CAPITULO 8
Estoy en clase de francés, mirando por la ventana. Veo a Kiba, que camina hacia las gradas que están junto a la pista. Lleva su comida y está solo. ¿Por qué come solo? Tiene a su grupito de aficionados a los cómics. Tiene a Shino Aburame. Pero supongo que Shino Aburame y él no se vieron mucho el año pasado. Kiba siempre estaba con Natsu y conmigo. El trío. Y ahora no somos ni siquiera un dúo, y está completamente solo. En parte es culpa de Natsu por haberse marchado, pero también lo es mía. Si no hubiese empezado a gustarme, no habría tenido que inventarme toda esta historia con Naruto y podría seguir siendo su buena amiga Hinata. Quizá por eso mamá le dijo a Natsu que no se marchase a la universidad teniendo pareja. Cuando tienes novio o novia, sólo quieres estar con esa persona y te olvidas de los demás. Cuando rompéis, has perdido a todos tus amigos, que se lo están pasando bien sin ti. Lo único que sé es que Kiba es una figura bien solitaria que se come su sándwich a solas en lo alto de las gradas. Voy en autobús a casa porque Naruto ha tenido que marcharse temprano a un partido de lacrosse con su equipo. Estoy delante de casa, sacando el correo del buzón, cuando Kiba aparca en su entrada.
—¡Hola! —grita. Sale del coche y viene corriendo, con la mochila colgada del hombro.
» Te he visto en el autobús. Te he saludado, pero estabas soñando despierta. ¿Hasta cuándo tendrás el coche en el taller?
—No lo sé. Cada vez me dicen una fecha diferente. Tuvieron que encargar una pieza de Kiri o por ahí.
Kiba me ofrece una sonrisa cómplice.
—En tu fuero interno estás aliviada, ¿verdad?
—¡No! ¿Por qué iba a estarlo?
—Venga ya, que te conozco. No te gusta conducir. Seguro que estás encantada de tener una excusa para no hacerlo.
Me dispongo a protestar, pero freno a tiempo. No tiene sentido. Kiba me conoce demasiado bien.
—Bueno, quizá esté una pizquita aliviada.
—Si necesitas ir a algún sitio, sabes que puedes llamarme.
Asiento. Lo sé perfectamente. No le llamaría para cosas relacionadas conmigo, pero lo haría por Hanabi, en caso de urgencia.
—A ver, sé que ahora estás con Uzumaki, pero vivimos al lado. Es más práctico que te lleve yo a clase. Es más sostenible desde el punto de ecológico. —No digo nada y Kiba se frota la nuca—. Quería decirte una cosa, pero mencionártelo me hace sentir un poco raro. Y eso también es raro porque siempre nos lo hemos contado todo.
—Aún podemos hablar. Nada ha cambiado.
Es la mentira más grande que le he contado en mi vida, incluso mayor que la mentira sobre mi supuesta gemela fallecida. Hasta hace un par de años, Kiba creía que tenía una gemela que murió de leucemia.
—Bueno, siento que… Siento que me has estado evitando desde que…
Va a decirlo. Va a decirlo de verdad. Bajo la vista al suelo.
—Desde que Natsu rompió conmigo.
Alzo la cabeza de golpe. ¿Eso es lo que piensa? ¿Que le estoy evitando por Natsu? ¿De verdad le afectó tan poco mi carta? Intento mantener el gesto impasible cuando respondo:
—No te he estado evitando. He estado ocupada.
—Con Uzumaki, lo sé. Tú y yo nos conocemos desde hace tiempo. Eres una de mis mejores amigas, Hinata. No quiero perderte a ti también.
El « también» es la palabra crucial. El « también» es lo que hace que me frene en seco. Es lo que se me atraganta. Porque si no hubiese dicho « también» , se trataría de mí y de Kiba. No de Kiba, Natsu y yo.
—La carta que escribiste…
Demasiado tarde. Ya no quiero hablar de la carta. Antes de que pueda soltar una palabra, lo corto en seco: —Siempre seré tu amiga, Kiba.
Y entonces le sonrío. Pero requiere un gran esfuerzo. Requiere muchísimo esfuerzo. Pero si no sonrío, lloraré. Kiba asiente.
—Vale. Bien. Entonces… ¿podemos volver a vernos?
—Claro. Kiba alarga el brazo y me levanta la barbilla.
—Entonces ¿puedo llevarte a clase mañana?
—Vale —respondo. Porque de eso iba toda esta historia, ¿no? ¿Poder ver a Kiba sin tener que pensar en la carta? ¿Ser su buena amiga Hinata una vez más?
Después de cenar, enseño a Hanabi a hacer la colada. Al principio se resiste, pero le cuento que es una tarea que a partir de ahora compartiremos los tres, así que más le vale hacerse a la idea.
—Cuando suena el timbre, eso quiere decir que ya está terminada, y si no la doblas enseguida se arrugará.
Para sorpresa de las dos, a Hanabi le gusta hacer la colada. Más que nada porque puede sentarse delante de la tele y doblar la ropa mientras ve sus programas preferidos tranquilamente.
—La próxima vez te enseñaré a planchar.
—¿A planchar también? ¿Qué pasa, soy la Cenicienta o qué?
No le hago ningún caso.
—Se te dará bien planchar. Te gustan la precisión y las líneas rectas. Seguro que se te da mejor que a mí.
Esto despierta su interés.
—Sí, puede ser. Tus cosas siempre parecen arrugadas.
