Después de Amarte

por Blankaoru

Capítulo 8

Desconfianza.

ADVERTENCIA:

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Hiroshi no podía dormir. El dolor de sus heridas y lesiones le es el descanso.

Él mismo había pedido una su hermana que se retirara a su nueva casa, pero Sakura estaba muy asustada y tenía miedo de salir. Pensaba que, a donde fuera, la encontraría su marido o la persona que había sido lastimado con tanta severidad a su hermano.

De solo pensar en avisar al resto de su familia lo sucedido, la embargaba una pena y una desesperación con el que no sabía lidiar.

Por eso es una vida que se puede hacer en solitario en una habitación pequeña. Acercó una silla a la camilla y reposó su cabeza en esta, sobre sus brazos. Cuando Hiroshi se movía o pedía agua, ella despertaba y lo atendía.

Misao no esperaba encontrar un Sakura cuando llegó al lugar. Al notarla, Sakura se puso de pie y en el que se reconoció.

—Vete de aquí —exigió, en voz baja, para no importunar a Hiroshi—. Ya bastante hiciste. ¿Vienes un matarlo?

—Nada de eso —dijo Misao, entrando de igual modo al cuarto—. Está en peligro y vengo a protegerlo.

—¡Pero si es por tu culpa que es así! ¡Tú nos llevaste a la boca del lobo! —reclamó Sakura, que abrió la puerta para pedir ayuda, pero antes de que gritara, Misao selló sus labios desde atrás, con una mano.

—No te atrevas a decir ni una sola palabra. Voy a quedarme aquí esta noche y las que faltan para cuidar de Hiroshi. El tipo que le hizo esto anda suelto y es posible que terminar el trabajo apenas sepa que Hiro sobrevivió.

Sakura le pegó un fuerte codazo a Misao entre las costillas. Apenas se vio libre, intentó correr, pero Misao, de un salto, cayó sobre ella, haciéndola caer.

—Escucha bien, el peligro es real. Solo yo...

—Tú, nada —el interrumpió Sakura, un poco más fuerte, intentando quitársela de encima—. Ese tipo le dijo a mi hermano que tú había dado la orden. Que han convenido en que nos llevarías a una cabaña...

—Sakura -susurró Hiroshi, paralizando ante el sonido de su voz a las dos mujeres—. Ven, por favor.

Misao dejó libre a la mujer, que se acercó a su hermano. Con su mano sana, él tomó una de las suyas.

Sus piernas quebradas estaban cubiertas por una frazada, pero el torso, donde se veían las severas que se quebradas del lado izquierdo, se mantenía desnudo. Hiroshi era un tanto sedado por el dolor de sus piernas y otros golpes, pues sus quedas eran profundas que no dolían. Así y todo, pero desde que escuchó un Misao en su cuarto dejó de gemir y quejarse.

Era un hombre normal, con un estado físico como el de otro y una resistencia tipo, sin embargo, sin permitir que Misao escuchara sus recuerdos. Tenía su orgullo, mismo que era pisoteado por ese joven que se burló de su amor y de él, llevándolo a una emboscada con un psicópata.

—No se negocia con una persona que no tiene alma —comentó, con altibajos en su tono debido a lo que estaba soportando—. Déjala. Si nos de morir hoy, no hay ser suplicando, aún cuando no entendamos el motivo de... de tanto ensañamiento.

Sakura se allegó más a Hiroshi. Misao sintió que su corazón se rompía. Ellos le tenían miedo. Y lo peor era que se merecía.

—No vine a matarlos ni nada por el estilo. Vine a vigilar que nadie lastimara.

Hiroshi apremió las muelas con fuerza ante una oleada de dolor. Miró a Misao. El tipo que había torturado le dijo que Misao era un agente ninja, con habilidades especiales que había colaborado en ese ataque. Él no quiso creerlo, pero verla con las piernas descubiertas en un traje extraño, metida como sin nada en el hospital de la policía, de por sí fuertemente resguardado, no le dejaba duda alguna de que ella no era normal.

Nunca fue fue. Por algo a él le cayó del cielo.

—Hiroshi... —comenzó Misao—, no sabías... esto se trató de un terrible error y por eso...

