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Vínculos
VI
Con buenas intenciones
Royal Woods, Michigan
1 de octubre de 2021
3:29 pm
Entrada de la preparatoria Royal Woods
Las cosas, por como Lincoln le contó que fueron, resultaron poco menos que satisfactorias. El vestido de raso que le compró a Lori fue bien recibido, aunque el reproche por gastar un dinero que probablemente ya estaba asegurado para la renta o algo por el estilo no se hizo esperar mucho. Fuera de eso, su hermano está haciendo bien su trabajo.
Pasear afuera de la preparatoria le trae recuerdos. No puede dejar pasar que allí fue donde conoció a varios de sus mejores amigos, a su primer novio (con todo y que este acabó por fallarle cuando lo necesitó en serio) o los ratos que pasó al lado de ellos. Enfocada en lo bueno que todo eso le trajo, decidió esperar a su hermano fuera.
Mató el tiempo chateando con Luan. Sabe, o cree saber, que está saliendo de su última clase del día, por lo que puede al menos preguntarle cómo van las cosas con aquella chica deprimente. Le dio por tomar a mal la mudanza de Benny a solo ella sabrá donde, más considerando que hacían una bonita pareja. También se había enterado de un chico en la universidad que estuvo rondando por mucho tiempo antes de que ella volviera a Royal Woods, pero que la tal Maggie se le declaró poco antes del funeral del abuelo ya es algo que la sorprendió de la peor forma posible. No esperaba algo así, y menos desde que Luna hizo lo propio la primera Pascua que pasaron con los Santiago en Great Lakes City.
Con esa idea en mente, ve a algunos maestros pasar. Desea evitar sobre todo a Helmsley y a Puga. El primero por lo que consideró en un principio exceso de tortura, mientras que el segundo sencillamente le trae malos recuerdos de su último año como estudiante. Por mucho que él aprecie a sus estudiantes en lo general, Leni siente que él no fue precisamente amable con ella. Se alegra de no ver a Vickers, pero eso la inquieta un poco, tanto como el no saber dónde está Lincoln.
~o~
El salón de detención, le había explicado Luna antes de que Lincoln perdiera contacto con él, nunca había sido agradable. Sitio parco en decoraciones o alguna cosa que llamara su atención, Clyde definitivamente supo que la experiencia no sería para nada agradable. Menos aún al tener a Vickers prácticamente soplando sobre su nuca con cada ronda, como si de un policía militar se tratara.
Las reglas eran simples. Como mera concesión, les permitió adelantar tareas de cualquier clase y conectar sus teléfonos a la red estudiantil de la escuela, pero si era una de química se daba el lujo de descargar su regla de acero sobre el escritorio y escupir un "¡¿acaso eres un animal para cometer semejantes errores?!" o frases similares antes de volver a su vigilancia.
No entiende por qué él, Lincoln y Jordan terminaron allí. Hasta donde supo, la chica soltó un balonazo que abolló la bellota del patio central, o esa fue la opinión que tuvo Oliver. Él mismo solo había pasado a un bebedero pese a estar clausurado para atarse las agujetas, y en cuanto a Lincoln, era un completo misterio.
Tres y media. Solo escucha lápices y bolígrafos rasgar el papel de cuadernos y algunos tecleos a la pantalla de dos o tres teléfonos. Ninguno en plan social.
Junto a la tercia, solo están un chico gordito y rubio de chaleco verde sobre camiseta blanca que identificó como Simon Sharp, un chico de duodécimo grado al que sorprendieron fumando en el corredor y una chica emo de tez y cabello pálidos bajo un gorro y un poncho monocromático.
Revisando su tarea de Historia, nota que su ensayo sobre el impacto de las Cruzadas en el largo plazo tiene un par de errores en cuanto a su ortografía. Olvidó una coma en el párrafo donde apuntó el desarrollo del comercio trasatlántico y escribió "cumino" en vez de "comino".
Con eso en mente, se escuchó la vibración de su aparato.
¿Tienes ideas para el proyecto de Flores?, había escrito Jordan.
No estoy en su clase, responde antes de que el primer mensaje fuese borrado.
Perdón. El mensaje era para Lincoln.
Por un momento sintió celos de su amigo. No porque una chica se fijara en él, sino por estar anotado en una clase agonizante que él había solicitado y a la que le negaron acceso por falta de alumnos para más grupos.
Conforme pasó el tiempo, Vickers decidió dejarlos ir.
Una vez libres, notó a Lincoln salir apurado e ir a darle alcance a Leni. Los fines de semana a menudo son bastante pesados en la tienda, así que prefiere pasar de ir con él ahora y acompañar a Jordan a casa.
-¿Y cómo iba a saber que eso te ofendería? -cuestionó Jordan.
-Me anoté en su clase para no tener que estudiar psicología -alegó Clyde-. Habría sido pan comido para mi por visitar a la doctora López toda mi vida.
