Capitulo Ocho

Plática de mexicanas

En otro lado del castillo, en la habitación de Felicity, se encontraban María y Yanira junto con su mejor amiga, Felicity. Cada una estaba haciendo diferentes cosas, Felicity y Yanira viendo las publicaciones en la maglet de Felicity mientras que María estaba leyendo su libro de pociones. Las tres amigas eran polos opuestos, Yanira y Felicity preferían la moda y la diversión mientras que María prefería el estudio y cosas productivas. Las tres chicas habían salido de su clase de canto y ahora se encontraban en un descanso antes de la cena.

— ¿Cómo ven con lo de Ethel? Está grueso — dijo Yanira.

— Sí, a lo mejor quería tomar aire — dijo Felicity.

— Se fue al bosque, donde no hay duda de que haya brujas malvadas por ahí, como mi querida vieja tía Agatha Cackle — dijo María, esto último como sarcasmo agrio.

Tanto Felicity como Yanira sabían la historia de María, siendo la hija única de la familia mágica Zaragoza, perteneciente a la lista de las sagradas 28 familias mágicas de México. María había crecido rodeada de amor familiar y lujos, pero también había sido testigo de la muerte de su hermana menor, Itzel Zaragoza, a manos de Agatha Cackle. Fue un golpe duro para la pelirroja que terminó por hacerla fría y dura consigo misma, para evitar ser lastimada de nuevo.

— Sí, pero Agatha ya no tiene magia — dijo Felicity. — Aunque queda otra bruja por la cual hay que preocuparse —

— Sí cierto, la bruja que me comentaste — dijo Yanira. — ¿Y si se comió a Ethel? —

— Yanira, las brujas no comen niños, son solo cuentos — dijo María rodando los ojos mientras regresaba a la lectura de su libro.

— Solo decía — dijo Yanira como su estómago empezó a rugir. — ¡Ay, tengo hambre! —

— Yanira, ya comiste la cena — dijo María. — Pareces barril sin fondo —

— ¿Qué? Todavía tengo hambre, ando en desarrollo — dijo Yanira como sacaba unas galletas de vainilla y le ponía chocolate derretido. Felicity tomó una también mientras María suspiraba pesadamente.

— Lo más extraño es que nunca engordas — dijo Felicity.

— Porque mi hermana me pone a correr cada mañana, bien temprano y lo bueno, también nadamos — dijo Yanira. — Como extraño el mar —


Yanira y Yoltzin eran brujas del mar, un rasgo que compartían en la Ancestral Casa Rivera, otra familia perteneciente a los sagrados 28 en México, solo que los Rivera si estaban obsesionados con la pureza de sangre y además de que mantenían la tradición de que solo la magia era para familias 100% mágicas. Ambas gemelas podían controlar el océano y las tempestades, aunque Yoltzin prefiere usar su magia de bruja del mar en sus maldiciones oscuras, algo que preocupaba mucho a la madrina de las dos hermanas, Catalina Rivera.

— Pronto estarás en el mar, Yanira — dijo Felicity con una sonrisa.

— Sí, donde no haya momias horrendas como allá donde vive María — dijo Yanira, recordando que su amiga era de la ciudad de Guanajuato, en el centro de México. La ciudad de Guanajuato era muy conocida por sus callejones, leyendas, túneles y el misterioso museo de momias.

— Esas momias ni se mueven, Yanira — dijo María. — Ni siquiera has entrado al museo —

— ¿Y tú sí? — preguntó Felicity.

— Claro que sí, ya van cinco veces que voy allá al museo — dijo María. — Sexta con esta si Yanira va —

— No gracias, en todo caso porque no vas a Mazatlán, mi ciudad natal — dijo Yanira. — Y te enseño a nadar —

— Ya sé nadar — dijo María. — Para que te lo sepas, ya he ido a Mazatlán este año —

— Ah si cierto, te salve porque te estabas ahogando — dijo Yanira.


Felicity recordó esa anécdota. María luchaba y luchaba por salir de la fuerza de las olas que la arrastraban hacia mar abierto. La pelirroja casi moría ahogada en el mar, de no ser por Yanira y Yoltzin, aunque Yoltzin planeaba dejarla a la deriva, pero las constantes súplicas de su hermana, hizo que cediera y ayudarla a llevar a María a la superficie.

— Claro, todos te celebraron — dijo Felicity.

— Así es, Fliss. Hasta me invitaron a la cena por salvar a María, así comenzó nuestra amistad — dijo Yanira.

— Que humillación — dijo María dramáticamente. — No porque me hayas salvado, te agradezco que lo hayas hecho, sino porque ni siquiera supe cómo salvarme de esa ola —

— Le tenías miedo al mar, no te hagas — dijo Yanira. — Pero ya lo superaste —

— Sí, lo sé — dijo María.

— Tengo una idea, porque no en las vacaciones de verano van a ambos lugares. Que unas tres semanas vaya Yanira a Guanajuato y otras tres María a la playa — dijo Felicity.

— Pero las momias... — dijo Yanira.

— Que no hacen nada, yo te voy a ayudar a superar ese miedo tal como me ayudaste a superar el mío — dijo María. — Es algo justo —

— Bueno, está bien. Iré a Guanajuato — dijo Yanira. Las tres amigas celebraron hasta que se acercaba la hora de la cena, dejaron la habitación de Felicity para ir al Gran Comedor a comer la cena, o lo que se le llamaba cena.