Capítulo 8: Volátil


Su divertida noche no podría haber culminado de mejor manera. Kasumi siente que su corazón explota cada vez que recibe un mensaje inesperado de Satoru y, aunque desearía contestarle de inmediato, decide dejar el móvil sobre la mesa y continuar jugando con sus hermanos y Mechamaru. Sin embargo, puede sentir sobre la punta de sus dedos la urgente necesidad de tomar el celular y contestar. Mira de reojo el dispositivo móvil una y otra vez. Y sólo logra olvidarlo por un momento durante la tercera ronda.

Mechamaru es el peor jugador de charadas que ha conocido. Supone que no es algo que haga a menudo, por lo cual este gesto de acceder al pedido de sus hermanos le parece de lo más especial. Lo ve luchando infructuosamente por representar El planeta de los simios, se ríe a carcajadas. Mechamaru imita un chimpancé y ella finalmente logra adivinar antes que Kano y, cuando es su turno, se para frente al grupo y levanta los brazos, pero parece que ninguno de los tres reconoce la clásica escena de Titanic que Kasumi intenta recrear.

Al final, Sochi y Kano terminan haciendo equipo y despedazan a Mechamaru y a Kasumi: siete a dos. Una total humillación para una jugadora excepcional de charadas. No obstante, la derrota no la desanima, se han divertido tanto que a nadie parece importarle el marcador.

Al cabo de un par de horas, Mechamaru se levanta para despedirse. La hora de dormir de Sochi ha llegado y el niño lucha por mantener los ojos abiertos y gimotea cuando se da cuenta que su nuevo amigo mitad máquina está a punto de marcharse. Kasumi no tarda en reprenderlo y termina por despedirse cordialmente de él. Kano guarda las cartas y se marcha a su cuarto cuando su hermana mayor le recuerda que debería estar haciendo reposo.

Al acompañar a Mechamaru hasta la puerta se preocupa y le menciona lo tarde que se ha hecho. Y luego recuerda que está hablando con un hechicero de primera clase y se ríe de su propio comentario.

—No debería preocuparme por ti, es la costumbre —se disculpa reclinada sobre la puerta.

—Fue divertido —confiesa él, parado frente a ella.

No quiere marcharse. Le gustaría pasar más tiempo con ella fuera del Colegio. Incluso llega a pensar en la posibilidad de invitarla a salir sólo para volver a verla reírse de esa forma. Kasumi sonríe tan ampliamente que lo deja sin aliento.

Escucharlo admitir que la ha pasado bien es un halago para ella viniendo de un rostro tan sumamente inexpresivo.

—Qué alivio… Es algo difícil saber lo que estás pensando.

—Lo imagino —da un paso hacia afuera y se detiene, gira su rostro hacia ella una vez más y decide continuar—. Si necesitas algo… llámame.

—Lo haré, gracias Mechamaru. Deberíamos hacer esto más seguido.

—Sí, estaría bien… Adiós Miwa.

—Adiós.

Ella le echa un vistazo, comenzando su trayecto de vuelta al colegio y luego cierra la puerta. Se apoya sobre ella y su mente vuelve a tener espacio sólo para él, sólo para Gojo Satoru.

Camina cansada hacia la sala y levanta los platos, las botanas, los vasos. Barre las migajas que han quedado repartidas sobre el suelo y busca una cobija para recostarse en el sofá, de la misma forma que ha hecho desde que Kano regresó a casa. Como sólo hay dos habitaciones y ella pasa la mayor parte del año en el Colegio Metropolitano de Magia, se las ha dejado a los muchachos. Ella no tiene inconveniente de dormir en el sofá, aunque llega a ser incómodo de a momentos. Sólo serán unos días más.

Apaga las luces y toma el celular, vuelve a mirar su mensaje y, a pesar de que es tarde decide contestar.

'¿A las 7?'

Le sorprende escuchar una notificación casi de inmediato.

'¿Llevo algo?'

'Con tu presencia está bien'.

Ella se sonríe, mira su sonriente foto y se muerde los labios. Ya ha pensado en el menú y de hecho ha aprovechado los días anteriores para ir al mercado a ver los precios y sabe exactamente qué cocinar.

'¿Qué haces?', pregunta él repentinamente.

'Mechamaru acaba de marcharse, estuvimos jugando con los chicos y ahora estoy a punto de dormir.'

