Oromis y Glaerd se quedaron en Farthen Dûr con los demás Jinetes, alegando que sería más fácil para trabajar en estrategias de batalla únicas para los dragones.

La adaptación de Aleen fue rápida y fácil. Solo tuvo que hablar con algunos enanos sobre técnicas de forjado y ellos le hicieron un hueco entre ellos. Él y su hermano eligieron dos huecos en la Dragonera en lo más alto, lugares opuestos porque al parecer se querían, pero les gustaba su espacio privado en su mayor parte.

La fila inferior de huecos se transformó en los espacios de trabajo de cada uno de los Jinetes, aunque principalmente de Veran y su amplia biblioteca de magia y de Aleen con su taller improvisado.

Morzan y Kialandí siempre estaban por allí, ayudando y aprendiendo del mejor inventor. Poco a poco fueron creando sus propios talleres en huecos adyacentes. Oromis, Formora y Brom prefirieron estudiar con Veran y sus muchos pergaminos con notas y sus propias ideas empezaron a acumularse en otros huecos.

La Dragonera se convirtió en la guardería improvisada de todo Farthen Dûr. Riad crecía lentamente y los niños la adoraban. Veran también era adorado por ellos, les trataba con paciencia y a veces les contaba historias y les entretenía con pequeños trucos mágicos.

El segundo huevo de Valkiria, el violeta, se abrió casi seis meses después que su hermana. La gran dragona roja le pidió a Aleen que cuidara de esa cría. Él lo aceptó con honor. Con el tiempo fue divertido verle intentar trabajar con un dragón violeta sentado sobre sus hombros.

Selena por fin habló con Morzan y Brom y los tres solucionaron sus problemas. Muy pocos sabían qué solución habían alcanzado, pero el hecho de que los dos Jinetes dormían en el mismo hueco decía mucho. Por supuesto los Jinetes mantuvieron eso en secreto.

Poco después de esa charla, Selena sucumbió a una infección producto del nacimiento de su hijo menor y que había mantenido en secreto de todos. Fue enterrada junto a un lago en lo más profundo de las Beor, allí donde solo los seres voladores podían llegar.

Murtagh y Eragon pasaron a vivir en la Dragonera con sus padres y tío favorito, Veran, aunque Aleen se ganó a los niños muy pronto.

Un día, un año después de que Oromis y Glaerd se quedaran con ellos, Veran revisó una vez más a los dragones, murmurando cosas sin sentido. Al llegar a la pata cercenada del dragón dorado, se quedó en silencio un largo momento. Silbó para llamar a su hermano. Aleen le miró desde su taller, bajando la ballesta que estaba preparando para una demostración.

-¿Crees que puedes hacer algo?

Aleen caminó hacia allí, esquivando a una Lille dormida. Estudió el muñón.

-Quizás pueda hacer una prótesis. Tendría que ser de un metal ligero y resistente, quizás pueda reforzarlo y aligerarlo con runas. El problema sería que se moviera. Puede que una conexión con los nervios naturales...

-De eso puedo encargarme yo. Sabes que conozco el físico de un dragón mejor que nadie.

-Dame unos meses para experimentar. También tengo que tomar mediciones, Glaerd-estudió su otra pata-. Voy a tener que mover mucho metal.

-¿No puedes pedirle ayuda a los enanos?

-Habrá que hacerlo, hay algunas técnicas que requieren más de un herrero. Me gustaría hablar con el armero que hizo vuestras espadas, ese metal es similar al que necesito y quiero asegurarme de que no hay muchos problemas en su forjado.

-¿Sabes lo que eso significa?

-A Ellesméra. E investigación, muchísima investigación. Odio mi vida.

-Lo superarás.

Glaerd bajó la cabeza.

-¿De verdad podéis hacerme una pata de metal?

Aleen le mostró una imagen de lo que ya había diseñado mentalmente. Glaerd no lo podía creer. Era una pata igual a la que aun tenía, pero hecha de hierro y acero.

