Antes que nada, de todo corazón espero que ustedes y sus seres queridos se encuentren muy bien. Recordemos que, lamentablemente, seguimos en pandemia y que no hay que bajar la guardia. Manténganse a salvo y cuiden a los suyos. Por mi parte les mando un fuerte abrazo a la distancia.
Pasando ahora a lo que nos tiene aquí: Después de algunos meses (sí, lo sé) les traigo, no sólo la actualización, sino el final de esta pequeña historia. Pudiera haber contado muchas más cosas pero considero que es justo terminarla como fue planeada originalmente.
Muchas gracias a quienes han estado al pendiente de mis historias. Gracias a los que han dejado reviews, estrellitas y kudos. Les he estado leyendo a cada uno y lamento si en esta ocasión no he estado respondiendo a los comentarios como es mi costumbre. Entre la pandemia, el trabajo y algunas cosillas que han acaparado mi atención en este tiempo, mi inspiración decidió irse quién sabe a dónde, pero ha regresado, así que hay que aprovechar jeje.
Espero les guste y puedan perdonar cualquier error.
Snow contuvo el aliento y su instinto de supervivencia la incitó a retroceder con cada firme paso que la reina daba hacia ella.
No obstante, el mismo terror que la invadía la dejó congelada en su sitio con plena seguridad de que, frente a ella, tenía a la mismísima Reina Malvada. Le fue inevitable sentirse como tantas veces lo hizo en el bosque encantado. Asustada sí, pero decidida a no permitir que el mal y la oscuridad ganaran.
Así que alzó la cabeza y apretó las manos en puño a cada lado de su cuerpo en clara señal de desafío contra la Reina Malvada que ahora le miraba fijamente a través de la reja de la celda.
Podía ver la rabia reflejada en los ojos de su más grande enemiga. La mujer que se había empeñado tanto en destruir su final feliz al grado de meterse con David, con su príncipe encantador y amor verdadero.
Su vista se nubló por las lágrimas de coraje e impotencia. Abrió la boca para retarla, convencida que debía destruirla para acabar por siempre con el mal y la oscuridad que esa malvada mujer representaba, pero no lo consiguió. Toda palabra murió cuando algo apretó con fuerza su garganta y se vio precipitada hacia el frente.
Cerró los ojos esperando el duro golpe contra las rejas que nunca llegó. Quiso gritar por el susto que la situación le causó, pero fue incapaz de emitir sonido alguno.
Lo único que pudo hacer fue mirar con terror a Regina quien le miraba enfurecida y mantenía la mano derecha en alto en un claro gesto de ser ella quien la tenía sujeta y le bloqueaba el libre paso del aire
- ¿Sabes lo sencillo que sería terminar con tu insignificante existencia? - preguntó la reina mientras miraba fijamente a la princesa - Tan fácil como girar un poco mi mano - se acercó un poco más y alzó su mano libre - O tan simple como sacarte el corazón y aplastarlo - dijo al tiempo que cerraba la mano izquierda en un puño haciendo el ademán de lo dicho.
Podía ver el terror en la mirada de Snow y no se sorprendió de no sentir ni la más mínima empatía por la princesa. No había nada, ningún sentimiento bueno que quedara en ella hacia la que alguna vez fuera su más grande enemiga. No después de lo que le había hecho.
La princesa se vio libre de pronto y se aferró a los barrotes de la celda con fuerza, tosiendo ruidosamente mientras trataba de que el aire llegara a sus pulmones.
Regina arrugó la bella nariz en un gesto despectivo al ver lo poco fina y delicada que se veía Snow en ese momento. Decidió alejarse un par de pasos esperando a que se recuperara para hacerle saber a qué había ido ahí
- Si me matas… - le tembló la voz al hablar, pero no pudo continuar porque una risa exagerada y con toques burlescos la interrumpió
- Ay por favor, Snow. ¿De verdad piensas que estoy aquí para eso? - preguntó ligeramente divertida, negando un poco con la cabeza.
El cambio en el rostro de la princesa fue inmediato. Su expresión se volvió sorpresiva y algo dubitativa en clara señal de tener miedo y de no saber qué pasaría
- Contrario a lo que piensas - prosiguió la reina - el ver tu corazón clavado en una estaca dejó de ser mi más grande sueño desde hace mucho tiempo - aclaró - Además, ciertamente eres tan patética que no merece la pena matarte - habló con fastidio esta vez porque en verdad no le nacía a pesar de que tenía razones de más para hacerlo.
El rostro de la otra cambió a uno de total preocupación y confusión
- ¿Q-qué vas a hacer conmigo? - titubeó al preguntar y Regina soltó una suave risa
- Estás asustada - afirmó con superioridad.
