Los sentimientos que experimentó cuando Yuuji finalmente volvió a la casa fueron tan contradictorios que Satoru a duras penas podía lidiar con ellos. Increíblemente Suguru parecía en un estado tan lamentable y similar al suyo que las palabras sobraban, y quizás había sido por eso que ninguno de los dos se percató que Yuuji se había sentado en el sofá de la sala de estar sin ataduras, sin vendas de por medio.
Porque más que asustado, Yuuji parecía ido. Suguru le explicó a Satoru que era un efecto adverso normal pero que Yuuji entendía y percibía perfectamente todo lo que sucedía a su alrededor; a eso de las dos de la mañana, su amigo se retiró no sin antes darle un par de advertencias y dejarle por si acaso un par de drogas más que consistían simplemente en supresores y pastillas para dormir.
Y Satoru había permanecido de pie con el hombro apoyado en el marco de la entrada a la sala de estar, los brazos cruzados y la quijada rígida mientras sus ojos miraban sin ver a Yuuji, aún sentado y un tanto encorvado en el sofá. Ninguno de los dos hablaba, ninguno de los dos parecía respirar. El Alfa experimentaba alivio, paz y calma al tenerlo frente a sus ojos de nuevo...pero al mismo tiempo una desazón extraña e intensa solapaba y eclipsaba totalmente todo lo positivo, la ansiedad por preguntarle a Yuuji por qué ni siquiera lo insultaba a flor de piel, la urgencia por atosigarlo a cuestionamientos ridículos casi imposible de contener.
— Tengo frío. Hace frío, ¿verdad?
La voz de Yuuji había surgido en un murmullo tembloroso, inseguro. Sus brazos habían rodeado su propio torso y en ningún momento sus ojos se desviaron hacia Satoru. Éste enfocó la mirada en él y se aproximó sin pensarlo quitándose el chaleco en el proceso y pasándolo por los hombros del otro rápidamente.
— Sí, está bastante fresco.— animándose un poco más ante la falta de rechazo del Omega, Satoru tomó una de sus manos rodeándola con la suya, presionando.— Estás helado, qué…
Yuuji temblaba.
No era un temblor grosero ni visible, sino más bien sólo detectable al contacto. Era sutil, pero allí estaba; los músculos de su mano y su muñeca estaban rígidos, tensos...y por un momento Satoru temió que aquella reacción no se debiese del todo al frío.
— ¿Yuuji?.— el aludido parpadeó un par de veces y al fin desvió la mirada hacia él. Sus ojos eran tan brillosos como siempre, pero había cierto grado de temor en ellos.— ¿Qué sucede?¿Aún te sientes mal?
— Tengo...tengo ganas de vomitar.
Preocupado y un tanto inseguro, Satoru sostuvo a Yuuji mientras lo guiaba al baño de la planta baja; los minutos pasaron mientras veía al Omega sentado en el suelo tragando saliva una y otra vez hasta que lo oyó farfullar un insulto y la primera arcada se hizo presente. Sin embargo, mientras lo ayudaba a no caer al tiempo que Yuuji se aferraba a la taza del retrete intentando vomitar, se dio cuenta que no tenía nada en el estómago. Las náuseas y arcadas que estaba teniendo eran producto de los nervios que el Omega llevaba encima desde que había llegado, su cuerpo más tembloroso que antes entre los brazos de Satoru.
Así estuvieron media hora, una hora. Quizás más hasta que Yuuji al fin dejó de temblar; Satoru terminó sentado en el suelo junto a él, la espalda del Omega recostada sobre su pecho mientras las arcadas finalmente cedían. Se descubrió acariciando suavemente a Yuuji y éste permitiéndoselo en un silencio que si bien era un tanto incómodo, resultó agradable una vez el malestar pareció disminuir.
— ¿Puedo dormir contigo hoy? Por favor.
Los brazos de Satoru se apretaron un poco más en torno a Yuuji al oír la inseguridad de su pregunta. El Omega volteó sutilmente y su rostro se hundió en el cuello de su camisa, un suspiro escapando de sus labios.
