Capítulo 7: Cólera femenina (Flashback)
Ubicación: Bifrost, Asgard
Loki
El día posterior a la fiesta, Loki se despertó en la cama de su cabaña, solo, ya que Freya se había marchado a primera hora de la mañana. El príncipe suspiró, cepillándose el cabello con las manos ante una noche de sexo salvaje que lo había dejado sin energía. Después, recordó que le había prometido a Sigyn que volvería para terminar la fiesta con ella (cosa que no hizo, realmente) y mostró una mueca, sintiendo un terrible escalofrío.
Aquella misma tarde, los guerreros partirían a Vanaheim, por lo que tuvo que apresurarse de vuelta al castillo a preparar su equipaje. Eran algo así como las diez de la mañana cuando Loki regresó a su habitación. Casualmente, antes de abrir la puerta, se encontró con Sigyn saliendo de la suya, quien se paró en seco al percatarse de su presencia.
Loki le sonrió, intentando romper el hielo con la recién llegada por la que sentía un interés exponencial:
−Buenos días, gatita, ¿qué tal acabase la noche?
Pero su apodo no causó el efecto deseado aquella vez, es más, resultó no gustarle en absoluto: Sigyn se acercó a él con pasos contundentes para propinarle una bofetada en la mejilla, lo cual dejó a Loki atónito.
−¡Te he dicho ya varias veces que no me llames así! −gritó ella, girándose sobre sus propios pies y marchándose hacia el lado opuesto del pasillo.
Loki se llevó la mano a la mejilla, que todavía escocía del impacto. Si bien normalmente le parecía gracioso, incluso atractivo, que una mujer le golpeara en la mejilla, aquella vez se sintió confuso, por lo que decidió entrar en su habitación sin más miramientos.
Durante el resto del día hasta la hora de la expedición, no se volvió a encontrar con ella. La doncella no se había dejado caer por su habitación salvo para recoger su equipaje, momento que Loki aprovechó para acercarse a ella, de nuevo en el pasillo, y preguntarle:
−¿Estás bien? ¿Qué te pasa? ¿Vas a venir? Creo haberte dicho que no podías...
Sigyn lo miró con una expresión muy seria, zafándose de su agarre, ya que Loki sujetaba delicadamente su brazo.
−Por príncipe que seas, no eres quién para decirme lo que debo o no debo hacer. Tu hermano dijo que podría ir e iré.
Loki la siguió en silencio hasta que alcanzaron el fin del Bifrost, donde se encontrarían con Lady Sif, Thor y los Tres Guerreros. El ambiente no era el mejor, ya que, aparte del enfado de Sigyn, Sif y Thor no se dirigían la palabra.
Las mujeres se apartaron del grupo de hombres para entablar una conversación discreta a la que nadie más estaba invitado. Aguardaron hasta que, al final, llegó Frandal, que era el único que faltaba. Junto a los asgardianos, estaban sus monturas, incluida una nueva, que sería la de Sigyn a partir de ahora:
Se trataba de una pantera negra del desierto, unas de las monturas más preciadas debido a su sigilo, aguante, astucia y velocidad. Eran abundantes en el reino de los enanos, por lo que también se usaban para el transporte rápido de mercancías en lugares áridos. Educadas de la manera correcta, las panteras podían ser una gran montura para los pícaros y cazadores más diestros.
−¿Te gusta? −escuchó decir a Sif, quien se había encargado de escoger la montura para ella. Sigyn sonreía como de costumbre, aunque era la primera vez que Loki la veía sonreír aquel día.
−Me encanta, ¿podrá reconocerme como su dueña? −preguntó, restregando su mejilla contra el lomo de la pantera, que ronroneó ante aquel gesto de afecto.
Estos animales eran leales con sus dueños, siempre y cuando su aura fuera pura y limpia. En general, se dejaban llevar por las vibraciones: no atacaban a personas inocentes, pero se envalentonaban con las personas más ruines, mezquinas y malvadas. Si su dueño no estaba cerca, podían suponer un gran peligro para los malhechores. En presencia de su dueño, se ceñían a sus instrucciones y lo defendían a muerte si fuera necesario.
