Daré las indicaciones de siempre.
Aclaraciones:
Narración.
— Diálogo —
"Pensamientos".
Recuerdos.
Advertencias:
Posible OoC en los personajes.
Género: Romance | Drama.
Clasificación: T.
Disclaimer: La serie y sus personajes no me pertenece a mí, sino a ®Masashi Kishimoto.
Nota de Autor:
Si hay algún comentario o disconformidad, por favor no duden en dejar su opinión abajo en la cajita de comentarios, sus observaciones serán siempre apreciadas. Recuerden dirigirse a los escritores siempre con respeto, yo les responderé en la medida de lo posible. Muchas gracias por leerme, hasta la próxima.
Capítulo VIII.
«La maternidad es la mayor apuesta de todas, es abrumadora y da miedo, pero al mismo tiempo, es el acto de mayor optimismo que realizamos en la vida».
Gail Tsukiyama.
Positivo.
Sakura entró en pánico, estaba tan acostumbrada a los resultados negativos que esperaba que este también lo fuera. En el fondo, como mujer, conociendo todos los cambios que estaba experimentando su cuerpo, sabía que no sería así. Trató de mantener la compostura, pero terminó hiperventilando con Neji sosteniéndola porque sus piernas se habían vuelto de gelatina.
— Estoy aquí — murmuró suavemente a su oído —. Estoy aquí, te tengo. Respira.
Ella apretó las manos sobre las mangas de su camisa, esto no podía estar pasando, no esta vez. Aún no encontraban una solución a un problema cuando ya se les presentaba otro en puerta.
— Neji… — dijo con la voz rota, llena de miedo e incertidumbre.
— Encontraremos una solución — determinó sin ápice de duda.
Si él estaba igual de asustado que ella no lo demostraba, porque su rostro continuaba con esa expresión serena imperturbable casi permanente. Pocas veces Neji había perdido el control de sus emociones, no en público por lo menos. A ella siempre le permitía leerlo, en esta ocasión no podía. Tal vez intentaba mostrar su apoyo manteniendo la calma, ya que ella estaba temblando del miedo y al borde de las lágrimas.
— ¿Y si está equivocado? — cuestionó —. Las pruebas caseras pueden dar falsos positivos, ¿no es mejor una prueba de laboratorio?
— Tendrías que dejar un registro — replicó él, sabía que no sería fácil hacer una prueba de forma anónima y, si fuera el caso, involucraría a más personas.
— Pero…
— Sakura, ambos sabemos lo que dirá la prueba — musitó, meciéndola suavemente mientras ella se agitaba con pequeños espasmos.
— Neji… — estaba aterrada.
Ninguno de los dos quería que su hijo sufriera el mismo destino que él y si el Clan se enteraba antes de que tuvieran una salida sería su fin. Neji recibiría un castigo ejemplar y su hijo sería marcado de por vida, condenándolo al servicio del Souke.
— Encontraremos una solución, te lo prometo.
.
.
.
Neji se había ido con la premisa de volver en cuanto estuviera libre, le desagradaba la idea de dejarla sola con Itachi Uchiha, a pesar que era consciente que no sería capaz de atacarla tan mal herido. De hecho, ella misma dudaba que despertara pronto. Su cuerpo se encontraba demasiado magullado, sin chakra y sin fuerzas para levantar un dedo. Sakura no lo consideraba una amenaza, pero su pareja no estaba satisfecha con su afirmación y, ahora que sabían que estaba en cinta, menos la dejaría por tanto tiempo.
Apreciaba la dedicación de Neji, pero le importaba mucho más que encontrara una solución. Quería casarse con él sin ceñirse a las reglas estrictas del Clan y, sobre todo, ninguno tenía la intención de que su futuro hijo o hija fuese marcado de por vida, convirtiéndole en un esclavo. Neji había tenido que soportarlo por el tiempo suficiente como para buscar una solución para no condenar a sus hijos.
Lo extrañaba, más ahora que estaba consumida por la angustia. No obstante, este tiempo le daba un poco de margen para revisar de nuevo a su paciente. Atender heridas graves en un domicilio estaba prohibido, de hecho, cada vez que Kakashi se presentaba con ese cuadro ella optaba por mandarlo al hospital si el daño era demasiado serio. Operar estaba más que contraindicado, pero como él no era un paciente cualquiera, tuvieron que echar mano de todo lo que estuviera a su alcance.
