TW: Disociación

—¿Por qué hiciste eso?

Ginny levantó la mirada desde donde no se había movido hacía al menos los últimos cinco minutos, agitando la pierna de arriba a abajo nerviosamente.

—¿Qué de todo? —preguntó ella con un hilo de voz.

Harry suspiró, tratando de armarse de paciencia y calma, sin pensar en la reacción de Draco. No, eso debía confrontarlo después; porque allí, frente a él, una de sus mejores amigas parecía a punto de tener una crisis.

—Venir acá, besarme, intentar que sucediera algo más —contestó simplemente.

La pelirroja se acomodó en el asiento, estirándose hacia atrás y con sus orbes cafés perdidos en algún punto de su rostro.

—Tú también lo hiciste —dijo, pero parecía más una forma de excusar su comportamiento.

El pelinegro nuevamente dejo salir una larga respiración, tratando de no perder la paciencia, que no tenía mucha.

—Te estoy preguntando por qué viniste en primer lugar, y sí, correspondí a tu beso. Al final, Ginny. Y no debí haberlo hecho. Si no fuera por Draco... —se interrumpió, sin saber muy bien qué decir—, estarías peor ahora, sintiéndote culpable de no sé qué.

Ella se agitó su cabello, mirando a un punto blanco de la pared.

—Theo y yo hemos estado durmiendo juntos por meses —confesó débilmente, su frente arrugándose cómo si estuviera recordando algo que no era de su agrado.

—Bueno, obviamente--

—No, Harry. Por varios meses. Antes de la primera vez que nos besamos en frente de todos —lo interrumpió, parpadeando para ahuyentar las lágrimas, o eso creía él.

Quizás era estúpido, pero no entendía qué tenía que ver con lo que acababa de pasar. Se ajustó su ropa, en busca de la pregunta correcta. Sin tratar de sonar raro, o grosero, o--

—Hoy me enteré que a pesar de que en ese momento me haya dicho que no, se acostó con varias mujeres además de mí —susurró, mordiéndose el labio.

Bueno, eso era--él mismo no sabía qué sentir respecto a eso.

Por un lado, no eran nada, Ginny no tenía por qué pedirle cuentas. Pero él le había mentido, le dijo que era la única cuando claramente no fue así. Y estaba jodido, porque esperaba que hubiese usado condón o él mismo se encargaría de castrarlo.

Bueno, eso era una prioridad.

O la mejor manera de no hablar de sentimientos.

—¿Vas a ir a la clínica? —preguntó, tratando de sonar casual.

Las cejas de Ginny se arrugaron con confusión, enfocando la vista y Harry elevó las cejas; intentando que entendiera sin necesidad de palabras. Funcionó, el reconocimiento llegó a su cara; sus ojos oscureciéndose ante la realización.

—Mierda, ni siquiera había pensado en eso —se tapó la cara con las manos—. O sea que además de todo, puede que mi jodido novio me haya contagiado una puta ETS. Genial. Simplemente Genial, Ginny. Bravo, un aplauso a tu estupidez.

Oh, está bien. No fue donde mejor partir.

Harry se rascó la barbilla, con la urgencia de decirle que lo mejor era que hablara con Hermione sobre esos temas picando en su garganta. Él no era bueno en ello, ni consolando, ni entendiendo sentimientos, ni dando abrazos. Jodidos abrazos. Algo tan normal para el resto del mundo pero que él simplemente no entendía. ¿Cuánto era el tiempo suficiente? ¿Qué tanta presión se debía ejercer? ¿Estaba bien dar palmaditas? ¿Reposar la barbilla en un hombro?

Se había criado en un armario después de todo.

—¿Qué es lo que más te molesta de todo? —decidió inquirir de manera dubitativa.

Ginny apartó sus manos, viéndolo con el ceño fruncido y sorbiendo un poco por la nariz.

—¿A qué te refieres con eso? Me molesta to--

—Me refiero a que si te molesta que te haya mentido, o te da celos que otra persona haya estado con él.

Ni siquiera lo pensó.

—Ambas.

Harry chasqueó la lengua, apoyándose en el respaldo del sillón en toda su extensión.

—¿O sea que no cambiaría nada si te lo hubiese dicho en el momento? ¿Si siempre lo hubieses sabido?

Ella lo pensó, desviando sus ojos hasta el techo y sin parar con el temblor nervioso de su pierna. Harry estaba comenzando a sudar un poco.

—Supongo que sí. No-- —se pasó una mano encima del cuello, quizás para tratar de aliviar el notorio nudo de su garganta— No me haría gracia el haberlo sabido, ¿entiendes? Seguiría molestándome. Pero--joder —volvió a sorber, cerrando al fin sus párpados— Pero me hizo creer que era la única, y...y ahora no sé si puedo confiar en que no me haga lo mismo estando en relación.

Bueno, ahora le dolía la cabeza también. Trató de respirar hondo, decirse a sí mismo que era su amiga, que ella siempre había intentado ayudarle a él.

—¿Has intentado hablar con Theo?

Ella bufó audiblemente, aún sin mover un músculo de su rostro. Lucía vacía.

—¿Para qué? ¿Para que me diga que lo siente? No quiero sus disculpas. No me va a hacer mejor. No cambia nada. Y soy demasiado débil para no caer. Solo le dije que se fuera a la mierda, que terminábamos y me fui.

Mujeres, dijo la voz que siempre aparecía cuando hablaba con una.

—Quizás sería bueno intentar entender por qué hizo lo que hizo--

—Va a tratar de excusarse, Harry. Lo conozco. Preferiría que se hiciera cargo antes de escucharlo hablar de por qué me mintió para no lastimarme o alguna estupidez así —lo cortó.

¿Qué diría Hermione? Piensa, piensa. ¿Insultaría a Theo? ¿Trataría de consolarla? ¿Darle un consejo? No sabía, no entendía. Si yo fuese ella, hablaría con él, si yo fuese ella, no le tomaría tanto peso. Es solo sexo. Es solo--

—Tal vez deberías darle un par de días a que todo se calme, y luego hablar con él —vio que ella estaba a punto de objetar, así que se le adelantó—. Para bien o para mal, Gin. Necesitas ponerle fin a esto si es que eso quieres, y necesitas hacerlo no solo por ti, si no por la banda. ¿Recuerdas lo que les dijimos cuando empezaron? Que mientras eso--

—No afectara al ambiente que teníamos estaba todo bien, si sé, Harry. Lo tengo claro.

Se mordió el labio. ¿Había sido muy insensible? ¿Debería levantarse e ir a abrazarla? ¿Darle palmaditas en el hombro y pulgares arriba en señal de apoyo?

Ella decidió por él, se levantó, arregló su corto cabello, se movió un poco el septum y lo miró desde arriba.

—Será mejor que me vaya —le dijo, para mudar su expresión a una más suave—. Lo siento por esto. Siento el haberte causado problemas, y el haber venido así.

Harry agitó una mano en un gesto que delataba que no estaba molesto. Seguro, ahora tenía que lidiar con Draco y cuál quiera sea su problema con él llevando chicas al piso, pero eso era mayoritariamente su responsabilidad.

—Está bien. No estabas pensando. Ni yo tampoco —le dedicó una sonrisa que pudo haber sido fácilmente una mueca, para luego levantarse—. Lo siento tanto, Ginny. De verdad. Espero que te sientas mejor y que se arreglen las cosas. No te mereces sufrir así, ni que te mientan. Eres una chica genial, y fabulosa, y cualquiera estaría feliz de tenerte.