Después de terminar la colada, Hanabi y yo limpiamos el baño que compartimos. Hay dos lavabos; Natsu tenía el de la izquierda y Hanabi y yo nos peleábamos para dirimir a quién pertenecía el de la derecha. Ahora es suyo. Hanabi se está cepillando los dientes y yo me estoy aplicando una máscara de aloe vera y pepino. Entonces me pregunta:
—¿Crees que si se lo pido, Naruto nos llevará al McDonald's mañana antes de clase?
Masajeo otro pegote de máscara verde sobre mi mejilla.
—No quiero que te acostumbres a que Naruto nos lleve en coche. A partir de ahora irás en autobús, ¿vale?
—¡¿Por qué?! —gime Hanabi.
—Porque sí. Además, mañana no me lleva Naruto sino Kiba.
—¿Naruto no se enfadará?
La máscara se está secando y noto la piel tirante. Con los diente apretados, digo:
—No. No es del tipo celoso.
—Entonces ¿quién lo es?
No sé bien qué responder. ¿Quién es del tipo celoso? Lo estoy rumiando cuando a Hanabi se le escapa una risita y dice:
—Pareces un zombi.
Levanto los brazos hacia su cara y Hanabi me esquiva agachándose. Con mi mejor voz de zombi, digo:
—¡Quiero comerte el cerebro!
Hanabi sale huyendo entre chillidos. Cuando vuelvo a mi habitación, le envío un mensaje a Naruto diciéndole que no necesito que me lleve a clase mañana. No le digo que me va a llevar Kiba. Por si acaso.
Hoy la nota de Naruto dice:
¿Dulce y Ácido después de clase?
Ha dibujado dos cuadrados, uno para el sí y otro para el no. Marco el sí y dejo la nota en su taquilla. Después de clase, me reúno con Naruto en su coche y vamos con sus amigos del equipo de lacrosse a Dulce y Ácido. Yo pido rollos de cannela con yogur, y Naruto uno de lima con Oreos desmenuzadas. Saco la cartera para pagar, pero Naruto me detiene. Me guiña el ojo y dice:
—Ya me ocupo yo.
—Pensaba que no ibas a pagar nada —susurro.
—Los chicos están aquí. No quiero parecer un tacaño delante de los demás. —Entonces me rodea con el brazo y dice en voz alta—. Mientras seas mi chica, no pienso dejar que pagues el yogur helado.
Pongo los ojos en blanco, pero no voy a decirle que no a un yogur helado gratis. Ningún chico me había invitado nunca. Podría acostumbrarme a que me traten de esta forma. Me estaba preparando mentalmente para ver a Sakura, pero no aparece por aquí. Creo que Naruto también se está preguntando dónde está, porque mantiene la mirada fija en la puerta. Tratándose de Sakura, sigo esperando a que suceda lo peor. Por el momento ha conservado la calma de una manera tan escalofriante como inquietante. Casi nunca está en la cafetería durante la comida porque ella y Ten Ten han estado almorzando fuera del campus y, cuando nos cruzamos por los pasillos, me ofrece sonrisas falsas sin enseñar los dientes, lo que, de hecho, resulta incluso más amenazador. ¿Cuándo piensa contraatacar? ¿Cuándo experimentaré mi momento Shion? Ino dice que Sakura está demasiado obsesionada por su novio universitario como para perder el tiempo conmigo, pero no lo creo. He visto cómo mira a Naruto. Como si le perteneciese. Los chicos han juntado unas cuantas mesas, y básicamente hemos invadido la tienda. Es como en la mesa de la cafetería. Los chicos hablan a grito pelado y discuten sobre el partido de fútbol americano del próximo viernes. Creo que no he dicho ni dos palabras. La verdad es que no tengo nada que decirles. Me dedico a mi yogur helado y disfruto del hecho de que no estoy en casa organizando el armario de los zapatos ni viendo el canal de golf con mi padre. Estamos yendo hacia los coches cuando Choji dice:
—Eh, Hinata, ¿sabes que si pronuncias tu nombre muy rápido suena como Nata? ¡Prueba! Hi-nata.
—Hi-nata —repito obedientemente—. Es verdad.
Choji siente para sí y anuncia:
—Creo que voy a empezar a llamarte Nata. Eres tan blanca como la nata de vainilla. Hace que resulte gracioso, ¿verdad?
—Vale —respondo con encogimiento de hombros. Choji se dirige a Shikamaru.
—Es tan pequeña que podría ser nuestra mascota.
—Eh, que tampoco soy tan pequeña —protesto.
—¿Cuánto mides? —me pregunta Choji.
—Un metro sesenta—miento. Más bien, mido un metro cincuenta y ocho. Choji tira la cucharilla de plástico a la basura y grita:
—¡Eres tan pequeñita que me cabes en el bolsillo! —El resto de los chicos estallan en carcajadas. Naruto sonríe divertido. Entonces Choji me agarra de repente y me levanta encima de su hombro como si fuese una niña y él mi padre.
—¡Bájame! ¡Choji! —chillo, y le doy patadas y puñetazos en el pecho. Choji empieza a girar en círculos y todos los chicos se están partiendo de risa.
—¡Voy a adoptarte, Nata! Serás mi mascota. ¡Te voy a meter en la antigua jaula de mi hámster!
Me río tanto que me quedo sin aliento y empiezo a sentirme mareada.
—¡Bájame!
—Suéltala, tío —lo urge Naruto, pero él también se está riendo. Choji corre hasta la camioneta de alguien y me deposita en la plataforma trasera.