No podía negar que le causaba satisfacción ver a Snow así y podría pasarse mucho más tiempo torturando a la idiota princesa, pero quería acabar con todo eso lo más pronto posible
- Si yo fuera tú, también lo estaría - habló con serenidad viendo a la otra mover la cabeza negando con prisa, como si no quisiera aceptar que, de una u otra forma, estaba a merced de Regina
- No lo vas a conseguir - miró a su enemiga con ojos cargados de lágrimas - No vas a ganar - la reina soltó un suspiro cansino mientras cerraba los ojos - Los seres llenos de oscuridad como tú no pueden ganar. ¡Eres una villa… - nuevamente fue interrumpida, esta vez por la fuerte e imponente voz de Regina
- ¡Silencio! - exclamó - Créeme, Snow. Estoy muy cansada de ti ¡y de todas tus malditas estupideces! - habló molesta denotando su hartazgo con claridad
- Yo también estoy cansada de ti - las lágrimas comenzaron a correr por su rostro y no se molestó en limpiarlas - De que arruines mi vida, de que te estés robando mi final feliz - sollozó llevando las manos a su rostro para cubrirlo
- No te estoy robando nada. Todo esto lo provocaste tú sola - no estaba conmovida en lo absoluto por el llanto de la princesa
- ¡Sí! - descubrió su lloroso rostro - Te robaste a David, a mi nieto y te atreviste a engendrar a esa niña ¡que debí tener yo y no tú! - le gritó con coraje
- ¡Te prohíbo que vuelvas a mencionar a mi hija! - habló furiosa y entonces se dio cuenta que ahora sí tenía a Snow contra los barrotes de la celda. Se sorprendió un poco porque no fue precisamente que invocara su magia. Al menos no de forma consciente - No volverás a verla ni a saber nada de ella jamás. ¿Oíste? - le advirtió antes de decir nada más porque sobre su cadáver su pequeña lucecita iba a estar de nuevo cerca de esa despreciable mujer.
Snow fue incapaz de hablar, estaba aterrorizada y le dolía el cuerpo de estar contra los duros y fríos barrotes de la celda
- Me acusas de ser una villana y de tener oscuridad, pero ¿qué me dices de ti? - se acercó un poco - ¿Crees que sigues siendo pura, buena y bondadosa después de lo has hecho? - preguntó arrugando un poco el entrecejo - Te recuerdo que tu corazón ya tenía oscuridad desde hace tiempo atrás. ¿No quieres saber cómo está ahora? - alargó la mano con sutil dirección al pecho de la princesa
- ¡Noooo! - lloró Snow con total desesperación. Le asustaba mucho pensar que fuera verdad lo que Regina decía
- Ya deja de preocuparte. Te dije que no te voy a matar ni te voy a torturar. Al menos no más de lo que estoy haciendo - se rió poquito, pero no cedió en liberar a la princesa - Voy a hacer contigo lo mismo que hiciste tú conmigo en el bosque - habló con calma para que la otra se tranquilizara y escuchara - Para que estemos a mano - le dedicó una breve sonrisa nada sincera - Voy a condenarte al exilio, Snow White - sentenció y entonces sí la liberó viendo como caía estrepitosamente al suelo del lugar
- No - se apresuró a decir mientras se agarraba con fuerza a los barrotes de la celda de nueva cuenta y se levantaba - Tú no puedes hacer eso - habló con desesperación porque sabía lo que eso significaba
- Oh, pero claro que puedo hacerlo, querida - soltó una suave risa al hablar - Esta es mi ciudad y te quiero fuera de aquí - fue perceptible la rabia en su voz
- No - repitió - Es mi pueblo y no puedes separarme de mi hija, de mi nieto, de David que sabes bien es mi amor verdadero - los ojos se le iban inundando de nuevo conforme hablaba
- En eso hubieras pensado antes de hacer lo que hiciste, Snow - le recordó la reina - Debiste ser más inteligente y saber que cuanto interfieres en mi camino las cosas terminan muy mal. Cruzaste un límite, te metiste no solo conmigo, sino con MI amor verdadero - recalcó esas palabras para recordarle una vez más que David ya no tenía nada que ver con ella - y con mis hijos - habló con rencor, no lo podía evitar - Y eso nunca lo voy a olvidar, y tampoco lo voy a dejar pasar - estrechó un poco los ojos al hablar
- Emma no lo va a permitir - sorbió la nariz muy segura de lo que decía
- Tu hija está de acuerdo con esta decisión. De hecho, piensa que es lo mejor para ti - le contó
- Eso no puede ser verdad - apretó las manos en puños - Estás mintiendo - le miró con reproche
- ¿Lo estoy? - preguntó Regina con seriedad - Te recuerdo que fue ella misma quien te arrestó y te trajo hasta aquí - alzó una de sus cejas hablando con altivez
- No, eso no puede ser cierto - siguió en negación - Tú no tienes el derecho a separarme de Emma y de Henry - arremetió con molestia
- Escúchame bien, Snow. Tu hija puede hacer lo que le venga en gana respecto a ti, pero a mi hijo, no vas a volverlo a ver mientras sea menor de edad - le informó - Cuando cumpla la mayoría, él decidirá si quiere volver a verte o no, pero francamente dudo mucho que eso suceda - espetó con desprecio y acto seguido las dos se vieron envueltas en una nube de humo blanco que la reina invocó.
Aparecieron en el límite de la ciudad justo en medio del estrecho camino de asfalto. De inmediato Snow se dio cuenta que todo Storybrooke estaba ahí presente, mirándole con reproche y de forma acusatoria haciéndole ver que sabían perfectamente lo que había hecho.
