Advertencia: Contiene Lemon

Capítulo 7

Kagome aprovechó para ir en busca de su móvil, mientras su vecino de asientos iba al baño. No encontraba su top por ningún lado y no sabía en dónde había caído, así que con una familiaridad desconocida levantó la masculina camisa negra del piso se la puso. Le quedaba como bata, agolada y corta hasta las rodillas.

Revisó si tenía algún mensaje de WhatsApp, tal vez las chicas estarían preocupadas por ella, pero no, las únicas notificaciones que tenía eran de Facebook y la mayoría fueron de su madre. Compartiendo videos de gatitos haciendo cosas grasosas.

Volvió a guardar el aparato en su bolso, entró a la habitación dispuesta a vestirse. Pero se sorprendió cuando lo vio parado en el marco de la puerta del baño, desnudo y sin ningún pudor.

― ¿Quién te dijo que podías vestirte?

Abrió la boca dispuesta decir algo, pero su cerebro no encontraba las palabras indicadas. Normalmente con Hoyo sólo había un asalto, no más. Él pobre terminaba exhausto y se daba el lujo de decir que era bueno en la cama. Vaya que su ego sí era enorme, porque no se comparaba en nada con aquel hombre que tenía en frente.

Con aquel hombre cuya anatomía era fascinante. El deseo que había entre ambos se podía palpar. Y la verdad ella tampoco estaba dispuesta a que terminará así. Quería más y deseaba.

―Yo…

―No he terminado contigo, pequeña.

Dijo muy sereno, avanzando hacia ella y sin quitarle la mirada. Llegó hasta ella y en lugar de desabotonar la camisa, se la quitó subiendo el dobladillo hasta sacarla por la cabeza. La atajó hacia él y se apoderó de sus dulces labios.

―La noche aún es larga. – susurro sensual entre sus labios – La noche es de los dos.

Con un rápido movimiento la hizo girar. Kagome tembló de excitación al sentir su miembro rosar contra sus nalgas. Sus manos recorrían cada pedazo de piel. Amasando los pechos contra esas fuertes manos. Se arqueo contra él, cuando sintió sus labios besar la curva de su cuello.

Pero eso no era todo, él ansiaba enloquecerla. Escuchar esos suaves y frutales gemidos mientras la hacía suya. Poco a poco llevo las manos hasta más debajo de su piel. Palpando sus caderas y detenerse en el botón de su entrada. Que ya estaba listo para recibirlo.

―Estas tan húmeda – mordisqueó su oreja – Tan receptiva – introdujo la lengua en ella – Me vuelves loco, pequeña.

Ya no le molestaba que le dijera pequeña, al contrario, comenzaba a acostumbrarse y de cierto modo eso la hacía sentir que pertenecía a él. Solo a él.

Avanzó con ella los pocos pasos que quedaban sobre la cama. Y en lugar de acostarla de espaldas, lo hizo boca abajo. Sus manos levantaron las caderas en pompa y tuvo una maravillosa vista de su redondo trasero.

Kagome escuchó de tras de ella como él rasga a un envoltorio. Seguramente era otro con don. Su chico sí que era responsable.

―Apoya los brazos sobre el colchón ― pidió – E inclina la espalda abajo.

Ella asintió, saboreando el roce de su miembro contra su mojada cavidad. Y volvió a sumergirse en su interior, con sus manos clavadas posesiva mente en sus caderas, marcando el ritmo perfecto. Lo sentía caliente. Duró. La forma en cómo salía y volvía entrar en ella. En cómo sus testículos golpeaban contra sus nalgas. Su cuerpo le mandaba señales electrizantes, haciendo que arquera más su espalda al sentir su lengua recorrer por toda su columna vertebral.

Lo que sentía era completamente indescriptible. Pero entre los adjetivos que encontraba: Placentero. Existió. Delirante y Maldita ente delicioso.

Él tuvo que ser un esfuerzo sobrehumano para no llegar antes que ella. Pero no lo se lo estaba haciendo fácil. Sus pliegues apretaban su miembro, atrayéndolo más a ella.

―Más… ― gimió, moviendo su pelvis al encuentro de su pene.

―Así pequeña – acercó sus labios a su odio – Quiero verte cuando llegues debido a mí.

Estalló en mil pedazos, volviendo a subir una vez más al cielo para ser recibida por sus brazos. Y segundos después él también. Lo sintió palpitar dentro de ella y eso le provocó un ligero orgasmo.

