FIC

Una historia sin final

Por Mayra Exitosa

El amanecer traía sus propias cargas, Candy estaba exhausta de tanto esconderse, pero quien debía estar mucho más dolido era quien la había cubierto abrazándola toda la noche, temiendo que algo les pasara, Albert se había tomado el atrevimiento de dormir con ella y cuidarla, su alentó estaba en su cuello cuando despertaba, y sentía su cuerpo endurecido junto al de ella, le dio tal ternura porque él la estaba cubriendo hasta que el cansancio lo había vencido, tomaba un poco de agua y la sentía diferente. Albert le daba una botella sellada, sugiriéndole que no bebiera del agua del lugar y ella lo comprendía, un helicóptero llegaba con las piezas robadas a la avioneta, custodia de otras personas para el resguardo y se llevaban en el mismo helicóptero a Candy y Albert, sacándolos del problema, para llevarlos a zona segura.

Lejos de ahí, Anthony contaba con su madre lo que había vivido, la muerte de Candy y lo que había pasado de largo al no investigar - Pero fue mi hermano el que te lo hizo ver, ¿Por qué lo haría? ¿Se habría enterado del plan de mi tía en contra de esa mujer? ¿Cómo es que lo sabía? Además, cuando nos dijiste que ibas a casarte, tu padre se emocionó mucho, pensaba que quizás así conocería a sus nietos, pero ya lo ves, esta postrado en su cama y no ha salido de su atención, no nos dan más esperanzas, él ya se ha despedido. - Siento mucho que mi padre ya no pueda con todo esto, me hubiera gustado darle nietos y Candy estoy seguro que hubiese sido ideal, si tan solo la hubiera traído aquí, él la conocería y me diría que herede su buen gusto, pero ella estaba estudiando, decía que ayudar a los demás era primordial, mucho necesitaban ayuda médica y esa era la que ella brindaría a todos los que la rodeaban, desconocía que sin estar graduada, ya brindaba servicios en el lugar donde estaba el orfanato, no la conocía mucho, ella era un ángel mamá. - Ya está con Dios, hijo.

Un sonido y los doctores entraban, Antón había perdido la batalla y estaba partiendo, ahí estaba la mujer con la que se había casado, joven y hermosa y su hijo, su heredero, más ya no podía gozar más de la vida, el tiempo se había terminado. Rosemary y Anthony trasladaron a su padre y marido a la tumba familiar en américa, donde se encontraba la cripta de los Andrew, la familia Brown, deseaba estar unida ahí, porque Antón deseaba estar junto a su mujer en la otra vida, sus restos fueron llevados y trasladados con ceremonia para su despedida. Para Anthony ver el cuerpo de su padre era en parte una despedida más existencial, que la que le había tocado a su hermosa novia, un ángel que lo esperaría en la eternidad. La presencia de los Legan no fue causa de problemas, Rosemary y Anthony no mencionaban nada, ya estaban alejados de ellos, se quedarían por petición en Lakewood y William sabía que con Rosemary ahí, ella mandaba en ese lugar, por lo que la presencia de los Legan no fue aceptada para alojarse, ni tampoco la de la Tía Elroy, por más que alegaron el largo viaje, el personal le informaba que no podían aceptarlos por órdenes explicitas, se pensaba que de William, mas este se encontraba en un largo viaje en áfrica por negocios y aun no le habían logrado informar de la partida de su cuñado Antón.

William se encontraba cerca de Yemen, habían finalizado ya la entrega de las vacunas oficialmente y los instrumentos quirúrgicos que les faltaban, Candy se hallaba emocionada, el corporativo para el que ambos trabajaban les proporcionaban satisfacciones inesperadas y se lo hacía saber a Albert, ignorando que él era el dueño de todo lo que se estaba regalando en esas entregas. Candy emocionada lo abrazaba y le daba un beso, a lo que este se giraba bruscamente y el beso quedaba en sus labios, al hacerlo ambos se miraban emocionalmente y el tomaba su rostro por un costado de su cuello, acercándose plenamente para besarla con más ahínco. Un beso que de alegría pasaba a ser de adoración.

