VIII

Aunque encontró una Aldea amurallada, con trincheras llenas de trampas desplegadas a lo largo de su campo, por no hablar de los peligrosos bosques aledaños, Madara estaba casi seguro de conseguir una victoria inmediata si se decidía a lanzar ese ataque; pero contra todo pronóstico, esperó la audiencia en las cumbres.

Llegaron, Hashirama y Tobirama, cabalgando y apenas acompañados. Madara no intentó nada, y ordenó no intentar nada a nadie, ninguna estupidez que significara su exterminio absoluto.

—Hashirama —se vieron las caras nuevamente, tras tanto tiempo—. Veo que trajiste a tu hermano contigo. Eso está muy bien, hay que mantener a la familia cerca... Oh, disculpa, olvidé que no es tu hermano, sino un bastardo que tu padre procreó con una puta siberiana. Tuviste mucha suerte, bastardo, en el Clan Uchiha no lo toleraríamos, pero veo que los Senju quieren mucho a sus hermanos...

Tobirama lo observaba frío, con esa mirada roja.

—¿Cómo está el tuyo, Madara? —preguntó—. La última vez que lo vi intentaba recoger sus tripas y no cagarse encima.

—¡Bastardo Senju! —Madara desenfundó la katana Totsuka.

—Madara, has venido a hablar conmigo —Hashirama asumió el control de la situación con su voz calmada—, tienes razones para odiar a mi hermano. He venido aquí a evitar más derramamientos de sangre que no sirven para nada...

—... ¿Cómo te atreves?

—Pongámosle fin a este ciclo de asesinato sin sentido. Mi hermano mató a tu hermano, tú lo matarás a él y luego nos mataremos entre nosotros, ¿quién gana con eso?

—¿Y pretendes que lo olvide como si nada?

—No olvidar... Perdonar. Apoyarnos. Llevar a cabo la Visión de Hagoromo. Recuperar nuestro sueño que dio origen a nuestra Aldea.

—Un mundo unido, ¿verdad? Unido bajo tu mandato, ¿cierto?

—Perdiste. Mi hermano ganó. Los clanes lo aceptaron —intervino Tobirama.

—Si vuelves a hablar, te degollaré —declaró Madara, imponente, decidido, desgraciado—, Bastardo...

Tobirama le observó, impávido.

—... ¿Por qué no lo intentas, exiliado?

Madara recibió una inyección de sangre en los ojos producto de la rabia desatada. Apretó las riendas de su equino, y rechinando los dientes, decidió que todavía no era momento de ver muerto a Tobirama.

—Madara —habló Hashirama. El viento de la colina movía su cabello, y su voz le dotaba de una autoridad pocas veces vista—, traes un ejército extranjero a las puertas de Konoha ¿y esperas que te reciban como un héroe?

—No me importa, un héroe o un conquistador, ellos elegirán.

—Elegirán pelear.

—Una mala elección. Abandonarán esas tontas ideas una vez tú estés muerto, Hashirama Senju.

Quizás por los años de amistad entrenando juntos en las praderas, quizás por las tensiones de las escaramuzas sino-japonesas, quizás porque no tenía idea de qué estaba haciendo o más bien lo tenía todo demasiado claro, con su visión más desarrollada, con ese nuevo poder, deseoso de emplear, quizás, no sabe bien por qué, Madara lo seguía tuteando y tratándolo a la vez como un rival con el que poco tenía que ver. No importaba si olvidaba su título, nunca lo había reconocido.

—Te daré a escoger, Hashirama —decretó, impacientándose—. Puedes entregarme a tu hermano, o Konoha.

—No tendrás ninguno de los dos, Madara.

—Entonces perderás a ambos —se sonrió y viró el caballo.

Hashirama arreó el potro, y tras un elegante giro, quedó observando Konoha.

—Si alguna vez fuimos amigos, detendrás esta locura —dijo sin volverse.

Madara no volteó en todo el trayecto de vuelta a su línea.

—Debiste matarlo cuando tuviste la oportunidad, hermano. Hace mucho debiste de hacerlo.

—Tal vez, hermano. Pero yo soy el Hokage. Yo tomo esa decisión.

—Pues espero que ahora tomes la decisión correcta.

—Haré lo que tenga qué.

—Espero que puedas. O tendré que hacerlo yo.

Con eso dicho, Tobirama se adelantó en el trote. Hashirama creía no reconocerlo. Apenas se había criado con él, y casi nunca hablaban si no era una cuestión política de la Aldea, de hecho no quedaban juntos, ni almorzaban ni se conocían más allá de la formalidad, pero era su hermano, su medio hermano, un Senju, al fin al cabo.