Cayeron rendidos sobre aquella cama. Se miraron uno al otro una sonrisa se dibujó en sus labios. Sus manos comenzaron a jugar con los dedos del otro.

―Hola – susurró Kagome – Vecino de asiento.

Él no tenía por qué preguntar acerca de ese mote, porque sabía a la perfección a que se estaba refiriendo. Al día en que prácticamente una azafata empujó su lindo trasero hasta su asiento vacío. Debía mandarle una gratificación a esa mujer odiosa por haberla puesto en su camino.

―Hola, pequeña.

Él pasó una mano por su cabello, para acomodar un mechón y con un pequeño beso en los labios, la atajo hacia él.

¿Qué hora era? Miró su reloj, eran las cinco de la mañana y sólo habían dormido media hora. Aún faltaba poco para que amaneciera. Se levantó de la cama, pero en lugar de buscar su falta, encontró la camisa negra tirada en suelo. Se mordió el labio inferior. Por nada del mundo le gustaría volverse a poner ese sexy top y falda. Así que se puso la camisa. Busco falda, zapatos que se encontraban en la habitación. Todo sin hacer el menor ruido.

Se miró al espejo. Su cabello parecía una telaraña. Echó un lío y con muchos nudos. Sin duda era el resultado de una noche intensa. Solo cinco veces lo hicieron.

¡Cinco veces!

Seguramente las marcas de condones nunca llegarían a la quiebra por esa cantidad que usó.

Antes de salir de la habitación, se acercó a la cama. Él dormía plácidamente y las sábanas lo cubrían de la cadera hacia abajo. Volvió a maravillarse con su espectacular anatomía. Sin duda nunca lo olvidaría y atesoraría ese momento como único y especial. Como el día en que un hombre la hizo tener cinco orgasmos seguidos.

Beso dos dedos y los llevó hasta sus labios.

―Nunca te olvidaré – fue un susurro inaudible y lo hizo intencionalmente para no despertarlo.

Salió de la habitación y lo primero que hizo fue agarrar la blusa y su sostén que estaban sobre las ramas de una planta, tomó su bolso y salió de aquella suite.

El corredor estaba desierto y sólo había unos cuantos empleados. Debía moverse rápido, seguramente la verían raro en ese estado. Vestida con una camisa masculina, descalza y su con la ropa entre sus manos. Sin mencionar su maraña de cabello.

Presionó el botón para llamar el ascensor y justo en ese momento su móvil timbó. No era alarma de eso estaba segura. Lo sacó de la bolsa y al ver la pantalla, una mueca de disgusto de reflejo en el aparto.

Era el imbécil de su prometido.

― ¿Dónde has estado? – preguntó furioso – Te marqué varias veces.

Mentira, no había ninguna llamada de él cuando prendió el móvil para ver mensajes.

―No me llegaron tus llamadas – dijo despreocupada.

―Seguramente no tienes buena recepción. Quiero que tengas ese maldito aparato las venti..

Apartó el móvil de su oído unos centímetros muy considerados, mientras lanzaba improperios. A lo lejos podía escucharse su voz.

No iba amargarle el día, mucho menos la noche que había tenido.

―Hoyo, te llamo luego– salió del ascensor – Estoy agotada.

―Si – lo escuchó blasfemar – Seguramente te fuiste de juerga toda la noche con tus amiguitas. Dime ¿Andabas de puta cómo Ayame?

Vaya, qué maldita confianza había entre los dos.

Kagome frunció el cejo. Se supone que la conocía desde mucho tiempo y se atrevía a juzgarla. Bueno, en esta ocasión si le atinó. Deseaba gritarle de viva voz, que se acostó con un puto Dios griego y que el sexo que tuvo con él no había sido nada soso. Que por primera vez sabía lo que era el sexo en realidad.

―Te buscó luego. Cuando estés más tranquilo.

―No, espe…

Pero no le dio tiempo a que hablara, pues cortó la llamada.

Entró a la habitación y lo primero que hizo fue a darse una ducha de agua caliente. El agua resbalaba por cada parte de su cuerpo. Las imágenes de la noche anterior venían a su cabeza como en diapositivas. El recuerdo de sus caricias. Esos besos arrebatadores. Su mirada dorada y sensual que la hacían flaquear las rodillas. La forma en cómo se había entregado a él, sin tapujos ni mordimientos.

