LA ETERNA ESPERA.

6. El Conejo & La Escocesa.


[La Historia, imágenes y personajes NO me pertenecen, los tome para entretenimiento, SIN ánimo de LUCRO]


Hinata hundió la cabeza bajo la corriente de agua helada, luego se enderezó, se apartó el pelo de la cara y miró hacia el claro. Sospechaba que había un guardia en algún lugar, a pesar de lo impropio que eso pudiera ser, pero no pudo ver a nadie desde el río.

Miró alternativamente a Shion y Tenten, que estaban a su lado, dedicadas a sus abluciones. Las dos parecían tan desmoralizadas como pueden estarlo dos personas. Hinata no las culpaba. Ella misma lo estaba un poco. Las habían capturado. No una, ni dos, sino tres veces. Las cosas no estaban funcionando de acuerdo con su plan, pero tenía la esperanza de cambiar el rumbo de los acontecimientos.

Moviéndose sigilosamente hacia Tenten en el agua, Hinata la rozó con el codo para llamar su atención. Cuando la otra volvió la cara, le preguntó en voz muy baja.

—Tenten, ¿recuerdas qué planta utilizó tu doncella para dormir a los Kyōdai?

La pregunta sorprendió a la chica, que pensó un poco. Por último se mordió el labio y dijo, como dudándolo: —Creo que puedo reconocerla si la veo. ¿Por qué?

Hinata no se molestó en ocultar la malicia que brillaba en sus ojos. Una gran sonrisa se dibujó en sus labios al ver que Tenten alzaba las cejas.

—Oh, sí, creo que tienes razón. —Shion hizo un gesto de complicidad con Hinata al unirse a la conversación—. Ellos pueden dormir una pequeña siesta mientras nosotras tratamos de llegar a la casa de Tenten.

—¡Ay! —La sonrisa se desdibujó de los labios de Hinata, que miró con cautela a su alrededor, porque la preocupaba que la conversación y sus sonrisas pudieran despertar sospechas en los guardianes ocultos. Las tres mujeres no deberían estar alegres en esos momentos.

—Tengo que buscar en el bosque —dijo Tenten, preocupada.

—Sí —asintió Hinata, pero sabía que la búsqueda en el bosque podía ser un problema.

Quizá podían echar un rápido vistazo si decían que tenían que satisfacer sus necesidades, pero sabía que no iba a ser posible disfrutar de mucho tiempo para buscar la planta.

—Tal vez nosotras podamos ayudar —sugirió Shion. Hinata asintió.

—Tendrás que describírnosla. Separémonos como si fuéramos a hacer nuestras necesidades, y que cada una traiga cuantas muestras pueda. Vamos.

Tenten describió la planta en cuestión, mientras salían del agua. Una vez en la orilla, se secaron en silencio y se vistieron. Después, Hinata anunció: —Necesito un matorral.

—Lo mismo me pasa a mí —dijo Shion en voz alta—. Yo me voy por este lado.

—Y se internó en el bosque hacia la izquierda.

—Yo… ejem… —Tenten se aclaró la garganta y luego dijo un poco más fuerte—, yo también. Yo voy por ese lado.

Hinata la vio desaparecer en el bosque hacia la derecha, y luego miró detenidamente a su alrededor. No se movía nada. No había señales que indicaran la presencia de nadie, pero estaba segura de que había alguien cerca. O al menos no muy lejos.

Tenía la esperanza de que fuera esto último, porque les daría libertad, aunque sólo fuera durante unos pocos minutos. Se metió en la maleza, escudriñando a su alrededor mientras caminaba.

Tenten había hecho una descripción muy detalla da de la planta. Al menos eso era lo que Hinata había pensado, pero al registrar el campo para buscarla empezó a pensar que todas eran demasiado parecidas. Sin embargo, hizo cuanto pudo y arrancó varios manojos de plantas que se parecieran a la que Tenten había descrito.

No tenía ni idea de cuánta sería necesaria, pero sospechaba que tendría que ser una cantidad grande, para poder hacer dormir a todos los hombres del campamento.

Tenten y Shion estaban esperando en la orilla del río cuando Hinata regresó.

Las miró a ellas, luego miró hacia los bosques que las rodeaban y preguntó:

—¿Alguna de vosotras ha visto a alguien?

Hinata frunció el ceño cuando las dos negaron con la cabeza. Como ella tampoco había visto a nadie, empezaba a pensar que después de todo no había ningún guardia.

Se dio cuenta de que el decoro había evitado que Namikaze le ordenara a un guardia que las vigilara mientras se bañaban. Debió de pensar que quizá no fueran tan locas como para intentar escapar sin sus caballos. Miró de nuevo a Shion y a Tenten y la colección de plantas que estaban examinando.

