Capítulo 6

Athena se miraba la mano izquierda, con la otra agarraba la túnica del Patriarca. Movía los dedos, a veces todos juntos, uno por uno e intentaba flexionar únicamente las puntas. Shion cargaba a Kiki; le frotaba la espalda y poco a poco consiguió que dejara de llorar. Saga trataba de explicarle lo que había pasado, aunque no tenía mucha idea. Solo estaba seguro de que había sido grave para haber escuchado el grito de Mu, pero ni siquiera él supo decirle los detalles de cómo Shaka había quedado inconsciente.

—Tal vez sea bueno llevarlo a la enfermería —dijo Saga—. Estaba hirviendo de fiebre.

—Quizás tengas razón. Fijate cómo está. Si no hubo ningún cambio llevalo —Suspiró—. Aunque seguramente Mu quiera hacerse cargo.

—¿Tendría que haberme quedado con él? Parecía muy preocupado.

—No, no... Él va a saber arreglarse solo. Era más importante que trajeras a Athena de vuelta.

Los dos miraron a la diosa que seguía entretenida con su mano, que ahora la giraba de un lado a otro.

—¿Pasa algo, Athena? —le preguntó Shion. Eso la hizo reaccionar.

—¡Ya me acordé! Tengo que decirle a Shaka —dijo más para sí que para el Patriarca.

—Eso no va a ser posible ahora.

—¡Pero es importante!

—Su salud lo es mucho más. Cuando se recupere vas a poder hablar con él.

—Lápiz y papel —Soltó la ropa del Patriarca y corrió—. Lápiz y papel, lápiz y papel.

Athena dejó la sala repitiendo lo mismo. Ninguno intentó detenerla.

—¿Está bien dejarla ir? —preguntó el caballero de Géminis.

—No creo que vuelva a escaparse. Parece que tiene algo en mente.

—Estuvo muy callada todo el camino hasta acá.

—Entiendo. Ya voy a averiguar qué le pasa —Acomodó el cuerpo de Kiki que apenas gimoteaba—. Mejor volvé a Aries y hacele compañía a Mu. No dejes que Shaka tenga toda su atención.

—¿Disculpe?

—El cortejo lleva tiempo y esfuerzo. Tenés que atraerlo... Tal vez puedas copiar lo que hace Shaka. Mu es bastante abierto con él.

—¿Incluso en una situación como esta?

—Especialmente en una situación como esta. Va a ver con buenos ojos que permanezcas a su lado en momentos difíciles.

El caballero de Géminis salió de la sala del Patriarca a paso lento, con una opresión en el pecho. Sentía que aprovecharse del estado de Shaka para sacar ventaja y ganarse a Mu era lo mismo que engañarlo. «No lo vas a engañar porque querés protegerlo», fue un pensamiento que se le cruzó. Reconocía que era verdad, pero también se daba cuenta de que Mu no tenía ojos para él. Nunca se comportó de una manera desagradable, pero las muestras de cariño no parecían afectarle de alguna forma especial al santo de Aries y no quería pasarse de la raya.

Al dejar el templo se cruzó a Aioros en la salida, quien le sonrió y él saludó igual.

—¿Todo bien?

—Más o menos —respondió con un suspiro.

—Más menos que más, supongo.

Saga rio amargado.

Comenzaron a bajar las casas mientras el santo de Géminis le explicaba lo sucedido. Aioros estaba al tanto de lo que se le había encargado a su amigo y, a pesar de no verlo seguro, prefirió no preguntar nada. Fue toda una sorpresa que Saga le dijera cómo se sentía por voluntad propia. Entonces no pudo dejar de hacerle saber lo que creía.

—Tenés miedo.

—No lo tengo.

—Siempre sos muy confiado, no parece que tuvieras debilidades, por eso todo el mundo te admira.

—Tengo que ser fuerte, como todo santo de Athena.

—Y lo sos, no lo niego. Pero seguís siendo un humano. Es normal tener miedo.

Saga arrugó el entrecejo y lo miró a la cara. Aioros estaba sonriente.

—¿Por qué pensás que tengo miedo?

—Yo lo tendría si fuera vos. Los golpes, los huesos rotos... Estamos acostumbrados a eso. Nos obligan a ser fuertes para proteger a la humanidad, como si no fuéramos parte de ella.

Aioros levantó la mirada al cielo.

—Sé cómo se siente una costilla rota y lo que tengo que hacer para que sane. Pero no tengo idea de cómo soportar un corazón roto... ¿Cuánto tiempo tarda en sanar? ¿Voy a ser el mismo después de eso? ¿Qué pasa si pierdo la confianza en mí mismo? Son cosas que pienso cada vez que recuerdo lo que tenés que hacer.

Apoyó la mano sobre el hombro de Saga.

—No puedo leerte la mente, pero en el fondo te hacés las mismas preguntas. Por eso no querés acercarte más a Mu y buscás cualquier excusa para renunciar.

—¿Qué?

—Lo veo en tus ojos. Te da miedo enamorarte de él porque sabés que es posible.

Saga detuvo el paso. El caballero de Sagitario siguió caminando y luego giró hacia su amigo.

—Aioria es despistado, pero hasta él se dio cuenta de que Mu ya quiere a alguien, aunque no es correspondido —Suspiró—. Ah, Saga... Lo tenés complicado. Más porque Shaka no hace nada y ya te lleva mucha ventaja.

