Me adjudico todos los errores ortográficos y/o gramaticales que puedan encontrar en el capítulo.


Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer.

Peligrosamente, tú

.

Suspiré.

Olí de nuevo las rosas rojas en mis manos y sonreí soñadora sin dejar de admirar la ciudad desde el ventanal. Me recargué en el cristal viendo hacia central park.

Teníamos dos días en la ciudad de Nueva York, hospedandonos en el hotel Mandarín Oriental. Edward había estado trabajando sin disponibilidad de horario, lo que nos dejaba sin tiempo para salir juntos a recorrer la ciudad.

― Así que te gustaron las rosas, ¿eh? ―Edward sonrió socarrón, se acercó envolviendo sus brazos en mi cintura―. Llegué a pensar que nada podría sorprenderte.

Me volví a él para besar sus labios poniéndome de puntillas.

― No soy tan amargada como crees que soy ―le mostré mi lengua.

Sonrió volviendo su semblante serio. Lo conocía, sabía que algo me ocultaba desde anoche se veía diferente, distraído.

― ¿Me vas a decir que te pasa? ―Indagué.

― Tanya no quiere firmar el divorcio ―comenzó a explicar―. Está aferrada a que debemos intentarlo una vez más, que recurramos a terapia y no sé cuántas sandeces. ¡Esa mujer no entiende que no la amo! Y… ―mesó su pelo desordenado― temo por ti, no quiero que sepa lo nuestro y a la vez es injusto para nosotros no mostrarnos y mantenernos separados ante los demás.

Exhaló ruidosamente sin dejar de frotar mis antebrazos.

― ¿Serás paciente? ―preguntó― ahora no puedo prometer nada más para nosotros. Es que…

Llevé un dedo a sus labios. No quería que se atormentara más.

― No te estoy exigiendo nada ¿por qué no entiendes?

― Sé que por ahora no, pero qué pasará después de un tiempo ―elevó sus hombros―. No tengo idea de lo que pueda ocurrir si no logro mi libertad.

― Dejemos que el tiempo haga lo suyo ―susurré― por mientras podemos salir a conocer, ¿no crees?

Asintió.

Recorrimos central park y algunas tiendas exclusivas sin soltar nuestras manos, entre arrumacos, besos y sonrisas podía sentir que mi ilusión infantil se convertía en un sentimiento poderoso. Le amaba con todo mi ser.

― ¿Podemos irnos? ―susurró en mi oído justo cuando yo admiraba el Templo de Dendur.

― ¿¡Qué!? ¿por qué? ―rezongué, no teníamos ni veinte minutos de haber llegado al Museo.

Exhaló cansino por sobre mi cabeza.

― Quiero estar contigo.

Volteé a mirarlo. En su rostro mantenía una sonrisa engreída y en sus orbes jade se distinguía un brillo distinto.

Abrí mi boca dispuesta a articular palabra, en cambio él fue más rápido y tiró de mi mano llevándome fuera del Museo.

Apenas pudimos entrar a nuestra habitación y ahí sucedió… contra la puerta.

Aturdida, cansada y sudorosa dejé caer mi cabeza en su hombro desnudo. Me abracé a su cuello débilmente cuando me llevó a la cama.

Me cubrió con las mantas.

― ¿Qué fue eso? ―pregunté inocentemente sabiendo que me había follado contra la puerta.

Edward arqueó las cejas sin quitar su pícara sonrisa. Se metió entre las mantas tan desnudo como estaba y se posó sobre mí, siempre siendo cuidadoso de no aplastar mi vientre, se apoyó con sus antebrazos y enterró su rostro en mi cuello dejando un reguero de besos en mi piel caliente.

― Me gusta estar así contigo ―musitó, entretenido en mi hombro― quiero quedarme siempre así ―suspiró―, hoy no quiero hacer nada más que no sea amarte.

Me estremecí al sentir su boca succionar mi cuello, abrí mis muslos para él permitiendo que su cuerpo embonara en el mío.

― Entonces quédate… ―pedí, rastreando mis dedos en su pelo― quédate siempre.

Exhaló un jadeo ahogado al enterrarse en mí empezando un vaivén suave y cadencioso…

Me removí entre sus brazos al escuchar la puerta siendo aporreada, busqué a tientas su camisa y la vestí caminando por la habitación tan solo iluminada por las luces que se filtraban por los ventanales.

Froté mis ojos aún adormilada y abrí la puerta.

