Los personajes no me pertenecen, le pertenecen a Stephenie Meyer. La historia es de mi invención, agradeceré no publicar ilegalmente en otro lugar.
Historia fuerte, si no te gusta este tipo de historias, pasa a la que sigue.
Gracias RakelLuvre por la edición y corrección del capítulo.
Corazón Oscuro
Capítulo 6
Planes
En cuanto llegamos a casa, prácticamente salió huyendo a su habitación, frustrándome a más no poder; nada estaba saliendo como pretendía, y por un momento me pregunté qué había hecho mal. Pasé una mala noche, tuve que serenarme varias veces a consecuencia de mi fantasiosa mente y cada vez que trataba de dormir, me llegaba el recuerdo de sus labios; lo que le causó estragos a cierta parte de mi anatomía.
Salí de mi habitación pensando en ir a revisar unos pendientes en mi despacho; no obstante, la voz de Isabella detuvo mi marcha y terminé frente a su puerta. La escuché quejarse, así que, me acerqué más hasta que mi oreja tocó la madera.
Un sollozo se escuchó tan angustiado que me hizo abrir la puerta para asegurarme de que estuviera bien. Mi sorpresa fue mayor al encontrarla dormida sobre su cama. Me aproximé despacio, no queriendo despertarla y al llegar a su lado me percaté que seguía llorando abrazada a la almohada. Ella volvió a murmurar palabras inentendibles, por lo cual, me vi tentado a acariciar su rostro para tratar de calmarla. Pero, no estaba muy seguro de que fuera lo ideal. Di media vuelta y me marché de su habitación cerrando la puerta suavemente detrás de mí. Regresé a la mía, ya no teniendo razones para continuar despierto.
La mañana llegó muy rápido o mejor dicho: el alba. Me levanté sintiéndome todavía cansado; me cambié con un poco de prisa, bajé las escaleras hasta la puerta de la entrada, abrí el portón para salir e inmediatamente lo cerré. Caminé a las caballerizas detrás de la casa, subí a uno de mis caballos y emprendí la marcha.
Mi visita a la hacienda de Aro Vulturi me garantizó la adquisición de tres esclavas; no demoró mucho en que acordáramos un buen precio que nos conviniera a ambos. Las tres mujeres me serían entregadas el día de mañana, después de ser aseadas y preparadas. Al regresar a casa, durante nuestro almuerzo tuve que pedirle a Isabella que no preparara la comida y en cuanto le dije esto, volvió a huir de mí vista, como la noche anterior, una parte de mi lo agradeció, pero aun ansiaba su compañía tan desesperadamente.
A petición de una no muy amable nota de Esme, la cual recibí ese mismo día; asistí a comer con ella. Con seguridad recibiría un par de llamadas de atención, ante la ausencia de la madre de Isabella en la fiesta de compromiso. Estaba preparado para ello con una auténtica y real excusa, puesto que la pareja Dywer se encontraba fuera del pueblo por el momento.
Tan pronto como la comida fue servida, Esme despidió a la servidumbre. Mi plato continuaba intacto frente a mí.
—¿No piensas comer nada? —preguntó Esme, sin levantar la mirada de su plato.
—Esme, solo dime para qué me citaste, no tenemos por qué alargar esto sí no es estrictamente indispensable.
Observé a Carlisle detener su cuchara a medio camino y bajarla despacio, esta misma acción fue imitada por Esme.
Un largo suspiro salió de sus labios, y levantó su mirada. —Su madre no estuvo en el anuncio del compromiso, espero que sea la última vez que no se le incluye.
—Ella salió del pueblo, puedes comprobarlo por ti misma, no es que yo no la quisiera presente.
Esme frunció la boca, miró a Carlisle por un instante antes de regresar su mirada hacia mí.
—Sí, lo sé, entonces entiendo que no habrá problema con que ella esté presente en la boda.