Saga apretó los dientes. «¿Por qué creés que él es el más indicado? —Escuchó esas palabras en su cabeza— Shaka solamente es el chaperón, el mismo Mu lo eligió para esa función. En cambio, tu misión es mucho más importante, acorde a tu persona».

—Eso también te preocupa, ¿no? —preguntó Aioros.

—Mu lo quiere. No debería ser complicado para ellos... Pero... Es triste que tengan que pasar por tanto dolor siendo que los dos se quieren.

—Aunque Shaka no lo quiere de la misma manera —comentó Aioros.

—¿Qué va a pasar si se enamora de Mu pero ya es tarde? No sé cómo lo miraría a la cara.

El santo de Sagitario curvó una ceja. Luego rio.

—No hay dudas de por qué la gente te admira tanto.

—*—*—*—

Mu estaba de rodillas junto a la cama, atento a Shaka que respiraba agitado, entre balbuceos, y temblaba. Se apoyó con las manos en el colchón para acercarse a su cara. El caballero de Virgo tenía los cachetes colorados. Mu le sacó el flequillo de la frente con los dedos, delicado así no lo despertaba. Shaka soltó un quejido que sobresaltó a su amigo. Se retorció por cinco segundos que se hicieron eternos; luego volvió a la calma.

Mu posó la mano sobre el pecho que subía y bajaba en un ritmo acelerado. Incluso así sentía el calor que desprendía el cuerpo de Shaka. Lo acarició y con la otra mano hizo lo mismo en la cabeza del durmiente. Se acercó a su oído, separó los labios para hablar aunque no supo qué decirle. Su aliento cálido escapó en un suspiro.

—M-Mu... —balbuceó Shaka. Aun así no despertó.

El santo de Aries frunció el ceño. Los ojos le bailaban de impotencia. Con un dedo delineó el perfil de su amigo; bajó lento desde la frente, por la nariz y se detuvo en la boca. Los labios de Shaka estaban resecos, a diferencia del resto de su piel. Mu se inclinó sobre el cuerpo del otro y de a poco se acercó a la cara colorada. El aire caliente que salía a través de los labios de Shaka pegó en los suyos.

—N-no... Mu...

Al escuchar el balbuceo Mu retrocedió. Se pasó la mano por la cara, hasta el pelo, y se sentó en el piso con el rostro oculto entre las rodillas.

Shaka tenía buena salud, algo que consiguió con años de entrenamiento y alimentación adecuada. Pero no siempre había sido así, especialmente cuando era un recién llegado al Santuario. No era atípico que pasara semanas enteras en la enfermería, en las cuales Mu no podía verlo. La peor había sido la vez que escapó a Jamir y Shaka lo siguió, en pleno invierno. De no haber sido por Shion el Santuario se habría quedado sin el santo de Virgo. Odiaba recordar ese hecho.

Ahora que no sabía el origen de la fiebre tan repentina sentía que se ahogaba. Se inclinó hacia atrás. Tocó el bollo de papel que había tirado más temprano. Lo agarró, lo desdobló y leyó el poema. Quería romperlo, especialmente por el último verso, pero no lo conseguía.

—Mu.

Casi pegó un salto cuando Saga lo llamó desde la puerta. Volvió a doblar la hoja y la guardó en el bolsillo.

—¿Cómo está?

—Sigue igual —respondió llevando la vista a su amigo.

Saga entró en el cuarto. Le tocó la cara al santo de Virgo; ardía. En la cómoda junto a la cama vio un recipiente con agua y una toalla dentro. La estrujó para luego cubrirle la frente a Shaka. Lo tapó con las sábanas hasta el cuello y acomodó la almohada.

—Esperemos un rato. Si la temperatura no baja lo llevamos a la enfermería.

Mu asintió. Apoyó el mentón sobre las rodillas y se abrazó las piernas. Ni siquiera pensó en disimular la expresión compungida. Saga le revolvió el pelo con una sonrisa y se sentó a su lado.

—No te preocupes. Va a estar bien.

Mu no habló nada, solo se acomodó los mechones.

—¿No te dijo si se sentía mal?

—No... Ni siquiera me pareció que tuviera temperatura alta... Aunque estaba raro.

—¿Raro? ¿Cómo?

—Raro —dijo el santo de Aries y volvió a abrazarse las piernas—. Distante... No sé.

Saga paseó los ojos por el cuarto mientras pensaba que quizás su charla de la noche anterior había provocado un cambio de actitud en el sexto guardián. Le sabía mal ser el causante de que Shaka y Mu se alejaran después de haberlos visto crecer juntos. Además, el santo de Aries estaba demasiado triste, sería difícil para él animarlo. La presencia de Shaka era vital en la relación: tenía el poder de que esa misión fuera un éxito o fracasara; todo dependía de la manera en que usara al joven más cercano a los dioses. Cosa que tampoco le agradaba, pero el Patriarca insistía en que aprovechara cualquier situación.

Entonces dijo:

—A veces hasta los mejores amigos pasan por malos momentos. Si discutieron o alguno hizo algo que molestara al otro, tienen que hablar para solucionarlo.

—Creo... que está molesto porque me voy a llevar a Kiki a Jamir.

—¿Ya va a empezar su entrenamiento?

