Capítulo 8
El señor Bingley había recibido por fin carta de su primo Alex, quien le había mandado un mensaje expreso para notificarle que por fin logrado resolver el problema. Él estaba un poco preocupado porque sabía que los conflictos en la finca que había arrendado no eran menores y de cierta forma eran su responsabilidad, por eso se alegró de recibir noticias. Pero después de leer la carta no estaba tan contento de haberla recibido. Su primo, como siempre, lo había increpado fuertemente por su irresponsabilidad y por no asumir sus obligaciones de forma seria y responsable, como correspondía a un hombre de su edad. -Alex, siempre tan serio y aburrido,- pensó el señor Bingley, -creo que tú y Darcy serían muy buenos amigos,- dijo sonriendo.
En la carta, Alex le contó que se había puesto de acuerdo con el señor Bennet y que habían unido fuerzas para poder reparar gran parte de las cercas que separaban las fincas. La falta de límites claros era lo que había generado gran parte de los roces en los inquilinos, una vez establecidos fue mucho más fácil zanjar los conflictos. El señor Bingley estaba ansioso por saber algo más de la familia Bennet, pero su primo sólo le hablaba de trámites, arreglos de cosas y un sin fin de asuntos aburridos. Después de desayunar, vio que Elizabeth estaba sola en el salón amarillo leyendo un libro, y decidió ir a hablar con ella.
-Señorita Elizabeth, ¿cómo está? Hace mucho tiempo que no tenía la posibilidad de conversar con usted. Me alegra mucho ver que se está recuperando satisfactoriamente,- dijo el señor Bingley sonrientemente.
-Gracias señor Bingley, la verdad es que cada día me siento mejor. No me gusta mucho estar encerrada por lo que agradezco la oportunidad de al menos, poder salir de mi cuarto.- Elizabeth y el señor Bingley continuaron hablando trivialidades por unos cuantos minutos más.
Charles quería poder preguntar por Jane, pero no quería hacerlo de forma directa. Por eso empezó a hacer preguntas vagas sobre la familia en general para disfrazar su interés. -Señorita Elizabeth, ¿cómo está su familia y por supuesto, todas sus hermanas?-
Elizabeth vio la ansiedad en los ojos del señor Bingley y se sintió un poco incómoda. Por una parte quería decirle lo mucho que Jane había sufrido, pero por otra no deseaba darle información privada de su familia, y menos de su hermana. Después de todo lo que había pasado entre ella y el señor Darcy, no estaba segura que el señor Bingley fuera el hombre apropiado para su hermana. El señor Darcy había logrado superar todos sus prejuicios, y pese a todo se había atrevido a buscarla e intentar conquistarla, aún después de que ella lo había tratado con tanto desprecio. Mientras tanto, desde que el señor Bingley se había ido desde Hertfordshire jamás había hecho ni siquiera el intento de buscar a Jane, y comprobar por él mismo si las cosas eran como él las pensaba. -Todos en mi familia están muy bien, no he recibido cartas de ellos en los últimos días, pero hace dos semanas Jane me escribió y me contó que todo estaba como siempre por Longbourn,- dijo Elizabeth amablemente.
-¿Y cómo está la señorita Bennet?- preguntó impulsivamente Charles.
-Está bien. A ella le gustan mucho los niños y está cuidando a mis primos mientras mis tíos y yo viajamos. Además, mis primos la quieren mucho. Bueno, todos los que conocen bien a Jane siempre la quieren. Ella es una persona dulce, de buen corazón e incapaz de engañar o hacerle daño a nadie,- explicó Elizabeth para hacer entender al señor Bingley que su hermana era una persona decente y buena que merecía respeto.
Justo cuando el señor Bingley iba a continuar con el interrogatorio, el señor Darcy entró al salón en busca de Elizabeth. Él se había levantado muy temprano para resolver unos negocios pendientes y así tener el resto del día para dedicarle a la mujer que amaba.
