Los personajes no me pertenecen, le pertenecen a Stephenie Meyer. La historia es de mi invención, agradeceré no publicar ilegalmente en otro lugar.

Historia fuerte, si no te gusta este tipo de historias, pasa a la que sigue.

Gracias RakelLuvre por la edición y corrección del capítulo.


Corazón Oscuro

Capítulo 7

Preparando

Mi diligencia fue rápida, lo cual fue muy conveniente para mí; ya que pude terminar ese asunto que tenía planeado para el día de hoy. Al ingresar a mi oficina, casi inmediatamente la campana sonó y al levantar mi vista me topé con Esme.

—¿Sucede algo? —pregunté de inmediato.

—Buen día para ti también, Edward.

—Buen día, Esme —contesté y levanté mi mirada de los papeles frente a mí.

—Vamos bien con todo lo de la boda, solo pasaba a decirte que vendremos al pueblo para revisar el vestido de Bella. —Asentí, y moví mi mano para que continuara—. También quería recordarte sobre la compra de tu traje para que no lo olvides.

Sonreí, ante sus palabras «por supuesto que no lo olvidaría», me dije. La boda era una de mis prioridades al igual que todo lo relacionado con la misma.

—No te preocupes Esme, no lo olvidaré. Con respecto al vestido, pueden ir tranquilas a la tienda y cargarlo a mi cuenta sin problema; pueden comprar todo lo que haga falta.

—Muy bien querido. Veo que estás ocupado así que no te distraigo más.

La observé salir y pasar frente a la ventana izquierda, seguramente se dirigía al consultorio de Carlisle.

Me apresuré con los pocos pendientes que tenía antes de cerrar y salir para dirigirme hacia la tienda de telas y vestidos del pueblo. Quería estar seguro de la línea de crédito para todo lo que requiriera Isabella y principalmente el vestido de la boda; no estaba dispuesto a escuchar los regaños de Esme y Alice.

Abrí la puerta de la tienda e inmediatamente fui recibido por Maggie, la hija de Liam y Siobhan O'Brien.

—¡Edward Cullen, bienvenido! —saludó efusivamente la pequeña joven pelirroja.

—Señorita Maggie, es un gusto saludarla —le dije y retiré mi sombrero y le di una inclinación de cabeza a modo de saludo.

—¿En qué le puedo apoyar el día de hoy? —indagó al tiempo que su sonrisa se hizo más grande. Nunca me había gustado su efusividad, siempre me pareció excesiva y me hacía sentir extraño.

—Requiero hablar con tu padre o tu madre, para verificar el estatus de mi crédito.

Asintió y caminó en dirección a la parte trasera de la tienda. Escuché el grito llamando a sus padres, yo solo pude mover la cabeza negativamente; agradeciendo que sus padres no insistieran más ante las insinuaciones de un posible cortejo de mi parte hacia su hija. Por supuesto que no podía negar que era una joven atractiva, pero nada comparado con mi Isabella, ninguna mujer me había atraído como ella.

—¡Edward! —La voz de Liam me hizo regresar al presente.

—Señor O'Brien… —respondí, manteniéndome formal y estrechando su mano, odiaba que se tomaran ese tipo de confianzas conmigo.

—Vamos, no debe haber tanto formalismo, ¿acaso no somos amigos? —preguntó, a lo que estuve a punto de responderle que no; sin embargo, me contuve; no me convenía tener enemistades en este preciso momento.

—Claro Liam; vengo para revisar el estatus de mi crédito.

—Por aquí, por favor. —Extendió su mano hacia la pequeña oficina, o más correcto sería decir al escritorio y sillas en la esquina de la tienda.

Removió dentro de los cajones, hasta dar con un enorme libro de pasta café donde enlistaba todos los adeudos de sus clientes del pueblo. Pasó las páginas lentamente, revisando casi cada una, lo cual fue algo fastidioso para mí. Me molestaba que la gente no tuviera un buen orden de sus cuentas. Yo tenía un libro por cada familia; con esto me ahorraba bastante tiempo y mantenía a los deudores siempre al frente.

—Cullen. Aquí está —dijo por fin, al momento que señalaba con su dedo dentro de la hoja—. No tenemos adeudo, la última compra fue liquidada en tiempo y forma. Me supongo entonces… ¿qué desea abrir una nueva cuenta?

—Supone bien Liam, en estos días mi tía Esme vendrá para efectuar la compra del ajuar de novia para mi prometida, así como otros vestidos. Por favor, dele carta blanca para todo lo que quieran comprar.