― Háblale a Edward ―ordenó Alice, me barrió con desdén y dio un paso queriendo entrar―. ¡Edward! ―chilló, cuando me interpuse en su camino― quítate estúpida. Hoy teníamos un día importante y por tu maldita culpa no se logró.

Su mirada estaba cargada de odio hacia mí.

― No eres más que una zorra que por ahora le calienta la cama a Edward ―aseveró con una sonrisa― quiero que llegue el maldito día que te mande a la mierda porque volvió con Tanya. Porque no creas que es la primera vez que la deja, ¡claro que no! Edward no es más que un monigote de Tanya y lo seguirá siendo hasta que ella quiera.

Sin pensar estrellé mi puño en su cara haciéndola trastabillar. Abrió mucho sus ojos al darse cuenta que su nariz tenía un hilo de sangre, a decir verdad era más que un hilo, era un torrente de sangre saliendo de su perfecta nariz.

Abrí y cerré mis puños porque sabía que no era suficiente un maldito golpe. Alice se merecía más para que en su vida le quedaran ganas de meterse conmigo.

Ella empezó a gritar pidiendo auxilio, me crucé de brazos mirando su ridículo espectáculo infantil. No podía creer que hiciera un escándalo por un jodido golpe.

Emmett llegó en su ayuda y Edward también lo hizo, este último vestido con su pantalón de mezclilla, descalzo y sin camisa la llevaron a su habitación que casualmente era la de enseguida.

Me recargué en el marco de la puerta a esperar que la princesa dejará su ataque de histeria, llegaba hasta mis oídos los chillidos aberrantes y desoladores que seguía haciendo.

Luego de algunos minutos de entrar y salir Emmett de la habitación de la mujercita insoportable salió Edward. En su mirada sabía la furia que traía contra mí, tanta rabia que tiró de mi brazo y me guió dentro de nuestra habitación donde con un forcejeo me dejó libre.

Empezó a caminar en círculos visiblemente enfadado tirando de su pelo de vez en cuando.

― ¿Era necesario que le dieras un golpe? ―cuestionó moderando el tono de su voz― casi le rompes la nariz.

Me senté en el borde de la cama con toda tranquilidad que emanaba mi ser.

― Ella empezó, yo solo me defendí.

― ¡Estás embarazada! ―gruñó― ¡Te pudiste lastimar!

Rodé los ojos.

― Estás mal, Isabella, no puedes ir por la vida agrediendo a la gente tan solo porque no puedes controlar tu maldito carácter,.

Me incorporé furiosa. Elevé mi barbilla y lo enfrenté.

― ¡A mí no se me enseñó a hacer las cosas de otra manera! ―chillé― ¡esa perra me ofendió primero!

― ¡Ya no tienes quince años! ¡Madura!

Apreté mis puños al grado que mis uñas se enterraron en mi piel.

― Vete a la mierda ―di media vuelta dispuesta a salir, pero sus malditos brazos me detuvieron por la cintura, me levantó haciéndome gritar y me tumbó en la cama cubriendome con su cuerpo―. ¡Quítate!

― Hablemos ―pidió con voz susurrante― no quiero discutir más, no me gusta.

De forma gentil sus dedos quitaron de mi rostro algunos mechones de cabello que cubrían mis ojos, sonrió tiernamente. Pero yo estaba enojada y moví mis piernas para patearlo, algo que no logré gracias a su peso sobre el mío.

― ¿Qué te dijo? ―preguntó― ¿qué provocó tu mal humor?

Con un hondo suspiro me rendí y comencé a narrar lo ocurrido sin omitir detalle que ella empezó. Edward me escuchó atento y luego que terminé se puso a inspeccionar mi mano, dándose cuenta que mis nudillos estaban en perfecto estado.

― Lo que te dijo no es verdad ―verbalizó― yo no volveré con Tanya. No te estoy usando, jamás lo haría.

Asentí al tiempo que besaba mis nudillos.

Suspiré.

Lo atraje a mí pasando mis palmas por su espalda desnuda recorriendo con mis dedos sus omoplatos, necesitaba crear buenos recuerdos en esta habitación, en esta cama.

.

.

Después de ese altercado Alice no se volvió acercar a mí. No era ninguna tonta, sabía que Edward había creado una especie de distanciamiento sobre nosotras dónde nunca coincidamos en lugar y tiempo, es por ello que no volvieron a trabajar en el loft llevando su trabajo completo a la oficina en horas desiguales.