A un lado, estaba Emma junto a su escarabajo amarillo y enseguida de ella, estaban David y Azul, a quien las hadas habían despojado de título, alas y varita
- No estarás sola. Aquí tu buena amiga alada te hará compañía en la tierra sin magia donde ambas podrán vivir como mejor les plazca muy lejos de nosotros - dijo Regina mientras caminaba hacia el príncipe quien le estaba esperando con ansia
- Regina - Azul la llamó con algo de súplica en cuanto la vio acercarse hacia donde estaban ella y a David - ¿Qué vamos a hacer allá afuera? Todo lo que conocemos está aquí - trató de abogar por sí misma y por la tonta princesa a quien ahora reconocía jamás debió acceder a ayudar - Siento mucho lo que pasó, lo que hicimos - aclaró - pero debes enten… -
- Una palabra más y no respondo - advirtió la reina silenciando a la que fuera alguna vez el hada suprema
- Suban - indicó la sheriff tomando a su madre del brazo izquierdo mientras la guiaba hacia al coche
- Emma, por favor - la princesa se dirigió a su hija - No puedes permitir que Regina haga esto - forcejeó con ella logrando soltarse. La tomó de ambos brazos y le miró con súplica - ¿Es que acaso no te das cuenta? ¡Nos quiere separar de nuevo! - habló exaltada porque la desesperación la superaba
- Regina, David, yo y el pueblo aquí presente estamos de acuerdo en que es lo mejor para ti y para todos - le dijo al tiempo que tomaba a la princesa de ambos brazos también
- ¿Qué? No Emma, entiende. Se quiere quedar con tu padre, separarnos a nosotras de nuevo y ha dicho que no me dejará ver a Henry - dijo con tono histérico y vio a su hija asentir confirmando que estaba enterada - Es tu hijo. Ella no tiene por qué decidir - alegó enojada porque no podía creer que Emma estuviera de acuerdo
- Sí, es mi hijo - le dio la razón - Pero Regina es su madre y yo la apoyo en lo que decida - le dijo a modo de aclaración para que ya dejara de lado el absurdo y estúpido tema de que la reina no era la madre de Henry
- Es hora de que se vayan - dijo el príncipe haciendo el asiento del escarabajo hacia adelante para que Azul entrara.
La sheriff avanzó de nuevo con Snow para hacer lo mismo que su padre mientras Regina sólo se limitaba a observar atentamente la escena
- ¡No! - se resistió - Emma, ¿qué fue lo que te hizo Regina? - volteó a ver a la reina y después regresó la mirada a su hija - Ella te tiene bajo un hechizo, ¿verdad? - preguntó desesperada
- Sube ya a ese maldito auto - dijo Granny mientras le apuntaba con su ballesta a la cabeza de la princesa quien le miró entre espantada e indignada
- ¿Qué esperabas después de lo que hiciste? ¿Que las dejáramos vivir entre nosotros como si nada? - preguntó David con evidente molestia.
- No, yo… - trató de defenderse, pero de pronto ya no fue capaz de decir nada más.
Abrió los ojos grandes por la sorpresa y de inmediato buscó a Regina con la mirada quien le miraba un tanto divertida
- Es un simple hechizo para ya no tener que escuchar tus estupideces - le dijo a la princesa cuando la sheriff también le miró como preguntándole qué hacía - Podrás hablar de nuevo cuando crucen la línea - explicó con naturalidad.
David, Granny y Emma asintieron en señal de aprobación porque ellos también ya no querían escucharla y no había nada que Snow pudiera decir para cambiar algo
- Agradezcan que no estarán tras las rejas - comentó la rubia mientras se aseguraba que la princesa se subiera al escarabajo - porque en este mundo sin magia, mi mundo - aclaró - lo que hicieron se paga con bastantes años de cárcel - dijo mientras empujaba un poco la puerta que azotó al cerrarse casi en el rostro de su madre.
Después se volvió hacia los otros tres
- Me reportare tan pronto como lleguemos y las instale - informó
- Ten cuidado - dijo David dedicándole una paternal y un tanto triste sonrisa porque no podía evitar sentir pena por su hija ante tal situación, pero estaba feliz y agradecido con ella por aceptar que eso era lo mejor
- Buen viaje - Regina asintió con una pequeña sonrisa al hablar.
Se dio la vuelta y se subió a su fiel escarabajo amarillo donde llevaba a las culpables de tanto dolor y angustia en los últimos meses
- ¿A dónde nos llevas? - preguntó Azul con evidente ansiedad porque el no tener su varita ni sus alas la hacían sentir completamente vulnerable y expuesta
- A New York - respondió la rubia poniendo en marcha su auto - Vivirán en el apartamento que era de Neal y él estará pendiente de ustedes. Cuidando que no se les ocurra hacer otra estupidez - terminó de decir al momento de cruzar el límite de Storybooke.
En cuanto eso sucedió Regina, David y Granny aparecieron frente a la casa del difunto Gold y sin demorar caminaron dentro del terreno.
Llegaron a la puerta y fue la reina quien entró primero con algo de prisa porque ahí, bajo el cuidado de Belle y Ruby, estaban su lucecita y su pequeño príncipe.
A pesar de que, por obvias razones, el separarse de ellos, sobre todo de Charlotte, era algo que no hubiese querido hacer, decidió que fuera así porque, tal cual se lo dijo a Snow, no iba a permitir que volviera a estar cerca de sus hijos, sin mencionar que, de verdad, Henry no quería ver ni saber nada de la princesa por el momento.
