El único contacto físico que habían tenido era de esa clase de contactos permitidos dentro del mundo shinobi (efímeros abrazos, palmadas en el hombro o en la cabeza, cargar un cuerpo herido o, el contacto de las manos de Sakura empleando su Shōsen Jutsu) nada aparentemente significativo pero, para él, cualquier contacto con ella implicaba descargas eléctricas, calosfríos o lo que coño sea y, en ese momento, aquellos impulsos viscerales que lo invadían por completo decidieron prematuramente la acción de sus manos, ganándole a la lógica de su cerebro. Y así fue como él enredó sus dedos en el rosado cabello de Sakura y le procuró una sesión de cafuné pero, ¿qué más podía hacer él por ella cuando su cuerpo entero ardía por el deseo de poseerla? su cabeza se tambaleaba entre la lógica de la absurda moralidad y lo irracional de la fantasía obscena que llenaba sus sentidos.

Él no era de romanticismos, sin embargo, eso no impidió que sus manos se movieran con sutileza entre las hebras de aquel cabello rosado, ni que su cabeza se llenara de posibles comentarios afectuosos hacia su ex alumna. Comentarios que nunca expresó porque sintió vergüenza y no sé qué tanta cosa, sobre todo al descubrir que su cerebro y su cuerpo estaban sincronizados al crear toda clase de pensamientos impropios y en cómo llevarlos a cabo tan sólo por tener a Sakura recostada en su regazo. ¿Acaso sería un acto malvado de su parte querer arrastrarla con él a la liberación de sus fantasías? Y peor aun ¿aquello era correcto o incorrecto?; ciertamente le irritaba la influencia que ella ejercía en él, sobre todo porque era una influencia ilógica.

A como estaban las cosas, él tenía dos opciones :

1) seguir escuchando a Sakura y hablarle con lógica y sentido común, bajo la farsa de no querer nada más o,

2) dejar escapar la lógica y todo sentido común y hablarle con el corazón y...

¿Pero que le diría con el corazón? ¿Cursilerías? No, ni él ni ella eran aptos para las cursilerías de adolescentes de 15 años, además, ¿Qué clase de cursilerías podría decir alguien como Hatake Kakashi, si su corazón se había cerrado a cosas del amor hacia tanto tiempo?, ¿alguna clase de epíteto sobre el fuego ardiente que recorría su interior o alguna hipérbole sobre sus verdes ojos? Su conciencia se reía de él a carcajadas por la clase de cuestiones que se formulaba. Quizá simplemente debía decirle lo que ella esperaba escuchar. Su experiencia con las mujeres le dicataba que ellas necesitaban de vez en vez, palabras de afecto o, palabras cargadas de erotismo y sucitar encuentros fortuitos plagados de placer o, simplemente ser escuchadas pero, Sakura era un caso totalmente diferente. A ella no podía de la nada susurrarle palabras sucias y follársela (no así, aunque lo deseaba con todo el cuerpo y su creciente virilidad no lo dejaría mentir al sentir como ésta lentamente se endurecía), tampoco podía deshacerse de esa máscara y llenarla de besos (porque era ilógico y fuera de lugar, ¿cierto?), entonces ¿qué?

Mientras sus manos seguían con el cafuné, ella lo miraba en silencio. Kakashi se sintió atrapado por aquellas orbes verdes y, sin pensarlo, deslizó suavemente la yema de su dedo índice sobre el rostro de Sakura para secar esas lágrimas.

Ella lucía diferente a como la recordaba aquella vez mientras bebían té pero, al mismo tiempo, se parecía un poco a la Sakura pensativa que se encontró en el puente, ambas, igualmente hermosas para sus ojos.

—¿Lo sabías? —preguntó como si ella supiera a qué se refería.

—¿Saber qué?

—Lo hermosa que eres —dijo liberando a la palabra que llevaba mucho tiempo atorada en su garganta. Con las yemas de sus dedos acarició sutilmente la piel del cuello de Sakura.

Ella cambió por un instante su semblante destrozado por uno que dejó ver una ligera sorpresa asomándose por ese par de esmeraldas.

Sakura creía haber superado la etapa de inseguridad que la invadió en algún momento de su vida porque, a pesar de saber lo que provocaba en los hombres, incluido el Rokudaime Hokage, jamás la habían llamado «hermosa» de la manera en que él lo hizo. Su aturdida mente sólo podía recordar aquellos encuentros sexuales con Naruto, Sasuke y... con ellos llamándola «hermosa» pero con un tono de voz cargado de lascivia, no obstante, no podía dejarse llevar por la apariencia del comentario hecho por Kakashi pues, su memoria le hizo recordar de súbito todo ese asunto de los relámpagos e intentos de seducción que él tuvo para con ella y no pudo evitar echarse a reír.

Kakashi frunció el entrecejo, ¿qué era tan gracioso para Sakura? ¿A caso ella estaba tan afectada por su dolor o era que él había arruinado la situación?

—Yo... No fue mi intención reírme —dijo Sakura tapándose la boca en un intento de contener la risa que la invadía.

Kakashi, incómodo, miró (en el siguiente orden) a su lógica, a su moral y a su autocontrol salir volando por la ventana. En silencio, detuvo el cafuné, retiró a Sakura de su regazo y se incorporó del sillón. Fue en ese momento que decidió desquitarse de ella.

—¿Está enojado, sensei? —preguntó.

—Estoy pensando en lo que voy hacerte por haberte reído —repuso con seriedad.

Permanecieron en silencio mientras se miraban fijamente a los ojos. ¿Qué era todo lo que estaba ocurriendo?


Espero que les haya gustado.

*Cafuné, es una palabra intraducible que se refiere al movimiento o acción tierna de pasar los dedos entre el cabello de la persona amada.