La Rosa y La Daga
Esta historia no es mía; fue escrita por Renée Ahdieh. Esta es una adaptación de su trabajo con personajes del anime/manga Inuyasha, creados por Rumiko Takahashi. Al leerla no pude evitar pensar en estos personajes y en compartir con ustedes la historia de Las Mil y Una Noches re-imaginada.
Esta es la continuación de La ira y el amanecer (The Wrath and The Dawn), si es que no han leído la primera novela, les recomiendo leerla antes de continuar. Pueden encontrarla en mi perfil.
Espero que disfruten la historia tanto como yo y si es así, los invito a leer la novela (The Rose and The Dagger) en el idioma de su preferencia, inglés o español :3
7. LA MARIPOSA Y LA BESTIA
A Inuyasha no le gustaban las sorpresas.
Ni siquiera de niño se había fiado de ellas.
No recordaba ni una sola vez en que se hubiera llevado una sorpresa agradable. Según su experiencia, las sorpresas solían ser un preludio de algo mucho más insidioso. Como un veneno de efecto retardado enmascarado por un vino exquisito servido en una copa enjoyada.
No.
Odiaba las sorpresas.
Así que, cuando entró en la alcoba de Bankotsu y encontró a Sango sentada al lado de su escolta, se disgustó muchísimo.
¿Cómo se las había arreglado para enterarse de la recuperación del rajput tan pronto? A él lo habían avisado al amanecer, hacía menos de una hora.
Era cierto que la doncella tenía ojos y oídos en todas partes, una de las razones principales por las que siempre había sido una excelente espía. Sin duda se debía a su capacidad para hacer amigos y ganarse la confianza de los demás con la facilidad de una mariposa. De ese modo había trabado amistad con toda la gente influyente del palacio.
Como Kagome.
Sango se levantó e hizo una reverencia, llevándose a la frente las puntas de los dedos de la mano derecha.
"Sayidi."
"Estoy impresionado."
Inuyasha permaneció a los pies de la cama con cara tensa.
La doncella sonrió y sus ojos brillaron incluso en la tenue luz que se colaba por los postigos.
"Perdona que se lo diga, sayidi, pero no lo parece."
De los labios de Bankotsu salió un único golpe de tos que venía a ocultar lo que, en el guerrero indostano, pasaba por diversión.
Inuyasha se giró hacia él sin más preámbulos.
"¿Y tu hombro?"
Nunca habían necesitado formalidades. Llevaban años entrenando juntos. Sangrando juntos. Luchando juntos. El rajput llevaba siendo su escolta desde el día en que Inuyasha había sido coronado rey. Y su amigo desde antes de eso.
Bankotsu no respondió. Su oscura mirada se posó rápidamente en un rincón indefinido del techo mientras Inuyasha examinaba las vendas enrojecidas y los emplastos malolientes que le envolvían la piel cobriza del hombro izquierdo. Cuando se incorporó para coger el vaso de agua de la mesita que quedaba a su lado, no pudo evitar hacer una mueca de dolor. Sango se agachó para ayudarlo, ignorando la cara de desagrado de él.
"El faquir acaba de irse, sayidi "dijo esta cuando volvió a colocar el vaso en la mesita. " Ha venido a decir…"
"Que las flechas de ese mocoso me han destrozado el esternón. Y el hueso del hombro "explicó Bankotsu en tono bronco. Un tono que prometía una fiera represalia en un futuro cercano.
Sango parpadeó, sin saber bien cómo continuar, pero enseguida se recobró y dejó al descubierto sus dientes blanquísimos.
"Pero el faquir también ha dicho…"
Bankotsu la acalló con la mirada. La doncella hizo un mohín, volvió a acomodarse en su taburete y cruzó los brazos delante del pecho.
El lado implacable de Inuyasha se sintió extrañamente apaciguado con aquel intercambio: la visión de la mariposa revoloteante siendo silenciada por la imponente bestia. Si Kagome estuviera allí, Inuyasha sospechaba que habría contribuido enormemente a su satisfacción con una ocurrencia ingeniosa que habría mejorado y empeorado la situación a la par.
Se dirigió del pie al costado de la cama de Bankotsu.
"¿Necesitas algo de mí?"
El rajput se recostó en los cojines y le dedicó la misma mirada inflexible de siempre.
"Un brazo nuevo."
Ante aquello, Inuyasha casi sonrió.
"Por desgracia, necesito los dos."
"¿Para qué? "gruñó Bankotsu, impostando una mirada de desdén.
"Para luchar."
"Mientes, como el pavo real que eres."
Inuyasha enarcó las cejas.
"Yo nunca miento."
"Mentira."
El bigote del rajput se torció y su mirada se tornó más oscura.
"Nunca… quizá no sea la palabra correcta."
"Raramente es mejor."
"Entonces, raramente."
Inuyasha le lanzó una diminuta sonrisa.
Bankotsu exhaló y se mesó la corta barba con la mano derecha.
"Ya no puedo luchar, meraa dost."
Le costaba admitirlo. Sus ojos se cerraron por un instante.
"Eso sí que es mentira" replicó Inuyasha sin vacilar. "El faquir me ha dicho que tu hombro acabará curándose. Puede que no sea lo mismo, pero…"
"No siento la mano."