-¿En serio?
-Nunca sabes qué puedes encontrar en un consultorio.
-Míralo por el lado bueno -razonó Jordan-. Mollie y yo podríamos venir si necesitamos un psicólogo gratis.
-Ja, ja, ¡muy graciosa! -ríe sarcástico Clyde.
-¿Quién eres y qué has hecho con Clyde?
-Nada que no sepas -contestó el afroamericano a la vez que vibra su celular, tomándolo y revisando la pantalla-. Es Chloe. Quiere que la acompañe a… ¿comprarme un suéter?
-Eso suena a que tienes planes -dijo Jordan, sintiendo algo de envidia.
-¿Qué hay de ti? -preguntó Clyde.
-Hoy tengo mi día de libre en la cafetería y pensaba ir con Mollie al centro comercial a comprar un perfume.
-No es muy diferente entonces.
-Y ¿cómo va todo con ella? -desea saber Jordan.
-No me gusta que ella cargue con todo el gasto de una cita -observó Clyde-. Casi siempre es en su casa o en la mía, pero cada que salimos a otro lado ella siempre carga con todo.
-No sé si eso es bueno o no.
-¿Y qué esperabas? Mis papás me educaron un poco a la vieja escuela.
-¿No se te ocurrió pensar que ella no está tan… no sé, ¿cómo decirlo? -dudó la chica antes de formular bien su pregunta-, ¿que es un tanto liberada?
-Lo pensé viendo cómo reaccionó cuando supo de mis papás.
-Solo dale a entender que quieres ser la mitad -razonó Jordan-. Mitad de gastos, mitad de citas… ¡que sé yo! El punto es que no tienes que dejarla con toda la cuenta cuando solo comiste una ensalada.
-Tengo que irme -atajó Clyde, despidiéndose-. Te veo el lunes.
-Hasta luego.
Está agradecido de que Chloe le salvara el pellejo. Por momentos, piensa, detesta que Jordan sea un tanto directa y sin rodeos cada vez que él toca el tema de su relación, aunque ella sea su único apoyo moral los fines de semana, estando Liam al cuidado de la granja, Mollie en el voluntariado del Ejército de Salvación y Lincoln en la tienda.
En casa no encuentra a nadie. Siempre que sale con su novia, se detiene antes en su hogar, buscando al menos un pequeño cambio para estar más cómodo. Nada atrevido, pero si para llamar un poco la atención. Por ello, se decidió por una polera de manga larga y unos jeans oscuros que le sientan bien a pesar de ser una talla más grande.
Resignado y ansioso a partes iguales, tomó un pepinillo del frasco, alimentó a las gatas y fue al centro comercial.
~o~
Como jefa, Leni no le parecía demasiado exigente. Tal vez era demasiado considerada con él, a razón de su obvio parentesco, y eso es algo que se niega a aceptar del todo.
Tuvo que aprenderlo a la mala en Windsor. Dos veces intentó que Lori le consiguiera empleo donde ella estaba trabajando y las dos veces el gerente le rechazó tanto por edad como por su relación con Lori, lo que la llevó a estar bajo la mira de sus jefes. Por lo tanto, en una tercera oportunidad en que buscaban a alguien sencillamente él desistió para que a ella no la despidieran.
Los primeros tres días fueron una pesadilla. Acomodos en la bodega, un inventario exhaustivo, dos limpiezas profundas al día y un par de incidentes con un tipo de roedor fueron suficientes para hacerle reconsiderar su posición laboral. De todo ello, pudo sacar al menos un par de desodorantes de barra, una caja pequeña con mascadas y un par de frasquitos de perfume con aroma de Chanel del número 5. Estos últimos, al menos, los pudo conservar dado un desajuste de última hora que los dejó en exceso sobre el resto de perfumería, que ha tenido sus bajas por algunos clientes de dedos ligeros.
-Lincoln, ¿puedes venir a mi oficina? -llamó la señora Carmichael, un poco presurosa en su andar mientras acomoda los tops deportivos en sus ganchos.
Normalmente no le gusta ser llamado a oficinas, pero al ser el único constante en la capacitación (ya que Artie se reportó con una lesión en el brazo que lo incapacitó, producto de una caída en casa) le deja dudas. Lo que le deja solo con la idea de que él podría tener que cubrir al menos seis horas y no cuatro como estuvo acordado al inicio.
Nada más entrar a su oficina, Mollie ya estaba sentada en una de las sillas. Apenas entró el presente día, y está poco menos que nerviosa. La mujer, sin pensarlo, tomó asiento.
-Seré clara contigo -empezó a exponer la pelirroja-. Sé que ambos se conocen, pero necesito que los dos vayan a la par en los cursos. Apenas empezamos la temporada otoño-invierno y se acerca la rebaja general del centro comercial por el aniversario de su apertura en dos semanas.