−Todo animal necesita su tiempo para establecer lazos con su jinete... pero creo que le gustas −respondió Sif, acariciando a la pantera bajo la oreja.
−Te llamaré... −dijo Sigyn, colocándose frente al animal con los brazos en jarra− ¡Sombra! ¡Rauda, veloz y mortífera! Tu nombre será la envidia de todas las panteras del Yggdrassil.
Sigyn, enamorada de su nueva bestia, no dudó en abrazar a la enorme pantera que, en comparación, podría devorarla de un solo bocado.
Ahora, sólo faltaba que Heimdall les abriera el portal a Vanaheim, pero antes, el guardián cruzó un par de palabras con los príncipes:
−Thor, Loki, ya sabéis las normas: podré traeros de vuelta siempre y cuando no suponga una amenaza para el reino.
Los príncipes asintieron con la cabeza, pero el guardián continuó dándoles instrucciones antes de dar uso a su espada, que servía de llave para abrir el portal:
−Cuidad de Lady Sigyn: sabéis que la reina no aprueba que os acompañe en vuestra expedición.
Los príncipes volvieron a asentir. Finalmente, Heimdall colocó una mano sobre el hombro de Loki, diciéndole lo siguiente, de una forma un tanto más discreta:
−Príncipe Loki, tus actos de anoche explican el enfado de Sigyn... Sugiero que seas paciente e intentes razonar con la muchacha.
Loki, comprendiendo, al fin, por qué Sigyn estaba enfadada, asintió como dándole las gracias por el chivatazo al guardián de Asgard, que siempre estaba al tanto de todo. Después, se acercó a ella un tanto vacilante, y le preguntó:
−Es tu primera vez viajando en el Bifrost...
La doncella lo miró de arriba abajo, todavía abrazada a Sombra, y después asintió. Como respuesta, Loki le ofreció su mano.
−Deberías sujetarte −le aconsejó, pero, en lugar de aceptar su gesto, Sigyn se aferró más fuerte a las riendas de su pantera. Lo mismo hizo Loki, tras aquel rechazo: sujetó firmemente a Sleipnir, así como el resto de los asgardianos se aferraron a sus monturas, algunos montados y otros simplemente situados junto a ellas.
Heimdall introdujo la espada sobre el complejo mecanismo del Bifrost, el cual se puso en marcha a su mando. De pronto, todos los presentes, salvo el guardián, se vieron transportados por el arcoíris que servía de portal a otros reinos: era como encontrarse en medio de una corriente de agua, que te arrastraba a su merced.
Suspendidos en el aire o, mejor dicho, en el espacio, Loki observó a Sigyn, que miraba a su alrededor estupefacta, con la velocidad peinando su cabello e incluso forzándola a cerrar un poco los ojos. En el momento más inesperado, todos aterrizaron en una nueva tierra.
Como era su primera vez, Sigyn aterrizó con torpeza, cayéndose al suelo mientras el resto de los guerreros lo hacían con la elegancia de un gato saltando desde lo alto de un tejado.
Ubicación: Tierras salvajes de Vanaheim
Sigyn
Volstagg y Frandal mostraron una sonrisa socarrona y la contemplaron desde su altura. Thor y Sif estaban demasiado ocupados odiándose como para darse cuenta, y Hogunn era... como un monje que había jurado guardar silencio: mudo, reservado y casi indiferente; las pocas veces que lo había visto reaccionar, había sido inspirado por la guerra y la gloria.
Como Sigyn se había negado anteriormente a tomarle la mano, Loki no quiso ofrecérsela una vez más, sobre todo sabiendo que Sigyn era una mujer que gustaba de su independencia.
La rubia asgardiana apareció entre la vegetación, con varias hojas de trigo enredadas en su cabello: pasó de estar tumbada a sentarse y, de ahí a reincorporarse tambaleándose un poco, como si recién pisara tierra tras una travesía turbulenta en la mar.
