Capítulo 8
Empezaba a hacer frío. No porque la temperatura del ambiente descendiera sino porque ahora eran conscientes de la realidad: Aioros estaba muerto.
June se había despedido poco después de comprobar que todos estaban en una pieza. Ella tampoco lo tenía fácil, ni siquiera sabía dónde estaba el cuerpo de su padre. El grupo, sin saber muy bien qué hacer, acudió al señor Kido en busca de consuelo, ayuda o una brújula que los guiara en ese lamentable momento. Fueron recibidos por la calidez que el anciano siempre les entregaba desde que llegaron a su orfanato. Él escuchó pacientemente todo el relato. Ya conocía la historia, Aioros siempre lo mantuvo al tanto. Sin embargo, lo ocurrido después de que el muchacho pasara por su casa en busca de su antigua armadura lo dejaron helado. Si su enemigo ya había comenzado a mover fichas, no le parecía ilógico que otro asesino regresara por la vida de los niños en cualquier momento. Por lo mismo, decidió ser él quien se encargaría del cuerpo de Aioros, mientras tanto, les encomendó que pensaran qué iban a hacer con las órdenes que el mayor les había dado.
Saori se encontraba contemplando el cielo en el jardín. Observaba la luna, la cual apenas se distinguía en el celeste de la tarde, esperando que su cabeza se ordenara. Horas atrás, solo quería disfrutar de su pacífica vida rodeada de su familia. Ahora su hermano mayor ya no estaba, el resto corrían peligro de muerte y ella se sentía invadida por un enorme entusiasmo por cumplir el sueño que Aioros había compartido con ella todos esos años. Él quería que fuera la justicia la que moviera su corazón y parecía que sólo en ese momento comprendió lo que esas palabras querían transmitirle. Se rebelaría contra el rey para terminar con la cadena de deshonestidad y asesinatos que Saga había formado durante esos diecisiete años.
Sintió la presencia de otra persona a su lado. No le prestó atención hasta que el otro la llamó temeroso. Identificó la voz de Seiya y volteó a verlo, se miraron fijamente unos instantes. El silencio se alargaba. Su amigo carraspeó y dirigió su mirada al cielo, ella copió esta última acción esperando que el otro hablara.
—Saori… Estuve hablando con los chicos… No sé qué vas a hacer con el tema de la toma de poder pero quiero que sepas que me uno al equipo.
—¿Por qué? —No era que le molestara, en realidad, apreciaba el gesto. La pregunta había salido por sí sola, dudosa de haber oído mal lo que su amigo acababa de decirle.
—¿Por qué? Bueno… —Seiya adoptó una postura más relajada para continuar con su respuesta —Porque creo en Aioros y quiero cumplir con su voluntad. Además, ustedes son la única familia que me queda y no me gusta la idea de perderlos.
—No digas eso, también tenés a tu hermana.
—Hace años que ya no me envía cartas. Quién sabe qué pudo haberle pasado en la capital.
Se quedaron en silencio, pensativos. Saori ya sabía su decisión, tomó a Seiya de la mano y se lo llevó al interior de la casa. Una vez allí, y luego de asegurarse de tener la atención de todos los presentes, dio la orden: el plan seguía en pie y saldrían esa noche. Miradas perplejas se clavaron sobre ella, nadie decía nada ni movía un pelo. Aprovechando que seguían con sus manos entrelazadas, dio un apretón para sacar a Seiya del trance en el que todos los hombres estaban, y así hacer que él fuera el primero en reaccionar positivamente ante la noticia. A sus amigos ya nos les quedaba duda alguna. El equipo saldría a la aventura esa misma noche. Lo que sí era un interrogante era si por equipo se refería a todos ellos o todos ellos menos Shun. Porque el aprendiz de médico en ningún momento había determinado que sería o no partícipe de la cruzada.
Antes de que pudieran responder la duda, fueron sorprendidos por la voz de June al otro lado de la puerta, asegurando tener información importante. La muchacha entró a la casa exigiendo la atención de los presentes y, cuando la tuvo, comenzó a relatar los sucesos que faltaban para comprender lo ocurrido el día anterior. Contaba los acontecimientos de manera desordenada, como llegaban a su mente, haciendo hincapié en varios puntos, aparentemente inconexos, a lo largo de la historia. Al finalizar, retomó los hechos en los que había hecho énfasis y los unió de manera cronológica.