—En efecto, no habrá problema con que ella nos acompañe a la boda de su hija. Como sabes, se celebrará en una semana, y agradeceré que le puedas ayudar a Isabella con los preparativos, puedes llevar contigo a Alice e incluso a Rosalie.
—Claro, mañana mismo empezaremos con ellos.
Tomé los cubiertos y comencé a comer, dando así finalizada la plática. La comida terminó y de inmediato me despedí para poder regresar a casa; al llegar prácticamente me quedé en mi despacho hasta la hora de la cena, donde le volví a pedir a Isabella que me acompañara. Noté que apenas y tocó el contenido de su plato, lo que por supuesto me molestó, pero me contuve de decir algo, no quería que su vaga actitud se viera más afectada y repercutiera el día de mañana, durante la visita de Esme para revisar los preparativos de la boda.
La noche llegó, para mi mala fortuna no fue tan pacífica, por lo que mi mal humor lo terminó pagando Isabella ante la falta de entusiasmo por nuestra boda. Le hice saber que debía comportarse como era debido, acorde a su condición de mujer comprometida y ansiosa por sus próximas nupcias. La mañana la pasé ocupado revisando las cuentas a vencer, después de la comida anticipada partí nuevamente hacia la hacienda de Aro Vulturi, para recoger a las tres nuevas sirvientas de la casa.
Durante el trayecto de regreso les expliqué las condiciones bajo las cuales deberían trabajar; además les hice saber que Isabella también podría modificar sus funciones, al estar próxima a convertirse en la señora de la casa. Las advertencias ante cualquier desobediencia no se hicieron esperar; más valdría que de una vez supieran que las consecuencias de sus actos indebidos, tendrían severas repercusiones.
—Espero que entiendan, que cualquier desavenencia por su parte será castigada severamente, —las tres mujeres me miraron con amplios ojos, y las vi encogerse ante la amenaza—. El portón de la casa siempre permanecerá cerrado, y espero que nunca intenten abrirlo sin mi expreso consentimiento, si llegaran a desafiar esta orden el precio a pagar será su vida.
El jadeo que emitieron fue suficiente para hacerme saber que mis reglas serian obedecidas al pie de la letra, tal cual debiera ser.
Al momento de llegar, hice las presentaciones y el recorrido por todas las habitaciones de la propiedad. Informé a Isabella, que ya no era su responsabilidad cocinar o efectuar cualquier otra actividad que no fuese preocuparse por la boda. No pude evitar aproximarme a ella para decirle cuan hermosa era, su sola presencia cada día y minuto me seguía tentando y poniendo a prueba.
—Tan hermosa y pronto serás solo mía. —Con esas palabras, la acerqué a mí para besarla como había querido hacerlo desde la fiesta de compromiso; al momento de posar mis labios sobre la suavidad de los suyos, una extraña sensación me recorrió haciéndome desearla. Con toda la fuerza que fui capaz de acumular, me alejé lentamente de ella, por más que mi deseo me dominara, no la haría mi mujer… aún.
La voz de una de las sirvientas interrumpió el momento, indicándonos que la cena ya se encontraba dispuesta.
—Bajamos en unos minutos. —Contesté, enfadado por la interrupción a tan bello instante.
Al llegar al comedor ayudé a Isabella a sentarse a mi lado, como perfecto caballero, recorrí la silla para ella. La cena pasó bastante rápido, casi en un abrir y cerrar de ojos. Les indiqué a las sirvientas que por esta noche dormirían en una de las habitaciones, pero que el día de mañana deberían preparar las habitaciones del servicio, que se ubican en una de las esquinas de la propiedad.
Caminando por el pasillo rumbo a mi habitación, me di la vuelta justo a tiempo para observar a Isabella a punto de ingresar a la suya; casi de manera instintiva la detuve, su nombre salió de mis labios sin que siquiera me diera cuenta. Me incliné sobre ella con la intención de besarla, pero una de las sirvientas nos miraba desde el interior, por lo que resistí el impulso de besarla—. Descansa, mañana vendrán Alice y Esme, nuevamente para terminar de afinar los detalles de la Boda. —Me aproximé y deposité un beso en su frente antes de alejarme de su tentadora figura.
