Disclaimer: Los personajes y lugares de Harry Potter descritos pertenecen a J.K. Rowling. Tan sólo los que no reconozcáis son de mi total y absoluta propiedad. Todos los derechos reservados. Queda prohibida su copia, adaptación, traducción o distribución sin pedir permiso de la autora (y menos aún sin dar créditos).
NOTA IMPORTANTE: PERDÓN POR TARDAR TANTO TIEMPO EN ACTUALIZAR. Mi vida estos ultimos meses ha sido un poco locura, la pandemia está haciendo estragos en mi estado de ánimo y, la verdad, perdí la inspiración en esta historia. PERO, hace poco volví a ver la Bella y la Bestia, y la inspiración está de vuelta. Este capitulo es lo que yo llamo 'de transición', larguito y con poco diálogo, pero porque justo después se vienen los capitulos finales, que serán más intensos y, probablemente, con contenido M. ¡Espero que disfrutéis del capítulo!
CAPITULO 7
Draco apenas había podido dormir en toda la noche, reproduciendo en su mente una y otra vez todo lo que le había dicho Hermione.
Había hecho uso de todo su autocontrol para no responder mientras ella le regañaba; nadie se había dirigido a él de esa manera desde que era un crío. Cuando era pequeño solía rebelarse contra todas las costumbres puristas de su familia, ganándose unas buenas reprimendas por parte de su madre. Según fue creciendo, su padre fue el que comenzó a regañarle, y Draco no tardó en descubrir que era mejor no enfadarle; mientras su madre se había limitado a recordarle por qué no debía comportarse de esa manera, su padre era más agresivo.
Empezó intentando 'degradarle', mandándole a las cocinas para ayudar a los elfos domésticos. ¿El problema? Que Draco se hizo amigo de los elfos. Cuando vio que ese castigo no le afectaba, comenzó a hacer pagar a los elfos por sus errores. Terminó dejando a un lado su vena rebelde cuando entró a Hogwarts y descubrió que Geoffrey Nott, a quien había considerado su amigo hasta ese momento, le contaba todo lo que hacía a su padre – que a su vez se lo contaba al de Draco. Fue en ese momento cuando también empezó su enemistad con Nott, no entendiendo por qué le traicionaba de esa manera.
Desde entonces, había sido increíblemente cuidadoso en su forma de actuar para evitar la rabia de su padre – y más tarde, la de Voldemort. Nadie, jamás, le había vuelto a echar la bronca. Había tenido que endurecerse y no dejarse pisar por nadie, demostrar que era el hombre que todos querían que fuera: frío y manipulador. Sin embargo, había pasado muchos años en soledad, con la única compañía de Dobby, y aunque le consideraba un fiel amigo, no dejaba de ser un elfo. Se había permitido volver a ser su verdadera versión de sí mismo, ese niño rebelde y algo mimado que hacía y decía lo que quería, sin nadie que se lo recriminara… hasta que llegó Hermione Granger a su vida.
Draco soltó una leve carcajada al recordar que desde el minuto uno, Hermione le había atado en corto, regañándole por su falta de educación al ignorar sus preguntas. Tal vez si no le hubiese resultado tan adorable cuando se molestaba, habría dejado de hacerlo… pero le encantaba su reacción.
Sin embargo, no le había gustado nada su reacción esa noche.
Le había pillado desprevenido, irrumpiendo en su habitación con una camiseta de Quidditch que claramente pertenecía a otro hombre y dejaba demasiada piel a la vista, con los brazos cruzados sobre su pecho mientras le fulminaba con la mirada. Cuando había soltado ese comentario que sonaba a celos, y después le había mirado de arriba abajo como si le estuviese devorando con los ojos, casi olvidó por un momento que ya no era humano. Pero cuando se acercó tanto que ella tuvo que cerrar los ojos, se dio cuenta de que probablemente la estaba asustando – porque, de hecho, no era nada humano. Si no hubiera notado como se pegaba contra la pared como si buscara crear espacio entre ellos, probablemente habría terminado haciendo todo lo que le había dicho. Salazar sabía que se moría de ganas desde el primer momento que la vio.
Se alejó de ella esperando que saliera corriendo, y cuando Hermione hizo todo lo contrario, trató de alejarla. Pero ella no se dejó pisar y le dijo unas cuantas cosas que no le estaban dejando dormir.