-¿Y cómo es que tengo que ver en eso? -cuestionó Lincoln, un tanto inseguro.
-No necesito recordarte quién tuvo la genial idea de colocar la ropa deportiva al lado del pasillo de higiene y terminó con un control más que aceptable en el inventario. Si pudiste con eso, seguro podrías poner a la nueva -Carmichael señala a Mollie- al corriente y estar los dos listos para el aniversario. ¿Hay algún problema con eso?
-Ninguno -negó Lincoln, no tan confiado.
-Entonces quiero que planchen los conjuntos de los maniquíes de la vitrina, acomoden los suéteres de las cajas en las repisas del centro y limpien el área de cajas. Si es posible, enséñale cómo mantenerlas en buen estado, Lincoln. Hasta que apruebes tu capacitación -la pelirroja se dirige ahora a Mollie- Lincoln estará a cargo de ti. Ya váyanse.
Un poco nervioso, Lincoln no tiene idea de por dónde empezar. Toda su infancia habían tenido cierta rivalidad, misma que había sido cortada en cuanto él decidió que la clase de Bolhofner no era sino un grano en el trasero. Si bien ambos lograron sobresalir y llegar a puestos altos en el Cuadro de Honor, lo cierto es que Mollie estuvo bastante por debajo de Clyde, Penelope e incluso Artie, mientras que Lincoln no tuvo muchos problemas con estar debajo de Sadie y un par de amigos con quienes aún mantiene cierto contacto.
Dirigió una mirada escueta a Mollie. Decididamente se había vuelto atractiva, pero con lo sucedido en la fiesta en casa de Jordan las cosas respecto de ella se enfriaron como para mantener algunas reservas. Con senos medianos, una cadera por demás prominente y un rostro que le recuerda mucho a una chica del campamento espacial donde estuvo hace años, era bastante fácil distraerse. Más cuando de quien está pensando es precisamente su otrora némesis escolar.
-Aclaremos una cosa, Lincoln -dijo Mollie, un tanto prepotente-. No sé cómo decirlo, pero no necesito que me ayudes con esto.
-¿Por qué lo dices? -preguntó Lincoln, dejando de lado su nerviosismo.
-He estado aquí como cliente regular desde que puedo recordar, y creo saber cómo se manejan aquí.
-Creo que no sabes lo que es tener a alguien a cargo -observó el peliblanco.
-¿Le hablas a alguien que acostumbra a usar su tarjeta de cliente frecuente?
-Dile eso a nuestra supervisora.
-¿Y quién puede ser ella? -retó Mollie.
-Mi hermana -responde Lincoln, suspirando con pesadez y señalando a la registradora.
Mollie vio a Leni, ocupada con la limpieza de las gavetas de la misma y reacomodando las muestras de perfume. Con la cara que esta tiene, Mollie concluyó que podría ser fácil manipularla para no tener que mover un dedo la mayoría del tiempo.
-No se ve tan ruda -desestimó.
-Dile eso a Luna cuando encontraron una blusa que les gustaba a ambas -rememoró Lincoln-. Terminaron por echarlas de la tienda al pelearse por ella.
-¿Cuándo fue eso?
-Antes de irme a Canadá.
-¿Y cómo fue que pasó? -preguntó Mollie.
-Ya lo sabes -expuso Lincoln-. No me inscribí a tiempo con la maestra Salter, me enviaron con Bolhofner, intenté sobornar a Ramírez con comida para cambiarme de clase, me mandaron a la secundaria de Mapleton y en menos de una semana ya estaba instalado con Lori en una casa de estudiantes de la universidad local.
-Me refería a lo de tus hermanas -objetó Mollie, arrepentida de haber preguntado-, pero, si quieres…
-No fue nada pesado, realmente -continuó Lincoln, ignorándola un poco-. Una vez que te acostumbras al frío y al jarabe de maple no es tan malo…
-Lincoln…
-…, mientras no hables mal de…
-¡Lincoln!
-¿Si?
-Por ahora no quiero saber de lo que hiciste en Canadá ni quiero que sepas lo que hice en Whistler cuando viajé allí, así que ¿podrías detenerte un poco, por favor? Me refería a lo de tus hermanas.
Con el discurso muriendo en los labios, Lincoln prefirió guardar silencio y empezar con la ropa de los maniquíes. Mollie, en cambio, empezó a cuestionarse qué demonios le vio a él aquella noche. Irritante, molesta, arrogante, sexy, implacable, altanera…
"¿Pensé lo que acabo de pensar?" dijo para sí.
Desechó la idea. Sí es atractiva, pero concluyó que lo sucedido esa noche fue por los tres litros de cerveza que bebió de golpe con aquél embudo o por otra razón que escapa fuera de su control.
