Naruto Y Hinata en:
El Contrato
7| Mas de una Noche
—Este sitio es alucinante. —Sakura dio una vuelta completa sobre sí misma desde el centro del salón principal de la casa de Naruto—. No me puedo creer que no te mudaras en cuanto llegaste de Las Vegas.
—No me parecía lo correcto.
—¿Y ahora sí? ¿Qué ha cambiado? —Sakura se dejó caer en uno de los mullidos sofás de la estancia y cruzó las piernas.
Hinata bajó la voz a pesar de que la cocinera estaba ocupada preparándoles la comida y la sirvienta estaba en el piso de arriba haciendo Dios sabe qué. Naruto tenía que pasar el día en la oficina, lo cual dejaba a Hinata con poco o nada que hacer.
—Supongo que cada vez estamos más cómodos juntos. Además, no contaría con la seguridad que hay aquí si me hubiera quedado en mi casa.
—Estás en tu derecho. Si quieres saber mi opinión, ese tal Shino da un poco de miedo. —Sakura había esquivado al guardaespaldas de Naruto cuando este había salido a recibirla a su llegada.
—No habla mucho.
—A mí no me ha dicho ni una sola palabra. Me ha mirado fijamente.
—Naruto insiste en que es inofensivo con quienes no se meten con él. —Hinata estaba sentada frente a su amiga en una de las sillas estilo Reina Ana de la casa. Llevaba un traje de seda informal tan suave que era como si no llevara nada. Ahora que por fin tenía tiempo libre, tardaba más en vestirse por las mañanas y le dedicaba más atención a su aspecto.
Naruto la había acompañado al centro Moonlight y allí Hinata había descubierto lo que significaba estar casada con un hombre tan rico y atractivo como su esposo. Se ganó al personal y le arrancó más de una sonrisa a su hermana. Desde el día en que sufrió el derrame, Hanabi tenía dificultades para expresar sus necesidades. «Afasia expresiva», así era como lo llamaban los médicos. Para que su hermana no se pusiera nerviosa ni se sintiera frustrada, Hinata a menudo terminaba las frases por ella. Naruto comprendió la situación enseguida y se esforzó para hacer preguntas que pudieran responderse con un sí o un no, y evitó temas que pudieran provocarle estrés.
Cuando ya se iban, Naruto encontró a unos de los administradores del centro y, como si alguien hubiese pulsado un interruptor, su encanto se desvaneció y en su lugar apareció el hombre de negocios. Quería saber qué tipo de seguridad tenía el centro, cómo evitaban que un desconocido se colara en la habitación de Hanabi y quién estaba con ella fuera de los horarios de las comidas.
Disparó una rápida sucesión de preguntas que podría haberle hecho a ella y que fueron contestadas por el administrador del centro antes de que ella pudiera interrumpirlos. Parecía tan sincero, tan preocupado por el cuidado de su hermana, que Hinata no pudo enfadarse con él por ignorarla. Sin embargo, cuando se montaron en el coche y él empezó a poner en duda la capacidad del centro para cuidar adecuadamente de Hanabi, Hinata se puso a la defensiva.
—Es el mejor centro para gente como ella. La mayoría de los sitios están pensados para ancianos o para enfermos de alzheimer. Moonlight se especializa en pacientes más jóvenes con problemas de desarrollo.
—¿Y por qué no cuidar de ella en casa?
Obviamente eso sería lo ideal, pero Hinata no podía permitirse ese tipo de atención las veinticuatro horas del día.
—No puedo.
Ya lo había intentado antes ella sola y había fracasado. Finalmente Naruto se dio cuenta de cuánto le afectaba aquella conversación y tuvo la sensatez suficiente para dejar el tema.
—Me alegro de que Shino esté de tu parte. No me gustaría tenerlo como enemigo —dijo Sakura, despertando a Hinata de sus pensamientos—. ¿Y qué vamos a hacer con Alliance?
Hinata le había dedicado mucho tiempo a pensar qué podía hacer con su empresa. A partir de entonces, hacer de esposa de Naruto Uzumaki ocuparía la mayor parte de su tiempo, y además tendría que viajar constantemente por todo el planeta. De hecho, su pasaporte había llegado a primera hora del lunes y Naruto y ella ya estaban organizando los preparativos para salir el miércoles por la mañana.
—Tengo una proposición que hacerte. —Hinata esperó a que Sakura la mirara antes de continuar—. He trabajado muy duro para ahora echar a perder el tiempo y el esfuerzo invertidos en Alliance, pero lo que está claro es que los próximos meses no estaré disponible.