—¡Sácame de aquí! —chillo. Choji ya ha salido huy endo. Los chicos están entrando en sus coches.
—¡Adiós, Nata! —gritan. Naruto se acerca corriendo y me tiende la mano para ayudarme a bajar.
—Tus amigos están como cabras —comento, y bajo de un salto.
—Les gustas.
—¿De verdad?
—Claro. No soportaban que trajese a Sakura. Pero no les importa que tú vengas con nosotros. —Naruto me rodea con el brazo—. Vamos, Nata. Te llevaré a casa.
Mientras nos dirigimos al coche, dejo que el pelo me caiga sobre la cara para que Naruto no vea que estoy sonriendo. Es agradable formar parte de un grupo, sentir que encajas.
Me presenté voluntaria para preparar seis docenas de cupcakes para el acto de recaudación de fondos de la Asociación de Padres y Madres de Alumnos. Lo hice porque Natsu lo había hecho los dos últimos años. El único motivo por el que lo hizo Natsu fue porque no quería que la gente pensase que la familia de Hanabi no se dedicaba lo suficiente a la asociación. Ella preparó brownies las dos veces, pero yo me apunté para preparar cupcakes porque pensé que tendrían más éxito. Compré diferentes tipos de virutas azules e hice unas banderas con palillos en las que pone « ACADEMIA BLUE MOUNTAIN» . Pensé que Hanabi se divertiría ayudándome a decorar. Pero ahora me doy cuenta de que el sistema de Natsu es mucho mejor porque con los brownies sólo tienes que verter la masa en el molde, hornearlos, cortarlos y ya está. Los cupcakes dan mucho más trabajo. Tienes que servir la cantidad exacta seis docenas de veces, después tienes que esperar a que se enfríen, y después queda el glaseado y la decoración. Estoy midiendo la octava taza de harina cuando suena el timbre.
—¡Hanabi! ¡La puerta! —chillo. Vuelve a sonar.
—¡Hanabi! Desde arriba, Hanabi responde a gritos:
—¡Estoy realizando un experimento importante!
Corro a la puerta y abro de golpe sin mirar quién es. Es Naruto. Se está tronchando de risa.
—Tienes harina por toda la cara —comenta, y me desempolva la mejilla con el dorso de la mano. Me aparto de él y me limpio la cara con el delantal.
—¿Qué haces aquí?
—Vamos al partido. ¿No leíste la nota que te dejé ayer?
—Perdón. Tenía un examen y se me olvidó. —Naruto frunce el ceño y añado—: Tampoco puedo ir, porque tengo que preparar seis docenas de cupcakes para mañana.
—¿Un viernes por la noche?
—Bueno… Sí.
—¿Es para la Asociación de Padres? —Naruto entra en casa y se quita las zapatillas de deporte—. Aquí no lleváis zapatos, ¿verdad?
—Sí —digo sorprendida—. ¿Tu madre también ha preparado algo?
—Galletas de Rice Krispies. Eso es mucho más práctico que mis cupcakes.
—Siento que hayas venido hasta aquí para nada. Podemos ir al partido del viernes que viene —comento, convencida de que volverá a ponerse las zapatillas. Pero no lo hace. Naruto entra en la cocina y se sienta en un banco. « ¿Eh?» .
—Tu casa es exactamente como la recuerdo —dice mientras echa un vistazo alrededor. Señala una foto enmarcada en la que aparecemos Natsu y yo tomando un baño de bebés—. Adorable.
Las mejillas me arden. Pongo la foto del revés. —¿Cuándo has estado en mi casa?
—En séptimo. ¿Te acuerdas de cuando quedábamos en la casa del árbol de tus vecinos? Tenía que hacer pis y me diste permiso para usar tu baño.
—Ah, sí.
Se me hace raro ver en la cocina a un chico que no sea Kiba. No sé por qué, pero de súbito me noto nerviosa.
—¿Cuánto vas a tardar? —pregunta con las manos en los bolsillos.
—Horas, seguramente.
Levanto la taza de medir una vez más. No me acuerdo de por qué número iba.
—¿Por qué no los compramos en la tienda? —gruñe Naruto. Empiezo a medir la harina que está en el bol, separándola en pilas.
—¿Porque crees que las otras madres se presentarán con cupcakes compradas en una tienda? Haría quedar mal a Hanabi.
—Bueno, si es para Hanabi, entonces ella debería ayudar. —Naruto se levanta de un salto, se me acerca, desliza las manos por mi cintura e intenta desatar las tiras del delantal—. ¿Dónde está la enana?
Me lo quedo mirando. —¿Qué… haces?
Naruto me mira como si fuese tonta. —Si te ayudo, necesitaré un delantal. No quiero ensuciarme la ropa.
—No llegaremos a tiempo para el partido.
—Entonces iremos a la fiesta de después. —Naruto me lanza una mirada incrédula—. ¡Estaba en la nota que te escribí! No sé ni por qué me molesto.
—Hoy he estado muy ocupada —musito. Me siento culpable. Naruto está cumpliendo con su parte del trato y escribiéndome fielmente una nota al día, y y o ni me molesto en leerlas—. No sé si podré ir a la fiesta. No sé si tengo permiso para salir hasta tan tarde.
—¿Está tu padre en casa? Se lo preguntaré.
—No, está en el hospital. Además, no puedo dejar sola a Hanabi —respondo mientras levanto una vez más la taza de medir.
—Bueno, ¿y a qué hora llega a casa?
