Los personajes de CCS no me pertenecen. Esto es una adaptación, créditos a la autora original.
Sette.
—¿Quién eres? —pregunté, ya que su rostro me era conocido, sin embargo, también me parecía una persona extraña.
—Tu otra yo —me dijo. Me solté a reír.
—Sí, claro. No puedes ser mi "otra yo"; ¡yo no me pondría jamás esos tacones tan altos! —señalé sus pies.
—Sí, bueno; resulta que yo hago cosas que tú normalmente no harías. Como por ejemplo, aceptar que me gusta Shaoran.
—¿Shaoran Li? —vociferé echándome hacía atrás.
—¿Lo ves? —dijo de lo más tranquila— Tú no lo aceptas, yo sí.
—Shaoran no me gusta, ¿estás loca? ¡Es el novio de Tomoyo! —Deja la histeria, sabes que tengo razón.
—Demente —farfullé.
—Bueno, ¿y si no fuera novio de Tomoyo? ¿Aceptarías que te gusta?
—No. Ella rió y su risa burlona me incomodó.
—Claro, porque si no fuera novio de Tomoyo, quizá no lo hubieras conocido—dijo.
—No me gusta Shaoran― dije tajante.
—Repítelo hasta que te lo creas, por que a mí no me engañas —me sonrió.
—¡Guarda silencio!
—¿Por qué? Nadie puede oírnos, sólo estamos tú y yo. Si aceptas que Shaoran te gusta, dejaré de molestarte.
—No —me crucé de brazos.
—Como quieras —se encogió de hombros—. A fin de cuentas para eso estoy yo.
—No sé de quién seas la otra parte, porque de mí no.
—Como digas —manoteó restándole importancia a mi comentario—. Pero ten en cuenta que yo, sí acepto que Shaoran me gusta y no olvides que sí soy parte de ti.
...
El sudor me perlaba el rostro cuando me desperté jadeante entre las sábanas. Eso si que había sido una pesadilla. Un extraño y loco sueño, nada más.
Miré el reloj, eran las ocho de la mañana. Recordé los planes que tenía con Takashi y salí disparada de la cama para bañarme y vestirme.
Salí entonces a buscar a Takashi pasadas las nueve treinta, y como siempre, esa bonita sonrisa en su rostro de ángel me alegró la mañana.
—Hola —me saludó.
—Hola.
— ¿Lista para irnos?
—Claro. Enredé mi brazo al suyo y nos encaminamos a su mustang antiguo, color negro. Me abrió la puerta y luego puso el auto en marcha. El motor rugió bajó nosotros y las llantas comenzaron a rodar.
—¿Por qué ayer hablabas tan bajito? ¿Quién no querías que te oyera? —me preguntó. Solté una delicada risita tonta, y sentí que enrojecí un poco.
—Tomoyo y Sh... Shaoran.
—¿Por qué? Déjame adivinar, las especulaciones de Tomoyo —rió.
—Eemm… sí, eso. Me miró, aunque no parecía muy convencido debido a mí vacilar a la hora de responder.
Llegamos a la plaza de San Marcos y bajamos a caminar. Saqué un par de fotografías de cada monumento mientras que la gente andaba de aquí para allá bajo el tenue y apenas visible sol de la ciudad de Venecia.
—Takashi —musité, como quien no quiere la cosa.
— Dime.
—¿Te ha gustado alguna vez alguien… prohibido?
—me miré los pies al caminar, mientras esperaba la respuesta de Takashi.
—¿Prohibido?
—Sí, alguien que no te debe de gustar —vacilé. —Mmm…—pensó—. A los cuatro años me enamoré de mi tía —rió. Me reí también.
—Es enserio, Takashi.—¿De quién pudiste haberte enamorado, Sakura? ¿De un padre?
—Enamoramiento no, Takashi. Y de un padre tampoco —lo fulminé con la mirada.
—Bueno, está bien. ¿En quién te pudiste haber fijado?
—Pues…
—¿Shaoran?
— ¡¿Qué?! —se me bajó la sangre de la cabeza hasta los pies y sentí como si fuera a tocar el piso. ¿Cómo sabía? ¿Cómo pudo haber adivinado tan fácil? ¿Era yo tan obvia?
Miré a Takashi, temerosa y con labios trémulos; pero entonces me percaté de que Takashi no me miraba a mí, sino que su mirada se posaba lejos, observando un punto fijo.