En su habitación, Gojo se ha vestido una camiseta blanca holgada y está acostado sobre su cama sin poder conciliar el sueño. Esperaba que Kasumi respondiera su mensaje hace dos horas, cuando lo envió. Incluso comienza a fastidiarle un poco la demora. Ha estado al borde de llamarla cuando se dio cuenta que su mensaje había sido leído. La idea de que Isao podría estar cerca le molesta, le incomoda tanto que le cuesta dormir y eso es algo nuevo. No es como si durmiera mucho, de hecho, duerme menos que la persona promedio, con suerte cinco horas por día. Y nunca está cansado.

—¿Mechamaru? —se pregunta en voz baja en la soledad de su habitación y llega a reírse de la idea que se forma rápidamente en su mente. Aunque es raro que se equivoque sobre sus presentimientos.

Luego lee la última línea y un recuerdo fugaz arde en sus pensamientos. La noche en el hotel aún le pasa factura, una remembranza recurrente cuyo final aún tiene pendiente.

'¿Estás usando esos lindos pantalones cortos que traías la otra noche?'

Kasumi se sonroja e inspecciona los alrededores como si esperara que alguno de sus hermanos se asome por la puerta, pero está sola. Ningún crujido se escucha sobre los pisos de madera y se avergüenza de las sensaciones que se despiertan al instante sobre su piel. A pesar de su recato, su cuerpo tiene impregnado en su memoria ese encuentro en el hotel y el mismo calor que la envolvió aquella noche se hace con ella una vez más, con vergonzosa rapidez.

'Un camisón jaja', contesta abochornada. Lo más probable es que no cumpla con las expectativas de sensualidad que tiene Satoru.

Satoru recuerda vívidamente la textura suave de las piernas de Kasumi y suspira al ver su respuesta. De ser alguien más probablemente ya hubiera programado un pequeño viaje de negocios para sacarse esa punzante espina de encima. Pero no puede hacer algo así con Kasumi. Este proceso es más lento y peligroso de lo que esperaba. Y es que poco a poco se da cuenta que simplemente no puede parar. Ella no lo persigue, ni le insiste, no hace absolutamente nada. Parece desinteresada de a momentos, y altamente abierta a su compañía en otros.

No sabe cómo decirle a Kasumi que desea arrancarle el camisón y follarla sobre ese sillón hasta que las piernas dejen de responderle. Es lo que quiere decir, pero se abstiene lo piensa, lo imagina paso a paso hasta que llega a dolerle.

'Es tarde, deberías ir a dormir', termina contestando a pesar de la urgencia que hay en sus dedos de decir algo sumamente inapropiado.

Kasumi lee su mensaje y piensa que estaba en lo correcto, un camisón largo no debe estimular su imaginación en lo más mínimo. Tal vez debería esforzarse un poco más, piensa y luego descarta por puro pudor.

Satoru es al menos diez años mayor que ella, probablemente tenga una experiencia abrumadora. Es de esperarse de alguien tan sumamente atractivo y agradable.

Se siente tan ignorante sobre las artes del amor que se siente derrotada en una contienda que, en definitiva, apenas ha comenzado.

´Buenas noches', se despide con un emoji sonriente y deja el celular sobre la mesa.

Cruza los brazos sobre su abdomen y permanece estática observando el techo. Luego suspira y nuevamente se siente presa de la parte más desagradable de su cerebro.

A pesar de lo inconsistente que ha resultado ser, a Kasumi le sorprende que Gojo pueda tener algún interés en ella. Teme ser una gran desilusión, ya que termina dándose cuenta que se siente poca cosa a su lado. Es más joven, inexperimentada, débil, clase media baja, de apariencia promedio… Gojo Satoru, en cambio, parece tenerlo todo.

Se le dificulta dormir cuando la ansiedad crepita desde la boca del estómago hasta la garganta, la toma con sus garras ponzoñosas y aprieta hasta que el corazón comienza a bombear con fuerza. Lo piensa demasiado, una y otra vez, sintiéndose cada vez menos digna de él, ¿qué puede ofrecer una niñata al hombre más poderoso del mundo? ¿Qué hace él interesado en ella?

Ni siquiera puede darle una noche apasionada, lo único que tiene para ofrecerle es una cena casera, preparada con las mejores ofertas del mercadito a dos cuadras de su casa.

Kasumi siente que su cuerpo se agita y tiembla, entonces pone la mente en blanco. Se gira y se abraza de su almohada, intenta no pensar en absoluto hasta que la sensación se desvanece, como siempre hace.

Por la mañana se siente más tranquila. Las inseguridades se han esfumado y siente que empieza el día como una página en blanco. Más animada, más feliz. No tiene espacio para sensaciones negativas cuando Gojo Satoru estará en su casa dentro de unas cuantas horas.