Conforme pasan las horas, a las tareas que les fueron asignadas le agregaron una reparación imprevista de los anaqueles de la entrada y un encargo de última hora en la bodega. Para su suerte, Artie había inventariado el contenido de las cajas del fondo y las selló con cinta canela, lo que facilitó su tarea bastante. No quiere tener que soportar la peste a humedad de la ropa, aunque no puede decir lo mismo del cartón en semejantes condiciones.
Por alguna razón el olor le parece algo familiar. Si fue por los años en el armario en la primera casa o la vecina de al lado en Windsor -una chica que a menudo le daba a Lori perfumes y colonias que, o se quedaban para sí o hacían regalos con ellas -como una de limón, pimienta y cardamomo que Bobby usa en ocasiones especiales-, o vendían para prolongar su cartera para llegar al fin de semana.
Tan concentrado estaba en el aroma del cartón de perfumería que no se dio cuenta del instante en que tropezó con la señora Carmichael un par de veces. La primera fue por completo su culpa, aunque por poco salvó el contenido. La segunda, empero…
-¡Ten mucho cuidado, idiota! -espetó una anciana morena de suéter amarillo, falda roja amplia y lentes oscuros con una mascarilla de una capa- ¡¿Tienes idea de cuánto costó mi bolso?!
-Lo siento mucho, señora, l-le juro que no volverá a pasar -dijo Lincoln, deshaciéndose en disculpas desde el suelo-, ¡no sé en qué estaba pensando!
-¡Quiero hablar con tu supervisor! -exigió la anciana furibunda.
-Ella no está dispo…
-¡Exijo que me compense por tu estupidez!
-¿Qué pasa aquí? -interviene Leni, acercándose y sonando preocupada.
-¡Este mocoso estúpido me tiró a propósito esa caja! -mintió la anciana- ¿Eres su supervisora o algo?
Mientras discutían, Lincoln notó algo extraño en la anciana. Por sus palabras, se sabe indignada, pero bajo el suéter notó un par de prendas. No se había dado cuenta, pero los brazos de las mangas estaban más gruesos de lo que deberían. Y de uno de ellos alcanzó a ver una etiqueta sellada con un veinte por ciento de descuento. Hasta donde sabía, la ropa interior tenía ese descuento tras la semana pasada que subió su precio un veinticinco por ciento. Eso tenía todo lo que necesitaba para pensar qué rayos pasaba.
-Escuche, le daré una tarjeta de regalo para arreglar este asunto, ¿si? -ofreció Leni, apenada por lo sucedido.
-Mientras ese salvaje no se me acerque, está bien -acepta la anciana, reponiéndose de su actitud inicial.
-Es una ladrona -musitó Lincoln, apenas audible para Leni.
-¿Perdón?
-Revisa sus mangas -indicó el chico, ya en voz alta-. Sus brazos son más delgados de lo que se ve.
-Pero qué atrevido -exclama indignada la anciana-, ¡Haga algo, por Dios! ¡Despídalo!, ¡llame a la policía!, ¡qué se yo! ¡haga algo!
-No voy a revisar sus mangas porque tú lo digas -negó Leni con inusual severidad.
-Tiene ropa interior en sus mangas -observó Lincoln, amagando con irse sobre las mangas a lo que la mujer respondió alejándose de él.
-¡Eso es una mentira y tú lo sabes! -expresó la anciana con furia.
-Se bien lo que vi, Leni, ¡tienes que creerme!
-¡Ve a la oficina de la señora C y hablaremos en cuanto termine!
La orden de su hermana fue contundente. No solo no admite réplicas, sino que sonó extrañamente autoritaria.
~o~
A estas alturas, ya no se sorprende de que Lincoln no haya llegado. Con la cena inexistente -ya que a él le tocaba cocinar esta semana- y hambrienta -pues el día en el restaurante fue bastante pesado-, lo último que necesita es que alguien venga a importunar.
Después de un rato, todo empeoró con una fiesta en el piso de arriba y con la negativa de Bobby de venir. El chico había recibido la noticia de que su bisabuela Lupe había fallecido y, salvo por su madre, Ronnie Anne y Carlota se quedarían en casa. María lo haría por trabajo, mientras que las chicas se quedarían a cuidar del Mercado y la casa, amén al estado de salud de Gina, la nueva señora Santiago, por un embarazo avanzado. En cuanto a la fiesta, está tentada de ir con los Gagnon a quejarse por el ruido ya que son los responsables de ello.
Hizo lo posible por relajarse pese al ruido. Ni en Canadá le fue tan mal, y eso que su antigua compañera de dormitorio era como si Luna. Luan y Lisa se hubiesen puesto en una licuadora y el resultado fuese explosivo, intenso y estridente.
Deshecha por el cansancio que representó conducir de ida y vuelta a Indiana por tomates. Un botadero en a las afueras de Freemont recogiendo tomates ya negociados o botados que sigan en buen estado en una van que Sergey les presta cada fin de semana a cambio de un viaje a Idaho para recolectar papas para surtir su propio restaurante nunca ha sido su ideal de empezar los fines de semana.