—¿Ese es Shaoran? —preguntó, aún mirando a lo lejos. Seguí el trascurso de su mirada y pude visualizar a unos tantos metros, entre la gente que pasaba de un lado para otro, un cuerpo que me quitaba el aliento. Caí en la cuenta de que mis pensamientos habían funcionado mal y que Takashi no se refería a lo que yo había creído; sino que musitó el nombre de Shaoran porque a lo lejos lo vio.
—Creo que sí —musité— ¿Qué hace aquí? —pregunté.
—A lo mejor salió a pasear, como nosotros. Hablémosle —sugirió.
Me tomó de la mano y me arrastró varios metros entre la gente hasta llegar a las espaldas de Shaoran, su perfecta y bien trabajada espalda, que no dejaba de lucir aún con la camisa que traía encima. Shaoran parecía como si buscase a alguien, ya que asomaba su cabeza sobre la de los demás.
—Shaoran —musitó Takashi, haciendo que el interpelado pegara un brinco. Se giró a mirarnos y abrió los ojos como platos.
—Perdón, no quería asustarte —dijo el bello ángel.
—No… no hay problema —tartamudeó y luego colocó su mirada en el entrelazado de dedos entre Takashi y yo; su rostro dejó la expresión de nerviosismo y pasó a una con un ceño fruncido.
—¿Estás con alguien? Porque se nos ocurrió que sería buena idea que anduvieras con nosotros, digo, si quieres —dijo Takashi.
—¿Eh?―subió la mirada—. Ah, sí, claro.
—Bien —sonrió Takashi—. Vayamos para allá —señaló hacia la izquierda—. Hay lugares que seguro te gustarán—me dijo.
Seguí a Takashi, aún atada a su mano y Shaoran a mi lado. El corazón cantaba emocionado y palpitaba extraño, con alguna clase de latidos que yo desconocía, pero que sin embargo me llenaban de placer.
—Que casualidad haberte encontrado, Shaoran —musitó Takashi.
—Ah, sí, vine porque…—se quedó en silencio de nuevo, repentinamente nervioso— porque… quería… salir un rato —dijo.
—Nosotros igual, además de que Sakura aprovecha para sacar estupendas fotografías, ¿verdad? —me sonrió. Le devolví la sonrisa, porque la voz se me había ido y sólo podía escuchar los escandalosos latidos de mi corazón producidos por el perfume tan varonil que Shaoran desprendía en cada paso que daba.
—Por cierto, Sakura, no entiendo aún qué quieres decirme —me dijo Takashi—. No contestaste mi pregunta.
—¿Cuál pregunta? —dije, con voz medio baja.
—¿En quién te fijaste y por qué dices que es prohibido? —inquirió. Abrí los ojos de par en par, casi se me salían de las órbitas. Y Shaoran, quien estaba a mi lado, encaminando su paso con el mío, nos miró rápidamente. Íntegramente atento.
—Eemm… en… el… amm…—tartamudeé. Las miradas de ambos se posaban en mí y la de Shaoran ni siquiera parpadeaba.
—¿En quién?—volvió a preguntar Takashi. Lo fulminé con la mirada queriendo taparle la boca en ese instante, las manos comenzaron a sudarme ante la posibilidad de quedar en evidencia.
—¿En quién?—volvió a preguntar.
—En… mi… amigo… que dejé en Tomoeda—inventé.
—¿Qué clase de amigo? Cualquiera podría enamorarse de un amigo —inquirió.
—Enamoramiento no, Takashi ―especifiqué de nuevo, Shaoran sólo se mantenía en silencio pero atento—. Y es…un amigo, amm… cercano y…—me estrujaba los sesos para poder seguir poniéndole palabras a mi mentira— y… a una amiga también le gusta, entonces…
—Tienes miedo de perder la amistad de tu amiga por haberte fijado en el mismo chico que ella —completó Takashi.
—¡Exacto!
—Bueno y, ¿quién se fijó primero en el chico?
—Ella —musité con pesar.
—Pero tú ya te fuiste de Tomoeda, ya no importa o ¿sí? —dijo Shaoran, quien había estado como una estatua hasta ahora.
— Eemm…—murmuré.
—Igual yo creo que lo hubieras hablado con tu amiga, en vez de especular tú sola las cosas y castigarte a ti misma —interrumpió Takashi—. Digo, no era su novio y ella no era tu mejor amiga —se encogió de hombros.