Un sonido de su garganta, entre dientes, salió de Hiroshi. Misao no supo si era un gruñido o un quejido. La tenue luz de una lámpara brillaba en sus ojos negros al mirarla.

—Está claro que ni yo, ni mi hermana, podemos hacer algo para sacarla. Supongo que, si quiere hablar, tampoco puede impedirlo, pero a menos sí sí me la queda... el... —gesticuló de dolor, antes de proseguir—, la consuelo de decir que, ni su presencia es bienvenida, ni nada de lo que pueda decir. Y que, si puede elegir, curaría mis lesiones en privacidad, con mi hermana.

Dicho aquello, Hiroshi volvió a la cara, para centrarse en Sakura, que acarició su cabello y le dio un poco más de agua.

Misao se acercó a la ventana. Muy a su pesar, entendía el punto de vista de Hiroshi. Estaba adolorido, lesionado, confundido, con una mano y brazo rojos, llenos de ampollas. Gastaría sus palabras en cualquier disculpa que pudiera darle. Sus acciones se partan para hablar por ella hasta que creyeran en sus buenas intenciones.

—Estaré afuera. Llámenme si me necesitan. —La joven salió al patio y desde allí hizo guardia.

Los hermanos quedaron más tranquilos. Al menos, Misao no parece querer matarlos.

Después de unos minutos en silencio, Sakura volvió a sentarse junto a la camilla de Hiroshi, para reposar la cabeza en ella.


La noche fue tranquila. Cuando Sakura se asomó a la ventana, al despuntar el alba, vio un Misao que se incorporaba y se iba. Fue testigo de su habilidad casi demoníaca de saltar sobre un tonel y luego a la pared, antes de desaparecer de su vista.

"En verdad se quedó", pensó. Dormitó un poco más y, más tarde, entrar en un médico a evaluar un su hermano. Ese médico lo examinó, anotó algo y se fue.

Mientras, Misao estaba hablando con Saito.

—Tienes que estar loca, chiquilla. Deja un pobre ese tipo en paz, tú bastante le hiciste.

—No puedo dejarlo solo y no lo haré. Quiero llevármelo a mi casa. Allá podré darle las atenciones que merece.

—Sí, sí, los ninjas y sus ideas de que pueden arreglar todo con sus técnicas milenarias. Mar lo que sea que le aplique un tu amigo, dudo que puedas sacarlo antes de dos meses. Ni siquiera Kenshin podría.

—Como mar, ordena el traslado —exigió Misao. Esta vez, Saito la miró de soslayo, con solapado interés.

La tarde anterior había dejado una joven atribulada e insegura y ahora, un pesar del cansancio, notaba algo casi salvaje en los ojos de Misao. Se había producido un cambio de tal vez incluso, al hablar, denotaba algo particular. Una suerte de don de mando.

¿Sería posible que un nuevo líder estuviera naciendo?

Seguro. La chica estaba enamorada del quebrado y el amor hacía milagros en ciertas personas. Milagros temporales, por lo demás.

— Haz lo que quieras. Solo recuerda que Shinomori es prófugo por intento de asesinato y que, si damos con él, vaya a la cárcel. Te lo advierto para que no sigas lloriqueando.

—Y yo te advierto que él está bajo investigación ninja y que, si es declarado culpable, nosotros lo ajusticiaremos como es debido.

Misao se retiró y Saito se quedó pensando.

Dudaba que la chiquilla podría ejecutar lo que era amenazado, pero si silo era cierto... Pobre Shinomori.

Pobre.


Al día siguiente, como era de esperar, ni Sakura ni Hiroshi se tomaron de buena manera el traslado. Ni siquiera el médico tratante lo aconsejó, pero Misao era decidida. Ya había sido encargado de un Okón que se dedune al señor Onsan para que el tratamiento médico de Hiroshi en tanto que el resto se prepara para cuarto en su casa.

Con sendas ojeras, Hiroshi desdeñó el traslado que consideró, irregular, pero Misao insistió.

—¿Por qué se empeña en aumentar mi humillación? —preguntó Hiroshi, sin mirarla.

—No se trata de eso, pero nuestra gente te dará la mejor atención —dijo Misao—. Te recuperarás en un lugar seguro para ti y tu hermana.

