Descargo de responsabilidad de Niteryde: no soy dueña de Dragon ball z ni de ningún personaje del mismo.
La frontera del dragón
Capítulo ocho
Cruce de caminos
Yamcha estaba sentado frente a una mesa en la esquina trasera de una taberna pequeña y sucia, la capucha de su capa negra le cubría la cabeza y le protegía la mayor parte de su rostro mientras bebía de un vaso de madera con una sidra caliente. Esperaba con impaciencia al hombre con el que acordó encontrarse. Él y sus compañeros ya habían encontrado dos esferas de dragón en las Tierras Sombrías y ahora se estaban aventurado al reino terrano para buscar algo de información que lo ayudara a encontrar las otras.
Se trasladaban tan rápido como podían, porque los iceyíns continuaban aumentando la presión sobre las Tierras Sombrías. Desesperados, sus pobres habitantes estaban uniendo fuerzas para luchar literalmente por sus vidas. Yamcha y su grupo ya habían distribuido todo el acero y los sementales saiyayíns que les dio el rey Vegeta. Las Tierras Sombrías se estaban defendiendo por el momento lo suficiente como para que Yamcha hubiera apostado a que podía salir de allí por unos días.
Sin embargo, sabía que todo el valor del mundo no sería suficiente para salvarlos. Al ritmo que iban las cosas, solo estaban prolongando lo inevitable hasta que, eventualmente, todos fueran diezmados.
Las esferas de dragón eran la clave. Luego de haber sido expuesto a la crueldad de los iceyíns que masacraban a los inocentes, incluidos a los bebés en los pechos de sus madres, Yamcha sabía que llevarle las esferas de dragón al rey Vegeta salvaría más que las Tierras Sombrías. No solo el destino de la frontera del dragón se acercaba, sino que mucho sería determinado por la reunión que estaba a punto de tener.
No necesitó esperar mucho. Yamcha miró sutilmente por el rabillo del ojo cuando la puerta se abrió; por los pasos rápidos y pesados, ya sabía que el hombre había llegado. Bajó su cabeza encapuchada para acercar su bebida caliente y eso proyectó sombras sobre su rostro rodeado de los vapores que calmaban el frío que hacía afuera.
El hombre al que estaba esperando se sentó en la silla al otro lado de la mesa y gritó groseramente por una cerveza.
—Me hiciste esperar demasiado —dijo Yamcha molesto.
—Deberías alégrate de que vine —le espetó Yajirobe antes de inclinarse hacia adelante con unos ojos codiciosos—. Bueno, ¿tienes las monedas? Mi información no es gratuita.
Yamcha metió la mano dentro de su capa para sacar una bolsa llena de monedas, el producto de un robo esa misma mañana. Se lo mostró a su invitado, lo que hizo que Yajirobe sonriera. Sin embargo, en lugar de entregársela, Yamcha la volvió a poner en su capa y después levantó el vaso.
—Primero la información.
Yajirobe se echó hacia atrás con el ceño fruncido. Estaba a punto de hablar, pero permaneció en silencio cuando colocaron una cerveza frente a él. Esperó hasta que el camarero se fuera, luego se inclinó, su cabello oscuro sudoroso le caía sobre el rostro mientras hablaba en voz baja.
—Bien, pero antes de que te diga lo que sé, te cuento que acaban de ofrecer una recompensa. ¿La quieres? Tu banda es el mejor para esto, especialmente esa mujer rubia salvaje. La paga que se ofrece no es nada despreciable.
—¿Quién es el objetivo?
—Es un político que tiene un alto rango en la frontera del dragón. Recientemente se comprometió, así que la mujer es un pago extra, aunque no es el objetivo principal. No puedo darte más detalles sobre eso, a menos que quieras el contrato, ya que es demasiado peligroso. La paga es de cien mil chelines si estás interesado.
Yamcha casi se atragantó con la sidra, sus ojos se ampliaron.
—¡Nunca había oído hablar de una recompensa tan alta! Dioses, debe ser un objetivo muy sensible.
Yajirobe sonrió.
—El más sensible.
—Le preguntaré a Tien y a Launch si les interesa, ya que ello serían los que harían realmente el trabajo.
Yajirobe resopló, levantó su cerveza y tomó unos grandes tragos. Bajó el vaso y se secó los labios con el antebrazo.
—Haz lo que gustes.
—¿Y la información que quería?
—Pregunté por ahí. Resulta que recientemente alguien se ha estado jactando de haber encontrado por accidente una esfera de oro en las Tierras Sombrías. Estaba borracho en una taberna cercana hace solo quince días, diciendo que tal vez era una esfera del dragón, pero la mayoría de la gente lo ignoró y lo echaron. Demonios, ni siquiera estoy seguro de creer en eso, pero me estás pagando por la información, así que ahí la tienes.
Yamcha frunció el ceño.
—¿Cómo se llama?
—Su nombre es Pilaf, se cree una especie de emperador. Es un maldito tonto, así que nadie lo toma en serio, pero pensé que querrías saberlo. Vive en una cabaña cerca de las Tierras Sombrías, por la cascada del diablo aquí en el reino terrano. Si él dice la verdad, entonces tiene una de las esferas del dragón que estás buscando. Según la leyenda, cuatro de las esferas restantes han estado en manos de las familias reales de la frontera del dragón. Si se han pasado de generación en generación, deberían estar con el rey Cold, el rey Pícolo, el rey Vegeta y el rey Ox. La leyenda dice que las distribuyeron de esa manera para mantener el equilibrio del poder, así ningún reino se haría demasiado fuerte. Aunque...
—¿Aunque?
—Esa fue suficiente información gratis, paga si quieres oír más.
El ceño de Yamcha se profundizó, sin embargo, volvió a sacar la bolsa de monedas. Se la arrojó a su invitado que la atrapó con facilidad. Yajirobe se rio entre dientes mientras abría su capa y la guardaba.
—Hay rumores de que la joven princesa Milk puede haber compartido un tesoro con su amiga, la hija de lord Briefs, sin conocer el valor real del objeto. Es dudoso que el rey Ox haya sido consciente de eso, o si lo fue, que si quiera le interesara. La importancia de las esferas del dragón ha ido disminuyendo con el tiempo, la mayoría ni siquiera cree en ellas.
—La hija de lord Briefs… ¿Bulma Briefs?
—Así que has oído hablar de ella.
