Senki Symphogear no me pertenece, es de sus respectivos autores.


A veces, en ocasiones como estas, tu calidad de vida podría disminuir si no tienes cuidado de aquellas sorpresas que te brinda el destino.

Cuando eres una jovencita que recién llega de un lejano reino, lo primero que quieres hacer es conocer los alrededores o si vienes a ver a alguien, también es válido querer saber cómo vive esa persona: aun si eso implica conocer a la persona que lo trae cacheteando la banqueta… Aunque para Amou Kanade la normalidad es solo una palabra simplona, ella es mas de aventurarse a aquellos lugares donde las personas normales no querrían si quiera pararse y conocer diferentes tipos de personalidades. Por esa misma necesidad aventura y nunca temerosa es por la que decidió seguir a su conocido escudero que perseguía velozmente a un joven de castaña cabellera que no estaba de mal ver y a una señorita pelinegra que destilaba ternura.

No solo le parecía divertido de ver aquel acto y no solo porque sabía que si Kirika estaba persiguiéndolos era por algo importante, si no por la curiosidad del evento mismo. Claro, eso sin contar que le intereso el castaño que reía de forma inocente.

- ¡Te tengo, dess! –grito el rubio que cuando tomo la mano de su princesa, tiro de ella con fuerza para sí mismo atraerla a su lado.

- Kiri-chan… -musito la princesa que, aunque estuviera un poco avergonzada, se sentía confortada de estar en la espada del escudero.

- ¿Kiri-chan? –cómo era costumbre cuando alguien sabia de su apodo, el panadero no perdió oportunidad y soltó una risita- de verdad que te cae el apodo, es tan lindo como tus celos~

- Si serás…

Oh si, Kirika quería golpearlo pues se sintió amenazado. Un sentimiento atípico se apodero de él, haciendo que se volviera, aunque fuera poco, en una persona agresiva, aunque él siempre se consideró alguien amable.

- No puedes golpearlo, Kirika –añadió la voz de la joven que los perseguía interesada.

Al son de su bailarina y rebelde cabellera rojiza, la recién llegada se hizo notar dejando a su paso diferentes reacciones: Shirabe la miraba confundida pues desconocía quien era, Kirika por un momento se sorprendió, pero sonrió contento de verla, y Serena se quedó estupefacto por el aura dominante que emanaba la pelirroja.

- ¿Qué no saludas…? –con una voz tentadora que rayaba de ser cómica, continúo hablando la recién llegada- ¿a una vieja pecadora?

- ¡Kanade-san! –grito alegre el escudero que sin vacilar se abalanzo sobre ella, dándole un fuerte y enérgico abrazo- te extrañe, dess.

- Yo también, pequeñín –añadió sonriendo e incluso se dio el descaro de apretar su agarre con el ojiverde cuando visualizo un aura "atemorizante" viniendo de la pequeña señorita.

Shirabe observo atenta, no le gustaba esa mujer. Ni por cómo la percibía y mucho menos por estar abrazando a Kirika como si ella no estuviera. Era cólera, enfado y pizcas de celos los que la hicieron acercarse de forma cautelosa.

La pelinegra solo los miro, siseando una incomprensible palabra que delataba un "te estoy mirando". Solo fue hasta su segundo o tercer siseo que esos dos se separaron. Kanade sonreía soberbia y Kirika se sentía mal por hacer tales actos de afecto puesto que así lo habían entrenado para quitarse ese mal así.

- Lo… Lamento –el rubio agacho la cabeza levemente, mostrando un poco de respeto- me deje llevar, dess.

- No te disculpes –añadió la ojirosa que aun incluso con cierto recéselo logro mostrar una sonrisita- no podría molestarme por mucho tiempo con Kiri-chan.

- Shirabe…

- Vaya, vaya, pero que adorables se ven juntos~ -dijo con una sonrisa entretenida la pelirroja- Kirika, ¿Por qué no me dijiste que tenías una linda novia?

Fueron pocos los segundos que hicieron reaccionar a la pareja que de inmediato manifestó con un violento sonrojo.

- ¿¡E-EH!? –soltaron los dos en un gritillo agudo.

- Oh~, hasta se quejan a la misma velocidad –rio suavemente al verlos reaccionar así- mi lindo Kirika sí que tiene buen gusto. Eres bastante linda, pequeña dama~

- E-Eh… ¿Qué se supone que debo de decir así? –murmuro la pelinegra que por la vergüenza no podía siquiera levantar la mirada.

- Yo… Yo me encargo –le contesto el rubio que aun incluso con la misma condición que ella, decidió ser valiente y contestarle- K-Kanade-san, te presento a la princesa de este reino –con su mano señalo a la aludida- Tsukuyomi Shirabe.

