Me adjudico todos los errores ortográficos y/o gramaticales que puedan encontrar en el capítulo.
Nota: en la actualización pasada les avisé que había decidido dividir en dos partes el capítulo porque había quedado muy largo y también por el hecho que deseaba que solo leyeran sobre Edward (sobrio) conviviendo con los hijos de Bella. Espero disfruten porque es un capítulo tranquilo hecho con mucho cariño.
Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer.
PAPÁ QUIERE HUIR
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Bostecé.
Cubrí mi boca volviendome a Edward al abrir la puerta principal. Era un sábado muy de mañana y tenía sueño.
― Lamento lo ocurrido ―se volvió a disculpar por enésima vez. Llevó sus manos a sus bolsillos y siguió mirándome avergonzado―. Nos vemos pronto, Bella.
Se acercó dejando un beso en mi frente que me hizo paralizar.
Suspiré cuando se alejó, apenas dio tres pasos y se volvió de nuevo a mí, tocó mi mejilla con suma ternura.
― Bella ―susurró―, vendré por ustedes en la tarde.
Parpadeé.
Él rio.
― Los llevaré a la feria ―dijo, recorriendo mis labios con la punta de su dedo. Tragó saliva ruidosamente sin quitar sus ojos de mi boca y sin dejar de tocarme―. Estaré aquí a las diecisiete horas en punto ―mi respiración se entrecortó con su cercanía. Iba a besarme, lo iba a hacer, en cambio solo siguió tocando mis labios―. Vistan algo cómodo para caminar gran parte de la noche.
Me recargué en la puerta al verlo marchar en un taxi.
La sensación extraña que recorrió mi cuerpo se instaló en mi estómago, haciéndome sentir nerviosa. Edward me gustaba más de lo que pudiera reconocer.
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― ¡Ya llegó, ya llegó! ―chilló Emma empujando la puerta de la habitación. Y comenzó a dar pequeños saltos de emoción logrando que su hermoso cabello lacio se desordenara.
― Pronto, mami ―me apuró Noah abriendo su boca al verse en el espejo. Mi hijo había insistido que le hiciera un nuevo peinado que consistía en traer su pelo desordenado con demasiado gel―. ¡Wow! Me parezco a Edward, tenemos el mismo peinado.
Me acuclillé a su altura y sujeté las pequeñas manos de ambos.
― Se portarán bien ¿verdad? Deben ser los buenos niños de siempre, nada de travesuras ¿de acuerdo? ―pedí.
Ambos asintieron sin vacilación y salieron disparados a la sala de estar.
Era notorio que mis bebés habían iniciando una absurda competencia por ganar la atención de Edward. Solo esperaba que no llegaran demasiado lejos.
Levanté mis brazos en una petición silenciosa porque nuestra noche saliera bien.
— Hola —saludó Edward al verme― ¿en dónde está el peludo?
― Merengue está en nostra habitación ―balbuceó Emma haciendo ademanes con sus manos― él duerme.
― ¿Te gusta mi pelo? ―inquirió Noah llamando su atención― ahora me parezco a ti ¿a qué sí?
― Es verdad, campeón, ahora luces como yo ―aseguró Edward.
Los preciosos ojitos de Noah se iluminaron y Edward sonrió tiernamente a mis bebés cuando ambos se aferraron a su cuello.
Suspiré. ¿Por qué era tan tierno con mis bebés?
― ¿Estás lista para irnos? ―me preguntó.
Asentí sin acercarme porque mis hijos estaban en sus brazos. Sin querer sonreí al darme cuenta que los cuatro íbamos coordinados con los colores de la ropa: pantalón de mezclilla claro y camisetas oscuras.
— Nos iremos en la SUV —dije, caminando a la salida— ahí están las sillas de auto de las nutrias.
— ¡Nooo! —chillaron al unísono y aún en los brazos de Edward.
Él rio.
— Podemos ir en mi auto, puedo cambiar las sillas en segundos.
Me le quedé mirando. Era un bonito gesto, sin embargo reconocía que si esas sillas se quedaban en su auto ya no volverían a estar en ningún otro auto más.
En si Edward no entendió y tuvimos que esperar porque los segundos que prometió tardaría en poner las sillas en su coche, fue media hora. Se notaba que no tenía idea sobre las sillas de coche y eso que no quise mencionar que montar el portabebé en la parte trasera de un auto era mil veces más dificultoso.
