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8. Infidelidad

Duo se reunió con el grupo en el comedor y se esforzó en olvidarse de Heero, pero no lo logró ni por un mísero segundo. Los escuchaba conversar sobre que nunca habían visto a su jefe tan enojado, ni tener una reacción tan emocional,pero él no estaba procesando la mayoría de lo que decían.

Es que simplemente no podía creerlo. Admitía que había animado los comentarios coquetos a propósito al notar cómo los ojos azules cobalto centellaban cada vez que decían algo sobre su apariencia. Hasta ese momento, lo estaba disfrutando porque fastidiarlo así se le había antojado cómico y pensaba que su reacción molesta era porque no estaba manteniendo la debida distancia profesional.

Ahora, en cambio, pensaba algo muy distinto tras esa explosión final. Celos, celos, celos. Eso creyó ver en él y si era así, ¿cómo se atrevía a celarlo luego de haberle sido infiel y no haberse comunicado con él en cinco años ni siquiera para disculparse?

Bueno, no era que esperara eso último, ni siquiera habían tenido un tipo de relación que ameritara reclamos. Lo suyo había sido más una historia unilateral. Era él quien lo había seducido en esa escuela en que habían compartido en la tierra, tras la batalla de los pacifistas. En parte por distraerlo de ese dolor, en otra por el loco deseo que descubrió Heero le provocaba.

Repitió lo mismo cada vez que tuvo oportunidad, pero nunca había entendido la forma en que Heero se le entregaba. Siempre luchaba para impedirlo en un inicio, luego parecía asfixiarlo con la fuerza de sus brazos de acero para que no dejara de hundirse en él, para que no dejara de hacerle el amor. Por eso se lo hizo de tantas formas y en todas las intensidades. Había pisado el acelerador y el freno de su placer a antojo. Entonces era innegable que Heero disfrutaba. Sus jadeos graves, necesitados, lo confirmaban.

Pero era igual de innegable que luego parecía odiarlo, como si cada vez que le hacía el amor lo alejara más en vez de acercarlo.

El enigma de Heero Yuy. Había estado perdido en él desde el principio.

Duo podía soportar que Heero no le correspondiera. Lo había aceptado hace años atrás, a punta del dolor ocasionado por el engaño, pero no podía con lo que le provocaba esa ambigua actitud que había tenido sobre él hoy. ¿Acaso ese idiota sentía algo por él AHORA? Era para volverse loco.

¿Lo más preocupante? Lo bien que lo había hecho sentir notarlo. Casi podía escuchar la voz de Hilde diciéndole que no tenía dignidad.