Con el agrio aroma de aquellas frutas botadas en descomposición, ya que había cientos de toneladas de ellas en el lugar, estaba cansada como para cambiarse siquiera, pero el ruido no la dejaba dormir.
En algún momento decidió tomar un baño tibio para tratar de conciliar el sueño. Por experiencia propia eso la relaja cada noche que puede.
"¡Es el colmo!", pensó cuando escuchó una estruendosa aclamación y la música subiendo el volumen, cayendo en el baño mientras dejaba caer el agua tibia sobre su cuerpo.
Tomando una bata, un pantaloncillo azul pastel y su copia de la llave, salió de su departamento y subió por el tiro de la escalera al siguiente piso. No entiende ni quiere esforzarse en saber qué tipo de vecinos son los que no le dejan dormir en paz.
Al llegar a la puerta de los Gagnon, se limita a golpear con fuerza la puerta. Con la música a todo lo que da, concluyó de forma precipitada que tocar el timbre sería inútil.
De la puerta, un chico castaño de lentes, más o menos de la edad de Lincoln, salió algo agitado. Hasta donde sabía, era un vecino de Becky que no soportaba ciertas lecturas que ella solía hacer.
-¿Si? -dijo Trent, animado por la reunión.
-No tengo tiempo para esto, niño -dijo Lori sin reservas-, así que seré clara. ¿Podrías acabar con tu fiesta? Literalmente hay quienes tenemos que trabajar mañana.
-¿Te conozco de algún lado? -preguntó el chico, extrañado sin perder el aire.
-Soy Lori Loud, del 4-D -se presenta la rubia-. En el piso de abajo.
-Se suponía que tengo permiso de mis papás y de la junta de vecinos, así que
-Escúchame bien. No todos tenemos suerte de descansar mañana o el domingo -expuso Lori su situación, molesta-, así que bajan el volumen a la música o todos se van.
-Somos menos de veinte personas -excusó Trent.
-Es tu última oportunidad.
-¿Y si me niego?
Sin pensarlo, Lori tomó a Trent de la camisa y alcanzó su brazo derecho, torciéndole y yendo ambos a dar al suelo.
-¿Y ahora? -preguntó desafiante la rubia.
-¡Lo haré, lo haré! -acepta el agraviado- ¡Suelta mi brazo! ¡Ya, por favor, suéltalo…!
-Espero que no se vuelva a repetir -respondió Lori en cuanto soltó la extremidad apresada.
Apenas entró el chico, la música se detuvo y salió una gran cantidad de chicos de edades variadas entre los quince y diecinueve años. Si sus cuentas no le fallaban, eran al menos cincuenta personas, más del doble de lo que Trent le había dicho.
-Espero que estés feliz -jadeó este en cuanto se asomó por el quicio de la puerta.
-Bastante satisfecha -dijo Lori-. Buenas noches.
Ni bien dio la vuelta, escuchó un "maldita puta mojigata" antes de azotar la puerta.
No recordaba en qué momento se sintió tan satisfecha. Si fue desde aquella noche que sorprendió a Sadie con el torso descubierto sobre Lincoln en el verano del año pasado o el día que compró su auto, no puede decirlo con toda seguridad, pero este, admite, será uno de esos días.
Decidida a celebrar por su cuenta viendo una película, se encontró con que Lincoln ya la estaba esperando en la entrada.
-¿Qué hora es esta de llegar? -preguntó.
-¿Saliste así vestida? -preguntó a su vez Lincoln, usando una chaqueta ligera anaranjada.
-Tuve que callar a los vecinos -responde Lori-. Aún no me respondes, torpe.
-Me quedé hasta tarde con…
-¿Con quién?
-Sabes bien donde y con quien trabajo -observó Lincoln-. Mamá fue por ella y me compró esta chaqueta, aunque no fue un buen día.
-Quiero todos los detalles. Y Lincoln…
-¿Si?
-Sé que dijiste que no quieres que me meta en tu vida si es personal, pero esto es serio.
-¿Puedo bañarme antes?
-Estarás de suerte si literalmente encuentras agua caliente.
-No hace falta. Con que me despeje un poco estaré bien.
Viendo cómo su hermano entraba primero al departamento y de ahí a su habitación, Lori se cuestiona si de verdad hizo bien en tenerlo bajo su tutela. No es como si las cosas fueran a salir mal, en realidad, pero uno nunca sabe lo que podría haber pasado para llegar del punto A al B.
~o~
Las grabaciones no mentían. Un poco avergonzada por levantarle un falso a Lincoln, y una vez que ambas se despidieron de él, Leni se sumió en una profunda reflexión. Al menos lo suficiente como se lo podía permitir.
¿De cuándo a aquí su hermano maduró demasiado incluso para ella?