En cuanto los vieron llegar Henry y Ruby dejaron los controles de videojuego abandonando la partida que tenían
- ¿Cómo les fue? - preguntó la joven lobo mientras se acercaba a ellos
- Muy bien - respondió David
- No volveremos a ver a esas mujeres nunca más - dijo Granny muy confiada y feliz
La reina tomó a su bebé de los brazos de su secretaria
- Ya estoy aquí, lucecita - susurró Regina y dejó un beso en la pequeña frente de su hija
- Me alegro, porque yo no quiero saber nada de esas dos - habló Henry acercándose a su madre quien le dejó un beso en la frente al igual que a su hermanita
- Gracias por cuidar de ellos - el príncipe les sonrió agradecido a ambas mujeres que aceptaron ayudarles sin titubeo alguno
- Es hora de ir a casa - dijo Regina mirando a su novio y a su hijo
- Ese juego no se va a quedar así, ¿eh, Henry? ¡Quiero la revancha! - Ruby le apuntó con el dedo al adolescente
- ¡Oh! Ten por seguro que volveré - el aludido exclamó con entusiasmo haciendo reír a los adultos.
Regina invocó su magia y los cuatro desaparecieron en una nube de humo blanco.
Aparecieron en la sala de la Mansión Mills
- Comenzaré a preparar la comida. Ustedes vayan a descansar - le dijo David a Regina
- Yo te ayudo - se ofreció Henry y corrió hacia la cocina
- La acostaré en la cama y vendré a ayudarles - dijo la reina mirando a su preciosa lucecita que seguía tranquila y profundamente dormida
- De ninguna manera - debatió el príncipe tomándola con delicadeza de los brazos y no pudo evitar soltar un suspiro cuando los bellos ojos chocolate le vieron fijamente.
Llevó su mano derecha hasta la mejilla izquierda de Regina quien cerró los ojos ante la tierna caricia que le propició
- Siento que estoy soñando - susurró David con la voz afectada por la mezcla de emociones - Y tengo terror de despertar y no estés - confesó para luego besar con devoción los tersos labios de la mujer que tanto amaba
- No es un sueño - susurró la reina sobre los labios del príncipe en cuanto el beso cesó. Abrió los ojos y sonrió porque él seguía con los ojos cerrados - Estoy aquí. Estamos aquí - aclaró para incluir a su lucecita.
Tal cual decía él parecía un sueño, que ese día en el que se enteró que estaba embarazada, fuera el mismo en el que les separaron sin que David pudiera saber y que todo ese tiempo en que la estuvo buscando a ella, lo hizo sin imaginar que encontraría algo más.
Lo vio asentir y abrir los ojos para luego acariciar la cabecita de Charlotte que suspiró entre sueños que ambos padres esperaban fueran dulces.
Regina sintió una mano detrás de su cuello, tomándola de la nuca y después la frente del príncipe contra la suya
- Las amo con todo lo que soy - le dijo y volvió a capturar los labios de la reina en un beso intenso que fue un poco arrebatado.
Fue correspondido por Regina de la misma forma y fue ella misma quien decidió terminarlo porque el deseo comenzó a sentirse entre sus piernas
- Te quedas a vivir aquí desde hoy - habló ligeramente jadeante y con una bella sonrisa sugestiva en los labios
- Lo que tú quieras hermosa luz de mi vida - respondió un sonriente David que intentó besarla de nuevo, pero Regina no se lo permitió
- Basta - se rio y la emoción fue perceptible en su voz
- Me muero por hacerte el amor - el príncipe la tomó con ambas manos del rostro, pero se limitó a besarle la frente
- También yo - respondió Regina y se libró de los brazos de su novio para comenzar a caminar hacia las escaleras con él siguiéndole - Pero debemos dejarlo para cuando los niños están durmiendo - especificó
- Como usted ordene, Majestad - hizo una reverencia que logró hacerla reír.
Regina se encaminó hasta su habitación que ahora compartiría con David mientras él, lo hacía hacia la cocina.
Y ninguno lo iba a decir porque sabían era una exageración, pero la verdad era que, después de lo ocurrido, para los dos era intolerable estar separados.
A partir de ese momento la verdadera paz comenzó a reinar en Storybrooke bajo el mandato de Regina quien desde luego había regresado a su puesto como alcaldesa de la ciudad.
Tinkerbell recuperó su posición como hada y le fueron devueltas su varita y alas. Sin embargo, el hada verde no se quedó a vivir en el convento. Se quedó en el Jolly Roger con Killian, la única persona que creyó en ella sin titubeo alguno y quien, además, había logrado ganarse su corazón y todo su amor.
Belle y Ruby vivían ahora en la casa de Gold, igual de felices y enamoradas como desde el primer día en que se dieron cuenta que se amaban. Todos los días Granny iba a visitarlas y, al menos una vez por semana, Henry iba a jugar videojuegos con la joven lobo y a veces, Emma y August se les unían.
Por otro lado, la vida en la Mansión era un hermoso sueño. Uno mucho más bello del que Regina alguna vez imaginó podría llegar a vivir.
Era verdaderamente feliz con esa vida junto a David, Henry y su lucecita con los que tenía hermosos días llenos de luz y felicidad. Amaba cada segundo al lado de ellos, se sentía plena con el príncipe como su pareja y siendo la madre de un adolescente y una pequeña bebé que demandaba cada segundo de su tiempo.
Amaba cada desvelo, cambio de pañal, llanto, reniego, sonrisas y alegría que además le recordaban los bellos momentos que pasó con Henry cuando era un bebé como su pequeña lucecita.
La pequeña Charlotte era ya una preciosa, sonriente, consentida y feliz bebé de ocho meses. Era muy tranquila por lo general, pero cuando se molestaba dejaba entrever que tenía el carácter muy similar al de su madre. Tanto así, que David bromeaba con que cualquier día lograría invocar una bolita de fuego y desde luego se ganaba una mirada asesina por parte de su novia.