-Bingley, siento mucho interrumpirte pero he venido a buscar a la señorita Bennet para mostrarle los jardines, pero especialmente el invernadero.- El señor Darcy rogaba que el señor Bingley no quisiera acompañarlos. Él quería estar solo con Elizabeth.
-No hay problema, Darcy. Tengo que responder un mensaje que Alex me mandó. Tú sabes muy bien cuanto tiempo me toma escribir de forma legible, por lo que creo se me irá el resto de la mañana en eso,- dijo sonrientemente el señor Bingley.
El señor Darcy le ofreció el brazo a Elizabeth y salieron rumbo al jardín. El señor Bingley se había ido a su habitación para escribirle a su primo. Había tomado la decisión de preguntarle abiertamente por Jane, tenía interés en saber cómo estaba y si estaría interesada en verlo nuevamente. Además le pediría a Alex que le hablara de él a Jane.
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Alex caminaba al lado de Jane mientras Mary iba unos pasos más adelante con el nuevo párroco, el señor Harrison. Jane miraba feliz a sus tres primos como corrían detrás de uno de los perros de la familia Turner, inquilinos de Longbourn. -¿Le gustan los niños, señorita Bennet?- preguntó Alex sonriendo. Él era un hombre que sonreía muy poco hace mucho tiempo. Cuando tenía catorce años su madre murió, dejándolos a él y su padre sumergidos en la más profunda tristeza. A los pocos años, su padre también murió y él se quedó solo. Afortunadamente su tía Henrietta había estado allí para apoyarlo. Al ver la alegría de los niños Gardiner y como la hermosa señorita Bennet cuidaba con tanto amor de ellos, le había hecho pensar en que tal vez era hora de dejar de estar tan solo.
-Sí, señor Bingley, me gustan mucho los niños. Ellos son tan transparentes, si ven que alguien los quiere se entregan incondicionalmente. Además, nunca tienen dobles intenciones.- Jane hizo una pausa y miró a Alexander con curiosidad. -Sabe, yo no soy buena descifrando el carácter de las personas, como mi hermana Elizabeth. Muchas veces me ha pasado que la gente me ha engañado, que me han hecho creer una cosa pero en el fondo pensaban otra. Pero con los niños eso nunca me ha pasado, con ellos me siento segura.- Jane se ruborizó al darse cuenta de que estaba compartiendo cosas muy íntimas con este señor al que todavía conocía muy poco.
-Entiendo, si le sirve de consuelo puedo decirle que a mí también me ha pasado más de una vez, tanto en los negocios como en la vida personal. Lo importante es aprender de esas experiencias. Créame que la solución no es comenzar a desconfiar de todos sino saber distinguir con quien vale la pena compartir nuestra amistad.- Después de que dijo eso, Alex se unió a los niños Gardiner y comenzó a lanzar una varilla que el entusiasta perro iba a buscar diligentemente. No supo porqué hizo eso, sólo sintió una enorme alegría y quiso unirse a los niños para jugar con ellos. Hacía tanto tiempo que él no se relajaba de esa manera, que decidió que se preocuparía más en el futuro de tener tiempos de esparcimiento y ocio. Ya era lo suficientemente rico como para permitirse unos días de libertad.
Jane se sentó en el tronco de un árbol caído a observar la escena y se reía de las tonterías que Alexander y sus primos hacían. Pero además, se había quedado pensando en lo que el señor Bingley le había dicho. Él tenía razón, no porque algunas personas la hubieran engañado y manipulado significaba que todo el mundo era igual. De hecho, el señor Alexander Bingley no se parecía en nada a sus primas y a su primo.
-Jane, ven a jugar con nosotros,- dijo el pequeño Arthur.
Jane no lo pensó ni un momento y se fue a jugar con todo el grupo. -Está bien, pero yo no corro tan rápido como Lizzie, así que me tienen que tener paciencia,- dijo Jane sonriendo.