Por lo que Luna le explicó, para que un adolescente se pueda salir de casa aún siendo menor de edad debe tener al menos dieciséis años y ampararse con los Servicios Sociales. Si la intención era salir del país, la brecha aumenta a los dieciocho. Lori, desde luego, los había cumplido para cuando se fue dicha edad, así que legalmente podía ser juzgada como adulto en una corte. Por lo que a Lincoln refiere, ni siquiera se molestó en admitir su mal cálculo ni bien puso en marcha un plan para pedir que lo cambiaran de una clase a otra con el resultado ya conocido.
Entiende que el señor Bolhofner era duro, pero cuando lo vio apenas recogiera a Lynn de la escuela un día resultó un cambio para mal. Del impecable hombre que amaba el orden y la disciplina quedaba solo el recuerdo. Divorciado, desaliñado, aún más duro e inconmovible de lo que recuerda, lo único que este le dijo de su hermano que era una pena que tan buen estudiante se largara a Canadá.
Las pocas veces que hablaron desde su primer encuentro lo hacían más de trabajo que de otra cosa. Reacio a contar su vida privada, no insistió demasiado sobre ella, aunque solo quería confirmar lo que imaginaba.
Obviamente no es su prioridad. Después del incidente de la tarde, mismo del que tendrá que hacerse responsable para cubrirlo, dudaba que Lincoln le tuviera confianza para abrirse con ella.
Ni siquiera pudo elegir la chaqueta con que Lincoln fue obsequiado. Al menos una hora bastó para que madre e hijo se pusieran de acuerdo, contrario a lo que todas en casa esperaban. Hablarían con Lori para convencerla de que él pasara los fines de semana en casa y el resto del tiempo viviera donde lo hace desde que ambos volvieran.
-Leni, estás un poco extraña hoy -señaló Rita.
-¿Ah?
-¿Te sientes bien? -añadió Rita, llevando su mano a la frente de Leni. Esta asintió-. No tienes fiebre.
-¿Te sentiste mal por acusar a alguien aunque tuviera razón? -preguntó Leni.
-¿A qué viene esa pregunta?
-Hoy en la tienda Lincoln acusó a una mujer de haberse robado varias cosas -confiesa Leni sin ocultar su malestar-. Le dije… le dije que aquella mujer no estaba haciendo nada malo y… -interrumpe un poco para sorber sus mocos, a falta de una servilleta o un pañuelo-… que hablaríamos luego. Y lo peor fue que la señora Carmichael me mostró las grabaciones antes de salir. Ella sí se estaba robando la mercancía -terminó, rompiendo en llanto contra el panel de Vanzilla.
-Eso puede pasarle a cualquiera -minimizó Rita.
-Le van a descontar el día -gimoteó Leni.
-Lo mismo me pasó cuando le dije al doctor Feinstein que tú y Luna descompusieron la silla cuando querían venir al consultorio conmigo y con tu hermano -remató Rita.
-¿No dijiste que la armaste mal? -cuestionó Leni, recordando aquella mañana a sus ocho a seis meses de haber nacido Lucy.
-Les mentí -confiesa Rita-. Lo hice para que no me despidieran y ustedes dos dejaran a papá en paz.
-¿Y por qué me dices esto?
-La vida es como una caja de dulces -meditó la mujer mayor viendo al techo-. Jamás adivinarás cuál te puede tocar.
-¿No está escrito en las cajas de qué sabores hay? -preguntó Leni con ingenuidad.
-No es de eso a lo que me refiero -interrumpe Rita, riendo un poco maternal-. Es más bien como pasa con la olla de tamales de la abuela de Bobby cuando los hace. Se ven todos iguales pero no sabes de qué son.
A Leni no le gusta que le mencionen nada de México. La última ocasión que tuvieron de comer algo así fue precisamente el día que Lori recrudeció la hostilidad hacia ella, lo que llevó a que asocie cualquier cosa relacionada a Lori con algo que tuviera que tomar con cautela. Así sea algo tan distante de los Loud como lo es México. Más que desprecio, eso le causa cierta ansiedad.
-No te sientas mal por algo que no salió como querías -consuela Rita, estrechando a Leni por encima del hombro-. Hay veces que solo quiero gritarle a la primera persona a la que veo cuando tus hermanas me hacen rabiar y tengo que aguantar las ganas de hacerlo.
-¿Por qué lo haces?
-Porque para mi es mejor sacarlo todo en privado que descargarme con otras personas, así sean ustedes quienes me den un dolor de cabeza.
Con la mirada todavía clavada en el panel, Leni trata de hacer un esfuerzo para pensar en ello, por muy pequeño que sea. Ante la idea, se siente estancada.
-Créeme, es más fácil cuando lo piensas y no le das tanta importancia -concluyó Rita.
-¿Y por qué no podría… no darle importancia? -dudó Leni.