No sabía si lo siguiente era darle un abrazo de despedida, pero ella pensó que sí. Así que de un momento a otro la pelirroja estaba entre sus brazos, con su olor floral avasallando sus fosas nasales y su pequeño cuerpo sintiéndose totalmente frágil contra él.

—¿Por qué no pudimos funcionar? —preguntó muy bajito.

Harry suspiró, rodeándola y haciendo pequeños círculos con la palma de su mano en la espalda de la chica.

—Eso hubiera sido tan fácil, ¿verdad? —murmuró contra su cabello, antes de apartarse y mirarla fijamente a los ojos—. Porque había algo mejor esperando por nosotros. Hay algo mejor para ambos, Gin.

Ella se mordió el labio inferior, negando con la cabeza y sus ojos llenos de lágrimas.

—Si no es él, será otra persona —aseguró, esperando que fuese verdad.

Draco llegó tres horas más tarde, abriendo la puerta de entrada con torpeza y sus ojos inyectados en sangre; la expresión furiosa no había cambiado.

Harry quería creer que no. Que en realidad, estaba viendo televisión y que si se iba a su habitación se sofocaría. Que por eso se quedó en el sillón toda la tarde. No para esperar a Draco, mirando cada cinco minutos la hora. No.

Se levantó, para enfrentarlo al fin. No lucía tan distinto a como lo había hecho horas atrás y sus ojos resaltaban aún más las ojeras bajo sus ojos y--ahí había algo nuevo. Una zona más oscura justo a un lado de la ojeras. ¿Se había metido en problemas de nuevo?

—Genial, estás tú aquí —espetó apenas lo vio, sacándose los zapatos y tirándolos donde cayeran en la sala.

—Vivo aquí —dijo Harry simplemente.

Sus fríos orbes se fijaron en él, con toda su cara contorsionada en una mueca. Arrugó el entrecejo. ¿Había bebido?

—No me digas, Sherlock —murmuró, yendo hacia su habitación—. Me gustaría que no fuera así. Me gustaría nunca haber venido en primer lugar.

Harry tuvo que morderse la lengua para no decirle que nadie lo obligó. Se rascó la parte de atrás del cuello.

—Mira, Draco —habló antes de que se fuera—. Lo siento. De verdad, no estaba planeando que Ginny viniera, y fue todo tan rápido. Ni siquiera pensé--

—Fue todo lo que te pedí —murmuró con voz ronca—. Que me avisaras. Nada más. No realmente. Lo mínimo que me debías era respetar eso.

El moreno formó puños con sus manos, ladeando la cabeza y tragándose la risa irónica que quería salir por su garganta.

—No te debo una mierda —terminó diciendo—. No hice nada malo, y fue un error--

—Si no podías respetar una simple puta condición, Potter, me lo hubieras dicho y--

—¿Y qué? —lo cortó Harry, empezando a alterarse—. ¿Nunca hubieras salido de ese lugar al que no querías volver porque algún idiota te estaba obligando a hacer cosas? ¿Al que prácticamente me obligaste que no te llevara?

Aquello logró que las líneas ya enojadas y la tensión en el cuerpo de Draco se intensificara, girándose completamente en el pasillo para enfrentarlo. Lucía dolido, pero solo por un segundo, antes de retornar a la otra emoción; la ira. Harry no lo dijo con la intención de dañarlo. O bueno, solo un poco. Pero le molestaba la terquedad con la que estaba manejando la situación.

Era solo sexo, y solo había visto unos besos, por el amor de Dios.

—¿Y qué, decidiste que era un proyecto de caridad al que aferrarte? —dijo, alzando el tono de voz—. ¿Un pobre cabrón que necesitaba ser salvado? ¿Qué tan miserable tiene que ser tu vida para vivirla a través de mí? ¡No quiero una puta mierda de ti, Potter! ¡No te he pedido nada! Solo esto. Solo. Esto.

Su pecho se agitaba acelerado, apuntándolo con el dedo índice. El moreno encajó la mandíbula.

—¡Te pedí perdón ya! ¿Qué más quieres que haga? —le gritó de vuelta—. ¿Que me arrodille, que te ruegue?

—¡Claro, porque con un puto perdón se arreglan todas las cosas! ¿No?

—¡¿Por qué mierda te importa de todas formas?! ¡Es mi puta vida, yo puedo follar con quién quiera!

Harry dió un paso hasta él, pero Draco retrocedió de inmediato, casi como de reflejo. Su ceño fruncido se intensificó.

—¡El jodido mundo no gira alrededor tuyo, imbécil! ¡Me importa una mierda a quien te quieras follar o no! —levantó la mano, y cuando el pelinegro pensó que iba a hacer algo como golpearlo, simplemente se la llevó hasta su ojo—. Mi padre, mi querido padre decidió ir a hacerme una visita hoy, ¿sabías? Perfecto. Fue a buscarme a la universidad con sus matones para llevarme de vuelta a casa y obligarme a irme del país, por lo que tuve que hacer una escena en frente de todos. Sostuve el celular en alto en medio del patio diciendo que iba a llamar a la policía —dio un paso hacia adelante, y Harry estaba más allá de la confusión—. Él no se quedó atrás, porque a pesar de querer mantener las apariencias, tiene nulo control sobre su temperamento. Entonces, ¿qué hace? Empieza a gritarme en frente de todos mis compañeros de clase que soy un maricón, que me voy a ir al infierno, que nunca más voy a volver a ver a madre, que vivo en el pecado, que le doy asco —tomó una larga respiración, y Harry no encontraba el habla—. ¿Y entonces, que hago yo? Me acerco para que deje de gritar, para evitar que me hagan la vida imposible por los próximos años y allí, mi progenitor, el que me dió la vida no encuentra nada mejor que pegarme un puto puñetazo con sus millones de anillos —sonrió, y no era un gesto bonito. Su rostro se arrugó en una expresión amarga y sus ojos se estaban poniendo rojos por aguantar el llanto—. Y luego, no encuentro nada mejor que hacer que irme, pensar a dónde puedo pedir un traslado porque es obvio que no puedo quedarme ahí y vengo a mi casa, dónde sé que puedo estar tranquilo, porque establecí unas reglas con mi compañero de piso, y al llegar me encuentro el recordatorio de que soy un bicho raro que no soporta ver ni escuchar relaciones heterosexuales porque cuando tenía putos quince años ¡me obligaban a verlas todos los días de mi vida para que pudiera sanarme de ser marica y el puto Lucius me forzó a entrar en una relación con una mujer!

Draco tropezó, apoyando su peso en la pared de su costado y bajando la cabeza. Harry lo miró por lo que parecieron horas; su cabello se estaba poniendo largo y caía libre encima de su rostro. Su ropa estaba desordenada como nunca la usaba y el color negro de sus uñas ya se estaba yendo. Él era más alto que el ojiverde, por al menos unos siete centímetros, pero ahí, de esa forma, parecía nada más que un niño que había tenido un mal día.

Algo pareció hundirse en su pecho, tratando de analizar lo que acababa de suceder. Dios, era un idiota. Y dolía, dolía pensar en un Draco golpeado, en un Draco triste. Y era su culpa. Cerró los ojos, intentando relajarse, para luego abrir y cerrar la boca varias veces, sin saber qué decir. Cuando Draco mencionó ese límite, nunca pensó, nunca creyó que--

—Mierda —susurró de forma casi inaudible.

El moreno se tragó el pequeño nudo que se había formado en su garganta para acercarse.

—Draco, de verdad--lo siento. Lo olvidé, y me confié. Y te lo digo en serio, lo siento mucho.

Pero Draco no respondió, simplemente se quedó con la frente apoyada en su antebrazo que estaba pegado a la pared y sus ojos cerrados.

