—¡No lo hagas, Valt!
El fuerte grito proveniente de la pequeña habitación asustó a un par de pájaros que descansaban tranquilamente en el balcón.
La respiración agitada del chico empezó a descompensarse cuando notó que por fin había despertado, se tallo los ojos con las manos como puños, agresiva e incesantemente para asegurarse que esta era la vida real.
"Lo bueno que mis padres no están en casa", pensó con cierto alivio, recordando a sus progenitores que el día anterior le avisaron sobre salir desde muy temprano a hacer unos preparativos del otro lado de la ciudad. No sabía cómo reaccionarían si lo escuchaban despertar de esa forma poco agradable.
Respiro a un ritmo lento y calmado en un intento de despejar esa inesperada pesadilla. Se levantó de la cama para ir al baño y lavarse la cara, después no lo pensó mucho y fue directo a realizar su rutina diaria.
Ese día desayunaba cereal, nada complicado pues no tenía muchas ganas de cocinar ni mucho más. Cuando vertió la leche en el plato sintió una vibración proveniente de su teléfono, con curiosidad lo tomó pensando que seguramente Ben le reclamara por no llamar temprano.
Sin embargo cuando vio que se trataba de un mensaje de Daigo se sorprendió un poco, lo leyó mientras llevaba la cuchara con cereal y leche a su boca.
"Hola, ¿estás ahí?"
Tecleo la respuesta con su mano desocupada.
"Claro, solo desayuno un poco"
"Oh, está bien, te llamaré más tarde"
Muy bien, eso era extraño.
Hace un largo tiempo que Ken no tenía muchas noticias sobre sus amigos en Beigoma, la última vez que los vio fue durante el torneo nacional y quedaron en muy buenos términos, aun así la distancia era un factor determinante para desconectarse de ellos con facilidad.
Por eso le intrigaba un poco el repentino mensaje de su amigo gótico, si fuera Valt o Rantaro los que quisieran hablar con él atribuiría su mensaje a algo más casual pero Daigo era alguien más serio.
No dejo de pensar respecto al tema durante todo su desayuno.
Terminó y continuó con su día normal, fue a su habitación donde espero a que Daigo llamara.
Mirando a través de la ventana recordó esa pesadilla que quería olvidar.
Por alguna extraña razón dentro de su sueño estaba en la academia Beigoma con los demás chicos del club, todos estaban muy felices y divertidos con el entrenamiento, planeando nuevas estrategias, en fin, pasaban el mejor de los momentos como en los viejos tiempos o al menos la mayoría de ellos lo hacía.
Rantaro y Wakiya se desafiaban con la mirada como siempre pero había una interacción bastante cercana entre ellos que nunca antes vio, las personalidades ligeramente introvertidas de Daigo y Shu lo hacían sentir muy cómodo así que platico con ellos al inicio. Sin embargo, después de un rato se dio cuenta que faltaba cierto chico de extravagante cabellera azul entre ellos; examinó con la mirada el lugar pero no pudo dar con el.
—¿Dónde está Valt? —preguntó al par con el que hablaba, ellos intercambiaron miradas confundidos lo cual le dio un mal presentimiento.
—¿De quién hablas? —cuestiono Daigo ciertamente extrañado.
—¿Como que de quien? —pregunto Ken exaltado—. ¡Valt, Valt Aoi! Un niño de este tamaño, cabello azul, muy gritón y un poco molesto.
Shu y Daigo lo miraban incómodos, como si repentinamente le hubiera salido otra cabeza, comenzó a desesperarse un poco así que fue con Wakiya y Rantaro que observaban en silencio su conversación anterior.
— ¿Ustedes si saben de quien hablo, verdad? — Ken deseaba aferrarse a alguna esperanza de que ese par lo apoyara, pero al ver cómo sus rostros dibujaban una mueca de extrañeza supo que estaba solo.
Antes de poder continuar replicando al respecto la puerta de la terraza fue abierta agresivamente, todos miraron donde el estruendo nació y Ken se encontró con una sorpresa más que desagradable.
Ahí de pie, el chico que momentos atrás buscaba con desespero los miraba a todos y cada uno de ellos con una expresión más fría que el hielo y una pose más firme que un roble. Ken no supo muy bien porqué pero sus instintos le indicaban huir a toda prisa, el miedo le recorrió de pies a cabeza y su corazón empezó a acelerarse en cuestión de segundos.
Valt no decía nada, permanecía en un silencio irrompible. El titiritero notó que en las manos del chico sostenían dos instrumentos poco usuales pues en la mano derecha llevaba un arco muy grande para su tamaño, en la izquierda llevaba un carcaj con varias flechas dentro.
"Son cinco", pensó el azabache inconscientemente después de contarlas. Su corazón latía lleno de miedo aún pues el ambiente tenso y extrañado que los chicos del club transmitían era difícil de ignorar.
—¡Largo de aquí! —gritó Rantaro completamente enfurecido hacia el chico, Ken naturalmente se sorprendió.
—¡Muérete idiota!
Esta vez fue Shu quien soltó tan terribles palabras, el portador del bey Kerbeus no cabía de la impresión.
Más bramidos y reclamos fueron soltados inexplicablemente contra el pequeño Valt, su mejor amigo, del chico que los había reunido como un equipo y como amigos en primer lugar.
Aoi no decía nada para defenderse, solo los examinaba uno a uno y, a pesar de su expresión seria, su mirada transmitía un enorme sentimiento de burla y superioridad contra ellos.