Y claro que la reina y el príncipe, quien había regresado a su puesto de sheriff de la ciudad, no dejaban pasar ni la más mínima oportunidad para hacer el amor donde se pudiera y es que, con dos niños en casa y el trabajo de ambos, era a veces un poquito complicado, pero de igual forma se las ingeniaban.
La magia de Regina era de mucha, mucha ayuda.
Era una tranquila y bella tarde en la pequeña ciudad de Storybrooke que había vuelto a ser pacífica y alegre.
Emma, acompañada de August, tocó el timbre de la mansión. No tuvieron que aguardar mucho para que la puerta se abriera revelando la ansiosa figura de David quien les sonrió emocionado al verlos
- Pasen - les invitó sin demora y ellos hicieron lo indicado
- ¡Hola ma! - saludó Henry yendo a abrazar a la sheriff quien le despeinó un poco al terminar el abrazo
- Señorita Swan - Regina estaba en el vestíbulo de la casa con Charlotte en brazos. Le habló casi con tono de advertencia.
La pequeñita balbuceaba su propio idioma mientras se entretenía con uno de los aretes que portaba su madre
- Sí, sí - dijo Emma mientras extendía los brazos para tomar a su hermanita - Prometo cuidarla con mi vida - le sonrió a la pequeña que le sonrió igual y le dio una palmada en pleno rostro con la manita - ¡Ay! - se quejó la rubia
- Pórtate bien, lucecita - Regina besó la pequeña y regordeta mejilla de su bebé
- Que les vaya bien - les dijo August viendo como el príncipe tomaba la mano de la reina quien parecía renuente a caminar con él y no le despegaba la vista a la bebé que ahora reía a carcajadas con las caras graciosas que le hacía Emma
- Volvemos pronto, Henry - se despidió de su hijo quien parecía impaciente porque se fueran
- Estará bien - aseguró David cerrando la puerta de la Mansión tras ellos
- Es que… - trató de debatir, pero ella misma se detuvo de seguir. Suspiró rindiéndose mientras cerraba los ojos auto convenciendo de que, efectivamente, todo estaría bien y que debía aprender a dejar a su lucecita de vez en cuando. Algo que le resultaba verdaderamente difícil y entendible después de lo sucedido
- Serán sólo unas horas. Lo prometo - la tomó del mentón con la mano derecha para alzarle el rostro mientras la abrazaba por la estrecha cintura con la izquierda.
La reina asintió moviendo apenas su cabeza de arriba a abajo
- Más te vale que valga la pena, encantador - le alzó una ceja con altivez y después se dio la vuelta para comenzar a caminar hacia la camioneta de David que estaba estacionada en la acera.
El príncipe se limitó a seguirla y asegurarse de abrirle la puerta para que subiera.
Llegaron al mismo lugar en el bosque en el que habían hecho el amor por primera vez. Ese acogedor sitio donde, después de robarse Regina aquella tarde, la había llevado para una romántica cena que terminó en la noche más maravillosa de toda su vida.
No fue una sorpresa, la reina sabía perfectamente que iban a ese lugar y sólo sonrió al ver que todo estaba justo como aquel día.
Bajaron de la camioneta y se acercaron al lugar
- ¿Granny te preparó la cena otra vez? - preguntó mientras se sostenía de los hombros de su novio quien ya se había agachado y le ayudaba a quitarse las negras zapatillas
- No cenaremos - aclaró David poniéndose de pie para envolverla entre sus brazos por la estrecha cintura. La alzó un poquito para dejarla sobre la mullida manta y proceder a quitarse sus propios zapatos
- Oh, ya entiendo - aseguró Regina con una divertida expresión en el bello rostro.
El príncipe tomó aire profundamente, listo para hacer aquello que llevaba más de un año aguardando por hacer, pero las delicadas manos jalando su rostro y los perfectos labios contra los suyos se lo impidieron.
La lengua de la reina demandó entrada a su boca y David se lo concedió mientras la envolvía entre sus fuertes brazos.
Comenzó a retroceder llevándolo junto con ella hasta que su espalda hizo contacto con uno de los troncos de los árboles que rodeaban el pequeño y acogedor lugar.
Se siguieron besando, devorándose con fiereza el uno al otro haciendo evidente el deseo que les recorría el cuerpo
- Te quiero aquí y ahora - jadeó Regina mientras le besaba el cuello y con las manos comenzaba a abrirle los pantalones. El príncipe se limitó a disfrutar de los apasionados besos que estaba recibiendo en el cuello
- Oh, majestad - gimió cuando la suave mano hizo contacto con su ardiente y pulsante miembro
- Me calienta que siempre estés duro para mí - dijo mientras le besaba la barbilla y sentía las grandes manos apretarle las nalgas haciéndola gemir.
Se besaron de nuevo y esta vez la reina jaló la camisa que David portaba para abrirla y dejar el musculoso pecho al descubierto. Le acarició un poco, después se desprendió de los labios del príncipe para descender con elegancia hasta que sus rodillas estuvieron contra la suave manta y el erecto miembro estuvo frente a ella
- Este no era mi plan - dijo David con la voz cargada de deseo y manos recargadas contra el tronco del árbol
- El mío sí - afirmó Regina dándole una pequeña lamida a la cabeza del miembro del príncipe quien se estremeció ante la acción - ¿Alguna objeción? - preguntó con aparente inocencia mientras le miraba fijamente
- Ningu-¡naa!- gimió cerrando los ojos de golpe cuando la reina se introdujo su erección en la boca y oh, era casi como tocar el cielo. Regina le chupaba divinamente.
