Capítulo 8
Mas que nerviosa estaba ansiosa, ella también había soñado con ese mágico momento, estar así entre sus brazos, ser solamente suya. Incluso cuando él se casó ella no había dejado de tener esos sueños, ya era prohibido y no por el simple hecho de haberse casado, sino porque ella era tan sólo una niña ante un hombre tan experto como Inuyasha.
Lo había amado y lo seguía amando ya que en el corazón no se mandaba, no existía manual que explicara sobre de quien enamorarse y de quien no; cuando el amor llegaba, ponía de cabezas nuestras vidas, haciéndonos perder completamente la razón por el ser amado, nos arrastraba involuntariamente a los terrenos peligrosos del amor en el cual no sabíamos si sufriríamos o no, si seríamos correspondidos como nosotros deseáramos.
Incluso, si éramos rechazados, juzgábamos a las películas de Disney por idealizarnos una imagen del hombre como el príncipe azul que llegaba en un blanco corcel a rescatarnos de algún peligro. Para su fortuna, su príncipe azul si existía, había llegado a ella hace mucho tiempo, la había dejado y sin embargo él había regresado por ella.
Pero ahora era muy distinto, su corazón ya no era el típico de una adolescente que estaba enamorada del mejor amigo de su hermano, ahora latía el corazón maduro de una mujer que amaba incondicionalmente a un hombre y si para estar a su lado y sentirse amada debía arriesgarse, así lo iba hacer.
Se estremeció entre sus brazos al sentir como su vestido resbalaba por su suave cuerpo hasta caer completamente al suelo. Estaba semidesnuda ante él.
La mirada de Inuyasha se iluminó al verla, miraba como su pecho subía y bajaba al compás de su respiración nerviosa.
― ¿Estas nerviosa? – preguntó, al mismo tiempo que alzaba un dedo de su mano y trazaba una línea imaginaría que comprendía desde la punta de su mandíbula hasta el nacimiento de sus pechos.
Kagome había cerrado los ojos al sentir el seductor contacto y al abrirlos se encontró con sus ojos dorados.
―No – ella negó, apurándose en contestar – Solo es que…― se humedeció los labios con la punta de su lengua – He esperado tanto tiempo este momento
Inuyasha esbozó una sonrisa, la atrajo aún más a él y le susurró al oído.
―Ambos lo hemos esperado. Lo hemos ansiado desde hace tiempo, pero esta vez es muy distinto al pasado
Kagome sabía muy bien que quería decir con esto, pues hace diez años ella aún era tan solo una niña y tal vez las cosas no hubieran acabado en buenos términos, probablemente si su padre o Koga se hubiesen enterado si algo entre ellos hubiera pasado, lo más probable era que desearan la cabeza de Inuyasha en una bandeja de plata.
Y ahora, presente, todo era distinto, ella era independiente y tomaba sus propias decisiones con más fuerza sin los perjuicios familiares ni de amigos que estuvieran alrededor de ese entorno tan personal que ambos habían creado.
Besó la curva de su cuello, sus manos comenzaban a explorar cada rincón de su cuerpo, acariciando cada centímetro de su tersa piel, si pudiera comparar a esa mujer con un instrumento, la compararía como un violonchelo, había que estarlo afinando constantemente y una vez encontrada la nota, la música que producirá será excelente.
Inuyasha también cumplía su mayor sueño, que era tenerla, así como lo había deseado, era cierto que nunca dejó de amarla, que solo se había casado por despecho, para olvidar a esa niña que lo volvía loco constantemente. Se había sentido culpable por haberla rechazado aquel día en que se le declaró, cuando lo que más deseaba era estrecharla entre sus brazos, corresponder ese sentimiento.
Había pasado demasiados insomnios gracias a ella, pues se levantaba a altas horas de la noche tras haber tenido un sueño erótico donde ella era la protagonista. No recordaba cuantas veces había tomado duchas de agua fría, las cuales una minoría calmaban su dolor, la otra mayoría, se la pasaba imaginando como sería hacerle el amor.
Su niña, su cariño –como la llamaba para él mismo – era la causante de sus desvelos, de desearla tanto, de amarla a más no poder.