En resumen, la historia era la siguiente. Shaka había llegado la noche anterior y le había comentado a Daidalos que se había iniciado una batalla en el pueblo vecino. Su padre salió en busca de medicinas para los heridos que llegarían al término de la pelea y le encargó el hospital a su colega. Eso explicaba la cantidad de gente que habían tenido que atender durante el día y también el estado en el que habían encontrado a Aioros. Éste fue recibido por Shaka, quien le indicó a June cómo tratar sus heridas. Antes de irse a revisar el estado de las demás personas, le entregó el frasco de veneno a la muchacha. Ella limpió los cortes y quemaduras que tenía Aioros e instantes antes de darle el contenido del frasco, una de las personas que ayudaba con el traslado de heridos interrumpió su acción. Este señor le comentó que creyó ver a su padre herido en el camino que conectaba los pueblos. June, sin pensarlo dos veces, le encargó el frasco al primero que se cruzó y salió tan rápido como pudo a corroborar la información. Se quedó hasta altas horas de la noche buscando por los alrededores sin obtener ningún resultado, lo que la llevó a pensar que tal vez no había pasado nada y en realidad su padre ya estaba devuelta esperándola.
Para su mala suerte, al regresar no encontró ni a Daidalos ni a Shaka. Ambos habían desaparecido como por arte de magia. El cansancio acumulado por varias noches en vela trabajando le provocó un mareo repentino y unos minutos después estaba tendida en el piso. Cuando despertó al día siguiente, luego de comprobar que ninguno de los desaparecidos estaba en el hospital, volvió a recorrer los mismos lugares por los que había buscado el día anterior.
June, en medio de su tarea de observación, reconoció la voz de Aioros. Dirigió su vista hacia donde provenía la voz y se encontró con una escena de pelea entre su amigo y otro hombre, que ahora sabía que se llamaba Afrodita. Había visto el día anterior las heridas de Aioros y sabía que no podría mantener una buena defensa por mucho tiempo. Dado que ella no podía serle de ayuda en esa ocasión, huyó despavorida a conseguir ayuda para el muchacho y así fue como llegó a la casa de sus amigos.
Con eso terminaba el relato de June, pero no así sus preguntas. Habían pasado muchas cosas extrañas en las últimas veinticuatro horas y tenía la sospecha de que sus amigos sabían qué estaba pasando. Los jóvenes se miraron entre ellos preguntándose si podrían revelar lo que sabían y, poco después, todos los ojos de la sala estaban sobre Saori, quien se había convertido en la líder del grupo mediante un acuerdo tácito. Respiró hondo y, con paciencia, comenzó a contar otra vez la misma leyenda sin obviar ningún detalle.
Entre todos recompusieron una única versión de los hechos. Sorprendentemente, a June no le costó lo más mínimo creer la historia, con las cosas que habían pasado ese día era capaz de creer cualquier relato con tal que le diera sentido a la muerte de su padre. Según la información que tenía, podía pensar que todo había estado en el plan de Shaka desde el inicio. O tal vez, su padre interfirió en un primer asalto a Aioros y por eso Afrodita lo mató. Fuera la razón que fuera, ahora no quedaba nadie a quién preguntarle.
Debían decidir qué hacer a continuación. Shiryu explicó de manera superficial el plan que Aioros les había dejado para luego determinar la alineación final del equipo. Fue preguntando uno a uno para confirmar sus decisiones. Seiya, Ikki, Saori, Hyoga, dieron todos la misma respuesta: estaban seguros de seguir adelante. Por último, llegó la ansiada respuesta de Shun. Antes de responder, Saori le pidió que no se sintiera presionado, ella aceptaría cualquier decisión que tomara.
Titubeó al dar su punto de vista. Sentía que era su deber quedarse en el pueblo para no dejar abandonado el hospital, especialmente en la situación que estaban transitando. Como Saori había asegurado, nadie objetó ante su desición y con eso les alcanzaba para cerrar la discusión, sin embargo, la respuesta no dejó satisfecha a June.
—Shun, escuchame una cosa. Pensá bien qué vas a hacer —La rubia lo tomó de los hombros para obligarlo a verla a los ojos —No te preocupes por el pueblo, de eso me puedo encargar yo.
—Estoy seguro de lo que dije. No puedo dejar este lugar. Soy el único alumno de Daidalos que quedó en el pueblo y, de nosotros dos, solo yo sé curar heridas graves y preparar medicinas —Estaba en lo cierto, June tenía prohibido hacer esas cosas porque podrían considerarla una bruja y eso significaba la muerte. Solo podía aplicar los conocimientos que su padre le permitía.
—Justamente por eso tenés que ir con los chicos. Ellos te van a necesitar mucho más —Ambos se giraron para observar al resto de personas de la habitación —. No es que crea que son inútiles, el tema es que son ustedes contra la guardia real de Saga. Si se encuentran con otro caballero como Afrodita, van a terminar con huesos rotos y alguna herida profunda en la primera pelea.