Se encontraban en un trigal, alejados de cualquier aldea o ciudad. Alrededor no había más que naturaleza: unas montañas lejanas, el sonoro canto del agua y lo que parecía el comienzo de un frondoso bosque. Desubicados, Sif sacó un mapa de su faltriquera y lo estudió con calma, anunciando:
−Nos encontramos en algún punto entre las Laderas de Rocagris, las Cataratas de Vallepuro y el Bosque del Ocaso... −explicó la guerrera, señalando en dirección de cada uno de los lugares− Las aldeas más cercanas son Villanocturna, pasado el bosque, y Cunablanca, la segunda ciudad más poblada de Vanaheim, tras las montañas.
» Hemos estado por aquí antes, pero, con el fin de que conozcáis vuestra ubicación exacta, −aclaró la guerrera, repartiendo un pergamino a cada uno de los asgardianos− aquí tenéis una copia del mapa.
Sigyn tomó el mapa en sus manos, inspeccionándolo. Después, lo dobló cuidadosamente y lo metió en su equipaje, amontonado sobre su montura.
Sabía que su presencia ahí incomodaba al joven príncipe, quien, junto a la reina, había rechazado la idea de que los acompañara. Thor la apoyaba, a pesar de que también pensara que no estaba preparada. Odín se había mostrado más bien neutral, diciendo que no le iba a prohibir nada a una mujer libre que no era su hija. Respecto al resto de los guerreros... Desconocía su opinión, pero estaba segura de que no tendrían opiniones muy diferentes:
Seguro que pensaban que era una niña boba que no podría defenderse ante los peligros y las bestias de Vanaheim... Lo que desconocían era que Sigyn se había preparado minuciosamente para aquel viaje: había leído mucho sobre la fauna y flora del lugar, de madrugada en la biblioteca, y la lectura que le había encargado Frigga para final de mes también le sería útil: sí, se trataba de una introducción a la magia, pero no por ello no enseñaba hechizos provechosos. También se había levantado más temprano de lo normal con el objetivo de empezar a meditar. Además, se sabía todas las constelaciones y cómo guiarse a través de ellas, por dónde salía el sol en Vahaneim, y una lista extensa de datos extremadamente beneficiosos.
−Sugiero emprender la marcha: la noche caerá pronto −habló Hoggun, estimando unas dos horas de claridad.
Thor asintió, subiéndose a su montura.
−Intentemos cruzar estos campos y acercarnos al bosque junto a las Laderas lo máximo posible.
Todo a su alrededor era vasto y descomunal: apenas se podía ver el inicio y el fin de cada una de aquellas zonas. Las Laderas de Rocagris, repletas de cuevas, era una cordillera que se extendía en más de tres mil quinientos kilómetros hacia el oeste. Había demasiado que explorar... es por eso que Sif ya había redondeado una zona en el mapa. Sigyn no sabía cuántas hectáreas tenía el bosque, pero era como para perderse allí adentro y no volver a salir de él. Comenzaba al lomo de las montañas, y era allí, en ese preciso punto, donde los asgardianos pondrían su campamento. Pero, primero, tenían que llegar y dejar atrás los inmensos terrenos de trigo.
Thor inició el galope y, al poco, comenzó a cabalgar muy rápido. El resto lo siguieron de cerca. Loki y Sigyn se quedaron un poquito atrás.
−Sigyn, sé que estás enfadada... −escuchó que decía el joven príncipe a sus espaldas.
Sigyn, que no había pensado en él en un buen rato, se sintió molesta porque Loki volviera a dirigirse a ella, señalando lo obvio. La muchacha frunció el ceño, ignorándolo, y se limitó a subir rápidamente sobre Sombra. Acto seguido, usó sus talones para darle un pequeño golpe a la altura de las costillas, lo cual hizo que la pantera empezara a correr.
Loki apretó los labios, subiéndose grácilmente sobre Sleipnir, su caballo de ocho patas. La alcanzaron enseguida, jinete y caballo situándose al lado de Sigyn y de su montura.
−¡Sigyn! ¡Escúchame! −suplicó el joven príncipe, gritando ante la elevada velocidad y el ensordecedor viento.