—Muy bien. No se preocupe. ¿Sabrá que vestidos estarán buscando, o si habrá algún otro adicional? Para poder anticiparnos.

—Principalmente será para el vestido de novia, agradeceré pueda brindarles el mejor que tengan, no escatimaré en gastos.

—Entendido. Su cuenta queda abierta a partir de hoy —informó a la vez que apuntó dentro de la libreta—. Su crédito quedará a un mes, con plazo preferencial a quince días adicionales al siguiente mes.

—El crédito no es necesario, en cuanto hagan las compras y le indiquen que es todo, puede hacerme llegar la cuenta para liquidarla.

—Vamos Edward, sabes que puedes disfrutar del plazo, por si se ofrece algo extra.

Sonreí de lado, en verdad era bueno en esto, sabía que ese era su truco para que sus clientes siguieran comprando. El único inconveniente era el interés por esas compras que no eran liquidadas en tiempo y forma, algo que yo jamás permitiría me sucediese. No por nada administraba el banco del pueblo.

—Gracias. Veremos qué dice mi tía y prometida; como bien sabes por mi negocio prefiero siempre liquidar todo completo.

—Claro, claro, dejo la opción abierta.

—Gracias —dije y me puse en pie. Extendí mi mano para despedirme como era debido.

Salí de la tienda, y me encaminé hacia el carruaje donde Erik platicaba amenamente con una chica. Aclaré mi garganta para llamar su atención y rápidamente subió a la parte delantera. Observé el sol ocultándose en el horizonte, para mi fortuna el día resultó bastante productivo y había podido acabar antes de lo previsto. Al acercarnos a casa me sentí un poco ansioso por ver a Isabella; esperaba que su labio se encontrara mucho mejor.

Casi corrí para entrar. Al ingresar al comedor me detuve al mirar la figura de Isabella. Me encantaban los vestidos que le había comprado, la hacían lucir muy hermosa. Aunque tentadora para mí, al poder contemplar sus formas ser entalladas en los lugares justos. Me aproximé de forma lenta, hasta llegar a su lado templando mi subconsciente para no dejarme llevar por la lujuria que me provocaba su cuerpo.

—Veo que está mejor.

Pasé mis dedos por sus labios, apenas rozándolos muy suave, y esa extraña sensación me recorrió como siempre, ya incluso no me extrañaba.

—Quiero que tengas cuidado, Isabella. —Alejé mi mano y mi cuerpo de ella, bastante reticente, y me senté a la cabecera de la mesa para cenar a su lado.

En cuanto terminamos la cena me levanté de mi asiento y di un par de pasos hasta su silla para ayudarla a ponerse en pie y guiarla conmigo.

—Isabella. Por favor, acompáñame a la sala. Necesito que hablemos acerca de la boda.

Llegamos a la sala en completo silencio. En cuanto se sentó, yo lo hice a su lado, quería tenerla cerca de mí, aunque fuera de esta forma por el momento. Una vez se convirtiera en mi esposa podría tomarme más libertades con ella. Tomé la mano de Isabella que se encontraba próxima a mí, y comprobé que nuevamente esa extraña sensación se apoderó de mi piel en contacto con la suya, seguramente debía ser la atracción que sentía por ella.

—Sé que la forma en que te pedí que fueras mi esposa no fue la mejor manera ni la adecuada, pero no quiero que sigan hablando mal de ti, no me gustan los chismes y menos de ti —hablé suavemente y dejé un beso sobre el dorso de su mano, quería que se sintiera en confianza conmigo.

—En…

La corté antes de que pudiera decir más, ansiaba que me escuchara primero. —Yo quería… yo… —Dudé, no estaba muy seguro de cómo podría continuar esta charla; debía dejarle en claro que no importaba que, ella siempre sería mía y por ello nunca permitiría que hablaran mal de ella, así que se lo hice saber:

»No quiero que hablen mal de mi futura esposa —dije de manera fuerte y clara. Ella debía entender que todo lo que hacía era por y para su bien—. Eres mía Isabella y si hablan mal de ti me afecta. —Esta parte no era del todo mentira, lo que dijeran de mí me importaba poco, pero jamás permitiría que hablaran mal de ella, ella debía ser respetada, adorada, y eso es lo que haría; y se lo dejaría claro en todo momento posible en adelante. Recordé la visita de Esme así que continúe mi plática para hacerle saber los planes.