La tarde llegaba la avioneta, la cena en el hotel y los traslados, ahí recibía el aviso de la perdida de su cuñado y que, si era posible regresar, más él tenía programada la venta de la mina, por lo que todavía no podía volver. La noche en la habitación del hotel, ella se encontraba sentada, pensándolo, sus besos, su protección, le encantaba estar a su lado, eran muy similares sus gustos y cada detalle de él le gustaba más, no había comparaciones de ese sentimiento nuevo por el que había tenido con su novio fallecido, debido a que con Anthony jamás había dormido ni sentido su sexualidad activarse con solo el roce de su cuerpo, mucho menos ese beso tan efusivo que parecía querer repetirse cada que estaban juntos, todavía no le decía nada, ni si eso significaba algo, pero ambos se encontraban bien juntos. El sonido de la puerta la sacaba de sus cavilaciones y era Albert quien traía un pastel en su caja para ella, con una sonrisa lo hacía pasar a su habitación en el hotel y sacaba botellitas para compartir el pan de chocolate que le había traído, se veía delicioso.

- Sé que hemos pasado cosas muy difíciles, Candy y que no soy tal vez tu tipo de… - Te equivocas, las cosas difíciles no solo las pasamos aquí, la vida tiene muchos casos y diferentes causas y si, si eres mi tipo Albert. Me encantas y no quiero que te hagas una idea de que no eres adecuado… - Gracias, yo no sé cómo decirte, pero me gustas mucho Candy. - Eres bien correspondido Albert, también me gustas mucho.

Esa tarde en la habitación pasaron horas, después del pastel, se quedaron ahí hasta muy tarde, ocupar dos habitaciones cuando ambos ya habían estado juntos y ahora por fin se decidían y aunque ella no sabía todo de él, lo pensaba asistente o administrador del corporativo que proporcionaba las becas. Y el sabía de ella mucho más de lo que ella misma creía, pero no quería entorpecer eso que nacía entre los dos y por alguna razón, ese sentimiento se había ido intensificando aun en contra de lo que sabía y de quien era, pero le daba más gusto que lo apreciara por ser un simple hombre y no el dueño del corporativo Andrew.

Los días pasaron los viajes fueron más cerca y menos largas las horas expuestas para regresar al hotel, cenaban juntos y ya esa noche por fin, las cosas tomaron otro color, los besos después de una maravillosa cena, dieron lugar a la relación más bonita que jamás había imaginado, ella se daba la oportunidad de amar y Albert ahora se daba cuenta que ella jamás se había entregado antes a nadie. Amarla se volvió algo que se incrementaba en todo, en ternura en protección el deseo, en anhelo de que estuvieran siempre juntos, fue algo que no estimaron que sucediera, pero el le besaba el rostro y le agradecía que le diera ese regalo valioso, por ser su primer amante, ella se avergonzaba, sabía que muchas mujeres a su edad ya se habían entregado a sus novios y veían la virtud como un defecto y no como una cualidad.

- Te amo Candy, con todo mi corazón. - Y yo a ti, mi amor. Me da tanto gusto que estemos juntos, que nos gusten las mismas cosas y me encanta haber venido a África y conocerte. En ocasiones el hilo del destino se teje lejos de donde uno vive, ahora agradezco la oportunidad de estar contigo, Albert. - Y te juro que no te arrepentirás jamás, te lo juro. Los besos volvían a iniciar una ola de placer que parecía tener un frenesí inesperado. No deseaba salir, deseaba amarla, cuidarla y su salida fue llevarla a conocer Marruecos.

Las siguientes semanas fueron formando lazos entre ellos que los unían más, por fin se daba la venta de la mina y volvía a viajar hasta la ciudad para los trámites. Candy siempre junto a él, no quería que estuviera lejos y que se arriesgara a nada, la sobre protegía y ella estaba recuperándose perfectamente. - Amor estaré en la enfermería. - mejor quédate aquí, me da pendiente que algo te pase. - Esta bien, me quedare cerca en la recepción. El la besaba enamorado y asentía que ella lo esperara, para realizar los trámites que se requerían.


Gracias por todos su comentarios, esperamos darle seguimiento a está y otras muchas que esperan su oportunidad

feliz de leer, Historias de Albert y Candy

Un abrazo a la distancia

Mayra Exitosa