Podía sentir la lengua esmerándose en acariciar su longitud con cada ir y venir de la ardiente boca. Pero nada se comparaba con sentirla tragar con su miembro enterrado en la garganta. Pero justo cuando sintió la incontenible necesidad de moverse, la boca de la reina abandonó su miembro y antes de reaccionar, Regina ya le estaba besando en los labios de nuevo.
La aprisionó entre su cuerpo y el árbol tras ellos, besándola con pasión y fiereza, reclamando con su lengua cada rincón de esa preciosa y divina boca que segundos antes le había estado dando placer en el miembro.
Las delicadas manos le acariciaban el rostro, cuello, cabello, hombros, todo aquello que estuviera a su alcance mientras David se esmeraba en devorarla con ese beso.
Hasta que sintió que no podría más. Su miembro palpitaba y daba tirones dejando escapar algo de líquido preseminal amenazando con hacerlo explotar ahí mismo. No le podían culpar, la reina le había dejado muy encaminado hacia el orgasmo y la forma en que correspondía a su beso más las exquisitas caricias que estaba recibiendo, le hacían acercarse cada vez más hacia la cúspide del placer.
La tomó de los hombros y la giró con rapidez atacando el fino cuello sin demora, sintiendo la cabeza de Regina recargarse en su propio hombro, soltar un bello gemido y empujar ese divino trasero de infarto contra su hinchada erección, estimulándole
- David - gimió con ardor el nombre de su amado príncipe.
Tenía la cabeza echada atrás, recargada en uno de los musculosos hombros y se apoyaba en el tronco del árbol con ambas manos de donde conseguía el apoyo necesario para poder empujarse contra él, buscando provocarlo para intensificar mucho más ese erótico e íntimo momento.
Las grandes manos la envolvieron por la cintura y la hicieron detenerse
- Como sigas no alcanzaré a estar dentro de ti cuando termine - le siseó al oído consiguiendo que Regina sintiera su piel erizarse con el tibio aliento y la ronca voz.
Desató el lazo negro que adornaba el inicio de la espalda de la reina para luego tomar el cierre del entallado vestido azul. Lo bajó a un ritmo lento pero constante, descubriendo poco a poco la bella figura de su amaba por detrás hasta dejarlo completamente abierto.
Una sonrisa socarrona se dibujó en el apuesto rostro cuando se dio cuenta de un excitante detalle
- Esto es trampa - le acusó el sheriff al ver que Regina no llevaba ropa interior.
Pegó sus labios al cuello de la reina mientras le rodeaba la estrecha cintura con el brazo izquierdo por debajo de la azul tela y la derecha, la usó para internarla entre los muslos ligeramente abiertos
- Jodeeerrrr - gimió guturalmente contra la suave piel cuando sintió la humedad en sus dedos al acariciar la intimidad de la alcaldesa que en ese momento soltaba también un exquisito gemido - Esperabas que esto pasara - afirmó el príncipe sin dejar de acariciar al tiempo que subía la mano izquierda hasta los senos de la reina encontrándose con los erguidos pezones
- No iba a desaprovechar la oportunidad. Estamos sin los niños - jadeó al hablar buscando con ello provocarlo aún más aunque sabía que lo tenía, que bajo ninguna circunstancia David iba a desistir de tener sexo, pero era sumamente excitante verlo enloquecer de deseo por ella - ¡Ah! - un pequeño grito sorpresivo abandono sus labios cuando fue penetrada de un solo empujón por uno de los grandes dedos que comenzó a moverse en su interior sin esperar, estimulándola con precisión mientras los dedos de la mano izquierda jugaban con uno de sus pezones
- Quisiera hacerte llegar así - le habló al oído de nuevo y movió su dedo con un poco más de fuerza ganándose un gemido más alto - Pero no aguanto más - sacó el dedo llevando la mano derecha hasta su miembro y de inmediato lo colocó contra la ardiente entrada.
Regina se inclinó un poco haciendo la cadera y el trasero hacia atrás, ansiosa por tenerlo dentro. Cerró los ojos, frunció ligeramente el ceño y soltó un suave gemidito cuando comenzó a entrar en ella sin prisa, pero sin pausa. Y es que estaba tan mojada que se deslizaba con gran facilidad.
Hasta que estuvieron completamente unidos, el príncipe con todo su miembro enterrado en la intimidad de la reina que ahora trataba de empezar a moverse, pero las fuertes manos la aferraron por las caderas impidiéndole hacerlo
- Sólo dame un segundo - pidió David tratando de aguantarse las ganas de follarse sin freno alguno a Regina - No me quiero venir tan pronto - le besó ardorosamente el hombro derecho y al escucharla reír por sus palabras, él sonrió.
Nada le hacía sentirse más feliz y dichoso que verla a ella feliz.
La sintió apretarse con fuerza a su alrededor un par de veces y eso le convenció de moverse. Salió y se empujó dentro con firmeza causando un pequeño sobresalto en ella que la obligó a regresar a su posición inicial. Inclinada y bien apoyada con las manos en el tronco del árbol facilitando de esa forma el acto
- Mmhhh, sí David - jadeó la reina sintiendo el delicioso vaivén del exquisito miembro del príncipe en su interior.