Revitalizada, Kasumi se viste su falda favorita y una camiseta blanca para salir a comprar. Cuenta sus yenes atentamente, compra caldo, alga wakame disecada, tofu y cebollas para preparar una sopa miso. La buena digestión es importante. Le duele un poco comprar el pollo por 800¥, pero la noche lo amerita y ha estado ahorrando para comprar unos auriculares que, en definitiva, pueden esperar un poco más.

Regresa con su bolsa de compras y encuentra a Sochi mirando caricaturas en la televisión. Kasumi deja las compras sobre la mesa y Kano aparece detrás de ella, estira su rostro sobre el hombro de su hermana y curiosea sus compras.

—¿Qué vamos a comer?

—Es para la cena, hoy tendremos un invitado.

Sochi aparece, como si no hubiera estado prestando atención a la televisión en absoluto. Observa a su hermana guardando todos los ingredientes que ha comprado con una sonrisa ancha.

—¿Quién viene? —preguntan los dos al unísono.

—¿Es Cyborg? Me gustaría verlo, le hice un dibujo.

—No, no es Me-cha-ma-ru —contesta Kasumi irritada—. Es Gojo-sensei.

—¡Gojo-sensei! —exclama Sochi con entusiasmo mientras Kano pronuncia su nombre con ligero desprecio.

—¿Qué tiene que hacer en casa tu sensei?

—Kano, no seas grosero. Gojo ha sido muy amable, por eso lo he invitado a cenar. Espero que te comportes, y si no lo haces olvídate de comer pollo teriyaki.

—¿¡Pollo teriyaki!? Ni siquiera cocinaste algo especial cuando salí del hospital.

—Nosotros comimos sushi con Gojo-sensei —agrega Sochi, lo cual no le facilita las cosas a Kasumi.

—No tienes que ponerte así por una comida Kano, todos los años hago algo especial para tu cumpleaños. Sólo esta vez cocinaré para él. ¿Acaso estás celoso?

—¡Ja! ¿Celoso? Para nada —responde girándose, se cruza de brazos y continua murmurando mientras Kasumi comienza a preparar la salsa teriyaki para la cena.

—Gojo es genial —comenta Sochi, volviendo a prestarle atención a sus caricaturas.

—Cierra la boca Sochi.

Las horas restantes entre la inminente llegada de Gojo Satoru a la residencia de los muchachos Miwa, Kasumi las llena poniéndose al día con sus tareas y las de Mai. Finalmente logra quitarse de encima ese favor que le hizo para su cumpleaños. Luego limpia nuevamente la casa de esquina a esquina, limpia los cristales de las ventanas y repasa todas las fotos familiares. Y mientras hace esto último, se detiene a ver una de las pocas fotos que tiene de su madre. Esta la ha enmarcado porque es la única en la que los cuatro están juntos. Sochi apenas tenía dos años y su madre no mostraba signos de la enfermedad que la consumiría poco después, en apenas seis meses. Al verla la recuerda con añoranza, espera que donde sea que haya ido este presente y los acompañe a los tres, en especial a sus hermanos. Siente que ella misma descompagina un poco la imagen, los niños tienen el cabello oscuro, igual al de su padre, mientras que su madre tiene un tono avellana. Se contenta al darse cuenta que se ha vuelto parecida a ella, tienen la misma sonrisa y la misma nariz. El cabello cian y los ojos azules probablemente sean lo único que las diferencia.

Kasumi toma un mechón que escapa de su cola de caballo, lo mira de reojo. Entonces recuerda las duras palabras de Gojo.

"Kasumi, tu madre podía ver las maldiciones, ¿no es así? Creo que algo terrible debe haberle sucedido mientras estaba embarazada y terminaste absorbiendo todos esos sentimientos negativos."

No es muy difícil para ella imaginar lo que pudo haberle sucedido, lo que su padre pudo haberle hecho. Como el golpe de un relámpago, un recuerdo se abre paso sobre su mente con tanta claridad que se siente más como el mismo presente. La imagen de Kano, con nueve años, interponiéndose entre ellas y su padre para evitarles un golpe más, del que él mismo termina siendo víctima. Los gritos de su madre hacen eco sobre su frágil mente. Kasumi cierra los ojos, hace el ejercicio que suele hacer cuando piensa en estas cosas. Respira profundamente y pone la mente en blanco. Inhala, cuenta hasta diez, exhala. Inhala, cuenta hasta diez, exhala.

Vuelve a colgar el cuadro sobre la pared e intenta volver a sonreír. Ya son las seis de la tarde, Gojo llegará dentro de una hora. Se coloca el mandil para comenzar a cocinar y sale hacia la cocina.


