ANGEL CAÍDO


6| Atracción


«... Y, sin embargo, nuestra lady H. encierra un misterio. Uno que obliga incluso al más acérrimo de los aristócratas a alzar los anteojos y seguirla por la estancia. ¿No es posible que hayamos acumulado falso desdén durante todos estos años? Solo la temporada lo dirá... ».

«...Jóvenes damas de la ciudad, ¡presten atención! Por lo que parece, lord L. está a la caza de esposa. La lista de atributos que desea incluye belleza, buen humor y habilidad con algún instrumento de cuerda. ¡Ay! Las que no sean ricas, será mejor que se abstengan...».

Perlas y pellizas,
revista para damas. Abril de 1833

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A Naruto no le importaba que ella estuviera mintiendo.

No le importaba que hubiera estado protegida durante años por el hombre más poderoso y misterioso de la ciudad. Y le daba igual saber que un hombre que poseyera todo ese dinero no se fuera a tomar demasiado bien que alguien tocara lo que consideraba suyo.

Tampoco le importaba que nada en ella fuera lo que parecía, que no fuera ni ramera, ni aristócrata arruinada, ni inocente.

Lo único que le importaba en realidad era que ella se apretaba contra su cuerpo en ese momento, sentir sus largos miembros y su piel suave, y que durante ese instante fugaz, era suya. El beso de Hinata era pecaminoso e inocente al mismo tiempo, igual que ella, experimentado e inexperto a la vez. Notó su mano en la nuca cuando ella comenzó a enredar los dedos entre sus cabellos con un efecto extraordinario mientras jadeaba sin aliento contra sus labios como si nunca la hubieran besado.

«¡Dios!».

No era de extrañar que fuera la compañía más solicitada de la ciudad. Era seda roja y encaje blanco. Dos caras insoportablemente tentadoras de la misma moneda. Y en ese momento le pertenecía. Pero antes... Se apartó, dejándola respirar para poder susurrar.

—Hubiera intervenido. Como fuera.

No le había gustado que ella insinuara que solo había golpeado a Pottle porque sabía que procedía de una familia aristocrática. Le había irritado imaginar que ella pensaba que habría dejado que maltrataran a una mujer impunemente. Y más importante, le ponía enfermo que ella creyera que habría dejado que le ocurriera a ella si las circunstancias hubieran sido otras.

No sabía por qué era tan importante que ella lo supiera. Que creyera que él era el tipo de hombre que luchaba por una mujer. Por cualquier mujer.

Por ella. Pero era importante.

—Hubiera intervenido —repitió.

Ella movió los dedos en su nuca, jugando con los rizos y haciendo lo que él quería hacer con sus inocentes y burlonas promesas.

—Lo sé —susurró.

Naruto capturó sus palabras con la boca, robándolas de sus labios abiertos y profundizando el beso. Lo alargó... más y más.

Le pasara información o no. Llegaran a un acuerdo o no. Fuera dos personas o no, esa mujer resultaba irresistible. Jamás traicionaría sus secretos. Y menos ahora que sabía que era mucho más de lo que parecía.

La deseaba sin control. La cogió por la cintura para acercarla más y puso una pierna entre las de ella, dejándose enredar por sus faldas, por su esencia y su seducción. Y es que ella lo seducía con la misma intensidad que él la seducía a ella. Jamás se había sentido tan compenetrado con otra persona en su vida.

Se sumió en el beso, tomando tanto como daba, deleitándose en cómo disfrutaba ella. En los sonidos que hacía, en aquellos suspiritos y jadeos que la hacían parecer todavía más gloriosa. La levantó en brazos y la giró para caminar con ella hasta la pared opuesta mientras arrastraba los labios por su mejilla hasta capturar el lóbulo de su oreja.

—Llevas años queriendo esto —susurró él, apresando con los dientes la tierna carne mientras ella pasaba los dedos por sus hombros.

—No —repuso ella. Y en la mentira, Naruto leyó la verdad oculta.

Sonrió contra la piel femenina mientras deslizaba los dientes por el cuello.

—¿Crees que no te he visto? ¿Que no he notado tus miradas?

Ella se alejó de su caricia.

—Si te has dado cuenta, ¿por qué no te has acercado a mí?

Él la miró durante un rato con aquellos ojos azules como el mar.