Lo único que no fue de mi agrado de no llevarme con Alice, fue que Edward empezó a viajar más constante por motivos de trabajo. Por ende nuestro viaje a Seattle fue pospuesto innumerables veces teniendo que enviar por última opción una tarjeta de cumpleaños para Esme.

Respecto a mi trabajo fui ganando confianza con mis compañeros, aunque de vez en cuando resultaba extraño convivir con ellos. No podía negar que era divertido abrirme a otras personas que no solo fuese Edward.

― Tengo una duda ―murmuró Angela.

Era mi compañera de trabajo y daba gracias que su escritorio estuviese al lado del mío. la chica tímida de grandes anteojos marrón y cabello crespo se estaba convirtiendo en una buena amiga.

Volteé a verla; Angela estaba viendo discretamente a Eric por encima de la computadora, suspiró y luego sus mejillas se tiñeron de un rojo intenso al verse descubierta.

Quizá creía que no sabía sobre su enamoramiento del chico editor.

― Dispara ―la insté a hablar.

― ¿Por qué nunca tocas tu barriga? ―indagó curiosa―. No te pareces a ninguna otra embarazada que haya conocido antes, ¿por qué?

Como bien dije: Angela era una buena amiga, sabía únicamente lo que yo le había contado; un embarazo sorpresa y que vivía con mi novio que justo era el padre del bebé. Ella se quedó con esa versión.

Mordí mi labio.

Bajé mi vista y miré mi vientre redondeado, era notorio que estaba embarazada. Tenía cinco meses y según el obstetra todo iba perfecto para el pequeño hombrecito, era un niño.

Sonreí al recordar ese día.

¿Están listos, papás? ―preguntó el obstetra sin dejar de resbalar el aparato por mi vientre―. Es un niño.

Reí de forma extraña, no sé por qué de pronto sentía un nudo en la garganta mientras mi corazón parecía latir desaforado y de forma arritmica.

¡Era un niño! Un precioso niño seguro idéntico a su padre.

Sentí el apretón en mi mano por parte de Edward lo que me trajo a la realidad. Le sonreí.

Es un niño, amor, un niño nuestro ―dijo, dejando un beso en mis labios.

― No sé ―respondí entre dientes y con mis manos sobre el teclado de la computadora―. Creo que soy rara.

Angela rio.

― Si yo tuviera esa hermosa barriga la tocaría todo el tiempo ―profesó.

Parpadeé al momento que Garret dejó caer algunas carpetas de mala gana en mi escritorio. Era un tipo alto y prepotente que solo ladraba órdenes todo el maldito día.

― Revisa bien el contenido, y no te irás de este edificio hasta que esté finalizado ―ordenó, antes de dar media vuelta.

― Bastardo ―musité.

Sabia que me habia escuchado, simplemente no me importaba él también era una mierda conmigo, así que yo no tenía porque ser educada. Crecí bajo mis propias reglas; yo daba el mismo trato que me dieran. Así de sencillo.

― Te ayudaré ―Angela se arrastró con las ruedas de su silla y se puso a mi lado―. Debería de tener un poco de consideración contigo, estás embarazada y tus idas al sanitario son más frecuentes. Es normal que te atrases.

― Necesitan ayuda, chicas ―ofreció Eric también uniéndose a nosotras.

Los observé a ambos. Ellos abrieron cada carpeta y empezaron a leer con detenimiento intercambiando algunas ideas. Realmente no lograba saber con determinación qué sentimiento me invadía. No estaba familiarizada con las personas buenas, era más fácil para mí creer que me dañarían y que debía defenderme con uñas y dientes.

Arrastré la silla hacia atrás bajo su atenta mirada y corrí al baño, necesitaba poner distancia. Otro día me disculparía con ellos.

.

.

Iríamos a Seattle.

Mi mente no pensaba nada distinto que estar de regreso en mi hogar. Me puse bajo el chorro de la regadera dejando que el agua se llevara los restos de jabón de mi piel, fue entonces que se movió en mi estómago, fue tan fuerte que me hizo jadear.

Me sobresalté a tal grado que con torpeza cerré las llaves y me enredé en la toalla volviendo a sentir ese movimiento.

Al salir del baño me asusté tanto que lo primero que hice fue afianzar la toalla en mi pecho y sujetarme de la puerta, estaba indecisa de tocar o no mi vientre. Mis ojos tal vez habían sido desorbitados ante la sensación de los locos movimientos, fue tan extraño y tan mágico sentir que un ser habitaba en mí.

Mi loco corazón casi se desbordó de emoción ante el extraño sentimiento. Era la primera vez que el bebé pateaba, la primera vez que lo sentía tan nítido y tenía miedo.

