Valka apareció en los jardines del castillo donde todos los demás estaban disfrutando de un pícnic matutino.
—Conoceré mi pasado para decidir mi destino —dijo con la seguridad escrita en su sonrisa.
—¿Estás segura de que eso es lo que deseas? —le preguntó Hallan con el semblante tan serio que costaba creer que fuese la misma de antes.
—Lo estoy —dijo mirando a Hipo—. No sé qué tipo de vida he dejado atrás, pero, si hay alguien dispuesto a luchar de esta forma por recuperarme, estoy segura de que todos los malos recuerdos merecerán la pena.
Astrid saltó a sus brazos con la boca aún llena de comida y los ojos llenos de lágrimas. Por su lado, Hipo se limitó a asentir con la cabeza calmadamente manteniendo el contacto visual con su madre.
—Está bien. Cuando quieras —se ofreció Hallan sujetando las manos de Valka.
—Permíteme decir algo antes. Sin duda, la mujer que soy ahora mismo es diferente de la mujer que voy a ser y hay algo que ésta necesita decir antes de desaparecer: Anna, Kristoff —dijo girándose hacia ellos—, no puedo creer lo afortunada que he sido de caer en vuestras manos. Sois unas maravillosas personas, animal y… muñeco de nieve… Es igual. Sois todos maravillosos y el tiempo que he pasado con vosotros ha sido tremendamente divertido y agradable. Gracias por todo lo que os habéis preocupado por mí; siempre seréis especiales para mí.
Anna corrió hacia ella y la abrazó con todas sus fuerzas y con lágrimas de emoción rodando por sus mejillas. Kristoff apoyó cuidadosamente su mano en el hombro de la mujer.
—Ha sido estupendo compartir este tiempo contigo y estamos muy contentos de que hayas logrado encontrar a tu familia.
—Y, sabiendo quiénes son, podemos asegurarte que son personas increíbles, en el mejor sentido, claro —añadió Anna.
Valka apretó amorosamente sus manos y después se dirigió a Hallan.
—Estoy preparada, querida.
Tomó entonces las manos del espíritu y asintió con una dulce sonrisa. Hallan asintió también en respuesta y cerró los ojos. De pronto, ante la atenta mirada de todos los presentes, la misma luz que brilló días atrás en el glaciar, las envolvió durante un instante para desaparecer acto seguido en el interior de Valka. Lentamente, Valka abrió los ojos y un torrente de lágrimas comenzó a brotar de ellos sin control. Pronto cayó sobre sus rodillas, a lo que Hipo respondió corriendo hacia ella y abrazándola para hacerla sentir arropada. Así, en los brazos de su hijo, lloró amarga y agotadoramente hasta quedarse dormida.
—Es un proceso duro —les recordó Hallan—. Probablemente cuando se despierte ya se encontrará mejor. De momento, lo mejor sería que descansase en un lugar cómodo.
Hipo estuvo de acuerdo y, él y Kristoff, la llevaron a la cama para luego volver con los demás.
El sueño de Valka duró unas tres horas que todos vivieron en esa incómoda tensión que precede a la tormenta. Cuando despertó, se reunió de nuevo con ellos sentándose parsimoniosamente entre Hipo y Anna. Todos la siguieron con la mirada sin pestañear si quiera.
—Hola, chicos —dijo ella con una delicada sonrisa que denotaba la incomodidad del momento.
—¿Cómo… cómo te encuentras? —preguntó Hipo preocupado.
—Estoy bien, creo. Es decir, esto es bastante raro. Ya sé quién soy y quiénes sois vosotros y puedo recordar todos los sentimientos que habéis provocado en mí, pero… no los siento; sólo recuerdo la sensación.
—O sea que… —se anticipó Hipo asustado de lo que sabía que estaba a punto de escuchar.
—O sea que… recuerdo quereros, pero...
—Pero no lo sientes realmente, ¿no es así? —aclaró él.