—Me he acercado ahora —replicó, inclinándose para morderle el labio inferior mientras tiraba de ella hacia él. Se deleitó en la risa que ella emitió, ronca y exuberante.

Persiguió el sonido por la columna de su cuello hasta el lugar donde vibraba en su garganta y comenzó a mordisquearlo con los dientes. Ella suspiró con las sensaciones y él quiso rugir de satisfacción. De placer. Notó que ella curvaba los labios y quiso besarlos, así que volvió a subir.

Ella se echó hacia atrás.

—No me has deseado hasta ahora. Hasta que descubriste que también soy ella.

Naruto se quedó inmóvil al escucharla.

—¿Ella?

—Hinata.

La manera en que hablaba en tercera persona de sí misma le llamó la atención. La giró hacia la luz para verla mejor.

—¿Hinata es otra? —Ella cerró los ojos un momento como si estuviera considerando la respuesta y él cambió la pregunta—. ¿Tienes que pensar la respuesta?

—¿No tenemos que pensarlas todas? —musitó ella con suavidad de manera reflexiva—. ¿No somos todos dos personas a la vez? ¿Tres? ¿Una docena? ¿No somos diferentes con la familia, con los amigos, con los amantes, con los extraños, con los niños? ¿No son diferentes los hombres con las mujeres y las mujeres con los hombres?

—No es lo mismo —insistió él—. Yo no juego a ser dos personas.

—No es un juego —repuso ella—. No me deleito en ello.

—Claro que sí —insistió él y ella pareció conmocionada de nuevo porque él veía más allá de lo que veían los demás—. Lo adoras. Te he visto aquí, alternando en el club como si fuera tu lugar. Hermosa. Perfectamente transformada... —Llevó los dedos al borde del vestido y los arrastró dibujando la forma, adorando la manera en que sus pechos se hincharon mientras disfrutaba del contacto—. Y esa risa, acogedora y ronca.

»Te he visto colgada del brazo de los clientes más ricos de El Ángel, entreteniéndolos y encandilándolos al tiempo que hacías pensar a los menos afortunados que, con suerte, podrían disfrutar algún día de toda tu atención.

Ella alzó la barbilla al escucharlo.

—Tienes ahora mi atención.

—No. Conmigo no. ¿Por qué hacerlo si no es por el placer que supone la mascarada?

—Supervivencia —aseguró con un brillo en la mirada que desapareció al instante.

Naruto había mentido lo suficiente a lo largo de su vida como para reconocer la verdad en cualquier otra persona. Era lo que le hacía ser tan buen periodista.

—¿De qué tienes miedo?

Ella se rio, pero el sonido carecía de humor.

—Hablas como un hombre que no teme la ruina.

Si ella supiera el miedo que sentía en lo más profundo de la noche. La manera en que despertaba cada mañana, temiendo que ese fuera el día de su ruina. Alejó aquellos pensamientos.

—Entonces, ¿por qué lo haces? —preguntó él—. ¿Por qué asumir el papel de Lady? ¿Por qué no ser simplemente Hinata? ¿Acaso no es ser Lady lo que amenaza con destruirlo todo?

Ella sacudió la cabeza.

—No lo entiendes.

—No. Te preocupa no poder casarte con un título lo suficientemente alto para que limpie la reputación de tu hija, y te vistes de seda y te pintas la cara para ser la madame de la casa de juego más notoria de la ciudad.

—¿Crees que es una estupidez?

—Creo que es imprudente.

—¿Crees que estoy siendo egoísta?

—No. —Él no era tonto.

—Entonces, ¿qué?

Naruto no vaciló.

—Creo que no hay ninguna otra profesión en el ancho mundo que una mujer tendería menos a elegir que la tuya.

Ella sonrió y lo miró con sorpresa, como si supiera algo de lo que ella no era consciente. Y quizá así fuera.

—No, Uzumaki —replicó ella con una astuta mirada femenina—. Te equivocas.

—Entonces, ¿qué es? —preguntó, desesperado por conocer la respuesta —. ¿Por qué hacerlo? ¿Por sentirte poderosa? ¿Te gusta ser de la propiedad exclusiva del elusivo Chase, el hombre que llena de temor todos los corazones de los hombres a lo largo y ancho de País?

—Chase es parte de ello, no lo dudes.

Él odió la verdad que encerraban sus palabras.

—Es un buen amante, ¿verdad? —No pudo contener las palabras.

