Capítulo 8

Erin se había pasado los dos días siguientes prácticamente sin salir del baño. Desde que se despertó el Jueves, comenzó a vomitar, incapaz de retener nada en su estómago. Por la noche, Aaron quería llevarla al hospital, pero ella se negó, argumentando que en sus otros embarazos le había pasado lo mismo. Era propensa a las náuseas y los vómitos, al menos hasta la mitad del segundo trimestre. Aaron le contó que con Chloë le había pasado lo mismo, pero tenía cuarenta y cinco años y un embarazo de alto riesgo. Ella lo convenció recordándole que al día siguiente tenían cita con el ginecólogo. Aunque a regañadientes, el agente terminó aceptando.

El Viernes por la mañana, cuando bajó a desayunar, los chicos ya se habían ido a sus respectivas obligaciones. Chloë preguntó una y otra vez a su padre porqué no era mamá la que la llevaba al colegio, como hacía siempre. Aaron le contó que mamá no se encontraba bien, pero en cuanto estuviera mejor, volverían a su rutina.

-¿Estás mejor? -preguntó en cuanto la vio.

Ella asintió mientras se sentaba, pero viendo la palidez de su cara, las profundas ojeras y lo cansada que parecía, supo de inmediato que mentía. Se había recogido el pelo en una cola de caballo, llevaba unos leggins negros y un jersey holgado. Y Aaron pudo ver mientras se sentaba que ya se le empezaba a notar el embarazo. Era el quinto, y aunque sólo estaba de ocho semanas, el pequeño bulto que era su hijo empezaba a hacer acto de presencia.

-Te daré unas galletas saladas, haber si consigues retenerlas, y un poco de té ¿vale?

Erin no contestó, simplemente se quedó mirando cómo lo preparaba. Unos minutos después, Aaron le dio una taza de té con un pequeño plato con galletas.

-Gracias -murmuró sin ganas.

Consiguió tomarse todo el té, y la mayor parte de las galletas, y pensó que le había sentado bien hasta que se levantó y tuvo que correr al baño. Aaron suspiró y fue detrás de ella.

-Shh, todo pasará pronto, Erin -la abrazó contra su pecho. La sintió sollozar, y su corazón se le rompió un poco por su sufrimiento.


Llevaban diez minutos en la consulta de la doctora Hayes y era Aaron el que contestaba a todas sus preguntas. Le había contado por encima lo que había pasado, y la mujer escuchaba con el ceño fruncido.

-Muy bien. Voy a explorarte y luego te mandaré unos análisis. Te llamaremos el Lunes con los resultados. Y te daré unas pastillas para las náuseas, pero si sigues así, lo siguiente es el ingreso ¿de acuerdo?-Erin asintió-. Desnúdate, ponte la bata y túmbate en la camilla.

Erin hizo lo que le dijo, mientras Aaron seguía sentado en la silla. Le hubiera gustado estar a su lado, pero no sería lo correcto y no quería que Erin se sintiera más incómoda. Al cabo de unos minutos, la doctora volvió a su sitio mientras Erin terminaba de vestirse.

-Todo está correcto. En la siguiente visita ya haremos una ecografía. Pero debido a su edad y a su situación actual, voy a pedirle que se tome las cosas con calma. No debería trabajar, al menos hasta después de que nazca el bebé, porque podría tener complicaciones más adelante en el embarazo.

-De acuerdo -murmuró Erin sentándose de nuevo frente a ella.

Aaron la miró sorprendido. Estaba seguro que si en algún momento llegaran a ese punto, su mujer protestaría. Debía de encontrarse realmente mal para no hacerlo.

Unos minutos después, abandonaron la consulta y el hospital. Erin cerró los ojos y apoyó la cabeza contra el asiento cuando entraron en el coche.

-Hey, ¿quieres que vaya a comprar un poco de agua? -preguntó en voz baja, para no asustarla.

-Solo quiero irme a casa -susurró.

-Está bien. Pararemos a comprar tus pastillas, luego te sentirás mejor.