¿Tenía razón? ¿Estaba victimizándose? Era cierto que cada vez que ella decía algo relativo a su maldición, él tendía a tomárselo como algo personal. Como un insulto. Sabía que el día anterior había exagerado al marcharse, pero su experiencia personal era la que le había hecho revivir el rechazo a través de sus palabras. Y después, cuando Dobby le dijo que había oído a Hermione hablando con alguien a quien aparentemente quería ver, se dejó llevar por los oscuros pensamientos que tantas veces le habían mantenido en un constante estado depresivo. Temió que ella pretendiera marcharse, cansada ya de él. Así que dejó de comer con ella con la esperanza de evitar escuchar como ella se despedía.
Pero le acababa de dejar claro que no se iba a ninguna parte. Que no pretendía parar hasta encontrar la cura de su maldición. Eso por no entrar a considerar que, a pesar de su inhumano aspecto físico, había admitido que estaba interesada en él.
¿Tendría razón? ¿Existiría una cura para su maldición? Habían pasado mas de cien años, y la magia había avanzado muchísimo. De hecho, si había avanzado tanto como para que se pudiese utilizar la tecnología muggle sin interferencias en un entorno mágico, ¿quién decía que no había alguien capaz de encontrar una cura a su maldición?
Lo que había descubierto de Hermione Granger durante las pasadas semanas le indicaban que era una bruja excepcionalmente inteligente, y Draco tuvo la certeza en ese momento de que, si alguien podía salvarle, era Hermione Granger.
.-.-.-.
― Buenos días, señorita Granger ― saludó Draco la mañana siguiente cuando Hermione entró en el comedor para desayunar.
― Buenos días, Draco ― oír su nombre de sus labios le hizo sonreír ―. Y por favor, llámame Hermione. Creo que hemos pasado juntos suficiente tiempo como para dejar las formalidades a un lado.
Draco asintió, tratando de disimular su sonrisa, mientras ella se sentaba junto a él para desayunar. Pasaron unos minutos en silencio mientras comían, hasta que ella lo rompió.
― Como te dije anoche ― se limpió la boca con la servilleta antes de seguir hablando ―, tenemos mucho que hablar. Lo primero, me gustaría saber si tienes acceso a la Biblioteca de la Mansión Malfoy. Por lo que he leído en los registros, esta es la mansión de Invierno ― puso los ojos en blanco ―. Entiendo que la biblioteca de la familia será más extensa…
Draco terminó de beber su té, y con los codos apoyados en la mesa y las manos bajo la barbilla, inclinó la cabeza hacia un lado, observándola con atención.
― En efecto, la biblioteca de Wiltshire es más extensa. No he probado a ir nunca, ya que di por hecho que mi padre me había bloqueado el acceso a la mansión.
― ¡Genial! Vamos, entonces ― exclamó Hermione emocionada, levantándose y acercándose a la enorme chimenea que había en el comedor.
Draco no se movió, se quedó en su asiento mirándola con una ceja alzada.
― ¡Vamos! ― dijo ella impaciente, cruzando los brazos bajo su pecho ― Cuanto antes vayamos, más tiempo para investigar tendremos.
― Señorita Grang… Hermione ― se corrigió Draco ―. No sé ni si vamos a poder acceder, y aún en el caso de que podamos, no creo que sea seguro.
― ¿Qué se supone que significa eso?
― No te ofendas, no te estoy insultando ― Draco se acercó a ella con gesto serio ―. Pero creo que debo recordarte que mi familia era purista, y mi padre detestaba a cualquier bruja o mago que no fuera sangre pura ― ante el gesto de sorpresa de Hermione, Draco soltó una pequeña carcajada ―. Hermione, ¿recuerdas que llevo vivo más de cien putos años? Conozco a todas las familias mágicas, tanto puras ― dijo haciendo comillas con los dedos ― como mestizas, y el apellido Granger no es mágico.
― Que sea nacida de muggles no implica que no pueda defenderme, Malfoy ― siseó ella.
― No te confundas, Granger ― contestó él en un tono entre molesto y divertido algo extraño ―. Creo que te estás olvidando del motivo por el que tengo el aspecto que tengo. Yo no soy mi familia, ni tengo las mismas creencias misóginas y racistas. No dudo de tu capacidad como bruja, pero conozco hasta que punto llegaba el odio de mi padre y de lo que era capaz, y sé que puede haber protecciones de sangre que te detecten. Mi maldición no es nada comparado a lo que te puede pasar allí. Me temo que voy a tener que ir solo la primera vez para intentar desactivar todas las protecciones de mi padre.
Draco se mordió el interior del moflete para evitar sonreír cuando Hermione suspiró y descruzó los brazos como lo haría un niño pequeño cuando no se salía con la suya.