La besó de manera posesiva, un beso lleno de pasión, donde con él prometía un futuro para los dos, juntos por siempre.
La tomó entre sus brazos, ella enredó sus piernas en las caderas de Inuyasha, dejó que la guiara hasta la cama, ahí la tendió de manera cuidadosa sobre el lecho, recargando su cuerpo contra el de ella, pero sin dejar caer todo su peso.
Desató su sostén y lo arrojó a un lado del camarote, así liberando sus generosos pechos.
Pero no se fue directo a sus pezones, sino que con su lengua comenzó a trazar líneas desde el nacimiento de sus pechos, un poco por debajo de la axila, hasta llegar a uno de esos pequeños montículos, tomó un con su boca, succionándolo de forma seductora, mientras que, con su otra mano libre, comenzaba a acariciar el camino de sus caderas.
Ella se arqueó ante él, para decirle con su reacción que no se detuviera y siguiera con ese asalto tan seductor y placentero.
Kagome no se quedó atrás, y mientras Inuyasha la asaltaba con sus caricias, ella comenzó a desabrochar los botones de su camisa, liberando así su torso, al igual como él hizo con su sostén, ella arrojó su camisa a un lado de la habitación.
Sus manos exploraban cada musculo de su pecho, de su ancha espalda. Esbozó una sonrisa al sentir como se tensaba ante sus caricias.
Pero de pronto dejó de lamber sus pezones y sus miradas se encontraron.
― ¿Tienes miedo? – preguntó, besando su hombro izquierdo
―No – ella respondió esbozando una sonrisa, ya no había nada que temer
Después Inuyasha besó el otro hombro, comenzó a subir sus labios hasta su cuello, un poco más hasta detenerse en su oído y le susurró tiernamente.
―Me alegra escuchar eso. Porque lo único que deseo es que goces, vivas y sientas.
La besó una vez más, pasó una mano por debajo de su cuerpo y atrajo sus caderas hacia él, para que ella se diera cuenta a que puno la deseaba. Ella se estremeció al sentir su miembro erecto que sobresalía de su pantalón.
Instintivamente frotó su sexo contra su miembro y lo escuchó jadear en sus labios.
Inuyasha quería tomarla en ese momento, hacerla suya y marcarla de una vez como su propiedad, pero había que ir lento, ella le confesó que era virgen y su primera vez debía ser inolvidable, que se sonrojara cuando recordara ese momento.
Ella merecía palabras de amor susurradas al odio, que le bajara las estrellas y la luna…bueno, todo el universo completo, dárselo a ella, poniéndolo ante sus pies.
Sus labios expertos dejaron de besar sus labios, para besar cada una de sus mejillas, pasar por su mandíbula, la curva de su cuello, su pecho y detenerse en uno de sus senos.
Su boca te nuevo tomó uno de sus senos, lambiendo en círculos, de arriba hacia abajo su pezón, mientras que con su mano masajeaba el otro pezón. Kagome se arqueó más contra él, sus manos lo tomaron de su nunca y lo atrajo más hacia su pecho, como diciendo que no se detuviera, que siguiera con esas seductoras caricias.
Su mano libre, exploraba cada rincón oculto de su cuerpo, era como si tuviera frente a él un mapa que conducía hacia los tesoros más extraños y deseados por el hombre.
Pero al único lugar donde él deseaba llegar era a su interior, penetrar su alma y formar parte de ella en todos los sentidos.
―Inuyasha…―jadeó Kagome arqueándose nuevamente contra él –Por favor
No supo que quería decir con eso, solo sabía que sus sensaciones y emociones se acumulaban en su parte intima, sabía lo que significaba, pues no solo lo había leído en libros, sino que también por conversaciones que mantenía con su amiga Sango.
―No – respondió él asaltando el otro pezón –Un poco más
Él también deseaba acabar con esa agonía, pero su deseo de hacerle pasar una noche inolvidable era más fuerte que su propio deseo.
Ella no era como las demás mujeres de su pasado, donde solo se iban directo a la acción, sin involucrar sentimientos ni anteponer el corazón.