—Escuché que es... bastante, este, hermosa —murmuró Yamcha incómodo, estaba agradecido de que su capucha proyectara sombras en su rostro para que su rubor no pudiera verse con facilidad. Volvió a levantar el vaso de sidra.
—Oh, indudablemente lo es. Ella le conto a una amiga sobre el regalo que la princesa le dio, así que uno tiene que preguntarse cuál fue ese misterioso regalo. Puede que no sea nada, pero nunca se sabe...
—¿Cómo es que encuentras información como esa?
Yajirobe sonrió de un modo presuntuoso.
—La información está en todas partes, bandido, uno solo tiene que saber cómo sacarla y armarla. Ah, tengo una información extra para ti si tienes más monedas.
—No las tengo ahora... pero puedo pagarte más la próxima vez.
—Hmmm... —murmuró Yajirobe frunciendo el ceño mientras miraba al bandido que tenía delante. Yamcha solo contaba con dieciocho años, pero era bastante experimentado en el mundo de Yajirobe. Se conocían desde hacía algunos años y negociaban de forma intermitente. A pesar de todos sus defectos, Yamcha siempre mantenía su palabra, así que Yajirobe finalmente asintió—. Bien, quiero la misma cantidad que me acabas de dar.
Yamcha asintió.
—La traeré la próxima vez.
—Hablé con Uranai Baba, la hechicera, antes de venir aquí. Parece que no eres el único que busca las esferas del dragón...
—Cuéntamelo todo.
Lo único que mejoró el estado de ánimo de Bulma cuando llegó el amanecer del día siguiente fue que Krilin regresó a la morada antes de su partida prevista. Y si bien, no le había mostrado el radar mejorado de las esferas del dragón, le dio una mirada y un asentimiento para indicarle que tuvo éxito. Aparte de eso, fue una mañana terrible, sobre todo porque debió despedirse de su padre.
Aunque Vegeta había insistido en que regresarían pronto al reino terrano para el torneo que celebraría su compromiso, ella no lo conocía lo suficientemente bien como para confiar en que cumpliría su palabra. Por ello, no estaba segura de si volvería a ver a su padre. Su madre había fallecido cuando era demasiado pequeña para recordarla, así que la mayor parte de su vida, fueron solo Bulma y él, edificando ininterrumpidamente su fortuna con la combinación de sus genios. A ella le preocupaba cómo le iría a su padre si se quedaba solo, su tristeza era evidente cuando le echó los brazos en un abrazo de despedida.
—No tengo que irme. Si solo dices la palabra, me quedaré —le pidió Bulma una vez más con la vana esperanza de que su padre cambiara de opinión. Si él lo decía, era probable que los saiyayíns se retirarían. Vegeta podía discutir el pedido de su padre, pero ella sabía tan bien como el príncipe que sus padres tenían el control. Aunque el compromiso no podía ser rescindido, lo mejor para él era tranquilizar a lord Briefs hasta su matrimonio.
El padre de Bulma se rio en voz baja y retrocedió lo suficiente para besarla en la frente.
—Siempre has anhelado tener aventuras, Bulma, y ahora tienes la más grande por delante. Pronto estarás casada, luego serás la princesa y, en el futuro, cuando Vegeta tome el trono, serás la reina saiyayín. Además, con el atentado contra la vida de Vegeta aquí, es mejor que ustedes dos permanezcan juntos de ahora en adelante.
Bulma se apartó un poco del abrazo, sus ojos pasaron hacia los saiyayíns. Como preparación para la partida con la débil luz del amanecer, Vegeta y Nappa estaban asegurando sus equipos a los sementales. Cerca de ellos, Krilin, que tenía su bolsa de cuero marrón en la que llevaba sus pertenencias atada a su espalda, los miraba con el ceño fruncido. Vio como Vegeta aseguraba las últimas pertenencias detrás de la silla de montar de Rebelde y sus ojos se detuvieron en él lo suficiente como para que Vegeta lo sintiera. El príncipe detuvo brevemente su trabajo para mirar en su dirección con una expresión seria en el rostro. Luego pareció fruncir el ceño antes de volverse otra vez hacia Rebelde.
—Estoy preocupada —admitió Bulma después de girar el rostro hacia su padre—. ¿Qué pasa si llego allí y me encierran en un calabozo o en la torre? ¿Qué pasa si Vegeta es un salvaje y me maltrata una vez que sea suya por ley? ¿Y si…
—Bulma —la interrumpió lord Briefs suavemente—. Las reinas siempre han sido muy respetadas en la cultura saiyayín y siempre se les ha confiado una responsabilidad sustancial en el gobierno del reino. La reina Celyra en particular no parece del tipo que toleraría esa clase de tonterías. Por su reputación, es una reina formidable, lo suficiente como para que muchos saiyayíns le teman tanto o más que a su esposo. No parece que toleraría una mala conducta de su hijo. Te veré durante el torneo. Como los saiyayíns se quedarán aquí, ahí podrás decirme la verdad, y si me equivoco, se lo diré a la reina Celyra, porque una de las condiciones de tu compromiso con el príncipe Vegeta fue que te traten bien, pero creo que estarás bien, así que no me preocupo.
—Pero ahora te quedarás solo —se lamentó Bulma mordiéndose el labio inferior—. Siempre hemos estado juntos.
Él se rio.
—Estaré bien. Tengo suficiente trabajo para mantenerme ocupado, te escribiré a menudo y te visitaré todo lo que pueda. El príncipe y tú deben cuidarse el uno al otro y ser pacientes entre sí.
Ambos vieron como Vegeta se aclaraba la garganta mientras se acercaba a ellos con las manos descansando en el cinturón de su espada. Ahora llevaba puesta su armadura real blanca con la capa roja ondeando detrás de él por la brisa. La dura mirada del príncipe los vio a los dos antes de fijarse en Bulma. Ella notó que se comportaba mucho más en serio cuando su padre se hallaba presente y que su lado travieso que había vislumbrado la noche anterior no estaba actualmente a la vista.
—Debemos irnos pronto, milady, antes de que salga el sol por completo. Si mantenemos un buen ritmo, solo necesitaremos dos noches de alojamiento en el camino para regresar a Stonefort —dijo con brusquedad.
—¿Estás seguro de que te encuentras lo suficientemente bien para este viaje? —le preguntó lord Briefs. Vegeta frunció el ceño, pero asintió y optó por no responder. No confiaba en su lengua y no se atrevía a faltarle el respeto al padre de Bulma momentos antes de su partida, para que sus padres no se enteraran. Odiaba parecer débil, porque eso era impropio en un saiyayín, mucho más en el heredero al trono. La verdad era que podría haber descansado unos días más antes de montar, aunque siempre podía ordenar una parada de descanso si era necesario y nadie tenía que saber la verdadera razón.