—Draco... —volvió a intentar, pero el chico no mostró señales de reconocer su voz— ¿Estás bien?

Nada. Un sentimiento de preocupación invadió a Harry, que ahora estaba en el espacio personal del rubio, sin saber muy bien qué pasaba, o qué se supone que debía hacer.

Posó una mano en su espalda incómodamemte, y la respiración de Draco se aceleró solo por un segundo, pero aún no lo miraba. Parecía mareado.

—¿Quieres vomitar? —preguntó Harry con cautela.

El chico hizo el más leve de los movimientos con la cabeza, indicando que sí; así que Harry se puso a su lado, agachándose para pasar su mano que caía libre por encima de sus hombros y guiarlo hasta el baño del pasillo.

Draco se alejó de la pared sin abrir sus ojos aún, pero si mostrar signos de pelear, o de negarse. Solo dejándose hacer.

Con dificultad prendió la luz, y el olor a coco, que Draco siempre tenía, combinado con el del alcohol tendría que haber resultado asqueroso o al menos desagradable. Pero no lo era, y Harry podría haberse quedado allí por siempre.

Lo sentó en el costado de la ducha, ayudándolo a estabilizarse, y, al tocar el frío de la cerámica, abrió sus párpados.

Sus grises orbes estaban completamente desorbitados, cómo si no estuvieran presentes, y se movían por todo el lugar, buscando algo. Harry no tenía idea de qué.

Entonces, Draco miró su cuerpo, con ninguna expresión pasando por su rostro y pestañeando varias veces. Un sentimiento helado se alojó en su pecho al verlo así. Parecía una marioneta. No había emoción, su cuerpo no se movía y lucía completamente perdido.

—¿Draco...? —intentó hablarle nuevamente, tragando pesado.

Draco nuevamente apenas dió signos de haberlo escuchado; sus ojos paseando por cada centímetro de su ser.

—¿Draco, estás ahí? —trató de bromear. No fue divertido.

Luego, comenzó con el tacto. Tocaba sus brazos, sus piernas, cómo si no creyera que estuviese allí, y su respiración estaba comenzando a agitarse. Harry no entendía qué estaba sucediendo, solo que se veía muy similar a un ataque de pánico, de esos que él tenía. Sobre todo cuando Draco pasó sus manos repetidamente encima de su pecho, golpeando, haciéndose daño.

Demostrando que era real.

El pensamiento cayó sobre él y rápidamente atinó a ponerse de cuclillas, posando sus manos en las rodillas del rubio y mirando hacia arriba, tratando de captar sus ojos ausentes.

—Draco, mírame —le dijo lento, intensificando el agarre de sus piernas. Su mirada aún no encontraba la ajena—. Draco, estás aquí. Yo estoy aquí. Esto es real. Tú eres real —marcó cada sílaba para que resonara en él, pero no parecía estar escuchando.

Draco en cambio, comenzó a rasgar su pecho encima de la camiseta, fuerte, dejando marcas en su cuello.

—Draco, para —pidió Harry, tratando de tomar su mano, pero se estaba resistiendo. La tomó más fuerte—. Draco, basta.

Sus ojos grises se fijaron en él, abiertos de par en par, y su boca se movió pero ningún sonido salió de ella. Estaba pálido, y no lucía cómo él mismo. Algo en su interior se retorció.

—Estás aquí. Estás aquí conmigo y nada malo te va a pasar —murmuró, tomando sus dos manos entre las suyas y acariciando—. Shh. Estás aquí.

Y así como así, el alma pareció volverle al cuerpo. Sus ojos se enfocaron en él y retiró sus manos de las morenas de inmediato, intentando levantarse muy a pesar de que Harry aún estuviese arrodillado ante él.

—Potter--

—Te llevaré hasta tu cama —le dijo, porque necesitaba que lo que sea que fuese a decir, lo que sea, quedara para mañana. Draco estaba cansado, y triste, y un poco ebrio. No era un buen momento.

A pesar de que parecía que quería protestar, no dijo nada cuando Harry se levantó e imitó la misma posición con la que lo llevó al baño en primer lugar, apoyando todo su peso en él. Lo dirigió fuera del baño y por el pasillo hasta su habitación, con lentitud, abriendo la puerta.

Lo que vio allí no era nada del otro mundo, aunque no sabía si eso era lo que esperaba. El cuarto estaba casi vacío, salvo por unas mochilas y bolsos apilados en un mueble de la esquina y algunos cuadernos en el pequeño escritorio que antes era suyo. Además de eso, el cuarto no lucía cómo si le perteneciera a nadie, y ciertamente no a Draco. No a Draco, lleno de vida, y comentarios sarcásticos. No a Draco, con su risa que pocas veces se daba el gusto de expresar o su talento con la composición y creatividad. No. Esto era...una habitación vacía.

—Voy a darte algo. Una pastilla, o algún relajante para que puedas dormir —anunció, mientras lo sentaba en la cama.

Draco no se movió de inmediato, y Harry sintió la preocupación volviendo a él, pensando lo factible que era que volviera a pasar lo del baño; pero luego, el rubio asintió leve y esa fue su señal para ir a buscar el botiquín.

Una vez afuera, se permitió un momento para apoyarse en la pared y--relajarse. Tratar de calmar su corazón y la respiración que no sabía por qué estaba tan agitada. Nunca había tenido que contener a nadie así antes. No después de tener un arrebato de sinceridad.

Con eso eran ya dos veces en un día y Harry no mentía cuando decía que era muy malo con los sentimientos.

Se decidió por un tranquilizante que según su caja decía no tenía interacción con el alcohol y cuando ingresó nuevamente a la pieza del chico, Draco ya estaba acostado con las tapas hasta la cabeza.

—Aquí hay un vaso y una pastilla —dijo Harry tranquilamente mientras lo dejaba encima del mueble, viendo cómo pequeños cabellos rubios se escapaban desde arriba.

Draco ni siquiera se movió.

—Necesito que me digas algo. Al menos un bueno, para poder irme tranquilo--

—Bien.

La voz del chico salió amortiguada bajo las cubiertas, y Harry por fin pudo soltar el aire que estaba reteniendo en sus pulmones.

—Te veo mañana —se despidió, encaminándose hasta afuera.

Toda la situación había sido suficiente para arruinar su día. No, no siquiera esa situación. Su día había estado arruinado desde el momento en el que vio la mirada molesta y herida de Draco cuando había entrado por la tarde. Porque le había importado. Le había importado, y quizás demasiado.

Si fuera Ron también te hubieras preocupado. Si fuera Ron tampoco podrías parar de pensar en lo perdido que se veía. Si fuera Ron también te sentirías tentado a quedarte la noche en vela.

Pero Ron es tu mejor amigo, tu mejor amigo de toda la vida. ¿Y él quién es? Lo conoces hace menos de cuatro meses. Solo es tu compañero de banda y de piso. No es nada. No son amigos. No sabes nada de su vida, nada más de lo que te ha dicho. ¿Por qué tú corazón no se calma? ¿Por qué no puedes dejar de pensar en él?

Decidió que lo mejor para poder dormir era tomar un tranquilizante él mismo.

Al día siguiente, creyó que la forma idónea para disculparse en serio era hacerle el desayuno a Draco.

Se levantó más temprano que de costumbre, le hizo fruta, té, huevo, tostadas y todo lo que pudiese encontrar, solo, para dejar atrás ese trago amargo.