Me solté a reír y ambos me miraron. Si Takashi supiera a quién me refería ni siquiera hubiera dicho lo último.
—¿Qué es gracioso?—preguntó Shaoran.
—Nada, sólo que… nada —manoteé con la mano restándole importancia.
—¡Mira, Sakura! —dijo Takashi— ¿Ese lugar no te parece ideal para una fotografía? —apuntó hacía un edificio a lado de un canal que se extendía magnífico por el este.
—Qué buen gusto tienes Takashi —concordé—. Creo que le tomaré una. Saqué con la mano libre la cámara de mi bolso y luego me quedé en silencio y sin actuar, tímida porque Takashi aun mantenía su mano atada a la mía.
—Takashi, creo que Sakura necesita sus dos manos —farfulló Shaoran.
— Oh, cierto. Discúlpame —enrojeció un poco y soltó mi mano a la que inmediatamente le pegó el aire gélido del medio día.
Le sonreí y apunté el lente de la cámara hacía el monumento y saqué la fotografía.
—Un fiore per la ragazza? —dijo alguien detrás de mí. Me giré y obtuve la imagen de una señora con un canasto de rosas rojas que le hablaba a Shaoran, mientras que Takashi estaba distraído mirando las palomas.
Shaoran me miró y luego me sonrió. Entonces miró de nuevo a la señora.
— ¿Quanto costa una? —preguntó.
—Un euro —dijo la señora.
—Dammi uno. Ella le acercó la canasta y Shaoran escogió una rosa entre el puño y luego, sacó del bolsillo de su pantalón una pequeña moneda.
—Ecco —le dio la moneda y le sonrió.
—Grazie bel giovane —dijo la señora y luego me sonrió a mí para después alejarse e ir a ofrecerle sus flores a la demás gente.
No había aprendido aún italiano, pero al menos, ya estaba un poco más familiarizada con las palabras y pude entender la conversación entre Shaoran y la señora. Ella le había ofrecido una rosa, él le había comprado una. Simple. Seguro se la llevaría a Tomoyo.
—Ten —pero me la ofreció a mí y me dejó en blanco.
—¿Qué? —musité, torpe.
—Es para ti —dijo, como si hubiera adivinado mi pensamiento anterior.
—Gracias —tomé la flor entre mis manos y sentí que el rubor corrió por mis mejillas pintándolas, así que desvié mi rostro y miré a Takashi, quien aún seguía entretenido observando el centenar de palomas que volaban en el cielo y otras que caminaban por el suelo de la plaza.
Alcé mi cámara y tomé una fotografía de su perfil justo en el momento exacto en que las palomas volaron. Una fotografía maravillosa. Takashi me miró.
—¡Hey!, pudiste haberme avisado —me dijo y yo reí.
—No, creo que saliste más lindo así. El se sonrojó de nuevo, y luego bajó la mirada percibiendo así la flor en mi mano.
—¿Y esa flor? —preguntó.
—Se la dí yo —dijo Shaoran, con más orgullo del necesario.
—¡Rayos!, entonces yo tengo que comprarte un ramo completo —bromeó.
—Lo haces parecer una competencia, Takashi —dije, queriendo seguirle la broma, pero lo cierto era que dos hermosos ángeles estaban cortejándome y el tono casual en mi voz no era muy espléndido.
—Claro que no es una competencia —dijo él—, yo no estoy compitiendo con nadie; Shaoran no es un jugador, él ya tiene dueña —bromeó Takashi, palmeándole la espalda a Shaoran.
Shaoran sólo sonrió, pero a esa sonrisa le hacía falta… ¿alegría?
—Me haces sentir como un trofeo —dije, haciendo un mohín.
—Non un trofeo. Tu sei una principessa bella e mi piace essere il vostro príncipe —musitó. El rostro de Shaoran se endureció y su ceño se frunció ante las palabras que Takashi había pronunciado. ¿Pero qué había dicho?
—Tell in spagnolo —le farfulló Shaoran.
—No, mi vergogno —musitó Takashi.
—Qual è il tempo a flirtare con lei? Non capisce — el rostro de Shaoran se volvía serio y su voz no tenía ese tono amable.
—Perché so che gli piace l'accento italiano —Takashi se encogió de hombros.
—Non vedo il punto —Shaoran se cruzó de brazos y luego me miró.
No sabía cuál era mi expresión, pero hasta sentía un signo de interrogación dibujado por encima de mi cabeza. Odiaba no entender nada.