—Pensaba que iban a vivir en continentes distintos.
Hinata negó con la cabeza.
—El plan original no va a funcionar como esperábamos. Después de lo de los micrófonos y las cámaras, creemos que lo mejor es permanecer juntos.
Hinata recordó la propuesta de Naruto. No había insistido en que se acostara con él desde el día del lavabo, pero a veces la desnudaba con la mirada o le hacía comentarios subidos de tono para que no se olvidara de que todavía la quería en su cama. De hecho, Hinata dormía en la habitación contigua a la de su marido. La explicación que le habían dado al servicio era que no se encontraba bien. La excusa era ridícula, pero nadie dijo nada al respecto.
—¿Y en qué situación deja eso a Alliance?
—¿Qué te parecería convertirte en mi socia?
Sakura abrió los ojos como platos y en sus labios se dibujó una sonrisa.
—¿Cómo sería?
—Tendrías que hacer parte del trabajo de campo.
Ambas sabían lo que eso significaba: Sakura tendría que frecuentar reuniones y fiestas a las que las mujeres acudían en busca de un marido rico, eventos de alto nivel en los que se movía la gente con dinero. Socializar era la mejor manera de captar nuevos clientes. El boca oreja funcionaba mejor que cualquier anuncio en el periódico.
—Amaru está de acuerdo —añadió Hinata—. Te presentará a viejos amigos para que puedas empezar.
—Amaru es la dueña de Moonlight, ¿verdad?. La mujer impresionante en la que Naruto ni siquiera había reparado.
Hinata asintió.
—Cuando consigas un nuevo contacto, envíame la información por fax y yo me ocuparé de comprobar su pasado. Eso es algo que puedo hacer desde cualquier lugar del mundo. Lo que no puedo hacer es reunirme con nadie, no hasta que recupere el control sobre mi tiempo.
—¿Y cuándo esperas que ocurra eso?
—Dentro de unos meses. Quizá antes.
Sakura parecía estar dándole vueltas a la proposición.
—Supongo que no sería buena idea hablar de matrimonios temporales después de tu boda con Naruto en Las Vegas. La gente podría hacer preguntas.
—No, no lo sería. Lo pondré todo a tu nombre para que yo parezca tu empleada. —Porque de todas formas cualquier abogado mínimamente capaz acabaría descubriéndolo todo.
—¿Harías eso?
—Confío en ti. Y cuando te he ofrecido que seas mi socia, lo he dicho en serio. Si las cosas se te complican mientras yo estoy fuera, buscaremos a una secretaria a tiempo parcial. Si el negocio empieza a funcionar, la contrataremos a tiempo completo. Nos repartiremos los beneficios al cincuenta por ciento, y mientras yo esté jugando a las duquesas me haré cargo de los gastos.
A Sakura se le iluminó la mirada.
—¿Te refieres a vestidos bonitos y cenas con clientes?
A Hinata se le escapó la risa.
—Estoy convencida de que podemos establecer un presupuesto razonable.
—No sé qué decir.
—Di que sí.
—Pero esta empresa es obra tuya. Has trabajado muy duro para levantarla y yo solo soy una recién llegada.
Hinata descruzó las piernas, se inclinó hacia Sakura y cubrió una de sus manos con la suya.
—Me has ayudado en los momentos más difíciles y nunca te has quejado cuando escaseaba el dinero.
—Me ofreciste una habitación en tu casa. ¿Cómo iba a quejarme cuando me dejaste vivir contigo a cambio de nada?
Hinata le quitó importancia a las palabras de su amiga.
—Quizá yo pusiera la primera piedra del negocio, pero entre las dos lo hemos llevado hasta donde está hoy día. No confío en nadie más, Sakura.
El lento movimiento de la cabeza de Sakura acabó convirtiéndose en un gesto afirmativo y una sonrisa de oreja a oreja.
—¿Cómo decir no a algo así?
—Bien.
—¿Señora Uzumaki? —preguntó la cocinera desde la entrada de la sala de estar.
—¿Sí, Mary?
—La comida está lista. ¿Quiere que la traiga aquí o prefiere que la sirva en el comedor?
Por la sonrisa pícara de Sakura, era evidente que estaba impresionada.
—Iremos al comedor. Y espero que se una a nosotros.
Mary abrió los ojos como platos, alarmada.
—Oh, no, no puedo hacer eso.