Lord Briefs asintió en respuesta y le extendió el brazo a Vegeta.
—Bien, entonces cuida de mi hija —le ordenó.
El ceño de Vegeta se profundizó, pero tomó el brazo de lord Briefs y ambos agarraron firmemente el antebrazo del otro. El príncipe asintió hacia él nuevamente, luego lo soltó y volvió su atención a la joven que tenía ante él.
—Milady. —Vegeta extendiendo su brazo hacia los establos invitándola silenciosamente a caminar delante de él. Bulma suspiró; al ver que no había forma de evitarlo, aceptó la invitación. Caminó adelante, aunque sintió los suaves pasos de Vegeta sobre la hierba justo detrás de ella mientras se acercaban a Rebelde.
—¿Está seguro de que no tendremos problemas? La última vez que montamos a Rebelde, no terminó bien —comentó Bulma luego de acercarse al semental en cuestión. Rebelde había estado trotando en su sitio con impaciencia, como si tuviera ganas de salir corriendo a la primera oportunidad, en comparación, el otro semental, Volcán, se mantenía tranquilo y quieto mientras Nappa le explicaba algunas cosas a Krilin, que estaría montando con él. Tras acercarse, Bulma notó que Rebelde pareció calmarse cuando se volvió para verla. El semental negro inclinó la cabeza y ella sonrió un poco mientras le rascaba el hocico.
Vegeta se detuvo por un momento con el ceño fruncido por la curiosidad y la confusión ante la reacción de Rebelde. Su semental nunca se sentía bien con los extraños, jamás y, sin embargo, parecía haber estado muy complacido con Bulma durante el corto período de tiempo que compartieron. Que algo de ella conectara de esa manera con Rebelde despertó una sensación profunda dentro de él, pero la sofocó mientras la pasaba.
—Esta vez estaré al frente, así que tendré más control —respondió Vegeta una vez que agarró la silla, luego se levantó apoyándose del estribo y montó suavemente a Rebelde. Sus ojos oscuros se dirigieron a su acompañante saiyayín—. ¡Nappa! —ordenó con dureza, llamando de inmediato la atención del saiyayín grande.
—¿Su Alteza? —preguntó Nappa acercándose.
—Sube a lady Briefs a mi silla y consigue un juego extra de riendas para mayor seguridad —le ordenó Vegeta. Los ojos de Bulma se ampliaron, pero antes de que pudiera objetar, Nappa se paró detrás de ella y literalmente la levantó por debajo de los brazos como si fuera una niña que no pesara nada y la colocó con facilidad en la silla, detrás de Vegeta. Como sabía que estarían listos para salir esa mañana, ella llevaba su pantalón de trabajo y un abrigo de lana, pero aun así sintió una oleada de calor cuando Nappa la colocó prácticamente contra la espalda de Vegeta. No ayudó que por instinto le pasara las manos a lo largo del abdomen para encontrar la fría placa de su armadura cuando Rebelde comenzó a trotar.
Vegeta trató de no estremecerse al tenerla tan cerca detrás de él, especialmente cuando sintió su aliento en la nuca. Una vez que se obligó a concentrarse, miró a Nappa, que puso las riendas de repuesto alrededor de la espalda de Bulma y las acercaba hasta la parte delantera de Vegeta, como si estuviera atando a la pareja. Vegeta tomó los extremos delanteros y los ató en su abdomen dejando la suficiente holgura para que Bulma se agarrara. Finalmente, cogió su mano, que todavía lo tomaba por el costado y frunció el ceño cuando se dio cuenta de que ella no estaba usando guantes.
—Se le irritarán las manos al sostenerse de las riendas de repuesto —le informó mientras comenzaba a quitarse sus propios guantes de cuero blanco. Se los entregó y le ordenó—: Póngase estos y luego podrá agarrar las riendas que até a nuestro alrededor. Eso nos ayudará a estar más seguros. A Rebelde le gusta correr salvajemente y a veces debo permitirlo para dejar que desahogue su energía.
Bulma parpadeó sorprendida mientras tomaba los guantes que eran resistentes y, que si se vendían, probablemente podrían alimentar a toda una aldea pobre. Estaban hechos de cuero blanco con ribetes rojos a lo largo de los dedos, además tenían lana por dentro para mantener el calor. Se los puso y tragó un poco de saliva cuando sintió el calor de las manos de Vegeta. Los guantes eran demasiado grandes para ella, pero se las arreglaría.
Al echar un vistazo, vio que Nappa montaba a Volcán, que parecía completamente imperturbable con el saiyayín grande sobre él. Nappa bajó la mirada, agarró a Krilin por la parte de atrás de su abrigo de cuero con la insignia del maestro Roshi en la espalda y levantó al hombre más pequeño como si no tuviera peso para dejarlo avergonzado frente a él en la silla de montar. Bulma no pudo reprimir la risa por la diferencia de tamaños. Vegeta siguió su mirada y puso los ojos en blanco, hubiera preferido que Krilin llegara tarde para que no viniera en lo absoluto, pero se había decidido a hacer todo lo posible por jugar "según las reglas", lo cual no era una de sus fortalezas.
—Está bien —dijo Vegeta con severidad, Rebelde trotaba en círculos por la anticipación mientras Bulma esperaba. Miró a Nappa y asintió con la cabeza—. Vamos.
Bulma apenas se las arregló para despedirse de su padre antes de que Rebelde saliera disparado, su espantosa velocidad solo se incrementó al llegar a correr a todo galope. Fue tan estimulante como lo había sido cuando salieron hace varias noches, si no más ahora que la luz del amanecer capturaba bellamente la montaña Paoz. Los latidos de su corazón se aceleraron y se agarró más a Vegeta con las riendas que los unían en las manos mientras salían de la propiedad de su familia.
Vegeta estaba bastante acostumbrado a la sensación de montar a caballo, pero el hecho de que tuviera a una hermosa joven detrás suyo durante el viaje hizo que su corazón latiera salvajemente. Se sintió más que un príncipe con ella sujetándose de él mientras cabalgaban por los interminables bosques con el viento en sus cabellos y con la velocidad feroz e implacable de Rebelde. Tenía su título, su caballo por debajo, el aire fresco a su alrededor, su espada al costado y su prometida detrás de él. Se sintió como un hombre, quizás por primera vez en su vida y disfrutó de la sensación.