-El diseño final puede variar, ahora mismo prefiero centrarme en la funcionalidad. Usaré cables de cobre para simular los nervios que conectaremos mágicamente a tu cuerpo para que puedas controlarla como si fuera natural. De eso se encarga Veran.

El dragón dorado bajó su cabeza y Veran se apoyó en él. No necesitaba escuchar las palabras para sentir la gratitud.

-No voy a hacerlo yo solo.

Pero Aleen también lo sentía. Sonrió y acarició las escamas doradas.

-Esto es lo menos que podemos hacer.

– O –

Seis dragones daban mucha vida a Ellesméra. Bueno, relativamente. Veran tuvo que evitar un par de incendios violetas, Lille aun estaba aprendiendo a controlar su fuego.

Aleen pasó días intentando convencer a Rhunön de que le enseñara sus secretos y solo lo consiguió tras entregarle algunas piedras de afilar que había llevado del este y varias nuevas técnicas que no conocía. Los dos hicieron mediciones y diseños, que abarrotaron la casa árbol de los Jinetes que los hermanos compartían.

Veran trabajó con ellos estrechamente en cuanto a anatomía y su conexión con el resto de la pata de Glaerd. Tardaron varios meses en llegar a un diseño adecuado y otros pocos en conseguir la aleación necesaria, forjarla y endurecerla. Comprobaban su progreso constantemente con el propio Glaerd, quien apenas podía contener la impaciencia.

El único día que hubo una especie de pausa en la forja fue cuando Veran grabó las runas que aligeraban el peso y lo hacían más duradero. Ese día fue una especie de ritual que nadie se atrevió a interrumpir. Había algo místico en ver a Veran grabando cada runa con un cincel y un martillo. Había dejado sobre el yunque una esfera de cristal de la que salían voces femeninas en un cántico aun más mágico. Aleen explicó que eso era una esfera de grabación, concretamente con una serie de canciones que ayudaban a la integración de runas cantadas por el mismo coro que cantó en la coronación de un rey famoso en Kirkan.

Por fin la prótesis quedó terminada, solo quedaba presentarla a Glaerd y Oromis y unirla al cuerpo físico. Y cuando todos vieron el diseño final... no era el metal crudo que esperaban. Cada escama estaba detallada, incluso las más diminutas que rodeaban las garras. Y todo tenía el mismo tono dorado que el resto del cuerpo del gran dragón. Cuando estuviera colocado apenas se notaría que era de metal.

-¿Cómo...?

-Idea de Rhunön, no quiere que una de sus creaciones se tan burda. Personalmente pienso lo mismo. Es algo de herreros, queremos que cada pieza que hagamos sea funcional y bella.

-Es realmente hermoso...

-Vamos a instalarlo. ¿Listo, Veran?

-Sí-apoyó una mano en el morro de Glaerd-. Te dormiremos para esto, va a doler.

El dragón dorado cerró los ojos, esperando a sentir la oscuridad del sueño mágico. Aleen y Rhunön se prepararon para acercar la prótesis al muñón, Veran se encargaría de entrelazar los nervios con los cables de cobre.

Fue un proceso lento que les llevó gran parte del día. Habían prohibido que estuvieran cerca, preferían trabajar en silencio.

El tranquilo atardecer sobre Du Weldenvarden fue interrumpido por el rugido triunfante de un dragón, seguido por otros cinco. Un arco iris de escamas refulgió en el cielo.

– O –

-Tío Veran.

Él alzó la mirada del pergamino que estaba escribiendo, apartando la pluma recién entintada para evitar manchas. Eragon, de diez años, estaba al otro lado de la mesa, leyendo sobre la historia de los Jinetes.

-¿Qué es? ¿Tienes dudas?

-No, solo curiosidad. Aquí has escrito que varios Jinetes tenían... ¿apelativos?