Está particularmente emocionado, imagina qué le estará esperando en casa de Kasumi. Qué estará preparando especialmente para él. Supone que, al haberse quedado al cuidado de dos niños durante tantos años, estará habituada a cocinar. Quizás incluso lo hace bien. Por alguna razón tiene la certeza de que lo hace, cualquier cosa que haga Kasumi tiene que saber bien.

La escuela está desértica, de no ser por el único alumno de primer año, quien vaga aburrido arrastrando los pies por el comedor. Nanami está ahí, leyendo un diario hasta la última hoja. El resto de alumnos han salido a lidiar con las primeras maldiciones del año.

—Oye —le dice a Nanami pero él lo ignora y da vuelta la página—. Oye, oye —vuelve a decir y él levanta el rostro hacia él. A pesar de lo inexpresivo que suele ser, Satoru detecta el dejo de fastidio que hay en él—. Lee mi horóscopo, quiero saber qué me depara hoy.

—Estoy leyendo otra cosa. No molestes.

—Oh… vamos, está en la última página. Luego puedes seguir leyendo tus aburridas noticias. ¿Sabes? Eres la única persona que conozco que aún lee el periódico, te hace ver viejo. ¿Por qué no lees en tu celular como el resto?

—El uso excesivo de los aparatos móviles daña la vista.

—Uhm, a mí no me ha hecho nada. Vamos, anda. ¡Ito! ¿Cuál es tu signo?

—¿Eh?... Creo que virgo —contesta el muchacho del otro lado de salón.

—Yo soy sagitario. Nanami, ¿cuál es el tuyo?

—No me interesan esas cosas.

—Bueno, ¿cuándo es tu cumpleaños? —pregunta Satoru y saca su móvil.

—3 de Julio.

—Veamos —contesta y comienza su búsqueda en la red—. ¡Eres cáncer! Vamos, ahora lee nuestros horóscopos.

—Ya tienes el móvil en la mano, búscalos tú.

—No, Nanami, es mejor el del periódico. No confío en los de internet. Anda, vamos, está ahí en la última página. Vamos.

Nanami suspira, sabe que Satoru insistirá hasta el cansancio. Descarta la noticia que está leyendo y salta hasta la última página.

—Virgo —comienza con el joven Ito Noboyuki—. Cambiar las actitudes sobre las cosas y salir de tu ensimismamiento en temas afectivos será muy importante hoy porque puede haber una conversación interesante que te aportará mucha seguridad. Creen ti y eso sube tu autoestima.

—¿Oh? Ito, ¿tienes baja autoestima?

—Uhm… no lo creo.

—Oh… Bueno, no deberías. Eres un muchacho quejumbroso, pero tienes mucho potencial. Cree en ti mismo, Ito. Eso diría un buen sensei, ¿no Nanami? —se ríe—. ¿Qué dice el tuyo Nanami?

—No creo en estas cosas, Satoru.

—Vamos, léelo.

—Uhm… cáncer… —continúa leyendo a pesar de su poca predisposición—. Se aproxima una regeneración energética a causa de la posición de marte. Esto es importante hoy, ya que puedes sentir un bajón de fuerzas físicas. Es posible que necesites un cambio de aires y ver otras caras —Alza el mentón y observa con desinterés el rostro de Gojo—. Tal vez no esté tan errado después de todo.

—¿Eh?... —cuestiona desentendiéndose de la insinuación de Nanami—. ¿Y qué dice el mío?

Nanami baja la vista y busca el signo sagitario.

Las relaciones de amistad van a significar mucho y te traerán momentos verdaderamente agradables incluso aunque sea a distancia y no directamente. Cuida mucho que no se deterioren por alejamientos forzosos. Deja atrás eventos del pasado, ya que aún repercuten en tu lado afectivo o emocional.

Gojo escucha atentamente, tiene las manos sobre las rodillas y está inclinado hacia adelante, del otro lado del sofá en el que Nanami está sentado. Luego de meditar por unos segundos se relaja y se acuesta contra el sofá.

—No creo que sea muy acertado. Yo no tengo problemas emocionales —contesta insatisfecho—. Oye, Ito. ¿Entrenamos?

—¿Qué? Creí que tendría el día libre ya que todos se han ido.

—No, no, con más razón deberías estar entrenando. Tus compañeros están arriesgando su vida ahora y tú estás aquí tomando un té con galletas.

—Si están arriesgando sus vidas, ¿por qué no fuiste con ellos, sensei? —contesta el joven arrugando las cejas.

—Es lo que todos tienen que hacer, eventualmente tú te enfrentarás a una maldición que sea más fuerte que tú. Es pelear o morir, y no quiero que nadie muera así que no tienes más remedio que hacerte más fuerte.

—Es un irresponsable, pero tiene razón Ito.