—Sí. Yo también empecé a esa edad... Todavía no sé si vaya a ser santo, pero... tengo que prepararlo como herrero.

Saga volvió la vista al santo de Virgo que todavía respiraba agitado.

—¿Cómo fue que vos terminaste siéndolo?

Mu inhaló profundo, luego sacó el aire lento y constante.

—La única forma de serlo es que un maestro te acepte como alumno, o nacer dentro de un clan de herreros. Shion es abuelo de mi bisabuela, así que estaba obligado a serlo.

—¿No hay nadie más en tu familia que pudiera haberlo hecho?

El santo de Aries negó.

—El Patriarca podrá tener mucho poder, pero en Jamir su palabra pesa lo mismo que las opiniones de las mujeres. Los patriarcas se encargan de formar santos y las matriarcas traen al mundo a los herreros maestros. Mi bisabuela es la matriarca de mi clan. Ella es la que decide en la familia, todo el mundo la obedece. Incluso es muy respetada en Lhasa, nadie se atreve a ir en su contra... Somos... una familia bastante privilegiada gracias a ella.

—¿Eso significa... que sos una especie de príncipe?

Mu escondió la mitad de la cara con las rodillas. Los cachetes se le pusieron rojos.

—Mi bisabuela nació con el don de manejar el cosmos sin recibir entrenamiento, fue santo de plata en su juventud. Todas las mujeres muvianas que lleguen al Santuario tienen que casarse con otro santo para convertirse en matriarca y que un nuevo maestro venga al mundo. Mi bisabuela tuvo seis hijas, pero ninguna nació con un don. La mitad de ellas se casaron con otros muvianos y pudieron permanecer en el clan.

—Por lo que veo son bastante cerrados —comentó Saga.

—Solo las matriarcas y los herreros tienen permitido casarse con gente no muviana. Es para mantener la sangre lo más pura posible.

—Entiendo...

Mu suspiró antes de continuar.

—Mi abuela también tuvo hijas. Yo soy el único varón de mi clan... Y para colmo también nací destinado a ser un santo. Eso provocó que mi madre y abuelas se distanciaran de Shion.

—¿Y si llegara a nacer otro varón? ¿Podrías renunciar a ser el maestro?

—Ya recibí la bendición de Athena. En caso de querer dejar mi cargo, también debería renunciar a la armadura de Aries. Sería desperdiciar años de formación.

—¿Y Kiki? ¿Él también está destinado a ser un maestro?

Mu cerró los ojos y asintió lentamente.

—Kiki es descendiente del clan que se formó con la primera mujer de Shion. En total hay cuatro clanes, pero muchos se niegan a entregar a sus hijos o hacen que sus mujeres se casen con gente no muviana... La madre de Kiki era una saintia que se creía muerta. Su padre fue un santo de bronce. Lo mantuvieron en secreto hasta que murieron en el Himalaya... Como soy mayor Kiki es el siguiente en la línea de sucesión. Incluso si alguna de mis tías tuviera un hijo, lo seguiría siendo.

—¿Y las mujeres no pueden serlo?

—Pueden aprender a reparar las armaduras, aunque ninguna en mi familia lo hizo. Las mujeres se dedican a la protección de Jamir. La mayoría sabe pelear. Algunas vienen al Santuario. Una de mis hermanas va a recibir su armadura muy pronto y una prima se prepara para ser saintia. Mi clan es... el más poderoso actualmente.

—Ahora sos el maestro. ¿No hay nada que puedas hacer?

—Se supone que ya me consideran un adulto y puedo participar en la toma de decisiones, pero...

—¿Pero?

—Dicen que las mujeres muvianas aprendieron a pelear observando a Athena... No me gustaría... hacer enojar a mi madre.

—Por lo que contás son guerreras peligrosas, pero es lo normal si quieren proteger a su familia. Es decir, heredaron una misión milenaria de la cual depende la humanidad. Los santos somos los que peleamos, pero es la gente de Jamir quien nos brinda protección. Ellas saben lo importante que es su papel y por eso son así.

—Hum... Tal vez.

—Aunque lo tuyo parezca una maldición, sos el más indicado. Naciste en el clan más poderoso, sos el herrero maestro y el santo de Aries. Estás destinado a cosas grandes, Mu —Sonrió mirándolo a los ojos—. Ahora que sé todo esto siento que es un honor que me hayan elegido para acompañarte.

Las esmeraldas de Mu recuperaron un poco del brillo que solían tener cuando todavía el rol que le impuso el destino parecía lejano. A quien tenía delante era el Saga de siempre, el que lo llevaba de la mano cuando le daba miedo entrar al Santuario, aquel que cuidaba a sus compañeros como si también fueran sus hermanos. En el fondo sabía que era afortunado de que Shion y Dohko lo hubieran elegido a él, pero había algo más que no lo dejaba tranquilo.

—¿No te molesta? —le preguntó— Lo que se te pide es doloroso.

—Mu, estoy seguro y no me arrepiento de haber aceptado. Quiero que estés tranquilo. Voy a aceptar cualquier cosa que sea necesaria para conseguir el polvo estelar.

—Pero... un corazón roto...

Shaka comenzó a retorcerse de nuevo. La voz se le escapaba en quejidos. Mu se levantó rápido para calmar los temblores en el cuerpo de su amigo.