Hinata y Sakura se levantaron de sus asientos y fueron hacia Mary.
—Por supuesto que puede —le dijo Hinata entre risas—. Cómo voy a esperar que prepare usted la comida y luego coma sola.
—Pero...
—Además, el cumpleaños de Naruto es en menos de una semana y, si le soy sincera, no tengo ni la menor idea de qué comprarle. Quizá usted pueda ayudarme.
Los labios de Mary dibujaron una «O» perfecta. Dejó de discutir y siguió a Hinata y a su nueva socia hasta el comedor de la casa.
Durante la comida, Hinata se dio cuenta de la rapidez con la que había vuelto a adoptar el papel de mujer con dinero. Se entretuvo con cada bocado, recordando la velocidad con la que todo podía desvanecerse. En su caso, sería así. El trato entre Naruto y ella era temporal, con fecha de inicio y de caducidad. Tendría que hacer desaparecer esos pensamientos durante el siguiente año si no quería arriesgarse a que alguien descubriera lo efímero de su matrimonio con solo mirarla.
Y para hacerlos desaparecer, tenía que empezar a actuar como una mujer casada, se dijo.
Una mujer felizmente casada.
.
.
Naruto atravesó la verja de su casa de Malibú dos horas más tarde de lo que le había prometido a Hinata. Con la tensión en Oriente Medio, algunas de las rutas de transporte tenían que ser modificadas para evitar la inestabilidad internacional. Le hubiera sido mucho más fácil solucionar la crisis por la que pasaba su empresa desde Europa, pero Naruto se había acostumbrado a manejar sus asuntos a caballo entre los dos continentes. Ahora que Hinata formaba parte de su vida, tenía una razón aún más poderosa para decantar la balanza del trabajo hacia Estados Unidos.
Había llamado a las cinco y media para avisar de que llegaría tarde. Hinata parecía decepcionada. Precisamente esa misma decepción lo había animado a él a moverse más rápido para disponer de un rato libre que pasar con ella antes de retirarse a dormir. Sentía el deseo sincero de conocer mejor a Hinata.
No se trataba de ningún juego extraño. La sinceridad de su mujer, clara y directa hasta el punto de haber afirmado que quería acostarse con él, era algo nuevo para Naruto.
Cada vez que recordaba a Hinata poniéndose su camisa y quitándose los vaqueros, no podía evitar tener una erección. Sentía una necesidad irresistible de compartir la cama con su esposa. Le había prometido tiempo para pensar en su oferta, cierto, pero eso no significaba que no intentara seducirla para conseguir lo que quería. Maldita sea, si ella también lo deseaba tanto como él. Lo sabía por cómo lo miraba de soslayo cuando creía que él no la veía, y por su forma de humedecerse los labios sin apartar los ojos de los de él.
Naruto había evitado besarla desde el día de la mudanza. Sin embargo, cada vez que se tocaban, cada vez que la ayudaba a bajar del coche o apoyaba una mano en la curva de su espalda para guiarla a través de una puerta, su vida se convertía en una dulce agonía.
Se moría de ganas de explorar aquella atracción volátil que sentían ambos y ver hasta dónde podía llegar la onda expansiva. Al entrar en casa, tuvo que reprimir el impulso de gritar «Hola, cariño, ya he llegado». Sonrió al imaginar la escena y atravesó las estancias vacías hasta que la suave luz de unas velas en el comedor llamó su atención.
Hinata estaba sentada a la mesa, vestida únicamente con un delicado vestido de seda color rubí y una sonrisa en los labios. Su hermosa melena le caía como una cascada sobre los hombros. Al verlo entrar en la estancia, sus ojos se iluminaron de pronto. Fue entonces cuando el delicioso olor de la ternera inundó sus sentidos y le recordó que llevaba todo el día sin comer.
Hinata alzó una copa de vino tinto y se levantó de la silla para dirigirse hacia él.
—¿Qué es todo esto? —preguntó Naruto, mientras sus ojos recorrían las suaves líneas de su cuerpo.
Los pechos de Hinata asomaban por encima del escote, dejando al descubierto una hermosa piel blanquecina. Podía verle las piernas a través de una abertura en el vestido, las mismas piernas de las que ella siempre se quejaba por ser demasiado cortas y que, montadas sobre unos tacones de diez centímetros, mostraban unas pantorrillas espectaculares. Naruto decidió que le gustaban los zapatos de mujer. Un segundo armario era un precio pequeño a pagar a cambio de disfrutar de semejantes vistas.