Se sentó a esperarlo, comiendo él solo y pensando. Pensando en qué hubiera pasado si las cosas hubiesen ido más allá con Ginny, en qué punto se encontraría ahora. Pensando en por qué se estaba forzando a ello, a sentirse normal de nuevo. Pensando en por qué esa noche de la azotea no parecía querer dejar su mente. Pensando en la ansiedad que sintió mientras miraba el reloj esperando que Draco entrara por la puerta, o la forma en la que su corazón se hundió cuando vio sus ojos perdidos.

Se ensimismó tanto, que para el momento que Draco estaba sentado realmente frente a él, con una ceja arriba y el cabello revuelto, apenas lo notó.

—Buenos días —dijo él con cautela, dando un vistazo por la cocina—. Veo que hoy madrugamos.

Harry tragó en seco, levantándose para servirle la comida que le había hecho especialmente a él, (cómo excusa también de distracción) y perdiendo su propio apetito instantáneamente.

—Se sentía lo correcto. Para pedirte perdón —murmuró, sintiendo cómo la punta de sus orejas estaban volviéndose rojas.

Draco no respondió nada ante éstas palabras, no inmediatamente, y Harry por primera vez estuvo agradecido de que estuviera de espaldas para no ver su expresión. Sin saber qué encontrar allí.

Sacó el té que estaba calentando nuevamente y le sirvió sin encontrar sus orbes, casi mecánicamente, antes de sentarse.

—Está bien —respondió lento—. Al fin y al cabo, puede que haya sobre reaccionado.

El moreno levantó la mirada de inmediato, frunciendo el ceño, encontrando al rubio con la vista fija en la comida. Seguía pálido, y alrededor de sus ojos estaba irritado, seguramente por las lágrimas o por haberlas limpiado con fuerza.

Harry pensó que no era normal seguir pensando que así se veía lindo.

—No —dijo firmemente—. No, no sobre reaccionaste. Yo fui un imbécil, no respeté tus límites y tuviste un día difícil. Tenías todo el derecho de enojar--

—Lo siento —lo interrumpió, negando con la cabeza—. Lo que sucedió fue una estupidez, y no debí haber dicho ni hecho nada. Fui un irresponsable--

—No tenemos-- —Harry lo cortó, sin estar seguro de cómo continuar. El rubio se encogió en su asiento— No tenemos que hablar de eso, si no quieres. Está bien. Y el que lo siente soy yo, Draco. Realmente.

El chico, aún sin mirarle, le dió un mordisco a su tostada, y luego un sorbo a su café, pensando.

—Lo mejor será que me vaya —susurró.

Algo dentro del pecho de Harry volvió a dar un vuelco, pero no tenía tiempo para prestarle atención, no cuando la emoción más fácil de digerir y alcanzar bajo cualquier situación era la rabia. Frunció el ceño.

—Draco, basta —habló con fuerza—. Basta de que siempre que pasa algo un poco más fuera de lo normal quieras huir, o pienses que te estoy echando. Porque no lo hago. Si te quieres ir, ahí está la puerta, no te voy a retener, pero jamás te he pedido que te vayas y es estúpido que siempre digas lo mismo —Draco lo miró a través de sus pestañas con una expresión indescifrable, Harry no terminó con el contacto visual—. No quiero que te vayas.

Era lo máximo que podía admitirle. Lo máximo que podía decir que era una verdad, o una verdad a medias, porque no estaba dicho de la forma en la que lo pensaba.

No era simplemente que no quería que se fuera.

Era que quería que se quedara.

Podía significar lo mismo, pero para Harry no. Eran dos cosas completamente diferentes y nunca podría admitir la última.

El rubio lo estudió con el ceño fruncido, pero no contestó. Tomó otro sorbo de su café, jugando con su piercing mientras un pesado silencio seguía a sus palabras.

—Draco, de verda--

—No me iré —le dijo tajante—. No mientras respetes nuestro acuerdo.

—Yo no-- —se cortó, antes de que pudiera prometerle cosas que no podía cumplir— Lo siento.

El chico rodó los ojos, pero una pequeña sonrisa amenazaba con escapar de sus labios, las esquinas de su boca curvadas hacia arriba.

—Deja de disculparte, Potter, está siendo deprimente —sacó un pequeño pedazo de fruta del envase a su lado, pensativo, con Harry siguiendo cada uno de sus movimientos—. ¿Qué hay de Ginny, en todo caso? ¿No estaba con Theo...?

Él suspiró, sacándose los lentes un momento para frotar sus ojos y pestañear, encontrando a Draco mirándolo atentamente.

—Así es, pero le mintió, y ayer terminaron así que vino aquí a-- —paró, volviendo a tomar sus anteojos— No lo sé, sinceramente. Fue un milagro que llegaras, aunque te juro que traté de detenerlo antes.

Draco no lo creía, aunque no comentó nada, apuntando con la cuchara sus lentes.

—¿Nunca has pensado en usar lentes de contacto? —preguntó, echando otra fruta a su boca.

Harry frunció el ceño, tocando sus gafas inconscientemente.

—Sí, pero nunca tuve dinero para pagarlos. Y me dan miedo —la más pequeñas de las sonrisas apareció en la cara del chico y Harry pensó si alguna vez alguien había tenido el privilegio de despertar para encontrarlo sonreír. Si alguien además de él había experimentado ese sentimiento que parecía apretar su pecho—. ¿Por qué?

Draco se encogió de hombros, mirando crípticamente directo a sus ojos. Verde y gris encontrándose por un largo tiempo.

—Tus ojos brillan más sin lentes —respondió de manera simple. Cómo si nada.

Cómo si el estómago del moreno no se hubiese apretado.

Sin saber que decir, fue su turno de encogerse de hombros, comiendo a regañadientes de su propia comida.

—Y bueno. No sé que va a suceder con ellos, pero espero que Theo no me mate.

Draco se reclinó en su asiento, cruzando los brazos por encima de su pecho y mordiendo su labio. Dios.

—No tiene por qué —pronunció lentamente—. Al fin y al cabo, él y Ginny no eran nada, y ustedes solo se besaron —hizo una pequeña pausa, con una leve arruga apareciendo en su entrecejo—. Eso creo.

—Así es —se apresuró en aclarar Harry. No sabía por qué—. Nada más.

El rubio hizo un gesto que se asemejaba a un puchero, pero era más una expresión de que en realidad, le daba igual, con las comisuras de su labio moviéndose hacia abajo.

—Por eso no soy fan de el noviazgo y esas mierdas —comentó, dándole un mordisco a su tostada—. Demasiado complicado. Demasiados problemas.

Touché, pensó él.

El resto del desayuno pasó en algo agradable, hablando de temas sinsentido y cosas que arreglar con la banda. El tema de Ginny, de Draco, y de su crisis del día de ayer dejada en el olvido.

Por el momento.

La reunión con la banda dónde se decidieron qué hacer finalmente, llegó una semana después.

Era un día helado en Londres, pero eso no era sorpresa para nadie, y estaban todos metidos en su pequeña sala que rentaban todos los meses desde hacía cinco años. Apretujados, tocando música, riendo, charlando. Felices.

Luego de una discusión y composición de nuevas canciones para un álbum, dónde Ginny se había excusado de no ir pero dijo que estaría de acuerdo con todo lo que dijeran, Theo habló.

—¿No creen que...deberíamos darle un giro a un simple álbum de amor?

Todos lo miraron con miradas interrogantes, incluso Hermione había detenido lo que estaba haciendo en su cuaderno de anotaciones para mirarlo con el ceño fruncido. El chico, no acostumbrado a la atención, tragó saliva.

—¿A qué te refieres? —preguntó Ron, dejando a un lado su bajo.

Theo se rascó el cuello, inseguro.

—No lo sé. El hecho de que hablemos solo de una ruptura me parece...