—¡Shaka! ¡¿Qué te pasa?! ¡Shaka! —Miró a Saga con lágrimas en los ojos— ¡Está más caliente que antes!

El santo de Géminis tocó la frente del sexto guardián y frunció el ceño.

—Mu, ¿qué estaban haciendo cuando Shaka quedó inconsciente?

—Estábamos bajando las escaleras para ir al coliseo. Yo llevaba a Kiki de la mano y Shaka a Athena.

—Eso lo explica todo —dijo más sereno—. Fijate bien: aunque sea muy débil se siente el cosmos de Athena recorrer su cuerpo.

—¿Qué?

—A veces pasa que infecta a quien tenga contacto con ella sin quererlo porque todavía no domina bien su cosmos.

—Pero... yo iba de la mano con Shaka —dijo con la mirada en la palma— y no me pasó nada.

—Seguramente él recibió la mayor parte del cosmos. Algo debés haber sentido.

Mu acarició el pecho de Shaka que no dejaba de respirar con dificultad. «Entonces lo que sentí fue el cosmos de Athena —pensó—. ¿Cómo pude confundirlo con...?». Apretó los labios. Gotas de sudor bajaban por los costados de la cara del santo de Virgo; Mu agarró la toalla y se lo limpió. Sentía que el dolor que padecía su amigo era suyo también. Necesitaba hacer algo para que despertara, o al menos para que ya no sufriera, pero no se le ocurría nada. La idea de perder a Shaka se le clavó en la cabeza y en el pecho; debió enjugar rápido la lágrima que brotó de su ojo izquierdo.

—¿Y qué hacemos para que despierte? —le preguntó a Saga sin mirarlo.

—El Patriarca sabe cómo solucionarlo. Ya me pasó una vez.

El caballero de Géminis colocó la mano sobre la que Mu ocupaba para acariciar a su amigo. La primera reacción del herrero fue intentar apartar la suya, pero luchó con todas sus fuerzas y no lo hizo.

—Shaka es fuerte —dijo Saga casi en un susurro—. Va a poder soportarlo.

Mu asintió.

Los minutos de espera fueron agonizantes para el primer guardián. Cada vez que Shaka parecía que saldría del sueño volvía a quejarse de dolor. Mu debió buscar más agua para tratar de bajarle la temperatura. Por momentos olvidaba que al ser un guerrero no podía perder la calma con algo semejante; era entonces que su compañero de Géminis lo animaba con palabras dulces o una mirada. Le daba alivio, Mu no podía negarlo, aunque no dejaba de sentir que era incorrecto, especialmente teniendo a Shaka inconsciente delante.

Cuando Shion llegó Mu tuvo una mezcla de sensaciones. A pesar de que no había hecho nada malo, esperaba un castigo o una llamada de atención al menos.

—¿Cómo está su temperatura? —preguntó el Patriarca mientras se arremangaba.

—Todavía está alta —le respondió Saga.

—Mu, traé más agua.

El caballero de Aries obedeció enseguida. Shion sacó un sobre de entre las ropas. Luego le tocó la frente a Shaka para comprobar su estado; silbó y le sacó las sábanas que lo cubrían.

—¿Pasa algo malo? —preguntó Saga.

—No. De hecho, él mismo se está curando.

El tercer guardián suspiró de alivio.

—Es la primera vez que Athena le transfiere tanto cosmos a alguien. Dentro de todo fue suerte que haya sido Shaka. Pero incluso a él le llevaría varios días expulsarlo por su cuenta.

—¿Cree que haya sido por algo en particular?

—Vos mismo padeciste los efectos del cosmos de nuestra diosa. No es algo que todavía pueda controlar.

Tocó suavemente con un dedo el entrecejo del caballero de Virgo. Afiló la mirada.

—Tengo la sospecha de que algo más lo provocó.

—¿Q-qué?

—No sé qué haya sido. Puede deberse a una combinación de factores... Pero hasta que lo descubra, ni una palabra de esto a Mu.

—¿Por qué?

—Cuando esté seguro lo vas a saber.

Saga se acercó a la cama para mirar a Shion de frente.

—Pero, Gran Patriarca, Mu está-...

—Por llegar —lo interrumpió.

A los pocos segundos Mu entró en el cuarto con un recipiente entre las manos.

—Acá está el agua.

—Bien. Dejalo ahí —Señaló la cómoda junto a la cama—. Ahora buscá sábanas limpias.

—Sí.

—Saga, desvestilo —ordenó mientras volcaba los pétalos del sobre en el agua.

El santo de Géminis obedeció. Tanto la ropa como el cuerpo de Shaka estaban empapados. Mu ya tenía las sábanas como le había dicho su maestro y lo veía usar su cosmos para mezclar el agua con los pétalos. Shion no demoró demasiado. Se volteó hacia la cama, guardó silencio unos segundos.

—La ropa interior también, Saga.

—Ah, sí.

Saga comenzó a retirar la única tela que quedaba en el cuerpo de Shaka. Por más que intentara mirar hacia otro lado los ojos de Mu iban sin control a esa zona que se había vuelto desconocida. Alcanzó a ver unos rizos dorados muy pequeños y se cubrió la cara con las sábanas. «¿Cuándo fue la última vez que nos bañamos juntos?», se preguntó. Al bochorno se le sumó el corazón acelerado.

