«Aunque no llueva,

me quedare a tu lado».

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—Seguiré esperando, Sakura, cuando estés lista.

Sakura abrió la boca por tercera vez en más de la mitad de la sesión, pero de nuevo, ningún sonido salió. Su garganta, que había estado perfectamente bien toda la mañana, se convirtió en un gran nudo apenas cruzo el umbral de la clínica. Como si su cuerpo supiera inconscientemente que reacciones tener, volvió a cerrase como una caja fuerte mientras miraba el bonito panorama en la ventana tras la mujer.

No podría hablar otra vez.

—Solo llevamos un par de sesiones, tómatelo con calma— continuó la mujer delante de ella, se ajusto las gafas y echó una mirada rápida al reloj de su muñeca—No tengo prisas y siempre puedes volver.

Ella no lo decía, probablemente ni siquiera estuviera al tanto de que lo hacía, pero míraba demasiado el reloj durante su tiempo juntas. Era entendible, considerando que Sakura apenas emitía un par de líneas, pero muy en lo profundo, notaba esos cambios sutiles en la paciencia de la mujer.

Un tiempo atrás, Sakura también miraría su reloj un par de veces extra cuando algún paciente difícil le hacía perder el tiempo. Ella no quería hacer perder el tiempo de nadie. Era esa la razón por la que había insistido tanto en la oficina de Asuntos Kunoichis para cambiar la localización y el tipo de citas con su psicóloga.

Tres condiciones atentas que fueron escuchadas: Tenía que ser mujer, tenía que ser civil, y tenía que tener gran disponibilidad de tiempo, tanto diurno como nocturno.

Todas ellas perfectamente explicadas y justificadas:

En primer lugar, nunca obligarian a una víctima de abuso sexual a permanecer en una habitación con un hombre.

Segundo, un civil —y el distrito civil en general— estaba lo suficiente alejado de este tipo de situaciones como para que no le trataran como un asunto cotidiano, o se pasarán por las espaldas el asunto de la confidencialidad médico-paciente.

Y, en tercer lugar, la disponibilidad de tiempo que podría colocarla en más de un aprieto, Sakura no sabría si necesitaría un buen oyente para una crisis en plena madrugada. Así como tampoco sabía que sencillamente, no querría hablar.

—Pero—y su psicóloga siempre tenía un pero—, no puedes irte sin decir una palabra, por lo menos para el informe de protocolo.

La mujer civil bajó la vista, absorta nuevamente en la libretilla en la que había estado garabateando toda la hora. Entre las sesiones anteriores, la pelirosa había descubierto la increíble capacidad que debía tener esa mujer para anotar cosas incluso cuando no las decían, mientras menos palabras hubiese pronunciado la Kunoichi, aquella mujer aparentemente siempre encontraría más que escribir. Sin mirarla, sin quejarse del repentino silencio, solo el agradable sonido del bolígrafo desplazándose en papel.

Sakura maldecia levemente el hecho de que por haber sido graduada durante la guerra, se había saltado una interesante rotación por psiquiatría y probablemente sabría qué tanto podía caber en una libre sobre un paciente que no decía nada.

—¿Quiere que diga algo en específico, Nishimiya-san?

La mujer detuvo sus notas, las gafas se deslizaron hasta la punta de su nariz dónde una pequeña cicatriz marcaba su piel morena.

—¿Tu quieres decir algo en específico? —Sakura negó. Cómo le diría que realmente no quería decir nada—. No creo que estés comprendiendo la verdadera razón de estás sesiones.

La chica se mordió el interior de la mejilla, pero no respondió. Por más que le pareciera un comentario sacado de lugar, Sakura no sentía ganas de replicar, solo quería salir de ahí lo antes posible.

—No quiero que digas las cosas que yo quiero o que los demás esperan que digas—pareció colocar un punto en su libreta—. Tu debes decir lo que te plazca decir, incluso si eso es solo sobre el clima o si incluso es algo que ofende a la aldea ¿Comprendes? En estás sesiones tu solo debes hablar de lo que quieras hablar.

La pelirosa sabía la verdadera razón tras estás sesiones —y no eran esas—, pero no le dejaría saber que estaba consciente de ello.