Ella guardó silencio durante un momento, haciendo que se maldijera para sus adentros por la pregunta. Más aún cuando ella habló.

—¿Y si te dijera que mi relación con Chase no tiene nada que ver con el sexo?

«Sexo». La palabra pareció vibrar en la lengua y los labios de Hinata, antes de flotar en la oscura alcoba y envolverlo, llena de tentación y promesas. Dios, quería creerla; odiaba la idea de que otras manos la tocaran, de que otros labios acariciaran sus lugares más preciosos y privados. Y por alguna razón odiaba la idea todavía más porque no tenía una imagen clara del hombre que la reclamaba.

—No te creería.

—¿Por qué no?

—Porque ningún hombre que tuviera acceso exclusivo a ti sería incapaz de estar un solo día sin tocarte.

La había sorprendido. Lo vio en su expresión, aunque desapareció tan rápido que otra persona menos sagaz no se habría dado cuenta. Porque cualquier otro hombre se habría sentido tan cautivado con la expresión que la reemplazó sus hermosos labios curvados con absoluta satisfacción que hubiera olvidado la primera al instante. Pero fue la combinación de las dos la evidencia extraña de inocencia y vicio lo que fue directo a su corazón, lo que lo llenó de deseo. Intentó estabilizar su respiración cuando ella se acercó más.

—¿Estás diciendo que te gustaría tener acceso exclusivo a mí? —fue Lady la que habló, la madame experimentada, llena de lujuria y deseo.

Y él le respondió al instante.

—Soy un hombre, ¿verdad?

Ella le puso las manos en los hombros y recorrió las solapas de la chaqueta antes de deslizar los dedos en el interior, por encima de la camisa de lino.

—¿Tienes miedo de Chase? —preguntó ella en voz baja, poniendo la mano sobre su corazón—. ¿Es debido a él el temblor que siento aquí?

Su corazón latía con fuerza ante esa enloquecedora y misteriosa criatura. Nunca había deseado a nadie como la deseaba a ella. A pesar de saber que era la peor apuesta... mucho peor que todas las que hacían en el casino. Al menos en el salón de juego solo se arriesgaba dinero.

Allí estaban arriesgando algo mucho más serio.

—No me tientes —susurró en la oscuridad, retirando las manos de Hinata de su pecho.

—¿O qué? —la pregunta jugaba con fuego.

—O acabarás obteniendo lo que estás buscando.

Sintió la curva de su sonrisa contra la piel.

—Es una promesa magnífica.

Él volvió la cabeza y atrapó sus labios una vez más, alzándola contra él, adorando la manera en que le rodeó el cuello con los brazos y se apretó contra su cuerpo, rindiéndose.

Naruto se dejó llevar y la presionó contra la pared, situándose entre sus muslos al tiempo que maldecía sus faldas de seda. La quería sentir más cerca. Abierta. Caliente. Húmeda.

«Suya».

Ella mostró su placer con un sonido encantador y él profundizó el beso con la lengua, con suavidad, recreándose, hasta que Hinata siguió los movimientos con la suya. Naruto movió entonces la mano en una larga caricia hasta que su pulgar encontró la curva de su pecho por encima del borde del vestido. Incapaz de resistir la tentación, deslizó los dedos bajo la seda y sacó el seno de sus confines acolchados para pasar el dedo por la erizada cima.

Alzó la boca de la de ella.

—Daría cualquier cosa por un poco de luz.

Hinata se arqueó bajo la caricia.

—¿Por qué?

—Quiero ver el color de esta preciosidad. Quiero ver cómo se frunce por mí. —La vio morderse el labio al escucharle—. ¿Te duele?

Hubo un largo silencio antes de que ella respondiera con un susurro.

—Sí.

Había algo en esa solitaria palabra. Algo impresionante. Algo como vergüenza, pero allí no había lugar para ello.

—No te avergüences de lo que te gusta. —Hizo hincapié en las palabras con un suave pellizco.

—Eso me gusta —dijo ella, casi como si se viera obligada.

—Y a mí —aseguró, bajando los labios hasta la curva del pecho—. Y a mí —repitió justo antes de deslizar la lengua alrededor de la punta.

Ella sabía tan bien como olía.

—¿Lady?

Los dos se quedaron paralizados, recordando donde estaban. Cuando alzó la cabeza, buscó los grandes ojos de Hinata.