— Claro que sí.
Cuando Satoru se incorporó del suelo del baño y levantó en andas a Yuuji sin que éste opusiera resistencia retrayéndose entre sus brazos, el Alfa supo que algo había cambiado. Subiendo las escaleras se preguntó si era algo físico o psicológico porque no podía definirlo bien, tampoco si era para bien o para mal, más había una cercanía mayor y más íntima entre ellos, Satoru creía que de los dos lados. Decidió que por una noche al menos, Yuuji podía dormir en su cama; al dejalo sobre el colchón y cubrirlo con las sábanas y frazadas, el Omega volvió a retraerse y su cuerpo pareció una especie de pelota debajo de todas las capas de ropa de cama que tenía encima, su cabeza también sepultada.
Cambiándose, Satoru olfateó el aire y notó el aroma dulzón pero suave inundando paulatinamente su cuarto. Nada tenía que ver ya con el aroma intenso y saturador del otro cuarto por lo que respiró un poco más tranquilo, metiéndose debajo de las sábanas. Por suerte, la cama era bastante amplia porque con la altura que manejaba Satoru era difícil que…
Yuuji se movió bajo las frazadas y Satoru lo percibió reptando hacia él. Sin decir nada, movió el brazo izquierdo para hacerle lugar; Yuuji se acomodó en el hueco que le había dejado, casi adosado al costado de su torso. Satoru no podía verlo porque permanecía sepultado, pero podía percibir el calor que emanaba su cuerpo; al cabo de unos segundos, Yuuji pareció tomar coraje y finalmente terminó por apoyarse contra él. Satoru aguardó unos segundos más y posó la mano en su espalda, abrazando su cintura por debajo de las mantas. Yuuji tembló suavemente pero lejos de apartarse, presionó su cuerpo un poco más contra el del Alfa.
— Lo siento.— el murmullo estaba tan amortiguado por las frazadas que a Satoru le costó comprenderlo.
— No molestas, para nada. No te disculpes, me gusta…
— Lo siento, realmente lo siento…
Y de repente, comenzó a llorar. Satoru lo supo por los espasmos de su cuerpo y por el sonido húmedo de su nariz. Confundido y asustado, también se metió debajo de las sábanas buscando a Yuuji, su rostro. Aquello pareció empeorar la situación cuando Satoru finalmente se retrajo junto a él y pegó sus frentes, sus manos sosteniendo el rostro del Omega.
— Yuuji, dime qué te sucede. Me asusta verte así.
— Quería estar contigo, no con él.
Entre el llanto y el temblor, a Satoru le costó varios segundos descifrar lo que había dicho. Cuando finalmente lo comprendió, terminó abrazándolo y el llanto pareció ponerse aún más intenso mientras acunaba su cabeza en el hueco de su cuello.
— Yo también quería estar contigo, pero es mejor así. ¿Suguru te trató bien? Me dijo que tuvo que darte un par de píldoras.
Yuuji tardó en contestar mientras intentaba controlar su llanto. Finalmente y al cabo de lo que pareció una eternidad, resopló y su cuerpo se relajó entre sus brazos.
— S-Sí. Estuvo...estuvo bien.
— Bien. Ahora, intenta dormir algo. Ya mañana hablaremos mejor.
Si Satoru hubiese sabido el cambio que Yuuji iba a tener a la mañana siguiente, se hubiese desvelado toda la noche para conversar con él. Repentinamente y pese a que no esquivaba el contacto físico que él le ofrecía, Yuuji no hablaba. Por su olor no podía saber si se encontraba triste, enojado o con algún dolor físico porque no se comunicaba con él, apenas y a través de monosílabos.