Suspiró. Más allá de su incapacidad de pronunciar nuevamente palabras con extraños, estaba la vida rutinaria e insana que venía llevando. Se percató entonces, que no podría decirle a su psicóloga que pasa horas mirando un punto específico en la pared, o que había colocado trampas mortales por todo el apartamento solo para poder sentirse un tanto segura en unas cuatro o cinco horas de sueño.

Algunas cosas tenían que seguir sucediendo.

Nishimiya-san la miró de reojo, casi sin detener sus trazos, y como si supiera lo que pasaba por su cabeza, su letra se apresuró más en las notas.

Se suponía que tener un terapeuta civil evitaría pasar por un par de presiones no muy claras que sucedían en el mundo Shinobi.

La culpa sin sentido que tenía la Kunoichi le atormentaba en cada minuto de sus sesiones. No quería hacerle perder el tiempo a ningún ninja, sumado a eso, otra razón de peso era que los civiles —incluso los médicos— solían saber hasta dónde presionar a un ninja, eso le daría la pequeña libertad para escaparse de tener que dar detalles absurdos y dolorosos. Nishimiya-san aparentemente era fantástica en su trabajo, pero algo en su mirada decía que ella esperaba el momento adecuado para hundir el dedo en la yaga, justo lo que buscaba evitar.

—Kakashi sensei vino ayer—se apresuró a decir sin tener una clara idea del rumbo que seguiría.

Nishimiya san detuvo sus garabatos por un segundo y le dio una rápida mirada de reojo. Lo suficientemente rápido para lograr lo que quería sin que su paciente lo notará, pero Sakura lo notó sin mucho esfuerzo: Quería saber si estaba mintiendo.

—No sabía que aún mantenias contacto con tu sensei. Cuéntame un poco más.

Sakura se mordió ligeramente el labio y escogió cuidadosamente las palabras que podrían rellenar el vacío de tiempo.

Hablar de Kakashi nunca había sido complicado, lo difícil era pensar en él. La pelirosa podía llenar un amplio margen de tiempo hablando de las "anti-virtudes" del copy nin, destruir la versión del héroe que todos los civiles tenían implantada en la cabeza nunca fue algo complicado, pero hablar de su sensei inevitablemente la llevaba a pensar en él. Su su mente trabajaba en automático —como siempre hacia— terminaba por ponerla en situaciones aún más incómodas de ser posible.

¿Era razonable que no quisiera hablar y de pronto se encontrará mencionándolo a él? No lo era, y sin embargo las palabras habían salido más naturales que todo lo que había dicho en sesiones anteriores.

Esperaba que Nishimiya san no hubiese notado eso.

—A veces lo veo por ahí. También lo vi hace un par de semanas cerca de la academia.

La mujer paso por algo preguntar sobre su estancia en la academia, en cambio continuó:

—¿No te importa pasar tiempo con él?

La aguja del reloj de pared pareció empezar a moverse más lento.

—No pasamos mucho tiempo. Solo intercambiamos un par de palabras.

—Eso no responde mi pregunta—un par de taches en la pagina— ¿Puedes pasar tiempo con él?

Sakura pensó ¿Podía?

Kakashi le había visto en plena crisis y tuvo la amabilidad de quedarse con ella en todo momento y sin embargo, eso no significaba que Sakura pudiese o quisiese quedarse con él.

—A veces, puedo—respondió sinceramente—. A veces no quiero.

—¿Y por qué dices que puedes? ¿Qué tiene él de diferente?

Ella misma se había hecho esa pregunta la noche anterior, la respuesta le parecía insulsa y simple, poco digna de una explicación y probablemente eso era lo que le perturbaba más, que ahora, en estas nuevas alturas de su vida, Sakura necesitaba explicaciones. Darle respuestas a las situaciones de su vida era parte del control que quería mantener, y la presencia de Kakashi significaba desorden.

—Porque es Kakashi sensei —respondió, y por primera vez en un rato, su voz sonó tal cual la pensó.

Nishimiya san la miró momentánea y desvió la mirada rápidamente a la libreta. El tic tac del reloj volvió a llenar el silencio entre ambas y entonces, la pelirosa decidió que era la hora de partir.

Se puso de pie tranquilamente, probando estirar un poco sus piernas y sin decir una palabra, se dirigió hacia la puerta.

La voz de la mujer la detuvo con la mano en el picaporte: —¿Y por qué no quieres?

Eso lo supo desde el momento que lo vio de pie tras su ventana.