Les parecieron solo minutos, pero el día pasó borroso. Se detuvieron una vez al mediodía, el tiempo suficiente para comer algo que habían empacado de la morada de Bulma. Los saiyayíns no fueron mucho de conversar, ya que se mantuvieron tensos durante su descanso. Se estuvieron esforzando por escuchar si alguien se les acercaba en el pequeño claro en el que se detuvieron. Bulma y Krilin apenas habían terminado de comer cuando Vegeta les ordenó a todos que continuaran. Por mucho que Bulma rápidamente comenzara a amar montar, en especial con Rebelde y Vegeta, no estaba acostumbrada y ya se sentía adolorida. No tuvo reparos en decirle a Vegeta que le dolía el trasero y le exigió descansar un poco más. El príncipe le frunció el ceño terriblemente, un ligero enrojecimiento coloreaba su rostro, pero luego la sorprendió al ordenarle a Nappa que desempaquetara una manta para acojinar silla de montar en la parte de ella —cuando Krillin le preguntó si podía tener una también, ambos saiyayíns lo ignoraron.
Antes de lo que Bulma hubiera querido, regresaron a la ruta, con Rebelde y Volcán galopando a toda marcha. Ahora estaba más cómoda, tanto con el viaje en sí, como con estar tan cerca físicamente de Vegeta. Solo una vez Rebelde se distrajo y se enderezó, asustándola, lo que la impulsó a agarrarse del pecho de Vegeta, pero el príncipe mantuvo el equilibrio y le sostuvo las manos con fuerza hasta que Rebelde se dejó caer en cuatro patas. Vegeta chasqueó la lengua y reanudó la marcha sin problemas, aunque conservó una mano apretando la de ella en su pecho durante bastante tiempo mientras que con la otra sujetaba las riendas de Rebelde.
Todo se acabó antes de que ella se diera cuenta. El sol había caído y Vegeta desaceleraba el paso una vez más, lo que le permitió a Nappa acercarse a él en Volcán para trotar en el bosque oscuro.
—Tenemos que encontrar algún alojamiento para pasar la noche —le informó Vegeta mientras los dos miraban los alrededores. El príncipe hizo un gesto con la barbilla hacia la distancia, donde podía ver las luces y el humo de las chimeneas—. Parece haber una ciudad allí.
—Es ciudad Satán —dijo Krilin asintiendo—. He estado allí algunas veces. Tienen varias posadas.
Vegeta asintió y se acercaron lo más silenciosamente posible. Al estar tan cerca de él, Bulma no pudo evitar notar que la postura de Vegeta no era tan firme como antes, además parecía estar respirando un poco más agitadamente. Su herida en la parte de atrás de la cabeza por su caída estaba casi en su rostro y ella se agarró a él un poco más fuerte.
—¿Está bien, mi príncipe? —le preguntó con cierta preocupación.
—Perfectamente bien —gruñó Vegeta sin mirar atrás. A decir verdad, se sentía exhausto por cabalgar y controlar a Rebelde durante literalmente todo el día, lo que le pasó factura. Aunque podrían haber ido más lejos, ya que los sementales saiyayíns tenían una resistencia tremenda y podían ir a toda velocidad durante días antes de que requirieran descanso, no quería esforzarse, no fuera a ser atrapado en un estado debilitado por sus enemigos. Se negó rotundamente a bajar la guardia de nuevo, ya que sí bien él y Nappa eran capaces de dormir en el suelo, quedarían demasiado vulnerable y no se atrevía a arriesgarse.
Bulma frunció el ceño detrás de él mientras volvía a poner las manos en el abdomen de Vegeta que trotaba hacia la ciudad. No le creía del todo, pero se había cansado y decidió que esta batalla no valía la pena. En cambio, se centró en asimilar la ciudad que la rodeaba. Era un pequeño pueblo de pescadores. Ella solo había estado allí una vez antes cuando era niña y sonrió al ver algunos arpones que usaban los pescadores junto a las diferentes viviendas, los mismos que su padre y ella diseñaron hace mucho tiempo.
Finalmente, Vegeta se detuvo ante un pequeño inmueble de piedra, donde alzó la mirada hacia el letrero de madera en el frente para leer las palabras Posada del Pescador talladas en él. Le dirigió a Nappa una mirada fría, Nappa asintió e inmediatamente desmontó a Volcán mientras Bulma y Krilin intercambiaban una mirada. Nappa llevó a Volcán a unos establos junto al costado de la posada, con Vegeta siguiéndolo. Después de que aseguró Volcán, Nappa se acercó a Bulma y nuevamente la alzó para dejarla con suavidad en el suelo.
—Por favor, avíseme la próxima vez que haga eso —le dijo ella molesta, ya que sentía las piernas temblorosas por haber estado en Rebelde durante tanto tiempo.
Nappa sonrió socarronamente.
—Como diga, milady —respondió antes de acercarse a Krilin para agarrarlo de la parte de atrás de su chaqueta. Fue menos gentil con él, solo lo jaló con brusquedad de Volcán y casi lo tiró al suelo. Luego miró a Vegeta que estaba desmontando de Rebelde—. Entraré para asegurarnos unos cuartos.
—Bien —gruñó Vegeta después de caer fácilmente sobre sus pies. Se encargó de asegurar a Rebelde mientras Krilin se acercaba a Bulma frotándose las manos para calentarse.
—Eso fue emocionante —le dijo antes de que su expresión se volviera un poco seria y murmurara—. Aunque Nappa no huele exactamente bien.
Ella se rio de eso.
—Bueno, afortunadamente mi experiencia fue un poco más agradable en ese sentido.
Bulma observó a Vegeta que atendía a Rebelde y notó que el príncipe estaba de espaldas a ellos, luego miró hacia donde había entrado Nappa. En ese momento, Krilin se inclinó hacia ella para susurrar:
—¿Cuándo debo mostrarte lo que me pediste?
Bulma echó hacia atrás su cabello y se estiró. Miró a Vegeta que rascaba a Rebelde detrás de la oreja.
—Esta noche. Después de que todos se hayan dormido, ven a mis aposentos.
Krilin asintió justo cuando Nappa regresaba al aire de la noche y que Vegeta se volvía hacia ellos.
—Solo hay dos cuartos libres —dijo Nappa—. Son cincuenta chelines por cuarto.
Vegeta asintió.
