Su corazón latía muy rápido mientras explicaba que los Preventers jamás dejaron de seguir a los ex pilotos, para la organización era importante saber exactamente dónde se encontraba cada uno de ellos, aunque significaba que el oriental siempre pudo localizarlos fácilmente. Lamentablemente para Duo, Heero era el único que parecía tener una protección especial y desaparecía cada vez que ellos trataban de rastrearlo. Era incómodo hablar de 01 cuando en la noche le había confesado, de una forma simple, lo que sentía a Duo, a pesar de que trataba de no verle directamente Wufei hablaba con la calma que siempre mantuvo, aguantando las ganas de ahorcarlo y gritarle que entendiera lo que eso significaba. Suspiró borrando la imagen. —Entonces nada que hacer —se levantó Duo marchándose del cuarto, Quatre quiso acompañarlo, pero algo lo retenía, sus ojos claros le rogaban a su compañero piloto que continuase con el otro sujeto desaparecido.

—Quatre —se acomodó mejor en la silla, pasando por alto el berrinche que Duo estaba haciendo en su cuarto, y tratando de calmar sus ansias asesinas. —Trowa sigue su camino en ese circo, estuvo en la tierra, ahora recorren las colonias —en silencio el árabe se preparó para lo que en el fondo sospechaba. —Según el último informe —continuó Wufei. —El que es de hace meses atrás, Trowa sigue con esa mujer, la chica del circo, por eso sigue ahí. Lo siento Quatre, quizás por eso no responde —algo apretó el corazón del rubio, algo que lo congeló. Se levantó mirando a Wufei, sus ojos demostraron la consternación y sin más le sonrió, le agradeció el esfuerzo y sus palabras, pero necesitaba retirarse a su cuarto, algo entendible, aun así, dejo perplejo al oriental, esperaba otra reacción.

En un pestañeo Wufei se había quedado solo, ambos chicos huyeron de lo que había dicho, pensó en que de verdad no tenía tacto, pero tampoco podría haberles mentido, siguió el pasillo tratando de pensar a quién acompañar primero, obviamente la imagen de Duo fue el primero en aparecer, pero sospechó que no sería bueno para su propio corazón el oír cosas de Heero, y su maravillosa armadura dorada con la que lo pintaba el americano. Tan ciego, tan tonto, a pesar de todo eso, seguía sintiendo cosas por ese americano, por su trenza y esa horrible personalidad chillona. Golpeó la puerta de su anfitrión, parecía el más consternado de los dos, tras volver a golpear, escucho la lastimera voz de Quatre pidiéndole que le dejara solo, incluso en ese momento era amable al pedírselo, el oriental empujó la puerta encontrando entre la tenue luz de la tarde a un árabe mirando por la ventana. —En el fondo lo sabía —confesó el pequeño. —No pude responder cuando me preguntó por el futuro, pensaba en tantas cosas —mientras el árabe hablaba Wufei lo alcanzó en la ventana, se quedó a su lado, no sabía bien qué más hacer, así que solo guardó silencio mientras las lágrimas llenas de dolor caían por esas pálidas mejillas. Entendía a Quatre más de lo que él mismo imaginaba.