- Ah sí que bueno… -hablo con si no le diera importancia, pero después de unos segundos entro en razón de lo que le estaban diciendo- ¿¡LA PRINCESA!?

Shirabe asintió tímidamente y Kanade no podía creerse lo que veía. Si bien, nunca vio a la princesa de aquel reino, había escuchado que era una joven alta, elegante y sumamente bella; aunque la princesa cumplía con los últimos dos requerimientos, el primero era completamente ajeno. Kanade esperaba a una joven con apariencia madura, un cuerpo desarrollado e incluso con un color diferente de cabello, no esperaba a alguien que pues… se viera tan joven e inexperta.

- ¡Lo lamento! –dijo en un gritillo la pelirroja e inclino la cabeza para disculparse- de saber que era usted, no habría sido tan grosera.

- Kanade-san…

- E-está bien… -musito la pelinegra- entiendo la confusión…

- No, no, es culpa mía, no debí ser grosera –Amou levanto la cabeza y sonrió culpable- no me justifico, pero al ver a Kirika siendo tan cercano con alguien que no conozco, no pude evitar pensar que eran pareja- al mirar al rubio, este rio nervioso- Kirika, la princesa es muy linda, ¿verdad?

Para alguien observadora como Kanade, era evidente que su querido amigo sentía algo por la pelinegra y viceversa. Quería saber más sobre esa relación.

El joven Akatsuki asintió velozmente – Shirabe es la princesa más linda del universo mundial dess. Es tan linda que quiero protegerla con todo mi ser dess~

- ¿Y si ella no fuera linda, la seguirías cuidando? –pregunto la mayor alzando la ceja y aquella pregunta puso en alerta a la princesa.

- Aunque a mis ojos, Shirabe es super linda e incluso si tuviera algo que la hiciera ver mal, seria siendo la princesa más bonita del mundo… -frunció el ceño un poco y suspiro antes de continuar- en definitiva, la seguiría cuidando con mi vida. Porque la quiero mucho~ -él sonrió sincero, denotaba que sus palabras eran enserio.

- Kiri-chan… -la princesa posiciono sus manos sobre su pecho en intento en vano de retener su palpitante corazón que amenazaba con salir disparado de tal emoción abrumadora.

De nuevo aquel sentimiento se apoderaba de ella, la dejaba inhabilitada. Sus pensamientos iban hacia Kirika al son del latir de su corazón, se sentía nerviosa y no podía actuar de manera correcta. Tal vez, solo tal vez si debía ir al curandero para que le diera una explicación de lo que sentirá.

- Esa es la actitud –Kanade asintió con la cabeza, orgullosa de las palabras de su pequeño amigo- "Quiero ver cómo termina esta aventura".

Entre la diversión de Kanade que radicaba en el sonrojo extremo de la princesa y Kirika sonriéndole sin entender la razón de las acciones de la pelinegra; la pelirroja se dio la media vuelta porque desde hace rato sentía que alguien la estaba viendo.

- Oh, vaya, había olvidado que estabas ahí –comento con una sonrisa traviesa- ¿Cuál es su nombre, jovencito?

Aquel receptor de la pregunta no era más que Serena que desde que vio entrar a Kanade a la escena, se quedó estupefacto. A diferencia de María que emanaba un aura tranquila y maternal, de alguien que tenía un pasado que la ataba; pero a cambio de eso, la señorita Amou mostraba un aura dominante, rebelde y de una persona tan libre como el tiempo.

- Yo… -titubeo Serena un tanto intimidado por la mirada de fuego de la señorita- Soy… Serena.

- ¿Serena? -alzo la ceja dudosa y el asintió temeroso- es un nombre particularmente extraño.

- Lo sé, es porque es de mujer…

- Claro que no es por eso -añadió sin darle importancia a lo que dijo el joven- es porque en estas partes son comunes los nombres asiáticos, no cristianos. Aunque debo admitir que me gusta tu nombre, Serena.

- ¿A-Ah? -de inmediato, gracias a las palabras de la pelirroja, Serena se sonrojo a tal punto que comenzó a titubear y dudar si era pertinente o no hablar.

- Y también eres muy lindo Serena -comento la joven sin pudor alguno- ¿a que te dedicas? Dime un poco mas de ti, que quiero conocer a este joven tan adorable.

El joven de castaña cabellera no sabia como escapar de aquella esperada llamarada que se hacia llamar Kanade que le hacia preguntar de todo tipo y el solo se limitaba a sentir torpemente.

- ¿Crees que deberíamos ayudarlo? -pregunto Shirabe al ya poder hablar con cordura- no es de mi total agrado, pero creo que tu amiga lo está intimidando.

- Para nada dess -comento el rubio que se divertía con la escena- Kanade-san solo quiere conocerlo o algo parecido.

