La nieve lo cubría todo. Absolutamente todo. Gray, sentado delante de la tumba de sus padres, notaba cómo se acumulaba en sus hombros y en su cabello. Llevaba mucho tiempo sin sentirse tan solo. Desde que Ur murió y se unió a Fairy Tail, había aprendido a aceptar que la vida es algo efímero, que surge y termina con mucha facilidad y que escapa al control y entendimiento de los seres humanos. Por eso, hacía mucho que había aceptado también que sus padres no podían seguir en su camino. Podría ser que no fuera justo, ya que no habían muerto por causas naturales o por alguna enfermedad, pero era algo que no se podía cambiar. La vida para él debía seguir su curso.
Sin embargo, haber visto a su padre había despertado nuevas heridas en su alma; heridas que pensaba que ya estaban cerradas por completo, pero cuya cicatriz, en ese momento, se había vuelto a abrir y le sangraba, produciéndole un desesperante ardor.
Su existencia estaba marcada por la pérdida. Casi toda la gente que le había importado se había esfumado y no entendía la razón. Por eso, mientras miraba con insistencia la cruz con los nombres grabados que se erigían sobre las tumbas de sus padres, no podía hacer otra cosa que no fuera preguntarles a ellos por qué. Ya ni siquiera le quedaba el gremio porque Makarov había decidido disolverlo. Por lo tanto, sí, estaba solo. Volvía a estar completamente solo.
Escuchó el ruido de unos pasos procedente de su espalda. Después, la voz de Juvia resonó en el lugar, aunque no tenía su usual tono alegre y emocionado, sino uno mucho más melancólico y tembloroso.
—Gray-sama…
Se giró un poco para mirarla de reojo. La primera reacción de Gray fue de molestia. Quería estar en la única compañía de sus pensamientos y que alguien le acompañara —aunque fuera Juvia— se sentía un poco fuera de lugar. En realidad, era algo cerrado, no muy dado a mostrar lo que sentía, así que no le gustaba demasiado que alguien pudiera verlo en sus momentos más vulnerables.
—¿Juvia? ¿Me has seguido?
La nieve que se había acumulado sobre el pelo de Gray cayó junto con sus palabras, proferidas con un tono impregnado de algo de reproche.
—¡Juvia lo siente! Lo siente…
Gray no podía verla completamente, pero la chica, con las manos entrelazadas de manera nerviosa, tenía incluso los ojos cerrados y la espalda ligeramente agachada mientras le pedía perdón. Por mucho que todos se empeñaran en ensalzar cuán obsesionada estaba Juvia con Gray, sabía darle su espacio, sabía respetarlo, porque lo amaba y lo primero para ella era su bienestar. Era tan altruista que siempre anteponía lo que Gray necesitaba a sus propios sentimientos.
—Juvia tiene algo muy importante que decirte —Las pupilas le temblaban de tristeza. Gray simplemente cayó, dándole pie a que continuara. Se apretó las manos para darse ánimo para atreverse a decir lo que debía—. Juvia fue la que acabó con el necromante que controlaba a tu padre.
Las lágrimas se empezaron a acumular en la orilla de sus ojos y, mientras, los de Gray se abrieron con estupor mientras giraba completamente la cabeza para mirarla. Sus labios solo fueron capaces de pronunciar dos palabras.
—¿Fuiste tú?
—Juvia cree… que ya no merece seguir queriéndote. Juvia mató... a tu padre… —confesó con el tono de voz quebrado. Las lágrimas no pudieron retener más el encierro en sus ojos y se deslizaron sobre sus mejillas con libertad.
Gray apretó los dientes con frustración. Se levantó y se encaminó hacia ella. Cuando la alcanzó, la sujetó de la ropa por la parte del pecho.
—¿Fuiste tú? —repitió mientras miraba hacia el suelo.
Juvia profirió un ligero quejido de angustia. En el fondo, sabía que era lo que merecía, pero eso no significaba que doliera menos. Estaba dispuesta a renunciar a amar a Gray porque creía que lo había traicionado, que lo había herido y además de forma irreparable. Por eso, cuando lo sintió abrazándola y escondiendo el rostro en su pecho mientras lloraba desconsolado, no pudo comprenderlo.