Intentó dar otro vistazo y se encontró con la mano de Shion delante suyo. Sintió algo en la frente; al sacárselo descubrió que era un pétalo.

—¿Qué es esto?

—Para bajar la temperatura.

El efecto duró poco: Mu volvió a ponerse colorado.

—Vayan afuera —dijo Shion—. Yo me encargo del resto.

—P-pero...

—Ah... Shaka va a necesitar ropa limpia cuando termine. Andá a buscarla.

Mu apretó los puños. Estuvo a punto de abrir la boca para replicarle a su maestro, pero Saga intervino.

—Vamos, Mu. No podemos dejar que Shaka se enferme.

Le insistió a su abuelo con la mirada, pero no surtió efecto. Cabizbajo, abandonó el cuarto acompañado por el santo de Géminis. Ya solo Shion suspiró.

—Adolescentes.

Volvió hacia la cama. Tomó un pétalo mojado y lo colocó entre las cejas de Shaka. La expresión de sufrimiento se alivió un poco.

—¿Qué estarás viendo? —preguntó como si pudiera escucharlo.

—*—*—*—

Mu no dijo palabra alguna en el trayecto hasta Virgo. Saga tampoco lo presionó; entendía el motivo de la preocupación de su compañero, pero se sentía impotente porque el caballero de Aries no bajaba la guardia. Más allá de la tarea que le había sido asignada, quería ayudar a Mu; no le gustaba ver a ninguno de sus camaradas en ese estado. Las palabras de Aioros le retumbaban en la cabeza. Era cierto: tenía miedo de la posible reacción de Mu. Un paso en falso y quedaba todo arruinado, le fallaría al Patriarca y a la mismísima Athena.

Saga de Géminis, uno de los santos más admirados y respetados, el que contaba con una sola mano las misiones que no logró completar, aquel que se rumoreaba podría ocupar el puesto de sumo sacerdote del Santuario, no podía conquistar el corazón de uno de los caballeros más jóvenes y dulces. Además de temer decepcionar a todos, veía a su orgullo en peligro. Por un lado quería respetar los sentimientos de Mu, pero por otro no lograba entender cómo tenía tan pocas posibilidades frente a alguien que no hacía nada para tener su corazón. No podía molestarse con Shaka tampoco.

Sin embargo, muy en el fondo una voz le decía que debía ser más agresivo, ir de frente. La tarea que se le había dado no era muy diferente a muchas otras, como la que tendría en unos días en América. «Si es necesario matar, matás. Si tenés que sacar a Shaka del medio, ¿por qué no lo sacás?», era lo que escuchaba en su mente. «Ellos se quieren, no puedo hacerles eso», respondía a ese pensamiento. «Shaka no lo ve de la misma forma. Tarde o temprano lo va a lastimar. ¿No prometiste que siempre lucharías para evitarle el sufrimiento a los demás? Mu también es un santo de oro, pocas cosas pueden herirlo, pero Shaka es su debilidad y lo va a hacer sufrir. Es tu deber hacer que se vuelva fuerte. La manera para conseguirlo es...».

—No —respondió.

Mu se volteó a verlo.

—¿Dijiste algo?

Saga sacudió levemente la cabeza. Estaban frente al vestíbulo de Virgo. Los ojos grandes y tristes de Mu le incomodaban, pero fingió una sonrisa.

—Estaba pensando. Mañana debo tener lista la estrategia para la misión que voy a dirigir.

—Ah, cierto... —Giró lento hacia el interior del templo— No es necesario que me acompañes. Agarro la ropa y vuelvo.

—Está bien. Te espero acá.

Mu ingresó en la casa y Saga pudo dejar de fingir la expresión alegre. Se alborotó el pelo junto a un gruñido de frustración. «Hasta Shaka te confió el corazón de Mu —Volvió a escuchar la voz en su cabeza—. ¿Necesitás más pruebas? Shion y Dohko te eligieron. Sos el más indicado: futuro Patriarca y consorte del herrero maestro, que también es el príncipe del clan muviano más poderoso. Cargos que solamente vos podés ocupar». Saga apretó los dientes. «¿Es demasiada responsabilidad? —preguntó la voz— Entonces dejale algo a tu hermanito. Ese al que sobreprotegiste tanto que se convirtió en un inútil. Quizás así pague por lo que hizo».

—Kanon no tuvo la culpa de nada.

«¿Entonces por qué está de guardaespaldas de un enemigo?».

—Fue el acuerdo al que se llegó para mantener la paz.

«Si no hubieras tratado a tu hermano tan dulce nunca se habría vuelto débil, no se habría sentido eclipsado y tampoco habría despertado a Poseidón».

Saga cerró los ojos y respiró para calmarse.

—Él sigue siendo valioso para el ejército de Athena. Mientras haga bien su trabajo, Poseidón va a estar a salvo y tranquilo. Tal vez hasta se gane su simpatía y así lo convenza de evitar ir a la guerra.

«Lo decís para sentirte mejor con vos mismo porque fue tu error».

—¿Qué? ¿Pensás que no me gustaría que mi hermano estuviera en el Santuario, donde su vida no correría peligro?

«El destino de todos los santos es morir en nombre de Athena, pero vos mandaste a tu hermano a una muerte asegurada. Y no solo él. ¿No estuviste a cargo de Mu y Shaka? ¿No los ves como hermanitos también? Ahora es cuando salen a la luz las consecuencias de tus actos».

