Capítulo 7: Escarbando en terreno conocido.
Orario, Mansión Crepúsculo:
La habitación de reuniones yacía sumida en el silencio más absoluto; Era un lugar simple, con algunas estanterías adornadas, unas sillas y un único escritorio a centímetros de la ventana trasera. Era aquí donde el hijo de la familia Tyr se cernía, observando con curiosidad los objetos de inmensurable valor acomodados en torno a todo el sitio. Logró reconocer algunos de manera inmediata; artefactos, materiales y recuerdos de las expediciones de la familia Loki. Para cualquiera de los aventureros que habitaban la mansión, símbolos del valor y la audacia de sus líderes. Para Kahn, objetos legendarios que provocaban que la saliva en su boca cayera por sus labios. Y entonces, de un momento a otro, el picaporte de la puerta rechistó en un movimiento suave. Alertado y emocionado por la llegada del momento, el muchacho trató de mantener la compostura mientras musitaba para sí mismo.
–Bien… tranquilo, no entres en pánico y no lo mires a los ojos…
Dos personas entraron al cuarto cerrando la puerta detrás de sí; El primero, un hombre mayor camuflado en el cuerpo y de un niño y una mujer de alvinas vestiduras y recortada cabellera. Ambos dispararon sus miradas sobre el anciano Kahn, empujando aún más el sentimiento de emoción dentro de su pecho.
–Por fin nos conocemos. –Indicó Finn.
Las manos del chico temblaron, y su respiración se vio entorpecida de repente. –E-Es u-u-un hon-or… señor… ¡SOY UN GRAN FANATICO SUYO! –Exclamó a todo pulmón.
Finn dejó escapar una incómoda sonrisa, una realizada con una delicadez tal que pareció un completo gesto de amabilidad; Era eso, o el hecho de no saber cómo reaccionar a tal acto.
–L-Lo siento… Solo quería decírselo… en verdad soy un gran fanático. Tyr me contó cientos de sus historias suyas de como…
–Si, bueno… –Interrumpió Bianca. –No es que tenga algún problema con verte babear ni nada, pero creo que tenemos cosas más importantes que hacer.
Kahn volteó en dirección a la mujer. Él la observó por unos instante, reconociendo de inmediato los patrones que se mostraban en sus ropajes; Un alargado y elegante vestido que le llegaba hasta las rodillas y unas sandalias de fino cuero y metal reluciente. Las costuras, el diseño y algunas simbologías que podían verse en torno al mismo activaron una parte en concreto de su cerebro.
–Disculpa, ¿Quién eres? –Interrogó con seriedad.
Finn caminó hasta la parte trasera de su escritorio, tomó lugar frente detrás de su escritorio y con tranquilidad respondió. –Señor Kahn, ese es su nombre, ¿verdad? Ella es la señorita Bianca Sýmma, es una aventurera procedente de las tierras de Domhan, igual que usted. Ella fue quien nos brindó la información necesaria sobre la armadura de los Tyrant.
Un sentimiento de vacío se formó de manera inmediata en el estómago del muchacho, su visión se vio distorsionada, su postura flaqueó, y la expresión en su rostro fue completamente arrancada. La ilusión que le había acompañado hasta el momento fue reemplazada por un pánico abrazador. Se sintió atrapado mientras la oleada de pensamientos negativos atacaba su mente; Quería correr, quería huir, desaparecer de allí para nunca más volver a pisar ese lugar.
–D-De… ¿Domhan? –Balbuceó.
–Si, llevo algunos días ayudando a la familia Loki con este pequeño inconveniente. No es que sea necesario pero Finn insistió en que deberíamos contar con algo más de ayuda… –Resopló desanimada.
Unos minutos de duro silencio pasaron camuflados como duras horas. Las miradas de ambos aventureros se cruzaron en un largo vaivén de emociones. Finn, por su parte, observó el encuentro desde su puesto trasero, atento a cada movimiento y aguardando con inquietud.
–¿Estás bien, Fealltóir? Se te nota algo pálido. –Sonrió Bianca, burlándose de él.
–Ese no es mi nombre… –Musitó a Regañadientes, utilizando un tono en extremo bajo, como un niño al cual están regañando.
–¿Disculpa? Creí que preferirías que te llamase así.