Quedaron todos de piedra. Hyoga ya había pensado en esa posibilidad, pero para el resto esa fue la primera vez que veían la situación de esa manera. Shun suspiró; odiaba cuando June lo seducía de ese modo para que cambiara de opinión, aunque admitía que esta vez ella tenía buenas razones para hacerlo. No lo pensó mucho más y se decidió por sumarse al equipo junto con sus amigos, quienes se sintieron aliviados por tener a alguien capacitado para ayudarlos en las peores situaciones.
Lo siguiente era repartir la poca protección que poseían. Shiryu y Hyoga contaban con sus propias armaduras así que no se preocupaban. Las otras cuatro personas debían repartirse lo que quedaba de la antigua armadura de Aioros y las pocas armas que habían en la casa. June corrió hacia el hospital porque creía tener algunas piezas que les serían útiles. Volvió algunos minutos después con un par de brazales, una hombrera y los guantes de cuero que usaba su padre para atender a los heridos. Shun se quedó con los guantes y la hombrera, y le entregó los brazales a su hermano. Seiya tomó las hombreras y los protectores para los brazos de la armadura de Aioros, dejándole la coraza a Saori. Por último, se repartieron las dos espadas entre el mayor y el menor del grupo y el arco con las flechas quedó en manos de Saori dado que era la única que sabía manejarlo. Tenían todo listo. Salieron de la casa para iniciar su travesía. A la salida del pueblo se despidieron de June, no sin antes encargarle que le transmitiera al señor Kido la decisión que habían tomado.
Llevaban cuatro días caminando. Llegado el mediodía, decidieron adentrarse en una ciudad para almorzar. Al llegar al centro de la misma, fueron recibidos por una iglesia que se erguía varios metros más de lo habitual y que también poseía vitrales espectaculares. A pesar de ello, cuando bajaron la vista de los altísimos pilares y pináculos se encontraron con una ciudad casi destruida por las constantes batallas. El ánimo de los lugareños se correspondía más con la imagen de urbanización hostil que con la cálida bienvenida que daba la catedral; en varios locales se negaron a atenderlos y en otros simplemente los invitaban a abandonar la ciudad. Probablemente, aparecer allí con un grupo de muchachos armados no era una buena forma de presentarse. Consiguieron algo de comida en una de las áreas más alejadas de la ciudad, donde la gente era un poco menos prejuiciosa con ellos. Una vez terminaron de comer retomaron el camino para seguir avanzando mientras hubiera luz. Habían elegido la ruta más corta hacia la fortaleza del este, la cual era la más peligrosa, por lo que moverse de noche no era una buena idea.
Los dos aspirantes a caballeros iban al frente del grupo, seguidos por los tres menores. Ikki les seguía el paso un poco más atrás para mantenerse alejado de las charlas absurdas que tenían sus amigos. Era el cuarto día de viaje y ya se les complicaba encontrar temas de los que hablar que no aumentaran la tensión en el ambiente.
—Che Shiryu, ¿estás seguro que estamos yendo bien? Dijiste que en cuatro días llegábamos —Ese era uno de los temas que habían acordado implícitamente evitar hablar. Al parecer, Seiya no se había dado cuenta del acuerdo o simplemente ya le daba igual.
—Vamos en la dirección correcta. Ustedes son más lentos de lo que pensé, eso es todo.
Siguieron caminando, ahora en completo silencio. La quietud dejaba que los pensamientos de Saori se volvieran cada vez más molestos. Ni siquiera había cumplido las expectativas de Shiryu, ¿sería capaz de gobernar un país? Trató de ignorar esa pregunta concentrándose en encontrar una manera de ser más rápida, dado que estaba bastante segura que era por ella que se estaban retrasando. De repente una idea llegó a su mente.
—Chicos, esperen un minuto —Se clavó en su lugar para descolgarse el bolso y revolver lo que había en su interior. El resto paró unos pasos más adelante.
—Así no vamos a llegar nunca —Seiya se quejó por lo bajo, aunque todos lo escucharon.
Saori encontró en pocos segundos lo que buscaba. Sacó el pequeño kit de costura que siempre llevaba encima y comenzó a cortar su vestido a la altura de las rodillas con la tijera que tenía. Al finalizar su tarea, guardó de nuevo los elementos y volvió a caminar junto con sus amigos, quienes trataron de evitar llevar la mirada hacia sus piernas. No era común que una muchacha llevara una falda tan corta; de todas formas, a Saori poco le importaba eso ya que ahora podía moverse con mayor libertad.
¡Holis! ¡Disculpen la demora! Empecé la cursada así que ando con menos tiempo, aún así voy a intentar seguir publicando un capítulo por semana.
¡Espero que hayan disfrutado la lectura! Nos leemos en el próximo capítulo.