—Es fácil para él decirlo… él es el más fuerte…

—Sí, es cierto —comenta Gojo con una sonrisa amplia.

Cuando el muchacho termina sus galletas, Gojo lo lleva a una habitación recluida en la que suele pelear con sus alumnos hasta dejarlos agotados, tirados en el suelo. Mira el reloj de vez en cuando, pero al pasar de unas cuantas horas se da cuenta que se le ha hecho tarde.

Son las cinco. Debía salir a las cuatro para llegar a Kioto a las siente, que es la hora que acordó para cenar en casa de Kasumi.

—¿Ya terminamos? —suspira Ito, recostado contra la pared, empapado de sudor. Ve a Gojo vestirse una chaqueta de cuero negra.

—Ya puedes descansar, pero date una ducha primero. No es bueno permanecer muchas horas sudado —le aconseja mientras guarda su móvil y sale apresurado por la puerta.


Las manecillas del reloj tocan las siete de la tarde. Kasumi está sentada en la mesa, las tres sillas restantes están vacías y se respira el aroma de la comida por toda la casa. Los últimos minutos se le han pasado extremadamente lento, no ha podido quitar la vista del reloj que yace colgado sobre la pared. Su corazón exaltado golpea con fuerza dentro de su pecho y hace un esfuerzo impresionante por mantenerlo a un ritmo normal.

Los primeros diez minutos pasan, Kano la observa de reojo. Sochi y él están jugando en la vieja consola mientras esperan a su invitado. Kasumi los ha obligado a ambos a darse una ducha y ponerse ropa limpia. Esto le irrita, sobre todo cuando pasa media hora y el famoso Gojo Satoru no llega.

—¿No vendrá? —pregunta él simulando desinterés cuando la ve de soslayo revisando su celular.

Kasumi no tiene ningún mensaje de Gojo.

—Tal vez le pasó algo. Tuvo un contratiempo… —contesta ella y luego recuerda esa mala costumbre suya de llegar tarde—. Ya vendrá.

—Qué sujeto mal educado —murmura Kano—. Deberíamos empezar sin él. La comida va a enfriarse.

Al oírlo, Kasumi se marcha a la cocina y prende el horno nuevamente para mantener la temperatura del pollo. Le coloca un poco más de salsa para evitar que se reseque y mira la hora una vez más.

A las ocho, Kasumi se sienta junto a sus hermanos en el sofá y los observa mientras juegan Super Smash Bros.

El timbre suena, justo cuando la esperanza se marchita. El ritmo cardiaco de Kasumi se dispara y el trío se gira hacia la puerta. Pero antes de que ella pueda llegar a la puerta, Kano está en marcha y la abre de par en par.

—¡Gojo-sensei! —exclaman Kasumi y Sochi al mismo tiempo, con el mismo grado de emoción.

—Llegas tarde —le dice Kano, que no parece intimidado por la diferencia de estaturas.

El muchacho lo inspecciona, interponiéndose entre él y su hogar. Mira la chaqueta de cuero, los pantalones denim oscuros y los zapatos negros. Luego vuelve a mirarlo a la cara y le parece extraño que alguien use gafas oscuras a esa hora de la noche, a pesar de que Sochi le mencionó que la última vez que estuvo aquí usaba una bandana negra sobre el rostro.

Kasumi llega y lo empuja sutilmente por el hombro para que deje pasar a Gojo. Él sonríe ampliamente, su dentadura perfecta y perlada. Levanta una bolsa mientras saluda.

—Lo siento, traje helado.

Satoru deja sus zapatos sobre la entrada y pasa. Respira profundamente y se llena los pulmones con el aroma que sale de la cocina. Se retira la chaqueta y la cuelga en un perchero junto a la puerta.

Kasumi quisiera cuestionarle sobre su demora, o la falta de delicadeza que ha tenido para dejarle saber que llegaría tarde. Pero no lo hace, no quiere arruinar un momento que podría ser perfecto. Lo invita a pasar y a tomar asiento junto a los muchachos.

Mientras está sentado, siente la mirada de Kano esculcándolo. Detrás de él logra ver el juego pausado en el pequeño televisor y los dos controles en el suelo.

—¿Super Smash Bros? —pregunta con algo de nostalgia—. Solía tener el mejor puntaje —agrega con orgullo.

—Yo tengo el mejor puntaje —responde Kano.

—Kano… —suelta Kasumi apretando los dientes mientras acomoda los platos sobre la mesa—. No seas desagradable con los invitados.

—¿Cómo te sientes después de la cirugía? —le pregunta Gojo, sintiendo su hostilidad.

—Normal, no fue la gran cosa.