Sigyn no contestó y siguió mirando al frente, concentrada en la felicidad de cabalgar. Ante eso, Loki suspiró exasperado, y se quejó:
−¿Por qué estás de pataleta? ¡Ni que tú y yo tuviéramos algo!
Sigyn giró la cabeza en su dirección casi al momento, con los ojos entrecerrados.
−¿Ah, no? Está bien, lo tendré en cuenta la próxima vez que quiera besarte −contestó con sarcasmo, dejando a Loki un tanto cohibido con aquella respuesta. Después, la doncella añadió−: ¡Espera! ¡No habrá una próxima vez! ¡No me gusta que me hagan perder el tiempo! −tras eso, Sigyn comenzó a hablar consigo misma−: No sé en qué momento pensé que tú y yo podríamos tener algo... Me vine arriba demasiado rápido, ¡si apenas te conozco!
Loki frunció el ceño, decidido a adelantarla con su corcel y bloquearle el camino. Al hacerlo, su pantera gruñó, derrapando hasta que se detuvo completamente. Sigyn, furiosa, extendió los brazos y exclamó:
−¿Qué haces?
−Tenía miedo, ¿vale? −admitió Loki.
−Miedo, ¿de qué? −preguntó una Sigyn enrabietada, aferrándose a las riendas de su bestia, que, curiosamente, comenzó a gruñirle al príncipe.
−No... ¡no lo sé! ¡Nunca me ha pasado antes! −se quejó el príncipe, encogiéndose de hombros− Es la primera vez que siento que puedo mostrarme tal y como soy con alguien a quien le importa lo que siento o tengo que decir... alguien que ve más allá del poder o de la riqueza de ser príncipe. ¡Tenía miedo de arruinarlo!
Sigyn asintió con la cabeza, riendo de forma sardónica y echando la vista a un lado.
−Así que pensaste que la mejor manera de no arruinar las cosas era yéndote con la primera que pasaba. Al menos ten la decencia de rechazarme, Loki...
−Freya no es una cualquiera... Es complicado −respondió un vacilante Loki.
−¿Complicado porque es la única que no ha salido espantada? ¿Porque sabe de magia tanto como tú? ¿O porque es la más hermosa del reino y tienes la suerte de que te haya escogido para tener sexo fácil? −Sigyn negó con la cabeza, rodeando a Loki y a su caballo con su hermosa pantera− Parece que a ella no le importa lo que sientas o tengas que decir... si no, también habrías huido de ella. Enhorabuena, Loki, encaja perfectamente contigo: es fría y superficial.
−Estás siendo demasiado dura...
«Además, tú eres tan hermosa como ella, o incluso más...», pensó Loki.
−¿Estoy siendo demasiado dura? ¿Por qué? −espetó Sigyn, retrocediendo un poco− ¿Porque estás siendo sincero conmigo? Tus palabras, a estas alturas, no significan nada... No sé, Loki, no seré estúpida y haré como si nada hubiera pasado. ¿Tenías miedo de arruinarlo? Demasiado tarde: lo has arruinado antes de que empezara.
Loki se mordió la mejilla por dentro de la impotencia, observando cómo Sigyn volvía a galopar en dirección a los demás. Al rato, retomó la marcha, siendo el último del grupo en llegar a la zona en la que establecerían el campamento.
Ubicación: Campamento, Vanaheim
Sigyn
Ya estaba cayendo la noche porque el cielo estaba adquiriendo un color morado oscuro que pronto se convertiría en negro. Thor y Sif montaban, cada uno por su cuenta, sus respectivas tiendas de campaña. Los Tres Guerreros, con ciertas dificultades, montaban la suya, que era algo más grande. Y Loki, que acababa de llegar, decidió sentarse en un tronco frente a Sigyn, que estaba sentada sobre una roca. El príncipe, en silencio, comenzó a apilar unas piedras en el suelo; después, se daría un paseo en busca de leña para encender una generosa hoguera.
−Sigyn, −la llamó Sif, tomándose un descanso para beber agua. Bastó el nombre de la asgardiana para que Loki también elevara la cabeza en dirección de la guerrera− ¿compartirás tienda conmigo?