-A la larga será solo una historia de la que todos se van a reír en las fiestas.
Dejando Vanzilla atrás, e insegura con lo que su madre le dejó entrever, Leni se adelantó. Realmente no tiene ganas de comer algo, pues se ha estado torturando con el malentendido de horas atrás.
Agradece que, por la hora que es, sus hermanas menores están ya dormidas o, en el caso de Lucy, ocupadas con alguna tarea bastante pesada. Prefiere que todas estén calladas o durmiendo que peleando por el cada vez más abundante espacio.
Echando una nueva mirada a la antigua habitación de Lincoln, Leni nota que la puerta está abierta. Si bien es cierto que las cosas entre éste y ella dieron un giro para mal, no quiere decir que no le tenga en cuenta.
Asomando la cabeza, descubre que la única ocupante de la pieza es Lily. La menor del clan había podido entrar, pero en vista de que Leni entiende que para la niña el recuerdo de su hermano es demasiado vago la deja estar. Dormida sobre la manta de la cama, el piso está atestado de dibujos en los que están toda su familia… al menos la familia que puede contar.
Por mucho que haya querido creerlo, Leni terminó por convencerse de que Lily asumió a los cinco años que Lincoln más bien prefirió irse porque no quería a nadie más que a Lori. No la culpa, pues las ocasiones en que había videollamadas de parte suya ella prefería estar jugando con las gemelas antes que cruzar palabra con él.
Pensativa, decidió dejarla estar allí esa noche. De todos modos, no es como si el ocupante fuera a regresar pronto.
~o~
No es la noche más cómoda en mucho tiempo. Entre el desvelo a causa del fiasco de la tarde, el descuento a su sueldo y al de Leni por permitir que una ladrona saliera con mercancía de la tienda y la molestia de Lori por el motivo del retraso y lo que este trajo las cosas se pusieron un poco tensas.
Mirando al reloj de su pared, nota que son las cuatro de la mañana. Nunca había estado tanto tiempo despierto desde los finales en el octavo grado, así que el asunto en cuestión, determinó, es gordo.
Meditó un poco sobre lo que pudo haber sido si las cosas habrían salido diferente. No se habría perdido ningún cumpleaños en persona, sus amigos estarían juntos… lo último que supo de ellos por Clyde fue de su desastrosa actuación en el show de talentos. Tratando de hacer una coreografía, en un intento de Clyde por mantener unido al grupo, las cosas se salieron de control y acabó con Stella faltando, Zach y Rusty a golpes y con Liam usando una férula que le privó de enrolarse en el equipo de béisbol semanas después de que Lynn se lo ofreció.
De lo que habló con Leni y su madre no quiere ni pensarlo. La idea es tentadora, pero cree que Lori no le daría ninguna posibilidad de ello. Lo más que puede prometer, si la convence, es pasar al menos una hora en las tardes, a menos claro que renuncie a su trabajo y tenga que quedarse a cuidar de sus hermanas menores.
Pensando en las posibilidades que derivan de ello, le es imposible conciliar el sueño. Mientras más vueltas le da a la idea menos sueño tiene. Ni la leche tibia lo puede mantener dormido, menos los sonidos de la noche.
"No… -pensó-… no revises tu bandeja…"
Resistió cuanto pudo. No puede creer que algo así de simple puede resultar en una tarea demoledora de noche, y menos con un gato, tal vez salido de casa, que empieza con llamados de apareamiento.
Lo último que supo antes de poder pegar el ojo fue el reloj, dando las siete y cuarto, y la luz del amanecer colándose por la ventana antes de caer dormido y escuchar el, por ahora, castigador llamado a levantarse del despertador.
~o~
Con las luces del amanecer, Clyde se hizo a la idea de que la semana no ha sido buena con él. Entre el rato en detención del día anterior, una conversación bastante incómoda con Emma en cuanto despidió a Jordan y a Mollie y el que sus gatas hayan rasgado el cobertor que la tía Brenda le regaló la pasada Navidad, amén al acostumbrado acoso de Chandler y las tareas de Química y Psicología, no podía pedir nada más excepto que termine la semana de una buena vez.
Su abuela Gayle solía decir que una noche de sueño reparador, un vaso de leche tibia y unos cuantos malvaviscos flotando en la leche hacían maravillas por uno. Si era así, entonces tendría que enviarle una carta para preguntar por la temperatura de la leche, porque sencillamente no cayó dormido tan rápido como debiera.
En sueños, se vio a sí mismo como si de Harold se tratara. Intubado, solo y demacrado, sin más compañía que la ocasional visita de la enfermera en turno, embutida en un pesado e incómodo equipo de protección quirúrgico más propio de un laboratorio. No era este un sueño agradable, pero desde aquella noche era tan recurrente que trata de recordar los detalles si es que retiene alguno.