—Gracias. Lo siento. Lo siento.
—Gray-sama…
Gray siguió disculpándose mientras se abrazaba a Juvia y sollozaba con dolor contra su pecho. Juvia entonces sintió su calidez, sintió una especie de cosquilleo extraño en las yemas de los dedos y mucha tranquilidad al saber que Gray no quería que ella renunciara a su amor.
Porque en realidad, la molestia que Gray sintió fue en su mayoría porque Juvia le había dicho que ya no merecía seguir queriéndolo. ¿Cómo iba a permitir que se alejara, si la necesitaba más que nunca?
¿Cómo le iba a permitir que se fuera para siempre de su lado, si era la única persona que le hacía sentir que nunca más volvería a estar solo?
-Tras tus huellas-
Capítulo 8. El peso de la realidad
—Gray.
El joven, al escuchar su nombre, frunció un poco el ceño. Abrió los ojos algo aturdido y fijó la vista en el suelo. Todo era blanco. Alzó la vista. Enfrente, una sombra. Lo demás, todo blanco. Parecía como si sus pies incluso estuvieran posados en un suelo vacío, pero del que no se caía.
Cuando logró identificar al hombre que tenía enfrente, su cuerpo se movió por inercia para abrazarse a él. Pensaba que jamás lo iba a volver a ver, pero ahí estaba su padre delante de sus ojos. Con su sonrisa breve pero sincera y con los ojos rezumando orgullo por ver a su hijo hecho un hombre.
—Papá… ¿Qué…? ¿Dónde estamos? —le preguntó cuando cortaron el abrazo.
Silver se llevó una mano a la barbilla mientras trataba de encontrar las palabras adecuadas para describir aquel estado.
—Mmm… Se podría decir que estamos en tu consciencia.
Gray parpadeó en repetidas ocasiones. Eso no tenía sentido alguno. Pero como estaba acostumbrado a que le sucedieran cosas totalmente inverosímiles, decidió que no indagaría más y simplemente disfrutaría de ese inusual reencuentro.
—¿Cómo está tu chica?
—¿Juvia?
Silver lo miró sonriendo. Si ya se daba cuenta hacía años de que algo pasaba entre aquella chica de cabello azul y su hijo, le resultaba más que obvio que ya debían estar juntos. Después de todo, él personalmente se lo había encargado a Juvia; que lo protegiera. Y no se veía una persona que no cumpliera con su palabra.
—Sí, Juvia. Tiene un nombre bonito.
—Sí —dijo el mago de hielo mientras sonreía tenuemente. Su padre pudo identificar bien esa sonrisa; era la misma que esbozaba él por las mañanas cuando miraba a su esposa dormida, la que le dedicaba Mika cuando llegaba a casa o la que sus labios formaron la primera vez que vio a Gray. Era la sonrisa del amor y Silver agradeció al universo que le hubiese puesto en el camino a su hijo a una persona tan especial como Juvia—. Está bien —dijo confundido—. ¿Está bien?
—¿A mí me lo preguntas?
—Es que… no sé, tengo una sensación rara. Como si hubiese estado buscando algo relacionado con Juvia.
Gray apartó su mirada por un instante de los ojos curiosos de su padre. Qué extraño era todo. Aun cuando no quería cuestionarse qué hacía allí, por qué estaba hablando precisamente con su padre, en el fondo lo hacía.
—Ya veo… Bueno, pero háblame de ella. ¿Te hace feliz?
—Mucho. ¿Sabes? Vamos a ser padres.
Tras decir aquellas palabras, Gray miró de nuevo a su padre. Sus ojos se abrieron con incredulidad. ¿Cómo sabía eso? No recordaba el momento ni el lugar en el que Juvia se lo había contado, pero de lo que sí estaba seguro era de que sabía que pronto iba a tener un hijo con ella.
—Pareces sorprendido.
—Bueno… es lo normal, ¿no?
—Gray —Silver posó una mano en el hombro de su hijo—, estoy seguro de que vas a ser un gran padre.
El chico solo asintió y le sonrió. Después, una punzada de dolor le atravesó la sien. Se llevó las manos a la cabeza y, como estacas que se clavaban en su cerebro, todos los recuerdos de la última semana llegaron de forma lúcida a su mente.