Si era sincera, dejar al castaño con la pelirroja a sabiendas de que lo haría pasar por un rato incomodo le gustaba. era su pequeña y particular venganza por raptar hace poco a su querida princesa.

- ¿Estás seguro?

- Tanto como para decirte que debemos volver a la cocina dess o María nos va a regañar -el tomo al mano de la pelinegra y comenzó a caminar tirando de ella- la hemos dejado con toda elaboración de la comida, se va a enojar con nosotros -rio risueño al imaginarse la escena.

La dama de compañía no le causaba temor como lo podría provocar Kanade o el mismo príncipe, la tenia en buena estima y si bien sabía que ella era exigente, sabia que en el fondo era una persona cálida. Aun cuando los regañara por abandonarla, ella solo les diría un par de palabras y después los pondría a trabajar hasta que su humor volviera a ser el mismo y eso sucedía en menos de cinco minutos.

- Es una probabilidad -Shirabe acompaño esa risita con la suya y asintió- conociéndola debe de estar avanzando al trabajo y si la reina baja a revisar, cosa que sería muy raro, dirá que salimos a buscar ingredientes. Ella nunca me delataría.

- Eso es porque María te quiere muchísimo -afirmo el escudero- ella nunca dejara que nada te pase. Así como yo te protegeré toda mi vida, ella también daría su vida por ti.

- Son demasiado amables conmigo… -musito con una tenue sonrisa- sé que siempre podre confiar en los dos -la princesa miro al techo y suspiro- incluso enseñarme a cocinar cuando no tengo ni la más mínima experiencia en el tema.

- Es porque nunca lo has hecho en forma -aclaro el sonriendo- recuerdo que cuando éramos niños una vez me llevaste unos onigiris que hiciste con lo que quedo de la comida. Estaban tan salados que tuve que tomar mas de un litro de agua para que pasaran por mi garganta -ante su comentario, la pelinegra le brindo un fuerte golpe en el hombro- no me peques Shirabe, sabes que es cierto -rio ante el puchero que mostraba su acompañante.

Eran aquellos sus mas queridos y apreciados recuerdos. Si bien, no era la comida mas deliciosa que la Shirabe de antaño podía ofrecer, sabia que la hacia con todo el esfuerzo que sus dos pequeñas manos le podían brindar. Se la comía, aunque supiera mal y siempre le sonreía en agradecimiento. Pese a que la pelinegra sabía qué hacía comida toxica esta nunca dejo de llevarle sus creaciones.

- Kiri-chan solo sabe criticar; pero no creas que no recuerdo que le tienes tanto miedo a las estufas que por eso nunca has cocinado en tu vida -sentencio la pelinegra con el ceño fruncido. Quería pelea, pero esa tierna manera de alegar solo la hacia ver como un conejito enojado.

- No puedo tomarte enserio cuando hacer así, Shirabe dess -el soltó otra risita y pico la nariz de su acompañante y esta de inmediato la arrugo nariz- eres tan tierna que no puedo y no quiero discutir contigo en ninguna vida.

- ¡Estoy siendo seria! -con ese gritillo inocente se veía aún más vulnerable.

- Si como no dess -el rodo los ojos, molestando a su acompañante- primero Kazanari-san dejara la espada antes de que eso suceda.

- Si continuas así, no te daré nada de lo que cocine -con el ceño fruncido, ella saco la lengua en un acto infantil- será tan delicioso que vendrás a rogarme por comida.

- Espero que algún día puedas hacerlo, así como dices -ante sus palabras, la princesa bufo y le dio un apretón al agarre de su mano- Tienes que esforzarte más si quieres impresionar a Kazanari-san con tus platillos- sabía que tenía que darle un pequeño secreto para así calmar su furia- Puede que no lo parezca, pero él es un glotón de primera.

Shirabe alzo la ceja, un tanto interesada por las palabras del escudero- ¿Lo es? -ante su pregunta, el joven asintió- a simple vista no lo parece.

- Mientras sea antes de las nueve de la noche, el comerá lo que sea mientras huela y sepa bien -comento Kirika- lo he visto comer hasta un bisonte, aunque él diga que no es capaz de hacerlo, creeme, lo es.

- Ya veo -le causaba cierta gracia imaginarse al príncipe como lo describía su escudero- pero dudo que se pueda comer un bisonte.

- ¡Creelo! ¡Era así de grande! -el estiro sus manos dando a entender la magnitud del bisonte- ¡es más! Mis manos no alcanzan para mostrarte que tan grande estaba.

- Y pensar que Tsubasa-san era más diciplinado con sus alimentos.

- Por lo general suele serlo, pero cuando entrena mucho le da un hambre que ni los dioses pueden detener -rio y asintió un par de veces con la cabeza- curiosamente el cocina muy bien, Shirabe, ¡él podría hacerte muchos platillos!

- ¿Entonces porque debo de aprender a cocinar?