Tenían que encontrar la adecuada. No tenían más remedio que esperar que no hubiera guardias, o que, si los había, estuvieran ubicados lo suficientemente lejos como para no inquietarse. Se unió a ellas, arrojó las plantas que había encontrado en el montón común y se arrodilló a su lado para ayudarlas.

—¿Qué tal lo hemos hecho? ¿Hemos conseguido lo que necesitamos? — preguntó mientras Tenten examinaba lo que habían llevado.

—No estoy segura —admitió la mujer—. Yo he encontrado dos plantas que creo que son como las que ella usó. Pero una de las que tú has traído es casi igual.

Las levantó y Hinata tuvo que admitir que eran muy parecidas. Tal vez una era un poquito más clara y sus hojas quizá un poquito más largas.

—Bueno, ¿era la más clara o la más oscura de las dos? —preguntó. La inglesa se mordió el labio mientras reflexionaba.

—No estoy segura. Estaba oscuro cuando me las mostró. Yo… —Sacudió la cabeza sin saber qué hacer.

—Tal vez las más grandes tienen un color diferente porque son más viejas —

sugirió Shion.

—Podría ser —dijo Tenten, dudosa.

Permanecieron en silencio un momento, mirando las plantas, y después Hinata se movió con impaciencia.

—Trata de acordarte, Tenten, y elige una.

La chica miró la una, después la otra y se decidió por la que tenía las hojas más grandes.

—Creo que es la más grande.

Hinata hizo un movimiento de cabeza, recogió todas las grandes y las escondió en su plaid.

—Vamos pues. Preparemos la comida. ¿Cómo se la sirvió tu doncella a los Kyōdai?

—En un estofado.

—Un estofado será, entonces —dijo Hinata y las condujo hacia el campamento. El plan le parecía muy sencillo. Se ofrecían para cocinar, preparaban el estofado, le echaban las hojas, se lo daban a los hombres, esperaban a que se durmieran, ensillaban las bestias, soltaban los otros caballos y se iban.

Muy sencillo.

No tanto.

—¿Dejaros preparar mi comida, milady? —Naruto rió ante la idea—. ¿De veras?

¿Para que podáis envenenarme? Creo que no aceptaré.

Hinata echó mano de toda su capacidad de interpretación para fingirse totalmente horrorizada ante semejante sospecha. Luego hizo la única cosa que se le ocurrió.

Levantó los hombros y dijo: —Está bien. La hermana Tenten dijo que sabía preparar un estofado de conejo delicioso y me apeteció mucho comer algo así. No obstante, seguro que podré sobrevivir con el pan duro y el queso rancio que trajimos de la abadía. Supongo que vos también tendréis provisiones.

Se dio la vuelta y empezó a caminar. Para su gran alivio, Naruto la detuvo después de que diera sólo dos pasos.

—¿La monja iba a cocinar? —preguntó con un claro y evidente interés.

—Sí. —Hinata se volvió—. En realidad no creeríais que yo sabía cocinar, ¿no es cierto? —preguntó con desdén—. Mi única contribución sería la caza de los conejos que ella necesitaría para alimentarnos a todos.

Naruto se quedó en silencio un minuto, luego asintió.

—Está bien. Pero no cazaréis vos los conejos. Yo enviaré unos pocos hombres para que lo hagan. También diré a otros que enciendan el fuego y… —hizo una pausa de repente y frunció el ceño—, no tenemos un cacharro en el que cocinar el guiso.

El comentario desconcertó a Hinata. Dios Santo, ni siquiera había pensado que para cocinar el conejo se necesitaba un cacharro. Casi se da un golpe en la cabeza por ser tan estúpida, pero antes de que lo hiciera, Tenten intervino y gritó:

—Yo tengo uno, milord.

Hinata se dio la vuelta para mirarla, estupefacta.

—¿Tienes uno? —preguntó.

Tenten asintió.

—¿Recuerdas el saco que te dije que había dejado en el establo cuando me preguntaste si había traído algo?

—Si —asintió Hinata.

—Bien, el cacharro está ahí. Lo dejé en el establo y lo cogí cuando estábamos ensillando los caballos. Yo pensé… bueno… me salvó la vida una vez —dijo encogiendo los hombros.

Hinata habría podido besarla por ser tan brillante. Su respeto por Tenten aumentó. Era una jovencita muy inteligente. Al darse cuenta de que Naruto ya había empezado a dar órdenes detrás de ella, y que había enviado a unos hombres a cazar los conejos y a otros a encender el fuego, Hinata intercambió una sonrisa con la inglesa y dijo:

—Creo que deberías pedirle que ordene a algunos hombres que arranquen cebollas y cualquier especia que haya por aquí, para preparar con todo ello el estofado y ocultar el sabor de la planta que hemos traído. Si yo me ofrezco a hacerlo, seguramente volverá a sospechar que estoy tratando de envenenarlo.