Se levantó de forma repentina, buscando una salida inexistente. ¿Qué hacía? ¿Cómo salía de allí? ¿Cómo rescataba a Juvia?
Probablemente, que se encontrara en ese lugar significaba que su lado oscuro lo había consumido por completo. Pero debía luchar, porque debía protegerla. Esa era la promesa, la condición que se había puesto a sí mismo para ser libre a su lado, y no podía fallar. Debía cumplirla sin importar los obstáculos que se le pusieran por delante.
Silver se quedó mirando la espalda de su hijo. Sabía bien lo que sucedía porque, al fin y al cabo, una parte de él vivía en su consciencia como pago por haberle heredado su poder. Intentaba hacer las preguntas adecuadas para que Gray se diera cuenta de lo que estaba sucediendo por sí mismo.
—Gray, cálmate.
Le colocó la mano de nuevo en el hombro y Gray se dio la vuelta. En sus ojos solo podía verse un miedo atroz y un gran sentimiento de incertidumbre y culpa.
—Si dejas atrás tu poder de Devil Slayer, volverás.
—Bien, dime cómo se hace.
Silver arqueó una ceja. No había dudado ni un instante en elegirla a ella antes que a aquel poder que le había servido para derrotar a tantos enemigos, para proteger a tantas personas, pero también para llevarlo a la más profunda desesperación y pérdida de su ser.
Pero era obvio. ¿Cómo no iba a estar tan seguro? Si a él le hubiesen dicho que sacrificara cualquier cosa por Mika o por su hijo, lo habría hecho sin pensarlo dos veces. De eso está hecho el amor: de sacrificios, de altruismo, de entrega. Y se notaba mucho; Gray estaba enamorado hasta las trancas de esa chica que tanto bien le hacía.
—Ese es el camino fácil. Sé que tú eres capaz de superar esto sin necesidad de desprenderte de ese poder.
—¡Me da igual! ¡Necesito volver, necesito que Juvia esté bien!
Silver, una vez más, sonrió, esta vez con orgullo. Ni las mejores expectativas que tenía habrían rozado el gran ser humano en el que se había convertido Gray. En el fondo, sabía que, además de ser un joven enamorado, también tenía miedo. Principalmente, de volver a quedarse solo. Pero era comprensible, pues Gray conocía bien lo doloroso que es perder a quienes más se ama y el vacío tan grande que dejan las personas en el alma cuando se van, como si fuera una huella imborrable que puede llegar a alterarlo todo.
—Gray, tú eres capaz de hacerlo. Este poder también es necesario para proteger. Para que protejas a Juvia. A tu hijo. Lo necesitas. Y sé que puedes volver sin dejarlo atrás. Más bien, es tu responsabilidad.
Gray cerró los ojos. Su padre tenía razón. Necesitaba volver, pero también aquel poder. No podía sacrificar nada. En la batalla contra el Imperio Alvarez, cuando pensaba que Juvia había muerto, la oscuridad ya lo consumió y se pudo librar gracias a ella. Sí, toda su vida estaba condicionada por Juvia, pero eso no era un lastre, sino que le suponía un alivio y su mayor felicidad.
El amor de Juvia siempre lo había salvado. Era como su particular oasis, como un bálsamo de aguas mansas, frescas y cristalinas en el que sumergirse cuando ya no podía más.
Estaba seguro de que esta vez, también lo volvería a salvar.
—Gray-sama, por favor… vámonos a casa.
Juvia cerró los ojos con fuerza mientras las lágrimas le recorrían ya el cuello. Sentía la punta de la lanza posándose sobre su pecho, así que se preparó para lo peor. Lo que más le dolía era que, si Gray llegaba a volver en sí, la culpa lo iba a devorar y ella ni siquiera podía hacer nada para defenderse porque no le quedaban fuerzas.
Entonces, el agarrón cesó y Juvia dejó de apretar sus ojos.
—¿Juvia…?
La chica, por fin, fue capaz de dirigir su mirada hacia Gray. Le temblaban las manos y los labios, se le veía pálido, pero al menos había vuelto a ser él. Se abalanzó sobre él para estrecharlo entre sus brazos mientras lloraba de felicidad, pero pronto lo sintió apartándola de su cuerpo y cortando así el abrazo.