Luego de desayunar en la planta baja bajo la seguridad de tener la casa para ellos dos, Yuuji insistió en volver a su cuarto. Satoru se sintió un poco decepcionado porque esperaba que el Omega pudiese disfrutar un poquito más de aquella falsa libertad que se le permitía, pero ante la insistencia férrea del otro no tuvo más que ceder. Lo primero que hizo apenas cruzó la puerta fue ir directo al baño; era la segunda vez en el día que se bañaba y pese a la extrañeza que le provocaba, Satoru no opinó nada respetando su intimidad.
Así pasó un día, dos, tres. Al cuarto o quinto día su padre regresó a la casa una vez Satoru hubo ventilado bien todo el primer piso, cambiado las sábanas y asegurado de que Yuuji se encontraba bien, al menos hormonalmente. Por suerte no había tenido que utilizar ninguna píldora de las que Suguru le había suministrado y para consuelo de su padre, alivio de Satoru - porque significaba que no iba a estar hostigándolo día por medio - y pese a que Yuuji seguía poco comunicativo, éste le había pedido que siguiera durmiendo con él, ahora en su propio cuarto.
Los días se transformaron en semanas y el incidente del celo quedó relegado en el tiempo. Poco a poco Yuuji pareció recomponerse, recuperar el sueño, el apetito y las ganas de parlotear. Un poco más tranquilo, Satoru había tomado la decisión de no volver a encadenar a Yuuji porque si bien no confiaba del todo en que no escaparía…
...sus sentimientos por él ya se lo impedían.
Al cabo de un mes, las cosas comenzaron a cambiar de verdad y Satoru se preguntó realmente si Yuuji no había hecho un viaje astral en retrospectiva desde su secuestro; el Omega comenzó a hablar de ello como si se tratase de una broma e incluso hacía chistes con respecto a su encierro. Satoru no sabía cómo sentirse al respecto pero Yuuji parecía comenzar a normalizar la situación con una calma que asombró y alteró a Satoru, tanto que un día él mismo se vio afectado por ella a un punto de no retorno.
— Papá.
Su padre levantó la mirada de los papeles que estaba analizando en su despacho, sus ojos tan parecidos, iguales a los suyos. El sentimiento que transmitían era indescifrable, pero Satoru no detectó cargas negativas por lo que envalentonado, prosiguió.
— Me gustaría que Yuuji pudiese salir, al menos del cuarto.
Ahora sí su padre había cambiado de actitud. Sus cejas se habían arqueado y su semblante reflejaba sorpresa; dejando a un lado los papeles que había estado leyendo, rodeó su escritorio y se acercó a Satoru con paso tranquilo, casi como dándole la oportunidad a correr.
— ¿Y eso? No sabía que te habías encariñado tanto con él.— Satoru rodó los ojos y bufó ante la sonrisa de su padre.
— ¿Tanto te sorprende?
— Bueno, no. Sí, en realidad sí me sorprende.— ahora era el turno de su padre de bufar.— Recuerda cómo llegó aquí, hijo. Si lo controlas…
— No va a huir. No lo hará.
— Pareces muy seguro.
— Lo estoy.
Su padre relajó el semblante y Satoru respiró, un poco más aliviado. Siempre que tenía que hablar algún asunto que involucrase a Yuuji se sucedían aquellas escenas de tensión porque ya había recibido varias negativas antes. Lo cierto es que no estaba tan seguro como intentaba hacerle creer a su padre de que Yuuji no intentaría escapar, pero la culpa de nuevo jugaba otro rol fundamental en sus decisiones.
— Entonces, no se diga más. Cuando quieras, me lo presentas.
Antes de salir del despacho de su padre tuvo fuertes deseos de patear algún mueble, pero se contuvo justo a tiempo.
— ¿Tienes novio?
De nuevo, Yuuji al ataque.
Desde que había recuperado las ganas de hablar y desde el día anterior que podía explorar la casa en ausencia de su padre - porque Satoru prefería dilatar aquella presentación lo más que se pudiera - Yuuji había comenzado a hostigar a Satoru de forma indirecta con ese tipo de preguntas, tomándolo desprevenido y confundiéndolo en ocasiones por el interés que parecía demostrar.