Me desvié hacia mi despacho para preparar unos cuantos documentos que llevaría a la oficina mañana; uno de mis deudores por fin había logrado liquidar su deuda, lo que por ende, lo libró de ser embargado y terminar en la cárcel. Mañana devolvería las escrituras de su casa. Dejé todo listo y me fui a mi habitación para conseguir dormir, aunque fuera un poco.
Con los primeros rayos del sol me puse inmediatamente en pie, me vestí y bajé, para asegurarme que mis indicaciones se hubiesen seguido al pie de la letra. En la cocina encontré a las tres mujeres moviéndose de un lado para el otro, enseguida extrañé a Isabella; pero ahora como mi prometida, ya no debía encargarse de esos menesteres. Debía dedicarse a sí misma y dar órdenes al personal. Esperaba que después de la boda y principalmente de nuestra noche de bodas pudiera llenar su vientre con nuestro primer hijo.
—Tú —llamé a la joven que estaba más cerca de mí.
—Mi señor, —respondió e inclinó la cabeza frente a mí.
—Sube y ayuda a Isabella a prepararse. En adelante, quiero que una de ustedes siempre la ayude a alistarse —las tres asintieron—. Les recuerdo también deberán obedecerla en todo lo relacionado con el orden y limpieza de la casa.
La mujer asintió y salió enseguida, me giré hacia las mujeres que quedaron en la cocina. Quería dejarles en claro las reglas de mi casa.
—Tal como hablé ayer, solo quiero recordarles, que siempre deben permanecer dentro de la propiedad. Al terminar sus labores por la noche, pueden retirarse a descansar, y regresarán temprano para preparar el desayuno, también prepararán un almuerzo para Isabella todos los días, luego la comida y finalmente la cena.
Mientras expresaba las reglas a seguir caminé de un lado al otro de la cocina, me giré para asegurarme que me hubiesen escuchado. Sus miradas estaban fijas en mí, bien por ellas.
—Cuando tengamos visitas deberán ofrecerles refrigerios, en caso de que extiendan su estadía se les preparará comida también, o cena si se diera tal situación. —Caminé hacia la pequeña despensa, viendo a ambas mujeres retroceder ante mi avance; me gustaba que estuvieran bien entrenadas.
—La comida que sobre, pueden guardarla aquí, o comerla en todo caso, no me gusta que se desperdicie. Para el suministro de víveres, revisarán por semana con Isabella lo que haga falta para que Erik se encargue de efectuar las compras. Al respecto del aseo de la casa dejaré que Isabella les indique cómo debe efectuarse.
Cerré la puerta de la despensa y me giré hacia ellas, viendo que ambas seguían atentas a mis palabras, caminé en su dirección e inmediatamente bajaron la mirada. Me paré frente al fogón observando el desayuno, me molestó que no estuviera la olla de chocolate que Isabella siempre tenía dispuesta, algo que resolvería en este momento.
—Siempre deben tener chocolate con leche, si tienen duda de cómo prepararlo a mi gusto, pueden consultar con Isabella. Y para finalizar, cada tercer día agradeceré tengan preparada agua caliente para mi baño, no es necesaria su ayuda, yo me encargaré de templarla y desecharla. Si tuvieran otras dudas sientan la libertad de consultarla con Isabella.
Me di la vuelta y caminé hacia el comedor, el cual solo tenía la vajilla, tomé asiento a la cabecera, a la espera de Isabella. Escuché pasos bajando las escaleras; en cuanto entró en mi campo de visión, me robó el aliento con el hermoso vestido que traía puesto, me puse en pie y la llevé a mi lado.
