que bailaba de inmediato, buscando con la mirada a sus amigos que tampoco parecían estar por ningún lado y saliendo hacia afuera también.
El frío aire lo recibió, golpeando su rostro y sintiendo la brisa de Londres mil veces más fuerte sobre su piel comparado a como lo haría sobrio, paseando su mirada por el lugar. Nada. No había nada.
Rodeó la pequeña caseta, viendo la ciudad seguir viva y el barandal totalmente vacío, cuando un pequeño ruido lo alertó.
Se escondió en la pared, por si había una amenaza, y cuando asomó sus ojos, su respiración quedó atrapada en su pecho, y pequeñas descargas eléctricas lo recorrieron de pies a cabeza frente a lo que vio.
Porque Draco estaba siendo besado. Pero no por cualquier persona, no, si no por el hombre que lo había acompañado hasta allá arriba. Estaba siendo besado ferozmente, mientras él se refregaba encima de su pantalón y hacía pequeños ruidos de placer, su mano viajando hasta el cabello ajeno y apretándolo con fuerza.
Y Harry tenía que dejar de mirar. Tenía que dar media vuelta e irse, dejarlos solos y tranquilos, porque ¿qué estaba haciendo él allí? Pero no podía. Sus pies no respondían a sus órdenes y Dios, ahora Draco se había separado, mientras apoyaba su frente con la del hombre, sin cortar el contacto visual, con su boca hinchada por los besos y sus manos ingresando bajo su camisa, llegando hasta su pantalón y sin previo aviso, metiéndola abajo de la tela cubriendo la erección ajena, tomando el miembro del moreno y haciendo que echara la cabeza hacia atrás, murmurando un montón de palabras inteligibles mientras el rubio trabajaba en su erección con una lascivia que debía ser ilegal.
Sintió su cara arder, y su corazón acelerarse a un nivel que no debía ser humano, su respiración completamente agitada, viendo la fiereza con la que Draco besaba, susurrando en el oído ajeno y lamiéndose los labios con lujuria mientras el hombre soltaba gemidos y suspiros, comenzando a desabotonar los pantalones del rubio. Tenía que dejar de mirar. Tenía que irse.
Con mucho esfuerzo, apoyó su cabeza en la pared, dejando la escena finalmente atrás de él y tratando de calmarse. De entender qué había visto y por qué estaba así.
Tropezó un poco mientras volvía de dónde salió, abriendo rápidamente la puerta e ingresando al club, con su música fuerte y sus luces cegadoras. Cómo si nada hubiera pasado. Cómo si no acabase de quedar en shock hacía unos segundos; bajando la escalera cómo si pudiese seguir disfrutando de la fiesta.
Tenía que irse. Irse lejos. Volver a su piso y dormir. Eso necesitaba. Dormir.
Ni siquiera se despidió de nadie, salió a la calle, sintiendo el mismo frío que en la azotea y deteniendo un taxi a la distancia, reviviendo una y otra vez la imagen de lo que acababa de presenciar, por mucho que quería quitársela de la mente.
Se sentó finalmente en el auto, agitando su cabeza y tratando de pensar con claridad. Claridad que le hacía falta debido a la droga, el alcohol y la pesada noche que estaba dejando atrás. Se reclinó en el asiento, mirando por la ventana y acomodando sus pantalones que de pronto parecían apretar más qué--
Apretados. Bajó la mirada, encontrando su propia erección allí, dura y marcada en la tela. Y no tenía tiempo de pensar en ello, no. Porque seguramente la tenía desde antes de ver a Draco. Seguramente estaba allí cuando bailó con alguna de las chicas de la noche, y no se iba debido al porro que había fumado.
¿Verdad? Eso tenía que ser. No podía ser nada más.
Genial. Ahora estaba entrando en pánico, podía reconocerlo. El mundo se hacía más pequeño y los pensamientos obsesivos estaban allí, en el fondo de todo el caos de su cabeza.
Pero si te hubiese disgustado, no la tendrías más dura de lo que la has tenido en semanas.
¿Por qué te quedaste a ver? ¿Por qué no te fuiste? ¿Querías mirar lo que pasaba? ¿Te hubiese gustado ver cómo Draco se derramaba? ¿Los ruidos que haría?
¿Realmente puedes echarle la culpa a tu estado de todo?
Luego de pasarle el cambio al chófer y subir torpemente hasta su apartamento, se apoyó en la puerta con la cabeza a punto de explotar, e ignorando su erección aún sin ser calmada dentro de sus pantalones. No iba a hacer esto. No esa noche.
Se fue a dormir con la intención de olvidar. De pensar en cualquier otra cosa, de rememorar su día y no pensar en Draco. Funcionó.
Hasta que cabellos rubios, suspiros ahogados y tactos certeros e inapropiados inundaron sus sueños.
Harry apenas podía mirar a Draco a la cara al día siguiente. Ni los días venideros. Ni las semanas después.