Así que una vez instalados en su Volvo y, después de muchas canciones interpretadas por mis nutrias para él, por fin llegamos a la feria.
Pensar que no llegarían lejos era quedarse corto. Desde el momento que llegamos al luminoso y ajetreado lugar, cada uno tomó sus manos ignorando mi presencia por completo.
En su mente solo existía Edward.
― ¿Por dónde les gustaría empezar? ―quise saber. Pero no, ellos no estaban interesados en responderme,
Mis pequeños niños tiraron de las manos de Edward para llevarlo al carrusel.
― Yo me subiré contigo, Emma ―dije sabiendo que Emma se sentiría segura sí iba a su lado rodeando su cintura mientras montaba a una graciosa vaca.
― No mami ―negó mi niña―. Quiero que Edward me abrace. ¡Abrázame! ―le ordenó.
Él solo rodeó a mi niña dejando un Noah ceñudo que montaba un enorme gallo al lado de ellos.
Entonces supuse que abrazarlo sería reconfortante.
― Dile a Edward que me abrace también, mami ―pidió con un puchero mi pequeño hombrecito.
Mis hombros cayeron. Mis hijos me estaban cambiando por Edward, ya podía imaginar siendo un cero a la izquierda en sus vidas.
― ¿Hay un problema si lo hago yo? ―pregunté.
Mi niño se encogió de hombros y cabizbajo se agarró con fuerza del tubo de metal. La música empezó a reproducirse en el lugar señal que empezaría a dar vueltas el carrusel.
― Puedo abrazar a los dos al mismo tiempo ―mencionó Edward posicionándose en medio del gallo y la vaca que mis bebés montaban, alargó sus brazos y rodeó las delgadas cinturas―. Si quieres puedes esperar abajo―se dirigió a mí― no sé si sea conveniente que en tu estado puedas subirte a juegos mecánicos, puedes sufrir de vértigo.
Solo asentí caminando fuera del carrusel.
Desde ese preciso momento pasé a ser la espectadora sonriente mientras ellos subían a la mayor parte de atracciones mecánicas permitidas para pequeños. No importaba los golpes, tropiezos y largas filas que se presentaron en el transcurso de cuatro horas.
Tampoco interesó la cantidad de veces que ingresaron a la casa de los espejos junto a Edward ni los golpes que éste se dio en su frente. Mis niños estaban felices por tenerlo y aunque muchas de las veces los sostuvo en brazos para sosegar el cansancio de sus pequeñas piernas. Edward también parecía feliz, se veía de lo más relajado al estar conviviendo con ellos.
― ¿A dónde vamos? ―preguntó Noah aún en brazos de Edward.
Nos alejabamos de las atracciones para seguir caminando al área de puestos rodantes de comida. El hedor a fritanga era bueno, bastante y mis tripas protestaron por probarlo todo.
― Es tiempo de cenar ―respondió Edward― aquí venden las mejores hamburguesas de todo Phoenix quiero que las prueben y me den la razón.
Apenas y nos sentamos en la única mesa disponible Emma soltó mi mano y se sentó en el regazo de Edward enterrando su rostro en su camisa.
Ordenamos nuestra comida y esperamos.
― ¿Qué pasa contigo? ―preguntó al ver el rostro de mi niña cabizbajo.
― Me duelen mis pies ―susurró moviendo de un lado a otro sus tenis.
La conocía y sabía que no le dolía nada solo intentaba estar más tiempo cerca de él y por supuesto que Noah también lo sabía, porque de inmediato resopló cruzando sus cortos brazos.
― ¡Mentirosa! ―la acusó Noah sentándose más cerca de Edward.
Emma hizo un puchero empezando a gimotear. Fingidamente según ella. Así que debía intervenir.
― ¡Basta! ―elevé mi voz― cada uno se sentará en su lugar sin protestar. Háganlo ahora si no quieren que nos marchemos a casa y no volveremos a salir con Edward.
Con rostros refunfuñados cada uno tomó su lugar. Emma al lado mío y Noah más separado de Edward.
― No los reprendas ―mencionó Edward condescendiente― para mí no hay ningún problema que estén cerca de mí.
― Tengo que hacerlo, porque te aseguro que si no lo hago te harán que los alimentes en la boca.
Mis nutrias mostraron sus diminutos dientes en una sonrisa que lo decía todo. Había dado en el blanco, ese era su próximo paso.
Solo esperaba que a Edward le quedaran ganas de volver a salir con nosotros.
― ¿Cómo te has sentido?