—Estás realmente hermosa Isabella. —Solté sin pensar, solo concentrado en lo encantadora que se veía hoy. Besé su dorso en cuanto tomé su mano, sintiendo esa extraña corriente recorrerme por completo, parece que Isabella igual lo sintió porque retiró su mano tan pronto la liberé. Le deseé que pasara un agradable día con los preparativos de la boda, también le pedí que, no me esperara, hoy tenía varias diligencias que debía cumplir, y otras que pensaba adelantar para poder tener la semana siguiente a la boda, libre.
El desayuno llegó a su fin, extendí mi mano en dirección a Isabella, para ayudarla a ponerse en pie y la guie conmigo rumbo a la puerta, Erik ya esperaba fuera. Besé la frente de Isabella y la miré fijamente; su rostro parecía sumamente serio, algo que no me gustó en absoluto.
—Te veré mañana, y por favor no hagas nada estúpido, Isabella—, casi me arrepentí de lo último, pero no me gustaría que se olvidara tan pronto de nuestra plática en la fiesta de compromiso.
Subí al carruaje ignorando a Erik, quién, balbuceaba sobre algunos chismes del pueblo, decidí no prestarle atención, esas cosas poco me importaban. No tardamos mucho en llegar e inmediatamente despedí a Erik para comenzar con mi trabajo del día.
Las horas pasaron y me vi inmerso entre todo el trabajo; cerca de la hora de mi cita con el joven Thompson, me di cuenta que los documentos de su casa no estaban aquí. La imagen del sobre reposando encima del escritorio de mi despacho llegó a mí; haciendo que me molestara conmigo mismo por dicho olvido. Salí apresurado, y para mi fortuna Erik se encontraba no muy lejos, inmediatamente lo llamé para que me llevara de regreso, y así recoger el sobre con los documentos dentro, para finiquitar ese asunto, y con ello, no seguir teniendo a Peter Thompson encima de mí.
Salté del carruaje frente a la casa, sin que Erik se detuviera. Las llaves ya las tenía en la mano, abrí el candado y caminé a paso rápido rumbo a la entrada. Subí las escaleras saltándome un escalón, fui directo a mi despacho; sin embargo, al regresar hacia las escaleras y pasar por mi habitación, la figura de Isabella dentro llamó mi atención. ¿Qué hacía ella ahí?
El enojo me dominó y caminé hacia ella lentamente analizando su postura y mirando rápidamente a mí alrededor. Nada parecía fuera de lugar, regresé mi mirada examinando a Isabella; la miré desde su vestido el cual se veía ligeramente arrugado hasta su aterrado rostro. Sangre, fue lo que llamó mi atención, la sangre en su labio.
Acorté la distancia que nos separaba, y vi a Isabella cerrar sus ojos y encogerse; omití su extraña respuesta y extendí mi mano hacia ella, preocupado por el origen del sangrado. Lo primero que hice fue levantar su rostro para poder descubrir de donde manaba la sangre, su nariz no parecía ser la responsable; con mi otra mano toqué su labio y la sentí estremecerse.
—¿Qué sucedió Isabella? —pregunté con voz suave, no queriendo alterarla más de lo que ya estaba, parecía un cervatillo indefenso frente a su depredador.
—Yo… —dudó, sus ojos se ampliaron casi a hasta lo imposible, noté que respiraba por la boca; acerqué mi dedo y recogí un poco de sangre de su labio.
—Esto —levanté mi dedo cubierto con sangre, y volvía a mirarla esperando una respuesta.
—Me caí —respondió antes de comenzar a jadear por la boca.
La miré extrañado, no entendiendo como una caída podría ocasionarle una herida en el labio.
—¿Te caíste?, y… ¿cómo es que una caída ocasionó que tengas una herida en el labio? —pregunté intrigado, ahora buscaría una explicación ante esta extraña situación.
—Tropecé, y me mordí al caer —su rostro se contrajo con una mueca de dolor, debió haber sido una buena caída, pero eso no explicaba su presencia en mi habitación.