—He pensado que estaría bien cenar los dos solos mientras podamos. Tu casa en Europa parece muy... llena de gente.
Naruto cogió la copa que Hinata le ofrecía y escuchó atentamente en busca de algún ruido que le confirmara que Mary estaba en la cocina o Louise en el recibidor, pero solo se oía el lejano sonido del mar a través de una ventana abierta.
—¿Estamos solos?
—Les he dado la noche libre.
Le gustaba cómo sonaba aquello. La sensual mirada de Hinata, resguardada bajo una espesa capa de pestañas, despertó un montón de preguntas, que se quedaron en la punta de la lengua. Decidió posponerlas y seguir sus instrucciones. Si Hinata había decidido aceptar la proposición y convertirse, además de esposa, en amante, seguro que lo descubriría en breve.
—Seguro que no se han resistido.
Hinata apartó una silla de la mesa y lo invitó a sentarse en ella.
—Solo me han preguntado a qué hora deben estar aquí mañana por la mañana.
—¿Por la mañana? Si viven aquí.
Hinata levantó la tapa que cubría el primer plato y una nube de vapor ascendió hacia el techo: asado con guarnición de patatas en forma de concha y puntas de espárrago.
—Louise tiene un novio que está encantado de acogerla por esta noche.
—No sabía que tenía novio.
—Y Mary ha aprovechado para ir a visitar a su hija y a su nieto. Hinata terminó de servir los platos, se sentó junto a él y cogió el tenedor. Naruto no podía concentrarse en la comida por culpa del aroma a lavanda que desprendía la piel de su esposa.
—¿Y Shino?
—Está en la caseta. Le he pedido que nos dejara un poco de intimidad.
Naruto sintió que le rugía el estómago y al mismo tiempo le subía la temperatura.
—¿Para qué necesitamos privacidad, Hinata? —Le dedicó una mirada pícara de soslayo y cogió su tenedor de encima de la mesa.
—He pensado que estaría bien para variar.
Pinchó la verdura con el tenedor y se la llevó a la lengua para probar su sabor. Cuando los espárragos desaparecieron en la caverna que era su boca y sus ojos se encontraron con los de él, cualquier duda acerca de dónde acabaría la velada se desvaneció en cuestión de segundos.
La cuestión era: ¿comerían antes... o después?
Naruto gruñó de satisfacción al ver cómo Hinata se llevaba el tenedor de nuevo a la boca y empezaba a masticar lentamente. De pronto tenía la boca seca. Cogió la botella de vino, sin apartar los ojos de ella ni un solo segundo.
Se concentró en pinchar la comida del plato y llevársela a la boca. Mientras ella todavía masticaba el primer bocado, él ya iba por el segundo.
Hinata cogió la copa de vino, pasó la lengua por el borde, y a continuación le hizo una pregunta de lo más inocente.
—¿Qué tal ha ido el día?
—Bien. —¿Aquella era su voz?
Ella sonrió, consciente del efecto que provocaba en él. Tomó un sorbo de vino y un segundo bocado de comida. Sus labios se movían lentamente, reduciendo el cerebro de Naruto a un montón de escombros. Cenar nunca había sido tan seductor.
Decidió que lo mejor sería acabar con la comida cuanto antes. Cuando ya era incapaz de comer más, Naruto apuró la copa de un trago y la dejó sobre la mesa con un golpe seco.
La sonrisa inocente y la fingida sorpresa de Hinata no hicieron más que aumentar la tensión sexual entre ambos.
—¿Va todo bien?
Naruto se puso en pie, empujando la silla sin demasiada ceremonia.
—Por supuesto, todo va genial.
Hinata se dispuso a coger su copa, pero él interceptó el movimiento y la obligó a levantarse. Sus labios buscaron los de ella sin ofrecerle otra escapatoria. Los dos por igual aceptaron la lengua del otro con avidez y ofrecieron la suya.
Hinata sabía a vino y olía a primavera. Naruto inclinó la cabeza y el beso se hizo más profundo. Las manos de su esposa, que lo sujetaban firmemente por la camisa, se fueron relajando hasta abrirse por completo. Las apoyó en su pecho y luego le rodeó la espalda con ellas. Hinata gimió de placer y se deshizo entre sus brazos. Cada caricia de aquella mujer era real y estaba cargada de deseo.