—¡Dios! —susurró ella. Él no tuvo tiempo de sorprenderse por la maldición. Después de todo, ella había dicho la misma palabra que habría dicho él—. Es Sasuke.

Se sintió decepcionado. E irritado. La soltó después de dejar sus pies en el suelo.

—¡No entres! —gritó Hinata. Lady había desaparecido.

—Un momento, Sasuke —dijo él al mismo tiempo, incapaz de apartar la mirada de la palidez del pecho femenino.

—Demasiado tarde —aseguró Sasuke, más cerca que antes.

Naruto se volvió para protegerla y se enfrentó al duque de Uchiha con una calma que no sentía. Más tarde se preguntó si el chillido que escapó de los labios de Hinata significaba que nunca se había encontrado en una situación semejante. Quizá fuera la presencia de Sasuke lo que la avergonzaba, pero fuera lo que fuera, estaba furiosa.

—¡Fuera!

—Me preocupaba que te hubieran atacado —comentó Sasuke con calma —. Observo que no me equivocaba.

—Como verás —intervino ella—, estoy bien.

Sasuke lo miró a los ojos.

—Uzumaki, observo que te has puesto cómodo.

Naruto se encogió de hombros.

—Estoy en mi club.

—Sin embargo, ¿es tu mujer? —Naruto no tuvo ninguna duda de que Chase sabría lo ocurrido antes de que acabara la noche.

—Tampoco es tuya, ¿verdad? —replicó Hinata.

Sasuke la miró y Naruto se movió para bloquear la visión del otro hombre.

—La dama necesita cierta intimidad.

El duque de Uchiha abrió los ojos como platos.

—¿Debo darme la vuelta?

—Eso me parece bien, no me gustaría tener que noquearte.

—¿No temes perder? —El duque era el mejor pugilista de la ciudad.

—Me temo que ganaría —aseguró Naruto—. Me gustaría seguir llamándote amigo a pesar de esta desafortunada situación.

Sasuke asintió con la cabeza y les dio la espalda.

—Cúbrete, Lady.

Ella soltó un suspiro que hablaba de pura exasperación.

—¿Sabes, Sasuke? Si tan avergonzado te sientes, podrías largarte.

—No lo haré —dijo el duque—. Estoy protegiéndote.

—No lo necesita. —Y si lo hiciera, Naruto podría encargarse de ello.

No era que quisiera hacerlo.

«Mentiroso».

Sasuke se giró lo suficiente para que su mirada se encontrara con la de él.

—¿No?

—No.

—No —intervino ella mientras tiraba de su corpiño hacia arriba, haciéndole sentir una profunda decepción—. Ya puedes darte la vuelta.

—No estoy protegiéndote a ti —explicó el duque, girándose y señalando a Naruto con la barbilla—. Si no a él.

Naruto no dejó que le preocuparan las palabras.

—Soy perfectamente capaz de protegerme solo.

—No tienes la menor idea de en qué situación te encuentras —aseguró el duque. A Naruto no le gustó el tono ominoso de las palabras.

—¡Fuera! —gritó Hinata.

Para su sorpresa, Sasuke hizo lo que le ordenaba. Naruto y Hinata se quedaron en silencio durante un buen rato, él tratando de convencerse a sí mismo de que debería estar agradecido porque se hubiera producido la interrupción de Sasuke. Alegrándose de no haber llegado más lejos.

Aquella mujer era demasiado tentadora, demasiado peligrosa, y sería mejor que se mantuviera alejado de ella. Se volvió para despedirse.

—Milady.

—No me llames así aquí —dijo ella.

—Te llamaré como quiera y donde quiera. Es lo que corresponde, ¿no es cierto?

—No lo usas por eso.

No lo era, pero él no lo admitiría.

—¿Hemos hecho un trato?

A él le llevó un momento seguir la conversación y se resistió al placer que le produjo saber que la inquietaba tanto como ella le inquietaba a él.

—Hablaré con Chase. —Sus hermosos ojos se encontraron con los de él —. Esto no puede volver a ocurrir.

Él arqueó una ceja.

—Hay una manera de asegurarnos de ello. —Su mirada se volvió inquisitiva—. Tráeme esa información y yo conseguiré que te cases.

Él se dio media vuelta y salió de la habitación... Y del club. Jurándose que sería capaz de resistirse a esa mujer.


Continuará...