¿Sería una completa loca por desear más de él?

Su vecino de avión le hacía aflorar sentimientos que poco desconocían. Movía su piso con tan solo una Maldita mirada. Con tan solo una tremenda sonrisa ya la podría doblegar ante su cama si así él lo quisiera y para su descaro, ella se abriría gustosa ante él.

Aquella agua caliente le recordaba al roce de sus manos contra su piel. Sin darse cuenta, sus manos bajaron a la parte baja de su cuerpo. Justo en medio de sus muslos, tocando se suave mente el clítoris mientras recordaba como la había tocado. Imaginando que era él quien lo hacía. Cuyos dedos entraban tan violenta y deliciosamente en ella.

―Dios… ― gimió, agarrándose del cristal del baño, mientras la invadía un orgasmo.

Ahora si lo admitía, estaba loca. Loca ante un hombre que solo había visto un par de veces y que además tuvo sexo con él.

―Si estas loca, Kagome – volvió a repetirse para ella misma – Absolutamente loca.

Jamás había tenido que recurrir a complacerme sexualmente ella misma y aunque Ayame muchas veces le insistía que un día de estos le regalaría todo un arsenal de vibradores, aceites aromáticos. Incluso a hasta un succionador de clítoris estaba incluido. La pelirroja alegaba que ese era el mejor de todos y que gritaba por qué gritaba.

Pero lejos de todo eso, comenzaba a replantearse si la boda con Hoyo sería lo indicado.

¿Cuántas veces tenía que pensar en eso?

Y de pronto al salir del baño vio la camisa negra de su vecino de avión tendida sobre la cama. Esbozo una sonrisa, la tomó entre sus manos y su aroma a colonia cara invadió sus fosas nasales. El único recuerdo que tendría de él sería ese y eso nadie se lo podría quitar. Ni siquiera Hoyo.

Xxx

Inuyasha estiró su brazo, para tocar a la belleza que yacía en su cama. Pero se llevó una sorpresa al sentir el lado de la cama vacío y frío. Se levantó de golpe, estaba solo y esa pequeña se había ido como una ladrona sin decirle nada. La verdad es que ni siquiera sintió cuando ella se fue. El maratón de sexo entrado hasta la madrugada lo hicieron agotar toda su fuerza.

Su aroma a jazmín y fresa estaba impregnado en su piel, tal y como él había deseado, incluso estaban en cada una de las cuatro paredes de ese lugar. Tenía que buscarla, verla y arrástrala hasta aquí y no dejarla ir en todo el día.

Pasó las manos por su cabello. Que imbécil fue al no haberle preguntado su nombre o pedirle su número de teléfono. Pero tenía más que tiempo, ambos estaban hospedados en el mismo hotel, por lo que encontrarla sería fácil. Y más con ese grupito de amigas que se cargaba.

Desde que la había tenido cerca de él en aquel avión, se había imaginado mil formas de tenerla en su cama, por lo que aún tenía el día de hoy para emplearlo.

En cuanto se levantó el sonido de su móvil lo hizo gruñir. Vio en la pantalla de quien se trataba de, era su estúpido hermano, Sesshomaru. El animal que lo había arrastrado hasta Cancún, cuando él ya tenía planeada sus vacaciones a Canadá, para ir a esquiar con Naraku y Koga.

― ¿Qué quieres, inútil? – preguntó malhumorado.

― ¿Nada de buenos días? O ¿Cómo están las cosas por acá? – preguntó fingiéndose ofendido, cosa que no sentía.

Inuyasha se pasó una mano por la cabeza hasta dejarla sobre la nuca. Cuando hablaba así era insoportable e incluso desesperante.

―Mira no te hagas el payaso que no te va y ve al grano ¿Qué quieres?

―Nada, no tenía nada que hacer y decidí fastidiar a mi hermano favorito – respondió sarcástico.

―Soy tu único hermano animal.

―Ah, si – suspiró – Se me había olvidado ese pequeño detalle.

En realidad, eran medios hermanos ya que el padre de ambos había quedado viudo de su primer matrimonio y cuando se casó con su madre Izaoy, Sesshomaru tenía escasos cinco años. Pero a pesar de la edad y de ser medios hermanos, siempre había existido un laso inseparable entre ambos.

― ¿Cómo están resultando las cosas por allá? – preguntó cambiando de tema.