Erin no notó que se había quedado dormida hasta que Aaron sacudió suavemente su hombro y le extendió una botella de agua y la pastilla para las náuseas. Sonrió agradecida mientras se lo tomaba. Luego volvió a acomodarse contra en el asiento, apoyando la cabeza contra el cristal y cerrando los ojos.

-Pararé en la tienda a comprar la comida para mañana ¿vale? No tardaré -dijo Aaron mientras volvía a arrancar el coche. Un leve gruñido fue su respuesta.


Choë corría emocionada por toda la casa a la mañana siguiente. El equipo al completo iba a ir a comer, y ella podría jugar con Michael. Su padre y sus hermanos la dejaban a su aire, mientras ellos lo preparaban todo.

Erin se encontraba mejor, gracias a las pastillas que le recetó la ginecóloga, aunque seguía pálida y ojerosa. Jugó durante un rato con la niña y luego ayudó a Olivia a hacer el equipaje, que se marchaba de nuevo a la Universidad esa tarde. Su padre la llevaría al aeropuerto.

-Veo que te encuentras mejor -Aaron sonrió cuando Erin entró en la cocina.

-Sí, espero que dure mucho -se sentó frente a él y lo vio marinar la carne-. ¿Quieres que te ayude?

-Puedes ir cortando las verduras, si quieres.

Trabajaron juntos preparando la comida, y ambos se sorprendieron por la comodidad y familiaridad con la que trabajaban, hablando y riendo al tiempo que cocinaban, como si nada hubiera pasado. Tal vez momentos así ayudarían a Erin a sanar.

A las once y media, empezaron a llegar los primeros invitados. Morgan y García fueron los primeros. La técnico analista abrazó fuertemente a Erin, haciendo que se pusiera rígida (no llegaba a acostumbrarse a eso). Luego llegaron Reid y Max, y mientras todos se saludaban entre sí, Erin se dirigió a la chica.

-Eres Max ¿verdad? Lo siento, yo…

-No te preocupes. Spencer me ha contado lo que te ha pasado. Con el tiempo seguro que vuelves a recordarlo todo -la chica sonrió, y Erin pensó que tenía una sonrisa muy dulce.

Will, JJ y los chicos llegaron casi al mismo tiempo que Prentiss, quien la saludó cordialmente, aunque Erin pudo notar un poco de frialdad. Michael le trajo otro dibujo, y después de un abrazo, le preguntó si ya estaba bien. Luego corrió con Chloë a jugar al cuarto de la niña.

Rossi llegó solo, sin Krystall. A pesar del paso de los años, y de que los dos estaban felizmente casados, la mujer no se sentía cómoda con Erin, y mucho menos después de que Dave le contara lo último que recordaba después de su accidente. Tampoco le hacía gracia que fuera a esa comida, pero el agente ya se había comprometido. Erin también se sintió más cómoda sin la mujer allí, aunque ni siquiera la recordara.

Aaron había planeado una barbacoa, pero el día había amanecido gris y una hora antes había comenzado a llover. Así que habían tenido que cambiar el menú, pero cuando todos llegaron, la comida estaba casi lista. Jack y Olivia habían puesto la mesa, para ayudar a sus padres.

Mientras todos estaban ya todos sentados a la mesa, Aaron y Erin daban los últimos retoques en la cocina.

-¿Te parece que les digamos que estás embarazada? ¿O quieres esperar un poco más?

-No, está bien. Podemos decírselo. Tal vez la comida no aguante en mi estómago…-sonrió tímidamente.

-De acuerdo. Lo haremos al final de la comida -y mecánicamente, la besó en la sien antes de salir de la cocina. Erin lo siguió unos segundos después.

La comida transcurrió con tranquilidad. Jack, Olivia y Henry hablaban entre sí; Michael y Chloë jugaban más que comían, a pesar de las advertencias de sus padres; y los adultos compartían bromas y anécdotas cómo si llevaran mucho tiempo sin verse.

Después del postre, y mientras las conversaciones seguían fluyendo con normalidad, Chloë se acercó a Erin con Michael pisándole los talones.