Tenten hizo un gesto afirmativo, pero no se movió. Después de dudarlo un poco, reconoció: —No estoy segura de la cantidad que debo utilizar.

Hinata frunció el ceño y luego alzó los hombros y sonrió con picardía.

—Échale imaginación.

—Pero si pongo demasiada puedo matarlos.

—La pérdida no sería demasiado grande —dijo Hinata, divertida, luego suspiró al ver el susto que se reflejaba en el rostro de Tenten. Los ingleses nunca han comprendido el sentido de humor de los escoceses.

—Estaba bromeando —explicó—. Muy bien, es mejor equivocarse poniendo menos, supongo. Aun cuando no duerman todo lo que quisiéramos, lo importante es que podamos escapar… —dijo levantando los hombros.

Tenten asintió, muy seria, luego se adelantó para acercarse a Naruto.

Hinata decidió buscar un lugar cómodo para instalarse.

Se necesitaría bastante tiempo para preparar el estofado, y pensó que un buen descanso sería lo apropiado si iba a viajar toda la noche. Como Tenten estaba obligada a cocinar, tenía pocas posibilidades de descansar, pero pensó que en caso de necesidad Shion y ella podían turnarse llevándola en sus caballos, para que no tuviera que hacer esfuerzos excesivos.

Significaría una demora, pero no parecía haber otra posibilidad. Se sentó en un espacio cubierto de césped, trató de relajarse, se echó de lado y cerró los ojos. Más que ver, sintió que Shion también buscaba el césped a su espalda.


—¿Por qué no dejas de mirarla?

Naruto frunció el ceño ante las palabras de Neji, pero lo único que hizo fue sacudir la cabeza sin dejar de mirar a su prometida.

—Está tramando algo, lo presiento.

—Está dormida —dijo Neji con exasperación.

—Quiere hacerme creer eso —dijo Naruto sabiamente—. En realidad está maquinando alguna cosa. Cuando crea que me ha engañado porque bajo la guardia, se levantará y nos asesinará a todos.

Neji soltó una risotada.

—Es tu prometida y no un demonio enviado por Satanás para asediarte.

—¿Hay alguna diferencia? —respondió Naruto secamente.

Al ver que no conseguía nada, Neji movió la cabeza, se alejó y dejó a Naruto mirando fijamente a la mujer que, según él, fingía que dormía. Tenía un aspecto angelical en reposo, pero él tenía un par de joyas masculinas doloridas que probaban que ella era cualquier cosa menos un ángel.

Hinata Uchiha era de la estirpe del diablo y eso era todo. No iba a bajar la guardia nunca más. Se sentó y la miró, y el ritmo de su respiración casi lo convenció de que en realidad estaba dormida. Pero estaba seguro de que ella no se había resignado todavía. Aquella mujer había demostrado ser condenadamente terca.

No se rendiría tan pronto. Estaba tramando algo. Lo único que quería saber era de qué se trataba.

El aroma del estofado empezó a hacerse sentir en el campamento y Naruto advirtió que estaba disfrutando el placer de la comida anticipadamente. Le parecía que llevaba toda la vida viajando.

Se había visto obligado a conformarse con pan duro y un queso todavía más duro, en la mayoría de sus comidas hechas durante el viaje. La mera idea de engullir un plato como Dios manda era suficiente para que la boca se le hiciera agua. El aroma, verdaderamente delicioso, casi le hacía suspirar. Le costaba mucho esperar la hora de la comida.


—¿Qué tal? —preguntó Hinata en voz baja cuando Tenten fue a sentarse entre las dos mujeres con una porción de estofado colocada sobre un pedazo de pan duro—. ¿Funcionará?

—No estoy segura —susurró la castaña con ansiedad—. Espero haber utilizado suficiente.

Hinata esperaba lo mismo y tenía sus dudas, pero se limitó a asentir. Sencillamente, tenían que esperar para ver qué pasaba. Su mirada se dirigió a los hombres, que engullían con avidez el estofado.

Decían que estaba realmente delicioso, lo que Hinata no tenía dificultad en creer. El aroma que despedía la porción que Tenten le había servido era delicioso. Le daban ganas de comérsela. Casi.

—No parece que tengan sueño —murmuró Shion, preocupada, cuando los hombres estaban terminando de comer.

Hinata no dijo nada, pero deslizó su plato de pan detrás de ella, le dio la vuelta y escondió el estofado bajo e césped. Lo último que hubiera querido era que los hombres se dieran cuenta de que ellas no habían comido.