Estuvieron divirtiéndose por casi una hora, hasta que Mary y el señor Harrison retornaron al grupo y le explicaron a Alexander algunas de las cosas esenciales que las familias necesitaban urgentemente. Alexander se comprometió a encargarse de eso a la brevedad posible.
El señor Bennet se encontró con el grupo cuando retornaba de Meryton y los invitó a cenar a la noche. Ambos caballeros aceptaron y pasaron una velada muy agradable conversando y jugando cartas. Alexander cada día más disfrutaba de la vida del campo, del aire puro y de la compañía de una de las mujeres más admirables que jamás había conocido.
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-Mi querida Elizabeth, quiero mostrarte uno de los jardines que no está abierto al recorrido de los visitantes. Es el jardín privado de la señora Darcy, la última fue mi madre y todo lo que ves en él, es de su inspiración. Si mi sueño se hace realidad, tú serás quien esté a cargo de remodelarlo y dejarlo a tu gusto.- El señor Darcy explicó algunos detalles más del lugar a una sorprendida Elizabeth con todo lo que veía.
-Señor Darcy, todo esto es tan hermoso que no podría sentirme confortable modificando nada. Es perfecto tal como está,- explicó Elizabeth emocionada.
-Quedamos en que me ibas a llamar William cuando estuviéramos solos, ¿recuerdas?,- añadió el señor Darcy mientras besaba la mano de Elizabeth.
-Si no recuerdo mal, dije que te llamaría William cuando fueras amable y Fitzwilliam cuando te pusieras arrogante y pomposo,- corrigió Elizabeth riendo.
-Veo que tienes muy mala memoria. Efectivamente dijiste que me llamarías Fitzwilliam por las razones que ya explicaste,- dijo el señor Darcy fingiendo estar ofendido. Y agregó con una voz llena de pasión, -Pero dijiste que me llamarías William cuando me dejara una barba incipiente.- Elizabeth inmediatamente se ruborizó pero no esquivó la mirada de su interlocutor. El señor Darcy aprovechó el momento para besar a Elizabeth suavemente en los labios. Pero ocurrió algo muy similar que con el primer beso, después de unos pocos segundos el beso se volvió más apasionado hasta que terminaron completamente abrazados y besándose apasionadamente.
-Mi amor, ¿cuánto tiempo tendré que esperar para poder tenerte siempre a mi lado, aquí en nuestra casa?- Le preguntaba el señor Darcy a Elizabeth entre besos. Elizabeth no fue capaz de contestar, una vez que terminaron de besarse, ella sólo pudo permanecer fuertemente abrazada a él por un largo rato.
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Desde una de las ventanas de la galería superior, la señorita Bingley veía toda la escena muerta de rabia y de celos. ¿Cómo era posible que un hombre de impecables modales, con una educación e intelecto superior como el señor Darcy, pudiera comportarse de esa manera tan escandalosa. Todo eso era culpa de la maldita Eliza Bennet que estaba corrompiendo con su vulgaridad al hombre de sus sueños. -No creas que te vas a salir con la tuya, Eliza. Tengo más de una carta bajo la manga, y pienso jugarlas todas si es necesario. Si mi amado Fitzwilliam no es mío, tampoco será tuyo.-
Caroline se alejó de la ventana antes de que alguien pudiera verla espiando y se dirigió al jardín donde estaban los enamorados para interrumpir el romance. Pero cuando iba camino para allá, uno de los jardineros le dijo que el jardín estaba cerrado. Su patrón le había dicho que quería darle un tour privado a la señorita Bennet y que prefería no ser interrumpido. -Qué pena, es un lugar tan hermoso. Además, me pareció que mi querida amiga, la señorita Bennet iba para allá.-
-¿Es usted muy amiga de la señorita Bennet?- preguntó curioso el jardinero.