—Porque él me mira. Kakashi sensei me mira de verdad.

—¿No quieres que te mire?

Ningún ninja quería ser visto, parte del protocolo del que nadie habla, un Shinobi siempre debía permanecer en las sombras. Luego de un par de años entendió que el problema con eso no radicaba en estrategias y discreción, era algo más cercano a la privacidad de su propio ser. Si alguien miraba mucho, tarde o temprano, los pecados de su alma empezarían a ser visibles.

—Nos vemos la semana que viene, Nishimiya san.

Estaba nublado cuando salió a la calle. El distrito civil lograba conservar una buena vida social por las tardes, algo que ella, residente de un barrio ninja, siempre envidiaría. Los civiles eran felices a su modo, podían salir a la calle con la confianza de que alguien velaría por ellos, se mantenían en sus casas y dormían tranquilos, tenían la seguridad de que siempre llegarían a dormir con sus familias.

¿Y ellos? La mayoría de los ninja sabía que probablemente no vivirían hasta los treinta años. Madura rápido, vive fuerte, muere digno. ¡Patrañas! Nadie hablaba de la muerte en vida como la que ella pasaba, nadie mencionaba a los cientos de niños huérfanos que quedaban tras un nuevo conflicto armado, nadie te decía que sus cuerpos eran nada más que herramientas al servicio de su país. La vida ninja era una mierda, pero la vida civil era vivir en la ignorancia.

Luego de caminar un rato, Sakura se detuvo en la encrucijada del centro y la calle que llevaba para su barrio. El dilema que debía enfrentar diariamente volvió a ella como un balde de agua fría. A lo lejos la Torre Hokage se alzaba imponente y por segundos, la chica se imaginaba caminando hasta allá y poniendo su renuncia en la caja de solicitud pendientes. Cada vez —y era muy frecuente— que la tristeza arañaba su corazón, se imaginaba una y otra vez haciendo lo mismo, como si eso podría poner un alto al sufrimiento diario, al miedo que la consumía cada noche mientras pensaba si alguna vez tendría que pasar por lo mismo.

Se tocó el bolsillo, pesado con la culpa de una renuncia que siempre cargaba encima y decidió dar una caminata hacia la torre hokage. Con cada paso, su muslo rozaba contra el papel que guardaba entre su ropa y Sakura volvía a convencerse de lo correcto.

Para esa hora, la edificación estaba casi vacía y los trabajadores en sus puestos administrativos hicieron caso omiso a la presencia de la pelirosa. Sakura subió las escaleras con calma y deliberadamente evitó el pasillo que llevaba a la oficina de Tsunade conocedora de lo que diría. Su maestra, estoica como era, se había convertido de la noche a laañana en un personaje para evitar. En algunas noches de insomnio, la pelirosa llegó a preguntarse si la adversion que sentía hacia la Senju era más de la vergüenza que le daba mirarla.

Es rencor, es culpa, pena, llegando a esa conclusión, el hilo de pensamientos murió ahí y desde entonces se dedicó a esquivarla en cualquier esquina donde se la topara. Sabía que Tsunade no la extrañaría, bien podría oir de bocas de otros los nuevos errores de Sakura, pero más allá del remordimiento que se colaba a sus pensamientos al imaginar a su maestra, estaba la incapacidad de darle respuestas a lo que Tsunade pedía.

Sakura fue enviada a una misión con todas las esperanzas del mundo y regresó con un nuevo fracaso para la aldea, algunas relaciones internacionales tensas y un nuevo número para la estadística.

¿Podría ser más patética? Una pregunta retórica, le recordó su mente, ella siempre podía caer más bajo.

—¡Sakura-chan! —Shizune le llamó desde la otra esquina.

La mano de la ojiverde quedó congelada a punto de depositar su carta en la caja de solicitudes.

—¿Por qué andas por ahí como un fantasma? Si necesitas alguna solicitud puedes venir a mi rápidamente.

Sakura inspiró discretamente y preparó su mejor sonrisa por lo que los músculos de su rostro tiraron de sus labios en un movimiento sumamente brusco. Mientras Shizune se acercaba a ella, la chica deslizó nuevamente la renuncia en el bolsillo de su ropa.

—Tengo un tiempo sin verte—protestó la morocha—. En el hospital se te extraña mucho.