—Ellos son buenos santos. Shaka jamás traicionaría a Athena, la adora. Y Mu carga una responsabilidad enorme, toda la protección del Santuario depende de él, es capaz de sufrir por el bienestar de todos.

«Mu quiere a Shaka, pero no es correspondido. Es cuestión de tiempo para que la tristeza de su corazón lo domine por completo. Y debido a todo lo que Shaka vivió en la infancia, ¿creés que va a soportar ser quien desencadene una catástrofe que podría evitarse? O mejor dicho, una que vos podrías evitar».

Saga se puso en cuclillas con los dedos entre los mechones; los estiraba y repetía que todo iba a salir de la mejor manera posible.

Mientras tanto Mu buscaba en el armario la ropa que llevaría. Acariciaba cada tela con cuidado; los ojos le brillaban y los labios se le curvaban en una sonrisa. Imaginaba a Shaka usando cada una, incluso recordaba cómo se le veían. Descolgó una camisa que aún guardaba el aroma a rosas de la vez que ambos le ayudaron al santo de Piscis con su jardín. Se le figuró el pelo dorado de su amigo ondear en el aire junto a los pétalos rojos y abrazó la prenda.

Un escalofrío le recorrió de pies a cabeza. Entonces fue consciente de lo que hacía. Dejó caer los brazos; la tela colgaba a centímetros del piso. «¿Por qué ahora? —preguntó— ¿Por qué vuelven estos sentimientos? Siempre quise a Shaka, pero él no puede corresponderme y yo no puedo lastimarlo». Tiró la cabeza hacia atrás e inhaló hondo. De pronto la habitación le supo más fría. «Prometí que iba a enterrar esto que siento por su bien. Tengo que soportarlo. Pero...». Volvió a abrazar la camisa. «No creo ser capaz de olvidarlo... Tal vez... Saga...». El perfume a rosas le recordó a la sonrisa de Shaka iluminada por los rayos del sol, tan hermosa y cálida que hacía estremecerlo. «Por favor, abrazame aunque sea por última vez».

La presión sobre su cuerpo lo obligó a abrir los ojos. Los brazos que lo envolvían eran fuertes y firmes, igual al pecho que pegaba contra su espalda. Conocía el calor que le llegaba, aunque no recordaba cuántos años habían pasado desde la última vez que lo sintió. «No es el abrazo que quiero», pensó y le surgió el deseo de librarse, pero ni las piernas ni los brazos le respondían. Empezó a temblar. «No puede ser Shaka, ya no debería quererlo».

—No te voy a dejar solo —Saga le dijo al oído.

Mu cerró los ojos y se mordió el labio. «Porque ahora... tengo que querer a alguien más».

—Mu, sé que te cuesta verme de una manera romántica... Para mí también es raro. Pero no miento cuando digo que estoy seguro. No tengas miedo de lastimarme, voy a soportar todo.

Lo agarró de los hombros para que se volteara. Mu lo miraba a la cara, pero sus labios estaban tan sellados que ni siquiera se movían para hacer una mueca.

—Tenemos que intentarlo. De nosotros dependen los demás, todos los santos, nuestros compañeros... Shaka.

Mu dio un suspiro de sorpresa, aunque solo fue una reacción que suplantó a la verdadera. Usar el nombre de su amigo como motivación le pareció, en realidad, desagradable, un chantaje o incluso una amenaza. En ningún momento apartó la mirada de los ojos del tercer guardián donde se reflejaba.

—Intentemos —habló otra vez el caballero de Géminis—. Nos esperan muchos momentos dolorosos, pero hasta entonces tratemos de... disfrutarlo... Quizás llegue a ser una buena experiencia.

El santo de Aries hizo que lo soltara. Tomó aire antes de decir:

—Ciertamente, no puedo verte como una pareja romántica. Sé que estamos obligados a cumplir con una tarea de vida o muerte...Nunca tuve sentimientos por nadie. Es un mundo que desconozco.

Saga estaba tentado a preguntarle por Shaka, en parte porque no le gustaba ver que se negara tanto y en parte porque no soportaba que le mintiera de una forma tan descarada. «Decile que se olvide de él, decíselo. Vos sos el indicado», escuchó a la voz.

—Mu, estamos juntos en esto —Le ofreció la mano—. El Santuario también era un mundo desconocido, pero entraste... entraste conmigo. No te dejé solo en ese momento y no lo voy a hacer ahora.

—Lo sé —respondió Mu—. Es algo que vos harías... Por eso no entiendo cómo no puedo... enamorarme de vos.

Atrapó la mano de Saga entre las suyas.

—Me va a costar. Por favor, teneme paciencia.

Saga movió la cabeza levemente hacia atrás. No sabía cómo interpretar esas palabras. Mu le acababa de dar el visto bueno, por su cuenta y no por imposición. «¿Qué se supone que haga ahora?», se preguntó. Enseguida recordó su charla con Aioros. «Tengo miedo, pero no puedo tenerlo», con esa idea asintió.

—Solo por vos, lo voy a hacer.

Mu bajó la mirada e intentó sonreír. «Es lo mejor —pensó—. Quizás, de a poco, pueda decirle adiós a Shaka».