—En un par de días podrán sacarle los puntos —agrega Kasumi, mientras le sirve a casa uno un plato de sopa de miso como entrada.

—¿Qué preparaste, Kasumi? —pregunta Gojo a Kasumi y ella se sonroja casi de inmediato. Kano observa el bochorno en el rostro de su hermana y escucha atento cómo las palabras se amontonan sobre su garganta. Cosa que no es muy usual en ella.

—¡Polloteriyaki! —contesta exaltada.

—¿Kasumi? ¿La llamas por su primer nombre? Eso es extraño. A mí no me preparó nada especial cuando salí del hospital —comenta Kano nuevamente, ofendido.

—¿Extraño? Es difícil decirles a todos ustedes Miwa, si hubieran más Gojos aquí seguramente tendrían que llamarme Satoru.

—Da igual, es demasiado extraño —contesta él, entrecerrando la mirada—. Eres el primer sensei que Kasumi invita a casa.

—Vaya, eres un pequeño niño sobreprotector.

—Kano —vuelve a decir en el mismo tono y Gojo siente la patada que el joven recibe por debajo de la mesa. Kano mantiene la compostura a pesar del golpe que recibe. Le ha dolido, por un momento su gesto lo deja ver.

—Soy el hombre de la casa —comenta mientras sorbe la sopa de miso.

—Uhm… creí que Kasumi era el hombre de la casa. Es la mayor y se hace cargo de ustedes dos.

—¿Todos tus sensei son así de extraños, Kasumi? ¿Es cosa de hechiceros? Mechamaru me cae mejor.

—Bueno, en realidad no soy su sensei, soy un sensei —responde Gojo ants de que Kasumi tenga oportunidad de contestar.

—Eso es más raro aún. Si no eres su sensei, ¿qué haces aquí?

—¡Kano! —suelta Kasumi apoyando los puños sobre la mesa.

—Descuida Kasumi. Verás, Kano. Soy un sensei del Colegio Hermano al que asiste Kasumi. Además, dudo que quieras cenar con los del Colegio de Kioto. No preferirías a Gakuyanshi, huele a viejo.

—Gojo-sensei es genial, Kano. Deja de molestarlo —dice Sochi y le da un largo sorbo a su sopa para dejar el cuenco vacío sobre la mesa.

—¡Te trajo comida chatarra! ¡Por supuesto vas a creer que es genial!

Kasumi está a punto de levantarse de la mesa a tirar la oreja de su hermano, pero Gojo saca algo de su bolsillo y ella se detiene.

—Casi lo olvido —dice y saca un estuche de lápices Castell 9000.

Kano mira los lápices. En un principio abre los ojos con entusiasmo, luego cae en cuenta de su propia expresión e intenta parecer desinteresado.

—Si crees que vas a comprarme con eso…

—¿Lo logré?

—Uhm…

—Bueno, creo que los guardaré. No creo que te los merezcas. Los tiraré a la basura.

—¡Oye, no!

—Ah… ¿vas a comportarte, enano manipulador?

—¿A quién le dices enano? Soy más alto que Kasumi.

—Sigues siendo enano para mí, ¿cuánto mides? ¿1,65? Te siguen faltando 25 centímetros para que te considere alto.

—Dame un par de años, sólo tengo quince. ¿Cuántos años tienes tú? ¿50?

—Veintinueve y para tu edad ya medía 1,75.

—¡Dejen de discutir! —interrumpe Kasumi y ambos se voltean a verla.

No podría estar más abochornada. Tiene las mejillas encendidas en llamas y no ha probado sorbo de su sopa, tiene el entrecejo fruncido, como nunca antes. Satoru y Kano sonríen, y mientras el mayor guarda la caja de lápices se inclina ligeramente hacia cano y le susurra.

—Te los daré después de cenar si te portas bien.

—Manipulador —contesta el joven esforzando una sonrisa.

—Kano, ayúdame a levantar la mesa y trae el pollo.

Kasumi se pone de pie. Gojo la mira de reojo y compadece al muchacho por la reprimenda que probablemente vayan a darle en la cocina. El joven se levanta a regañadientes, recoge los cuentos y sale tras su hermana. Satoru tiene que contener una risa al escuchar los susurros del otro lado de la pared, afortunadamente a él no lo van a reprender hoy.

—¿Quieres jugar Super Smash Bros conmigo después de comer?

—Sólo si no dejas nada en el plato —contesta Gojo en un tono más severo que de costumbre, ya que asume que es algo que alguien de su edad debe decir. El muchacho asiente con entusiasmo y él se sonríe.