La asistente del Hokage poso delicadamente su mano en el hombro de la menor, un gesto de fraternidad que ambas solían compartir, ese ese apretón seguido de una sonrisa cómplice le decían a Sakura que Shizune siempre la respaldaba. En cambio, bajo nuevas circunstancias, Shizune desvió lentamente la mirada hacia el lado y solo uno de los lados de su boca se alzó. La lastima que brotaba en un simple gesto no era algo con lo que Sakura podía seguir adelante.

—Ha pasado un rato—salió de sus labios rosados y se sacudió ligeramente la mano—. No veo la hora de volver.

¿Por qué estoy mintiendo?

—Tomate tu tiempo, Sakura chan. La aldea te esperará.

¿Acaso había una mentira tras su lastima?

La boca le sabía amarga, repentinamente amarga ante el pensamiento, y Sakura solo atinó a morderse con fuerza la lengua y asentir como un perro fiel mientras sentía la cadena posarse en su cuello nuevamente.

—Entonces ¿Qué necesitabas?

Sakura miró por encima del hombro de Shizune, el sonido de los tacones de la mandamás empezaba a hacer eco contra la madera pulida del pasillo.

Se obligó a tomar otra inspiración y respondió lo más pasiva que pudo: —Nada, nada urgente—apretó la carta contra su muslo—. Te veré por ahí, Shizune san.

Se dió la vuelta lo más rápido que pudo y empezó a retroceder sus pasos por el pasillo. Apenas escuchó a la pelinegra despedirse y luego, tan bajo como pudo, la voz de Tsunade llegando cautelosa: " —Qué hacia Sakura aquí?"

Apunto de salir del edificio, aligeró el paso y se detuvo a retomar el aliento contra uno de los pilares del lobby. Escuchaba atentamente sus oídos empezar a zumbar con las voces que tanto le atormentaban, solo para repetir la frase que acababa por joderle la visita.

"La aldea te esperará"

La misma aldea que le había enviado como una res al matadero, la misma aldea que le estaba dando la espalda poco a poco, la misma aldea que se refería a sus soldados como otras herramientas.

Golpeó la pared con su puño una y otra vez hasta que escucho un pequeño crujido.

Fuera del edificio de Tsunade, descubrió a Kakashi de pie junto a la entrada, su alta figura encorvada contra la pared estaba bañada por los rayos de la tarde. Sakura se detuvo a un par de metros, no completamente dispuesta a enfrentarlo, mucho menos ahora que el poco empoderamiento que sintió el día anterior escurria de ella tan rápido como había llegado.

—¡Yo!—saludó a lo lejos, su único ojo vago un punto por encima de la cabeza de la chica —Te he estado buscando.

Tu puedes, Sakura, solo debes estar calmada...

—Sensei, pensé que no lo veria hoy—dijo que estuvo frente a él, forzó una nueva sonrisa en los labios que estaba segura que su sensei no se comería.

Kakashi se llevó una mano a la nuca repentinamente incómodo frente a ella, y la chica se cuestionó si su presencia le molestaba tanto como para obligarse a verla.

—Si bueno, tuve que ayudar a una ancianita a primeras horas de la mañana.

—Te esperé.

—Lo sé. ¿Quieres ir a cenar?

—Sensei yo…

Sakura se mordió el labio. Kakashi sabía perfectamente lo que ocurría, no habría otra explicación para que se forzase a querer estar con ella y eso terminaba por frustarla más. Su estómago se removía inquieto mientras ella no llegara a casa a intentar recuperar lo poco que pudiese de su rutina.

—No, Kakashi sensei-

—O simplemente puedo acompañarte a dar una vuelta por ahi… No me pidas que me vaya.

Sus palabras, casi en susurro se clavaron en el pecho de la pelirosa. Indistinguibles como debían ser, Sakura imaginaba un tic tac de reloj como sonido de fondo en cada uno de sus pensamientos. Ella solo tenía que decir una palabra: Vete. Solo cuatro letras tan fáciles para todos pero que con el hombre delante de si, se convertían en un bloque de hormigón atascado en su garganta.

Asintió rigidamente y sin palabras entre ellos, emprendieron una pasiva caminata lejos de la torre.

