—¡Mikasa! —intentaba gritar con desesperación —¡Mikasa, quédate conmigo!

Al notar las fuertes jaquecas en la Ackerman, la impotencia de Levi se incrementaba. Ella sufría y él no sabía cómo podía ayudarla.

—¡No me dejes tú también, quédate a mi lado!

La realidad le dio un fuerte golpe al abrir bruscamente sus ojos. Respiraba agitado y aún no entendía la razón por la cual había soñado con ese día.

Era extraño dormir en una cómoda cama de dos plazas. A pesar de lo grande que era, Levi se acurrucaba en un rincón, adoptando la posición fetal. Tardó mucho tiempo en acostumbrarse a descansar en un lecho y no en las sillas, como hacía antiguamente.

Se sentó en el borde de la cama y miró a sus alrededores. La ventana estaba abierta y la brisa cálida ingresaba a la habitación. El sol reflejaba en las cortinas blancas, iluminando el mismo.

Bajó de la cama y caminó descalzo hasta ella. Se asomó y vio a Mikasa en el jardín con los niños de la Ciudad Subterránea.

Habían colocado una mesa larga y dos bancos para que ellos pudieran sentarse. Cada uno tenía un cuaderno y lápices en mano. La Ackerman caminaba a sus alrededores cargando un libro y podía ver cómo movía sutilmente sus labios mientras ojeaba el mismo.

Sin darse cuenta, se perdió en sus finas facciones y recordaba a la antigua Mikasa. Esa soldado fuerte, valiente y con altibajos que lograban preocuparlo en demasía; ya no era la misma. Era mucho más hermosa y determinada.

Levi suspiró y regresó a la cama para colocarse el calzado para bajar.

"Definitivamente, tú serás una excelente madre para esos niños."

[...]

Después de darse una larga ducha, Levi decidió ir hasta la cocina para ver en qué podía ayudar. No obstante, se detuvo a metros de la entrada al notar que Mikasa estaba dentro.

Su mirada se fijó al suelo al escuchar nuevamente su dulce voz mientras cortaba las verduras.

Mikasa era un ángel con el don de hipnotizar a cualquiera a su alrededor. Los dioses le confiaron el talento innato para cautivar hasta las personas más frías y apáticas. Cada melodía los trasladaba a una suave nube que los sumergía a un estado de ensoñación único.

—Mina, no te escondas más... —espetó de pronto, exaltando al Ackerman— Sé que estás ahí, espiándome.

Él sintió sus mejillas arder y su corazón latía con fuerza ante la vergüenza de ser descubierto. No obstante, nunca escapó ante nadie, así que se armó de valor para confrontarla.

—No soy Mina—respondió en un tono de voz grave al entrar, asustando a la mujer. Ante el asombro, la cuchilla que traía en sus manos cayó al suelo.

Tanto él como ella se encontraron a centímetros del suelo y en ese instante cruzaron sus miradas. Aunque ese momento pareciera uno cliché de cualquier novela romántica, el hecho era que Levi había perdido el equilibrio al mismo tiempo que Mikasa estaba por levantar la cuchilla.

—Soy patético—murmuró en voz baja, aunque Levi no se dio cuenta de que ya no era un pensamiento sino que lo había exteriorizado.

—Déjame ayudarte—Mikasa brindó sus manos para que él se sujetara y pudiera incorporarse.

Una vez que lo hizo, lo acompañó hasta el borde de la mesada y se apoyó allí.

Al notar su rostro enfadado y apenado al mismo tiempo, Levi simplemente evadió la mirada de Mikasa.

—Gracias, no debiste molestarte—espetó.

—No agradezcas, siempre te ayudaré —exclamó y sonrió—. Me resulta curioso verte sin tu bastón —retrocedió y levantó la cuchilla. Mientras la lavaba, agregó: —. De pronto, si te caes de las escaleras, ¿qué haremos?

Levi chasqueó la lengua y cruzó sus brazos. Sabía que Mikasa tenía razón, pero era extraño que alguien más joven se atreviera a cuestionarlo.

—Quiero dejarlo atrás. Estoy harto de sentirme un inútil o un vejestorio—refunfuñó.

Era un hecho que Levi tenía un complejo aún más notorio que su baja estatura. La inestabilidad corporal lo desesperaba, ya que sí o sí dependía de su bastón para esos momentos donde su cuerpo no podía mantener el equilibrio.

Sin embargo, agradecía no estar en silla de ruedas, ya que eso lo frustraría aún más.

Mikasa, al observar ese punto tan vulnerable, sentía ternura. De pronto, su mente se preguntaba qué pasaría si Levi recibiera más amor. Las pocas veces que lo vio con Niku, supo que ese hombre se derretía por el cariño que los pequeños pudieran brindarle.

—De ser así, los niños no te prestarían atención—afirmó mientras volvía a cortar verduras—. Ellos siguen a los adultos porque ven algo que admiran y creo que tú te menosprecias desde que ese titán te hirió de gravedad.

Cuando Mikasa colocó las verduras dentro de una gran olla, Levi pensaba en lo que ella remarcaba y, en cierto modo, tenía razón.

Pero no se arrepentía. Había prometido continuar viviendo sin remordimientos y, además, su sacrificio no había sido en vano. El arriesgar su propia vida para salvar la de Connie ante el inminente ataque de un titán, fue la decisión más dura e inmediata que tomó en su vida. No obstante, la aparición de Mikasa fue la que determinó que debía continuar luchando para sobrevivir en la última batalla.

Llevó una mano hacia su rodilla y suspiró.

—¿Crees que todo lo que hicimos valió la pena? —musitó y cerró sus ojos.