Vació disimuladamente los platos llenos de Tenten y Shion mientras miraba con atención a los hombres. Por desgracia, su prima tenía razón. Casi todos habían terminado y ninguno de ellos daba señales de somnolencia.

Su mirada se dirigió a Naruto. Vio con disgusto cómo consumía ávidamente el último trozo de pan. Se había comido tanto el estofado como el trozo de pan que lo sostenía. Después de ponerse de pie, el hombre hizo un gesto a las mujeres.

—Estaba delicioso, hermana. Tenéis mi gratitud. Ahora creo que debo ir a lavarme en el río antes de partir.

—¿Cuánto tiempo tardó en hacer efecto la vez pasada? —le preguntó Hinata a Tenten mientras las tres contemplaban a Naruto saliendo del claro. Empezó a inquietarle que la inglesa hubiera utilizado una dosis demasiado pequeña debido a su temor a poner demasiado. Tenten pensó un minuto y luego sacudió la cabeza.

—No estoy segura. Recuerdo que nos pareció eterno, pero entonces yo estaba asustada. Sabía que si fallábamos, no tardaría en estar muerta.

Hinata se movió impaciente. ¿Cuánto tiempo tendrían que esperar? ¿Funcionaría? Dios Santo, ¿qué pasaría si habían elegido la planta equivocada y simplemente habían puesto una hierba inocua en el estofado?

La idea le molestaba. Perder la oportunidad era irritante, pero lo peor sería haber desperdiciado el estofado que habían tirado. Olía tan bien, y si no estaba contaminado y ahora estaba abonando la tierra… bueno, eso sería una tremenda desilusión.

Con el hambre que tenían, habían sacrificado una magnífica comida. Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando Shion se acercó y le tocó silenciosamente el hombro. Miró a su prima y luego señaló con un gesto a dos de los hombres, los que habían comido más rápido, que empezaban a tocarse el vientre.

Hinata sintió que se le aceleraba el corazón al advertir los gestos de dolor de sus rostros. Parecían muy incómodos.

—Eeeh… Tenten… —empezó a decir Hinata, y luego hizo una pausa. Dos de los hombres se habían puesto de pie y se alejaban dando tumbos. El sonido distante de las arcadas se oyó muy pronto.

—Dios mío —dijo Tenten, temblorosa cuando otros dos hombres salieron disparados de repente hacia el bosque—. Los hombres de Kyōdai no tuvieron esta reacción. Creo que les he echado otra planta distinta.

Hinata se mordió el labio para retener la risa nerviosa que estaba a punto de escapársele. No fue de mucha ayuda ver a Shion mirar a la otra con los ojos desorbitados.

—¿Crees que…? —preguntó su prima sin dar crédito a lo que veía cuando muchos otros hombres también salieron tambaleándose—. ¿Crees que debió de ser otra planta?… Yo pienso que es lo más seguro.

El campamento se vació rápidamente. Lo único que complacía a Hinata era que Naruto no estaba allí. Sano o enfermo, su reacción sería desagradable. No tardaría en sospechar de ella.

En realidad, muchos de los hombres lo hacían ya, habían lanzado miradas en su dirección antes de salir hacia los bosques de los alrededores. Los únicos que no parecían dar señales de incomodidad eran los escoceses enviados por lord Fugaku, quienes no habían comido estofado, porque preferían su consabido paquete de avena, como observó Hinata preocupada.

Maldición. No había pensado en ellos al hacer sus planes. Se dio cuenta, con tristeza, de que se trataba de un descuido que podía significar un verdadero problema.

—Oh. —Tenten se puso de pie de repente. Su rostro parecía estar cubierto por una máscara de tristeza cuando vio que lord Neji, el obispo Sarutobi y un creciente grupo de hombres se dirigían a los matorrales. Los hombres no estaban sufriendo una simple indigestión, era un tormento oír los ruidos que producían.

Shion también se puso de pie para tratar de calmarla.

—Bueno, bueno, Tenten. Seguramente todos estarán bien enseguida. Unas pocas molestias, eso es todo lo que están sufriendo. Estarán como nuevos mañana por la mañana. O pasado mañana —dijo mientras la reiteración de los ruidos se hacía mayor a su alrededor.

—Si no se mueren —gimió Tenten.

—Bueno, en tal caso, su sufrimiento terminará mucho antes —dijo Hinata en tono práctico, lo que arrancó un grito de la otra.

—¿Y bien? —preguntó de pronto Shisui.

Hinata se volvió para mirar a los únicos hombres que seguían sentados junto al fuego. Los tres escoceses sonreían amistosamente. Ahora que ella le estaba prestando atención, el escocés le habló claramente:

—¿Vais a aprovechar y escaparos ahora que podéis, o no? Hinata lo pensó por unos instantes y respondió:

—¿Vais a detenernos?