La Kunoichi, concentrada en algún punto del camino delante de si, evitó hacer contacto con Kakashi de algún modo esperando que él entendiera el acuerdo silencioso entre ellos, una distancia prudente separaba sus cuerpos, aún cuando se encontraron en un animado cruce del centro mientras el distrito cobraba su acostumbrada vida nocturna. Sakura miró como los puestos de comida empezaban a ser iluminados listos para aperturar.

—¿Segura no quieres comer?

¿Desde cuándo es tan insistente? Se preguntó, evitando cruzar miradas aún cuando sabía que él tenía sus ojos en ella.

—Si—su respuesta escueta debía marcar el inicio y fin de una conversación, sin embargo, se encontró a si misma esperando una respuesta de vuelta.

Y como si Kakashi pudiese leer sus pensamientos, llegó: —No tienes que comer conmigo, quiero decir, puedo quedarme contigo un rato y luego puedes ir a comer en la comodidad de tu hogar. Solo quiero saber que estarás bien.

Su respiración se interrumpió por unos segundos.

—Lo voy a estar—respondió con menos fuerza de la que pretendía fingir.

De vez en cuando, su máscara volvía a caer de imprevisto.

Un par de niños pasaron corriendo y Sakura no perdió de vista al cuerpo de Kakashi moverse discretamente como si esperará sostener en sus brazos al primero de los infantes que cayera al suelo. Luego de eso no dijo nada más y retomó la distancia prudente de su cuerpo.

Cuando llegaron hasta los complejos de apartamentos, ya había anochecido por completo y mentalmente Sakura agradeció a Kakashi por el paseo silente entre ambos, pero antes de que pudiese darse la vuelta y retirarse, Kakashi le detuvo con una mirada. Atenta y cálida, no había lastima en ella, una palabra no dicha floto entre ambos como un "Quédate".

Sakura se estremeció ante lo bien que podía entenderlo aún sin que ambos se hubieran dicho una palabra. La idea de que todas las almas rotas podían podían comprenderse entre ellos le causó casi tanto miedo como tener que verlo a la cara.

—Hoy he recuperado el cadáver de una joven—dijo tan bajo que Sakura creyó que lo imaginaba.

Ella aspiro el aire frío por la boca.

—Lo siento —pudo responder aunque fue consciente de que Kakashi no estaba exigiendo que dijera algo a cambio.

—Ella estaba en problemas, no buscó ayuda, aunque probablemente no hubiese querido que nadie lo supiera, qué se yo. Solo sé que empeoramos las cosas y ahora ella es otra estadística en los archivos alguien.

—¿A qué te refieres, Kakashi sensei?

Las piernas le temblaban y no era por el frío, pero ya era tarde para correr, porque la mirada de Kakashi la retenía ahí como una niña a punto de recibir un sermón.

O una gran lección.

—No quiero que te conviertas en una estadística, en un nombre en la piedra.

Cómo arte de magia, el cruce de miradas repentinamente dejó de ser doloroso y Sakura más allá de sentir que miraba a su maestro, se sintió al lado de un camarada más.

¿Por qué estás tan dañado como yo, Kakashi?

—¿Qué te hace pensar que no he buscado ayuda?

—Porque no has venido a mi, Sakura—respondió con la voz quebrada en algo que ella no pudo identificar—. Porque quieres que me vaya. ¿Y sabes qué? No voy a ir a ninguna parte.

Sakura podía escuchar sus propios latidos y los que debían ser de Kakashi, tan cerca de su cuerpo que su presencia no incomodó, que podía imaginarse en sus brazos como la niña asustada que era. Y con toda sus fuerzas deseó volver a esos años. Descubrió entonces que extrañaba a su sensei tanto como se extrañaba a si misma. Porque Kakashi no solo era desorden en su nueva rutina, él representaba todo lo que una vez fue, desde la niña llorona hasta la adolescente tosca en la que se convirtió... La verdadera vergüenza estaba ahí, presentarse ante él como un decrépito esbozo de una kunoichi, los retazos de quien alguna vez fue Sakura Haruno. Y aún así, consciente de todo eso, Kakashi reclamaba su lugar al quedarse.

—Sensei, tu no... Por favor...

Él tenía aún menos virtudes que ella.

Kakashi era un vago, probablemente la persona más desinteresada que alguna vez llegaría a conocer, tenía poco sentido de la responsabilidad y parecía incapaz de tener habilidades sociales reales. Pero nunca abandonaría a sus camaradas, aún si ella misma se lo rogase de rodillas.