- No entiendo la razón si soy sincero -coloco una mano sobre su barbilla y frunció el ceño- quiero creer que es por eso de "eres mujer, debes cocinar", aunque quiero pensar en otra cosa…

- ¿Cómo qué? -pregunto curiosa.

- Quiero creer que es por sentirse apreciado -sus palabras la dejaron aun mas dudosa y este se animo a explicárselas- cuando Shirabe me cocinaba cuando éramos pequeños, me daba mucha felicidad saber que alguien se preocupaba por mi alimentación y que se esforzaba por hacerme feliz -cerro los ojos risueños, mostrando una sonrisa de oreja a oreja- eran sentimientos cálidos los que inundaban mi pecho en ese antaño e incluso ahora cuando lo recuerdo no hacen más que sacarme sonrisas.

- Kiri-chan…

- Es por eso -al abrir los ojos, se fijo en la princesa que de nueva cuenta estaba sonrojada- que creo que es importante que aprender a cocinar, para que también el príncipe sienta esa felicidad.

- Yo…

"No lo quiero hacer si no es para ti", eran las palabras egoístas que salieron de su cabeza, pero no se animo a decir. No quería cocinarle a Tsubasa, le agradaba, pero no tenía ni la más mínima intención. ¿Era infantil? Si ¿Justificado? Probablemente no. Pero, aun así, si le hubieran dicho que aprendiera a cocinar para hacerle platillos a Kirika o simplemente por saber no le molestaría, aunque ya con pensar que su esfuerzo iba a ir a un matrimonio que ni quería, las ganas abandonaban su cuerpo. La sonrisa de Tsubasa no era la que quería ver después de un largo tiempo de esfuerzo, era la de Kirika aquella brillante sonrisa como el sol que quería vislumbrar después de todos sus esfuerzos.

- Te estaré apoyando, Shirabe dess -animo el rubio sin entender el silencio funesco que se instaló entre ellos- ¿Qué tienes? ¿tienes miedo? -pregunto sin entender. Ladeando su cabeza se animo a continuar preguntando- Incluso si tus platillos saben horribles, me los comeré. Aquel es mi camino dess.

¿Sera que él no entendía la razón? Si ella se casaba, sus comidas ya no serian para Kirika, si no para el príncipe.

- ¿Te sentiste ofendida porque insulte tu cocina? -soltó en una inocente pregunta- ¿Shirabe…?

Sin darle oportunidad de tocar su hombro, un fuerte grito proveniente de la cocina los puso en alerta.

"¡Estoy bien!" fue lo que grito aquella conocida y lejana voz.

- Es la voz de María -Shirabe vio al escudero y este asintió- vamos, rápido.

Olvidaría el tema por ese momento, su prioridad era María que era muy raro que gritara con esa desesperación.

Corrieron velozmente hacia la cocina con el deseo de que fue lo que estuviera pasando, no fuera algo grave.

- ¿Qué rayos…?

Musito Shirabe que al ser detenida por Kirika, tuvieron que mirar por la leve apertura de la puerta.

- ¿Por qué me detuviste? ¿Qué tal si esta en peligro?

- No creo que lo este y que tampoco debamos meternos ahora -sentencio el rubio con cierta firmeza que hizo que la princesa no sucumbiera a su instinto de ir a ver qué pasaba- será mejor observarlos.

Así, el escudero mantuvo su mirada en la apertura al igual que Shirabe que estaba a unos centímetros debajo de él. Aunque no fuera muy visible, alcanzaban a notar como Kazanari estaba cocinando algo en un sartén y María estaba en otra esquina mas no sabían qué; pero lograron ver su cara, era una afligida y dolorosa.

- "María…"

Aun incluso en sus pensamientos, Shirabe se afligió por su dama de compañía, la única vez que la vio así fue cuando llego al castillo hace años. Su triste era palpable, como si se culpara de algo que paso antes de ellos llegaran.

Ambos jovencitos, el rubio y la pelinegra miraron si hablar, esperando a que algo revelara la naturaleza de la situación. Ver al príncipe en la cocina era atípico pero esa tensión en el aire era el resultado de una fuerte discusión según conjeturas de Kirika.

Ellos solo observarían y verían cuando era oportuno entrar.

La duda los inundaba, pero no podían vacilar, la paciencia debía ser su más sagrado aliado.


¿Esperaban el pasado de María? ¡PUES NO, SOY YO, DIO!

Ya se que Shirabe es super buena cocinera nivel Dios y que Tsubasa no es propiamente un (una) comelón. Pero para fines cómicos, ahora sus personalidades serán cambiadas. No se preocupen, Tsubasa aun es un desastre con sus cosas, solo que ahora es un super cocinero.

Ya en el próximo, es probable que veamos algo del pasado de María, pero lo veremos después.

¡Adiós y gracias!