Kasumi y su hermano regresar poco después. Kano tiene el mismo rostro que Ito suele tener después de sus entrenamientos juntos. Kasumi en cambio fuerza su mejor sonrisa mientras trae la cazuela de pollo teriyaki entre dos mitones. Lo coloca en medio de la mesa y sirve los platos.

—¡Ah! —exclama él con una sonrisa, similar a la que tiene Sochi.

El primer bocado es delicioso, Satoru cierra los ojos y saborea mientras Kasumi lo observa expectante.

—Está delicioso —le dice luego y asiente y se sonroja nuevamente.

Kano continúa mirándolos, primero uno y luego al otro. Gojo no escapa de su escrutinio ni por un segundo y desiste de la idea que ha cotejado desde que vio la falda de Kasumi. Si llega a ponerle una mano encima el muchacho se dará cuenta, entonces estira un pie sin dificultad por debajo de la mesa y le roza una pierna. No espera que Kasumi se atragante con una porción de pollo.

Ella toma un vaso con agua y bebe abochornada. Luego se ríe nerviosa y hace un gesto con la mano para que no le presten demasiada atención.

Satoru desiste por completo de sus ideas al ver la forma en la que sus manos tiemblan. Asume que la presencia de sus hermanos la pone mucho más nerviosa que de costumbre.

Los cuencos de pollo y arroz quedan totalmente vacíos en menos de quince minutos. Gojo se ofrece a levantar los platos, pero Kasumi insiste en que tome asiento y Sochi aprovecha el momento para insistirle en jugar una partida en su pequeña consola retro.

Ambos se sientan frente al televisor y Satoru estira los dedos cómo si se preparara para una pelea.

Para cuando Kano y Kasumi regresan con el helado que Gojo compró, ambos están en el nivel cuatro, completamente ensimismados en el televisor. Hacen pequeñas pausas y pasan el control a los otros dos cada vez que alguno muere. Gojo aprovecha esos pequeños momentos en el que le cede el mando a Kano para terminar su helado e incluso pide un segundo plato. Y cuando le devuelve el cuenco aprovecha la ocasión para acariciar los dedos de Kasumi de la manera más discreta posible.

Aquel gesto es suficiente para debilitarle las rodillas a Kasumi, quien sale temblorosa de la habitación. Sirve una segunda porción de helado para Satoru y regresa, lo más decorosa posible.

Al cabo de un par de horas, al igual que en la noche anterior en la que Machamaru estuvo allí, Sochi empieza a cabecear. Es incapaz de reconocer su cansancio cuando hay un invitado. De modo que Kasumi se ve obligada a acompañarlo hasta su cuarto, y luego de arroparlo y apagar la luz, Gojo asume que ha llegado el momento de marcharse. Le entrega discretamente los lápices de dibujo a Kano y llega a ver un ligero rubor en sus mejillas cuando suelta un gracias a regañadientes.

Él se pone de pie, se viste su chaqueta y mira la hora en su celular ignorando la mayoría de mensajes que le esperan.

—Gojo-sensei —dice Kasumi al verlo junto a la puerta—. ¿Puedo acompañarlo a la estación de trenes?

—¿Huh? ¿A esta hora? —le recrimina Kano, pero ella lo ignora por completo. No es capaz de retirar los ojos de él, lo único que espera es una respuesta de Satoru.

—Claro —contesta él conteniendo la sonrisa retorcida que su rostro está a punto de esbozar.

—¡Kano! ¡No le abras la puerta a nadie! —suelta ella antes de ponerse una ligera chaqueta de denim.

La puerta se cierra rápidamente antes de que Kano pueda continuar recriminándole a Kasumi. Del otro lado, Gojo observa a Kasumi, ella hunde el rostro contra su pecho y trata infructuosamente de contener su sonrisa. Y en ese momento, mientras ambos están solos, Gojo se da cuenta de algo que le perturba. Observa el suelo hasta que llama la atención de Kasumi y se voltea en busca de aquello que ha capturado su mirada.

—¿Otra vez? —dice Kasumi al ver la colilla de cigarrillo—. Tendré que quejarme con el conserje.

—Sí, deberías hacerlo —responde Satoru en un tono escueto y comienza a caminar hacia la salida.

Mientras andan por la vereda, Satoru toma su móvil y comienza a teclear.

'Ijichi, necesito otro favor confidencial', envía de inmediato. Temiendo tener que hacer una tercera visita a la horrorosa residencia de Isao Miwa.

—Gracias por venir… —le dice Kasumi tímidamente.

—Puedes decirme Satoru… Gojo-sensei tiene su encanto, pero puedo sacrificarlo por ti.

—Está bien… Satoru —pronuncia con pena.