Una pesada gota de sudor helado bajó por su nuca, acompañado de un verdadero sentimiento de horror. Él no podía explicarlo, no podía comprender quien era esa mujer, pero su cuerpo y alma se estremecían con su mera presencia. No era un sentimiento ordinario, era su mente volviendo en sí misma y aterrorizándole por una verdad que él mismo negaba.
–Sabes lo qué significa, ¿no es así Fealltóir? ¿Cuánto tiempo llevas lejos de casa?
–Eso… no es de tu incumbencia…
–En efecto, no lo es. –Enalteció su expresión posando su frente en alto. –Finn, ¿te importaría encargarte del resto a partir de aquí?
La mirada del pallum se tornó confusa. –¿Encargarme del resto? ¿Por qué? Fue usted quien me pidió asistir a la reunión.
–Ya pude comprobar lo que quería. No es lo que tenía en mente, pero tampoco es nada de qué preocuparse.
La piel de Kahn se erizó en el instante en el cual Bianca pasó junto a él; El sentimiento de una briza gélida le golpeó su espalda, y su mirada cayó al suelo de inmediato. Borrando la sonrisa en su rostro y observando al muchacho desde arriba con aires de desprecio, la aventurera dejó salir un comentario bastante pesado para sus oídos.
–Es solo un Fealltóir cualquiera buscando donde esconderse…
El eco de la puerta cerrándose llegó tras la despedida de la mujer, y la habitación fue sumida en un completo silencio. La mirada del joven, aun clavada en el piso, fue incapaz de voltear a ver al pallum. Se mantuvo en su sitio, inmóvil, incapaz de despegarse de los pensamientos en los que estaba metido aunque gritando en su interior para escapar de los mismo; Él no era más que un náufrago en el mar de emociones e ideas que le atormentaban.
–¿Señor Kahn? Señor Kahn… –Llamó Finn un par de veces.
El muchacho sacudió la cabeza, aturdido a la par que nervioso. –¿Eh? L-Lo siento señor el bravo, me dejé… l-lo siento…
–No hay problema… –Resopló desanimado. –¿Sería tan amable de tomar asiento? Tenemos algunos temas que discutir y no nos podemos dar el lujo de distraernos por más tiempo.
–S-Sí, disculpe, ya mismo. –Asintió apenado, y sin decir una sola palabra más obedeció.
–Así qué, "Fealltóir". –Señaló Finn de manera curiosa. –¿Es algún tipo de código entre los habitantes de Domhan?
Kahn abrió los ojos repentinamente. –Por favor, no me llame de esa forma. Su significado no es nada de qué sentirse orgulloso.
–¿Es un nombre?
–Un alias, para ser más exactos. Mi gente lo utiliza para nombrar a todos los que abandonan Domhan. Digamos que… la idea de irse a vivir a otro sitio no está muy bien vista.
–Entiendo. –Asintió con la cabeza. –Sin embargo, me parece extraño que el gremio no mencionara nada de tu alias.
–Si, bueno, esa información está un poco… –Se detuvo a pensar sus palabras. – "distorsionada".
Finn frunció el ceño de manera desconcertada. –¿Falsificaste la información del gremio?
–Yo no, mi madre. –Se adelantó a responder. –Ella se encargó en persona de ello.
–Oh… bien, eso es algo a tener en cuenta, en verdad. Entonces, ya qué no podemos confiar en las declaraciones obtenías, he de suponer que las suposiciones son verdad. –El Pallum bajó su voz y clavo una mirada acusadora sobre el aventurero. –Eres más de lo que aparentas.
Kahn resopló. –Prometí no hablar sobre esto, tendrá que disculparme.
–No te pierdas en detalles, solo hay una cosa que quiero saber. Estás relacionado con los monstruos Tyrant, ¿verdad?
La mirada del hijo de la familia Tyr se perdió en el vacío de la ventana. Ladeando la cabeza de manera lenta, negó a tal pregunta mientras buscaba las palabras para continuar.
–Ya los he enfrentado antes. Odín solía usarlos para entrenar a los miembros más acérrimos de su familia.
–¿Odín? ¿Qué tiene que ver él en todo esto?
–¿Ella no se los dijo? –Esbozó una mirada confundida. –La chica esa, la de cabello blanco.
–La información brindada por la señorita Bianca fue de vital ayuda para la limpieza del piso 16 y mitades del piso 17. Sin embargo, ella jamás mencionó algo parecido.