—Los tomaremos. Tú y la "escolta" pueden tomar un cuarto, milady y yo tomaremos la otra.
Bulma tardó un par de segundos en procesar lo que Vegeta había dicho, antes de girar hacia él con una rabia repentina.
—¡No compartiré la cama usted antes de casarnos! —chilló sorprendiendo a sus tres compañeros con su arrebato.
—¿Acaso le pedí su opinión, mujer? —gruñó Vegeta en respuesta.
Nappa conocía bien a Vegeta y Krilin conocía bien a Bulma, los dos los conocían desde que eran niños. Ellos se miraron, vieron el reconocimiento en los ojos del otro de a dónde iba esto y luego escaparon apresuradamente directo a la posada.
Vegeta y Bulma apenas se dieron cuenta, sus fieras miradas solo se clavaron la una en la otra. Bulma extendió la mano y lo golpeó con fuerza en la placa del pecho de su armadura.
—¡Le prometió a mi padre que respetaría mi honor, tratar de meterse en mi cama no me muestra mucho respeto!
Él le dio una mirada intensa.
—Compartir la cama no significa que voy a follarla esta noche, milady —comentó Vegeta sarcásticamente, lo que la dejó con la boca abierta.
—¡Cómo se atreve a hablarme de esa manera! —gritó Bulma indignada y con el ceño fruncido—. Soy una dama y usted... se supone que es un príncipe con modales, pero es... ¡es un hombre vulgar!
—Mmm, tal vez lo haya olvidado, pero además de prometerle a su padre que respetaría su honor, también le di mi palabra de que la cuidaría. Dormir en su aposento me ayudará a garantizar su seguridad. —Aunque la explicación de Vegeta fue sensata, su tono era tan condescendiente que la hizo querer gritar.
Bulma lo miró furiosa, sus ojos azules lucían desafiantes y feroces.
—No presuma de tomarme por tonta, príncipe Vegeta. Soy una mujer inteligente, probablemente la más inteligente de toda la frontera del dragón. Sé lo que quiere.
Vegeta arqueó una ceja y una lenta sonrisa se extendió por su rostro.
—¿Así? Ilumíname, milady. ¿Qué cree que quiero? —le preguntó, su voz sonó más profunda de lo habitual mientras se acercaba a ella.
A Bulma le fue difícil mantener su resolución al oír que Vegeta sonaba así. Le fue aún más difícil cuando él se le acercó más. Ella tragó saliva y se recordó que no amaba para nada al joven que tenía delante. Nunca había estado con un hombre y quería que su primera vez haciendo "eso" fuera con su verdadero amor, no con el príncipe arrogante que tenía al frente.
Pero a su cuerpo no le importó lo que su corazón quería cuando él se acercó lo suficiente para que ella se diera cuenta de lo oscuros que eran sus ojos. Se quedó sin aliento y casi se desmayó cuando él se paró a solo unos centímetros suyos con los ojos mirándole ardientemente los labios.
—¿Y bien? —susurró Vegeta sacándola de sus pensamientos.
Bulma dejó escapar un suspiro tembloroso.
—Dijo que solo iría tan lejos como se lo permitiera. Muéstreme entonces que es un hombre de palabra, príncipe Vegeta. No quiero compartir un aposento con usted, ya que no me siento cómoda de esa forma... todavía. Demuéstreme que puedo confiar en usted.
Vegeta frunció el ceño y su mirada pasó de los labios a los ojos de Bulma, luego pareció meditar visiblemente en sus palabras antes de que al fin asintiera.
—Muy bien, los tres compartiremos un cuarto y usted tendrá el suyo propio —cedió. Ante eso, la vio suspirar aliviada y ella le dio una verdadera sonrisa de gratitud. Algo de la tensión en la mandíbula de Vegeta desapareció, estaba cautivado; ella era una belleza fascinante, lo que le dificultaba aún más tener paciencia.
—Bien, se lo agradezco, mi príncipe —dijo Bulma cortésmente y Vegeta gruñó antes de hacer un gesto con la mano para que ella se adelantara. Él la siguió de cerca hasta que Bulma entró en la posada, pero se detuvo brevemente en la entrada para darle un vistazo al camino a ciudad, ya era tarde y casi no había nadie afuera en ese momento. Miró a su alrededor una vez más y luego entró detrás de ella.
Más tarde esa noche, después de que todos llevaron sus pertenencias para pasar la noche y se retiraron a sus cuartos, Bulma todavía seguía despierta en la cama de plumas, sola en su cuarto. Estaba acostada de costado con un vestido ligero debajo de las pieles que cubrían la cama. Había antorchas colgadas en la pared, pero decidió apagar el fuego de todas después de lavarse salvo una, lo que le daba al lugar un tenue resplandor. También había una chimenea, aunque parecía antigua y probablemente nunca fue utilizada.
Bulma esperó, esperó y esperó con impaciencia por lo que pareció una eternidad. Finalmente, escuchó unos suaves golpes en la puerta de madera. Inmediatamente se levantó y fue a mirar por la mirilla, luego, agradecida, desplazó la pesada cuña de madera de la puerta. Ella la abrió, agarró a Krilin y lo arrastró adentro. Krilin se rio en voz baja mientras Bulma volvía a poner la cuña en la puerta y después giró hacia él.
—¡Déjame verlo! —exclamo. Krilin sonrió y sacó el rastreador de las esferas del dragón terminado de su bolsillo. Bulma se lo arrebató al instante y se dirigió hacia la antorcha para tener una mejor iluminación—. Hm, no se ve muy diferente —murmuró sonando casi decepcionada mientras lo examinaba.
—La hechicera insiste en que el rastreador está terminado.
—Lo probaré ahora mismo —dijo Bulma con entusiasmo.
Ella rebuscó hasta el fondo de la bolsa que Krilin le había traído antes, donde tenía su esfera del dragón de cuatro estrellas envuelta en su ropa interior. La sacó, parecía latir con luz propia. Bulma la puso en su cama, luego fue a la esquina opuesta pasando la chimenea, presionó el botón en el rastreador y vio como la aguja giraba completamente una vez hasta que apuntó directo hacia la esfera.
Sus ojos azules se ampliaron cuando la aguja de pronto comenzó a brillar con una luz amarilla como si se estuviera quemando. Sorprendida, miró a Krilin que sonreía ampliamente.