—No lo sé. Puede que tarde. —O puede que durante la próxima hora. Pero Naruto y a se habrá marchado para entonces—. Deberías ir tirando. No quiero hacerte llegar tarde.
—Hyuga. Te necesito. Sakura aún no ha dicho ni pío sobre nosotros, y era de esode lo que se trataba. Y… puede que traiga al imbécil con el que está saliendo — gruñe Naruto mientras hace un mohín—. Venga. Yo te ayudé con Kiba, ¿verdad?
—Sí, pero Naruto, tengo que hacer los cupcakes para mañana…
Naruto estira los brazos. —En ese caso, te ayudaré. Dame un delantal.
Me aparto de él y hurgo en la cocina en busca de un delantal. Encuentro uno con un estampado de cupcakes y se lo doy.
Naruto hace una mueca y señala el mío. —Quiero el que llevas puesto.
—¡Pero es mío! —Es a cuadros con ositos marrones. Mi abuela me lo compró—. Siempre me lo pongo para cocinar. Ponte este otro.
Naruto niega con la cabeza con deliberada lentitud y alarga la mano.
—Dame el tuyo. Me lo debes por no leer mis notas.
Me desato el delantal y se lo ofrezco. Me doy la vuelta y me dedico una vez más a medir la harina.
—Eres más inmaduro que Hanabi.
—Date prisa y dame algo que hacer.
—¿Estás cualificado? Porque tengo los ingredientes exactos para seis docenas de cupcakes. No quiero tener que empezar de cero otra vez…
—¡Sé cocinar!
—Muy bien. Pon la mantequilla en el bol.
—¿Y luego?
—Y entonces habrás acabado y te daré tu próxima tarea.
Naruto pone los ojos en blanco, pero hace lo que mando.
—¿Así que esto es lo que haces los viernes por la noche? ¿Quedarte en casa y cocinar postres en pijama?
—También hago otras cosas —respondo, recogiéndome el pelo en una cola más alta.
—¿Como qué?
La aparición repentina de Naruto me tiene tan aturdida que no puedo ni pensar.
—Mmm, salgo.
—¿Adónde?
—¡Dios mío, no lo sé! Para ya de interrogarme, Naruto —respondo, y soplo hacia arriba para apartarme el flequillo de los ojos. Empieza a hacer mucho calor aquí dentro. Más vale que apague el horno porque la llegada de Naruto ha retrasado todo el proceso. A este paso, estaré aquí toda la noche—. Me has hecho perder la cuenta. ¡Tendré que empezar de cero!
—Mira, déjame a mí —dice Naruto, acercándose por detrás. Me aparto con brusquedad.
—No, no, ya lo hago yo.
Sacude la cabeza e intenta quitarme la taza de las manos, pero no quiero soltarla y una nube de harina sale disparada de la taza y nos cubre a los dos. Naruto se desternilla de risa y yo suelto un bramido encolerizado.
—¡Naruto!
Se está riendo tanto que no puede ni hablar.
—Más vale que quede suficiente harina —le advierto, y me cruzo de brazos.
—Pareces una abuela —dice entre risas.
—Bueno, pues tú pareces un abuelo —respondo mientras vierto la harina del bol otra vez en el bote.
—De hecho, te pareces mucho a mi abuela. No te gustan las palabrotas. Te gusta preparar postres. Te quedas en casa los viernes por la noche. Guau, estoy saliendo con mi abuela. Qué asco.
Empiezo a medir otra vez. Uno, dos.
—No me quedo en casa todos los viernes por la noche. —Tres.
—Nunca te he visto por ahí. No vas a las fiestas. Antes nos veíamos. ¿Por qué dejamos de vernos?
Cuatro. —No… No lo sé. En la escuela las cosas eran diferentes.
¿Qué quiere que diga? ¿Que Sakura decidió que no era lo bastante guay, de modo que me dejó tirada? ¿Cómo es posible que no se entere de nada?
—Siempre me he preguntado por qué dejaste de quedar con nosotros.
¿Iba por la quinta o la sexta?
—¡Naruto! ¡Me has hecho perder la cuenta otra vez!
—Tengo ese efecto sobre las mujeres.
Le lanzo una mirada escéptica y Naruto me sonríe, pero antes de que pueda decir nada, chillo:
—¡Hanabi ! ¡Baja de una vez!
—Estoy trabajando…
—¡Naruto está aquí! —Sé que esto la convencerá. En menos de cinco segundos, Hanabi entra corriendo en la cocina. Frena en seco. De repente se ha puesto tímida.
—¿Qué haces aquí? —le pregunta.
—Vengo a recoger a Hinata. ¿Por qué no estás ayudando?
—Estaba haciendo un experimento. ¿Quieres ayudarme?
—Claro, Naruto te ayudará —respondo en su lugar, y le digo a Naruto—: Me estás distrayendo. Ve a ayudar a Hanabi.
—No sé si podré ayudarte, Hanabi. Verás, resulta que distraigo mucho a las mujeres. Hago que pierdan la cuenta. —Naruto le guiña el ojo y yo hago ademán de vomitar—. ¿Por qué no te quedas y nos ayudas a cocinar?
—¡Qué rollo! —Hanabi se da la vuelta y se va corriendo escalera arriba.
—¡No te atrevas a probar el glaseado ni las virutas cuando haya acabado! ¡No te has ganado el derecho a hacerlo!
Cuando llega mi padre, estoy batiendo la mantequilla y Naruto está rompiendo los huevos en un bol de ensalada.
—¿De quién es el coche que está aparcado aquí delante? —pregunta papá. Entra en la cocina y se detiene en seco al ver a Naruto.