No era suficiente, necesitaba medicamento, también análisis. Había pedido a Shizune un kit de extracción, debía sacar sangre mientras la hierba todavía estuviera en su sistema. Debido al débil rastro, calculó que llevaba varios días de haberla consumido y pronto estaría fuera de su sistema. La droga que le suministraron no solo restituía su sangre, también la limpiaba de cualquier aspecto negativo que afectara su cuerpo para una recuperación total.
Necesitaba esos análisis, de la misma manera que necesitaba solucionar todos los problemas que se le venían encima.
— Un paso a la vez — se dijo a sí misma.
Neji decía que su mayor debilidad era querer solucionar todo al mismo tiempo, querer ayudar la mayoría del tiempo le jugaba en contra, y eso la orillaba a entrar en situaciones de las que a menudo le costaba salir. Por suerte él siempre estaba cerca, pero debía aprender a lidiar con las situaciones por su cuenta y no depender siempre de su brillante novio.
— Tú eres inteligente y capaz, solo dejas que la frustración te gane — había dicho Neji en una ocasión —. Permítete respirar, cierra los ojos y respira hondo y despacio. Hazlo hasta que se aclare tu mente.
En aquel momento le pareció inútil, pero, conforme lo hacía, se dio cuenta que tenía razón y entre más se centraba en su respiración menos ansiosa se sentía. Fue así como él la introdujo en el mundo maravilloso de la meditación, fue así como tuvieron un pasatiempo más en común y fue así como conseguían mantener el equilibrio en aquella relación secreta que tanto les pesaba no poder decir a ambos.
Soltó el aire, sacó un pedazo de pergamino del escritorio ubicado en una esquina de su habitación e invocó un ave. Escribió una nota en clave por si alguien la interceptaba, lo dudaba, pero nunca estaba de más ser precavida. Esperaba que Shizune llegara rápido para que recogiera la sangre y le llevara suministros, Itachi estaba deshidratado, necesitaba fluidos.
.
.
.
La consciencia o la falta de ella era algo curioso, iba y venía sin una frontera claramente delimitada, sin ninguna dirección. En ocasiones Itachi ascendía desde la nada hasta una vaga y distante consciencia de ser, y la misma vaga y distante consciencia de la negra nada. Luego se hundía en una espesa nube negra hasta que la marea de consciencia volvía y lo empujaba a la superficie como un objeto a la deriva en el mar.
En una ocasión había percibido figuras, luces brillantes, primero frío y luego calor, después una sensación de bienestar, esa sensación familiar de estar en casa. Después había desaparecido.
No estoy muerto.
Ese fue el primer pensamiento coherente de Itachi. Claramente había sido consciente de otras cosas: dolor, ruido, voces indescifrables, no reconocía ninguna, pero había un aroma suave que filtraba por sus fosas nasales y le hacía respirar con tranquilidad. Lo reconocía, sabía que pertenecía a una flor, solo que no recordaba cual y, entre más lo intentaba, más rápido se hundía en ese pozo negro llamado inconsciencia y volvía a ser solo un punto de luz en lo profundo de esa oscuridad.
No estaba muerto, ¿pero cuánto tiempo más seguiría así?
.
.
.
Neji se obligó a dejar a Sakura para poder entrar a la biblioteca del Clan.
Cualquiera que lo viera rodeado de un montón de libros y pergaminos diría que era un estudioso, un perfeccionista. Nadie lo cuestionaría por satisfacer su curiosidad, por leer las bases en las que están cimentadas las reglas de su familia. Por supuesto, Bouke y Souke no se mezclaban a pesar de que llevaban la misma sangre. Cada rama tenía sus propias reglas, pero todos se regían por una sola: No deshonrar a tu Clan.
Y, tener un hijo fuera del matrimonio con una mujer que además no era aprobada por ellos, definitivamente era una deshonra atroz. Los castigos en su familia solían ser despiadados y crueles. El mismo Sello del Pájaro Enjaulado en sí mismo era un terrible castigo. Que otra persona tuviera poder sobre tu cuerpo, sobre tu mente, era un enorme castigo para aquellos que apreciaban su libertad. Precisamente era lo que deseaba evitar para su hijo, para Sakura y para él mismo.
Desde niño, Neji deseó con todas sus fuerzas la suerte de sus primas. Tenían a su padre, podían caminar por las calles con la frente en alto sin miedo a las miradas curiosas, a la tristeza que provenía de los corazones más bondadosos o la lástima de aquellos que no sabían si sentirse tristes o afortunados por su suerte. No quería esas miradas para su hijo, no quería una maldición, para ninguno.