No es como si al rubio pareciera molestarle ese hecho tampoco, simplemente no comentaba nada. Bueno, nada excepto el primer día.
—¿Por qué no me esperaste ayer, Potter? —le había dicho, una vez que Harry había decidido que la hora del desayuno para el rubio había pasado y podía estar seguro que no se lo toparía allí.
A veces se le olvidaba que vivían en un apartamento, no en una casa, y que no podía evitarlo por siempre.
—No me sentía bien —mintió él, o medio mintió. Daba igual—. No quería arruinarle la fiesta a nadie —agregó sin mirarle a los ojos.
Draco había plantado ambas manos encima de la encimera de repente al escucharlo, y cerca. Demasiado cerca. Y Harry quería salir corriendo.
—Mira, Potter —empezó casi en un susurro—, desde que te dije lo que era, te has portado rarísimo. Justo después, de que me hayas dicho que te daba igual. Estaba bien contigo rechazándome. Es para lo que estoy preparado. Pero no seas un jodido hipócrita diciéndome que no te importa y luego evitándome cada día como si no fuese más que la mugre de tus zapatos. Si te molesta tanto, mejor dilo ahora y estoy más que gustoso de irme.
Ese es el puto problema, quería gritarle, que no me molesta. Que la idea me hace sentir cosas muy diferentes a la molestia.
Pero Harry solo se había encogido en su lugar, sin encontrar sus ojos aún.
—No me molesta —le aseguró con voz estrangulada—. No sé qué me pasa las últimas semanas. Pero no tiene que ver contigo. Realmente no tiene nada que ver contigo.
Mentiroso.
Draco se enderezó en su lugar, y para cuando Harry pudo finalmente mirarlo a la cara, encontró allí una mueca que no decía nada más que que lo estaba estudiando. Pero daba igual, porque para el pelinegro, lo único que veía allí en sus facciones anguladas y malditamente elegantes era la mueca de placer que había visto ayer por la noche, los labios hinchados y rojos, y la frente arrugada. Tuvo que volver a apartar la vista.
Pero al parecer, Draco terminó creyéndole.
Las semanas pasaron y sostenían pequeñas platicas, más que nada durante los ensayos y cuando Harry tenía problemas para componer. Aún así, no podía verle bien a la cara, ni estar cerca de él sin que los eventos de esa noche salieran a la luz. Trataba de ignorarlo lo máximo posible.
La idea de Draco fue presentada al resto y todos estuvieron de acuerdo con que hacer un álbum sobre una historia era una buena idea. Que debían trazar primero qué querían transmitir, cuál sería la historia en sí y cómo llegarían hasta allí. Por lo que últimamente solo se reunían para hablar de eso.
Ron y Hermione habían mejorado en su relación. Bastante, la verdad, según lo que él le contaba. Compartían mucho tiempo juntos, y Molly con Arthur la amaban. Era genial, y Harry estaba feliz por ellos.
Harry también los visitó algunos días, dónde Molly le había hecho su comida favorita y el pelinegro se sentó a la mesa solo con ellos dos. Arthur hablándole sobre cosas del ministerio que él no comprendía muy bien, pero que escuchaba atentamente y manteniendo conversaciones agradables con ambos, cómo siempre preguntándole cuándo volvería a tener otra novia.
George y Fred le habían llamado hace unos días, solo para contarles que cada vez iban mejor con los arreglos de la tienda y que su 'perdedor hermano' les había dicho que Harry había estado preguntando por ellos, así que querían dejarle en claro que estaban bien, que prontamente se verían. El pelinegro estaba feliz por eso, aunque nunca lo admitiría.
Blaise no había variado mucho su comportamiento. Bueno, nunca lo hacía. Con ese aire despreocupado que tenía sobre la la vida. Y Harry hubiera creído que no le pasaba nada, no al menos hasta que escuchó a Draco hablar con él por el teléfono, aparentemente preocupado por un tema con los señores Zabini. Esperaba que estuviese bien a pesar de eso.
De Ginny y Theo no sabía mucho, pero si de algo servía las pequeñas muecas de Ron cada que preguntaba del tema, o la forma en la que un día parecían recién casados y otro ni siquiera se dedicaban una mirada, Harry podía decir que "intenso" era una buena palabra para describirlo.
Y así pasó un mes, dónde sus vidas siguieron. Entrevistas en la radio, más tocatas en distintos escenarios, comentarios en el blog y su popularidad subiendo, cuando notó que no había llevado otra chica a la casa. No desde el día que Draco había entrado a su vida definitivamente.
Trató de decirse que era por las condiciones de las que habían hablado el día que se mudó allí. Pero no era del todo cierto. No, porque habían más opciones, y él ni siquiera las había contemplado. Quizás eso era lo que le hacía falta.
La posibilidad llegó a él un día miércoles por la tarde. Draco estaba aún en la Universidad y él había estado todo el día trabajando en una de las canciones para el álbum, una en la que el rubio ayudó la tarde anterior. Cuando el timbre de su piso sonó, haciendo eco por todas las paredes.