Miedo de volverme débil y no poder protegerlo.

― ¿Estás bien?

Levanté mi vista. Edward estaba parado frente a mí únicamente en boxer escudriñando mi cuerpo de pies a cabeza.

― Se movió ―murmuré con la boca seca―, el bebé se movió en mi estómago.

En su mirada hubo comprensión. ¿Por qué? Por qué Edward tenía que ser tan noble y yo una perra desconsiderada. Ni siquiera había podido tocar mi vientre en todas estas semanas, no lo hice cuando supe que era mío.

¿Es que había algo mal en mí?

Su sonrisa se hizo más ancha. Acarició mis antebrazos con ternura y luego posó sus grandes palmas en mi vientre.

― ¿No lo habías sentido antes? ―indagó con su mirada en mí.

Negué.

― Es normal, amor, tienes cinco meses de embarazo. Ahora es más grande y quizá tiene poco espacio en tu barriga ―bromeó.

Al ver que no reía su rostro cambió.

Molestó mi nariz con su índice soltando un largo suspiro, me guió de nuevo a la cama donde nos sentamos de frente.

― La reticencia que muestras es comprensible, Isabella Marie ―empezó a decir en un tono tranquilizador, sosteniendo en todo momento mis manos entre las suyas―. Estás tan acostumbrada a estar siempre a la defensiva, que tus bellos sentimientos los guardas dentro de una coraza para no sentirte vulnerable.

Se acercó otro poco besando mi frente.

― El bebé no te hará daño ―susurró―, permítete amarlo y que caliente tu corazón.

Moví la cabeza débilmente.

― Quiero hacerlo ―respondí― porque ya… lo quiero. Aunque no lo parezca.

Edward se acercó sosteniéndome entre sus brazos, escondió su rostro en mi cuello donde dejó un corto beso en mi piel haciéndome estremecer.

Yo amaba a mi pequeño con todo mi ser y lo demostraría cada día de mi vida.


¡Hola! Aquí estamos con otro capítulo. Quiero aclarar que Bella quiere a su bebé, simplemente le cuesta un poco ser dulce porque como bien mencionó Edward, ella tiene una coraza donde está acostumbrada a ser agresiva porque es la única forma que encontró para sobrevivir en el ambiente donde ambos se criaron. Ya una lectora (Vivi19) había acertado correctamente sobre el carácter de Bella.

Nos leemos el jueves *

Adelanto los martes en el grupo de Élite Fanfiction y sí gustan unirse al mío, los espero en: Historias por Lau

Muchas gracias por sus favoritos, follows y reviews.

A quienes comentaron todo mi agradecimiento especial:

Daniela: lo hago cada jueves.

Vivi19: parece que Alice obtuvo lo suyo, sobre Tanya esperaremos un poco más.

ALBANIDIA: él la quiere de verdad.

Flor Mcarty: sí! Sí, lo están.

Smedina: descansaremos de Tanya sólo unos dos capítulos para que ella vuelva.

Cassandra Cantu: sí!

Car Cullen Stewart Pattinson: sí, ellos irán a Seattle en el siguiente capítulo. Ya Alice tuvo su merecido.

Lizdayanna: esta Bella no se dejará se nadie, no está acostumbrada a temer.

Lily: gracias.

ClaryFlynn98: me alegro que te guste.

LittlePieceOfMyMind: es verdad, a pesar de haber crecido juntos son tan diferentes.

Dulce Carolina: haha.

Antonella Masen: muchas gracias.

Torrespera172: gracias a ti por acompañarme.

Isis Janet: Alice está encaprichada con Edward, es todo. Esperemos que ya no insista.

tocayaloquis: por lo pronto Bella ya le dio su buen golpe a Alice para que ya no se meta con ella.

PaolaValencia: no es nada malo, fue solo por el ambiente triste en el que creció.

Diannita Robles: también me gusta mucho su carácter.

Pepita GY: te adoro, y lamento tus ojeras.

mrs puff: gracias a ti.

Adriu: gracias a ti por leer.

cocoa blizzard: gracias.

Andrea: me alegro que te guste el nuevo giro, ellos irán a Seattle en el siguiente capítulo.

Lidia: hahaha. Así fue como dijiste.

Rocio: sí, ellos están juntos y felices.

Cinthyavillalobo: no quiere enfrentarse a esa antigua vida que prometió olvidar, de igual manera ellos irán a Seattle.

¡Gracias totales por leer!