― ¿Si sabes que en estos momentos estaría esquiando con Naraku y Koga? Pero en lugar de eso tengo que hacer el trabajo que tú no pudiste hacer.

―Sabes de sobra que estoy muy saturado.

Sesshomaru era su medio hermano, cuando el padre de ambos decidió casarse con la madre de Inuyasha él ya tenía cinco años. Y a pesar de diferencias, de ser medio hermanos siempre existió una unión entre ellos dos.

Ahora ellos estaban a cargo de la empresa de arquitectura que muy bien establecida les dejó su padre. Habían duplicado las inversiones y hace tiempo los buscaron desde Cancún para un nuevo proyecto. No sólo era diseñar y mandarlo a construir. Estaban siempre del impacto ambiental que dicha construcción podría causar.

Y esta vez ahora solo era cuestión de cerrar el trato, los permisos ya se habían mandado hacer. Pero su queridísimo hermano no pudo acudir enviándolo a él.

Pero no se podía quejar del todo, gracias a eso conoció a la pequeña, alias mentirosa. A quien buscaría por haberlo dejado casi en plena madrugada.

―Por cierto, Yura no para de buscarte.

Hizo una mueca, esa mujer. Sólo porque era hija del amigo de su padre no quería decir que tuviese algún tipo de relación con él. Incluso el propio Ino Taisho le aconsejaba que la frecuentara o como él decía en su idioma antiguo "que la cortejara". Pero ni una cosa ni la otra, se creía con derecho con respecto a su vida y por algún motivo aparente estaba cegada de que pronto le pediría una relación formal. Estaba en un grave error si pensaba eso. Incluso cuando iban algún bar a escuchar alguna música en vivo, siempre ahí estaba ella. Solo aceptaba sus llamadas y visitas por cortesía, pero cuando intentaba seducirlo era el primero que la metía en su coche último modelo. Con su grupito de amigas. El pobre Sesshomaru siempre terminaba deslindándose para emprender huida, él también sentía acoso por parte de la miga de Yura, Kagura.

¿De qué otra forma podía hacerle entender a una mujer que no sentía nada por ella?

―Dile que estoy muerto. – fue lo primero que se le ocurrió.

―Pues eso díselo a ella. Esta mañana ha venido con Kagura. No tienes ni idea de lo que tuve que soportar.

―Aja – dijo sarcástico – Si, como no.

― ¡Oye! – se quejó – Ya sé que me gustan mucho las mujeres al igual que a ti. Pero no por eso tendría que sucumbir ante ella.

Después de un rato de bromear por fin se pusieron a hablar de negocios y una vez entrados en el tema decidieron cortar la comunicación. Prácticamente le quedaba un día en Cancún, debía aprovecharlo y sabía perfectamente con quien lo iba a pasar.

Xxx

Las chicas estaban en la playa tomando el sol. Por más de que deseaban decirle a Kagome con respecto a Hoyo habían decidido guardarlo hasta regresar. Aunque Ayame estuvo a punto de decirlo aquella mañana, pero al verla feliz decidió callar.

Los temas que hablaban eran muy diversos, desde moda, cine y ahora experiencias sexuales y en ese tema en particular una de ellas tenía mucho que decir.

―Vamos Ayame – dijo Kikyo divertida ― ¿Cuál ha sido la aventura sexual más loca que has tenido?

Ayame abrió la boca y después la cerró, para terminar, negando con la cabeza.

―No es loca, fue extraña.

―Cuéntanos – pidió saber Sango – Últimamente ya no cuentas tus Ayameaventuras.

La pelirroja se incorporó en la tumbona, miró a sus amigas y por último le dio un trago a una bebida amarilla.

―Hace unos días conocí a un tipo muy bueno en un bar de New York. Ya saben cuál es mi tipo.

―Los que te recomienda la doctora – dijeron todas al mismo tiempo.

―Más o menos de ese estilo – añadió ella – Ojo verde y buen cuerpo, era muy atento, incluso lindo.

― ¿Era casado? – inquirió Rin.

―No – la pelirroja negó – Ya saben que los casados no los toco. Déjame hablar. Resulta que estábamos en pleno agasajo, yo ya estaba que moría por hacerlo. Pero en el momento interrumpe el beso. Me ve y me dice "Tengo una petición que hacerte" – imitando su voz sensual.

Las chicas estaban concentradas ante lo que decía Ayame, pues cuando ella contaba una de sus locas aventuras era como si estuviesen leyendo un libro. Además, la chica tenía buena forma de contar sus relatos.