Valka asintió sintiéndose culpable y él soltó un profundo suspiro de desazón.
—No pasa nada. No te sientas mal. Yo… simplemente necesito ir a despejarme un poco, así que…
Hipo señaló tras de sí mientras caminaba hacia atrás, pero Valka le detuvo.
—No te puedes ir, Hipo. Hay algunas cosas que quiero que sepas.
—De acuerdo…
Hipo se resignó e hizo el esfuerzo de contener sus emociones para que su madre pudiese expresarse sin más cargo de conciencia. Así pues, se sentó de nuevo y Valka comenzó a hablar bajo la atenta mirada de todo el mundo.
—Lo primero de todo, debo decir que me hace muy feliz que mi hijo sea una persona tan sensible, valiente, inteligente y noble. No es que yo haya tenido mucho que ver en ello pero, aún así, estoy orgullosa de ti.
Hipo le dedicó una triste sonrisa y ella continuó.
—Bien. Por fin sé por qué salí de Nueva Mema y qué me ocurrió después.
—Y, ¿de verdad quieres contárnoslo? No tienes que hacerlo si no quieres —le dijo cariñosamente Anna.
—Tengo que hacerlo, Anna. Os lo debo.
—No nos debes… —Anna intentó contradecirla, pero Valka interrumpió suplicante.
—Por favor…
Anna asintió aceptando a su demanda y Valka comenzó su narración.
—Hipo y Astrid tienen ya veintisiete años.
—¡Hala! ¡Los mismos que yo! —exclamó Anna excitada hasta que se dio cuenta de la interrupción. —Ay, disculpa. Continúa, por favor.
—Gracias. —Valka sonrió disfrutando de la energía que Anna derrochaba siempre por cada uno de sus poros. —Y se casaron hace casi cinco años.
—¡Oh, Dios mío! ¡Justo como nosotros! —exclamó Anna de nuevo.
—Anna, por favor —le susurró Kristoff al oído.
—Eh… Lo siento, otra vez.
—Está bien, querida. El caso es que aún no tienen niños y me he estado preguntando si no tenían la intención de tenerlos o si lo estaban intentando pero estaban teniendo problemas para conseguirlo, por lo que fui y lo hablé con ellos. La verdad, lo que descubrí me hizo sentir frustrada e inútil. Ellos querían ser padres, pero estaban siendo cautelosos para no serlo porque el liderazgo de la tribu les tenía tan liados que temían no ser capaces de dedicarle tiempo a sus propios hijos —Anna y Kristoff intercambiaron miradas durante un segundo. —Estuve pensando en cómo podría ayudarles. Soy su madre y la antigua jefa, y, sin embargo, no sabía qué hacer por ellos. Los jefes tienen mucho trabajo; mucho trabajo del que sólo ellos se pueden encargar. Pero el destino hizo que, al día siguiente de aquella charla, llegase un barco de Isla Mema al muelle: un barco destrozado que llegó a puerto por la gracia de Odín. Sus tripulantes bajaron de él clamando a los cuatro vientos que un terrible monstruo gigante les había atacado y que había que avisar a los jefes. Yo me imaginé que se trataría de algún tipo desconocido de dragón y supuse que podría congraciarme con él como ya lo había hecho años atrás con tantos otros, así que decidí resolver el problema por mí misma para quitar algo de peso de sus espaldas.
—Venga ya, mamá… —protestó Hipo.
—Lo sé, Hipo. Debí decíroslo. Al final, lo único que he conseguido es daros más trabajo buscándome.
—¡Ése no es el problema! —discutió él.
—Lo vi, Hipo. No se trata de un dragón, es algo… malvado.
—¿Qué? ¿No es un animal tampoco? —preguntó Astrid.
—Lo parece, pero… aquella especie de pulpo gigante se apoyó en mi barco y… me habló.
—¿Te habló? —preguntó Elsa sorprendida—. Imposible.
