●Dia 07: Boda

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Inuyasha seguía a Kagome, caminando dos pasos detrás de ella, pues la joven sacerdotisa tenía ambas manos en su cintura generando que entre ellos haya cierta distancia obligatoria. Y aunque le molestaba y le había sugerido a su mujer que él podía cargarla, ella no se había dejado.

Terca como siempre.

Esa mañana, al despertar, Kagome había sentido cierta perturbación en el ambiente, por lo que había sugerido a Inuyasha que se acercaran al Goshinboku, pues, tenía la leve sospecha que esas energías extrañas provenían de ese lugar.

Por eso, ahora estaban ahí, a pasos de ese árbol que los unió por primera vez, ese árbol que conecta las eras de ambos, que fue testigo de tantos momentos y del amor que ambos se profetizaban, no por nada, la boda de ambos había sido a los pies de ese árbol.

Inuyasha sonrió alzando la comisura derecha recordando aquel momento, lo emocionada que ella se veía por su sugerencia del árbol para que así pudiera sentir a su familia más cerca. Sus ojos llenos de lágrimas, sus mejillas sonrojadas y sus votos para con él.

Recordaba cada detalle de su boda con fuerza, sobre todo en estos últimos días.

«Estoy aquí por ti, porque nuestros corazones se llamaban a través de los corredores del tiempo sin poder soportar la distancia y por el dolor de aquel tiempo, te juro en este momento, que siempre estaré contigo, que nunca más permitiré que te sientas solo»

Y él se había quedado sin palabras. Se había sentido atravesado por las palabras que Kagome había preocupado, que solo había podido responder con un

«Yo tampoco permitiré que te sientas sola» y aunque hubiera querido decirle más, aquello no había sido posible, hasta esa noche donde ambos dieron rienda suelta a todos sus deseos más primitivos.

Nunca había imaginado que Kagome pudiera enloquecerlo de esa forma.

Ahí, teniéndola entre sus brazos, acurrucada, buscando el calor de su cuerpo pudo finalmente soltarle esos votos que no había podido decir horas antes.

«Gracias por haber cruzado las barreras del tiempo por mí, realmente me esforzaré en que haya valido la pena, cada segundo que decidiste pasar conmigo»

Y aunque la mujer de cabellos oscuros parecía dormida, la sintió apegarse más a él embozando una leve sonrisa.

Ambos se sentían tan invencibles aquella noche… y ahora…

—¡Jaken! —la voz de Kagome lo sacó de sus pensamientos, haciendo que adelantara los pasos para tomar de la ropa al asistente de Sesshoumaru.

—¿Qué haces aquí? —gruñó, que estuviera ahí, no pintaba nada bien. Olfateó al aire, pero no había olor a Sesshoumaru en el ambiente.

—Suéltame, hanyou —protestó, moviendo su pequeño cuerpo en busca de soltarse. Kagome puso su mano en el hombro derecho de Inuyasha para que lo soltara. Haciendo que el diminuto demonio se cruzara de brazos, indignado por el trato.

—Jaken —dijo en voz baja Kagome, para llamar su atención— ¿Las niñas están bien? ¿Rin?

Ante la mención de Rin, Jaken dio un respingo antes de volver la mirada a la sacerdotisa.

—Las niñas están bien, pero… Rin… —suspiró.

—¡Todo es culpa de Sesshoumaru! —protestó Inuyasha, haciendo chocar sus puños— Ese bastardo solo ha traído desgracias.

—Cómo que tú no, ¿no? —reclamó Jaken, apuntando con su bastón el vientre de Kagome—. ¡Tú también has creado un problema aquí!

—¿Qué dices?

—Ustedes iniciaron el caos —Jaken desvió la mirada hacia el árbol—. Rompieron las barreras de las eras y ahora tendrán un hijo cuya existencia no debería existir.

—¡Quién te crees! —iba a volver a agarrarlo, pero esta vez del cuello, pero Kagome volvió a detenerlo.

—¿Por qué dices eso? —preguntó Kagome, acariciando su abultado vientre—. ¿Qué tiene que ver nuestra hija?

—Ella no pertenecerá al pasado, ni a nuestro presente, mucho menos al futuro —explicó afirmando con su bastón sus palabras—. Además, es una mezcla de seres que nunca debieron juntarse. Si ya era una deshonra que demonios se involucraran con humanos. ¡Un Hanyou con una sacerdotisa! ¡No será aceptado jamás! Y como es la única en su especie, Kirinmaru no dudara en ir contra ambos. Tú y tu hija están condenados por el simple hecho de ser, seres que nunca debieron existir.

Kagome tuvo que hacer un exceso de fuerza para tomar del brazo de Inuyasha antes de que perdiera el control y matara al sirviente de su medio hermano.

—Inuyasha —susurró, tratando de calmarlo—, regresemos a casa, no me siento bien…

Con esas palabras, Inuyasha volvió en sí, aspiró profundamente antes de volver su mirada a ella y sonreírle, dándole una pequeña caricia en su mejilla donde una lágrima había hecho su recorrido.

—Vamos a casa…

—El árbol está perturbado —dijo Kagome a Jaken antes de empezar el camino de regreso—. Es peligroso, sea lo que sea que oculten ahí… deben cuidarlo.