—Uranai Baba le infundió un tipo de energía a la que se refirió como ki. Cuanto más brillante se vuelve la aguja, más cerca está la esfera del dragón. Si aprietas el botón superior dos veces, se desplazará y te mostrará la siguiente esfera del dragón más cerca…
Ambos se quedaron paralizados cuando alguien llamó con fuerza a la puerta. Krilin inmediatamente sacó su arco y una flecha de su espalda mientras Bulma se acercaba en silencio a la puerta.
—¿Quién está ahí? —preguntó incluso mirando por la mirilla.
—¿Quién cree? —respondió la voz ronca de Vegeta—. Abra.
Bulma volvió a mirar a Krilin y señaló ansiosamente las cortinas, diciéndole en silencio que se escondiera. No podía explicarle a Vegeta la verdadera razón por la que Krilin estaba en su cuarto a una hora tan tardía y ser evasiva solo haría que el príncipe pensara en razones inapropiadas para su presencia. Krilin se escondió detrás de las gruesas y pesadas cortinas de la ventana que estaban corridas cuando Vegeta golpeó impacientemente de nuevo. Con la tenue iluminación del cuarto y las cortinas que caían hasta el suelo, a menos que Vegeta las corriera, no lo notaría.
—¡Ya voy! —gritó Bulma. Una vez que estuvo segura de que Krilin (y su rastreador) estaban bien escondidos, desplazó la pesada cuña para abrir la puerta. Vegeta pasó sin esperar una invitación y comenzó a revisar el cuarto. Ella entró el pánico cuando se dio cuenta de que no había escondido la esfera del dragón que todavía seguía sobre la cama. Mientras él miraba para otro lado, se acercó, la cubrió con las pieles de la cama y se sentó a su lado justo cuando Vegeta se volvió en esa dirección—. ¿Qué necesita, mi príncipe? Estaba durmiendo.
Vegeta la miró frunciendo el ceño y sus ojos la estudiaron.
—No parece que la haya despertado. —Volvió a mirar el cuarto—. Me pareció que alguien más estaba hablando aquí.
—Tuve la ventana abierta por un rato para que entre el aire fresco, así que quizás escuchó a algunos aldeanos de afuera —le explicó Bulma racionalmente. Vegeta se veía confundido mientras miraba la ventana y ella no supo por qué sintió una oleada de culpa por mentirle.
—Hmm.
Él finalmente volvió a fijar su mirada en ella. Fue entonces cuando notó que llevaba un camisón ligero y dejó que sus ojos vagaran agradecidos. Bulma se dio cuenta demasiado tarde de que, aunque su ropa la cubría, tenía unos tirantes finos en la parte superior que bajaban por la parte delantera hasta su escote. Ella se aclaró la garganta, lo que hizo que Vegeta volviera a alzar la mirada e hicieron contacto visual.
—¿Y bien? ¿Qué necesita? —le preguntó Bulma otra vez frunciendo el ceño. Él estaba descalzo con su ropa casual de noche y con un cinturón para espada aún más casual colgando de sus caderas. Ella se mordió los labios ante la camisa negra que Vegeta había dejado completamente desabrochada de nuevo y que mostraba su pecho firme y sus abdominales cincelados que se hundían en una v justo por encima de su pantalón, pero se obligó a alzar la vista. Cuando lo hizo, lo encontró incómodo mirando a la pared del costado. Por un momento, ella se sintió avergonzada, al pensar que él había visto que se lo estuvo comiendo con los ojos, hasta que Vegeta se aclaró la garganta y habló con vacilación.
—Vengo a buscar un poco del té que los sanadores de su padre me estuvieron dando… —Cambió su peso mientras fruncía el ceño—. Parece que esas hiervas... hacen que el sueño sea más fácil —admitió torpemente, un toque rojizo cruzaba sus mejillas.
Bulma no pudo evitar la sonrisa que se extendió por su rostro. El té de hierbas facilitaba el sueño, pero también ayudaba a aliviar el dolor. Observándolo más críticamente, pudo ver algo de tensión en sus hombros y en su mandíbula, y la leve forma en que sus ojos estaban entrecerrados, no por ira o fatiga, sino por lo que debía ser dolor. Aunque a no le gustaba ver a nadie sufriendo, Vegeta se veía entrañable para ella tratando de encontrar una manera de pedir el té sin admitir que había exagerado con el ritmo agresivo que estableció durante el viaje de día.
—Sí, por supuesto, le prepararé un poco. De todos modos, hice que los curanderos lo empacaran sobre todo para usted —respondió con gentileza antes de ponerse de pie para dirigirse hacia sus pertenencias. Vegeta gruñó aprobatoriamente, luego se acercó al borde de la cama, tomó asiento y se pasó una mano por el cabello hasta la nuca.
El silencio cayó entre ellos después de eso mientras Bulma volvía a encender la chimenea con un poco de esfuerzo, ya que no había sido usada en lo que debieron ser muchos años. Su tarareo cuando puso a hervir una olla llena de agua hizo que él la mirara, ella captó eso y sonrió ligeramente.
—No debería tomar mucho tiempo.
—Bien —murmuró Vegeta.
Queriendo llenar el silencio del cuarto, Bulma se volvió para mirar el agua que comenzaba a hervir.
—Entonces... ¿cómo funciona la ascensión para que se convierta en rey?
—Ja, ¿ya está ansiosa por convertirte en la reina saiyayín?
Bulma se rio.
—Difícilmente. Por eso pregunto, con la esperanza de que no sea pronto.
Vegeta gruñó mientras miraba hacia otro lado.
—Bueno, suponiendo que el rey no muera pronto, puedo desafiarlo oficialmente por el trono una vez que llegue a mi vigésimo primer onomástico. Debo derrotarlo en una pelea de espadas para ganar la corona, con la reina y el consejo real de testigos. Solo se puede hacer el desafío una vez al año. Si no sales victorioso para tu treintavo onomástico o si el rey te ha derrotado tres veces, pierdes tu derecho al trono. Si el rey tiene otros hijos, el derecho pasa a ellos. Si no tiene más hijos o ninguno es lo suficientemente fuerte como para derrotarlo, entonces hay un torneo abierto para todos los varones saiyayíns entre los veintiuno y treinta para identificar un nuevo sucesor que pueda desafiar al rey.
»Por el contrario, si mi padre muriera, yo sería el rey de título, pero no sería coronado de inmediato. La costumbre dicta que si el rey muere, celebremos un torneo para cualquier hombre saiyayín con el deseo de desafiar al heredero al trono. Quien salga victorioso en el torneo luchará contra el príncipe y el ganador será coronado como rey. Eso asegura que solo el linaje más fuerte gobierne el reino. Mi familia llegó al poder de esa manera a través de un desafío en un torneo después de que un rey fuera asesinado y hemos tenido éxito durante las últimas cinco generaciones en mantener el trono. Tengo toda la intención de continuar con esa tradición.