—¿Aburrido? —completó Blaise.

—Bueno--

—Estoy de acuerdo —dijo Draco, encogiéndose de hombros antes de que pudiera retractarse—. La historia puede seguir siendo de una ruptura, pero le falta algo.

Harry estuvo pensando en esa conversación durante unos días.

Tuvieron varios shows y pequeños recitales casi cada noche, dónde cada vez más público pagaba por ir a verlos, y el capital usual que poseían subía. Sus antiguos álbumes se estaban vendiendo como pan caliente y sus canciones sonaban en la radio al menos una vez por día. Tenían algunas entrevistas el mes que venía y todo estaba yendo de maravilla. Ese era su sueño.

Salvo que lo que Harry recordaba de ese mes, no era el público. Ni los shows. Ni los buenos comentarios en el blog, o la emoción de escuchar las canciones que compuso en la radio.

No, lo que Harry recordaba de ese mes era la voz de Draco en sus oídos mientras tocaba. La forma en la que a veces compartían desayuno en silencio, o cuando lo encontraba sonriendo sin que se diera cuenta. El hecho de que de un momento a otro comenzaron a mirar televisión juntos y el momento que esperaba todo el día era cuando Draco volvía de su nuevo instituto a sentarse a su lado y comentar el estúpido programa.

Y no podía entender por qué.

Harry no era gay. No. Nunca en su vida le había gustado un hombre. Ni siquiera había pensado en ello, no antes de que el rubio le dijera que él lo era en primer lugar.

Le gustaba tener sexo con mujeres. Le gustaba verlas, y besarlas, y sentir su olor y lo mojados que eran sus besos o la forma en la que hablaban. No los cuerpos firmes y rectos, sin curvas. No la voz grave y baja.

Entonces, ¿por qué? ¿Por qué se ponía tan nervioso cuando sus manos se rozaban de pronto mientras caminaban? ¿Por qué se quedaba mirando los labios rosados de Draco cuando él no lo estaba viendo? ¿Por qué la memoria de esa noche lo hacía empalmarse más rápido de lo que alguna vez pudo?

No entendía. O no quería entender.

Una noche, tuvo una idea. Una idea que no tenía que ver con Draco en sí, pero sí con sus pensamientos delirantes.

Porque eso eran, delirantes.

Sacó su pluma, comenzando a escribir en su cuadernillo lo que pensó para el álbum. No sabía si era bueno, solo sabía que era más de lo que llevaban hasta el momento.

Al día siguiente, caminando junto a Draco hasta la sala de ensayos, se lo comentó.

—Estaba pensando...

—Siempre hay una primera vez para todo —murmuró interrumpiéndolo.

Harry lo empujó con el brazo, haciendo que su mano entrara en contacto con la piel desnuda de su camiseta manga corta. Hacía un poco más de calor que otros días, pero no era para que estuviese tan descubierto.

No había escuchado su consejo, en todo caso.

—Estaba pensado —retomó—, en lo que dijo Theo. Sobre lo de la historia del álbum y todo.

Sintió cómo Draco despegaba la mirada de la acera para verle.

—¿Qué hay con eso? —preguntó.

—Pues... —se mordió el labio con duda — ¿Qué opinas de que al final de todo, el protagonista, o sea, en quién esté centrada la historia, esté teniendo alucinaciones y en verdad tiene... esquizofrenia o algo así?

Draco pareció sorprendido un segundo, antes de dedicarle una media sonrisa.

—Tu mente debe ser un lugar muy oscuro para vivir —respondió, desviando su vista al frente. Harry sonrió un poco también. No podía negar eso—. Eh... no me disgusta, sinceramente. Es un poco retorcido, pero interesante.

Cuando lo comentaron al resto, Blaise y Theo lo encontraron una buena idea, el primero diciendo lo genial que sería cuando alguien le dedicara una de las canciones de amor a su novia y después se enterara que eran desde la perspectiva de un loco. Mientras que Ron y Ginny se veían inseguros, y un poco perturbados. Hermione solo estaba neutral.

—Tendríamos que ser muy cuidadosos para que las letras tuvieran sentido —protestó Ginny—. Quizás deberíamos escribir lo que llevamos de nuevo.

Pudo ver cómo estaba evitando a propósito la insistente mirada de Theo sobre ella, y enfocándose principalmente en el resto.

—No veo por qué no podríamos —defendió Draco—. Es mejor que solo cantar de desamor y amor. Dejen eso a las baladas.

Ron se mordió el interior de la mejilla, con duda.

—No lo sé compañero.

La reunión terminó con la promesa de que iban a evaluar sus posibilidades, pero Harry podía sentir, por la mirada de Hermione, que su idea había ganado.

En el camino de vuelta a casa, las nubes volvieron a aparecer en el cielo y el aire frío retornó a la ciudad, teniendo a Draco tiritando a su lado, pero sin decir nada.

—Te di--

—Ni una palabra, Potter —advirtió, sin verse para nada intimidante mientras se abrazaba a sí mismo.

Harry sonrió para sí, con satisfacción. Le había dicho antes de ir que en Londres nunca se sabía, que debía tener cuidado. Que le apostaba que en la noche llovería; pero él no lo escuchó.

Draco pareció escuchar sus pensamientos, porque arrugó aún más su entrecejo, entrecerrando los ojos y afirmando sus brazos desnudos con más fuerza.

Harry estuvo a punto de burlarse, de decirle que siempre debía hacerle caso, hasta que una gota cayó en su nariz. Y otra. Y otra. Y de pronto un par de gotas empezaron a convertirse en llovizna.

—Mierda —murmuró Draco nervioso—. Muévete, Potter. Rápido.

Ambos apresuraron el paso, viendo lo rápido que las gotas de lluvia comenzaban a hacerse más espesas y a caer en mayor cantidad, mojando la ropa de ambos. No era una buena idea para su mente confundida ver a Draco bajo la lluvia. Definitivamente no.

A unos ocho minutos del piso, a la vuelta de la esquina, estaba lloviendo en todo el sentido de la palabra.

Harry suspiró, viendo cómo el cabello de Draco comenzaba a pegarse a su rostro y no lo pensó dos veces. Se sacó la chaqueta de mezclilla, pasándola rápidamente por sus cabezas y cubriéndolos a ambos. O bueno, a la mitad del rubio.

—Acércate, o te vas a mojar —le dijo, sin parar de caminar.

—Ya estoy empapado, genio —replicó, aún tiritando.

—Draco...

—¡Bien! —terminó por acceder, pegándose a su cuerpo bajo la chaqueta.

Sintió su frío y delgado cuerpo contra sí, aspirando un poco su olor a coco y lavanda. Con su cuello justo a la altura de sus ojos, pasando detalladamente la mirada por sus perforaciones y la de el labio, esa que enviaba descargas eléctricas por todo su cuerpo.

Francamente Harry no sabía cómo seguía caminando.

Sintió a Draco dar un escalofrío a su lado, y por un momento, se permitió pensar que era por la cercanía de sus cuerpos, y no por el frío. Se permitió pensar que era por la forma en que su cálido aliento chocaba con su cuello. Y que en ese minuto comenzó a reírse un poco por lo ridículos que debían verse de esa forma. No por el frío, si no por que Draco también sentía algo extraño cuando estaba cerca de él.

Sabía que era imposible. Pero no le había daño a nadie pretender.

Llegaron a su apartamento con la chaqueta completamente mojada y sus ropas poco salvadas, la camiseta de Draco habiendo estando a un pelo de comenzar a gotear.