― Está bien, lo que dices tiene bastante sentido ― Draco sonrió burlón cuando le dio la razón ―. Pero ― añadió ella entrecerrando los ojos y señalándole con el dedo ―, en cuanto te asegures de que no haya ningún peligro ni para ti ni para mi, tienes que volver.
Draco puso los ojos en blanco pero aceptó sin rechistar. Tras asegurarse de llevar su varita, abrió la red Flu y cogió un puñado de polvo, colocándose frente a la chimenea.
― ¿Draco? ― notó la mano de Hermione tirando de su muñeca y se giró para mirarla ― Ten cuidado.
― ¿Preocupada por mi, Granger?
Hermione puso los ojos en blanco, pero sonrió.
― No tendría mucho sentido que te mataras si estamos intentando salvarte, ¿no, Malfoy? ― bromeó ella, para después ponerse algo más seria y mirarle fijamente a los ojos ―. Pero sí, me preocupo. No quiero que te pase nada.
Draco no se esperaba que ella admitiera algo como aquello, y se quedó sin saber qué decir. No solo por el hecho de que Hermione Granger, la bruja que le quitaba el sueño desde hacía varias semanas, admitiera preocuparse por su bienestar tan abiertamente; sino porque Draco no recordaba cuándo fue la última vez que un ser humano había mostrado tal preocupación hacia su persona.
La mano de Hermione comenzó a soltar su agarre sobre su muñeca, y Draco finalmente salió de sus pensamientos y reaccionó. Antes de que se soltara, giró la mano y atrapó la suya, entrelazando sus dedos y dando un paso hacia ella.
― Te prometo que tendré cuidado.
.-.-.-.
Pocas horas después, Draco estaba de vuelta en la mansión de invierno. Decir que estaba sorprendido por lo que había encontrado en Wiltshire era quedarse corto.
Había esperado encontrar todo tipo de protecciones y maldiciones al atravesar la chimenea del hogar en el que había crecido, pero sin embargo, no había pasado nada. De hecho, no había dado ni dos pasos en el gran salón cuando Tipp, una de las elfas domésticas de su familia, apareció casi llorando por el regreso de su amo. Le llevó hasta la salita en la que su madre solía pasar el tiempo leyendo o bebiendo el té, y descubrió un enorme retrato de su madre.
― ¿Draco? ¿Eres tú?
Oír y ver, aunque fuera en pintura, a su madre después de más de 100 años sin verla, hizo que cayera de rodillas frente al cuadro y sus ojos se humedecieran.
― ¿Madre?
― Oh, Draco… ¡Pensé que nunca más te vería! Creía que habrías muerto hace muchos años ya…
― La maldición… No puedo morir, y envejezco muy despacio. Si fuera humano, no creo que mi aspecto fuera mayor de 30 años. Tengo mis teorías de por qué…
― Ya imagino. 150 años son muchos años para que alguien con una mente tan brillante como la tuya no descubra por qué no envejece. Qué feliz estoy de verte, Draco.
― Yo también, madre…
― Pero dime, ¿qué haces aquí?
Draco procedió a contarle a su madre lo ocurrido las pasadas semanas, desde la llegada de Hermione Granger a su vida. Cómo él se había dado por vencido, cómo había perdido las ganas de vivir, hasta que Granger llegó y puso su vida y sus emociones patas arriba. Y cómo ella estaba determinada a romper la maldición, incluso a costa de su trabajo.
― Fue a ella a quién se le ocurrió venir aquí y visitar la biblioteca para buscar información.
― ¿Ha venido? ¿Dónde está?
― No madre, no la he dejado venir. Temía que padre hubiera dejado protecciones en la casa y no estaba dispuesto a que le pasara algo. Ella… bueno, ella no es sangre pura.
― Oh, entiendo. Pero no hay qué temer. Tu padre murió mucho antes que yo, por lo que me aseguré de eliminar cualquier barrera creada por él… solo por si alguna vez decidías volver a casa… ― Narcissa Malfoy sonrió tristemente ―. Ahora vete, ve a buscar a esa inteligente bruja que te tiene tan cautivado y traéla aquí. Tengo el presentimiento de que entre los tres vamos a lograr encontrar la solución a esto.
Solo por si acaso, antes de volver, había pasado varias horas recorriendo la mansión completa y asegurándose de que realmente era un sitio seguro para Granger. No se había molestado en corregir a su madre cuando había dicho que le tenía cautivado; al fin y al cabo, era cierto. No estaba enamorado, no aún, ni tan rápido, pero sí que estaba en el camino de hacerlo. ¿Cómo no? Ella era hermosa, fuerte, independiente e inteligente, y además, no le importaba su aspecto. Era imposible que su corazón no latiera un poco más rápido cada vez que estaba con ella.