—Tengo bastante tiempo hasta el último tren —comenta él al ver una plaza desértica y Kasumi entiende el mensaje.

Ambos caminan hasta los columpios y se sientan. Kasumi se hamaca suavemente y observa las estrellas. Pocas personas deambulan por el vecindario y esta es la primera ocasión en la que se siente completamente libre de estar a su alrededor.

—Estuve pensando en lo que dijiste el otro día —Kasumi gira su rostro al de Satoru, él no parece entender a qué se refiere y la observa expectante—. Sobre mi cabello, y sobre mi mamá…

—Oh… yo también he pensado en ello. Creo que el color de tus ojos también proviene de la energía maldita. Eres la única en tu familia con ojos azules, ¿cierto?

—Sí… —contesta halagada por estar entre los pensamientos de Satoru—. También he pensado en eso… La verdad es que mi padre era un hombre abusivo y mamá tuvo que lidiar con él por muchos años. Por alguna razón lo recibía después de cada maltrato…

—Quizás le temía —asume Gojo y observa las estrellas.

—Puede ser, yo también le temía. Creo que aún lo hago, pero intento no pensar en eso.

—Tengo otra teoría sobre ti.

—¿A sí? ¿Cuál es? Espera… no sé qué vayas a decir así que deja que me prepare para escuchar algo duro.

Kasumi se ríe al decir esto último, mientras que Satoru aún esboza su expresión ausente.

—Creo que eres como una botella.

—¿Una botella?

—Creo que te has acostumbrado a lidiar con emociones negativas, tanto así que las ignoras. Lo reprimes tanto que has embotellado tu energía maldita. No las canalizas, como hacen los demás: las ignoras. Nunca avanzarás si sigues haciendo lo mismo. Y si sigues así es probable que en algún momento explotes y no logres controlar la energía maldita cuando salga de tu cuerpo.

—Supongo que puede ser cierto…

—Deberías transferirte de escuela, yo puedo ayudarte con eso.

—¿Qué? No, no podría.

—¿Por qué no? Podemos conseguir un sitio para tus hermanos si eso es lo que te preocupa.

—No podría, Utahime-sensei se opondría. Además, no quisiera sacar a los chicos de la escuela. Tienen amigos aquí, y sé lo difícil que es asistir a una nueva escuela en la que no conoces a nadie. Ellos necesitan estabilidad, sobre todo Kano. Sé que parece un muchacho difícil, pero ha pasado por mucho y sólo quiere cuidarnos a Sochi y a mí.

—Es una lástima. Aunque por otro lado me conviene que no seas mi alumna. Así no tendré que evitar este tipo de actividades extracurriculares.

En pocas palabras logra volver a abochornarla. Pero esta vez, Kasumi toma las riendas después de haber meditado tanto sobre sus propias inseguridades. Se pone de pie y Gojo la observa pararse frente él.

—Satoru… —pronuncia ella por segunda vez. Hay vergüenza y devoción en su tono—. ¿De verdad te intereso?

Kasumi tiene ambos brazos entrelazados detrás de la espalda. Su rostro tímido le hace sonreír. ¿Qué hay en Kasumi que no pudiera gustarle?

—Muy interesado.

Su respuesta deja mudas todas las voces negativas que la acechan en cada rincón, cada vez que se siente perdida sobre la ausencia de Gojo.

Ella se inclina y deposita un suave beso sobre sus labios.

Él lo recibe, sentado en el columpio, con las manos relajadas entre las piernas. Cierra los ojos y deja que ese beso lo encuentre. Es agradable y cálido, y tierno, y sincero.

Kasumi siente una ola de calor emanando de su cuerpo, como llamas que se desprenden de su piel. Algo vibra dentro de ella.

Y es que el amor es el tipo más volátil de energía maldita.


N/A: ¡Hola! Aproveché mi último finde completamente libre de trabajo, siendo que ayer fue feriado en mi país. A todos los que comentaron al respecto, salí negativa en el hisopado por covid-19.

Quería mencionar algo que no llegado a decir nunca, porque siempre me olvido. Pero cada locación que menciono en esta historia es real. El bar karaoke, el hotel, el hospital. Soy muy minusiosa con esas cosas, creo que le dan realismo a la historia y aunque nadie se de cuenta, me gusta mantener ese tipo de detalles.
Espero que este capítulo los encuentre con buena salud. Mil gracias a las personas que se toman unos momentos para dejar un comentario, de verdad me pone muy feliz saber que hay personas interesadas en este ship. ¡Gracias a lestaut, Samira, Nicole, natalysweety, Charlie e Ina por sus reviews!

¡Les mando un abrazo muy fuerte desde Argentina!