–Los monstruos Tyrant… –Vaciló el hijo de Tyr, sumido en la profundidad de sus recuerdos. –Son una creación originaria de la familia Odín. Ellos utilizaban una mescla pegajosa y viva que devoraba como un parasito a sus presas. Las volvía indestructibles, pero a cambio les quitaba sus mentes.
Finn asintió con la cabeza, frunciendo el ceño al comprender a donde estaba apuntando su invitado. –¿Crees que la familia Odín está detrás de todo esto?
–Preferiría no apuntar con el dedo y sugerir culpables. Odín siempre ha sido una persona… muy… extraña… –Los ojos de Kahn se blanquearon nuevamente, y su mente volvió a ensimismarse.
–Eh, ¿disculpe? ¿Señor Kahn? –Agitó su palma frente al rostro del muchacho.
–¡Oh dios! –Exclamó mirando a su alrededor, volviendo en sí de forma apresurada. –Lo siento, en serio… me dejé llevar…
–Oiga, esto se está alargando más de lo necesario. Agradecería que dejara de hacer eso. –Señaló molesto.
–D-Disculpe… no es mi intención, lo juro…
–Vamos al grano, ¿cómo detenemos a los Tyrant?
Frunciendo el entrecejo, Kahn mostró una expresión seria y decidida. –Hay que encontrar a los domadores qué los controlan. Es gracias a estos que los Tyrant empiezan su proceso reproductivo. Si lo que quieres es eliminarlos de rais, es por ahí donde debemos empezar.
–Bien, me gustó esa respuesta. Ahora, ¿cómo encontramos a los domadores?
–Yo… –Se detuvo en seco. –No tengo idea.
–Oh… –La expresión del pallum cayó en un gesto de desanimo. –Supongo que eso ya seria pedir mucho, pero puedo encargarme a partir de aquí. –Saltó de su silla y caminó a un lado de su escritorio hasta encontrarse cara a cara con el joven aventurero. –Hablaré sobre esto con el resto del escuadrón de reconocimiento. Espero comprendas que tus declaraciones son igual de validas que las de Bianca.
–Comprendo que no confíen en mí, señor. –Afirmó forzando una sonrisa.
–Me alegra que estemos de acuerdo. En ese caso te será más fácil aceptar el hecho de tener que ponerte a un escolta.
–Déjame adivinar, ¿la niña?
Finn sonrió de regreso, mostrándose agraciado por la sinceridad de su nuevo socio. –No pareces molesto por ello, ¿te agrada la compañía de Lefiya?
–Es una chiquilla un tanto ruidosa, pero me gusta tener a alguien con quien hablar.
–Ahora… –Los ojos de Finn destellaron en un reflejo resolución. –Hablemos sobre tu primera misión.
Kahn tronó los huesos de su cuello, dio unos pequeños saltos en su sitio y mostró una actitud decidida frente a la leyenda, Finn el Bravo. A simple vista parecía un boxeador a punto de comenzar una pelea, aspecto que agració un poco al pequeño hombre.
Las especificaciones se le fueron entregadas. Su destino actual recayó en dirección a un gigantesco asentamiento resguardado bajo el manto de la noche, un sitio bañado en luces destellantes, lleno de pasión, lujuria y excesos; El distrito de las luces rojas. Si bien, aquél es un sitio reconocido por sus damas nocturnas, lo cierto es que, si sabes lo que estás buscando y tienes con qué pagar, puedes encontrar más que solo el placer de la carne.
–Quiero un informe completo cuando acaben; Pregunta todo lo necesario acerca de Odín y trata de sacar toda la información sobre facciones emergentes en Domhan. –Confluyó Finn.
Sin dar más revuelo, Kahn asintió con la cabeza, dio media vuelta y caminó hasta la puerta del cuarto. El silencio absoluto, acompañado por el rechistar de sus pasos era el único sonido que podía oírse en la habitación. La mirada del pequeño hombrecillo, sus ojos cargados de experiencia y tensión, se clavaron sobre la espalda del muchacho como anzuelos jalándole de regreso a la conversación. Su mano se posó en el pomo sin ser siquiera capaz de concretar su acción.
–¿Es todo? –Interrogó sin voltearse.
–Aun no. Todavía hay algo que no me has dicho, Kahn. –Esbozó una tonada seria, Finn inquirió. –¿Por qué decidiste venir a Orario?