—Deberíamos darnos una ducha —comentó Harry, dejando la prenda en el cesto de la cocina, y viendo cómo la camiseta que traía abajo se le pegaba a la piel. Se la quitó también sin preocuparse por sus cicatrices, total, el rubio ya las había visto.

Rodeó la isla de la cocina viendo cómo Draco ya no estaba allí, si no probablemente en el baño del pasillo o en su habitación. Suspirando, comenzó a caminar hasta su cuarto, tratando de ignorar el pulso desenfrenado, sin mirar hacia arriba, y por ello, chocando de frente con un ojigris con una toalla entre sus manos y un cambio de ropa saliendo de su pieza.

Draco lo recorrió con la mirada, haciendo que Harry se encogiera un poco en su lugar, y levantando una ceja. Con la voz más sarcástica que tenía, habló.

—Cuando te referías a tomar una ducha, creí que querías decir por separado Potter.

La boca del moreno se secó, y sus manos picaron por sostener su rostro, o golpear al chico por verse tan tranquilo al decir eso, pegándose a la pared. Algo debió haber mostrado su cara, porque la expresión de Draco mutó a una incluso más serena, haciéndose a un lado para entrar al baño.

—Relájate, era una broma —le dijo, sin volver a dedicarle otra mirada—. Deberías bañarte, apestas a fracaso.

Idiota.

Harry trató de pasar las siguiente semana lo más lejos posible del rubio.

Pero el día que supo, no, que obligadamente tuvo que salir de su burbuja, fue una tarde que parecía como cualquier otra. Salvo que no lo fue.

Draco llegó de su jornada tal y como siempre, encontrando a Harry viendo televisión y totalmente no-esperándolo. Con una cerveza en la mano y una manta por el frío.

El rubio hizo lo que tenía que hacer, se dirigió a su habitación sin dedicarle una sola mirada y el moreno tuvo que forzarse a apartar la vista de su espalda, y de sus muslos, y de todo su cuerpo, dándole un sorbo a la cerveza.

Cuando volvió a verlo por el pasillo de vuelta, pudo notar líneas de cansancio en su rostro, mientras le dedicaba una leve sonrisa y se dejaba caer en el sillón individual, al lado de donde estaba Harry.

—Aún no haces nada por tu vida Potter, ya veo —dijo, acomodando su sudadera oversize y abriendo las piernas mientras lo miraba. Harry pasó saliva.

—Sabes que no tengo nada que hacer además de la banda —dijo con dificultad.

—Deberías buscar algo —fue la respuesta de Draco, antes de desviar sus ojos, pasando sus manos por todo su cuerpo debido al frío—. ¿Tienes la calefacción prendida?

Harry siguió el movimiento de sus manos, sus largos dedos cubiertos de anillos y con su usual tinte negro en las uñas. Su cuello delgado, con la manzana de Adán resaltando y la línea firma de su mandíbula y pómulos. Las leves pecas esparcidas por su nariz, sus labios que estaban aprisionados por sus dientes, y una leve arruga en la nariz, haciendo un gesto que a él le encantaba.

Se dió cuenta que estuvo mirando como estúpido por al menos un minuto entero sin emitir un ruido, solo porque Draco le estaba alzando una ceja cuando siguió su trayecto por su cara. Mierda.

—Sí. Está prendida —respondió finalmente—. Por eso estoy con esto —apuntó a la manta que descansaba en sus piernas—. El resto estaba sucio. Solo porque alguien no las deja de usar.

—Tengo mala circulación —fue su excusa, desviando la mirada a la TV—. ¿Qué estamos viendo?

Se la pasaron así al menos unos treinta minutos, en su mayoría en silencio, excepto cuando Draco comentaba algo de la TV y Harry respondía con una broma. Bueno, hasta que nuevamente, el rubio comenzó a tiritar.

—Honestamente, siéntate acá —le dijo Harry sin siquiera mirarlo—. Podemos compartir ésta cosa.

Pudo ver cómo por el rabillo del ojo Draco fruncía el ceño y lo miraba con desconfianza.

—¿No amenaza esto tu reputación super mega heterosexual? —le dijo a modo de broma.

Harry estuvo a punto de rodar los ojos, pero en cambio, lo miró con una ceja arriba.

—¿Quieres que me arrepienta de habértelo ofrecido? Porque lo estás logrando —respondió, palmeando el lugar a su lado. Era un sillón amplio, no era necesario ni que se tocaran—. No me molesta. ¿Sabes qué me molesta? Cómo suenan tus dientes cuando tiritas como desgraciado y estoy tratando de ver algo.

Draco hizo un gesto de exasperación, pero aún así y con un poco de duda, se levantó del sillón para sentarse a su lado. O bueno, no a su lado, si no en la otra esquina, tomando un extremo de la manta sin su permiso y tapándose casi por completo. Harry escondió una sonrisa, mirando al frente.

—¿Qué es tan chistoso, Potter? —preguntó con desdén, aunque con una mirada de reojo, Harry pudo notar que estaba rojo.

—Tú.

—Vas a arrepentirte del día que dijiste eso —murmuró, acomodándose y haciendo que sus piernas se rozaran un momento.

Harry tragó saliva, volcando su atención al programa.

Una hora más tarde, despertó con una música de la televisión, un peso encima suyo y un poco de calor.

Draco estaba durmiendo apoyado casi completamente en él.

Su corazón comenzó a latir con fuerza en su pecho. Tanto, que estaba seguro de que si el rubio hubiera estado despierto, podría haberlo sentido. Su cuerpo estaba mucho más cálido de lo que alguna vez lo sintió, y aunque su brazo dolía, no quería moverse. No quería despertarlo. No quería que el momento acabara. Es más, lo único que deseaba era pasar la mano por los hombros ajenos y atraerlo aún más cerca, o enterrar los dedos en su fino cabello y susurrar en su oído.

La respiración de Draco era pausada y tranquila, y desde su ángulo, podía ver cómo su pecho subía y bajaba con calma.

Entonces, Harry pensó en cómo sería si fuera una mujer. Si Draco fuese una mujer, todo sería más fácil. Podría haberla besado en la cocina, y podría abrazarla contra su cuerpo y quedarse allí hasta el otro día. Podría mirarla e inclinarse a oler su pelo y enterrar el rostro en su cuello con total libertad. Podría doblarla sobre la encimera de la cocina y hacer lo que más de una vez había pensado, si es que era posible.

Y bueno, allí fue el problema. Allí tuvo que obligarse a aceptar lo impensable.

Porque no le agradaba pensar en eso. No le agradaba pensar en Draco siendo mujer. Le gustaba así, le gustaba con sus bordes rectos y su figura delgada. Le gustaba con su olor a perfume y le gustaba con su ropa masculina.

Le gustaba así, y no quería que fuera de otra forma.

La realización de aquello le golpeó tan fuerte, que se removió en el sillón. Deseaba a Draco. Lo deseaba como quizás nunca lo había hecho con nadie.

El rubio se quejó, y de un momento a otro, había saltado, enderezándose en su esquina del sillón. Lejos de él.

—Nos quedamos dormidos —se apresuró en decir Harry, con un nudo en la garganta—. Acabo de despertar.

Agradeció que sus lentes estaban torcidos, para darle realismo a su mentira y pestañeó un par de veces, sentándose mejor él también.

Vio cómo iba a abrir la boca, así que le dedicó una pequeña sonrisa exasperada, rodando los ojos.

—No se te ocurra disculparte —le dijo, desviando la mirada hasta la TV, antes de levantarse y alejarse de allí—. No todo es tu culpa. No todo gira en torno a ti.