—Con lo bien que salió eso la última vez… —comentó él con ironía.

El médico iba a decir algo, pero el director del lugar entró al cuarto. Declaró que Hiroshi Kido era un simple civil y que, habiendo sido estabilizado tras la urgencia del día anterior, debía irse al hospital general o a su domicilio particular a recuperarse, porque no era policía. Por ende, no podía ocupar recursos ni espacio destinado a ellos.

Se habilitó un coche que pudo llevar a Hiroshi hacia donde Misao indicó. Cuando Sakura exigió saber por qué iban a Aoiya y no a la casa de Hiroshi, la joven ninja fue escueta.

Sabía que el esposo de Sakura los buscaba para hacerles daño. En Aoiya ambos serían protegidos de él y de Aoshi, si es que se dignaba a aparecer.

Por más que lo pensaba, Misao no entendía por qué Aoshi había hecho lo que hizo. Debía tener una muy buena explicación para justificar el haber incriminado a Hiroshi… ¡Ah! ¡Claro que la tenía! ¡Estaba cubriendo sus huellas en el tráfico de drogas y la importación de armas! Pero, aun si hubiera eliminado a Hiroshi, hubiera quedado Sakura, quien le dio las pistas definitivas sobre la verdad.

Cuando pensaba en ello, se sentía enferma.

Hiroshi y su hermana fueron muy bien recibidos en Aoiya y acomodados con celeridad. Todo se hizo con tal cuidado que Hiroshi no sufrió más de lo que hacía cuando estaba en la clínica. El doctor Onsan llegó al día siguiente a hacerse cargo de Hiroshi. Todos le tenían mucha fe, porque él había sacado adelante a Okina después de… lo de Aoshi.

—En la clínica hicieron un muy buen trabajo acomodando los huesos. Se regenerarán derechos y seguros. Eventualmente el dolor irá pasando y la inflamación bajará, sin embargo… lo que me preocupa son las quemaduras. Ha tenido suerte de que no le duela y que no se haya infectado, pero el tratamiento de ellas en lo sucesivo sí podría ser doloroso y prolongado en el tiempo. Lo lamento mucho. Respecto al resto de su cuerpo, noto cierto problema en el hígado y el bazo, debido al castigo. Voy a ordenar una dieta especial y prepararé yo mismo las medicinas que estabilizarán otros órganos internos. Los cortes fueron bien suturados, por lo que esperemos que no haya peligro de infección.

Okina, Misao y Sakura, que se encontraban con el médico en el cuarto de Hiroshi, escuchaban con atención. Onsan hizo una pausa.

—El señor Kido es un hombre fuerte a pesar de ser un civil, pero hay que considerar que va a pasar semanas postrado antes de poder volver a caminar. Eso requerirá de ejercicios para rehabilitarlo y para que no pierda demasiada condición física. El cuerpo humano está diseñado para la actividad, no para estar en cama. Para poder afrontar lo que se viene, el paciente necesita una mente fuerte y un entorno que le sea seguro. El señor Kido tuvo la gentileza de referirme el motivo por el cual terminó aquí metido. Un motivo que ya vi en otra ocasión.

Misao bajó la cabeza. No pudo evitarlo. Okina alzó la barbilla.

—No supimos hacernos cargo de eso —explicó el anciano. Onsan dirigió una rápida mirada a su paciente.

—El señor Kido hizo una petición que, dadas las circunstancias, me parecen válidas. Él fue involucrado en un asunto del que no tenía idea y fue traído hasta aquí en contra de su voluntad. Más allá de las buenas intenciones que ustedes puedan tener, porque los conozco y sé que son así, pienso que él debe ser escuchado. Quiere ser trasladado a su residencia.

—Imposible —sentenció Misao—. Él no puede moverse de aquí.

—Entiendo. En ese caso, parte del tratamiento que impondré es que la señorita Misao no se acerque al cuarto del señor Kido, ni mucho menos entre. Él no quiere verla, hacerlo le incordia terriblemente y esos sentimientos negativos son perjudiciales para el tratamiento que iniciaremos.

