Tragó su resentimiento, sintiéndolo como una piedra dura y con pinchos que se desliza por la garganta con dificultad, sonriendo mientras acaricia sus muñecas. Ya no le dolían, la magia sanadora de Toshinori es muy eficaz. Hace apenas unas horas estuvo al borde de la muerte, salvándose por un pelo, luego, siendo engañado por quien consideraba fiel amiga de travesías. Por extraño que parezca, seguía con vida.
Marcó una meta fundamental cuando comprendió estar en el pasado; iba a tener una vida feliz junto a Kota, y se cercioraría de que fuese larga y próspera. Por lo que no podía permitirse errores, ninguno. Todavía tenía tiempo. Tiempo. Miles de dudas convergiendo en su interior.
Uraraka estuvo a su lado hasta que terminó de comer. Izuku la ignoró, verla le causa dolor en el alma, sinceramente no sabía qué hacer con ella justo ahora. ¿Qué podía hacerle? ¡¿Gritarle?! ¿¡Reclamarle?! ¿Llenarla de cachetadas? Sólo imagínalo, él zarandeando el cuerpo de Uraraka de un lado a otro, gritando: "¡¿por qué me mataste, hija de la chingada?! ¡Confié en ti!, ¡estábamos juntos en esta mierda!", le pega. Izuku tosió. En definitiva no. Lo tomarían de loco. Sus planes se arruinarían. »Contrólate, Izuku, contrólate«.
Poco después de que se fuera la sirvienta, la puerta volvió a sonar.
—Holi, holi —la cabellera brillante y gran sonrisa de Toshinori se asomó con cautela por la puerta, era gracioso porque Toshinori era un hombre grande—, ¿cómo están los niños valientes?
Para Toshinori, ¿cómo debería de actuar? ¿Ganaría su favor fingiendo ser un chiquillo que no entiende nada? El gran All Might, un mago con corazón de pollo sin alguna duda le creería las mentiras que nacieran de sus labios, al menos temporalmente hasta que desmascare su genuina personalidad. Rechazó la idea, se tornaría raro, fue demasiado autoritario cuando Toshinori le hizo la cesárea, además de que estaba segurísimo de que Mirai estaba tras la puerta para asestar de hasta la mosca que paseaba por allí. Tenía treinta y un años, ¿le saldría bien fingir ser un niño de doce años?
Podía parecer distante, no era extraño que niños abusados lo fuesen. Podía fingir ser cualquiera, tarde o temprano, Toshinori lo sabría, sabría de sus mañas. Una lista de ventajas y desventajas se acomodó en la mente de Izuku, desenvolviendo las verdades.
Analizar aquello le tomó una fracción de segundo. Tuvo que aprender.
Hora de la verdad.
Izuku escondió con obviedad a Kota y se hizo un ovillo en las sábanas. Lo hizo rápido, como un niño que juega a las escondidas y elige estar tras un árbol, donde se ve su pie mal escondido. Al hacerlo, provoca que All Might sonría incómodo, se detiene en la puerta y continua avanzando con lentitud hacía él.
—No pretendía asustarte.
La voz de Toshinori. Grave, varonil y gentil. Izuku tuvo unas terribles ganas de llorar. De verdad es Toshinori.
Toshinori está vivo. Su delicado plan haciéndose trizas.
—He venido a verte. ¿Cómo te sientes?
»Mal. Viajé en el tiempo y ni siquiera sé cómo, no logré salvar el reino de Esavón, no protegí su hogar, me mataron, la rebelión pereció, no quedó nada... dime qué debo hacer, papá«. Izuku frunció el entrecejo.
Ellos todavía no tenían ese tipo de relación. ¡No se conocen!
Izuku apreció la pesadez de conocer el futuro.
—Ya, ya. Está bien. Todo está bien. Estoy aquí, no dejaré que nada les pase.
—Mmh —quejó Kota, casi como si entendiera las palabras de All Might.
—Si no tienes a dónde ir, mi casa tiene muchas habitaciones, ¿sabes?
¡Ja! Por supuesto que no tiene adónde ir, esa información debe de saberla a detalle.
—Izuku, sé que no me conoces, seguro tu vida debió ser...
Izuku oyó atento las palabras que él mismo grabó en sus memorias. Quería levantarse, deshacerse en un mar de lágrimas con Toshinori, desbordar sus inseguridades y acurrucarse en sus brazos.
—Yo te cuidaré, ¿si? Confía en mí.
Bajo las sábanas, Izuku sintió la mano de Toshinori hundirse a su lado, no lo tocó. Izuku se acercó al suave cuerpo de Kota, en silencio, lloró hasta quedarse dormido. Mañana, su plan daría comienzo el día de mañana. Hoy podía menguar un poco, sólo hoy.
Al día siguiente, tres sirvientas lo bañaron y lo vistieron con un trajecito azul, el cual tenía vuelo en las mangas y encaje. Una de ellas, llamada Momo, cargaba a su bebé mientras a él le ataban los zapatos. Insistió varias veces de que no lo hicieran, tanta opulencia siempre lo abrumaba.
—El señor Yagi quiere que desayune con usted, joven Midoriya —dijo el mayordomo, Cesar.
Izuku se tensó al instante, movió nervioso los dedos.