Draco bufó, parándose él también y poniéndose en frente, sus ojos grises siguiendo brevemente sus facciones y poniéndolo más nervioso de lo que ya se encontraba.

—Repítelo hasta que te lo creas.

Harry trató de hacer memoria, trató de recordar si alguna vez deseó besar tanto a alguien. Atacar sus labios, sostener su rostro y morder, succionar, hacerlo gemir como aquel día en la azotea.

Ni siquiera se dió cuenta que se había quedado mirándolo fijo de nuevo, ésta vez a su boca, y sin decir una palabra.

Mierda.

—Claro. Sí —murmuró, girándose para irse—. Es tarde, eh--te...uhm, eh... —suspiró con cansancio—. Te veo mañana.

Allí empezó una investigación que en su vida pensó que algún día haría.

Visitas a páginas pornos, dudas en el internet, imágenes, lugares. Lo que sea, para comprobar. Lo que sea, para entender.

Para entender por qué se sentía así.

La idea de las relaciones homosexuales no le eran atrayentes. No todas, al menos. Se le hacían un poco raras, y artificiales. No podía entender si eran fabricadas o mentiras, porque no concebía cómo sentían placer por ahí, de partida.

Los blogs no eran de mucha ayuda tampoco.

Ninguno entendía muy bien su caso, ni ninguno parecía poder explicarle por qué de un momento a otro un solo hombre comenzó a llamarle la atención.

En conclusión, buscando y buscando, llegó a una página web, no creada desde hace mucho hablando acerca del club nocturno "Heaven"

Habían buenas reviews en el sitio, y también la misma basura de siempre, pero Harry pensó...pensó que quizás aquello iba a disipar sus dudas. ¿Qué lugar podría ser mejor? Allí nadie lo jugaría en caso de que decidiera comprobar una teoría. Allí nadie le diría nada si saliera corriendo. Era perfecto.

Así que por esa razón se encontraba un viernes por la noche a las 10 p.m haciendo fila en el club, con su cabello tapando la cicatriz, unos lentes de sol con su aumento usual, una camiseta y jeans negros junto a unos botines y su habitual chaqueta de mezclilla.

Nada que resaltara, nada que llamara la atención. Aunque debía ser extraño entrar con lentes de sol a una disco de noche, el sobresalir por esa razón, era la menor de sus preocupaciones.

Harry sopló en sus manos, viendo cómo un halo de frío escapó de su aliento y la fila se acortaba cada vez más para llegar a la puerta. Había todo tipo de personas, aunque él apenas las había mirado, sin querer que por mala suerte del destino alguien lo reconociera, o sin querer demostrar los nervios que tenía en cada fibra de su ser.

Cambió el peso de su cuerpo al otro pie, mordiéndose el labio y negando un poco. Esto era un error, debía salir de ahí, lo de Draco no significaba nada, a él le gustaban las mujeres, esto era una estupidez, esto era--

—Siguiente —una voz monótona habló cerca de él, haciéndolo levantar la mirada—. Hey, precioso.

Sin apenas saberlo, ya estaba adentro.

El calor fue lo primero que sintió, antes de que el resto de sus sentidos se adaptaran al ambiente, el calor, junto a un aire que olía un poco a alcohol y sal.

Lo segundo, fue el ruido. Música disco y pop retumbaban por todo el lugar, haciendo eco en su interior y sintiendo el tum-tum de las melodías en cada rincón de su cuerpo.

Lo tercero, una vez que sus pobres orbes se adaptaron a la oscuridad y las luces cegadoras, fue el mar de gente que se encontraba allí.

Harry se apegó a la pared más cercana, tragando en seco y mirando. Solo mirando. Hombres en tanga iban de un lugar a otro, tomados de la mano con otros o simplemente bailando o riendo. Hombres sin camisa, de todos los tamaños, colores y facciones. Mujeres altas, bajas, bailando y bebiendo con libertad y atuendos un poco extravagantes o con mucho arreglo. Un par de gente tal y como él por algunos lados. Y, lo que más le llamo la atención, hombres altos, imponentes, vestidos con prendas femeninas, maquillajes exagerados y pelucas, gritando, riendo y moviéndose al son de la música.

Se sintió un poco imbécil por pensar que sus estúpidas gafas de sol iban a llamar la atención.

Harry apenas pudo dar un paso, cuando, aclarando más su visión, pudo notar que no solo había gente pasando un buen momento. Había...algo más.

Hombres besándose con vehemencia, refregando sus caderas encima de las más finas telas. Hombres tocándose. Hombres bailando. Mujeres también. Todos libres, todos--

—Hola, lindo —una voz grave ronroneó a sus espaldas, pasando un brazo por su cintura—. ¿Qué hace un bombón como tú tan solo y triste?

Fue más de lo que Harry podía soportar.

Prácticamente corrió hasta la puerta de salida a un costado de la sala, con cuidado de no hacer contacto con nadie, de no molestar a nadie, de no mirar. Todo esto era demasiado para él, demasiado nuevo. Y no sabía por qué creyó que eso le ayudaría a aclararle algo; no tenía idea. Porque su cabeza estaba llena de dudas.

Con toda su fuerza, empujó la puerta, apenas dándose cuenta que era la de emergencias y no la normal para irse como una persona decente. Aire. Necesitaba aire.

El metal sonó tras él, mientras se apoyaba en la pared de ladrillos, habiendo salido a un callejón apenas transitado y poco iluminado, con el sudor pegando un poco los cabellos de su frente y sintiendo su interior a punto de explotar.

Tomó un gran suspiro, levantando la cabeza hasta el cielo y cerrando sus párpados, sacándose los lentes de su posición y poniéndolos en su mano, tratando de relajarse; tratando de calmar un poco el revoltijo de su estómago y la ansiedad que destilaban cada poro de su piel.

¿Te sentiste disgustado? ¿Por eso saliste, verdad?

¿O saliste porque eres un cobarde? ¿Porque no eres capaz de aceptar que lo que viste allí adentro te gustó? ¿Te gustó más de lo que deberías.

No soy gay.

Yo no estaría tan seguro.

Me gustan las mujeres.

Le estabas viendo el paquete a la mitad de los tipos del lugar.

No me dieron ganas de ir a bailar con ellos.

Aún así te encontraste deseando sentirte así de libre.

—Hey.

Harry dió un pequeño salto en su lugar, bajando la cabeza y buscando el origen de la tímida voz que le había hablado.

Un grupo de chicos de más o menos su edad lo miraban expectantes. Eran tres. El más alto de todo era un poco más moreno que él, con ojos cafés y un labial rojo fuerte puesto en sus labios, una chaqueta de cuero mostrando su abdomen y pantalones de igual color carmín sueltos al final, observándolo con una ceja arriba. El de la derecha era un chico de pelo negro hecho una coleta baja, ropa extremadamente apretada y de diversos colores, junto a una bandera de arcoíris pintada en su mejilla y cejas frondosas juntas. Y el de al medio, el que le había hablado, era...

Era fácilmente uno de los hombres más guapos que había visto en su vida, incluso desde su perspectiva un tanto borrosa.

Su cabello castaño estaba hasta casi a la altura de su cuadrada mandíbula y sus pómulos definidos eran el rasgo más destacable de su cara. Tenía unas largas pestañas bajo unos ojos con heterocromía; uno verde, uno celeste frío. Cejas notoriamente perfiladas y el más leve del maquillaje en todo su rostro, junto a unas adorables pecas repartidas en casi todo su cuerpo. Al menos lo poco que lograba ver. Su vestimenta no era nada del otro mundo, muy parecida a la que él llevaba, pero un poco más colorida.

Cuando volvió a la realidad, aún lo seguían mirando.