Alguna mueca dolorosa empezó a tirar de la comisura de sus labios pálidos, y luego de tanto tiempo, se sintió ajeno y desconocido para su rostro. Sakura no sabía si eso era el inicio de una sonrisa o un llanto.

Ella dio un paso más hacia él, solo para inhalar su aroma familiar a bosque.

—Kakashi—negándose a mirarlo, tiro de borde de su blusa—¿Qué ves cuando me miras?

Tras él, el viento arrastraba las hojas bajo uno de los faroles de la calle. Sakura se concentro en eso solo para evitar su mirada.

—¿A qué te refieres? —la mano de Kakashi se movió imperceptiblemente, queriendo tocarla y deteniendo el movimiento a punto de ser ejecutado.

El solo pensar en eso mantuvo a Sakura serena.

—Como suena, ¿Qué ves cuando me miras?

—Te veo a ti, Sakura, veo cuánto has crecido.

Sin previo aviso, Sakura sintió las lágrimas amenazar con derramarse, porque desde lo que ocurrió, Kakashi venia haciendo todo lo que ella ha estado envitando. Él la habia mirado cuando ella habia querido fundirse en el olvido, la habia visitado solo para ver su cara, la habia tratado de tocar solo para obligarla a mirarlo y quiso quedarse aún sabiendo que ella quiera decirle que se fuera.

—¿El sharingan puede ver más que un jutsu, verdad? —tragó el nudo de su garganta—. ¿Puede ver mi alma?

—Sakura, no-

—Si es asi... No me mires, Kakashi sensei. Mi alma está muy sucia, así que por favor, no me mires, me siento muy sucia.

Su cuerpo empezó a temblar en un intento en vano de contener el llanto, ahuyentando a los otros residentes, a los transeúntes de la calle, su estoica fachada volviendo a quebrarse con él, y sin embargo, no se fue. Como sabía que sucedería, como esperaba que sucediera, el peliplata se había quedado allí con ella aún cuando no sabía que hacer.

Sakura dio un paso atrás, apretando los puños a sus costados. La impotencia de no saber controlarse, de sentirse fuera de si, mezclada con el asco que se tenía a si misma, precipitándose en su vida era más de lo que su débil cuerpo podía soportar.

—Te veo a ti, Sakura, luchando con todas tus fuerzas contra algo más grande que tú.

—Ya no soy la Sakura que tú conocías, yo ya no-

—Sakura, escúchame bien, tu siempre vas a ser Sakura, y si tengo que buscar el modo de demostrártelo, lo voy a hacer— y colocó su mano en la cabellera rosada sin retirarla aún cuando ella se estremeció bajo su tacto—. Me quiero a quedar y quiero mirarte, quiero mirar lo mucho que has crecido. Voy a luchar a tu lado contra lo que sea que estés pasando.

Las palabras calaron hondo en algún lugar de su pecho.

—¿Aun cuando estoy muy rota? ¿Cuando ni siquiera pude hacer lo correcto?

Él claramente no tenía idea de lo que ella hablaba, pero Sakura necesitaba una aprobación, dentro de su ser, en un lugar dedicado a revivir sus decisiones una y otra vez, Sakura quería escuchar que no lo hizo tan mal.

—No sé que haya pasado, no lo sabré hasta que tú quieras contarmelo. Pero tú, Sakura Haruno, eres un ser de Titanio, indestructible.

Su mano se movió en su cabello como una delicada caricia y Sakura aún intentando calmar su cuerpo, aspiró el aroma de su perfume nuevamente.

Entonces —con su único ojo perdido en algo más allá de la mujer—él continuó:

—Lo correcto, no existe. Existe el deber, la moral, el egoísmo y el amor propio. Y nadie te puede decir que hacer con todos ellos.

Esa noche, Sakura creyó ver una luz entre tanta oscuridad.

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Después de meses, aquí está la actualización. Planeaba dejarla para después porque ya estoy a punto de terminar el semestre y escribir consume mucho tiempo, ¡Pero bah! Ustedes necesitaban leerla tanto como yo escribirla.

Muchas gracias por todos los comentarios, me hacen extremadamente feliz.

Críticas sobre la trama, errores de ortografía o redacción, algo que opinar, etc, estaré encantada de leerlo.

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