Gray fue hacia donde estaba Jerome. Le tomó el pulso. Aún seguía vivo, así que hizo las llamadas correspondientes para que lo arrestaran de nuevo después de curarlo. Cuando se lo llevaron de aquella casa, Gray volvió a dirigirse a Juvia. Estaba muy serio y eso a Juvia le inquietó mucho. No parecía el Gray amable y dedicado que era, sino un espectro, una sombra de lo que siempre fue.
—Iremos a ver a Porlyusica y después a Magnolia. Hay una estación de tren cerca de aquí.
Gray emprendió el camino en silencio, siempre mirando de reojo que Juvia le siguiera. La estación estaba muy cerca, así que moverse hasta allí no fue un verdadero problema. Todo el trayecto de tren, Gray se lo pasó sin decir nada y mirando por la ventana. Juvia, que no sabía bien qué decir, optó también por el silencio.
Cuando llegaron a casa de Porlyusica, la mujer revisó a Juvia, la curó y finalizó la visita con: «¿Vosotros también vais a tener un crío? ¿Qué sois ahora en Fairy Tail, conejos?». Juvia rio suavemente ante la frase. Su generación tenía ya la edad de tener hijos. Gajeel y Levy habían empezado, pero era más que probable que eso solo fuera el pistoletazo de salida, y la clara prueba de ello era que ahora Gray y ella también iban a ser padres.
La próxima parada fue su casa, aquella que en un principio era de Gray, pero que llevaban compartiendo juntos muchos meses; aquella que, sin duda alguna, ahora podían llamar hogar.
Juvia se sentó en la cama de la habitación. Estaba cansada. Necesitaba dormir y cuidarse, ahora mucho más. Gray la siguió y se quedó de pie en la entrada del cuarto, justo al lado de la puerta. La vio sonriéndole. A él de nuevo. ¿Cómo una sonrisa tan pura y preciosa podía ir dirigida a alguien tan despreciable como él? Solo le salió desviar la mirada hacia el suelo, claramente avergonzado y decepcionado consigo mismo.
—Juvia, me voy a ir.
—¿Qué…?
Gray no había sido capaz de levantar los ojos del suelo, así que no pudo ver la desesperación en las facciones de Juvia, aunque sí que fue capaz oír su voz temblorosa.
—Te puedes quedar aquí, por supuesto. Yo buscaré otro sitio. Vendré a veros… a ti y al bebé… Pero no me siento con derecho de estar a vuestro lado.
—Gray-sama… ¿Cómo vas a hacerle esto a Juvia? Si te necesita ahora más que nunca…
El tono de voz, cargado de absoluta tristeza y preocupación, hizo que Gray posara sus ojos en los de Juvia. Lloraba mientras los labios y la barbilla le temblaban. Y a él también le dolía esa decisión, pero no sabía qué más podía hacer. No la merecía, no estaba a su altura y consideraba que era un error seguir pretendiendo que podían estar juntos, que él podía seguir garantizando su bienestar.
—Juvia… Yo… No merezco estar contigo…
Repentinamente, Juvia se secó las lágrimas y le sonrió, dejándolo algo confuso. Se tumbó en la cama y le dio dos toques ligeros al colchón para que la acompañara. Al principio, Gray dudó, pero luego lo hizo. Se acostó de lado junto a ella y ambos, en silencio, se quedaron mirándose.
—Gray-sama, Juvia ya no puede vivir sin ti. Y Juvia sabe que tú tampoco sin ella.
—Pero todo ha sido mi culpa. Te he puesto en peligro, no he podido protegerte, he… he estado a punto de hacerte daño, Juvia. Y no solo a ti, sino también al bebé. Yo… no me voy a poder sacar eso de la cabeza jamás…
—Todo está bien —le susurró mientras lo atraía en un abrazo hacia su pecho.
Gray, conmovido por sus palabras, por la calidez del abrazo y por las remembranzas nostálgicas que el gesto le traía, empezó a llorar. No era la primera vez que estaban en esa situación y sabía que tampoco sería la última, porque todavía seguía siendo débil.
—Lo siento, Juvia… Lo siento… —murmuró mientras seguía sollozando.