Thor paró inmediatamente lo que estaba haciendo para mirar de forma confusa a Sif y después a su hermano. Normalmente, en toda expedición, Thor y Sif compartían tienda, aunque nunca pasaba nada entre ellos. Los guerreros acostumbraban a dormir juntos en una especie de unión fraternal y Loki, que era bastante solitario, acababa durmiendo felizmente solo. No es que se esperase dormir con Sigyn, ni nada por el estilo, pero, al parecer, Thor sí esperaba dormir junto a Sif, como siempre.
−Por supuesto −contestó ella.
La rubia había sacado una botella de ron de su equipaje, para sorpresa de todos, que ahora la contemplaban curiosos. Se dispuso a traspasar parte del alcohol a una pequeña petaca para el viaje.
−Querida, no creo que tengas tiempo para beber durante la incursión... −comentó Volstagg, dándole un mordisco a un muslo de pollo− aunque sí deberíamos llevar algo de comida con nosotros.
Sigyn rio entre dientes, pero no dijo nada: siguió preparando una mochila de cuero en la que metió una pequeña cantimplora, la petaca, una brújula, el mapa y un puñado de hierbas envueltas cuidadosamente en una tela.
−Las cuevas que vimos la otra vez están en esa dirección... −explicó Frandal, mirando a Thor− Si partimos temprano, llegaremos a primera hora de la tarde allí arriba.
Thor asintió con la cabeza, martilleando unos clavos de modo que la tienda quedara bien sujeta a la tierra.
−Sí, cuanto más temprano, mejor.
−¿Qué haremos con el campamento? −preguntó Sigyn.
−Las bestias cuidarán de él. −explicó el heredero− De todos modos, este no es un lugar frecuentado por malhechores, aunque Loki podría proteger el campamento con uno de sus hechizos, como de costumbre: quien se acerque, pasará de largo, pensando que aquí no hay nada.
−Sí, nos estamos tomando demasiadas molestias en montarlo para desmontarlo por la mañana −razonó Volstagg.
−Y, si pasa algo, deberíamos tener una zona en la que sanar y descansar −explicó Hogunn, aunque Thor insistió en que no pasaría nada. Últimamente, los asgardianos estaban teniendo suerte en sus expediciones.
Sif, que había terminado de montar la tienda, volvió a llamar a Sigyn. La asgardiana se acercó a ella, examinando el interior de la tienda de campaña: por dentro era más grande que por fuera.
−Invención enana... −sonrió Sif, haciendo aspavientos con la mano para que entrara− Tranquila, estas tiendas están muy bien insonorizadas: no pueden escucharnos −explicó la guerrera, cruzada de brazos, que cabeceó en su dirección, como pidiendo explicaciones−: ¿Qué tal ayer?
Una vez dentro, Sigyn se encogió de hombros.
−¿A qué te refieres?
−Sé que estuviste con Theoric. ¡Menudo ojo tienes! −bromeó, propinándole un codazo amistoso a la asgardiana, que sonrió tímidamente.
−No es lo que tú crees: no pasó nada.
−Puede, pero es obvio que le gustaste, −la guerrera miró a Sigyn de arriba abajo− pero quien te gusta a ti es Loki, ¿verdad?
Frustrada y dolida por el rechazo de Loki, Sigyn apretó los labios.
−Quizá no sea la persona más correcta por la que interesarse −admitió ella.
Sif la cogió de la mano y ambas se sentaron en el suelo, con las piernas cruzadas.
−Por experiencia, te aseguro que ir detrás de los príncipes no trae más que quebraderos de cabeza...
Sigyn la miró de forma juguetona, señalándola con el dedo.
−Sé que te refieres a Thor.
Sif se encogió de hombros, suspirando.
−Él ni se inmuta... Además, desde que llegaste no ha hecho más que fijarse en ti.
−No seas ridícula... −insistió Sigyn− Puede que se haya fijado en mí, pero no tiene importancia: sólo está perdiendo el tiempo. ¡Sabe que no tiene nada que hacer!