Caroline estuvo a punto de poner en su lugar a ese hombre por su insolencia. ¡Qué pensaba el muy igualado!, que ella se iba a rebajar a conversar con un sirviente. Lamentablemente, el señor Darcy tenía acostumbrados a los sirvientes a ese trato tan familiar, pero pensó que tal vez el hombrecito ese podría decirle algo que pudiera servirle en el futuro. -Por su puesto que somos amigas, desde hace mucho tiempo. De hecho, creo que la señorita Bennet debe ser mi mejor amiga.-
-Bueno señorita, yo creo que su amiga va a ser mi futura patrona. Desde que el señor Darcy la trajo en su caballo el día del accidente, todos en Pemberley supimos que por fin él dejará la soltería. Pero por favor, no le cuente a nadie, yo se lo digo porque como la señorita es tan amiga suya.-El señor Morris llevaba tan solo un año trabajando en Pemberley, y una de las cosas que más le había costado entender, era que no debía chismear sobre la vida de los patrones o de sus compañeros de trabajo.
-Gracias por contarme. No se preocupe, sabré guardar muy bien el secreto. Ahora creo que volveré a la casa.- Caroline tenía que pensar bien cómo utilizaría esa información en su beneficio. Cuando entró a la casa fue al ala de la familia discretamente e intentó entrar al cuarto que estaba usando Elizabeth para ver si podía encontrar algo que la ayudara. No pudo hacerlo porque Rose la interceptó. -¿Desea algo señorita?-
-No, lo siento. Es que me perdí. Estaba buscando a la señorita Bennet, quería conversar un rato con ella.- Fue la mejor excusa que pudo crear Caroline.
-La señorita Bennet ya no está en reposo, ¿no sabía usted?- A Rose no le gustaba esa mujer y sabía que andaba detrás de algo, pero desde su posición de sirvienta no podía cuestionar a una de las invitadas de su patrón.
-Tienes razón, no sé donde tengo mi cabeza. Bueno, creo que será mejor que me vaya.- Caroline salió apresuradamente antes de encontrarse con alguien más que la cuestionara.
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Lydia estaba acostada en la cama de una horrible posada en medio del camino entre Brighton y Londres. No habían podido pagar nada mejor porque todo el dinero que tenía, era al que ella le quedaba del que su madre le había dado. Estaba demás decir que no era mucho, ella se había gastado casi todo el dinero en sombreros, lazos y otras tonterías que no necesitaba. Cuando había salido de la casa de la señora Foster, Lydia pensó que todo eso sería una gran y maravillosa aventura, pero en ese momento sentía que estaba muy cerca de ser una pesadilla. Por supuesto, ella jamás lo admitiría. Su naturaleza terca, su inocencia y su limitada capacidad para entender ciertas cosas no le dejaban ver que a veces era mejor reconocer que uno se había equivocado y tratar de enmendar el camino.
La noche anterior Wickham se había portado muy grosero, especialmente después de ver cuánto dinero ella tenía. Cuando le preguntó días antes de fugarse con él, Lydia le había contado cuanto dinero le había dado su madre, no cuanto le quedaba. Wickham se había dado cuenta que con eso solo les alcanzaría para estar unos pocos días en Londres.
Afortunadamente para Lydia, Wickham se había dedicado a beber y jugar cartas con otros huéspedes de la posada por lo que cuando llegó a acostarse al lado de ella, no pudo hacer nada más que besarla. Pero sus besos fueron bruscos y con aliento a alcohol. Una vez que Wickham se había dormido Lydia había llorado un poco y se había asustado mucho. Él tampoco le decía cosas románticas, ni intentaba ser cariñoso y delicado. Si ella hubiera podido escoger, en ese momento, pensaba que debería haberse fugado con Denny y no con el hombre ebrio que dormía al lado de ella.
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El general Foster había levantado a todos los soldados y los había interrogado sobre el paradero de Wickham, pero nadie sabía absolutamente nada, y no estaban mintiendo. A él no le quedaban amigos entre los oficiales, a todos les debía dinero o los había defraudado de alguna manera. Por eso, él había huido en la noche y sin que nadie lo supiera.