Ahora en la cocina y mientras Satoru intentaba no incendiar la casa, al menos tenía la ventaja de fingir estar de lleno en la faena de encender el horno de espaldas a Yuuji. Éste aguardó pacientemente su respuesta, cosa que nunca sucedió.
— ¿Satoru?¿Tienes pareja?
Era la misma pregunta pero formulada en un tono completamente diferente, casi horrorizado.
— No, no tengo. ¿A ti te parece que podría tener, Yuuji?.— la risa del otro a sus espaldas lo hizo sonreír.
— No sé, no te conozco…¿y Suguru?¿...Qué dije?
Satoru soltó un sonido estrangulado que luego se transformó en una risa entremezclada con insultos. Al voltear, Yuuji lo observaba con expresión confundida, parpadeando sentado sobre la mesa.
— Es mi amigo, ¿qué te hace pensar que podríamos tener algo? Por favor, qué horror.
— No lo sé, pareces confiar mucho en él.
— ¿Y eso que tiene que ver? Es mi mejor amigo, por eso confío en él. ¿Qué?¿Yuuji?
— Nada.
— No, ahora dilo.
— No es nada, en serio.
— Yuuji…
El Omega se había quedado repentinamente en silencio observando a Satoru; quizás estaba delirando, pero le pareció que había intentado agregar algo más y se había arrepentido a último momento. Fingiendo fastidio, Satoru se aproximó a Yuuji y la diferencia de alturas obligó al Omega a elevar el rostro hacia él mientras Satoru lo agachaba, ya a escasos centímetros el uno del otro.
— Ahora dímelo.
— No.
Sus rostros estaban tan cerca que Satoru percibió el aliento de Yuuji cuando éste resopló en medio de una risilla. Sin poder o querer evitarlo en realidad, sus manos se apoyaron sobre la mesa a los costados de su cuerpo, casi como si le estuviese obstaculizando cualquier tipo de huida. Aún así, Yuuji no sólo se alteró por ello sino que se inclinó hacia delante, la nariz del Omega apenas rozando su mejilla. El contacto era ínfimo pero para Satoru lo era todo, sencillamente porque era Yuuji quien lo propiciaba; al cabo de unos segundos, el Omega levantó los ojos y sus miradas se cruzaron y conectaron a un punto indescriptible.
Y Satoru se animó a acortar del todo la distancia que los separaba, sus labios acercándose y posándose suavemente sobre los de Yuuji. Temeroso por su reacción, se sorprendió cuando el otro lejos de rechazarlo se aferró a su cuerpo intentando profundizar el beso tímido que él había comenzado. Fascinado, sus bocas parecieron buscarse con necesidad, casi con urgencia, el aroma de Yuuji afectando su capacidad de raciocinio.
Satoru rodeó su cintura con ambos brazos con el objetivo de atraerlo un poco más y supo que esa había sido su perdición cuando un suspiro placentero y un ruido estrangulado que podía definirse como un gemido surgió de la garganta de Yuuji, el sonido más ansiado en todo aquel tiempo.
Al final y con cierto fastidio tuvieron que separarse por falta de oxígeno; ambos estaban agitados y pese a que Satoru buscaba la mirada de Yuuji, éste pareció repentinamente cohibido con su impulso.
— ¿Ahora vas a decírmelo?
— ¿Qué importancia tiene?.— Yuuji buscó sus labios otra vez y Satoru lo recibió más que predispuesto.— Me alegra.
— ¿Qué?
— Que me alegra que...que bueno, que no estés con nadie más.
Satoru se quedó repentinamente sin habla y sin pensamiento coherente alguno al oír el murmullo avergonzado del otro, sus labios otra vez sobre los suyos.
¿Por qué tenía que decirle justo aquello?¿Para terminar de volverlo loco?
Ay, Satoru...
...no hay peor ciego que el que no quiere ver.
Muchas gracias por el apoyo que le están dando a esta historia, de verdad. Aprecio mucho cada comentario. ¡Nos leemos!