Él se encogió de hombros y dijo:

—Uchiha no nos dijo que te detuviéramos, chica. Sólo que evitáramos que Namikaze muriera.

Hinata sintió un cierto alivio. Dudó y luego le dijo:

—Nosotras no queríamos que se pusieran enfermos. —Tenía que subir la voz para que la oyera, porque el ruido de las arcadas de los hombres predominaba sobre cualquier otro—. Se suponía que el estofado iba a hacerlos dormir.

—Pero cogí la planta equivocada —dijo Tenten en tono lastimero.

—Yo se lo diré —les aseguró Shisui, divertido.

Con el gesto, Hinata apuró a Tenten para que se fuera hacia los caballos. Sabía que Shion la seguía. Le costó un poco convencer a la inglesa, paralizada porque temía haber envenenado a los hombres.

Hinata le aseguró que ellos se pondrían bien, señalándole que estaban eliminando el estofado y cualquier veneno que hubiera en él. Tenten no pareció tranquilizarse mucho, pero se dejó convencer y se montó en el caballo.

Hinata y Shion discutieron sobre qué hacer con los caballos. Shisui estaba observándolas detenidamente y sin duda alguna les pondría problemas si trataba de liberarlos a todos. Él no le iba a permitir que asustara a sus bestias. Al final se llevaron tres caballos: el de Shion, el de Hinata y otro para reemplazar el animal lastimado de Tenten.

Luego soltaron a todos los demás, menos a las tres bestias que pertenecían a los hombres de su padre. Ella también sabía que, por desgracia, los caballos que soltaron posiblemente no irían demasiado lejos, y podrían recogerlos fácilmente con los caballos que tenían que dejar. Esto quería decir que tanto esfuerzo les había proporcionado muy poca ventaja en realidad.


Moviéndose con dificultad, Naruto regresó al campamento. Le temblaba el cuerpo y estaba muy débil después de vomitar una hora entera en la orilla del río. Aún no se sentía realmente bien, pero al menos ya no tenía arcadas.

El estofado no le había sentado bien, aunque no le mencionaría el asunto a la hermana Tenten. La mujer había trabajado durante horas preparando la comida y le había quedado realmente deliciosa. Como la carne era recién cazada, sospechaba que la culpa la tenían los vegetales y las hierbas recogidas por los hombres. Esperaba haber sido el único afectado.

Lo último que necesitaba era ser el responsable de tres mujeres y varios hombres enfermos. Naruto amaba a las mujeres, pero las prefería sanas y dispuestas a quejarse y a exigir.

Llegó al campamento y se dejó caer sobre el tronco en el que se había sentado antes. Se acomodó junto a Neji, quien estaba allí, con los hombros caídos, y se secaba la boca con el dorso de la mano.

Naruto observó que el hombre estaba muy pálido y algo tembloroso, y luego hizo un gesto de desagrado al ver al obispo detrás de ellos, tirado en el suelo, sujetándose el estómago y quejándose. Después de todo, parecía no haber sido el único afectado.

Echó un vistazo al resto de los hombres que había a su alrededor. Casi la mitad de ellos estaban tumbados junto al fuego, algunos se sujetaban el vientre y sufrían en silencio, mientras muchos otros salían de los arbustos para unirse a ellos. No había señal alguna de las mujeres.

—¿También han enfermado las mujeres? —preguntó Naruto, preocupado.

—¿Las mujeres? —Neji observó a su alrededor con la mirada medio nublada—. Supongo que sí. Deben de estar todavía en el bosque. Las mujeres son mucho más delicadas que los hombres. Van a necesitar más tiempo para recuperarse.

Naruto gruñó una especie de asentimiento, mientras miraba al fuego. Se quedó quieto por un momento, no quería ni pensar en moverse y revolver así su estómago de nuevo, pero no debían dejar a las mujeres solas en el bosque. Sabía que tenía que ir a buscarlas.

Cuando pasaron unos minutos más y vio que ninguna se unía a los dolientes alrededor del fuego, se puso de pie y caminó como pudo hasta la orilla del claro. Hizo una pausa porque estaba demasiado débil para realizar una búsqueda apropiada.

En lugar de esto, gritó hacia el bosque, pero la única respuesta que obtuvo fueron los quejidos de sus hombres. Se quedó allí, confundido y tembloroso, y preguntándose qué debía hacer, cuando vio que Pequeño Killer B avanzaba pesadamente hacia él.

En todos los años que hacía que Naruto conocía al gigante, nunca lo había visto enfermo. No era una imagen atractiva. Estirando una mano, por si le daba por caerse sobre él, Naruto le preguntó:

—¿Estás bien?