Presionando el picaporte con todas sus fuerzas, y suprimiendo el extremo sentimiento de angustia que agobiaba su pecho, dejó caer su mirada al suelo. La imagen del hombre de una sola mano, de su mentor, amigo y ejemplo llegó a él a modo de una silueta lejana; Una figura dándole la espalda, pero volteando para regalarle una cariñosa sonrisa.
–No fue mi decisión, señor… Tyr me lo pidió. –Musitó con tristeza. –Supongo que, él pensó que era la mejor manera de olvidar lo ocurrido… o tal vez solo querían proteger a los demás… Supongo que ya no importa.
–¿Olvidar? –Insistió sin dejarle ir. –¿Qué quería que olvidaras?
La respuesta del joven, no llegaría sino como un gesto silencioso y rápido; Unos ojos en blanco, un rostro pálido y falto de emoción, qué denotaban la vergüenza y el arrepentimiento en el interior de su corazón. Fue ahí cuando Finn lo comprendió, fue ahí cuando supo que la persona que tenía delante no era un guerrero, un aventurero, ni mucho menos un soldado; Era una persona que lleva consigo más de lo que puede cargar.
Orario, Distrito de Luces Rojas:
Las calles eran bañadas por tenues rayos de sol, las primeras luces de tinte rubescente empezaban a ser encendidas para dar la bienvenida al horario nocturno. Lefiya mantenía un semblante receloso e incómodo mientras se movían a través de las ostentosas damas de compañía. Sus vestimentas, flamantes, reveladores y dadas a la fantasía, hacían que la mente del elfo vagase en un mundo de pensamientos indeseados, impropios para cualquiera de su estirpe. Kahn, por otro lado, mantenía sus pensamientos alejados del mundo que le rodeaba; Caminaba con un semblante serio, ignorando en todo momento los silbidos y señas que iban destinados a su persona.
–Este lugar es un asco… –Se quejó la joven. –N-No puedo creer que me haya traído hasta aquí…
–No te la agarres conmigo, yo no fui quien eligió esto. –Alzando una ceja y dejando salir una sonrisa, el muchacho saludó con un su mano en alto en dirección a una de las veredas. –Aunque, a decir verdad no es tan malo. Tenía en mente que habría más viejos verdes.
–El sol aún no se ha puesto señor, es temprano para sacar conclusiones…
Un escalofrió recorrió la espalda de Lefiya, haciéndole abrazar con fuerza el mango de su báculo; Una de las mujeres le había dedicado un gesto instigador, guiñándole un ojo y formando una mueca obscena.
–Por favor, acabemos cuando antes y vámonos de aquí… odio la atmosfera de este sitio… –Suplicó mientras el rubor se adueñaba de casa centímetro de su rostro.
Kahn suprimió una risa cruel ante la rección de su compañera; Se volteó en dirección opuesta y cubrió su boca dejando salir el aire silencioso. Sin embargo, esta reacción tuvo poco tiempo para concretarse. Al girar, el muchacho pudo contemplar por unos instantes una silueta que les observaba al otro lado de un callejón; Una sombra vil, cuya fornida figura apenas era distinguible por la tenue luz, y cuyos ojos resplandecían cual luciérnagas moragas en la oscuridad. Tan pronto como sus miradas se cruzaron, la mujer se esfumó en un movimiento rápido hacia el interior de las penumbras, dejando al inquieto joven con un sentimiento de incomodidad en su pecho.
–¿Señor? –Llamó Lefiya al percatarse del acontecimiento.
–Si… creo que será lo mejor. –Musitó Kahn haciendo caso omiso al llamado de su compañera. –Será mejor que nos apuremos.
Tres torres en punta rasgaban el cielo sobre el distrito del placer; Construcciones magnificas, monumentos en honor a la diosa dueña de aquel sitio, y también, un lugar prohibido para cualquier persona no autorizada. Este era el destino de los aventureros, y su misión, por imposible y peligroso que lo pareciera, era conseguir una audiencia con la diosa Ishtar. La entrada al edificio principal se encontraba protegida por decenas de guerreras amazonas; Hermosas mujeres de piel oscura, guerreras innatas en el combate cuerpo a cuerpo y como era bien sabido, cazadoras del sexo opuesto. Más no sería una mujer de inmensurable belleza quien recibiría al hijo de la familia Tyr.
Las miradas de las guardianas, se posaron violencia sobre los extranjeros; Con desconfianza hacia la joven elfo, y regalando un semblante provocativo al indiferente muchacho. Ambos se detuvieron en medio del lugar, posados sobre el sigilo perteneciente a la diosa de la lujuria. Un estruendoso retumbar se acercó con calma hacia ellos; Un caminar lento pero agresivo proveniente de una rechoncha e imponente figura.