» Hola —dice, sorprendido. Tiene una bolsa del restaurante chino Chan's en las manos.
—Hola, papá —respondo, como si fuese completamente normal que Naruto Uzumaki esté cocinando en nuestra cocina—. Pareces cansado.
Naruto se yergue un poco.
—Hola, doctor Hyuga.
Papá deja la bolsa en la mesa de la cocina.
—Ah, hola. —Carraspea—. Me alegro de verte. Eres Naruto, ¿verdad?
—Sí.
—Un miembro de la vieja pandilla —comenta jovialmente y yo me encojo —. ¿Qué planes tenéis para esta noche?
—Estoy preparando cupcakes para la Asociación de Padres y Naruto me está ayudando.
Mi padre asiente.
—¿Tienes hambre, Naruto? Hay de sobra. Gambas lo mein, pollo kung pao — dice mientras levanta la bolsa.
—En realidad, Hinata y yo nos íbamos a pasar por la fiesta de un amigo. ¿Le parece bien? La traeré temprano a casa.
Antes de que mi padre pueda responder, le digo a Naruto:
—Tengo que acabar los cupcakes.
—Hanabi y yo los acabaremos. Vosotros dos id a la fiesta de cumpleaños — interrumpe mi padre. Me da un vuelco el estómago.
—Da igual, papá. Tengo que hacerlos y o, les pondré una decoración especial.
—Hanabi y yo nos las arreglaremos. Ve a cambiarte, nosotros seguiremos con los cupcakes.
Abro y cierro la boca como un pez.
—De acuerdo —respondo, pero no me muevo. Me quedo ahí de pie porque tengo miedo de dejarlos a solas. Naruto sonríe de oreja a oreja.
—Ya lo has oído. Lo tenemos todo controlado.
« No te muestres tan seguro de ti mismo o mi padre pensará que eres arrogante» , pienso. Hay ropa que te hace sentir bien siempre que te la pones y hay otra ropa que te has puesto tantas veces seguidas porque te gusta tanto que ahora te parece una porquería. Estoy mirando dentro de mi armario y todo me parece una porquería. Mi ansiedad se ve agravada por el hecho de que sé que Sakura llevará la ropa perfecta, porque siempre lleva la ropa perfecta. Y yo también tengo que llevar la ropa perfecta. Naruto no habría venido e insistido tanto en asistir a la fiesta si no la considerase importante. Me pongo unos vaqueros y me pruebo varios tops, uno con volantes de color salmón que de repente me parece demasiado remilgado y un suéter largo con un pingüino que parece demasiado infantil. Me estoy poniendo unos pantalones cortos grises con unos tirantes negros cuando alguien llama a la puerta. Me quedo inmóvil y cojo un jersey para taparme.
—¿Hinata? Soy Naruto.
—¿Sí?
—¿Estás lista?
—¡Casi! Espérame abajo. Enseguida voy.
Naruto suelta un suspiro audible. —Vale. Iré a ver qué hace la enana.
Cuando oigo sus pasos alejándose, me pruebo la blusa de lunares con el conjunto de pantaloncitos cortos y tirantes. Es mono, pero ¿no será demasiado? ¿Es excesivo? Natsu comentó que con este conjunto parecía parisina. Eso es bueno. Es sofisticado y romántico. Me pruebo la boina, para ver el efecto, y me la quito enseguida. Sin duda es excesiva. Ojalá Naruto no me hubiese pillado desprevenida. Necesito tiempo para hacer planes, prepararme. Aunque, para ser sincera, si me hubiese avisado con tiempo se me habría ocurrido una excusa para no asistir. Una cosa es ir a Dulce y Ácido y otra muy distinta es ir a una fiesta con los amigos de Naruto. Por no mencionar a Sakura. Revuelvo la habitación en busca de mis calcetines hasta la rodilla y después en busca de mi brillo de labios de fresa con forma de fresa. Tengo que ordenar mi habitación de una vez. Es imposible encontrar nada entre tanto desorden. Voy corriendo a la habitación de Natsu en busca de su cárdigan y paso por delante de la puerta abierta de la habitación de Hanabi. Naruto y ella están tumbados en el suelo, trabajando con su equipo de laboratorio. Rebusco en el cajón de los jerséis de Natsu, pero se los ha llevado casi todos y ahora está lleno de camisetas y de pantalones cortos. El cárdigan no está por ninguna parte. Pero en el fondo del cajón hay un sobre. Es una carta, de Kiba. Me muero de ganas de abrirla. Sé que no debería. Con mucho, mucho cuidado, saco la carta y la desdoblo.
Querida Natsu:
Dices que quieres romper porque no quieres ir a la universidad teniendo novio, quieres ser libre y no quieres ningún lastre. Pero sabes que sé que ésa no es la verdadera razón. Rompiste conmigo porque nos acostamos y te entró miedo de que me acercase más a ti.
Dejo de leer. No me lo puedo creer. Ino tenía razón y yo estaba equivocada. Natsu ha tenido relaciones sexuales. Es como si todo lo que creía saber fuese un error. Creía saber exactamente quién era mi hermana, pero resulta que no sé nada. Oigo a Naruto que me llama:
—¡Hinata! ¿Estás lista?
Doblo la carta a toda prisa, la guardo en el sobre y vuelvo a meterlo en el cajón, que cierro con brusquedad.
—¡Ya voy!
Estamos de pie delante de la casa de Shikamaru Nara. Shikamaru es del equipo de fútbol americano; se le conoce sobre todo porque tiene un padre que solía ser un militar.