-Mami, ¿cuando va a estar aquí mi hermanito? -preguntó la niña subiéndose al regazo de su madre. Las conversaciones cesaron de golpe.

-¿Qué hermanito? ¿Estás embarazada? -preguntó JJ.

-Ehh, si. De ocho semanas.

Y después de esa declaración, se desató un revuelo de alegría y felicitaciones a los futuros padres (como si fuera a ser el primer bebé). Henry, Olivia y Jack observaban divertidos, mientras que los dos pequeños aprovecharon para escabullirse a jugar.

La situación abrumó tanto a Erin que también necesitó un momento a solas. Aaron la encontró en el jardín, contemplando el bonito arco Iris que adornaba el cielo después de la lluvia.

-Hey, estás aquí. ¿Estás bien? -preguntó colocándose a su lado. Ella asintió en silencio-. Parece que te ha sentado bien la comida ¿no?

-Si. Parece que las pastillas funcionan -ella lo miró y sonrió un poco.

-Me imagino cómo te sientes. Y con tanta gente, que conoces pero no recuerdas es..

-Aaron, sólo quédate callado ¿de acuerdo? -ella apoyó la cabeza en su hombro y entrelazó su brazo con el suyo.

Aaron se calló, y besó su cabeza al cabo de un momento. Se alegró que Erin empezara a sentirse lo suficientemente a gusto a su lado como para que esos gestos no la molestaran ni se tensara cuando estaba cerca.

Estuvieron así unos minutos, hasta que el timbre de la puerta sonó. Se separaron y entraron en casa.

-Yo abriré -dijo Erin.

Antes de llegar a la puerta, se giró hacia su marido, que todavía no había entrado en el comedor.

-Aaron, quiero cenar tortitas -dijo con decisión. Él sonrió ampliamente mientras asentía.

Al abrir la puerta, se encontró con Mark. Se sorprendió bastante al verlo. Aunque sólo tenía tres años más que ella, ya tenía el cabello cubierto de canas, aunque Erin podía decir que estaba envejeciendo bien.

-Hola Erin. ¿Cómo te encuentras? -preguntó ante la falta de habla de su ex mujer.

-Bien, bien. Gracias por preguntar. Supongo que vendrás a buscar a Olivia.

-Así es. En un rato tenemos que estar en el aeropuerto.

-Iré a buscarla -cuando se dio la vuelta, su hija se acercaba a ellos.

-¡Papá! Ya estás aquí -besó a su padre en la mejilla-. Iré a buscar la maleta y a despedirme de todos.

Se fue dejando a sus padres solos de nuevo, bastante incómodos. Erin no recordaba la relación que los unía actualmente, aunque según le había contado Aaron, se llevaban bastante bien.

-¿Y cómo estás realmente? Liv me ha contado lo que te ha pasado. Debe ser duro ¿no?

-Un poco. Pero voy recordando cosas y adaptándome poco a poco.

-Por cierto, felicidades por…-le señaló la tripa, sonriendo.

-Oh, gracias -Erin se frotó la tripa con cariño.

Olivia volvió, cargada con su maleta, y se despidió de su madre, prometiéndole que hablarían a menudo. Erin cerró la puerta, abrumada por la tristeza de separarse de su hija, y volvió al salón.


Esa noche, ya acostada en la cama, Erin se dio cuenta que su familia tenía una gran red de apoyo. Casi todos los días desde que había perdido la memoria, alguien del equipo llamaba a Aaron para preguntar como estaba. JJ se había ofrecido a quedarse con Chloë si necesitaban un descanso y todos ayudaban con los informes hasta la vuelta de Hotch.

Nunca se hubiera imaginado que pudiera llegar a tener una relación de "familia" con esas personas. Hacía siete años, lo último que recordaba, era que tenían una relación cordial y correcta, pero no como la de ahora. Por supuesto que todo había cambiado a raíz de su relación con Aaron, el líder del equipo.

Sus ojos se estaban cerrando y se acomodó en la cama. Antes de dormirse, pensó que pasase lo que pasase, no estarían solos.

Continuará…