—Takashi dice que eres una bella princesa y que a él le gustaría ser tu príncipe —me dijo, pero parecía molesto.
—Stai zitto!—protestó Takashi a Shaoran, enrojeciendo por completo.
Miré a Takashi, enternecida.
—Qué lindo eres. Gracias —dije, y él enrojeció más. Sin embargo, Shaoran permanecía de brazos cruzados y con rostro duro. La fierecilla apareció de pronto, bailando de alegría por que creía que lo que Shaoran tenía eran celos y aunque no quisiera aceptarlo, a mí también me gustaba la idea.
...
La tarde había llegado y el sol se había ocultado ya en algún punto del cielo cuando volvimos al departamento. Había sido increíble haber pasado todo un día con Shaoran cuando no estaba en mis planes. Me sentía mal a veces de haber utilizado a Takashi en varias ocasiones para sacarle ese rostro adusto y un ceño fruncido a Shaoran. Pero más allá de la remota culpa, se sentía bien.
— ¡Uff! Fue un día magnífico el de hoy ―dijo Takashi, riendo complacido.
—Lo fue ―concordé—. Gracias, Takashi. Besé su mejilla ligeramente coloreada por una bella pincelada rosa y crucé los dedos porque el ceño fruncido de Shaoran apareciera de nuevo en su hermoso rostro. Le miré por la colilla del ojo cuando me alejé de Takashi y lo vi con las manos en sus bolsillos y la mirada baja, como si quisiera evitar ver. La fierecilla se decepcionó.
—Hasta luego —me despedí de Takashi.
—Hasta luego, principessa —rió, tímido, luego dio la vuelta y se introdujo al departamento de su tía.
Miré a Shaoran quien ahora esbozaba una linda sonrisa, ¿no le había afectado en nada mi patético intento por ponerlo celoso?
—Que grosero es Takashi, no se despidió de mí —dijo, pero mantenía aún esa sonrisa.
—Es un poco despistado, no te lo tomes a mal —sonreí. Abrí la puerta y él me siguió.
—Son las seis treinta de la tarde, ¿qué quieres hacer? —me preguntó.
—Estuve caminando casi todo el día por la plaza, no creo que me queden ánimos de hacer algo más —musité, aventándome al sofá y dejando la rosa roja sobre la mesa de centro.
— ¿Quieres jugar cartas? —sugirió, sentándose a mi lado.
—No, siempre me ganas —hice un mohín y el rió por lo bajo.
—Bueno, que tal… ¿ver una película?
—Ya vi todas las que Tomoyo tiene, y me da pereza ir hasta el video club a rentar una. Lo siento —musité, negando.
—Está bien, ¿por qué no jugamos a las diez preguntas? —insistió.
—Bueno creo que eso puedo hacerlo sentada aquí —reí y me crucé las piernas sobre el sillón, acomodándome para quedar cara a cara con Shaoran.
—Está bien, comienza tú —me dijo.
—Me dijiste que te gustaba la música. ¿Alguna vez has escrito una canción?
—Sí, tengo algunas letras, pero no son tan buenas —sonrió y bajó la mirada.
—Estoy segura de que son geniales —lo animé. —Siguiente pregunta —rió.
— ¿Algún día me enseñarás una? Me miró y rió de nuevo por mi insistencia.
—Está bien, algún día —prometió.
—Bien. Veamos…—pensé— ¿tu punto más cosquilloso?
—Emm… el cuello —dijo, como quien no quiere la cosa.
—¿Qué hay de tu futuro?—pregunté, meramente curiosa. Se encogió de hombros, elegante.
—Pues sólo estoy seguro de una cosa, no trabajare en la empresa familiar como Eriol — rió—. A lo mejor, quizá, compositor.
—¿Compositor? ¡Dios, eso sería fenomenal!
—Gracias.
—¿De qué hablan las canciones que escribes? —De la vida, de mí, del amor…—se encogió de hombros de nuevo.
La fierecilla se removió y me animó a preguntar:
— ¿Alguna vez le escribiste alguna a Tomoyo? —inquirí, temerosa por la respuesta, porque la fierecilla no sólo era terca, también era sensible. Se quedó serio por un segundo, con un semblante duro e inexpresivo. La fierecilla se removió curiosa inquieta e impaciente.
—Me da pena admitirlo —bajó la mirada—. Pero no —musitó.