–Vaya, ¿qué tenemos aquí? –Esbozó mostrando una sonrisa de dientes amarillentos.
–S-Señor… ¿Esa es quien creo qué es? –Preguntó Lefiya.
Kahn frunció el ceño sin ofrecer respuesta alguna. Era imposible no reconocer a aquella monstruosidad. Una criatura que resultaba ser casi tan poderosa como lo repugnante de su ser; La capitana de la familia Ishtar, Phryne Jamil, dio la bienvenida a ambos jóvenes con una sonrisa de dientes chuecos y amarillentos.
–¿Se puede saber a qué han venido hasta aquí el hijo de la familia Tyr y la alumna de Nine Hell? Porque hasta donde yo sé, nadie les ha dado el permiso de venir hasta aquí.
Los ojos de escuerzo que la mujer con orgullo portaba cayeron sobre la imagen del aventurero de cabello oscuro. La babeante lengua de Phryne pasó sobre sus labios dejando caer un líquido espeso y transparente, pero no lo suficiente como para hacerse llamar saliva.
–A no ser que lo que estén buscando… sea algo más personal.
–Agradezco la oferta, pero no quiero volver a saborear mi desayuno. –Negó el muchacho agitando la cabeza.
–¡Señorita Phryne! –Exclamó Lefiya, parándose con firmeza para aparentar confianza. –Venimos hasta aquí con el permiso del gremio de Orario, queremos solicitar un encuentro privado con la diosa Ishtar.
El grupo de mujeres empuñó sus armas, y con juguetonas sonrisas en el rostro comenzaron a rodear a los aventureros. Kahn empujó con delicadez a la pequeña hechicera usando el reverso de su mano, posándose entre ella y la monstruosa capitana. Ignorando las palabras del elfo, Phryne continuó sin despegar los ojos de sus presas, girando hacia la chiquilla de manera ocasional y violenta, intimidando y acechando cual lobo salvaje.
–¿Con que el gremio viene hasta aquí a exigir? –Ensanchó su sonrisa. –Deberían saber que los asuntos de Orario no son para nada incumbencia del distrito del placer.
–Ah… ¿no? Bien… ¡De todas formas debemos…
–¡No tenemos por qué hablar con ustedes! –Alzó la voz su compañero. –Venimos a hablar con Ishtar, ninguna de ustedes tiene nada que nos interese. Es una situación muy delicada qué también les afecta, deberían escuchar.
El lugar estalló en risas tras la declaración del aventurero; Una estruendosa carcajada grupal, encabezada por la monstruosa figura de Phryne. La figura de la mujer se movió en un desliz hacia adelante, tacleando a Kahn con el relieve de su estómago. El cuerpo del muchacho fue empujado hacia atrás, golpeando a Lefiya y empujando a ambos al suelo. De inmediato la ronda a su alrededor se cerró, y el filo de las armas apuntó aun más cerca de sus cuerpos, como si no fuesen más que criminales siendo apresados.
–¿Ustedes en serio pensaban que les íbamos a dejar pasar tan fácil? A un pretencioso elfo y a la marioneta de Odín?
El corazón del joven dio un salto; Su pulso se aceleró con violencia, el aire en sus pulmones comenzó a hervir y su visión se nubló en un repentino subidón de adrenalina. Fue un cambio repentino, un interruptor que se encendió con aquella desmedida selección de palabras. "La marioneta de Odín… La marioneta de Odín… La marioneta de Odín…" se repetía en su mente, una y otra vez sin descanso ni piedad alguna. Lefiya volteó de forma bruta, clavando su mirada sobre el muchacho y percatándose con solo mirarlo de que algo no iba bien.
–¿Kahn? –Dejó salir con preocupación.
Un escalofrió recorrió su espalda, una llamada de atención al peligro, algo que le gritaba que debía moverse de allí antes que algo malo pudiese ocurrirle. Y las risas aun continuaban, las sonoras e irritantes carcajadas de las amazonas perforando en la mente del aventurero cuyos ojos se teñían cada vez más de un rojo brillante.
–Cuéntame, pequeño monstruo. –Continuó Phryne. –¿Ya le has dicho? Ella sabe lo que eres, ¿verdad? –Dirigió su mirada hacia el inquieto elfo, sonriente y burlona como si estuviese disfrutando de sus actos. –Escucha niña, tu amigo no es ni por asomo una persona normal.