El rostro del gigante dio muestras evidentes de disgusto mientras movía la cabeza.

—Comí tres raciones de estofado antes de empezar a sentirme mal. Lo estoy pagando.

Naruto hizo un gesto amistoso, de comprensión. Él se había engullido sólo dos porciones, y se arrepentía de haber sido tan glotón.

—¿Has visto a las mujeres?

Pequeño Killer B negó con la cabeza.

—¿Le has preguntado al escocés?

—¿El escocés?

Naruto miró hacia el fuego y sólo entonces notó que Shisui se estaba riendo como un loco. Era evidente que el hombre no estaba sufriendo como los otros. Además, estaba solo. Los otros dos escoceses no se encontraban allí, y Naruto no pensó ni por un instante que pudieran hallarse en el bosque con los demás.

Los escoceses no habían querido comer el estofado de la inglesa. Además, Shisui parecía muy divertido. Estaría más serio si sus hombres estuvieran sufriendo. Mascullando en voz baja, se dirigió hacia el fuego, consciente de que Pequeño Killer B lo seguía.

—¿Dónde están? —dijo Naruto bruscamente, sin preámbulo alguno y mirando al escocés.

—¿Mis hombres? —preguntó Shisui con una gran sonrisa.

—No. Las mujeres.

—Hmmm. —Shisui movió la cabeza—. Tendríais más suerte si me preguntarais dónde están mis hombres.

Naruto dudó y luego decidió entrar en el juego.

—Está bien, ¿dónde están vuestros hombres?

—Siguiendo a las mujeres.

Naruto se quedó paralizado por un momento, con, el rostro pálido y la mente procesando poco a poco las noticias. Luego su mirada se dirigió instintivamente hacia el lugar en el que debían estar los caballos. Y vio lo que temía ver.

Todos los caballos se habían ido, excepto uno. No era difícil adivinar que se trataba del caballo del escocés.

—¡Maldición! —dijo con ira—. ¡Maldita sea, maldita sea una y otra vez! Se han vuelto a escapar.

—¿Qué? —terció Neji débilmente y se puso de pie para acercarse—. No habrían podido hacerlo si hubieran estado tan mal como nosotros. ¿No han comido el estofado?

—No, ellas lo prepararon —bramó Naruto—. Al menos una de ellas.

—Pero fue la hermana Tenten la que cocinó —protestó el obispo Sarutobi, haciendo un gran esfuerzo para sentarse—, ninguna novia de Cristo me envenenaría.

—Hinata debió de convencerla de que pusiera alguna cosa en el estofado. Posiblemente le dijo que sólo nos haría dormir —conjeturó, moviendo la cabeza con incredulidad—. Maldita sea, esa mujer prefiere matarme a casarse conmigo.

La mera idea le impresionaba tanto que casi no podía ni creerlo. Una repentina carcajada del escocés sacó a Naruto de sus cavilaciones.

—Se suponía que la hierba los dormiría a todos, pero la monja no estaba segura de cuál era la que debían usar. La pobre estaba muy preocupada por haberos causado tanta incomodidad; en realidad, estaba horrorizada, decía que si moríais ella sería la responsable de vuestras muertes…

Naruto había empezado a relajarse cuando el hombre añadió:

—Hinata la tranquilizó diciéndole que si moríais dejaríais de sufrir.

El escocés se desternilló de la risa al ver las expresiones de horror en los rostros de los demás. Naruto se recuperó lo suficiente para mirarlo con cara de pocos amigos y luego se dirigió hacia el caballo del hombre. Apenas había puesto la mano sobre la soga del animal cuando Shisui se le echó encima y lo detuvo.

—Robar caballos está muy mal visto en Escocia.

—Tengo que seguir a Hinata —dijo Naruto con fuerza.

—La encontraréis más rápido si os dirijo. Vos no reconoceríais las señales que van dejando mis hombres.

—¿Por qué? —preguntó Neji desconcertado, uniéndose a ellos—. ¿Por qué nos vais a dirigir hacia ella? ¿Por qué no le impedisteis que se fuera?

—Uchiha no me envió para detenerla a ella.

—¿Para qué demonios os envió? —preguntó Naruto, molesto.

—Para evitar que vos os perdierais… o que os mataran —le recordó Shisui divertido.

Antes de que Naruto pudiera reaccionar, Neji intervino diciendo: —Creo que lo mejor es que nos apresuremos a seguirlas.

—¿Apresurarnos? —dijo Naruto malhumorado—. ¿Con un solo caballo?

—Bueno, es evidente que tenemos que buscar los otros. No creo que estén muy lejos. Mira, allí hay uno. ¿No es ése tu caballo?

Naruto miró hacia donde señalaba Neji. Tenía razón, su caballo estaba a unos tres metros de distancia masticando la hierba. Era dueño del animal desde hacía varios años y se trataba de una bestia fiel.