—¿Por qué no? —mi ceño se frunció pero la fierecilla sonreía alegremente.
—Es que…—elevó una de sus manos hasta su cabeza y la rascó despeinando aún más su corto cabello—, lo intenté, de verdad, pero las palabras que salían y las frases que se formaban… simplemente no me gustaban. No eran buenas.
—Pero al menos lo intentaste, y ya sabes lo que dicen 'La intención es lo que cuenta' —le sonreí, aliviada y feliz.
—Supongo ―asintió riendo—. Siguiente pregunta.
—Está bien, veamos… ¿Qué pensaste de mí la primera vez que me viste? Sonrió, dejándome ver todos esos hermosos y perlados dientes.
—Que eras Sakura, la amiga de Tomoyo —dijo.
—No eso, eso ya lo sabías. Me refiero a la primera impresión.
—Oh, bueno. Recuerdo que me reí porque peleabas con la puerta —sonrió— y pensé que eras divertida; luego me seguiste la plática, entonces supe que eras sociable; para después deducir que eras agradable porque era fácil reír contigo.
—Oh, vaya. Gracias —musité, ligeramente ruborizada.
—Siguiente pregunta.
—¿Qué extrañas más de Hong Kong?
—Diría que mi familia, pero ellos viven aquí así que…—pensó— tal vez mi antigua universidad: me gustaban las fiestas —rió—. Siguiente y última pregunta.
— ¿Me las estás contando?
—¡Claro! El juego se llama 'diez' preguntas, ¿no? —Está bien, está bien —manoteé.
Pensé muy bien mi última pregunta, y sólo se me vino a la mente la que había estado pensando desde el inicio del juego, incluso mucho antes. Pero no sabía si hacerla era buena idea, sin embargo, la fierecilla insistió hasta que las palabras salieron de mi boca con sumo cuidado.
—¿Por qué te fuiste de Hong Kong?—musité, tímida y con la voz apenas audible. Él se quedó en silencio de nuevo y luego bajó la mirada. ¡Tonta, tonta, tonta! Me decía una voz interna; si no se lo contó a Tomoyo, no sé por qué tenía la esperanza de que me lo contara a mí.
—Es que no quería estar más en ese lugar —comenzó, con un tono de voz que se fue haciendo agrio conforme hablaba. Iba a conformarme con aquella respuesta, creyendo que él ya no seguiría hablando; pero su boca se abrió de nuevo… ¿estaba dispuesto a contarme a mí… todo?
—La razón fue una chica, Meiling — su mirada estaba gacha, puesta insistente en el verde cojín del sillón—. Ella fue mi novia durante un año; estábamos bien, ó eso creía yo, hasta que un día llegué a casa y mamá me dijo que Meiling había ido y me había dejado una nota, una especie de carta o algo así…—se quedó en silencio y respiró de forma notable varias veces, mientras que yo sólo observaba como su perfecto abdomen se inflaba y desinflaba bajo la camisa azul que vestía; luego continuó—. Subí a mi habitación y me senté a leer la nota; decía que se iba, que no la buscara y que era el fin de nuestra relación. Que lamentaba que eso tomara tanto tiempo y que se iba simplemente porque se merecía algo mejor que… yo —su semblante de ángel ahora parecía como si estuviese tallado en piedra, con una expresión hostil y entristecida a la vez—. Terminé el año que me faltaba para graduarme y salí corriendo de ese lugar tan pronto como pude; lo primero que se me ocurrió fue ir hasta Japón, pero llegué primero a Italia, aquí, me gustó y descubrí que era lo suficientemente lejos de ese lugar, así que decidí quedarme. Mi familia abrió una sucursal de la empresa familiar para que yo pudiera trabajar ahí y se mudaron al año siguiente, cerca de mi apartamento. Mientras me iba esforzando en no recordar aquello ni nada de ese lugar. No te voy a negar, que sí me dolió. Yo la quería bastante y para ella simplemente no fue suficiente…—su voz se perdió y luego el silencio apareció de nuevo, y supe que ya no hablaría.
—Qué estúpida —farfullé, incrédula y él me miró.
—¿Disculpa?
—Meiling, es una estúpida —dije—. Me disculparás, pero, ¿que no eras suficiente? ¿Que se merecía algo más? ¿Acaso existe algo mejor que tú?