–¡Basta! ¡Deja de decir men…
–¡CALLENSE!
Un estruendo estrepitoso acalló todo sonido en las cercanías; Resonó a través de todo el distrito, acompañado de un rugido feral de furia extrema. La sangre salpicó los puños del guerrero y cayó sobre el pavimento cual gotas de lluvia. Nadie más rio, nadie más sintió la necesidad de hacerlo cuando vieron el cuerpo de la capitana de la familia Ishtar volando cual bala de cañón y atravesando la entrada de la torre central. Sus dientes cayeron, resonando en un eco silencioso y mortal. Nadie fue capaz de decir nada. Tanto Lefiya como las guerreras amazonas fueron petrificadas por la imagen de Kahn babeando y soltando espuma por la boca, con su brazo recubierto por una humeante aura de color rojo y con todo su cuerpo tiritando en un inhumano esfuerzo por contenerse, por mantener lo poco que le quedaba de cordura y no ahogarse en un mar de rabia y locura.
–Ese… ese no soy yo… ¡¿Quedó claro?! –Exclamó con voz gutural. –Yo no soy el títere de nadie… ¡YO NO SOY UN MONSTRUO!
El escuadrón completo se dispersó, presas del miedo. Algunas se refugiaron en el interior de los edificios, otras se alejaron corriendo con destino a la ciudad laberinto, pero todas ellas huyeron del errático aventurero, todas menos Lefiya. Ella se mantuvo tendida en el suelo, observando a algunos metros como su compañero gritaba mientras caía al suelo en un agobiante grito de auxilio y advertencia. Su voz cambiaba en un palpitar nervioso, menguando entre la rabia y la tristeza en un sollozo incesante. Sus uñas presionaban con fuerza contra la carne de su cara mientras las lagrimas caían de forma lenta, mezclándose con los delgados hilos de sangre que él se autoprovocada.
–¡Basta! ¡Cállense de una maldita vez! ¡Ya no soy el mismo, solo déjenme tranquilo!
Dando un ultimo retorcijón de adrenalina, Kahn quedó tendido sobre el suelo, abrazando sus piernas y cabeza en un movimiento estático mientras la atmosfera silenciosa intensificaba el sonido de sus sollozos. La joven elfo, impactada a la par que llena de temor, dudó sobre qué seria lo indicado; Quería irse, alejarse por completo del muchacho y dejarlo allí mismo y ponerse a salvo a si misma, pero a su vez, sentía la necesidad de ayudarle.
–¿S-Señor Kahn? –Musitó en voz baja.
Ella se levantó de su sitio y caminó hacia él con sumo cuidado. Sus azulados ojos se clavaron sobre su espalda en un desesperado deseo por una respuesta. La tormenta de sentimientos que yacía en su interior le cegaba, le impedía pensar con celeridad y le guiaban hacia un camino que ni siquiera ella sabía si era correcto.
–Señor… Por favor respóndame…
Por supuesto, no obtuvo respuesta. Estando ya a unos centímetros del aventurero, Lefiya alzó su mano con la intención de tocarle; Una pequeña palmada en el hombro, una suave caricia para tratar de llamar su atención, algo en extremo inofensivo pero también peligroso.
–Yo no haría eso.
Una voz desconocida resonó a sus espaldas; Una tonada suave y confiada, pero sin rastro alguno de malicia. La palma de la chica se detuvo a una distancia aledaña, separándose de la tela de aquella ropa gastada por insignificantes milímetros. Fue aquí que, estando tan cerca del muchacho, pudo sentir un calor singular emanando de su cuerpo; Una calidez extrema, un ardor ferviente que no parecía emanar de fuentes naturales.
Retirándose hacia atrás y quedando presa de la mujer a sus espaldas, Lefiya susurró con preocupación. –¿Qué le ocurre?
El sonido de unos zapatos de estilo oriental se acercó a la niña de forma tranquila. Una dama de la noche, una viajera de estirpe amazona que como muchas otras había visitado las tierras de Domhan se postró junto al elfo para observar al aventurero. Sus ojos de color morado se compadecían de él y de su desdichada suerte, pues siendo conocedora de su historia, Aisha sabia que no era merecedor de tal sufrimiento.
–Está recordando pequeña, solo eso…