—¿Preparada? —me pregunta Naruto. Me seco las manos en los pantalones cortos. Ojalá hubiese tenido tiempo de hacerme algo en el pelo.
—La verdad es que no.
—Vamos a discutir la estrategia un momento. Sólo tienes que actuar como si estuvieses enamorada de mí. No puede ser muy difícil.
Pongo los ojos en blanco.
—Eres el chico más vanidoso que he conocido en mi vida.
Naruto sonríe y se encoge de hombros. Tiene una mano en el pomo de la puerta, pero se detiene.
—Espera —me dice, y me quita la goma con la que me sujetaba el pelo y la tira al suelo.
—¡Eh!
—Está mejor así. Confía en mí.
Naruto me pasa las manos por el pelo y me lo peina, y yo le aparto la mano. Entonces se saca el móvil del bolsillo trasero de los pantalones y me saca una foto. Le ofrezco una mirada perpleja y explica:
—Por si Sakura me mira el móvil.
Le observo mientras sustituye el fondo de pantalla por mi foto.
—¿Podemos hacer otra? No me gusta cómo me ha quedado el pelo.
—No, a mí me gusta. Estás guapa.
Seguro que lo ha dicho para darse prisa por entrar, pero me hace sentir bien. Estoy entrando en una fiesta con Naruto Uzumaki. No puedo evitar que me invada una sensación de orgullo. Está aquí conmigo. ¿O estoy yo aquí con él? La veo en cuanto entramos. Está en el sofá con sus chicas, bebiendo de vasos de plástico. No hay ningún novio a la vista. Arquea las cejas y le susurra algo a Ten Ten.
—Eeeh, Hinata —dice Ten Ten—. Ven a sentarte con nosotras.
Me dirijo hacia ellas pensando que Naruto está a mi lado, pero no lo está. Se ha detenido para saludar a alguien. Le miro con expresión de pánico, pero hace un gesto para que siga adelante. Sus labios dibujan las palabras « Te toca» . Cruzar sola la habitación es como cruzar todo un continente cuando Sakura y sus amigas me están observando.
—Hola, chicas —les digo, y mi voz suena aguda y aniñada. No hay espacio para mí en el sofá, de modo que me siento en el reposabrazos como un pájaro sobre el cable del teléfono. Mantengo la mirada fija en la espalda de Naruto. Está en la otra punta de la habitación con unos chicos del equipo de lacrosse. Debe de ser agradable ser él. Tan relajado, tan cómodo en su propia piel, consciente de que los demás le están esperando. « Naruto ya está aquí. La fiesta puede comenzar por fin» . Le echo un vistazo a la habitación y veo Choji y a Shikamaru. Me hacen un saludo cortés, pero no se acercan. Siento que todo el mundo está observando y esperando, esperando y observando la reacción de Sakura. Desearía no haber venido. Ten Ten se inclina hacia delante.
—Nos morimos de ganas por saber tu historia con Uzumaki.
Sé que Sakura le ha ordenado que lo pregunte. Sakura está sorbiendo su bebida, más relajada imposible, pero está a la espera de mi respuesta. ¿Estará borracha ya? Por lo que he oído, y conociéndola, Sakura es una borracha cruel. No es que lo haya experimentado en persona, pero me han contado cosas. Corren algunas historias. Me humedezco los labios.
—Lo que os haya contado Naruto… Ésa es la historia.
Ten Ten hace caso omiso, como si lo que haya contado Naruto no sirviera.
—Queremos que nos lo expliques tú. La verdad es que resulta sorprendente. ¿Cómo ocurrió? —Ten Ten se inclina un poco más hacia mí, como si fuésemos amigas. Cuando titubeo y la miro de reojo, Sakura sonríe y pone los ojos en blanco.
—No pasa nada. Se lo puedes contar, Hinata. Naruto y yo hemos terminado. No sé si te lo dijo, pero fui yo la que rompió con él.
—Eso es lo que dijo.
No es lo que dijo, pero es lo que ya sabía.
—¿Cuándo empezasteis a salir? —Intenta sonar casual, pero sé que mi respuesta es importante para ella. Está intentando pillarme desprevenida.
—La cosa es bastante reciente.
—¿Cómo de reciente? —insiste ella. Me aclaro la garganta.
—Justo antes de que empezaran las clases —le digo. ¿No es lo que acordamos Naruto y yo? A Sakura se le iluminan los ojos y me da un vuelco el corazón. Me he equivocado, pero ya es demasiado tarde. Es el tipo de persona a la que le quieres gustar porque sabes que puede ser cruel; la has visto ser cruel. Pero cuando te pone los ojos encima y te está prestando atención, deseas que dure. En parte se debe a su belleza, pero hay algo más, algo que te atrae. Creo que es su transparencia. Lleva escrito en la cara todo lo que piensa o siente y, aunque no fuese así, lo diría igualmente, porque dice lo que piensa, sin pararse a meditarlo. Comprendo que Naruto la haya querido durante tanto tiempo.
—Me parece adorable —dice Sakura, y entonces las chicas se ponen a hablar sobre un concierto del que intentan conseguir entradas. Yo permanezco ahí sentada, contenta de no tener que seguir hablando, preguntándome cómo les irá en casa con los cupcakes. Espero que papá no los hornee demasiado. No hay nada peor que un cupcake seco. Las chicas discuten acerca de los disfraces que llevarán en Halloween, así que me levanto y voy al baño. Cuando vuelvo me encuentro a Naruto sentado en una butaca de cuero, bebiendo cerveza y charlando con Choji. No hay espacio para sentarme; mi sitio en el reposabrazos está ocupado. ¿Y ahora, qué? Me quedo de pie un segundo y luego me lanzo. Hago lo que haría una chica enamorada de Naruto. Hago lo que haría Sakura. Avanzo con decisión y me dejo caer en su regazo, como si fuese mi merecido puesto. Naruto suelta un gañido de sorpresa.