»Me encontré a Esme hoy, me dijo que solo falta la prueba del vestido. Mañana te llevaré con ella, solo espero que sepas comportarte, no creo que, tenga que recordarte que no debes hacer o decir nada estúpido, ¿o sí?

Tuve que volver a recordarle como debía comportarse, no estaba de más; hasta ahora no había hecho ninguna tontería, sin embargo, eso no significaba que no la haría si no se lo recordaba. Su mirada cambió y pude apreciar un deje de miedo en ella, por poco me arrepentí de mis palabras, no obstante, hasta que fuera mi esposa no estaría seguro de no perderla. Sabía que si Isabella le decía algo a Esme, ella se encargaría de alejarla de mi lado, y eso era algo que no estaba dispuesto a permitir; no ahora que casi era mía por completo.

Miré mi reloj para darme cuenta de que ya era bastante tarde; acerqué mi mano a Isabella para ayudarle a levantarse; su mano se acercó a la mía lentamente, como si no estuviera segura de tomarla o no. La guie hacia las escaleras recordando que las sirvientas a partir de hoy dormirían en el cuarto de servicio, así que les hice saber que enseguida regresaba con ellas. Subimos las escaleras y llevé a Isabella a su habitación, donde le pedí que descansara, aproveché en besar sus labios siendo apenas un ligero toque. No quería dejarme llevar al verme tentado por ella. Apenas y pude juntar la fuerza suficiente para alejarme e ir a mi habitación.

Una vez ingresé, caminé hasta mi buró y saqué la llave extra del cuarto de servicio, salí y bajé las escaleras encontrándome a las sirvientas al pie de la escalera, le indiqué a una de ellas que subiera a ayudar a Isabella. Les entregué la llave, así mismo les hice saber que podían modificar el cuarto de servicio como mejor quisieran; les solicité que la última de ellas en salir de la casa se encargaría de cerrar la puerta. De igual manera les di una copia de la llave de la puerta de entrada, para que siempre pudieran acceder y tener en tiempo el desayuno.

Agradecí por sus servicios del día. Mientras aguardaba a que regresara la sirvienta que estaba ayudando a Isabella, me detuve a admirar a mí alrededor, esperaba que en cuanto Isabella fuera oficialmente mi esposa adaptara la casa a su gusto; poco quedaba del toque suave de mi madre. Cuando llegó la sirvienta que ayudó a Isabella, le expliqué lo mismo que a las otras. Verifiqué que cerrara correctamente la puerta antes de regresar a mi habitación para poder dormir.

.

Nuestro desayuno transcurrió silencioso. En cuanto terminé levanté la vista para observar con disgusto que el plato de Isabella aún contenía gran cantidad de comida, le indiqué que una vez terminara me alcanzara en la entrada para poder retirarnos. Esperé a Isabella en la sala, mientras repasaba mentalmente mis actividades del día de hoy. En primer lugar, iría a comprar el traje para la Boda. No debía presentar problema, después de todo solo sería un traje negro formal. Luego atendería a mis clientes agendados para el día de hoy.

No pude evitar que un suspiro saliera de mí, realmente la parte de llevar a cabo la compra de mi traje no me importaba mucho, pero sabía que era algo que debía hacer. Escuché los suaves pasos de Isabella aproximarse hasta mí, también se aclaró su garganta al situarse a mi lado. Al levantar la vista presté atención a su suave figura por unos instantes, le ofrecí mi brazo y caminamos hacia el carruaje donde la ayudé a subir primero.

El viaje fue bastante rápido, o eso me pareció, seguramente fue a causa de estar inmerso en mis pensamientos sobre la Boda. En cuanto pudiera, tendría que pedir que movieran las cosas de Isabella a mi habitación, la cual pasaría a ser de ambos. El carruaje se detuvo frente a la mansión Cullen, bajé rápidamente para ayudar a Isabella. Al tomar su mano, ya no me fue desconocida la extraña sacudida que me recorría cada vez que nuestra piel se ponía en contacto, aunque, sin duda seguía sorprendiéndome la intensidad de dicha sensación.

El asombro se instaló en el rostro de Isabella al llegar frente a la propiedad, seguro estaba impresionada por el jardín y el resto de la casa. En nuestra apresurada fiesta de compromiso ni siquiera tuve la oportunidad de darle un recorrido por la casa, tal vez hoy pudiera remediar ese detalle; analicé dicha posibilidad, tal vez podría hacerlo sin alterar mi agenda.