La miré, queriendo determinar la verdad o mentira tras sus palabras, debía ser una muy buena explicación ante su presencia en mi habitación.
—Y se puede saber… ¿qué haces en mi habitación? —exigí de inmediato.
—Era la habitación más cercana con baño —susurró.
La miré prestando atención a su semblante el cual comenzó a ponerse ligeramente verde. Tomé su brazo y la llevé conmigo al baño; en cuanto la senté en el banquito me dispuse a buscar la botella de alcohol que guardo para mis cortadas cuando me afeito, agarré uno de los trozos de tela que siempre tenía para ese mismo propósito y me volteé a limpiar su herida.
Observé su rostro hacer muecas, no solo por el dolor, sino también por el olor del alcohol. Pero… ¿qué le pasaba, porque seguía respirando por la boca?
—Sería mucho mejor si respiras por la nariz —negó, y la miré extrañado por su negativa—. ¿Por qué no? —quise saber, ¿qué motivo tendría para hacer esa tontería y estar torturándose a sí misma?
—Me marea el olor de la sangre —en cuanto esas palabras salieron de su boca, me quedé impactado por su respuesta, no sabía si reírme o qué hacer.
—La sangre no huele —le contesté y no pude evitar que una sonrisa se formara en mi rostro, en verdad era muy graciosa su respuesta.
—Claro que sí, huele a óxido y sal, ¡Ou! —rebatió, y lo único que consiguió fue ocasionar que la herida se abriera, lo que me causó más diversión ante su testarudez.
—Lo que digas —finalicé, y me volví a concentrar en la tarea de limpiar la herida, que volvió a sangrar ante los bruscos movimientos de su débil debate acerca del olor de la sangre.
Tuve cuidado de limpiar suavemente, empujé las orillas de la herida para juntarla y así pudiera empezar a sanar. Viendo detenidamente su labio, me di cuenta de que en efecto la cortada se originó por sus propios dientes; seguro se encontraba mordiendo su labio como suele hacerlo por lo general, y cayó haciéndose daño. Una vez me sentí satisfecho con mi trabajo le informé que estaba listo.
Estaba por agradecerme, e inmediatamente la detuve. Si hacia eso la herida se abriría otra vez. La conduje fuera de mi habitación, llevándola conmigo hasta dejarla en la sala, donde le pedí se quedara sentada; llamé a Zafrina y le indiqué que saldría por unas cuantas horas más y que tuvieran lista la cena.
Miré a Isabella quien me observaba de manera intensa.
—Isabella sufrió un pequeño accidente, no puede hablar, así que no quiero que la molesten. Puedes retirarte.
Enseguida de decirle esto la despedí para que se retirara, me volví hacia Isabella para darle algunas indicaciones al respecto de su herida:
—Isabella, ya escuchaste, no quiero que hables o la herida no sanará. Quiero que te quedes aquí, cuando regrese comerás, no antes, ¿entendido?
Asintió, lo cual agradecí, me di la vuelta y tomé los papeles que había traído conmigo, debía apresurar mi cita de hoy y terminar lo pendiente para así poder regresar a casa para revisar cómo seguía Isabella y su adorable labio.
Hola, otro capítulo más, ¿qué les parecen las "ideas de Edward" y su parte bipolar? Espero sus comentarios al respecto, incluso si es para decirme que lo odian. Si, sé que se porta muy mal, pero al final será un dulce.
Quiero darles las gracias por sus comentarios, recuerden que son mi único pago. También quiero comentarles que oficialmente este es un capitulo nuevo, ya se acabaron los que en su momento publiqué. Todos serán nuevos de alguna forma.
A mis 2 anónimos que odian a Edward, ténganle paciencia, el hombre rectificará, y verán a quien recurre por ayuda. Y a los otros 2 restantes gracias por leer.
Nos leemos en el próximo capítulo.
Saludos