Por alguna razón, Denny presentía que había algo más detrás de todo y decidió hablar directamente con su oficial superior. El coronel Foster estimaba mucho a Denny, si él le ofrecía su ayuda probablemente la aceptaría. El coronel Foster lo invitó a su casa porque le dijo que allí podrían hablar en confianza.
-Denny, el mal nacido de Wickham me ha metido en un problema gigante. La tonta de Lydia Bennet se ha fugado con él. Le dejó una carta a mi esposa diciendo que irían a Gretna Green para casarse. Tú y yo sabemos bien que los hombres como Wickham no se casan, y menos con mujeres pobres como la estúpida Lydia.- El coronel le dijo a Denny que debería partir lo antes posible para hablar con el señor Bennet, y que deseaba hacer algunas averiguaciones más antes de mandarle un correo expreso al señor Bennet informándole sobre lo que había hecho su hija.
Denny estaba herido y decepcionado, pero no de Lydia sino de Wickham. Para él Lydia era perfecta y el único escenario posible era que ese maldito hombre había forzado a su bella dama a fugarse con él. -Si me lo permite coronel, yo puedo ayudar. Mientras usted va a Longbourn yo puedo encargarme de Wickham.-
-Gracias, Denny. Acepto tu ayuda encantado,- dijo el coronel Foster un poco más aliviado.
-Disculpa, querido, ¿puedo hablar contigo y con el capitán Denny por un momento?- dijo la señora Foster.
Su marido la hizo pasar y la Harriet comenzó a hacer su mejor actuación. Si Wickham creía que se podía reír de ella, estaba muy equivocado. -Querido, ese hombre me robó un dinero que tenía ahorrado. Debo decirte que me dolió perder mi dinero, pero lo que me tiene desolada es que se lo robó en aquella hermosa cartera que tú me regalaste para el día de nuestra boda, mi querido coronel. Si lo puede recuperar, siempre le estaré agradecida, capitán Denny.- La señora Foster le había dado ella misma el dinero en aquella cartera a Wickham para poder vengarse de él.
-Maldito infeliz,- dijo el coronel Foster sin poder controlar su ira. Ahora no sólo podré juzgarlo por desertor sino también por ladrón.
-Prepararé inmediatamente un destacamento, coronel. Saldremos en busca de ese traidor lo antes posible.- Denny se retiró y la señora Foster abrazó a su esposo fingiendo tristeza y preocupación cuando en realidad sólo sentía rabia y odio.
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El señor Darcy y Elizabeth volvían a la casa riendo felices. A él le encantaba cuando ella bromeaba con él. A su lado, él era otro hombre. Mucho más relajado y dispuesto a reírse de sí mismo, a no tomarse todo de manera tan grave.-Mañana, quiero invitarte a ti a tus tíos a recorrer los alrededores. Hay muchos lugares increíbles que deseo mostrarte, además le pedía a la señora Reynolds que nos organizara todo para un día de picnic. ¿Qué te parece la idea, mi amor? Por su puesto será sólo alrededor del parque que rodea Pemberley porque aún debes cuidarte.
-Me parece una idea maravillosa, mi querido William,- respondió Elizabeth muy animada.
-Señor Darcy, disculpe que lo interrumpa pero el señor Davies me dijo que le avisara que habían llegado los caballos que usted compró la semana pasada,- dijo uno de los lacayos.
El señor Darcy se excusó con Elizabeth y le dijo que la vería más tarde a la hora del almuerzo. Elizabeth entró a la casa y se dirigió inmediatamente al salón amarillo, era el que más le gustaba porque tenía vista al lago. Le había pedido a una de las sirvientas que le trajera algún florero con agua para poder poner las hermosas rosas rojas que el señor Darcy había cortado para ella. Cuando entró allí, se encontró con Caroline bordando algo que parecía un pañuelo. Elizabeth saludó cordialmente, y cuando llegó la criada con el florero se dedicó a hacer lo que tenía pensado.