—Hola —dice, y tose en su cerveza.
—Hola —respondo, y entonces le doy un toquecito en la nariz como le vi hacer a una chica en una película en blanco y negro. Naruto se remueve en su asiento y me mira como si estuviese conteniendo la risa, y yo me pongo nerviosa. Eso ha sido un gesto romántico, ¿no? Con el rabillo del ojo, veo a Sakura. Nos está lanzando una mirada asesina. Le susurra algo a Ten Ten y se marcha de la habitación echando chispas. ¡Éxito!
Más tarde, me estoy sirviendo una Coca-Cola y veo a Sakura y a Naruto hablando en la cocina. Ella le está hablando en voz baja e insistente y alarga la mano y le toca el brazo. Naruto intenta apartarle la mano, pero Sakura no le suelta. La escena me tiene tan hipnotizada que ni siquiera veo a Rock Lee acercándose a mí con una botella de Bud Light en la mano.
—Hola, Hinata.
—¡Hola!
—Es un alivio ver una cara conocida.
Rock Lee se pone a mi lado, de espaldas al comedor.
—¿Por qué se pelean?
—¿Quién sabe? —digo, sonriendo para mí. Con un poco de suerte, estarán peleando por mí, y Naruto estará feliz de que nuestro plan haya funcionado por fin. Rock Lee hace un ademán para que me acerque y susurra:
—Las peleas son una mala señal, Hinata. Significan que todavía sienten algo.
El aliento le huele a cerveza. Mmm. Está claro que a Sakura todavía le importa. Supongo que a Naruto también. Rock Lee me da una palmadita afectuosa en la cabeza.
—Ten cuidado.
—Gracias.
Naruto sale de la cocina echando pestes y dice:
—¿Estás lista para marcharte?
No espera a que le responda. Tan sólo empieza a andar. Está envarado. Me encojo de hombros mientras miro a Rock Lee.
—¡Nos vemos el lunes, Rock Lee! —y me apresuró a seguir a Naruto. Sigue estando enfadado; lo sé por la violencia con que mete la llave para arrancar.
—¡Me saca de mis casillas!
Está tan cargado de energía nerviosa que parece vibrar.
—¿Qué le has dicho?
Me remuevo incómoda en mi sitio.
—Me preguntó cuándo empezamos a salir. Le dije que antes de que empezaran las clases.
Naruto suelta un gruñido de exasperación.
—Ese primer fin de semana nos enrollamos.
—Pero… Ya habíais roto.
—Sí, bueno. Da igual. Lo hecho, hecho está.
Y se encoge de hombros. Aliviada, me abrocho el cinturón y me quito los zapatos.
—¿Por qué os habéis peleado?
—Da igual. Por cierto, buen trabajo. Se está muriendo de celos.
—¡Bien! Siempre y cuando no acabe asesinándome.
Conducimos en silencio hasta que pregunto:
—Naruto… ¿Cómo supiste que querías a Sakura?
—Dios mío, Hinata. ¿Por qué tienes que preguntar estas cosas?
—Porque soy una persona de naturaleza curiosa. —Bajo el espejo y empiezo a trenzarme el pelo—. Y quizá la pregunta que deberías hacerte es por qué te asusta responder a este tipo de preguntas.
—¡No estoy asustado!
—Entonces ¿por qué no contestas?
Naruto se sume en el silencio. Estoy casi segura de que no va a responder, pero, tras una larga pausa, lo hace:
—No sé si quería a Sakura. ¿Cómo voy a saber lo que se siente? Tengo diecisiete años, por Dios bendito.
—Con diecisiete años no se es tan joven. Hace cien años, la gente se casaba a nuestra edad.
—Sí, antes de la electricidad y de internet. ¡Hace cien años, había chicos de dieciocho años luchando en la guerra con bayonetas y sosteniendo las vidas de otros en sus manos! Para cuando llegaban a nuestra edad, habían vivido mucho. ¿Qué sabrán de la vida y del amor los chicos de nuestra edad?
Nunca le había oído hablar de esta manera, como si algo le importase de verdad. Creo que sigue estando alterado por su pelea con Sakura. Me enrollo el pelo en un moño y me lo aguanto con una goma de pelo.
—¿Sabes cómo suenas? Suenas como un abuelo. También creo que me estás dando largas para no tener que contestarme.
Nos detenemos delante de mi casa. Naruto apaga el motor, lo cual es un indicio de que quiere hablar un rato más. Así que no salgo del coche enseguida. Me pongo el bolso en el regazo y busco las llaves, a pesar de que las luces están encendidas en el piso de arriba. Dios mío. Estar sentada en el Audi negro de Naruto Uzumaki. ¿No es ése el sueño de todas las chicas que ha habido en el mundo? No me refiero específicamente a Naruto Uzumaki, o sí, quizá sea específicamente Naruto Uzumaki. Naruto se arrellana en su asiento y cierra los ojos.
—¿Sabes que cuando la gente se pelea es porque todavía sienten algo el uno por el otro? —En vista de que Naruto no responde, añado—: Sakura aún debe de tener mucho poder sobre ti.