Estaban hechos el uno para el otro. Los esfuerzos, por parte de Hinata, para hacerse con el control incluso en aquel momento resultaban nuevos y excitantes. Nadie había mandado jamás en las relaciones de Naruto. Nunca entregaba las riendas. Sin embargo, con Hinata podía dejarse llevar y confiar en que era capaz de llevarlos a ambos a aguas seguras.
Hinata le quitó la chaqueta por los hombros, momento que él aprovechó para apartar los labios de su boca, respirar y permitirse mirar los ojos grises y apasionados de la mujer que tenía entre sus brazos.
—Eres preciosa.
A diferencia de las otras veces en que le había regalado un cumplido, esta vez sintió que le creía.
Mientras ella se peleaba con el nudo de la corbata, Naruto la empujó hacia el otro extremo de la mesa, lejos de los platos y de la comida. Cuando la corbata cayó finalmente al suelo, Hinata se inclinó sobre él y dibujó una senda de besos y de caricias por toda la barbilla y el cuello. Su voz, tan sensual, tan de alcoba, no dejaba de hablar entre mordisco y mordisco.
—He estado pensando en tu propuesta.
Había hecho algo más que pensar.
Deslizando una mano por su hombro, Naruto apartó uno de los tirantes del vestido y posó los labios sobre la carne entre el hombro y el cuello. Era tan dulce...
—¿Y has llegado a alguna conclusión? —le preguntó, dispuesto a jugar según sus reglas pero sabiéndose ganador de antemano. Le mordió suavemente el lóbulo de la oreja y el cuerpo de Hinata respondió estremeciéndose. Naruto tomó nota en su cabeza: bastaba con acariciar aquel punto de su cuerpo para provocar una descarga de placer, y tenía toda la noche para descubrir más lugares clave.
—He... he decidido que soy una mercenaria y no una masoquista.
Naruto le lamió la parte trasera de la oreja.
—Oh, Dios, hazlo otra vez.
Él sonrió pegado a su cuello e hizo lo que ella le pedía. Las piernas de Hinata rozaban las suyas, su cadera se movía delicadamente en busca de contacto. Todos los músculos del cuerpo de Naruto se tensaron, ansiando sentir la caricia de su piel. ¿Alguna vez había sentido aquella atracción hacia una mujer? Incluso con la mente dominada por el sexo, quería estar absolutamente seguro de que Hinata buscaba lo mismo que él.
Hundió las manos en la melena de su esposa y la obligó a mirarle a los ojos.
—¿Estás segura de esto, Hinata?
Ella clavó los ojos en los suyos.
—Sí —susurró.
Naruto sintió que el corazón le daba un vuelco.
—Te estoy pidiendo más de una noche.
Ella se inclinó hacia atrás y le acarició la mejilla.
—Mejor. Una noche no será suficiente. Quiero un año entero.
Naruto clavó la mirada en las profundidades de los hermosos ojos grises de su esposa y selló aquel nuevo pacto, aquella nueva locura, con un beso lento y abrasador.
La sentó sobre la mesa sujetándola por la cadera antes de colocarse entre sus piernas. Encontró la carne desnuda de las rodillas y se abrió paso con las manos sobre la suave piel de los muslos. Quería besar cada punto que tocaba con las manos, sentir la respuesta de Hinata. Ella le mordió el labio inferior y la mente de Naruto imaginó otra escena distinta en la que la boca de su esposa recorría partes mucho más placenteras de su anatomía.
Hinata se peleó con la camisa hasta que hubo desabrochado hasta el último botón y las manos pudieron desplegarse sobre su pecho. Le acarició los pezones y luego apartó la boca de la de él y se inclinó para saborearlos. Mientras ella jugaba con su cuerpo, Naruto sintió que se le nublaba el entendimiento. Hinata tenía las piernas alrededor de su cintura y el calor que emanaba de entre ellas no hacía más que empeorar la erección. Respiró profundamente y se emborrachó del olor que desprendía su cuerpo.
Empezó a bajarle la cremallera del vestido. Cuando abrió los ojos, se dio cuenta de que aún estaban sobre la dura superficie de la mesa. No quería que su primera vez fuera rodeados de platos sucios. Mientras Hinata lo lamía y lo besaba, Naruto la levantó de la mesa sin el menor esfuerzo. Ella se rió y cerró las piernas con más fuerza alrededor de su cintura, y se agarró a sus hombros. El camino hasta el sofá más cercano fue mucho más erótico de lo que Naruto había imaginado. Con cada paso, el calor que desprendía el cuerpo de Hinata se deslizaba contra su piel, enviando una descarga de placer que lo animaba a seguir adelante.