-Qué lindas flores, recuerdo que una vez William… perdón, el señor Darcy me regaló unas muy similares. Esa vez me invitó a conocer el jardín privado de su familia, y las cortó especialmente para mí.- Cuando vio que Elizabeth se había volteado para mirarla, continuó. -Tengo tantos recuerdos dulces, y tan amargos al mismo tiempo. Perdón que le diga esto señorita Eliza, pero el otro día cuando vi al señor Darcy en su caballo, no pude evitar recordar aquella vez que montamos juntos en su caballo y él me llevó a conocer el parque. Incluso organizó un picnic en mi honor.- Caroline había escuchado a la señora Reynolds organizando un picnic para el día siguiente y había asumido que se relacionaba con la maldita Eliza. Ella fingió estar afectada y pretendió secarse unas lágrimas. -El puede ser tan convincente cuando se lo propone. Sé muy bien que debo parar de hacerme ilusiones, y sobre todo dejar de humillarme, pero no puedo evitarlo, es más fuerte que yo. No puedo mentir, aún espero que cumpla la promesa que me hizo años atrás en el mismo cuarto en el que hoy duerme usted, señorita Bennet.-
Elizabeth quedó petrificada, no sabía qué decir. Por una parte no quería creer lo que Caroline le decía. Ella era una mujer trepadora y maliciosa. Pero no podía ignorar la serie de coincidencias. ¿Quién era realmente el señor Darcy? ¿Cómo ella podría siquiera pensar en unir su vida a un hombre que había tomado ventaja de una mujer que estaba enamorada de él, por más desagradable que la señorita Bingley fuera. -Lo siento, señorita Bingley. Pero me duele mucho la cabeza. Me puede disculpar con el resto de los huéspedes. Creo que permaneceré en mi cuarto por el resto del día,- dijo Elizabeth y se retiró inmediatamente.
-No se preocupe, yo les explicaré que se sintió fatigada y se fue a descansar.- Cuando Elizabeth salió de la habitación, inmediatamente Caroline sonrió. -Veremos quién gana esta partida, Eliza.-
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Rose había ayudado a Elizabeth a recostarse, pese a que ella le había insistido que estaba bien, ella la vio muy pálida e incluso la sintió sollozar un poco. Por eso cuando por fin se quedó dormida salió de la habitación en busca de alguien que pudiera ayudarla. No sabía por qué, pero tenía el presentimiento de que la señorita Bingley estaba detrás de todo.
Georgiana estaba en el cuarto de música practicando el piano cuando Rose entró y le preguntó si podía hablar con ella. -Señorita Darcy, estoy un poco preocupada por la señorita Bennet. Esta es la segunda vez que la veo así de angustiada y creo que se relaciona con uno de los huéspedes de su hermano.-
-¿A qué te refieres, Rose? Preguntó Georgiana con curiosidad.
-La otra vez que la señorita Bennet decayó fue cuando la visitó la señorita Bingley en su habitación. Hoy, sorprendí a esa señorita intentando entrar al cuarto de la señorita Bennet. No sé, perdóneme si me estoy sobrepasando en mis opiniones, pero creo que ella no quiere para nada a la señorita Bennet.- Rose estaba un poco asustada, no sabía si estaba haciendo bien, pero le había tomado mucho cariño a Elizabeth y deseaba protegerla de esa mujer tan maliciosa a la que todos los sirvientes de Pemberley detestaban.
-No te preocupes, Rose. Has hecho muy bien en contarme.- Rose pidió permiso para retirarse y Georgiana decidió mantenerse atenta a todo lo que hiciera y dijera Caroline. Ella no iba a permitir que esa mujer se interpusiera entre su hermano y la mujer que él amaba.
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Gracias a todos los que dejan comentarios, los leo y los aprecio mucho.
En el próximo capítulo comienza la persecusión de Lydia y Wickham.
Además, Alexander no sabrá qué hacer después de recibir el mensaje de su primo.
Saludos,
Yo