Dejó a sus compañeros y se acercó para agarrar el semental; no podía dejar de pensar, miles de ideas daban vueltas por su cabeza, aunque una sola era la que lo convencía: dejar que Hinata escapara. ¿Para qué seguirla? Se escaparía de nuevo.

Por otra parte, le gustaría volverla a ver. Y mucho. Le gustaría alcanzarla, bajarla de su montura, sentarla sobre sus rodillas y…

Naruto cortó sus pensamientos con un suspiro. Se sentía mal, y cansado, y pensó que tendría suerte si se sostenía sobre el caballo el tiempo necesario para alcanzar a la mujer, y mucha más suerte aún si, después de todo ese trajín, conservaba fuerzas para pasarla a su montura. Pero la idea de hacerlo era encantadora.

Decidió dejar a un lado sus fantasías y se dirigió hacia donde estaba el caballo, mientras ordenaba:

—Los demás me seguirán cuando agarren los otros caballos. Yo daré caza a las mujeres.

—¿Solo? —Neji y Pequeño Killer B preguntaron a un mismo tiempo, pero en tonos totalmente diferentes. Neji parecía dudoso, como si pensara que Naruto no podría manejar la situación él solo. Pequeño Killer B parecía no estar de acuerdo, como si pensara que Naruto no debería hacerlo.

El obispo y Shisui, el maldito escocés, contuvieron la lengua, pero la risa en los ojos del escocés sugería que estaba seguro de que Naruto no lo haría.

Puesto que siempre había tenido la costumbre de llevar la contraria, Naruto tomó esas reacciones como un desafío. Montó en su bestia, luego se volvió a saludarlos con una sonrisa forzada.

—Suerte y feliz cacería.

—Para ti también, vas a necesitarla —creyó oír decir a Neji.

No se detuvo para responder al comentario porque le estaba costando mantenerse sobre el caballo. Después de la racha en la maleza, tenía las piernas y los brazos tan débiles y temblorosos como los de una mujer.

El cuerpo entero le dolía, aunque lo peor de todo eran los músculos de su estómago. Tenía que tener en cuenta la ironía de todo aquello. Él había sobrevivido a incontables batallas, pero lo había tumbado un conejo. Y una bruja escocesa.


Hacía un buen rato que había amanecido cuando Hinata consideró que ya podían detenerse. Los caballos necesitaban un descanso, pues habían cabalgado el día entero y luego toda la noche, sin nada más que un par de horas de reposo.

Preocupada por ella misma, por su prima y por Tenten, que estaba igualmente exhausta, pero que era demasiado terca para permitir que Shion o Hinata la llevaran en su caballo, Hinata había esperado hasta alcanzar la seguridad relativa que significaba haber llegado a la cabaña de Jūgo.

Jūgo era un amigo de su hermano. Tenía siempre la casa dispuesta para recibirlos en sus viajes, y esta ocasión no fue la excepción. La esposa de Jūgo les ofreció la única cama que había en la pequeña cabaña, pero ellas prefirieron dormir en el granero.

Dos veces más grande que la cabaña, estaba lleno de heno y lo más probable era que fuera igualmente cómodo, si no más. Además, Hinata pensó que, si los hombres las alcanzaban, era mejor que estuvieran cerca de los caballos. Había muchas posibilidades de que las alcanzaran… Si todavía estaban vivos.

Hinata frunció el ceño ante la idea y se removió inquieta en el montón de heno que se había preparado. Shion y Tenten dormían profundamente, pero ella no había logrado alcanzar tanta dicha. Necesitaba dormir pero estaba tensa y molesta en su interior.

Había sido una tarea agotadora cabalgar toda la noche, con los cinco sentidos puestos en el camino, alerta todo el tiempo para ver cómo estaba el terreno sobre el que cabalgaban a la luz de la luna. No podía permitir que otro caballo se lastimara, hubiera sido el fin de su huida.

Y todo eso, sin contar la tensión causada por la necesidad de vigilar y estar alerta frente a un posible ataque, ya que iban desarmadas. Era imperdonable, pero en su precipitación por huir habían olvidado recuperar sus armas.

¿Cómo podía haber olvidado algo tan importante? Hinata se dio cuenta de que la preocupación por los hombres había sido la causa de ese olvido. ¿Estarían muy enfermos? ¿Podrían morir? Ella no pretendía hacerles daño…

Quizá Namikaze se lo merecía, pero lord Neji… bueno, él también se lo merecía, porque quería obligarla a casarse con Namikaze. Pero el obispo era un hombre de Dios… aunque no debía ser tan buena persona cuando estaba dispuesto a celebrar la ceremonia que la ataría al maldito inglés.