La casa era demasiado grande. Necesitó mucho tiempo para colocarla sobre uno de los sofás y cubrir su cuerpo con el suyo. La camisa salió volando en una dirección, el vestido de ella, en otra. Naruto admiró la curva de sus pechos generosos, prisioneros bajo un sujetador de encaje negro.
—Eres hermosa.
Jugó con ellos a través de la tela hasta que el pezón se endureció animado por sus caricias. Dudó un momento antes de descubrirlo y acto seguido se inclinó para saborearlo por primera vez. Hinata arqueó el cuerpo, empujando todavía más el pecho dentro de la boca.
—Por favor, Naruto —suplicó, y levantó aún más la cadera, buscándolo.
Naruto quería aprenderse el cuerpo de ella para dar con todos los puntos sensibles y venerarlo como se merecía, pero Hinata le había bajado la cremallera de los pantalones y ya tenía la mano dentro. Y cuando los dedos se cerraron alrededor de la erección palpitante que se elevaba orgullosa entre sus piernas, Naruto se quedó sin respiración. Se olvidó de los pechos, de que ella todavía llevaba las braguitas puestas, y tan solo podía pensar en adentrarse en las profundidades de su sexo.
La suave textura de la mano de Hinata lo sujetaba con firmeza, mientras sus labios le acariciaban el cuello.
—Te necesito —le susurró al oído con aquella voz tan profunda y sensual.
—Y me tendrás —le prometió Naruto.
Se apartó de ella el tiempo justo para quitarse los pantalones y deshacerse de los zapatos y de los bóxers, momento que ella también aprovechó para ladear la cadera y quitarse las braguitas de encaje. Naruto sacó un condón de la cartera y se lo puso en un suspiro. Cuando se volvió nuevamente hacia ella, Hinata había doblado una rodilla y tenía la pierna apoyada en el respaldo del sofá. Lo cogió de la mano y tiró de él hasta tenerlo encima de nuevo.
Él se abrió paso entre los muslos de su esposa y buscó sus labios para besarla de nuevo. Esta vez fue Hinata la que se entregó por completo, utilizando la lengua con más esmero y dejándole casi sin respiración. Naruto había vislumbrado la pasión que hervía en su interior, había fantaseado con tenerla en su cama desde el día en que se conocieron, pero aquello era más de lo que podría haber deseado jamás.
Hambriento de ella, apoyó la punta del miembro contra los pliegues del húmedo sexo de Hinata. Ella pasó las piernas alrededor de su cintura, dándole el acceso que necesitaba para satisfacer a ambos, y él se deslizó en su interior.
Hinata ronroneó como una gata en celo.
Naruto apenas podía contener tanto ego en su interior.
—Qué bien —dijo ella tras separar los labios de los de él. Su respiración se aceleraba por momentos y había empezado a mover la cadera siguiendo el ritmo.
Mejor que bien. Estar entre sus brazos era lo más cercano a la perfección. Naruto quería volverla loca de placer, entregarse a ella por completo, así que se obligó a no pensar en su propia liberación.
—Estás muy firme —le dijo.
Sus miradas se encontraron. Hinata tenía los labios húmedos de pasión, el corazón le latía con fuerza en el cuello.
—Es la ventaja de ser pequeña.
Pero era más que eso. Más tarde, cuando ambos hubieran saciado sus instintos más básicos, le preguntaría por su pasado, por los hombres que se habían cruzado en su camino. Por el momento, todo se reducía a acariciarla, a darle placer.
Hinata hundió los dedos en sus hombros y luego en sus nalgas. Su respiración se había acelerado y Naruto supo que había encontrado el ritmo que ella necesitaba.
—Sí —gimió Hinata—. Así, justo ahí.
Sin dejar de mover las caderas, Naruto aguantó cuanto pudo, esperando el momento en que ella se despeñara por el precipicio. Cuando finalmente llegó, Hinata gritó su nombre y se sujetó a su cuerpo con fuerza, latiendo alrededor de su sexo como un capullo protector. Fue entonces cuando Naruto se dejó llevar y la siguió hasta el firmamento.
El peso del cuerpo de Naruto presionaba el suyo contra el sofá y la respiración de él parecía tan entrecortada como la suya. Estiró una pierna y acarició con ella la de su marido. No podía dejar de sonreír. Incluso cuando los temblores del placer se convirtieron en pequeños espasmos, siguió sujetándolo con fuerza entre sus brazos.