—¿Tengo que recordarte que tú has creado montones de muñecos de nieve vivientes y que, esta encantadora señorita —dijo Valka señalando a Hallan— es el espíritu de un glaciar?
—Vale, igual no soy quién para discutírtelo —dijo Elsa dándose cuenta de que tenía sus propios asuntos tan normalizados que le costaba verlos como algo diferente de lo habitual.
—Sin embargo, aquella cosa no hablaba con su boca; lo hacía en mi mente. Trató de convencerme de que no quedaba nadie que me amase en este mundo; de que mi gran amigo Brincanubes me abandonó y de que la única persona que me llegó a amar de verdad fue asesinada por mi hijo —Hipo agachó la cabeza y ella se la levantó de nuevo empujando suavemente su barbilla hacia arriba con los dedos. —Por supuesto, no me creí ni una palabra. Entonces, se enfureció y rompió el barco. El impacto me hizo saltar por los aires, pero tuve la fortuna de caer cerca de un tablón al que aferrarme. En ese momento pensé que sería mi fin, que esa bestia me devoraría, pero simplemente desapareció en las profundidades del mar. Pasé tanto tiempo a la deriva que perdí la noción del tiempo, y, supongo que acabé perdiendo el conocimiento presa de la deshidratación y del calor, pues no recuerdo nada más hasta que amanecí aquí en el castillo.
—¿Dónde fue eso? —preguntó Hipo claramente inquieto por algo.
—En las aguas del Sureste, más allá del archipiélago. En un lugar sin absolutamente nada de tierra a la vista.
—Oh, Thor —dijeron Astrid e Hipo a la vez mientras se miraban el uno al otro.
—Creo que sé de quién se trata. —Hipo se frotó la nuca sintiendo la rabia del que se enfrenta a un imposible. —De hecho, es un viejo amigo de la mayoría de nosotros.
—¡No! —gritó Anna—. ¡¿El espíritu de la debilidad?!
Hipo y Astrid asintieron y Elsa pudo sentir cómo su respiración se detenía durante un segundo. No era poco lo que había sufrido a sus manos y detenerle fue una misión casi suicida.
—Otra vez no...
—¡Le voy a matar! ¡Llevadme con él! ¡Ese hijo de troll va a pagar por todo lo que nos hizo!
Siendo consciente de repente de sus palabras, Anna paró de gritar y le puso una cara de disculpa a Kristoff.
—Eh… lo siento, cariño.
—No te preocupes —rio Kristoff—. Y, ¿qué piensas hacer contra él, fierecilla? —le preguntó con sonrisa burlona.
—¡Lo pensaré por el camino!
—Anna, cálmate —dijo Elsa mucho más relajada gracias a las caricias que Hallan le estaba haciendo en el dorso de la mano—. Pensaremos en algo todos juntos.
—Bueno, muchas gracias por contárnoslo, mamá —dijo Hipo levantándose y alejándose de Valka.
—Hipo… —contestó ella con tono triste.
—No te preocupes por mí. Yo estoy bien sabiendo que estás a salvo.
Hipo detuvo sus pasos y se giró hacia su madre.
—Y… si quieres quedarte aquí en Arendelle, simplemente hazlo. Entiendo que vivir con un hijo al que no quieres debe resultar realmente incómodo.
—Hipo… te quería muchísimo —dijo ella entre lágrimas.
—Yo también a ti. Pero, por favor, no te mortifiques; no estoy enfadado. Sé que siempre has hecho lo que te pareció mejor para todos. Simplemente, las cosas se han… complicado.
—O sea que, pese a todo, ¿me perdonas?
—Por supuesto. Todos nos equivocamos, y yo lo sé mejor que nadie…
Hipo lanzó un suspiro y comenzó a girarse ya para continuar caminando hacia algún lugar donde estar a solas cuando oyó un fuerte golpe y el alboroto de sus amigos. Lo que vio al mirar atrás no fue precisamente lo que necesitaba para tranquilizarse: Valka yacía inconsciente en el suelo.