En su camino a la cocina, vio a Howard acostado sobre el sillón que solía compartir con Harold ciertas noches. Su padrastro era reacio a abandonar el recuerdo de su marido, motivo por el cual a veces solía verlo probarse su ropa o viendo alguna película los sábados que se agendaban una salida en pareja.
-Buenos días, papá -saludó Clyde, sin esperar una respuesta-. ¿Otra noche pesada?
Sin respuesta.
-¿Te molesta si preparo el desayuno? -preguntó. De nuevo la respuesta es inexistente-. ¿Qué tal un burrito que puedas… calentar en el horno?
Un sonoro ronquido fue toda la respuesta que obtuvo. La noche anterior, luego de cenar, aprovechó que Clyde se fue a la cama temprano para intentar ver una maratón de comedias románticas que terminó por mandarlo a dormir mucho antes de que la primera película llegase a la media hora de reproducción.
Mientras dejaba el desayuno de su padrastro listo para calentar en el microondas, empezó a dar cuenta del propio cuando su teléfono sonó.
-¿Clyde? -escucha la voz de Chloe.
-Buenos días, amor -saludó Clyde después de tragar un trozo de burrito de pollo.
-¿Cómo amaneciste?
-Papá se durmió viendo una película, lo de siempre todos los fines de semana. ¿Qué tal tu mañana?
-Emma dijo que discutieron.
-Si, sobre eso, fue porque tú y yo no salimos esta semana -confiesa Clyde, un poco decaído.
-¿Tienes algo que hacer? -preguntó Chloe, ansiosa.
-Pensaba en salir con Lincoln hoy en cuanto saliera de trabajar.
-No hay muchos lugares para salir ahora -lamentó Chloe-. Si quieres, busca a alguien con quien él quiera salir y salimos los cuatro.
-¿Una cita doble? -preguntó intrigado Clyde.
-¡Si! -chilló emocionada Chloe- Solo piénsalo. Nosotros, él y una chica que quiera pasar el tiempo con alguien.
-¿Y a quién conoces que quiera salir con él?
-¿No me contaste que estuvo a nada de hacer algo con Mollie?
-No.
-Entonces debió ser lo que se decía en los pasillos. ¿Crees poder convencerla?
-Dijo que este fin de semana sus papás la llevarían a un retiro espiritual hasta mañana en la noche.
-Bueno, es solo una idea -dijo resignada Chloe.
-Veré qué puedo hacer -promete Clyde.
-¿Y a qué hora sale?
-Hoy estará todo el día… -calculó el moreno-… como a las seis.
-Lo esperaremos en la tienda, entonces -decretó la chica- Te amo -despide Chloe.
-Y yo a ti, terroncito -imitó Clyde, haciendo ruiditos como si besara a alguien antes de colgar.
Mucho más animado, terminó su desayuno y buscó a toda prisa algo más casual en su ropero, con la promesa de que el día no podría sino mejorar. Tal vez, incluso, que sea uno de esos buenos días que desea atesorar por el resto de su vida.
~o~
Abril 26 de 2021
Un hecho que me resulta curioso de los restaurantes y otros negocios en los procesos de apertura intermitente. Como he visto en México, he visto aforo reducido (en cibercafés hasta un solo cliente para todo el local), mesas en el exterior (todo un reto para los meseros) e incluso los remanentes de la vida que perdimos y dábamos por hecha. Empero, los servicios de apps no han sido ni siquiera un alivio para restaurantes y paquetería. ¿Cómo? De un pedido que por entrega debería costar unos mxn.$90 en el servicio regular del local, el precio por apps como Uber o Didi Food crece hasta un 30%.
Para este momento, al cierre, recién empecé el capítulo 11, el cuál prometo que será bastante más crítico, por si a alguien le interesa saberlo. Quizás sea algo de rellenos por ahora, pero citando a Thanos, lo voy a gozar como no tienen idea.
Fun fact: la anciana de Reininger's no es otra que Maybelle, de Los Casagrande. ¿Qué demonios hace en Royal Woods? Solo digamos que en los grandes núcleos urbanos la vivienda no es nada barata.
Respondiendo a las veintiúnicas reviews dejadas... no es obligatorio dejarlas, pero todo autor necesita retroalimentación. Mis disculpas...
andres888, admito que por momentos los diálogos los siento algo forzados y hasta muy cliché. Por eso al prepararlos para subida trabajo ya sobre el borrador final para tratar de hacer lo posible por mejorar.
J0nas Nagera... ciertamente algunos temas no se tocarán tanto como uno quisiera, pero ¡oye! Lori le ahorró a sus padres darle esa charla a su hermano. Empero, lo que Rita quiere evitar es justo lo que está provocando. Ya cuando sea hora de masacrar aves, que la agarre confesada. Bien dicen que el infierno está pavimentado con buenas intenciones.
Si salen por comida, preferible que sea para llevar. Ahora...
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Sam the Stormbringer