—Todo está bien —repitió la maga de agua—. Porque Juvia ama a Gray-sama y Gray-sama ama a Juvia. Porque pronto tendremos a alguien más con quien compartir ese amor. Porque no importa absolutamente nada ahora que, por fin, podemos estar juntos.
Juvia apretó más su abrazo y comenzó a acariciarle el pelo para que se tranquilizara, mientras Gray solo podía seguir diciendo cuánto lo sentía.
Al final, resultaba que era muy egoísta y que, por mucho que quisiera, no podía separarse de Juvia. Y también era terriblemente débil y frágil. Sin embargo, ella, con su luz y bondad, era capaz de arrancarle todos los defectos, de hacerle mejor persona y de convencerlo de que sí, todavía tenía una oportunidad para vivir.
Tras algunas horas, Gray se despertó. Estaba solo en la cama, así que, completamente sobresaltado, se levantó para salir de la habitación. En la cocina estaba Juvia preparando té. Gray, al verla, suspiró aliviado. Se acercó a ella por detrás y la abrazó, posándole la barbilla en el hueco que se formaba entre su cuello y hombro.
—Deberíamos ir al gremio.
—Sí o Gajeel vendrá a asesinarme.
Juvia se rio por el comentario. Eso sonaba exactamente a cómo era Gajeel.
Después de comer, ducharse y vestirse, fueron a Fairy Tail. Todos se alegraron mucho de que Juvia estuviera bien, Gajeel le dirigió algunas miradas asesinas a Gray que el mago de hielo ignoró y todos los integrantes del gremio estallaron de felicidad cuando la maga de agua les contó que estaba embarazada.
Gray, alejado del tumulto y apoyado contra una pared, miraba como todos querían acercarse a hablar con Juvia para felicitarla. A él no le gustaba ser el centro de atención, así que eso estaba bien.
Sin embargo, había una persona que fue hacia donde se encontraba y se colocó al lado suyo, imitando completamente su pose.
—Así que vas a tener un hijo —le dijo Natsu sonriendo.
—Eso parece. Espero que ya sepas que no es tuyo y que los bebés humanos no salen de huevos —respondió Gray con sorna mientras sonreía de lado.
Natsu se sonrojó un poco, miró a Lucy y después, hacia sus zapatos.
—Sí… Ya sé que no es así.
Gray alzó una ceja. Parecía que por fin había pasado algo entre los dos. Se comportaban como un matrimonio desde hacía años, así que ya era hora de que se decidieran a dar el paso y estar juntos. De todas formas y aunque se moría por molestarlo, no lo haría porque no era el momento. Ya se encargaría de ese asunto más adelante.
—Gracias por dejarme resolver esto solo.
Natsu lo miró sonriendo. Confiaba en él plenamente, así que, aunque al principio le pareció una idea descabellada que fuera a por Juvia solo, terminó accediendo.
—Espero que estés también a la altura de esto y seas un buen padre.
—¡Pues claro que lo seré! Y mucho mejor de lo que tú lo serás cuando tengas hijos.
—Eso ya lo veremos —Natsu le guiñó, le dio una palmada en el hombro y se alejó.
Normalmente, una conversación como aquella habría acabado en una gigantesca pelea entre los dos, pero ese no era el momento.
Gray se quedó mirando a Juvia, que ahora solo estaba acompañada por Erza, Lucy y Levy. Sonrió con alivio mientras se daba cuenta de que, mientras Juvia existiera, jamás volvería a estar solo.
FIN
Córdoba (España), 6 de abril de 2021.
Nota de la autora:
Bueno, pues aquí está el final de esta historia, que daba para muchas conclusiones, pero hace poco terminé una historia de forma triste y no quería hacer lo mismo otra vez. Además que mi bebé Gray ya ha sufrido bastante.
Muchas gracias a la gente que ha decidido apoyar este fic. He pasado por un período de desmotivación gigante, pero no podía dejarlo inconcluso porque yo no soy así, no me sale. Aunque me ha llevado casi un año y medio acabarlo, aquí estoy, publicando el capítulo final. En fin, espero de corazón que os haya gustado y también que la inspiración gruvi gruvi me siga visitando para seguir siendo feliz mientras escribo de ellos.
¡Nos leemos pronto!