Espero a que lo niegue, pero no lo hace. Dice:
—Lo tiene, pero desearía que no lo tuviese. No quiero que nadie me controle. No quiero pertenecerle a nadie.
Natsu diría que se pertenece a sí misma. Hanabi diría que no le pertenece a nadie. Y supongo que yo diría que les pertenezco a mis hermanas y a mi padre, pero eso no será cierto para siempre. Pertenecer a alguien. No lo sabía, pero ahora parece que es lo que siempre he deseado. Ser de alguien y que sea mío.
—¿Por eso estás haciendo todo esto? Para demostrar que no perteneces a nadie. O que no le perteneces a ella. ¿Crees que es posible pertenecerle a alguien sin que te alcance el poder que ejerce sobre ti?
—Sí. Siempre y cuando seas tú quien decida.
—Debes de quererla mucho para tomarte tantas molestias.
Naruto suelta un gruñido desdeñoso.
—Eres demasiado soñadora.
—Gracias —respondo, aunque sé que no era ningún cumplido. Lo digo sólo para picarle. Sé que ha funcionado porque añade, con ademán agrio:
—¿Qué sabes tú del amor, Hinata? Nunca has tenido novio.
Me siento tentada de inventarme a alguien, algún chico del campamento, de otra ciudad o de cualquier parte. Tengo en la punta de la lengua las palabras « Se llama Clint» . Pero sería demasiado humillante, porque Naruto sabría que estoy mintiendo. Le dije que nunca había salido con nadie. Y aunque no se lo hubiese dicho, sería aún más patético inventarme un novio que admitir la verdad.
—No, nunca he tenido novio. Pero conozco a mucha gente que los ha tenido pero que nunca ha estado enamorada. Yo he estado enamorada. Por eso estoy haciendo todo esto.
—¿De quién? ¿De Kiba Inuzuka? ¿Ese imbécil? —resopla Naruto.
—No es ningún imbécil —replico, frunciendo el ceño—. Ni siquiera le conoces.
—Cualquier persona con dos dedos de frente te dirá que es un imbécil.
—¿Insinúas que mi hermana está ciega y es una descerebrada?
Si dice algo malo de mi hermana, hemos acabado. Todo esto se habrá acabado. Tampoco le necesito tanto.
—No. ¡Lo que digo es que tú lo eres! —contesta Naruto riendo.
—¿Sabes qué? He cambiado de opinión. Está claro que nunca has querido a nadie aparte de ti mismo. —Intento abrir la puerta, pero está cerrada con el seguro.
—Hinata, era una broma. Vamos.
—Nos vemos el lunes.
—Espera, espera. Dime una cosa primero. ¿Cómo es que nunca has salido con nadie?
Me encojo de hombros. —No sé… ¿Tal vez porque nadie me ha invitado a salir?
—Mentira. Sé de buena tinta que Shirunai te invitó al baile y le dijiste que no.
Me sorprende que lo sepa.
—¿Por qué los chicos siempre os llamáis por el apellido? Es tan… —Me esfuerzo por encontrar la palabra exacta—. ¿Amanerado? ¿Afectado?
—No cambies de tema.
—Supongo que dije que no porque estaba asustada. —Fijo la mirada en la ventana y dibujo una S de Shirunai en el cristal.
—¿De Genma?
—No. Genma me gusta. No es eso. Asusta cuando es de verdad. Cuando no se trata solamente de pensar en la persona, sino de tener a una persona de verdad delante con expectativas. Y apetitos.
Al final, miro a Naruto y me sorprende que esté prestando tanta atención. Su expresión es resuelta y está concentrado como si de verdad le interesase lo que le estoy contando.
—Incluso cuando me gustaba un chico, o le quería, prefería estar con mis hermanas, porque ése es el lugar al que pertenezco.
—Espera. ¿Y ahora, qué?
—¿Ahora? Bueno, no me gustas de esa manera…
—Bien. No te enamores de mí, ¿vale? No puedo tener a más chicas enamoradas de mí. Es agotador.
—Pero ¡qué creído te lo tienes! —le respondo, y suelto una carcajada.
—Es broma —protesta, pero no lo es—. ¿Qué es lo que te gustaba de mí?
Entonces sonríe, con una sonrisa arrogante, totalmente seguro de su encanto.
—¿Quieres que te diga la verdad? No tengo ni idea.
Su sonrisa flaquea un momento y, aunque la recupera, no parece tan seguro de sí mismo.
—Dijiste que era porque hago que la gente se sienta especial. ¡Dijiste que era porque sé bailar y fui compañero de Choji en la clase de ciencias!
—Vaya, has memorizado toda la carta, ¿eh? —digo en tono burlón. Ver cómo desaparece la sonrisa de Naruto me procura un breve momento de satisfacción que enseguida se ve reemplazado por remordimientos porque he herido sus sentimientos sin venir a cuento. ¿Por qué quiero herir los sentimientos de Naruto Uzumaki ? Intento arreglarlo.
—No, es cierto. Entonces tenías algo especial.
Creo que lo he empeorado porque Naruto se encoge aún más. No sé qué más decir, así que abro la puerta y salgo del coche.
—Gracias por traerme, Naruto.
Cuando entro en casa, voy a la cocina a ver cómo han quedado los cupcakes. Están guardados en una fiambrera. El glaseado no es perfecto y han puesto las virutas al tuntún, pero en general han quedado bastante bien. ¡Al menos, Hanabi no pasará vergüenza por mi culpa!