― ¿Llegó un compañero e hicieron un trio? – ahora interrumpió Kikyo.

―Ojalá hubiese sido eso – respondió con una cara de decepción – Regresó con una botarga de cocodrilo.

― ¿Una botarga de cocodrilo? – exclamaron al unisonó las cuatro.

―Si – ella asintió – El muy maldito quería que me la pusiera para hacérmelo por detrás. ¡Con una puta botarga de cocodrilo!

Y ante esta revelación las chicas se miraron una a la otra y no pudieron más que romper a reír ante la mirada de pocos amigos de Ayame.

―He escuchado muchas cosas de ti, pero no una así – comentó Sango, a punto de llorar por la risa.

―Al final le dije que deseaba ir al tocador. Tomé mis cosas y salí huyendo de ahí. Es la primera vez que huyo de un chico.

Pero la que no dejaba de reír era Kikyo, incluso hasta se llevaba los brazos al vientre para aguantar la risa.

― ¿Aun te sigues riendo, estúpida? – se quejó la pelirroja.

―Es que…― tragó aire – No pude evitar imaginar tu melena rojiza salir por la cabeza de la botarga… ― y ya no pudo seguir hablando porque un nuevo ataque de risa la invadió.

Ayame intentó aventarle un trozo de hielo de su bebida, pero esta se levantó y salió corriendo a la playa, seguidas de Rin, quien intentó detener la pelea. Todo visto desde la comodidad de sus tumbonas por Kagome y Sango.

― ¿Cómo te fue anoche? – preguntó la castaña.

Era la primera vez en el día que le preguntaban por eso. Ninguna había tocado el tema y se sentía cómoda que fuese su amiga Sango.

―Me acosté con alguien, con un desconocido – confesó ella – Con un tipo sexy que lo hacía como un Dios.

Esperaba que esa respuesta provocara estragos en su amiga, pero, al contrario, ella permanecía tranquila. Como si hubiese sido una aventura de Ayame y no de ella. Al fondo se escuchaban los gritos de las tres, ahora, entre Ayame y Kikyo cargaban a Rin para llevarla hasta el mar.

Pero Kagome no era tonta, sabía que tenía y estaba decidida averiguar qué es lo que era.

―Y yo me dormí temprano – dijo con una sonrisa en los labios.

Kagome se incorporó y la miró fijamente.

―Muy bien, aquí pasa algo – comentó – Nunca te alteras ante las Ayameaventuras, pero si hubiese sido yo. Habrías reaccionado de otro modo. Me habrías dicho que no fui lo demasiado sensata como para irme con un desconocido y acostarme con él, sabiendo que está en puerta mi boda con Hoyo.

Sango estaba dispuesta a decirle todo lo que sabía acerca de su prometido y la relación carnal que mantenía con su prima Eri, pero al verla a los ojos. Vio a una mujer diferente, una alegría en esas orbitas color chocolate que nunca las había visto. Y se alegró de que fuera el chico desconocido quien hubiese causado eso.

No era justo que le amargara la noche que tuvo solo por un imbécil que no valía ni 5 centavos.

―Kagome… ― se encogió de hombros y esbozó una sonrisa – Tienes cara de recién cogida. Espero que no hayas podido dormir en toda la noche.

Pero ella no se quedó conforme con la respuesta que le dio su amiga. Está decidida a llegar hasta las últimas consecuencias con tal de que le revelara lo que en su cabeza rondaba. Probablemente estaba enferma o tenía mal de amores. Últimamente no hablaban de eso y en ese aspecto se sentía una muy mal amiga. Ya que prácticamente todo rondaba en torno a su boda.

Estaba dispuesta hacerle hablar y eso es lo que haría.

―…

― ¿Disculpa, me puedo llevar a tu amiga?

Hola,

Sé que dije que hasta mañana actualizaría, ya lo tenía y pues no logré resistirme.

Muchas gracias por sus lindos comentarios, siento si no he respondidos a ellos, ahorita estoy de piza y corre, pero quiero agradecerles a tod s y me alegra que les este entreteniendo esta historia. No les quise decir lo del lemon, lo deje en sorpresa :)

Agradecimientos especiales a mi chica cocodrilo, gracias Lupe, por la inspiración.

Nos vemos en la próxima actualización.

Los quiero mucho.

Besos.

BPB