— ¿Neji-niisan? — escuchó la grácil voz de Hinata.
No se sobresaltó, había ignorado deliberadamente los pasos vacilantes sobre la madera esperando que pasaran de largo a otra sección de la biblioteca. Además, activaba su Byakugan cada tres minutos, así, si alguien se dirigía hacia él tendría el tiempo suficiente para reubicar los libros y dejar los menos sospechosos sobre la mesa (como claramente lo había hecho en ese momento). De esa manera pensarían que su interés estaba en modificar sus técnicas y no en encontrar una fragua en su reglamento para librarlos del pequeño problema que los mantenía ocultos de las miradas curiosas.
— Dígame, Hinata-sama.
Las mejillas de ella se ruborizaron, para nadie era un secreto que su primo había crecido y se había vuelto más atractivo de lo que era en la niñez. Ser familia no significaba ser ciega, aunque muchos lo creyeran por el color de sus ojos. Siendo tímida, las interacciones con personas del sexo opuesto, así fueran su familia, siempre lograban ese efecto.
Con Neji y Naruto eran un poco más visibles que con el resto.
— Tenten y Lee han venido a buscarte.
Él asintió con el semblante impasible a pesar de la frustración que empezaba a sentir cada vez que intentaba investigar.
— Iré en seguida — replicó cerrando libros y enrollando pergaminos.
Hinata no se movió, retorció las manos y, por una vez, agarró valor para preguntar lo que quería desde hace mucho.
— Buscas una salida a las reglas del Clan, ¿verdad?
Neji se quedó inmóvil, ¿cómo podía saber su prima lo que hacía? Había sido cauteloso, planificó los libros que tomaría y con cuales camuflaría en caso de que alguno de los ancianos o su tío pasara por ahí. Preparó incluso un justu especial para ocultar aquellos que fueran prohibidos y, por ende, más importantes. Así podría leer sin generar sospecha. Nadie podía acusarlo de descuidado, entonces, ¿cómo lo sabía Hinata?
La respuesta era simple, ella también lo había pensado, pero seguramente jamás se atrevió a desafiar sus propios límites, ni arriesgarse a ser acusada de traición. Quería a su prima, se arrepentía de haber estado a punto de matarla, pero sabía que tenía una inclinación a complacer a su padre que, a veces, podía nublarle el juicio. Le desagradaba la idea de estar en sus manos si disponía contarle su secreto.
— ¿De qué hablas?
Ella jugó con sus manos y el dobladillo de su camisa antes de desviar la mirada con las mejillas enrojecidas.
— Naruto me lo dijo — tartamudeó.
— ¿Disculpa?
— El cree que no se lo dicen porque temen su reacción, pero yo le dije que es más complicado y que tiene que ver con el Clan.
El shinobi ahogó un juramento, ¿cómo demonios se había dado cuenta Naruto y porque se lo había dicho a Hinata? Ahora tenían un problema más grande que debían solucionar de manera inmediata, tanto como sus compañeros de equipo le permitieran.
Neji guardó silencio mientras acomodaba los libros y los pergaminos, se encontraba en una posición difícil en ese momento.
— Neji-niisan — él la miró, tenía una mirada suave y una sonrisa llena abatida —. No le diré nada a nadie, solo… solo quería que supieras que estoy dispuesta a ayudarte, si me dejas.
Él permaneció en silencio unos minutos, conocía a Hinata, sabía que era una chica demasiado buena y demasiado frágil para su vida como kunoichi, incluso para ser considerada como futura líder del Clan. Poseía esa información quien sabe desde cuándo, lo tenía en sus manos, de haberlo deseado en este momento estaría ante el consejo siendo castigado, exiliado, o posiblemente recluido en una celda por el resto de su vida. Pero no, ahí estaba ofreciéndole su ayuda.
Confiaba en ella, así que asintió. Hinata amplió su sonrisa, en realidad le alegraba mucho poder ayudar a su primo después de que su familia le causara tanto sufrimiento. Una pequeña acción en medio de tanto dolor.
— Hablaremos cuando regrese — dijo él guardando el último libro en la solapa de su camisa —. Gracias, Hinata-sama.
Se retiró con una pequeña reverencia, y ella recordó pedirle que de ahora en adelante dejara las formalidades. Porque para Hinata eran iguales, sin divisiones, sin reglas.
Sin distinciones.