—*—*—*—

Pedazos de armaduras en una esquina, cascos quebrados apilados unos sobre otros. En el centro de la habitación, a la luz de las velas, un hombre de espalda ancha y dos puntos tan particulares en la frente manipulaba una masa pequeña dentro de un recipiente. Sus mechones grises se desparramaban en el piso. Frente a él Asmita estaba sentado; sostenía una caja llena de pétalos y varios frascos. Apenas se escuchaba el viento escabullirse por la ventana, además de los dedos que aplastaban la masa.

Una vela se apagó. Asmita se levantó a prenderla de nuevo. Después fue hasta una mesa donde había herramientas, papeles y toallas. Agarró una y regresó al lado del herrero que en ese momento dejó el recipiente en el piso. Asmita le limpió las manos con toques suaves.

—Debés estar cansado.

—¿Terminaste? —preguntó el santo de Virgo, ignorando el comentario anterior.

—Solo esta parte. Seguro va a ser polvo cuando salga el sol.

Asmita se apresuró a ofrecerle la mano para ayudarle a levantarse.

—Todavía puedo hacer esto solo —dijo con una risa, aunque no rechazó el gesto—. Son demasiadas atenciones por parte de un santo de oro.

—Es lo que me corresponde —respondió Asmita en tono neutro—. Además, sos el más cercano a convertirse en Patriarca de entre todos los santos.

—Mientras Sage viva estoy librado de esa tarea —Acarició los mechones rubios del caballero de Virgo—. Viniste directo de una misión. ¿No estás cansado?

—Eso debería preguntarlo yo.

—Dejemos todo en su lugar. No hay nada que podamos hacer por esta noche.

Asmita desenvolvió un peine entre su túnica. No tuvo que decir nada, el otro entendió el mensaje y soltó una carcajada.

—Me preocupa que los demás descubran que te consiento más que a ellos —Le acarició la mejilla.

Los labios del santo de Virgo formaron una sonrisa poco a poco. Estiró la mano para tocar la piel marcada por los años que tenía delante.

—Hakurei...

—¿Shaka?

Los puntos en la frente de Shion, tan cerca, le dieron escalofríos, más al ver que tenía los dedos sobre ellos. Se sentó de golpe, con el pulso alterado.

—Tranquilo —le dijo sereno mientras volvía a sentarse junto a la cama—. Te vas a marear.

Shaka pasó la vista por el cuarto, le tomó unos segundos entender dónde se encontraba. Sintió frío. Se cubrió hasta el pecho cuando descubrió que estaba desnudo.

—Mu fue a buscarte ropa —dijo Shion que molía pétalos con los dedos—. No debe tardar.

Shaka se pasó la mano por la cabeza. Trató de rememorar lo que había sucedido y pronto recordó los planes de ese día.

—¡El picnic! ¡Teníamos que ver a Saga!

—Él lo acompañó a Mu.

—Pero... ¿Ellos...?

—No te preocupes. Aunque su plan del picnic se arruinó, están pasando algo de tiempo juntos. Incluso estando inconsciente lograste cumplir con tu tarea.

Shaka volvió a recostarse. Se llevó el dorso de la mano a la frente, con la vista en el techo. Tenía vértigo; se sostuvo de las sábanas y apretó los párpados. Shion estaba atento a cada uno de sus movimientos. Dejó el recipiente con los pétalos en la cómoda y le cubrió los ojos al santo de Virgo.

—Los efectos secundarios por haber sido infectado con el cosmos de Athena van a durar unos días, pero es normal. Tu cuerpo va a eliminar los restos. Para acelerar el proceso te recomiendo meditar debajo de los sales.

Apartó la mano. Shaka tenía los ojos cerrados como de costumbre. Los surcos a los costados de la boca de Shion se pronunciaron.

—¿Hiciste algo que pudo haber provocado que el cosmos de Athena se alterara?

—No creo.

—A mi parecer sí lo hiciste.

—No sé qué pudo haber sido... Tal vez estaba emocionada por el picnic. Dijo que quería hacerlo desde hace días.

Shion se llevó la mano al mentón. Le pareció bastante lógica esa posibilidad, pero no lo convencía.

—Antes de despertar estabas hablando. ¿Recordás qué soñaste?

—Fueron... muchas cosas. Pero no me acuerdo. Creo que vi las memorias de varias vidas pasadas.

El Patriarca se pasó las yemas de los dedos sobre las muñecas sin ser consciente de lo que hacía. La frente se le arrugó más.

—Dijiste el nombre de Hakurei. Él fue mi maestro, murió en la guerra santa pasada.

Shaka se masajeó sobre las cejas.

—Creo... que estábamos en la torre de Jamir. Él tenía un recipiente en las manos y yo... Asmita lo acompañaba.

Shion no había movido ni un músculo, pero los segundos en silencio le dieron un aspecto más serio.

—¿Eso fue todo?

—Sí. Solamente lo ayudaba.

Shaka se apoyó con los codos sobre el colchón para ver mejor la expresión de Shion. El Patriarca tenía la mirada apagada. El santo de Virgo enseguida se dio cuenta de que algo andaba mal.

—¿Gran Patriarca?

—No busques más en el pasado —le dijo Shion casi autoritario.

—¿Qué quiere decir?

—Podrías enterarte de cosas que no soportes.

—Pero... lo hice muchas veces.