-Sí, por hazañas o características.

-¿Tú tienes alguno?

Se escuchó un bufido desde el otro lado de la Dragonera. Veran rodó los ojos.

-Ignora a Aleen, está teniendo problemas con una nueva aleación. Y sí, tengo algunos.

-¿Como cuál?

-Vencedor de caracoles-eso provocó miradas extrañas-. ¿Qué? Fui el primer idiota que se atrevió a comprobar que los snalglís no eran peligrosos.

-No lo son.

-Pero no lo sabíamos en el momento.

-¿Tienes algún otro?

Veran asintió.

-Asesino de reyes.

Hubo un largo silencio.

-¿Qué? ¿Quiénes?

-Demasiados como para que los conozcáis, la mayoría fueron reyes de países también destruídos por mí.

-Y ahí tenéis otro apelativo, destructor de reinos.

-Aleen, sabes que no me gusta ese.

-Por eso lo digo yo.

Veran rodó los ojos y negó con la cabeza.

-¿Tú también tienes, tío Aleen?

Él sacó la hoja que mantenía en el fuego y volvió a meterla.

-Por ahí fuera me conocen como el traidor.

Hubo un momento de silencio.

-¿Traidor?

-Prefiero no hablar más del asunto, es algo que preferiría olvidar.

Sacó la hoja de nuevo, la apoyó en el yunque y la golpeó con uno de sus martillos. El golpe resonó en la Dragonera.

Veran negó con la cabeza, sin querer decir más.

-¿Qué estás haciendo ahora, hermano?

-Un lingote damasquino, hace mucho que no lo hago. Y le prometí a Rhunön que le llevaría un lingote de cada uno de los patrones.

-¿Vas a volver?

-Siempre cumplo mis promesas, hermanito, lo sabes bien. ¿No quieres acompañarme?

-Sabes que nunca me llevaré bien con los elfos, no importa cuánto lo intente.

-Eso es porque te niegas a usar el Idioma Antiguo más de lo necesario.

-Tiene fallos.

-¿El Idioma Antiguo tiene fallos?

Veran hizo un gesto evasivo con una mano.

-Es muy fácil mentir en el Idioma Antiguo si sabes cómo. Además, las palabras limitan los hechizos. Prefiero la magia sin palabras, es más compleja, pero tiene una mayor amplitud de trabajo.

-Nunca había escuchado sobre eso, tío.

Eragon parecía emocionado, como cada vez que aprendía algo nuevo. Veran sonrió.

-Quizás algún día te lo enseñe.

-Pero... yo no tengo magia.

-Confía en el destino, Eragon, es lo más poderoso que existe en el mundo.

Al otro lado de la Dragonera, Murtagh buscó una herramienta para doblar la hoja de metal y empezar a formar el lingote. Había empezado a ayudar a Aleen con cosas simples como esa, aprendiendo despacio las técnicas de formación de aleaciones y lingotes. Aleen quería enseñarle paso a paso, primero eso, después las diferentes hojas, luego el afilado y pulido y por último la creación de empuñaduras. Era una formación extraña, pero que funcionaba.

– O –

-Cuidado con el codo, Eragon.

Eragon, de dieciséis años, elevó un poco más el codo derecho, el brazo con el que tensaba el arco. Soltó la cuerda y la flecha se clavó en el centro de la diana.

-No puedo seguir mejorando, tío.

-Siempre hay espacio para mejorar.

Alzó su propio arco, de un extraño material blanco y tensó una flecha. Cuando la soltó, su flecha atravesó la de Eragon y la misma diana.

-¿Cómo...?

-Es un arco de hueso de dragón, tiene mucha más fuerza de tensión que los de madera.

Eragon miró su propio arco de cedro, uno que le había regalado su padre.

-Creo que me quedaré con el mío.