— ¡cállate! Me gritó la voz y capté la última pregunta que había salido de mi boca, el rubor corrió traicionero y sentí vergüenza; pero Shaoran me miraba enternecido, y conmovió mi corazón, así que seguí hablando pero ahora consciente de lo que decía—. Qué tonta fue —musité—, porque no vio que eres un chico increíble, talentoso, atento, divertido, además de muy apuesto. Él esbozó una sonrisa de medio lado.
—Estoy segura de que jamás encontró ese "algo mejor" porque simplemente no lo hay —continué―. Qué lástima que te haya dejado ir, porque no supo que lo que dejó escapar fue como un tesoro, que ya no recuperará; por eso digo que Tomoyo es muy afortunada —en lo último de mi frase, la voz se me entristeció, pero él sonrió y aquella sonrisa le dio motivo a mi corazón para palpitar fuertemente.
—Que linda eres —musitó y el corazón comenzó a latirme más y más rápido, expandiéndose por todo mi pecho—. Gracias. Sonreí apenas pude, porque aun estaba un poco atolondrada intentando calmar a mi bombeador de sangre.
— ¿Sabes? —me dijo— Eres a la primera persona a la que se lo digo. Cuando creí que el corazón había vuelto a su tamaño normal, volvió a inflarse completamente conmovido.
—Gracias por tenerme la confianza —murmuré.
—Gracias por escucharme. Le sonreí de nuevo, aun sin comprender cómo es que aquella chica lo había dejado ir.
—Pero basta de mí, te toca —la sonrisa alegre apareció de nuevo en su rostro y esperé a que dijera la primer pregunta.
—¿Qué te inspiró a ser fotógrafa?
—Mi papá —dije—. Le gustaba mucho tomarnos fotos, a mí y a mi mamá y me gustaba cuando me sentaba en sus piernas y me las mostraba una por una, decía "Mis chicas" y luego me daba un abrazo. Me hacía sentir protegida —el recuerdo llegó hasta mi garganta, quebrándome la voz.
—Seguro tu padre está muy orgulloso de ti, donde sea que él esté —me acarició la rodilla con cariño y me sonrió.
—Gracias.
—Dime, ¿Qué hay con el chico de Tomoeda? —inquirió y me reí por el cambio de tema tan repentino.
—¿Cuál chico? —dije, un poco confundida.
—Del que le hablaste a Takashi hoy, sobre tu amiga…
—¡Oh! Eso, amm…—recordé mi pequeña mentira y rebusqué algunas palabras para formar la respuesta que él me pedía—. Bueno, como tú dijiste, ya no importa, ya se quedó allá —me preguntaba si había notado mi nerviosismo.
—¿Te has enamorado alguna vez? —su mirada miel se clavaba en mi rostro con intensidad, haciendo que mi corazón se trabara en sus latidos.
—Existió un chico, Yukito —expliqué—. Pero, no funcionó —me encogí de hombros.
—¿Por qué no funcionó?
—Bueno, éramos muy distintos. Yo amaba la fotografía, el arte y a él… pero el no veía en mi dirección, digamos que veía a alguien como él —reí—. Pero era un buen chico.
—¿Entonces buscas a alguien con quien puedas congeniar?
—No lo busco, Shaoran. Tengo algo así como una creencia de que él sólo llegará.
—El destino.
—Quizá —me encogí de hombros.
—Dime, Takashi es…—parecía como si luchara con las palabras para encontrar las adecuadas—, amm… bueno, se nota que te llevas muy… bien, con él. ¿Te gusta? —sin embargo, parecía también apenado por su pregunta.
La fierecilla se emocionó al oír la pregunta que esperaba. "Dile que sí, dile que sí" me decía, pero la ignoré mandándola al rincón de donde había salido.
—Takashi es… un gran chico. Pero… —Tú le gustas —me interrumpió.
—No creo gustarle más que Chiharu. Y la respuesta es… que quizá me agrade un poco, pero, me quedo como su amiga.
—Eres sincera —esbozó una delicada sonrisita—. Y, quiero conocer a esa chica, Chiharu. Me hablas de ella y no sé siquiera quien es. Me reí.
—Es la chica del laboratorio de fotografía de los Mihara. Un día te llevaré.
—¿Prometido?
—Prometido —reí—. Siguiente pregunta.
—¿Qué te contó Eriol el otro día?
—¡Tramposo! —negué con la cabeza riendo—. No te voy a decir, no seas curioso, Li. Me miró y enarcó una ceja.