Bulma frunció el ceño pensativamente mientras retiraba la olla con el agua hirviendo, luego la puso en una pequeña mesa que tenía unos vasos de madera, cogió uno y lo llenó con el agua.
—Así que... ¿peleará con su padre hasta la muerte? —preguntó con cautela.
Vegeta se rio entre dientes.
—Entre padre e hijo, generalmente es hasta que alguien se rinda, pero si hay un retador de un torneo, entonces sí, la pelea es a muerte. Yo mismo tenía tres años cuando mi padre desafió a mi abuelo por el trono. Mi padre esperó para desafiarlo hasta los veintiocho años y ganó el trono luego de derrotar al rey en el primer intento. Pero no fue fácil, recuerdo que fue una pelea sangrienta, pero ambos sobrevivieron. Mi abuelo entonces sirvió en el consejo real y ayudó a mi padre como consejero hasta su muerte.
—Hmm… —Bulma preparó el té para él después de haberlo escuchado atentamente—. No me di cuenta de que era tan complicado. Pensé que era solo una simple ascensión, ya que usted es el heredero al trono.
—No, lo combates y los desafíos están normados en la ley, porque la fuerza está por encima de todo. Es para proteger al reino en caso de que un heredero sea demasiado débil para gobernar. El reino saiyayín solo respeta a la familia real porque el rey es un guerrero fuerte y debe demostrar su valía. Afortunadamente para mis padres, yo soy el hijo mayor, porque mi hermano Tarble es demasiado blando para un verdadero combate —resopló.
—¡Oh, tiene un hermano! —dijo ella emocionada mientras le entregaba el vaso con el té caliente. Al verla, Vegeta puso los ojos en blanco. Bulma fue a sentarse a su lado, pero empujó sutilmente la esfera del dragón hacia atrás debajo de las pieles sobre las que estaban sentados, luego de lo cual le preguntó—: ¿Cuántos años tiene?
—Tarble tiene doce y es anormalmente... gentil para ser un hombre saiyayín —admitió Vegeta frunciendo el ceño con disgusto mientras sostenía su vaso con ambas manos. De repente pareció darse cuenta de que le estaba dando a Bulma mucha más información de la que había pretendido inicialmente. Después de echarle la culpa a su palpitante dolor de cabeza, tomó un gran trago del líquido caliente.
—Oh, suena encantador. Me encantaría conocerlo —le contestó ella con una sonrisa genuina.
—Hmm. —Vegeta tomó otro sorbo de té. Podría haberlo terminado todo, pero deseaba una excusa para quedarse un rato más. Ahora que estaban conversando sin discutir, descubrió que no quería que acabara demasiado pronto—. ¿Y usted? ¿Cómo se siente al ser la próxima reina saiyayín?
—Suponiendo que derrote a su padre, querrá decir —le dijo Bulma, lo que consiguió que Vegeta volviera su intensa mirada hacia ella. Cuando vio que estaba jugando, él le hizo una mueca burlona y miró hacia el otro lado, pero su expresión se relajó—. No estoy segura. Mi padre me dijo que se espera mucho de una reina saiyayín. Habla muy bien de su madre.
—Ella es una reina excelente.
—No estoy segura de poder seguir sus pasos. Usted ha sido parte de la realeza toda tu vida mientras que todo esto es una novedad para mí. Nunca esperé gobernar nada. Se siente como si fuera... una... —luchó por encontrar la palabra correcta, pero la única que le vino a la mente fue una que quizás él encontraría ofensiva.
Es decir, hasta que Vegeta lo expresó en voz alta.
—¿Carga?
Bulma pareció aliviada.
—Es una gran responsabilidad.
—Lo sé. Es una tremenda responsabilidad y una carga a la vez, pero no podemos elegir el destino —murmuró él observándola por el rabillo del ojo, su mirada descendiendo a sus labios y después a su escote—. Solo podemos aceptarlo.
Bulma sintió que su rostro ardía por como los ojos de Vegeta deambulaban sobre ella y apartó la vista, pero no tuvo la oportunidad de decir una palabra más antes de que él se levantara de un modo abrupto. Bulma lo miró sobresaltada.
—¿Qué pasa? —preguntó nerviosamente.
—Es Rebelde —dijo Vegeta a prisa y sin más, salió corriendo del cuarto dejando caer el vaso a medio camino.
Preocupada por el semental que estaba empezando a amar y ya que nunca fue de las que se quedaban atrás, Bulma de inmediato comenzó a ponerse las botas sobre sus pies descalzos mientras Krilin finalmente salía de detrás de las cortinas. Ella hizo un gesto con la cabeza hacia la puerta.
—Krilin, ve a buscar a Nappa para que vaya a ayudarlo —le ordenó antes de tomar su abrigo de lana.
—Bien —acordó Krilin apresuradamente y ambos salieron corriendo del cuarto.
Vegeta llegó a la planta baja, salió y desenvainó su espada impulsado por el miedo que sentía venir de su semental. Una vez que llegó al establo, se recargó contra la pared de piedra y oyó a Rebelde relinchar presa del pánico. Miró a la vuelta de la esquina, había dos hombres mayores de pie frente a los establos y si bien ahora llevaban capas marrones, los reconoció de inmediato como los hombres iceyíns con los que se había encontrado esa noche con Bulma. Los dos, uno calvo, el otro con un escaso cabello blanco, eran altos, aunque larguiruchos. Cuando uno de ellos sacó su espada y la sostuvo frente a Rebelde, Vegeta rápidamente dio la vuelta a la esquina con la espada lista y agarrada en su mano derecha.
—Si lastimas a mi semental, los despedazaré —gruñó Vegeta echando la espada hacia atrás para llamar su atención, en ese momento, un Nappa con el torso desnudo llegó detrás de él llevando su propia espada.
Los asaltantes dudaron por un instante demasiado largo antes de que una flecha cortara el aire de la noche para clavarse en el hombre con la espada levantada ante Rebelde, justo en la frente. El hombre cayó muerto por el impacto, Vegeta y Nappa miraron hacia atrás sorprendidos y vieron a Krilin apuntando con su arco y otra flecha.