Solo había sexo, y esto no era sexo, era hacer el amor a la mujer que amaba desde hace mucho tiempo.
Dejó de besar sus senos solo para incorporase en la cama, había llegado el momento de hacerla suya, y no era solo porque lo deseaba sino porque ya la sentía preparada para recibirlo.
Suavemente le quito su pataleta dejándola completamente desnuda ante él, acto seguido se levantó de la cama para terminar de desnudarse el mismo.
Kagome sintió un poco de frio, pero fue solo por unos segundos, ya que él regresaba y la volvía a besar, envolviéndola en sus besos apasionados.
―Tal vez te ocasione un poco de dolor – dijo el susurrándole al odio – Pero prometo que no será por mucho tiempo
Ella asintió, ya que sabía que jamás la lastimaría.
La penetró poco a poco rompiendo la barrera de su virginidad y se quedó así, sin hacer ningún movimiento, esperando a que ella se adaptara a él.
Kagome había enterrado sus uñas en los brazos de Inuyasha debido al dolor que experimentaba, pero se fue relajando poco a poco y en lugar de eso, cambio sus uñas afiladas por tiernas caricias.
Inuyasha la besó, susurrándole palabras de amor al oído y comenzó a moverse en su interior, estaba tan estrecha, tan húmeda, igual que en sus sueños.
Sus ilusiones volvían a nacer, sus sentimientos se desbordaban en su interior, no sabía si llorar o reír, la niña que hace tiempo había conocido y le robó el corazón, ahora era toda una mujer que se entregaba a uno solo hombre.
A él.
Había sido un estúpido el haber puesto la amistad de su mejor amigo en primer lugar y dejar escapar a la mujer que amaba desde hace mucho tiempo.
Pero ahora todo era distinto, ahora solo estaban ellos dos y no había nada más a su alrededor, eran un hombre y una mujer recuperando el tiempo perdido, que más allá de la distancia y de los años, los sentimientos seguían siendo los mismos.
Que ninguno de los dos dejó de amarse.
Ella era todo lo que él siempre había deseado, sus risas, sus bromas, esa inocencia que salía por cada uno de sus poros lo había conquistado.
La llamaba cariño en secreto, cuando estaba solo en su departamento y cuando pensaba en ella no lo hacía como la hermana de su mejor amigo, si no como su dulce cariño.
Aceleró el ritmo de sus movimientos, estaba más al pendiente del placer de ella que el suyo propio, había prometido que esa noche sería inolvidable y así pretendía que fuera.
Sintió como su cuerpo convulsionaba ante él llegando al clímax, entonces aceleró más sus movimientos y la acompaño tan solo unos segundos después que ella.
Se dejó caer a un lado de ella, la abrazó y la atrajo hacia él, recargando su frente contra su pecho.
Pero sintió unas gotas frías recorrer por su pecho, al principio pensó que había sido por el sudor, pero después escuchó un sollozó por parte de ella.
Levantó su mandíbula para mirarla a los ojos.
― ¿Por qué llorar, cariño? –preguntó limpiando sus lagrimas
Kagome lo miró a los ojos, con esa mirada llena de amor por un solo hombre.
―Porque siempre había soñado con este momento – admitió ella, ya no tenía caso seguir ocultándolo
Inuyasha esbozó una sonrisa – Yo también. Siempre te había soñado así, tenerte entre mis brazos.
―Inuyasha – dijo ella acariciando su rostro― Te amo. A pesar de estos diez años, de la distancia, de que te hubieras casado…te sigo amando
Inuyasha cerró los ojos para saborear sus palabras, había esperado ese momento, en que ella por fin admitiera que aún seguía amándolo, claro, no tenía que esperar a que se lo confesara de nuevo como años atrás, puesto que él ya sabía que aún lo seguía amándolo.
―Lo sé – dijo el acariciando su cabello – Porque yo también te amo
Y así una vez más hicieron el amor, entregándose por completo a sus sentimientos, dejándose llevar por el amor que ambos sentían.
No había nada que esta vez los pudiera separar o eso él creía.