Parpadeé a su pregunta, mi boca se abrió porque había tocado mi mano y acariciaba mis nudillos con ternura.
― Bien ―suspiré, sintiéndome extraña.
― ¿Has tenido alguna molestia con el embarazo? ―inquirió.
― Mareos constantes y las famosas náuseas matutinas.
― Quiero acompañarte a cada cita prenatal ―sus comisuras se elevaron en una sonrisa honesta―. También si tienes algún antojo me puedes decir, no importa la hora. Quiero estar presente como padre desde su gestación.
Asentí. Me había dejado sin palabras.
Nos quedamos en silencio cuando suculentas y gigantescas hamburguesas fueron puestas ante nuestros ojos servidas con sus grasientas y apetecibles patatas fritas.
Mi boca se abrió salivando por todo lo que sería capaz de ingerir solo por una noche. Así que antes de dar el primer mordisco me quedé viendo al darme cuenta que Edward y mis nutrias actuaban en automático y en forma simultánea: removieron las tapas de pan, quitaron los aros de cebolla, tomate vaciaron sus patatas esparciendo la salsa de queso amarillo que Edward había pedido con anticipación y volvieron a poner su respectivo pan y dieron al mismo tiempo una gran mordida a su hamburguesa.
Sacudí mi cabeza.
Estaba conmocionada de que Edward tuviera ese raro hábito. De mis hijos lo esperaba porque desde que comieron una hamburguesa por primera vez siempre repetían el mismo ritual paso a paso, pero Edward…
― ¿¡Qué!? ―preguntó sorprendido mostrando una pequeña mancha de salsa de queso en la comisura de sus labios―. ¿No te gustó?
Tragué saliva.
― ¿Por qué comes así la hamburguesa? ―respondí con otra pregunta.
Encogió débilmente sus hombros.
― No sé. Es la única forma que tengo para comer una hamburguesa, según cuenta mi madre es un hábito que heredé de mi bisabuelo. Lo extraño es que nunca lo conocí. ¿Por qué?
― Es que mis niños las comen igual ―expliqué extrañada― lo han hecho desde siempre. La primera vez tenían dos años y fue exactamente como hoy, ellos pidieron patatas fritas con salsa de queso y sino se sirven así ellos no se comen una hamburguesa.
― ¿En serio? ―Edward los miró― tenemos algo en común, nutrias.
Mis bebés chocaron sus palmas con él.
Apenas y di un par de mordidas. No me podía concentrar en otra cosa que no fuera la extraña coincidencia de los hábitos alimenticios entre mis hijos y Edward. Según las palabras de Edward, lo heredó de su bisabuelo y quizá estaba bien, pero ¿mis hijos?
Debería de dejar de llenar mi cabeza con tanto disparate, ¿qué tiene de raro coincidir en manías extrañas? Tal vez sea más común de lo puedo imaginar.
Me dispuse a degustar mi hamburguesa e iniciamos una plática trivial sobre comidas deliciosas. Así pasamos una hora más entre risas y buena charla. Pero como todo lo bueno tiende a acabar llegó la hora de volver a la realidad.
― Debemos ir a casa, no pueden desvelarse.
Mis niños se quejaron acercándose a las piernas de Edward donde se escondieron de mí. Cada uno traía un algodón de azúcar que seguro dejará manchas en los pantalones de él, solo pareció que a Edward no le interesaba, porque también los abrazó.
Se puso a la altura de mis niños.
― Me prometieron que no harían enojar a mami ¿se acuerdan?
Mis bebés asistieron con demasiada euforia.
Se incorporó y sujetó la mano de cada uno mientras caminamos a la salida del ruidoso lugar.
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En medio de la penumbra lo guié hasta la habitación de mis nutrias.
Me sentía demasiada abusiva porque Edward cargara con los dos al tiempo, sobre todo, porque sabía que mis bebés estaban fingiendo. Los conocía tan bien para adivinar que ellos no estaban dormidos como pretendían hacernos creer.
Con rapidez moví las mantas haciendo espacio para acostarlos. Edward no perdió tiempo y los acomodó con mucha suavidad sobre la cama y los cubrió.
― No sabía que dormían juntos ―comentó en voz baja.
― Desde que nacieron se tomaron de las manos para dormir ―musité― resultó ser la única forma que podían conciliar el sueño, ellos querían sentir su tacto y calor.
― Ahora entiendo el sobrenombre ―dijo con media sonrisa― nutrias.