Oírla le hizo aumentar la velocidad de forma casi inconsciente y es que escucharla ser vocal durante el sexo le enardecía de loco deseo y pasión por ella, por su amor verdadero, por su bella y sensual reina, por la hermosa luz que iluminaba su vida.
Llevó ambas manos hasta los pechos de Regina y les aferró permitiendo que ella se empujara contra él sincronizando sus movimientos.
La reina se irguió manteniendo la espalda un tanto arqueada y se aferró de los rubios cabellos del príncipe con la mano izquierda mientras que con la derecha se agarraba con fuerza a la camisa abierta
- Oh, Dios - gimió muy alto cuando una de las manos de David viajó hasta su clítoris y le comenzó a estimular haciéndola llegar al instante
- ¡Ah, ah, ahhh! - el príncipe le siguió sin demora, derramándose muy dentro de su amor verdadero.
Le acarició las caderas con ambas manos mientras la sentía disfrutar del orgasmo hasta que todo cesó
- Te amo - besó el cuello de Regina cariñosamente al tiempo que salía de ella.
Se dio la vuelta en cuanto le escuchó y le abrazó por el cuello para besarlo con todo el amor que sentía por él. Por el hombre que la hacía inmensamente feliz, que había hecho que la segunda oportunidad que se dio de amar valiera la pena y no se arrepentía ni un solo instante de haberle elegido.
Y es que nunca imaginó que en el príncipe encantador llegaría a encontrar el amor verdadero.
David le demostraba que la amaba en cada paso que daban juntos en la feliz vida que ahora compartían. Nada la llenaba más de felicidad que vivir a su lado y tener una familia con él.
El sheriff le terminó de quitar el vestido que seguía sostenido en el cuerpo de Regina por los brazos y de inmediato ella se deshizo de la de él camisa por completo, bajando luego las manos para deshacerse de los pantalones y la ropa interior. David entendió el mensaje y se terminó de sacar las prendas dejándolas relativamente cerca.
Fue ahora él quien se hincó frente a ella colocando sus grandes manos en la estrecha cintura. La volteó a ver y la reina le sonrió de medio lado. Sosteniéndole la mirada acercó su boca al ombligo de su amada y metió la lengua ahí haciéndola estremecer. Después recorrió con sus labios la suave piel con dirección hacia el sur llegando hasta el inicio de la intimidad de Regina.
Llevó entonces sus manos hasta ahí abriendo un poco para tener acceso al hinchado clítoris del que se prendió sin más, chupando y lamiendo a su antojo. Sintió las delicadas manos en su cabello y abrió los ojos para verla de nuevo encontrándose con que la reina tenía el rostro hacia arriba.
Si alguien le hubiera dicho que David era tan bueno dando placer con la boca habría aceptado tener sexo con él mucho antes de lo que esperó para hacerlo. Las piernas le comenzaron a temblar interrumpiendo sus pensamientos, haciéndole consciente de esa electrizante y placentera sensación que recorría todo su cuerpo.
Abrió los ojos de pronto cuando fue penetrada por dos dedos que de inmediato estuvieron saliendo y entrando de ella acercándose cada vez más y más al orgasmo. Pensó brevemente que prefería terminar con él dentro, pero el príncipe conocía su cuerpo tan bien que la hizo llegar en ese momento.
La bella figura de Regina se agitó presa del orgasmo y el sheriff se levantó rápidamente para envolverla entre sus brazos y sostenerla para que no fuera a caer.
La reina se aferró a él mientras disfrutaba del placer que le seguía recorriendo. Tenía el rostro enterrado en el pecho del príncipe. Sintió un beso en la sien derecha al tiempo que una mano húmeda acariciaba su espalda baja y bajaba de pronto hasta sus nalgas.
Inhaló profundo y después exhaló audiblemente haciéndole saber con ello a David que estaba contenta, a gusto y sobre todo satisfecha
- Tu plan me gustó - aseguró el príncipe acariciando el negro cabello de la reina
- No he terminado aún - respondió Regina dejando la comodidad en la que estaba envuelta para besar los labios de su sheriff
- ¿Qué más tiene para mí, Majestad? - preguntó besándole con ternura la nariz, ganándose con ello una bella sonrisa que hacía saltar a su corazón de emoción.
Por respuesta, la reina puso sus manos en los fuertes hombros y le empujó hacia abajo, indicando con ello lo que quería. Él se dejó llevar, no puso objeción, jamás le pondría una a Regina. Ella era su todo y era incapaz de negarle algo
- Recuéstate - solicitó la alcaldesa de forma sugestiva. Se subió sobre él en cuatro puntos y le besó de nueva cuenta - Te amo, ¿sabes? - le preguntó de una linda y tierna forma a lo que David asintió con una sonrisa enamorada
- Sí - respondió besándola con dulzura - Sabes que también te amo - le acarició los muslos y la volvió a besar sintiéndola asentir en medio del beso
- Lo sé - confirmó Regina bajando un poco sus caderas para comenzar a frotar su caliente intimidad en el semi erecto miembro del príncipe y se mordió el labio inferior mientras miraba fijamente el apuesto rostro - ¡Ah! - soltó un gritito sorpresivo cuando recibió una certera nalgada y se movió con un poco más de ímpetu mostrando con ello que le había gustado por lo que fue compensada con algunas más.
Algo que no paró hasta que el miembro de David estuvo muy duro de nuevo
- Belleza - le llamó al tiempo que se sentaba haciendo que ella se colocara sobre su regazo
- Dentro, te necesito dentro - le urgió la reina alzándose un poco para poder tomar el caliente y grueso mástil del príncipe.