—Pero… Hiroshi —llamó Misao al hombre que estaba en la camilla, más allá—. Cuando te explique lo que pasó…

Por toda respuesta, Hiroshi volvió el rostro hacia la pared. Su mano sana arrugó la manta que lo cubría.

—Yo fui llamado para curar a este hombre y lo haré. Como parte del tratamiento exijo que Misao se mantenga lejos de él y fuera de esto —reclamó Onsan sin dudar. No tenía la fuerza ni las habilidades ninja, pero sus conocimientos y su buen hacer lo convertían en un hombre valioso y con autoridad.

Misao acabó bajando la cabeza y aceptando la petición. Onsan tenía algo más que decir.

—Hiroshi es un hombre de negocios. Me complacería que pudiera tener comunicación con su hombre de confianza para que pueda hacer los manejos necesarios. Pienso que ustedes pueden hacer las gestiones suficientes. Lo otro es que él permanecerá el tiempo que ustedes se demoren en dar con su agresor. Yo seguiré su atención en casa cuando él pueda regresar.

Okina y Misao asintieron. Aunque la joven se mantenía serena por fuera, estaba destrozada por dentro. Hiroshi no quería volver a verla y con justa razón. Aceptaba esas circunstancias porque no le quedaba de otra. Si Aoshi no le hubiera quebrado las piernas, de seguro Hiroshi se hubiera subido al primer tren que pudiera sin siquiera preguntar hacia dónde iba.

—Cometí un terrible error, del que me faltará vida para arrepentirme —dijo Misao, sabiendo que eran sus últimos segundos al lado de Hiroshi—. Hice caso a alguien en quien confiaba y también fui traicionada. Solo quiero que sepas que… —dudó al notar que los demás la miraban, pero si esa era su única oportunidad, la tomaría—. Solo quiero que sepas que, desde que te conocí, no he dejado de soñar contigo.

La joven ninja apretó los puños, mientras pasaba el nudo en su garganta. Se irguió, altiva.

—Tu tratamiento seguirá como lo ha indicado el médico. Espero que te recuperes pronto.

Misao se dio la media vuelta y salió de allí.


Esa noche, Okina y su nieta compartieron un poco de sake. Esa noche le tocaba guardia a Shiro, por lo que ella podía relajarse antes de dormir.

No había hablado demasiado desde lo sucedido y Okina pensaba que ya era tiempo de indagar. Al estar solos, Misao se animó y le narró todo lo que había pasado. Después de eso, se fue a su cuarto a intentar dormir. Llevaba tres días de vigilia.

Okina descubrió su brazo y repasó una cicatriz. En su juventud había participado en diferentes combates, cuerpo a cuerpo o en grupo. Su piel era la muestra de ellos, pero las heridas más profundas y con más saña se las hizo a quien consideró un líder, al futuro del grupo.

Se arrepintió de no haberlo detenido cuando tuvo oportunidad, pero un segundo de piedad dio vuelta aquel combate con Aoshi. Ahora, el mismo le había hecho daño a su nieta. La ausencia misma de Aoshi en ese momento gritaba su culpabilidad, pero ¿por qué lo habría hecho? No tenía sentido, si incluso había estado casado. Misao nunca le interesó, por lo que no podría decir que actuó de mala fe por celos. El asunto de las armas tenía más sentido.

Misao, antes de dormir, llegó a la misma conclusión. Durmió profundo, segura de que sus compañeros le avisarían de cualquier cosa, aunque a esas alturas dudaba que Aoshi volviera a rematar a Hiroshi, porque su plan ya había sido revelado.

Saito había dicho que estaría unos días más en la ciudad. Pues bien, al día siguiente le haría una visita. El honor de Aoshi no valía, pero el de un viejo lobo de Mibu ardería por siempre. Solo en él podría confiar.


Fin acto 8.

Mayo 7, 2021.

Notas de autora.

Se viene difícil para Misao, aunque también me pongo en el lugar de Hiroshi.

Noté que se lee el texto un poco raro cuando lo subí, creo que es porque la página traduciendo al español, incluso mi español. Si el problema sigue, subiré el capítulo a mi cuenta de cara Blankaoru.

Un abrazo a todos. Nos leemos.

Blankiss.