—¿Estás bien? —volvió a preguntar el chico lindo con preocupación, ladeando la cabeza.

—Matt, vamos —pidió el moreno, rodando los ojos—. Debe haber mucha fila.

El tal Matt se giró hasta él, y por la forma en la que su cabeza negaba, Harry sabía que le estaba dando una mirada reprobatoria.

—Vayan —respondió—. Yo me uno en seguida —aseguró, y aunque se inclinó más cerca de ambos, el ojiverde aún pudo escucharle—. ¿Y si se muere? No me quiero quedar con cargo de consciencia.

Pudo escuchar cómo el pelinegro bufaba, murmurando algo por lo bajo y el otro entrecerraba los ojos, sin creer una palabra.

Harry aún estaba más allá del entendimiento.

Los dos chicos se alejaron con miradas de sospecha, viendo por encima del hombro como ambos les observaban sin hablarse, con él al menos aún tratando de procesar lo que acababa de suceder.

—¿Tomaste mucho? ¿Crees que alguien puso algo en tu bebida? —volvió a preguntar con preocupación, mordiendo el interior de su mejilla y destacando mucho más lo ahuecadas que eran—. ¿Estás mareado?

Harry se fijó en lo peculiar de sus ojos, y lo conocidas que le resultaban las pecas. Pero no en él, no. En alguien de facciones más angulares y rectas. En alguien con una heterocromía más leve, y cabellos diez veces más rubios. En alguien que tiritaba con el más mínimo cambio de temperatura y abría los labios rosados cómo si de allí fuese a salir alguna palabra divina.

Tuvo que obligarse a reaccionar.

—Un poco —admitió, volviendo al presente—. Siento no haber respondido, yo--

—Oh, está bien —le tranquilizó el chico—. ¿Quieres agua? —ofreció, comenzando a buscar en un pequeño bolso que Harry apenas veía—. Te prometo que no tiene nada, ni siquiera he tomado tampoco —dijo, ofreciéndole.

Harry pestañeó un par de veces, viendo su pálida mano extendida hacia él con una botella de plástico llena de agua. Negó lentamente, aún aturdido.

—No... gracias —pronunció con cautela sin ser capaz de devolverle la mirada—. No me pasó nada, ni siquiera he bebido. Yo--

Dejó la oración a la mitad, volviendo a elevar sus ojos y mordiendo su labio, perdido. Esto realmente había sido un error.

—¿Primera vez? —ofreció el chico, haciendo que volviese a prestarle atención. Le estaba dedicando una sonrisa suave.

—Se podría decir que sí —asintió de vuelta.

Él rió, guardando la botella nuevamente y limpiando un poco su boca con el dorso de la mano, luego de haberle dado un sorbo, pero sin lograr limpiarla por completo. Un pequeño brillo húmedo había quedado en el labio inferior, que el chico terminó limpiando con la lengua, mientras Harry no podía despegar su mirada de allí.

—Puede ser un poco abrumador —concedió, pero el ojiverde no estaba mirando su expresión, sólo veía como su boca se movía—. La primera vez que...

Algo lo había detenido de hablar, y Harry apenas lo notó, porque su mente estaba yendo a mil por hora. Los cuerpos frotándose en el club, los besos repartidos con lujuria y felicidad. Los cuerpos sudorosos, los descubiertos. Las manos grandes y firmes que se posaron en su cintura. La voz que le había hablado a un lado de su oreja. Draco ese día en la azotea. Draco con el gesto contorsionado en uno de placer. Draco gimiendo. Draco. Draco. Draco.

Una mano acunó el costado de su rostro, haciéndolo volver al presente, y encontrando allí nuevamente al chico lindo, con sus cejas juntas y aquella expresión de preocupación.

—¿Estás seguro que es solo eso?

Harry tragó en seco debido a la cercanía. Él siempre solía ser más bajo que el resto de la gente a su alrededor, exceptuando a las mujeres, por lo que era totalmente extraño encontrar a un hombre que le llegara a la altura de los ojos, y que invadiera su espacio personal, o respirara casi encima de su rostro, y oliera a flores.

—Siento si parpadeo mucho —susurró, incapaz de alejarse—. Tengo que ocupar lentes —dijo, con un atisbo de risa.

El chico aprovechó el ambiente amigable para subir su mano, posándola a un costado de su cuello, sin soltar su mejilla, sonriendo. La vista de Harry volvió a caer a sus labios que cada vez estaban más cerca.

—Me gustan tus ojos —murmuró sobre su boca, haciendo nacer en Harry la urgencia de correr, o de cerrar la distancia. No lo sabía—. De hecho, no creo que haya una sola cosa acerca de tu cara que podría decir que me disguste.

Y de un momento a otro, lo estaba besando.

Sus labios delgados se movían con delicadeza y casi pidiendo permiso sobre los suyos. Tímidos. Anhelantes. Y Harry no sabía que hacer.

No mucho más que corresponder.

Luego de haberse quedado pasmado en su lugar los primeros cinco segundos, terminó aceptando. Porque se sentía tan bien. Nada parecido a la descripción que siempre hacía de los besos con chicas, aquellos que le parecían húmedos y desordenados. No. Esto eran fuegos artificiales, nerviosismo, dolor de estómago; todo en uno.

Una de sus manos que caía suelta a un lado de sí terminó en la parte baja de su espalda, atrayéndolo más cerca, y la otra fue a parar hasta su cabello.

Demasiado rizado.

Demasiado grueso.

Demasiado musculoso.

Demasiado pequeño.

Demasiado. Demasiado. Demasiado.

No es suficiente.

El chico profundizó el beso, introduciendo su lengua dentro de su boca, jugando con él, y Harry permitiéndolo, soltando pequeños ruidos de aprobación que apenas era consciente de que hacía, dejándose hacer. Solo por un momento, solo un segundo; en un callejón no transitado y poco iluminado, dónde aún nadie conocía su nombre y dónde a nadie le importaba si usaba un corsé o jodidas gafas de sol. Solo por un momento.

Cuando él se separó, buscando un poco de aire, Harry dió un paso atrás, pegándose aún más a la pared.

No supo qué vio en su cara, y honestamente estaba entrando demasiado en pánico para notarlo, pero el chico solo se pasó un mechón de su cabello tras la oreja, le dedicó una pequeña sonrisa dulce y se giró.

—Te veo por ahí.

Harry tomó un respiro hondo, viéndolo alejarse, su espalda siendo flexionada bajo la camiseta y un andar sofisticado, tratando de volver en sí.

Porque éste no era él, ¿no?

Harry Potter no iba a bares gays. A Harry Potter le gustaban los chicos. Harry Potter no deseaba volver a sentir la adrenalina de ser besado en un callejón.

A Harry Potter no le daban ganas de repetir esa acción con su compañero de piso.

Con pesadez, la cabeza hecha una niebla y dando tropezones por el callejón, se dijo que lo mejor era dar una larga caminata antes de llegar a casa. Antes de hacer algo de lo que se arrepintiera más aún.

Sintiéndose aturdido, con un escalofrío recorriendo su cuerpo, pensando en lo mucho que había cambiado su vida, y cómo en todo lo que creía había dado un giro de 180 grados en menos de veinticuatro horas, dió un par de pasos.

Llegando al inicio de la cuadra, sintió cómo su cara le dolía, y tiraba, así que trató de recordar si pasó a pegarse en el club, o si chocó con algo. O alguien. Y honestamente, muy improbable no era, no en el estado de shock en el que había salido de allá. Se llevó una mano a su rostro.

No, no era nada de eso.

Su rostro dolía de lo amplio que estaba sonriendo.