—¿Qué sucede? —empezó a decir Ken en medio de los gritos y reclamos, nadie le prestó atención ni antes ni después—. ¿Por qué le gritan así? ¡¿Qué diablos es todo esto?!
Repentinamente Valt chasqueo los dedos y todos se detuvieron, quedaron como congelados en el tiempo. Kensuke observó la escena sorprendido y luego se miró a sí mismo, sorprendido e intrigado pues el si podía moverse con naturalidad.
Miró al de cabellos azules quien posó su mirada frívola sobre él, se acercó hacia él a pasos lentos y alargados pasando de largo a sus demás amigos.
—Oh Ken.
Finalmente Aoi decidió comenzar a hablar pero no fue de la manera en la que Ken esperaba pues su voz, al igual que toda su actitud, transmitía un terrible e inexplicable sentimiento.
—Eres tan tonto e ingenuo como siempre —solto en medio de un frío suspiro el menor—. Crees que vale la pena pasar el tiempo con ellos pero no es así, ellos son unos simples perdedores más del montón.
—¿De qué hablas? ¿Por qué dices esas cosas?
Ken no podía creer lo que escuchaba de Valt, el chico se detuvo a menos de un metro de distancia de él. La tétrica mirada carente de brillo como la de un muerto que poseía se vio opacada por la amplia sonrisa siniestra que le secundo.
Valt hizo a un lado el arco que ocupaba su mano y la extendió al contrario, en un extraño y amenazante gesto de amabilidad.
—Déjalos, yo me encargaré del resto. Te aguardan mejores cosas, solo tienes que hacer lo que te diga.
Cada célula del cuerpo de Ken le gritaban que se negara, que huyera de ahí mientras podía hacerlo. El titiritero miraba a Valt de pies a cabeza preguntándose, ¿dónde quedó ese niño tierno y enérgico que era uno de sus mejores amigos?
Alzó su mano hacia la de Valt, este amplio su sonrisa sin embargo Ken frunció el ceño y soltó un rápido manotazo sobre la mano de Aoi.
La mirada de Valt se oscureció aún más apenas notar su rechazo, repentinamente sintió una fría ventisca, helada y sombría. Los músculos de Ken se tensaron como si estuviera a punto de congelarse, apenas podía mover las puntas de sus dedos.
Valt se dio la media vuelta, reafirmó su agarre sobre el arco y sacó una flecha de su bolsa, apuntó directo hacia Daigo.
—Entonces muere con ellos.
Lanzó la flecha haciendo gala de la gran fuerza que poseía; cuando la flecha dio contra el chico gótico este se desmoronó como cristales rotos.
Ken sintió un miedo que jamás había experimentado, se quedó sin palabras y no podía hacer nada para detenerlo, solo observó al chico de cabello azul apuntar con su arco y lanzar una flecha hacia Rantaro quién terminó con el mismo destino que Daigo.
—¿Viste? Pude terminar con ese debilucho como siempre, ahora observa cómo mató a su estupido novio.
Apuntó hacia Wakiya, no disparó al instante, parecía saborear el momento.
—Eres un mediocre, patético frente a los otros niños ricos —dijo Valt sin dejar de amenazar con su arma al chico inmovil—. Por eso vienes aquí con la gente común ¿Verdad? Solo así puedes ser el mejor de lo peor.
Finalmente dejó de tensar la cuerda del arco y la flecha salió a una velocidad increíble contra el rubio adinerado, este se partió en cristales aún más pequeños y finos que los anteriores.
Sin inmutarse por el terrible acto cometido, Valt se volteo hacia Shu, no se movía en absoluto como todos los demás pero aún así podría tener una mirada llena de furia y repudio.
Ken observó como Valt disminuyó la velocidad de sus movimientos, caminó hasta quedar a pocos pasos de Shu y posó con una extraña tranquilidad y delicadeza la palma de su mano en la mejilla del albino.
Susurró algo tan bajo que fue inentendible para el titiritero. Valt se apartó del albino y le apuntó con su arma.
—Y tú … ¡Eres el peor de todos, maldito doble cara!
La fecha atravesó al albino por el pecho justo encima del corazón, después de varios segundos la figura de Shu se desprendió en pedazos más grandes que los demás.
Ken ya no podía soportarlo más, los músculos alrededor de sus ojos temblaban incesantes, pareciera que en cualquier momento soltaría a llorar pero no podía hacerlo pues, sus músculos retraídos no se lo permitían.
Aoi volteó hacia él, guardó completo silencio cuando tomó la última flecha que le quedaba y le apuntó con esa mirada fría de por medio.
—Lo lamento Ken, pero si no estas conmigo estas en mi contra.
La flecha se aceleró directamente a su ojo derecho, antes de que lograra darle despertó abruptamente.
Un sonido particular lo despertó de su ensimismamiento, miró a su escritorio donde su celular reposaba y emitía esa tonada de siempre cuando lo llamaban. Muy en el interior supo que se trataba de Daigo así que no tardó en atender la llamada.
Después de los saludos usuales intercambiaron unas cuantas palabras, la llamada finalizó en un intervalo de menos de cinco minutos.
Y a pesar de la brevedad descrita, la conversación fue lo suficientemente tensa como para alterar a Ken.
Guardo algunas cosas en su mochila y pidió o más bien, rogó el permiso de sus padres para salir esa misma noche en el tren para llegar a Beigoma.
Cruzo los dedos cuando la noche llegó, esperando que la pesadilla no se repitiera.
Esperando que lo que Daigo quisiera hablar con él con tanta urgencia se tratara de una cosa diferente.