Asentí.
― Gracias por esta noche ―mencioné― fue divertido ir a la feria.
Edward caminó hacia la puerta y volteó a mirarme. Se veía algo impaciente; suponía que estaba cansado de cargar con mis niños la mayor parte del recorrido.
― De nada. Fue agradable estar juntos ―su celular vibró y él miró la pantalla― tengo que irme.
― ¡Nooo! ―chillaron mis niños saltando de la cama.
Noah fue el primero en llegar y aferrarse a las piernas de Edward y Emma fue más lista porque le tendió los brazos pidiendo que la cargara. Y él la complació teniéndola en brazos.
― ¿Qué no estaban dormidos? —inquirió con una tierna sonrisa.
Emma se aferró a su cuello y descansó su cabeza en el hombro, mientras Noah protestaba por estar también con él. Edward se agachó un poco y lo sostuvo de igual modo que con mi niña.
— Queremos que te quedes —pidió Emma con un puchero.
— Puedes dormir con mami —sugirió Noah haciéndome toser— te quedaste anoche, te vimos salir de su habitación en la mañana.
El rostro de Edward enrojeció y puede que el mío también. Me abaniqué con mis manos y les di la espalda por un momento. ¿Ellos lo vieron? Era tan vergonzoso.
— Hagamos una cosa —pidió— por esta noche se duermen en su camita y mañana los llevo a conocer mi apartamento ¿está bien? Miraremos todas las películas que quieran y comeremos montones de comida chatarra.
— ¿Lo prometes? —indagó Noah con sus ojos entrecerrados y sin dejar de mirarlo.
— Sí —aceptó él.
— ¿Por el meñique? —presionó mi niña con su dedo meñique en alto.
Edward sonrió y movió su cabeza en un asentimiento.
— Prometo por el meñique que vendré por ustedes —vociferó seriamente.
— ¿Merengue también puede ir? —preguntó Emma con su tono de voz más bajo— es que se puso triste porque no pudo acompañarnos a la feria.
Merengue solo levantó su cabeza desde donde estaba echado y gruñó. De inmediato me arrodillé y comencé a acariciarlo antes de que se pusiera loco y arremetiera con los pantalones de Edward.
— Sí, merengue también puede ir —aceptó Edward.
— ¡Yay! —gritaron emocionados mientras merengue volvía a gruñir.
Lo despedimos en la puerta y una vez al cerrar recordé que las sillas de mis bebés se habían quedado en su auto.
Exhalé. Tal vez, era yo quien tenía más ganas de dejarlas ahí.
Apreté mis labios al darme cuenta de la inquisidora mirada de mis nutrias.
― ¿Pasa algo? ―Quise saber.
Ellos solo batieron sus cabezas al mismo tiempo.
― Entonces es hora de ir a dormir pequeñas nutrias.
Se echaron a correr por el pasillo, negándose.
Esta sería una larga noche.
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Merengue gruñó.
Se negaba a subir al auto de Edward.
Exhalé. Estaba exhausta de hacerlo adentrarse en el coche, lo habíamos intentado todo y el perro gruñón no quería subirse.
― ¿Por qué no lo subimos a la fuerza? ―sugirió Edward.
Él también se miraba enfadado por estar lidiando con merengue y mis hijos igual. Incluso ellos se habían rendido y se montaron al auto sentándose en sus sillas.
― Si es la única opción, hagámoslo ―accedí, agachandome para acariciar el pelaje de merengue―. Sé bueno ―le susurré― pasaremos un buen día en casa de Edward.
Gruñó mostrando sus dientes cuando Edward se acercó y frotó también su pelaje blanco. Éste apenas se agachó un poco y lo cargó. Debía aclarar que soportar el gran peso de merengue no era fácil; era un perro robusto y grande de 70 kilos para sus 4 años de vida.
El rostro de Edward enrojeció al llevar a merengue en brazos hasta el auto, una vez lo echó cerró la puerta porque merengue empezó a lloriquear completamente ofendido.
Edward sonrió al voltear a verme, se acercó y entrelazó nuestros dedos, miré con ilusión nuestras manos unidas.
― ¿Estás lista para pasar un día conmigo?
― Sí ―respondí neutral cuando en realidad quería saltar de felicidad.
― Entonces, vámonos ―me acompañó a la puerta y la abrió para mí, me detuvo antes de subir―. Bella ―pronunció en voz baja, levanté mi rostro a él.