Ingresamos al interior y de inmediato llevé a Isabella a la sala, donde muy seguro el resto de las mujeres esperaban su llegada. Para mi sorpresa, la sala se encontraba aún vacía; sin embargo, esto fue por poco tiempo. El sonido de pasos se escuchó antes de que la pequeña figura de Alice entrara corriendo y se lanzara hasta abrazar a mi prometida, lo que nos sorprendió a ambos.

—¡Oh Bella! No sabes lo emocionada que estoy, queda un día y algunas horas para tu boda, debes estar muy nerviosa, ¿no es así? —Su emoción casi era contagiosa, en verdad era lo único bueno de ella; que podría alegrar cualquier situación. Casi me hizo sonreír hasta que habló dirigiéndose a mí—. Y tú… —entrecerró los ojos y puso su dedo en mi pecho empujándome—. No deberías estar aquí, solo tenías que traerla.

Bastante sorprendido ante su pequeño arrebato, la miré fijamente.

—A Esme no le va a agradar nada que te quedes, lo sabes Edward.

Fruncí mi ceño por sus absurdas palabras.

—¿Por qué no habría de agradarle que me quede? —pregunté exigiendo una respuesta inmediatamente.

—Por… —Alice estaba por hablar justo cuando fue cortada por Esme.

—Es de mala suerte ver el vestido de la novia antes de la boda, Edward. —La voz de Esme sonó primero para luego aparecer en la entrada de la sala, sonrió, pero yo sabía que esa sonrisa solo era una pantalla; algo le molestaba y estaba muy seguro de que ese algo estaba relacionado conmigo.

La miré, y casi imperceptiblemente negó con la cabeza.

—Anda no seas así, la cuidaremos, está segura con nosotras —dijo y palmeo mi brazo suavemente, asentí un poco reticente y luego me giré hacia Isabella, para darle un ligero y rápido beso antes de retirarme al comprobar que mi presencia no era bienvenida el día de hoy.

—Vendré por ti en la noche —le advertí, antes de salir y encaminarme al despacho de Carlisle, olvidando la idea de darle el recorrido por la casa Cullen. Sería en otra ocasión.

Al entrar, Carlisle me recibió, por supuesto que ya me estaba esperando, en cuanto entré me solicitó hacerle llegar la invitación a la boda a mi futura suegra hoy mismo. Casi rodé los ojos ante el pedido, sabía que esta vez no podría evitarlo, había visto a la madre de Isabella justo ayer a través de la ventana.

Le confirmé que lo haría antes de ir a comprar mi traje. Ante la mención de esto, Carlisle se ofreció a acompañarme, pero decliné su oferta; ya que no requería de algún visto bueno para comprarme mi propio traje.

Salí de la mansión Cullen, con la invitación en mi mano. Antes de subir al carruaje le indiqué nuestra próxima parada a Erik. Después de tanto, volvería a verle la cara al descarado de Dywer.

Para mi buena fortuna, no se encontraba en ese momento en casa, solo la amable Renée me recibió. Debo decir que me sorprendió que no estuviera al tanto de la boda de su hija, supongo que no era muy adepta a los chismes del pueblo. Le entregué la invitación, diciéndole que Isabella no había podido asistir, ya que estaba ultimando los detalles de la boda, pero le hice saber que la estaríamos esperando en conjunto con su esposo el día del enlace.

Di por finalizada la visita a mi suegra, reiterando que, su presencia sería sumamente bienvenida. Caminé hasta la tienda de trajes donde adquirí el mío sin tanto revuelo pagando de inmediato, esto para no tener que estar dando vueltas liquidando adeudos después.

Llegué a mi oficina justo a tiempo para atender mi asignada agenda de hoy. En cuanto la hora de la comida llegó, partí a casa en compañía de Erick, quien de nueva cuenta estaba comentando los últimos chismes del pueblo, algo que poco me importaba. Solo hasta la mención de Eleazar Denali fue que presté atención.

—…Eleazar y Carmen están muy molestos con su hija Kate y su prometido Garrett; parece ser que van a adelantar la boda, también escuché que Tanya está sumamente molesta porque usted se va a casar; dicen que ella estaba muy segura de que usted iba a solicitar a su padre cortejarla, y luego Irina…

Dejé de prestar atención, y casi me reí ante los estúpidos chismes del pueblo. Bueno no todos eran falsos, estaba muy seguro que en efecto Garrett debía adelantar su boda con la señorita Kate; por otro lado el que Tanya estuviera divulgando algo tan falso como qué iba a cortejarla, me hacía sentirme ofendido. Jamás permití sus avances y desde un inicio dejé muy en claro a Eleazar que no tenía ningún tipo de interés en ninguna de sus hijas; solo esperaba que a la señorita Tanya Denali no se le ocurriera inventar alguna tontería en mi Boda, porque la perjudicada sería ella.