¿Cómo podía negarse a aquello? Y pensar que tendría acceso al maravilloso cuerpo de Naruto y a sus habilidades amatorias durante todo un año. Se detuvo un instante al pensar en el fin de la relación, pero rápidamente apartó las imágenes de su mente y se concentró en el olor y el tacto del hombre que seguía enterrado en lo más profundo de su cuerpo.
—Ha sido...
—Increíble —dijo él, terminando la frase por ella.
¿Era por él? Naruto había tenido muchas más amantes que ella, eso seguro. Podía contar los hombres con los que había estado con una mano y le sobraban tres dedos. Naruto, en cambio, seguro que tenía una hoja Excel para comparar resultados. A Hinata le hubiese gustado preguntarle la cifra exacta, pero las inseguridades que llevaba arrastrando toda su vida se lo impedían.
—¿A qué viene esa cara? —preguntó Naruto, mirándola a los ojos.
—¿Qué cara?
—Esa de duda, la misma que pones cada vez que dices que eres muy bajita o alguna tontería por el estilo.
La suya era una relación basada en la confianza, pero ¿hasta dónde podía preguntar sin quedar como una tonta sentimental y necesitada?
—¿En serio? ¿También crees que ha sido increíble?
—Hinata —dijo él en un suspiro. Acercó una mano a la cara de su esposa y le acarició la barbilla con el reverso del dedo. Su cadera seguía firmemente apoyada sobre la de ella—. ¿No te das cuenta de lo bien que se acopla tu cuerpo al mío?
Sus pechos seguían aplastados contra el torso de él, las piernas alrededor de la cadera. Sus labios estaban tan cerca que todavía podía saborearlos.
—Sí.
—Eres perfecta. Más apasionada de lo que jamás hubiera imaginado. Y aunque ahora mismo estoy más que satisfecho, la noche es larga y no creo que haya acabado contigo. Esto —continuó, besándola suavemente mientras hablaba— es el comienzo de algo maravilloso.
No se le podía negar la habilidad para arrancarle una sonrisa a una mujer incluso después de llevarla al orgasmo.
Naruto se escurrió entre sus brazos el tiempo suficiente para levantarse del sofá. Una vez en pie, la tomó en brazos y se dirigió hacia el dormitorio.
Hinata miró hacia el suelo horrorizada.
—Naruto, la ropa.
Él se rió e, ignorando sus palabras, la llevó al piso de arriba, hasta el dormitorio, donde hizo efectivas sus amenazas.
Cuando Hinata bajó de la habitación, ya era casi mediodía. La ropa había desaparecido, al igual que los platos de la cena. Solo una fotografía de los dos haciendo el amor habría sido un mensaje más claro de lo sucedido la noche anterior, teniendo en cuenta las cosas que el personal había encontrado a primera hora.
Estaba tan avergonzada que no podía evitar sonrojarse de vez en cuando, y cada vez que se cruzaba con Mary o con Louise bajaba la mirada. Ambas fueron increíblemente educadas, hasta tal punto que habría preferido que le tirasen de la manga y le enseñaran el pulgar en señal de aprobación a que actuaran como si limpiar los restos de los encuentros de Naruto con sus amantes fuese una tarea fija todas las semanas.
De hecho, Hinata le sacó el tema de sus antiguas novias mientras hacían las maletas.
—Entonces, Naruto —empezó, haciéndose la inocente—, dime: ¿encontraré recuerdos de tus amantes anteriores en alguno de los cajones?
Él dejó lo que estaba haciendo y se incorporó para mirarla, pero ella continuó con lo suyo como si nada. Después de todo, era ella la que tenía que preparar su ropa. Naruto contaba con todo lo que necesitaba en ambos continentes.
—No sé si te sigo.
—Ya sabes. ¿Sâra tenía aquí un cajón para ella, o Shion?
Sintió que los ojos de Naruto se clavaban en su espalda, pero evitó mirarlo a la cara. No debería importarle, pero quería saber si invitaba a sus amantes a menudo a su casa.
—Nunca he encontrado a nadie que se merezca un cajón para ella sola —respondió Naruto.
Vaya, no estaba nada mal.
—¿Ni siquiera para unas braguitas olvidadas por accidente? —continuó, sin dejar de meter ropa en la maleta y evitando mirar hacia donde estaba su esposo. «Soy patética.»