Sif mostró una mueca, visiblemente incómoda por la situación, y aprovechó a cambiar de tema en cuanto pudo.
−Tengo algo para ti −dijo, saliendo un momento de la tienda de campaña para ir a buscar su regalo. Al rato, regresó con algo que ocultaba a su espalda.
Sigyn la miró con curiosidad, alzando una ceja.
−No puedo permitirte continuar con ese vestido −explicó Sif, observando el atuendo de Sigyn. Ella se miró de arriba abajo: llevaba un vestido cómodo porque sabía que aquel día iba a estar viajando, pero Sif tenía razón: no podía enfrentarse a esta nueva aventura en su ropa habitual, por eso, había traído mallas, para poder moverse con más libertad:
Las mallas que tenía en el equipaje eran pegadas, como de licra. También traía consigo un corsé de cuero (el más cómodo que pudo encontrar) que le permitiera moverse y contorsionarse, además de protegerla de heridas y rasponazos. Pero Sigyn no tenía una armadura todavía, a pesar de que Sif le hubiera prometido una.
La guerrera se arrodilló frente a ella, sacando varios objetos de un saco: una hermosa pechera de acero bañada en oro y unas hombreras con forma de ala que le recordaron a Pegaso, de la mitología griega que tanto adoraba.
−Te recomiendo que guardes esos brazaletes... −continuó Sif, refiriéndose a aquellos que Loki le había regalado, y entregándole unos brazales de guerra más adecuados− y que uses estos, en su lugar. Te protegerán el brazo y, además, puedes ocultar una daga en ellos.
Sigyn se quedó, literalmente, boquiabierta.
−¡Sif! ¿En serio? −es todo lo que pudo decir.
Tomó la pechera en sus manos, después admiró las hombreras y, finalmente, se puso uno de los brazales.
−¡Todo esto es... precioso! −admiró la joven asgardiana.
−No te emociones tanto... −dijo Sif, riéndose entre dientes− Como ves, tienen algunos rasguños. Además, son piezas sueltas, no forman parte del mismo juego, y faltan las rodilleras y el yelmo.
Maravillada por la belleza de dichas piezas, Sigyn sonrió y se echó encima de Sif para abrazarla.
−¡Te lo agradezco mucho, igualmente! ¿De dónde las has sacado?
La guerrera, que ya comenzaba a querer a Sigyn como a una hermana pequeña, rio entre dientes, dándole unas palmaditas en la espalda.
−Fueron las primeras piezas que me compré cuando cumplí la mayoría de edad y empecé mi aprendizaje como guerrera. Era mucho más menuda entonces, como tú, por lo que pensé que te valdrían −explicó Sif, jugando con el pelo rubio de Sigyn, que tanto le recordaba al suyo antes de que Loki se lo cortara...
Ubicación: Campamento, Vanaheim
Loki
Fuera, los hombres descansaban sentados alrededor de la hoguera. Había pasado ya un buen rato desde que las mujeres se habían metido en la tienda de campaña para no salir y, aunque no se escuchara nada, se podían distinguir un par de risas lejanas. Sif y Sigyn, que habían traído comida de casa, habían decidido cenar y pasar la noche juntas, cosa que a los príncipes no les hacía demasiada gracia, a pesar de que Thor, por ejemplo, se lo pasara siempre en grande en presencia de los Tres Guerreros. Al cabo de un rato, los susodichos empezaron a beber y los príncipes, que estaban un poco alicaídos por sus respectivas broncas, decidieron retirarse a su tienda.
Tumbados en sus respectivos sacos, ambos mirando el techo de la tienda de campaña, comenzaron a conversar:
−Cuéntame, hermano... −empezó Thor, mirando en su dirección con las manos en su regazo− ¿Qué hiciste a noche para ganarte el odio de Sigyn?
Loki, frustrado, suspiró.
−¿Es que disfrutas con mi angustia, hermanito? −contestó él, ni más, ni menos.
−En realidad, no hace falta que me digas nada... −continuó Thor, volviendo la vista al techo− Puedo explicarlo en dos palabras: Fre-ya.