Escucharon un silbido y una flecha cruzó entre ambos para clavarse en la diana. Los dos miraron hacia Aleen con su ballesta favorita.

-Dejad de jugar. Reunión en la Dragonera.

-¿Quieres matarnos, Aleen?

-Solo a ti, hermanito. Y ya lo habría hecho si me dejaras.

Y era cierto, en los dieciséis años que Aleen llevaba allí, habían intentado matarse entre ellos cinco veces. Una vez incluso lanzando una bomba de hielo de un lado al otro de la Dragonera, directa al hueco afortunadamente vacío de Veran. Veran equilibró las cosas enviándole directo a un nido de fanghur sin armas.

Los dos hermanos tenían una relación extraña de amor odio.

-Ven, Eragon, esto también es importante para ti.

Él siguió a los hermanos con curiosidad, nadie que no fuera Jinete había estado en una reunión en la Dragonera.

Para su sorpresa, Arya y Murtagh también estaban allí, tan confundidos y curiosos como él.

Eragon notó que los dragones se habían situado de forma especial. Valkiria estaba a un lado entre sus hijas Riad y Lille. Al otro lado de Isdar Mithrim estaban Glaerd, Ankor y Wat. Los Jinetes estaban frente a sus dragones, esperando en silencio. Brom permanecía en el centro de la sala junto a Arya y Murtagh. Eragon se situó entre ellos a instancias de Veran.

Brom se puso delante de Arya, Aleen de Murtagh y Veran de Eragon.

-Cerrad los ojos.

-Tío, ¿qué...?

-Tú cierra los ojos, Murtagh. Y extiende las manos juntas. Palmas hacia arriba.

Ellos lo hicieron sin esperar el peso que colocaron en sus manos. Abrieron los ojos para ver tres huevos de dragón.

-¿Qué?

-Os pertenecen y vosotros a ellos. Sois los futuros Jinetes de Alagaësia.

-Pero... ¿cómo lo sabéis?

-Soy el Jinete más antiguo, creo que entiendo la conexión entre un Jinete y un dragón, la he estudiado durante muchos años. Créeme cuando te digo que la veo en vosotros. Y desde hace dieciséis años os hemos estado preparando para esta responsabilidad.

-Mi padre lo sabía, por eso me pidió que estudiara con vosotros.

-Informamos a todos los líderes el mismo día que mi hermano llegó y Riad nació.

Murtagh agarró mejor su huevo rojo cuando se movió ligeramente, pero fue el de Eragon el que se rompió primero. Se arrodilló y esperó a que el pequeño dragón de color zafiro naciera. Los Jinetes se acercaron con curiosidad una vez la parte más formal había terminado.

La cabeza azul se centró en su Jinete, aun luchando por salir. Eragon miró a su padre en busca de guía.

-El primer toque formará el vínculo.

Eragon rozó la cabeza escamada. Sintió un frío helador subiendo por su brazo y soltó un grito de dolor y sorpresa. Cuando volvió a abrir los ojos estaba tumbado en el suelo y con una cría de dragón protectoramente sobre su pecho gruñendo a Brom.

-Si había alguna duda de que fuera hembra, se ha ido. Solo las hembras son así de protectoras desde el nacimiento. Riad mordió a Veran al poco tiempo de nacer.

La dragona naranja rebufó.

-Tenía hambre.

Veran acarició su barbilla escamosa con una ligera risa.

-Me acostumbré muy pronto a que los dragones me mordieran. Y hablando de comida deberíamos ir a por algo para las crías.

-Voy yo, soy más rápido.

-Hermano...

-Iré corriendo, estoy ahorrando ese poder para la batalla. Aun así sigo siendo el más rápido de todos nosotros.

No esperó una respuesta, se alejó hacia una de las muchas salidas. Para cuando volvió, la cría roja de Murtagh ya había nacido y estaba jugando con la azul. El huevo verde también estaba muy cerca de abrirse del todo. Arya parecía impaciente. No lo dudó dos veces en formar el vínculo cuando su cría verde nació.