Como sus pensamientos la irritaban, Hinata se acostó boca arriba, abrió los ojos… y lo que vio la dejó horrorizada: Había un hombre de pie frente a ella.

Lord Naruto. No le había oído aproximarse. Ni siquiera los caballos habían hecho ningún ruido para prevenirlas… tenía que haber pasado junto a ellos como un fantasma. De hecho, se dio cuenta de que en realidad parecía un fantasma, ojeroso, cansado y pálido hasta el punto de que su rostro casi estaba gris. Naruto parecía exhausto y definitivamente no se le veía feliz.

Instintivamente, Hinata se llevó la mano hacia su espada, que debía estar junto al catre, a su lado, y sólo entonces recordó que habían escapado desarmadas. No tenía espada.

—Lo más sensato sería que no trataras de hacer nada en este momento.

Hinata abrió la boca para pronunciar una respuesta aguda, pero él se le adelantó con un gruñido.

—También sería sensato que mantuvieras la boca cerrada, de lo contrario es posible que me obligue a hacer algo que los dos lamentaríamos después.

Hinata decidió que quizá lo mejor sería no hacer absolutamente nada, por tanto se quedó allí, quieta y silenciosa, mirándolo a él, que la miraba a ella. Ni siquiera se movió cuando él pareció distenderse un poco y se movió para echarse a su lado.

La joven le dio la espalda, pero no llegó muy lejos antes de que él la cogiera por la cintura y la atrajera hacia sí.

Logró acomodarla contra su cuerpo y la sostuvo con firmeza echando una pierna sobre las de ella. Era demasiada cercanía para Hinata, que abrió la boca e inhaló aire como preparándose para hablar, pero el brazo de Naruto se aferró más a su cuerpo y le gruñó al oído:

—Silencio, Hinata. No estoy muy complacido contigo en este momento. Si sabes lo que te conviene, te quedarás quieta y dejarás que durmamos los dos.

Parecía que Naruto había decidido tratarla como a su prometida… No sólo porque había decidido olvidar la distante formalidad con que se había dirigido a ella hasta ese momento, sino, sobre todo, porque… ¡Incluso había decidido acostarse con ella!

Hinata cerró la boca. Se quedaron quietos y silenciosos. Pronto, Naruto comenzó a relajarse y fue entonces cuando ella se dio cuenta de que no albergaba ningún otro propósito que no fuera dormir. Miró fijamente los rayos de luz que se filtraban a través de las pequeñas hendiduras entre los listones del granero y escuchó cómo la respiración de Naruto se hacía más lenta hasta convertirse en un sonido profundo.

Había motitas minúsculas que se movían a través de los rayos de luz y trató de concentrarse en eso en lugar de pensar en cómo la respiración suave del hombre movía el aire por encima de su cabeza, o en cómo su mano al relajarse había llegado a posarse justo bajo su pecho. Cada vez que ella inspiraba o espiraba, su pecho se expandía y sentía como si la mano de él estuviera prácticamente formando una copa sobre su seno.

Parecía como si el polvo bailara a la luz del sol, pensó forjándose una fantasía poco usual, decidida a no admitir que se había sentido aliviada al verlo allí, que en realidad nunca había pensado hacerle daño. A pesar de la frialdad con que había hablado con Tenten y Shion, estaba muy preocupada.

Se había sentido culpable todo el tiempo y ahora se alegraba infinito de verlo vivo y bien. Ni siquiera le molestaba que la tuviera agarrada. De hecho, se podía decir que le agradaba, pensó al advertir que sus cuerpos encajaban a la perfección.

Hinata respiró de nuevo y Naruto exhaló un murmullo, moviendo la mano en sueños hasta cogerle el pecho decididamente. Sus manos la sostenían con firmeza y hacían que su cuerpo respondiera de un modo al que ella no estaba acostumbrada en absoluto, y no estaba segura de que le gustara.

Trató de concentrarse en las motas de polvo e ignoró que su pezón se endurecía y que un calor líquido se extendía entre sus piernas, pero estuvo a punto de gemir cuando él murmuró algo incomprensible a su oído y se acercó más a ella.

Era casi demasiado… su respiración, cálida y delicada contra su sensible oreja, la sensación que le producía su mano apretándole el pecho, sentir su cuerpo fuerte acercándose más a ella. Quería deslizarse, arquearse y retorcerse contra él.

Pero no lo hizo. Se mantuvo en su lugar y logró reunir fuerzas para mantenerse inmóvil. Su hermano llamaba a eso jugar a hacerse el muerto. Hinata jugó a hacerse el muerto pero sabía —a pesar de su cansancio— que no dormiría mientras él la abrazara como lo estaba haciendo en ese momento.