— Perdón, Shaoran. Sonrió —Y no te diré.
—¿Tiene algo que ver conmigo?
—Eemm… contigo, conmigo, con Tomy, con todos —divagué, saliéndome por la tangente—. Última pregunta.
—¿Ya es la última?
—Así es, curioso—asentí.
—Está bien. Bueno, tú conoces a Tomoyo mejor que nadie, y me conoces bastante también a mí, ¿cierto? —asentí— Bien, ¿crees realmente que Tomoyo y yo…? No, ya sé, ¿crees que Tomoyo es lo mejor para mí y yo para ella?
Abrí los ojos de par en par, ¿qué? ¿Ahora dudaba? ¿Y me preguntaba a mí?
—Bueno, mira —balbuceé y me humedecí los labios, repentinamente secos—, no se trata de lo que opine o lo que la gente diga; aunque tú los has oído, dicen que ustedes son la pareja perfecta; pero te repito, los comentarios de la gente no importan, lo que verdaderamente importa es lo que tú y ella sienten. Si la amas, y ella a ti, ¿qué importa lo demás? Tenía la mirada baja al igual que la cabeza que ligeramente se inclinaba hacia abajo.
—Gracias —musitó.
—Cuando quieras, Shaoran. Levantó la mirada de pronto e hizo que me corriera hacía atrás por el repentino movimiento.
—Tengo que irme, discúlpame con Tomoyo, ¿si? —se levantó del sofá y caminó hasta la puerta.
— ¿Por qué te vas? —inquirí, desorientada, aun sentada sobre el sillón.
—Las preguntas se acabaron —sonrió—. Hasta mañana, Sakura —y salió por la puerta.
Dejó la habitación vacía y a mí en ella. Cuando lo capté, pude distinguir también un fiero deseo de mantener su presencia aun allí, conmigo. Giré sobre mi asiento y miré la rosa sobre la mesa, suspiré.
Salí disparada a mi habitación y rebusqué en el cajón inferior de mi buró aquellas fotos con el rostro de ángel. Me quedé sentada en el suelo, recargada en uno de los lados de mi cama, mirando lo que tenía en las manos. ¿Qué era eso que sentía en mi estómago? ¿Por qué el corazón se me aceleraba cuando no debía? ¿Por qué… sentía que Shaoran me gustaba? Era sumamente atractivo, sin duda y sensacional, también.
Estar a su lado era como no querer que el tiempo avanzara, querer detener las manecillas del reloj y mandarlas en sentido contrario. Su mirada angelical de miel era como la fábrica de luces para Navidad. Me hace sentir bonita con el beso en la mejilla, la sonrisa que miraba en su rostro me llena de algo que me es inexplicable. Él de alguna forma me hace recordar lo que es sentir, saber que una existe.
Li, Shaoran, como sea; el nombre es lo de menos, porque ahora me invadía una angustia palpable que me comenzó a cortar la respiración y hacía que las manos desprendieran sudor frío. No. Yo podía fijarme en cualquier chico, cualquiera. Excepto en uno. Arrojé las fotografías dejándolas desparpajadas por todo el interior del cajón y lo cerré abruptamente. Yo no podía fijarme en Shaoran.
—¡Sakura! —la voz de Tomoyo apareció lejos, junto a la puerta de entrada que apenas había cerrado para introducirse al departamento y como impulsada me levanté del piso y salí de mi habitación. La Miré.
—Hola —musité.
—¿Dónde está Shaoran? —preguntó, dejando su bolso de marca sobre el sofá.
—Se fue.
—¿Cómo? ¿Vino y se fue?
—Sí —me encogí de hombros—. Me dijo que lo disculpara contigo pero que tenía que irse —tragué saliva escandalosamente.
— ¿Estás bien?
—¿Yo? Claro, ¿por qué no he de estarlo? —farfullé, queriendo sonreír.
—Pues, te conozco y pareces nerviosa.
—¿Nerviosa? ¿Yo? —reí— No, para nada.
—Sakura —me miró, con esos grandes ojos amastista que me acusaban conjeturantes— ¡ay!, ¿sabes qué? Olvídalo —manoteó restándole importancia al asunto—, vengo muy cansada hoy—bostezó y luego miró hacía la mesita de centro—. ¿Y esa rosa? Abrí los ojos como platos.
—Eh… emm…—tartamudeé.
—¿Te la dio Takashi? —especuló con el rostro ansioso.