Los Jinetes se sentaron en círculo, observando cómo los dragones recién nacidos desgarraban el conejo que había llevado Aleen.

-Debemos volver a Ellesméra, se lo prometí a Evandar. Ha estado buscando a otro embajador desde que le dije que Arya sería Jinete.

-Y hay que empezar a convencer a Rhunön para que se plantee forjar nuevas armas de Jinete.

-Hizo un juramento, no creo que pueda romperlo así de fácil.

-Siempre hay formas. Dejaremos que Veran haga su magia, una vez fue capaz de vender arena a unos nómadas del desierto.

Veran sonrió al recordarlo.

-Les dije que provenía de los alrededores de la Fuente de la Sabiduría. No les cobré demasiado.

-También hiciste un juramento de no matar.

-Técnicamente de no violencia.

-Así que por eso no has peleado...

-Pero has intentado matarme al menos tres veces.

-Cuatro, el veneno falló.

-Espera un momento-Brom captó la atención-. Hiciste un juramento de no violencia, pero te he visto luchar en el camino de ida a Dras Leona.

-Es un juramento flexible. Básicamente puedo hacer daño si es para proteger a otro.

-¿Cómo explicas tus intentos de asesinato hacia mí?

-Nunca te haría daño de verdad, sabes que si te quisiera muerto, hace mucho que te habría clavado un puñal en el ojo.

-En eso tienes razón, si quieres algo lo haces. Lo que más me extraña es que no hayas entrado en Uru'baen y le hayas arrancado la cabeza a Galbatorix.

-Shruikan y un montón de protecciones.

Murtagh acarició el lomo de su dragón.

-Otra cosa que no me explico, tío. ¿Por qué a veces irradias una calma infinita y otras eres la persona más violenta que conozco?

Aleen rió divertido. Veran le lanzó una mirada fulminante.

-Cuando se forma el lazo entre Jinete y dragón, hay una gran influencia en los Jinetes, más de la que se piensa. Mientras más tiempo pasen juntos, más rasgos de dragón obtiene el Jinete. Yo he pasado cerca de ochocientos años junto a mi dragón, tengo la mayor parte de los instintos de uno.

Oromis se enderezó un poco más.

-¡Ankara! ¡Tu dragona se llamaba Ankara!

Veran sonrió de nuevo.

-Me preguntaba cuándo notarías que rompí del todo Du Namar Arboda.

-Sus escamas eran azules, un azul tan profundo que se confundía con el negro. Recuerdo que siempre te preocupabas porque se acaloraba con facilidad.

-Ankara siempre fue terca, era imposible hacerla cambiar de opinión y sus burlas bordeaban lo cruel. Pero no habría cambiado nada de ella.

Su mirada se perdió en el infinito.

-Es decir, que no solo tienes los instintos de un dragón, sino los de una dragona hembra salvaje. Con razón eres tan violento.

-¿Podemos verla?

-Claro.

Veran hizo aparecer un gran fairth, que tuvo que apoyar en el suelo frente a él. Era una llanura por la que discurría un río translúcido. La dragona más grande que habían visto nunca se situaba justo en el centro del agua, disfrutando de la frescura sobre sus escamas tan oscuras que solo se veía el azul en los reflejos. Sus ojos azul hielo, iguales a los de su Jinete, observaban al espectador con un brillo de diversión. Aleen estaba ahí, con el agua hasta las caderas. Apenas superaba la altura de su pecho cubierto de escamas.

-Era hermosa.

Veran hizo desaparecer la placa de pizarra.

-Y enorme. ¿Cuánto tardabas en subir a la silla?

-Poco en realidad, aprendí a dar saltos más largos. Aleen lo tenía más difícil.

-Eres un imbécil.

Las tres crías decidieron hacer notar su presencia lanzándose hacia sus Jinetes.