Al llegar frente al portón bajé apresurado y pedí a Erik que tuviera el carruaje listo para poder ir a recoger a Isabella. Al ingresar observé a una de las sirvientas dentro del cuarto de servicio, el polvo salía por la pequeña ventana; decidí pasar de largo sabiendo que estaban siguiendo mis instrucciones al respecto del espacio que ocuparían en adelante. Al entrar a la casa me dirigí a la cocina, esperaba encontrar a las otras dos sirvientas, pero solo estaba presente una de ellas.

—¿Dónde está la otra sirvienta? —pregunté, y la que se encontraba dándome la espalda dio un salto e inmediatamente se giró hacia mí, agachando su cabeza.

—Se encuentra haciendo limpieza, señor —respondió y la vi apretar sus manos, justo como lo había hecho las veces anteriores que me dirigía a ellas.

—Quiero que el día de mañana después de que Isabella y yo salgamos pasen todas sus cosas a mi habitación, hay cajones y espacios vacíos para ello; si ella quiere modificar algo después, ayúdenle a efectuar los cambios que quiera. —Saqué el reloj de mi bolsillo para verificar la hora y ordené—: ¡Sube la comida a mi despacho! No comeré en el comedor.

La sirvienta asintió manteniendo su vista en el suelo, salí de la cocina y me dirigí a mi despacho. Removí varios libros para tener acceso a la caja fuerte oculta, agradecía a mi padre haber adquirido tan sofisticado dispositivo; del interior saqué las diversas bolsas de monedas de oro para poder llegar a los documentos almacenados al fondo. Me senté en el escritorio apretándolos en mis manos, abrí el sobre y los ojos de mis padres me miraron devuelta. Era una vieja foto del día de su boda, sus sonrisas me hicieron sonreírles de vuelta. Si aún estuvieran conmigo seguro las cosas entre Isabella y yo habrían sido diferentes, muy probablemente mi madre sería la involucrada en todos los detalles de la boda y no Esme.

Di la vuelta a la foto para toparme con otras más pequeñas; una pesadez se instaló en mi corazón al observar las fotos de los diminutos bebés. Las primeras fotos tenían por nombre Bebé Masen y la fecha en que murieron, solo la cuarta y última tenía nombre: Elizabeth Masen. El pequeño rostro de la niña me provocó un nudo en la garganta nada más verla. Ahora sabía lo cerca que mi madre había estado de poder tenerla en sus brazos.

No pude evitar rememorar el último día que vi con vida a mi madre. Su vitalidad y alegría había desaparecido de sus ojos, su voz resonó en mis oídos con sus últimas palabras «Mi pequeño, recuerda que te amo». Ante este recuerdo, me levanté tan rápido que la silla detrás de mí terminó volcada en el suelo. Un miedo infundado comenzó a apoderarse de mí y me hizo sentirme completamente vulnerable; el rostro de Isabella apareció tras mis párpados cerrados, y pronto el de mi madre en cama fue sustituido por el de Isabella.

—No lo permitiré —susurré. Regresé las fotos al interior del sobre y a su respectivo lugar al fondo de la caja fuerte.

Una vez acomodé todo en su lugar y habiendo permitido la entrada a la sirvienta me dispuse a comer; permití a mi mente serenarse y tranquilizarse, lo mismo hice con mi fuerte deseo por Isabella. Sabía que solo yo sería el responsable de colocarla en esa situación tan extrema, algo que no estaba dispuesto a permitir. No si eso significaba perderla, tendría que contenerme, lo que por supuesto estaba muy seguro de que pondría a prueba mi fuerza de voluntad.


Hola

Estamos avanzando a la boda y por ende a la noche de bodas, donde podremos estar en la mente de Edward y saber que fue todo lo que pasó en ese momento, será un capítulo fuerte, lo advierto de una vez; pero… sabremos lo que lo orilló a tal situación.

Con estos capítulos pasados hemos podido ver la lucha interna que tiene con él mismo; no todo es fácil para él, como he dicho la falta de sus padres, más en concreto de su madre le afectó mucho.

Y finalmente pero no menos importante, muchas gracias a sus comentarios; espero poco a poco odien menos a Edward. A mis 3 anónimos gracias, y no odien a Edward, verán que terminan amándolo al final.

Saludos