—Es verdad. Pero últimamente están pasando cosas inusuales en el Santuario. Mejor no te arriesgues.

Cada palabra de Shion no hacía más que aumentar las sospechas de Shaka. Si le prohibía acercarse tanto a Mu tenía que estar relacionado con él. «Tal vez tenga algo que ver con el método para conseguir el polvo de estrellas —pensó—. Pero... ¿por qué el Patriarca no querría librar a su nieto de esa maldición? ¿Será que la respuesta está en alguna de mis vidas pasadas?».

—¿Me escuchaste? —preguntó Shion.

—Ah... P-perdón. Todavía estoy un poco mareado.

Varios pasos se escuchar fuera del cuarto. Shaka miró hacia la puerta al tiempo que Mu y Saga entraban.

—¡Shaka! —exclamó el santo de Aries y corrió a la cama— ¡Despertaste! ¿Cómo estás? ¿Te sentís bien? ¿Te duele algo?

—Estoy bien. Perdón por hacerte preocupar.

Levantó la mano dispuesto a acariciarle la mejilla, pero se detuvo a medio camino y la bajó junto a la mirada. Mu trató de permanecer neutral por ese gesto; ni siquiera se atrevió a ver a su abuelo.

—Eh... Te traje ropa para que te pongas.

Shaka sonrió.

—Gracias... Aunque... arruiné el picnic.

—No te preocupes por eso —respondió Saga y se acercó—. Lo importante es que estés bien. Cuando vuelva de la misión podemos hacerlo y llevar a Athena y Kiki.

Una sensación fría le cubrió el cuerpo a Shaka. Parpadeó un par de veces con la vista sobre el santo de Géminis; por alguna razón lo notaba distinto, aunque seguía siendo el de siempre. Sin tener la intención deslizó la mano por las sábanas y su ropa que Mu tenía en el regazo. No dejó de mirar a Saga ni un segundo. Cuando alcanzó la mano de su amigo la apretó fuerte.

Mu sintió que el calor subía hasta su cara. Agachó la cabeza para que ni Saga ni Shion vieran su reacción.

Shaka le sonrió a Saga y dijo:

—Es verdad. Vamos a tener tiempo cuando vuelvas —Volteó el rostro hacia Mu y le soltó la mano—. Gracias por traerme ropa.

—Ah... N-no... No fue nada.

—Dejemos que Shaka se vista y descanse un poco —habló Shion.

—¿Hay algo más que necesites? —le preguntó Mu.

—Un poco de agua.

—Enseguida la traigo.

—Gracias.

Los tres caminaron a la puerta. Shaka permaneció sentado con una sonrisa que se hizo más grande cuando su amigo volteó a verlo antes de salir. Pero al quedar solo se le borró en un segundo y se llevó la mano al pecho.

-NOTAS-

Hola a quien lea esto.

Creo que ya era hora de actualizar.

¿Qué les pareció este capítulo?

Intenté hacer que Saga participe más y ver lo que le pasa con esto de ser pareja de Mu.

Él quiere cumplir, pero no quiere lastimar a Mu ni a Shaka... Pensé que este momento estaría bueno para reemplazar lo que en la obra original desencadena sus locuras. Aunque por el momento va a estar tranquilo. Tal vez el amor de Mu lo salve (?)

Kanon es guardaespaldas de Julián Solo como castigo/tratado de paz . Poseidón está tranquilo porque todavía no es momento para que despierte por completo. Es por eso que Kanon viaja por el mundo y trae golosinas cuando tiene permiso de volver al Santuario lol

Mu contó un poco sobre su origen y qué onda los muvianos. Su hermana va a aparecer pronto y va a participar de vez en cuando. Su bisabuela también... Espero que me salga para dar miedo (?) Ya quiero mostrar un poco de su familia.

Siento que Mu no hizo demasiado, pero al menos ya se decidió a que va a intentar enamorarse de Saga y olvidar a Shaka.

Pronto descubriremos por qué Shion no quiere que Shaka siga viendo sus vidas pasadas, aunque algo ya vio con lo de Asmita.

Ah, también voy a contar más sobre el pasado de Shaka y por qué Mu es tan importante para él, aunque no lo vea de una manera especial, por decirlo de alguna forma.

Me da la impresión de que si sigo dando detalles de Shaka voy a spoilear todo el fanfic XDDDDDDDD

Este capítulo iba a ser más alegre, pero por alguna razón estuve pensando en NANA (uno de los mejores mangas habidos y por haber) estos últimos días y desde ayer que no dejo de escuchar la canción que sirvió de primer opening para el anime. Por eso la elegí para este capítulo y fue lo que prácticamente me llevó a sacar el lado corrupto de Saga. También estuve leyendo Saintia Sho y creo que ahí se ve mejor el sufrimiento de Saga, entonces quise mostrar algo de eso, porque es un detalle del personaje que me gusta mucho.

Creo que eso es lo más importante por ahora.

Cualquier cosa me dejan un comentario.

Aprovecho para anunciar que no voy a actualizar ningún fanfic hasta fin de mes, porque tengo mucho que estudiar y organizar otras cosas. Así que Una cicatriz dulce va a tener que esperar unas semanas más.

Pero voy a dar señales de vida en Instagram, por si quieren estar al tanto.

Eso es todo por hoy.

Cuídense.