El joven príncipe puso los ojos en blanco ante la idiotez de su hermano.
−Querrás decir sílabas...
−Lo mismo da, que da lo mismo. −contestó Thor, con una sonrisa burlona.
−Tú también te luciste con Sif... Actúas como si no tuviera un ápice de atractivo o feminidad.
−Pero ¿qué dices? −espetó Thor, ahora molesto− ¡Yo jamás he pensado que Sif no sea atractiva!
−Pero sí masculina, ¿verdad? −razonó Loki, soltando un "aaah" acto seguido, como si hubiera tenido una revelación− No, perdona, usaste la palabra "diferente", haciendo que se sintiera aún más rara.
−¡Es que es diferente! ¡Pero eso es bueno!
−A toda mujer le gusta que le digan lo bonita que está... −explicó Loki− y Sif se puso especialmente hermosa para ti.
−¿Para mí? No digas bobadas. Sif y yo somos como uña y carne, pero siempre estamos riñendo, desde pequeños.
«¿Y qué tiene que ver?», se dijo Loki. Aquello sólo dejaba aún más claro los sentimientos de Sif por Thor.
−¿Qué hay de ti? Dime que, al menos, pasar la noche con Freya mereció la pena...
Loki, que hasta ahora pensaba que el sexo con Freya siempre merecía la pena, de pronto ya no estaba tan seguro. Como su hermano no le contestó, Thor le lanzó su vaso vacío de hidromiel.
−Imbécil, allanaste el terreno para otros. Ahora, en una escala de cero al diez, estás en menos veinte.
−Vaya, hermanito, resulta que sabes enumerar... −bromeó Loki− Después de confundir palabras con sílabas, resulta fascinante que me vengas con referencias matemáticas.
Thor negó con la cabeza, burlándose de Loki repitiendo lo que había dicho en un tono más infantil.
−No te pases, no quieras que estampe a Mjölnir contra tu cabeza...
El Dios de las travesuras mostró una sonrisa divertida. Después, llevándose las manos a la nuca, dijo:
−Volveré a ganarme la confianza de Sigyn... −aseguró− No olvides que ahora vivimos bajo el mismo techo... ¡Qué digo! Su habitación está pegada a la mía...
−Si bien es cierto que eso juega a tu favor, hermano... No creo que consiga olvidar la noche de ayer tan fácilmente... Las amigas de Freya fueron especialmente crueles con ella, ¿sabes?
Loki se reincorporó, mirando al rubio con el ceño fruncido. Sabía que Freya había sido un tanto descarada con Sigyn, pero, teniendo en cuenta lo retorcida que podía ser, fue bastante blanda con ella. Sin embargo, Loki no sabía nada de lo que había pasado una vez se marchó con ella, y sabía que las amigas de Freya no eran más que ciegas seguidoras de la diosa: hacían y decían todo en favor de Freya.
−¿Qué le dijeron?
−Al parecer, sugirieron que era la responsable de la muerte de su madre... −explicó Thor, mostrando una mueca de desaprobación− No sé de qué murió realmente, pero Frigga dijo que tuvo que ver con algún tipo de enfermedad incurable.
Loki comprendió cómo, con razón, estaba Sigyn tan disgustada... Por un lado, la había decepcionado, y, por otro, su mayor temor se había hecho realidad: gracias a las amigas de Freya, ahora había rumores horribles corriendo por la corte.
−¿Por qué son tan mezquinas? −pensó Loki, diciéndolo en voz alta.
Thor se encogió de hombros.
−¿Te sorprende? Freya es la más hermosa y la más mezquina del reino. Tiene sentido que sus lacayas sean igual de tóxicas.
Tras un rato ya en silencio, Thor dio una palmada, y anunció:
−En fin, ¡hora de dormir! −después, prosiguió a apagar de un soplo la vela que había junto a él, dejando la tienda en completa oscuridad.
Loki volvió a acomodarse en su saco, pensativo, sin poder quitarse a Sigyn de la cabeza. Poco a poco, los párpados se le hicieron pesados y, aquella noche, fue él quien soñó con ella.