El otro asaltante se echó a correr, ya que perdió todo su valor al ver morir a su compañero frente a él. Ellos no habían podido conseguir que alguien más aceptara la recompensa, nadie se atrevía a apuntarle al heredero del trono saiyayín, así que tomaron el asunto en sus propias manos para no regresar con el príncipe Frízer sin éxito. Su plan había sido matar a los sementales saiyayín y luego saltar sobre Vegeta mientras se distraía al descubrir los cadáveres. Con lo que no contaron era con lo sintonizado que estaba Vegeta con Rebelde, lo que le había permitido atraparlos in fraganti. Ahora no quedaba ninguna esperanza, porque los saiyayíns y el arquero terrano lo matarían, y si de alguna manera lograra sobrevivir, Frízer lo estaría esperando.
No llegó muy lejos antes de que otra flecha se le clavara por detrás, atravesando su cuerpo hasta que la punta emergió de su pecho. Cayó con un grito de dolor en la hierba, pero no se le dio ningún respiro, ya que Nappa lo pateó con fuerza en las costillas, obligándolo a tumbarse de espaldas. Después tuvo a dos saiyayíns mirándolo con la espada de Vegeta justo en su rostro cuando Krilin se acercó a ellos también. Al fondo, Bulma estaba tratando de calmar a Rebelde, que se sentía inquieto y molesto, aunque ella seguía preocupada mirando a los saiyayíns.
Desde una distancia cercana, viendo cómo se desarrollaba todo esto y con una multitud comenzando a reunirse, dos asesinos y un ladrón de las Tierras Sombrías observaban con una ansiosa atención desde las sombras. También habían reconocido a los sementales como pertenecientes a los saiyayíns y estuvieron planeando hacer su propia jugada para un robo (no un asesinato), antes de que los tontos de las capas marrones comenzaran hostigar al semental saiyayín negro. No queriendo tentar a la suerte, habían decidido esperar y observar cómo se desarrollaban los hechos.
—Ja, aficionados —murmuró Launch mientras los saiyayíns interrogaban brutalmente al asaltante caído.
—¿Qué es lo que vas a hacer? —susurró Tien mirando a Yamcha.
—Ya están distraídos y ahora hay una multitud —susurró Yamcha mientras se ponía su capucha negra sobre la cabeza—. Deben tener el rastreador dentro, lo encontraré —afirmó y luego se escabulló silenciosamente.
Entre tanto, los saiyayíns continuaban su interrogatorio. Nappa tenía su bota en la flecha que sobresalía del pecho del hombre, ejerciendo presión sobre ella y haciendo que el hombre gritara de dolor.
—¡¿Quién te envió?! —le gritó Vegeta que sostenía el extremo afilado de su espada justo sobre el rostro del hombre—. ¡RESPÓNDEME! —Volvió a gritar.
El hombre calvo pareció recuperarse un poco y movió algo en su boca. Antes de que Vegeta y Nappa se dieran cuenta, lo mordió y rápidamente echó espuma por la boca. Nappa inmediatamente agarró a Vegeta del brazo para tirarlo hacia atrás, en caso de que las toxinas estuvieran en el aire.
—Veneno —dijo Nappa con gravedad mientras miraba al hombre retorcerse en el suelo—. Prefirió morir antes que decirnos la verdad.
—Lo reconozco, es el de la otra noche. Está con los iceyíns —gruñó Vegeta agarrando su espada con fuerza a su costado.
—¿Se refiere a la noche en que usted y Bulma se cayeron de Rebelde? —preguntó Krilin a su lado. Ambos saiyayíns lo miraron entonces y Krilin se alegró de ver que tenían un nuevo respeto. Vegeta asintió con un gruñido.
—Estoy seguro de que yo era el verdadero objetivo, Rebelde era solo una distracción —dijo con brusquedad mientras envainaban su espada a un lado—. Debemos irnos de aquí ahora mismo. Quedarnos ya no es seguro. —Miró a Krilin gravemente, frunciendo el ceño—. Tú conoces estas tierras. Los caballos pueden cabalgar toda la noche, pero nosotros no —cedió arrepintiéndose de repente de haberle pedido a Bulma el té de hierbas—. ¿Dónde hay un lugar seguro al que podamos ir a descansar?
—No lo sé —respondió Krilin mientras se rascaba la nuca—, esto es lo más lejos que he llegado en el reino terrano.
—Sé a dónde podemos ir —dijo Bulma que se acercaba a ellos. Vegeta y Krilin se hicieron a un lado cuando ella miró al hombre envenenado que estaba muerto ahora con un horrible lío de sangre y espuma saliendo de su boca. Vegeta observó cuidadosamente la reacción de Bulma—. Sí, él era uno de los iceyíns de esa noche. ¡Hasta nunca, maldito! —murmuró, lo que casi hace sonreír al príncipe saiyayín, su respeto por ella subió un escalón.
—¿A dónde, milady? —le preguntó Vegeta con brusquedad.
Bulma miró a la multitud que crecía por la conmoción y los cadáveres.
—Hay demasiados oídos aquí. Recojamos nuestras cosas y partamos. Dirigiré una vez que estemos montando de nuevo. También manejaré la situación en la posada antes de irnos. Ellos han oído hablar de mí, así que tengo más influencia.
Todos estuvieron de acuerdo con el plan y asintieron, luego se dispersaron, los dos saiyayíns fueron a controlar a sus respectivos sementales mientras Krilin recuperaba sus dos flechas en los hombres muertos. Bulma regresó al interior de la posada con la intención de ir al lugar donde estaba el dueño, cuando se topó directamente con un joven de dieciocho años con el cabello oscuro desordenado y una cicatriz a lo largo de su rostro que se retiraba enfundado en una capa negra.
—Oh, perdón —dijo Bulma parpadeando cuando lo miró y se dio cuenta de lo atractivo que lucía. Él era alto y le dio una sonrisa encantadora que la hizo sonrojar.
—Ah... este, mis disculpas, señorita —respondió Yamcha nerviosamente e inclinó un poco la cabeza con respeto para que ella no viera su propio sonrojo. Bulma era absolutamente impresionante, así que tenía que salir de allí sino quería perder el juicio por completo. Antes de que ella pudiera decirle algo más, él rápidamente la pasó y abandonó la posada.
Bulma parpadeó mientras lo veía salir de su vista, luego dejó de pensar en eso y su mente se ocupó de sus propios asuntos.
Pasarían otros diez minutos antes de que se diera cuenta de que tanto su esfera del dragón como el rastreador habían desaparecido de su cuarto.