Se abrazó con fuerza a él cuando lo tuvo dentro por completo, disfrutando de estar unida a su amor verdadero. Sintiéndose inmensamente feliz por la vida que llevaba juntos, sabiendo que el futuro que les aguardaba sería prometedor y hermoso. No tenía duda de ello.
Y entonces, sucedió. Los dos hablaron al unísono para llevar a cabo el plan de cada uno y se dejaron sin palabras por unos segundos
- Estoy embarazada - confesó la reina de pronto
- ¿Te quieres casar conmigo? - preguntó David al mismo tiempo que ella.
Se separaron de inmediato para mirarse. Los dos totalmente sorprendidos por lo dicho por el otro y sin saber qué decir
- ¿E-embara…?, ¿de verdad? - el príncipe fue el primero en romper el silencio siendo incapaz de expresarse bien ante la noticia y pudo ver con claridad cómo los bellos ojos color chocolate se llenaron de lágrimas mientras ella asentía confirmando lo que acaba de decir - Oh, hermosa luz de mi vida - la tomó del rostro con ambas manos y la besó repetidas veces para luego envolverla entre sus brazos de nuevo - Te amo, te amo tanto - su voz se quebró un poco por la emoción - ¿Cuándo supiste? - preguntó tomándola de los hombros para hacerla algo hacia atrás y poderla mirar
- Esta mañana - le sonrió y soltó un suspiro viendo cómo David se extrañaba
- Pero, no has tenido malestares, ¿o sí? - preguntó preocupado al pensar en la posibilidad de no haberse dado cuenta
- Ninguno - respondió - Me he sentido muy bien. Lo único fue la ausencia de mi periodo - le contó mientras le acariciaba el pecho y el cuello
- No lo puedo creer - dijo sonriendo - Pensé que te sorprendería trayéndote aquí otra vez para pedirte matrimonio y el sorprendido he sido yo - alargó la mano para agarrar sus pantalones y sacar el bello anillo que Emma le ayudó a conseguir en New York en una de sus escasas visitas a Snow y Azul.
Se lo mostró a Regina quien miró la fina y delicada joya de oro que tenía cinco diamantes pequeños en forma de V simulando sutilmente una corona
- Es muy bello - dijo la reina mirando conmovida a su novio - No era necesario - le sonrió tomando el anillo con sus manos para verlo mejor.
Era una hermosa joya en verdad y amaba los detalles de la misma
- Te mereces todo lo bueno del mundo, Regina - David agarró el anillo y lo colocó en el dedo anular de la mano izquierda de la reina - Y yo quiero estar ahí para amarte, acompañarte y apoyarte en todo lo que hagas. Siempre - entrelazó sus dedos con los de ella y se besaron.
La mano libre de la reina en la nuca del príncipe mientras el beso se intensificaba y la misma emoción, de saber que esperaban un hijo y que se acababan de comprometer les hizo seguir con lo que estaban haciendo.
Fue Regina quien empezó a mecerse sobre el regazo de David y sin perder el tiempo inició el acto de penetración moviéndose de arriba hacia abajo por la gruesa longitud del príncipe quien había comenzado a jadear. Entonces él atacó su cuello por lo que la reina hizo su cabeza hacia atrás para darle mejor acceso y ella apretó los rubios cabellos entre sus dedos.
El momento era único y maravilloso. Se estaban entregando el uno al otro en ese mismo lugar como aquella hermosa primera vez, con la inmensidad del bosque como su único testigo.
Aunque ninguno de los dos se enteró jamás que la vez anterior no estuvieron realmente solos.
Los gemidos y jadeos de ambos iban en aumento y estaban muy, muy cerca del orgasmo cuando David reparó en un pequeño pero significativo detalle
- Mi amor - le llamó y Regina pegó su frente con la de él, con dientes apretados sin dejar de moverse - No me respondiste s-si - jadeó un poco - te quieres casar conmigo - cerró los ojos presa del placer
- Sí - respondió jadeante - ¡Sí! - exclamó cuando él se empujó con algo de fuerza dentro de ella, golpeando con precisión ese punto especial en su interior - ¡Sí quiero ser tu esposa-ah. Aaahhh! - gritó cuando alcanzó el orgasmo.
Todo su cuerpo se sacudió con fuerza contra el de David que en ese momento gruñía mientras se derramaba dentro de ella.
Y en ningún momento se habían soltado de la mano. Seguían con los dedos entrelazados
- Sólo quiero verte feliz, hermosa luz de mi vida - llevó la mano izquierda de la reina hasta sus labios y la besó
- Lo soy, David - aseguró - Inmensamente feliz - soltó su mano de la de él y se abrazó al varonil cuello - Y no sabes lo emocionada y tranquila que estoy de saber que este embarazo será diferente - confesó con algo de tristeza porque era imposible olvidar lo vivido durante el embarazo de su lucecita
- Te juro que vas a disfrutar mucho de este embarazo - prometió maldiciendo mentalmente al par de infames mujeres que agradecía en el alma estuvieran muy lejos de ellos
- Así será - aseguró sonriendo con ilusión - ¿Sabes por qué? - preguntó y él negó sonriendo igual, siguiéndole el juego - Porque al fin estoy viviendo mi final feliz - estampó sus labios con los del príncipe en un beso lleno de puro y verdadero amor.
Fin