Harry frunció el ceño, levantándose de su lugar y posando encima de su cuerpo un suéter. Su apartamento nunca estaba frío; la calefacción siempre estaba encendida, pero eso no quería decir que afuera no estuviese helado.
Miró antes de abrir, porque ya había aprendido la lección y--Ginny. ¿Qué hacía allí?
Aún con el ceño fruncido, sujetó el picaporte para darle la bienvenida, y preguntar que qué rayos sucedía, pero no pudo, porque apenas la puerta estuvo tocando la pared, la pelirroja envolvió los brazos en su cuello y se abalanzó sobre sus labios.
Harry abrió los ojos desmesuradamente tras sus lentes y trató de alejarse, pero ella lo sostenía fuerte contra sí, sin dejarlo pensar. Su mente repitiendo una y otra vez, quémierdaquémierdaquémierda mientras la chica cerraba la puerta con su pie.
Comenzaron a caminar con las bocas pegadas, y Dios, hacía demasiado tiempo que no sentía el sabor de sus labios. Años. Y resultaba tan cercano, tan facil.
Y a la vez tan incorrecto.
Se encontró deseando más delicadeza en su forma y olor a menta, se encontró deseando pequeños ruidos de disfrute, una mandíbula más marcada dónde colocar su mano y una garganta mucho, mucho más afilada.
Se separó.
—Ginny, ¿qué...? —empezó a preguntar, pero ella lo empujó hacia el sillón, sacándose los zapatos y haciéndolos a un lado, las finas cortinas de cabello cayendo frente a su rostro.
—Shh. No es necesario hablar —respondió ella, sentándose a horcajadas encima de él.
—¿Pensé que estabas con Theo...? —preguntó, mientras la chica comenzaba a repartir besos en el lugar donde su oreja y su mandíbula se juntaban con el cuello.
—No quiero hablar de él —lo cortó, siguiendo con su recorrido—. No quiero hablar. Quiero olvidar, Harry. ¿Me puedes ayudar a olvidar?
Ella volvió su rostro hasta querer arrebatar otro beso, pero él la detuvo a medio camino, echándose hacia atrás y mirándola con el ceño fruncido.
—Gin, no hagas nada de lo que te puedas arrepentir. Déjame--
—Oh, por el amor de Dios. Terminé con él. Estoy aquí. Y quiero tener sexo contigo, Harry —lo interrumpió con una ceja alzada—. ¿Desde cuándo te importa una mierda el motivo? ¿Qué clase de idiota eres?
Abrió la boca un par de veces, intentando articular una frase para rebatir. Para detener esto. Lo que sea que fuera. Pero no la encontró. No había ninguna excusa lo suficientemente buena para negarse, porque sí. ¿Qué clase de idiota se negaría?
La pelirroja sonrió lascivamente, sacando su camiseta en un solo movimiento y aunque Harry apreció su cuerpo, no pudo evitar pensar que a ese gesto le faltaba algo. Le faltaba, le faltaba...
No lo sabía. Y no podía pensarlo mucho, porque nuevamente aquellos suaves labios estaban encima de los suyos, moviéndose desesperadamente en busca de algo que él no sabía si podía darle, mientras ella se movía encima de su miembro que aún no estaba cerca de ser una erección, pero quizás esto era lo que necesitaba.
Quizás esto era lo que necesitaba para olvidarse de Draco. Quizás después de tanto tiempo, lo que necesitaba era algo de sexo para poder entrar en razón, para dejar atrás su extrañeza respecto al tema, para no volver a recordar--
El hilo de sus pensamientos se vio interrumpido con el sonido de un portazo y un bolso cayendo en la cerámica, haciéndolos separarse de golpe y viendo cómo Draco los observaba en medio de su sala de estar con los ojos extremadamente abiertos.
Ginny se levantó, buscando su camiseta y murmurando un par de "mierdas" solo para que él lo escuchara y Draco no se había movido. Harry se aclaró la garganta, entendiendo que esto estaba faltando a las reglas de su acuerdo.
—Draco... —intentó, y eso pareció despertarlo de su trance, porque sus ojos grises normalmente fríos y distantes estuvieron encima de su rostro en un segundo.
Lo miraban con ira; su cara contorsionada con enojo, y sus puños apretados a sus costados. Levantó el dedo hasta a él, apuntándolo, pero ninguna palabra escapando de sus labios temblorosos.
—Draco--
—Cállate —siseó—. Cállate la puta boca, Potter —repitió, dando un paso hacia atrás—. Tienes un jodido teléfono. Úsalo.
Y sin darle oportunidad de responder, de procesar qué demonios acababa de pasar, la puerta sonó de nuevo, retumbando en las paredes del piso y haciéndolo caer en cuenta de que sea cual sea la razón de la condición que le había puesto Draco, era mala. Y él la había cagado en mayúsculas.
—Mierda.