—¿Hinata? —preguntó Naruto, que se había acercado y estaba detrás de ella. La cogió por los hombros y la obligó a darse la vuelta. Sus hermosos ojos azules se clavaron en los de ella—. Solo hace cuatro años que tengo esta casa. Eres la única mujer que ha dormido en mi cama.
Una sonrisa floreció en el interior del pecho de Hinata. No quería que Naruto supiera cuánto significaban aquellas palabras para ella, de modo que asintió, concentrada en evitar que la sonrisa alcanzara sus labios. Él la besó dulcemente en la boca.
—¿Te habría molestado encontrarte un cajón lleno de ropa de mujer?
No debería. Hacía apenas tres semanas ni siquiera se conocían.
—Bueno, supongo que no... —«Pues claro que sí.»
—¿Hinata? —Naruto pronunció su nombre con la parsimonia de quien sabe que algo no es cierto.
—Vale, sí —confesó ella—. Porque... —Se devanó los sesos en busca de una excusa convincente. No le costó mucho encontrarla—. El personal pensará mejor de mí, o de nosotros... como pareja si no me ven como un número más.
«Patético.» No debería intentar ser algo más que un número, sino que haría mejor construyendo barreras alrededor de su corazón, de sus sentimientos, y evitando cualquier tipo de relación afectiva con el hombre que no apartaba la mirada de la suya.
—No eres un número, Hinata. Si alguna vez sientes que el personal de aquí, o el de Europa, te trata como tal, solo tienes que decírmelo.
Ella sacudió la cabeza.
—Todo el mundo se ha portado fenomenal conmigo.
Naruto entornó los ojos un instante, como si intentara resolver un enigma, y acto seguido dio media vuelta y se dispuso a terminar su minúscula maleta.
Cuando Hinata continuó con la suya, se permitió el lujo de sonreír casi imperceptiblemente. Se equivocaba al tratar de encontrar un lado romántico en lo que estaba pasando entre ellos. Solo compartían una relación sexual satisfactoria para ambos, con la peculiaridad de que además estaban casados. Tampoco era para tanto.
—¿Y tú qué, Hinata? —empezó Naruto, apartándola de sus pensamientos.
—¿Sí?
—¿Has tenido algún hombre en tu vida que se mereciera un cajón?
La mano de Hinata se detuvo en pleno movimiento.
—No —fue la breve respuesta a su escasa vida personal.
Siguieron preparando las maletas.
—¿Algún novio reciente que pueda presentarse en la puerta de casa?
Hinata echó un vistazo por encima del hombro. Naruto estaba de espaldas a ella mientras manipulaba algo que tenía entre las manos. Muy bien, su marido sentía curiosidad por su pasado. La vida privada de Hinata nunca había aparecido en las portadas de las revistas como la de él.
—El dique de los novios lleva seco bastante tiempo —respondió.
—¿Cómo de seco? —preguntó Naruto antes de que ella terminara la frase.
Hinata se dio la vuelta y esperó a que Naruto sintiera el peso de su mirada y se la devolviera.
—Cuando mi padre entró en la cárcel, impedí que nadie se me acercara.
—Tenías veintiún años cuando tu padre ingresó en prisión.
—Así es.
—No ha habido nadie desde...
—Nadie.
Naruto consideró sus palabras durante un minuto, desviando la mirada hacia el techo.
—Eso significa que...
—He estado con dos personas además de ti —dijo ella, consciente de por dónde iba la conversación. Era raro saber de antemano las preguntas—. Uno en el instituto, porque todo el mundo va al baile de graduación, y otro en la universidad. —Este último le rompió el corazón y terminó con su fe en los hombres.
La expresión de su cara debió de cambiar, porque Naruto dejó de preguntar y se acercó nuevamente a ella.
—Supongo que es típico de los hombres, pero me gusta saber que formo parte de una lista muy exclusiva.
Era difícil ignorar los recuerdos de sus años de universidad, de tanta confusión y tanto dolor.
—Si una chica no puede acostarse con su marido, ¿con quién va a hacerlo? —se burló ella, forzando una sonrisa en sus labios.
Naruto entornó los ojos.
—Cierto.
Se disponía a darse la vuelta, pero entre ellos se había abierto una brecha.
—¿Naruto?
—Dime.
—Me gusta saber que soy la única que ha estado aquí.
Se hizo el silencio en el dormitorio. Se miraron el uno al otro sin decir nada. Cuando Naruto regresó a su tarea, Hinata terminó con la suya.
.
.
Continuará...