Sorprendido porque Kagome supiera lo que ocultaba, los dejó marchar sin decir nada más.

Inuyasha observaba las estrellas con las manos ocultas en la manga de su haori. A unos metros de él, Kagome conversaba con Koga, y aunque podía escuchar con claridad todo lo que ambos hablaban, había decidido dejarlos solos para no explotar por lo que Kagome había decidido.

Se sentía tan impotente, tan inútil que tenía ganas de usar su luna infernal y mandar todos al mismísimo infierno. Estaba agotado mentalmente, pero sabía que ella tenía un peso aún mayor porque era quien cargaba a su hija en el vientre.

No pudo evitar gruñir cuando vio a Koga colocar sus asquerosas manos en el vientre de Kagome y decirle algo que la hizo reír. ¡Claro que iba a ser tan hermosa como ella! ¡Kagome era la madre de esa niña!

Ese idiota de Koga.

Cuando terminaron los planes, Koga solo afirmó con la cabeza antes de perderse con agilidad entre las sombras de la noche. Fue ahí, cuando Inuyasha se acercó, para sentarse junto a ella.

—Supongo que no debo contarte lo que decidimos —preguntó poniendo sus ojos en blanco al notar el aura molesta que rodeaba a su marido.

—No, escuché todo —respondió, apoyando sus manos sobre el vientre de Kagome— ¿Estás segura?

—Lo estoy —contestó, colocando las manos sobre las de Inuyasha, aspiró profundamente antes de continuar—. Si queremos enfrentarlos, debemos poner a salvo a nuestra hija, no podemos dejarla en la aldea, sería peligroso para todos, sobre todo para los hijos de Sango y Miroku.

Inuyasha no dijo nada, pero ella sabía interpretar su silencio.

Moroha, el nombre que eligieron para su hija, llegó una noche lluviosa de luna nueva, donde Kagome tuvo un desborde de poder espiritual tan grande, que, si Inuyasha no estuviera en su forma humana, no podría haberse acercado y ayudado a su mujer a dar a luz. Soportando las descargas de energía, no soltó en ningún segundo su mano, mientras ella usaba todas sus fuerzas para traer a su primogénita al mundo.

En cuanto escucharon un emitente llanto seguido por las felicitaciones de Kaede, Kagome se dejó caer sobre su espalda mientras Inuyasha tomaba una tela blanca para secarle el sudor de la frente.

—Todo está bien, lo has hecho perfectamente —susurró el de cabellos oscuros con una sonrisa, que su esposa regresó con el mismo ánimo pese a lo cansada que se sentía.

—Aquí está —dijo Kaede acercándosela a Inuyasha que extendió sus brazos hacia ella—. La pequeña Moroha ha nacido, sin ningún problema.

—Mírala —dijo con la voz entrecortada Inuyasha, acercándosela al rostro de Kagome, la joven madre aspiró profundamente, sintiendo que su cuerpo poco a poco recuperaba su fortaleza, con si su propio poder la fuera sanando del parto.

—Mi pequeña Moroha —susurró, dándole un beso en la frente—. Lo siento tanto…

—¿Aun piensan ocultar su nacimiento? —Inuyasha fijo sus ojos oscuros en su bebé, para luego, apegándosela debajo de la barbilla, como si buscara grabarse su aroma y su calidez.

—No queda otra opción —respondió Kagome, sintiendo que sus ojos se llenaban de lágrimas—. Queremos disfrutar de nuestra hija, lo más que podamos.

Ambos sabían que el día había llegado.

Habían recibido un mensaje anónimo avisándole de que hoy era el día donde Kirinmaru iría por ellos, con Sesshoumaru.

Inuyasha estaba sumamente furioso por la presencia de su hermano con el villano que quería destruir a su familia, pero Kagome lo había tranquilizado de alguna forma.

—Rin está en el árbol —le confesó, mientras acunaba a Moroha contra su pecho, mirando las estrellas titilantes en el firmamento—, estoy segura que Kirinmaru la tiene encerrada en el árbol de las eras, por eso es que Sesshoumaru tiene que colaborar con él.

—Pero…

—Si realmente quisieran eliminarnos, ¿para que Jaken mandaría ese anónimo? —preguntó, haciendo que Inuyasha soltara un suspiro para llevar sus manos a su cabeza y alborotarse el cabello con rabia— Inuyasha…

—Kagome… —susurró, sentándose a su espalda para rodearla con sus brazos y piernas, y así mantenerla abrigada contra su torso.

—Conozco la caligrafía de Jaken, sin duda, fue él el que nos advirtió de que hoy vendrán por nosotros…

—¿Y qué haremos? —consultó resignado.

—Proteger y resguardar a Moroha —respondió casi de forma automática— y… —se apoyó contra el hombro de Inuyasha cerrando los ojos— como lo prometimos el día de nuestra boda… estar juntos hasta la muerte.

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Y como Yashahime no nos ha dado más material, supongo que lo terminaré aquí, hasta que sepamos más.

¡Muchas gracias a todos los que apoyaron este proyecto!

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¡Cariños!

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Aquatic~

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25 de Abril 2021