Cuando la Ackerman fue revolviendo lo que estaba preparando, vio que Levi tocaba su pierna. Esbozó una sutil sonrisa y respondió: —Puedo asegurarte que todos ellos están felizmente casados, con hijos o viajando por muchos lugares. Y eso es gracias a ti también.

Tal como aseguraba indirectamente, Mikasa agradecía saber que sus amigos se encontraban bien y felices por la nueva vida después de que Eren eliminara el poder de los titanes.

Armin estaba casado con Annie y esperaban su segundo hijo. Connie y Jean se dedicaron a viajar por el mundo, conociendo a todas las mujeres que pudieran. En cuanto a Reiner, continuó viviendo en Marley. Aunque poco se sabía sobre lo que hacía, al menos se comunicaba con Jean en ocasiones.

—Tú siempre te has preocupado por los demás—expresó mientras abría sus ojos y recordaba todas las veces que ambos trabajaron juntos para rescatar a Eren—, incluso ahora mismo lo haces— llevó sus orbes hacia la Ackerman y añadió: —¿Qué hay de ti? ¿Qué pasará contigo cuando estos mocosos crezcan y formen sus propias familias?

La aludida caminó hasta una pequeña ventana que daba al jardín. Allí se detuvo a mirar cómo dibujaban los niños de la Ciudad Subterránea. Era una pregunta que ella misma solía hacerse, pero no se animaba a responder.

—Me hace feliz verlos crecer y que formen la familia que siempre quise tener—confesó con un deje de nostalgia—. La tuve con los Jaeger, ellos me enseñaron que siempre tenemos la oportunidad de volver a empezar y construir una familia donde te amen, aunque los lazos sanguíneos no nos unan directamente —volteó en dirección a Levi y añadió: —. Por eso decidí crear este hogar y continuar el legado de mis padres adoptivos. Sé que Eren también estará feliz por mí y que, a pesar de todo, apoyaría mi proyecto porque esto es lo que me alienta a despertar cada mañana.

—Tienes un sueño muy noble y estoy seguro de que el mocoso podría confiarte una misión de esta índole sólo a ti—se acercó lentamente a Mikasa y continuó diciendo: —. Sabes, me he preguntado algo desde la última vez que nos vimos y creo que es el momento de hacerlo—se paró frente a ella.

—Pues dime, ha pasado mucho tiempo desde aquel entonces... —llevó sus manos al pecho.

Había olvidado la sensación que brindaba la bufanda que Eren le había regalado de pequeña, pero al conversar con Levi sobre el pasado, esa sensación reconfortante regresaba a su alma.

—¿Qué era lo que estaba pasándote cuando estábamos sobre Falco? —sus mejillas se ruborizaron al recordar el sueño donde le suplicaba que no lo abandonara.

Absorta, Mikasa bajó la mirada y sus ojos se acuaron. Esbozó una sutil sonrisa y respiró profundo antes de responderle.

—Es doloroso, pero en aquel entonces entendí las razones por las que Eren decidió dejarnos y continuar adelante—dejó caer unas lágrimas—. Él siempre pensó en nosotros y dejó de lado su felicidad, su humanidad y avanzó hasta romper esta horrible cadena de odio que lo ató por años—secó la humedad de sus mejillas y añadió: —. Aunque fue un instante, siento que ese tiempo a su lado me hizo ver que podía liberarlo de su dolor y por eso decidí acabar con su vida antes que siguiera sufriendo—suspiró—. También, por un instante pensé en que debía quedarme en esa pesadilla y olvidarme de todo, pero confieso que gracias a tus insistentes llamados logré volver—miró fijamente a Levi y sonrió—. Me quedé contigo y hoy estoy aquí—dio un paso más para acercarse al Ackerman—. Por eso, te pediré lo mismo—tomó sus manos y miró fijamente al Ackerman. Por otra parte, el cuerpo de él experimentaba una electrizante muestra de cariño por parte de ella, algo que lo ponía nervioso y no sabía cómo actuar frente a ello—Levi, quédate conmigo y acompáñame en este camino para hacer crecer este hogar que abrí con mucho amor.

¿Cómo negarse ante tal petición si sus sentimientos eran tan nobles? ¿Cómo podría volver a Marley con la mente tranquila, si tanto Mikasa como Niku le pedían que se quedaran junto a ellos?

No había manera de confirmar, pero tampoco para negarlo.

—Yo quisiera, de verdad... —comenzó diciendo en voz baja— ¿Sería correcto regresar a Paradis después de todo lo que ha pasado?

—Siempre es bueno replantearse la vida, Levi—llevó sus manos a los hombros del Ackerman—. Tú eres un hombre con mucha experiencia e historias para contar. Tú puedes ser la guía de los niños y también puedo aprender cosas de ti.

—Enseñar, aprender... —musitó y en su mente recordó el momento en que Hange y Erwin le enseñaron a leer y escribir para poder ejercer su labor como capitán —Lo pensaré.

Mikasa alejó sus manos de Levi y esbozó una amplia sonrisa.

—No te arrepentirás—aseguró.

"Que viva sin remordimientos, sin dudar de ninguna decisión y que luche con todo mi ser.

Muchas personas me enseñaron que la vida nos depara muchas sorpresas después de tantos tropiezos; momentos de felicidad luego de haber sufrido.

Pero, ¿qué podré enseñarte a ti, Mikasa? Tú estás enseñándome el valor de la familia, los lazos más allá de lo sanguíneo. Aunque nuestro pasado sea una mierda, tú volviste a empezar pese al dolor. Mikasa, no tengo dudas de tu renacimiento.

¿Seré capaz de dejar atrás mi pasado para poder acompañarlos sin remordimientos?"