—Shaoran —solté.
—¿Te la dio Shaoran? —su ceño se frunció, y la voz se le bañó radicalmente de un matiz de confusión.
—Emm… ¡No! Quiero decir que Shaoran te la dejó a ti, es para ti —dije, mientras sentía que la fierecilla pataleaba y gritaba ¡Mía, mía, mía!
—¿Hizo eso? —su semblante cambió de nuevo y se volvió tierno y dulce, como era— ¡ Aww, que lindo es! —se acercó a la rosa y la tomó para luego percibir su aroma—. Tengo que ponerla en agua —sonrió y yo suspiré, aliviada y con pesar.
Aliviada porque había salido del lío que por poco y se iba a armar, y con pesar porque la rosa ahora estaba en las manos equivocadas, que irónicamente eran en las que deberían de estar. Me senté en una de las sillas del pretil mientras veía cómo Tomoyo sumergía el tallo de la rosa en el agua de un florero pequeño.
—¿Y qué tal tu día con Takashi? —preguntó mi amiga.
—Genial —musité con aplomo.
—Ay pero lo dices como si no te hubiera gustado —su aguda voz se acercó cuando ella se sentó a mi lado.
—No, es que estoy cansada, ya me conoces —sonreí.
—No es justo, ¿sabes? —dijo.
—¿Qué cosa?—la miré. —Que no pueda pasar tiempo contigo. Dios, ¡eres mi mejor amiga y casi ni hablamos! Yo con mi trabajo y con… Shaoran.
—Pero Tomoyo, vivimos en el mismo departamento, como queríamos desde pequeñas, ¿recuerdas?
—Sí —sonrió—, y aún así casi ni te veo. No es justo.
—Está bien. Tenemos los domingos —dije.
—Un día de siete —hizo un mohín.
—Me gustaría pasar más tiempo contigo, Tomoyo; como cuando éramos niñas, pero ya no lo somos. Tú tienes trabajo y yo muchas cosas que hacer. Pero al menos lo compartimos y eso es lo que cuenta.
—Me siento muy afortunada, ¿sabes? —suspiró— Tengo la mejor amiga del mundo y el novio más apuesto del planeta —rió—. Además del trabajo que quería —agregó.
No sabía por qué me sentí culpable cuando ella dijo "la mejor amiga del mundo" y celosa cuando dijo "el novio más apuesto del planeta". Sonreí y la abracé. Si había una amiga excelente, esa era Tomoyo. No yo.
—Tengo que dormir, Tom —dije.
—¡Ay, no! —exclamó, como niña pequeña— ¿No vas a cenar?
—Estoy cansada.
— ¡Vamos! Cena conmigo, ya van varias veces que me dejas cenando sola —hizo un puchero y me reí.
—Está bien. ¿Qué cenamos? La sonrisa de Tomoyo se expandió alegre por su rostro.
•••
Miré a través de la ventana el cielo completamente oscurecido y conté las escasas estrellas que había esa noche. Miré luego el reloj, iba a ser la una treinta de la mañana y yo aun no podía dormir. Me acurruqué entre la cobija y suspiré. No podía seguir ignorando a la fierecilla dentro de mí, porque sus pensamientos ya no iban en total desacuerdo con los míos. Pero aun conservaba un poco de cordura en alguna parte de mi cabeza que me decía que no podía enamorarme de Shaoran. Era tan intocable como el fuego bajo la sartén, tan prohibido como romper alguna ley de la constitución; era el novio de mi mejor amiga, y yo debía de brincar hacía atrás los pasos que no debí de caminar. Apabullada y con la cabeza llena de pensamientos ilógicos logré dormir esa noche.
¡Hola! Gracias por pasar a leerme.
Tarde pero seguro, hemos llegado al capítulo 7 y como el 7 es mi número favorito, este capítulo está lleno de sentimientos y confesiones.
¿Se esperaban que Meiling le haya roto el corazón a nuestro lobito?
Estoy muy contenta de que les guste la historia y quiero agradecerles por pasar a leerla. Gracias también por sus preciosos Reviews que me emocionan siempre.
Gracias a mi preciosa y adorada Rozyoh, por ser mi editora, lectora beta y amiga. Por animarme y acompañarme en esta nueva aventura, gracias siempre. Estoy creciendo y aprendiendo mucho a bajo tu tutela.
Nos leemos el jueves, para ir de compras con las chicas y el lobito.