Era guapo, bueno, eso siempre dictaba mi cerebro cuando estaba con él y también cuando no.
― ¿Si…? ―apremié.
― Quiero salir contigo en una cita ―su rostro se tornó rojo intenso― ¿crees que el próximo fin de semana puedas?
La sensación de felicidad desmedida empezó a recorrer mi cuerpo, era algo así como el aleteo de un colibrí revolucionando mi interior y dejando mis piernas débiles... luego la realidad me golpeó. No estaba mi familia. ¿Quién cuidaría a mis niños?
María no podía nunca los fines de semana, estaba en su contrato. Y pedir una niñera eventual no era opción.
No podía.
Mi única oportunidad con Edward y no podía aceptarla.
La operación pitufo estaba en riesgo de no llevarse a cabo.
¡Hola! Parece que merengue es el único que se resiste a Edward. Y por cierto, nuestro protagonista luce distinto cuando está libre de alcohol, ¿no les parece? ¿Qué creen que ocurra con la esperada cita? Espero con entusiasmo sus comentarios, no olviden que es un gran aliciente para seguir escribiendo.
Agradezco todos sus favoritos, follows y reviews que me dejan.
Volvemos a la normalidad con actualizaciones los jueves de Peligrosamente, tú. Y los viernes de PAPÁ QUIERE HUIR *
Vamos a los agradecimientos: solecitonublado: me alegro que te guste. Moni: gracias. Franciscab25: gracias por comentar. Elizabeth: hago todo por ser puntual. ALBANIDIA: muchas gracias. NarMaVeg: será la cita que Edward necesite para declararse? Porque se gustan y parece que Edward está dando un paro. Dulce Carolina: gracias. Antonella Masen: te fijas que sobrio es muy bien portado? Elizabeth Marie Cullen: de verdad me alegro inmensamente que te guste y disfrutes leer, nos leemos en el siguiente. Lore562: haha, Bella y Kate con sus ocurrencias. PaolaValencia: quién se pueda resistir a él? Patty: exacto, así debe ser. Leah De Call: muchas gracias. Kaja0507: es una verdadera locura, pero de esas bonitas. solecitopucheta: Hola, es que dividí el capítulo, gracias. Jade HSos: y mira el cambio cuando está sobrio, parece otro, No? Amy: muchas gracias por la oportunidad de leer y comentar. cocoa blizzard: thanks. liduvina: las nutrias ya aman a Edward. Lily: gracias. Diana: agradezco que les des una oportunidad. Car Cullen Stewart Pattinson: es un gran cambio cuando no lo está. Diannita Robles: agradecida por siempre dejarme tus comentarios. Isis Janet: muchas gracias por comentar. saraipineda44: pero mira ahora cuando está libre de alcohol, es otro. Gracias. Iza: haha, no puedo creerlo! Lili Cullen-Swan: gracias por siempre apoyarme con tus comentarios. Torrespera172: haha, muchas gracias, mi única inte cción es relajar su día, abrazos. Flor Mcarty: muchas gracias. Ximena: es un amor de verdad. mrs puff: gracias a ti, Lidia: haha, gracias. Fallen Dark Angel: gracias a ti. Ana: si lo es, haha. Rini chiba: haha, tu risa debe ser la más divertida, saludos. EmilyChase: por lo pronto Bella está temiendo que no se lleve a cabo. Veremos. Adriu: muchas gracias, él se transforma con el alcohol, saludos hasta Ecuador. Sther Evans: gracias por leer y comentar. DarkLady-s93: ella quiere algo serio y aunque no lo parezca él también, gracias por comentar. Ady: bastante caliente, pero qué tal cuando está en sus cinco sentidos, gracias. Gabby352: te agradezco cada comentario que dejaste. Vane: bueno, ella es así. (Guest): gracias. Lidia Hernández: muchas gracias, próximamente se pondrá en marcha esa operación. ClaryFlynn98: haha, saludos. NaNYs SANZ: me agrada que te guste esta loca Isabella, gracias. blossommarie: muchas gracias a ti por comentar. Lizdayanna: exacto y es otro cuando no lo trae en su sistema, haha. sandy56: gracias a ti. Andrea: Hola, crees que exista tal cita? Muchas gracias por comentar. Pepita GY: mi gran cómplice siempre y quien no sé lleva los verdaderos derechos de cada ocurrencia o desarrollo. Te adoro. Rocio: Edward borracho no pierde tiempo haha.
¡Gracias totales por leer!