Cómo odiaba Inuyasha las sorpresas. Las aborrecía con el fuego de mil soles.
Su mirada se posó en la mano izquierda de Bankotsu, que yacía bocabajo sobre las sábanas de lino. Parecía la misma de siempre: despiadada, implacable, invulnerable.
Pero ya no lo era.
Sabía que no hacían falta palabras tranquilizadoras. Bankotsu no era estúpido ni necesitaba contemplaciones. Sin embargo, Inuyasha no pudo ignorar su inclinación a manifestar lo obvio:
"Es demasiado pronto para emitir un juicio definitivo." Se abstuvo de hablar con condescendencia, pues sabía que al rajput no le haría ninguna gracia. " Puede que con el tiempo vuelvas a sentirla."
"Aunque lo hiciera, nunca volvería a luchar como antes." No había ningún sentimiento en su respuesta. Fue una mera exposición de los hechos.
Sango se removió en su asiento: el segundo signo de incomodidad que Inuyasha había visto en la doncella desde su llegada.
Aunque aquello lo desconcertó, el califa otorgó a las palabras de Bankotsu la consideración que merecían.
"Te repito que es demasiado pronto para emitir un juicio definitivo."
"Ese mocoso utilizó puntas de flecha de obsidiana." La furia le dibujó al rajput unos oscuros surcos en la frente y unos valles profundos en ambas mejillas. "Me han destrozado los huesos sin remedio."
A pesar de su deseo de avivar el fuego, Inuyasha sofocó su ira. No servía de nada alimentar la rabia. En vez de eso, sus rasgos se convirtieron en una máscara de falsa compostura. Una máscara que sabía lucir muy bien.
"Eso he oído."
"No puedo seguir siendo su escolta con un solo brazo bueno "soltó Bankotsu en tono punzante.
"No estoy de acuerdo."
"Sabía que no lo estarías. " Frunció el ceño. " Pero no importa, meraa dost."
"¿Por qué? "preguntó Inuyasha.
De nuevo, la doncella se removió en su asiento.
Bankotsu se recostó más en los cojines y su expresión se suavizó.
"Porque no seré menos de lo que soy. Y tampoco me obligará a serlo."
Ni siquiera se molestó en desafiar a Inuyasha con su mirada implacable.
"¿Qué necesitas de mí, amigo mío?" Inuyasha repitió su pregunta, aunque ahora sonó totalmente distinta.
El rajput hizo una pausa.
"Me gustaría dejar la ciudad. Empezar una nueva vida."
"Por supuesto" asintió Inuyasha. " Lo que necesites."
"Y tomar una esposa."
Más sorpresas. ¿Es que nunca acabarían?
"¿Y tienes a alguien en mente?"
La expresión de Inuyasha permaneció cauta, controlada.
Bankotsu le lanzó a su rey una mirada casi burlona. Luego, su cara se giró despacio hacia la mariposa, que hacía un mohín con la boca junto a su cama.
Hacia la mejor espía de Inuyasha.
Al parecer, las sorpresas no habían hecho más que empezar.
Aunque intentó disimular, Inuyasha no logró esconder la expresión de incredulidad que se abrió paso en su cara.
"¿Y tú estás dispuesta a aceptar este matrimonio?" le preguntó a la doncella con una voz que apenas se elevó de un susurro.
Cuando los bonitos labios de Sango empezaron a fruncirse en una mueca divertida y sus ojos a brillar como pozos llenos de secretos ocultos, Inuyasha tuvo que hacer un gran esfuerzo por no perder los nervios y salir de la habitación en un arrebato de rabia.
"Muy bien entonces. Bendito el que entienda las maquinaciones del amor." Negó con la cabeza, borrando todo rastro de incredulidad. " ¿Algo más?"
"Sólo… una cosa más " gruñó el rajput, casi como una ocurrencia tardía.
Inuyasha aguardó con la esperanza de que no se tratara de otra sorpresa.
"A pesar de este asunto " los ojos del guerrero se posaron en su futura esposa, que le devolvió la mirada con una sonrisa cómplice ", no deseo convertirme en pasto de los rumores."
"Entiendo " contestó Inuyasha. " No lo comentaré con nadie. Te doy mi palabra."
Bankotsu asintió con brusquedad.
"Nos marcharemos dentro de dos días. Después de eso, todo lo demás queda en manos de los dioses."
Inuyasha experimentó una súbita sensación de pérdida. No le molestó su presencia, sólo su intensidad.
"Echaré de menos tu compañía, amigo mío."
"Mentira." Bankotsu tosió y el hombro bueno tembló al intentar reprimir el humor del comentario. "Serás el mejor espadachín de Rey. Por fin."
"El mejor espadachín de una ciudad caída" puntualizó Inuyasha, reprimiendo una sonrisa incipiente. " Muy apropiado."
Desvió la vista y se pasó la palma por el mentón.
"¿Meraa, dost?
Era el primer atisbo de indecisión que Inuyasha oía de labios de Bankotsu.
Le devolvió la mirada a su amigo.
"¿De verdad no va a traerla de vuelta? "le preguntó.
"¡Vaya! " Inuyasha acabó sonriendo, aunque con un peso en el corazón. " ¿Después de todas tus protestas?"
"A pesar de todo, creo que… echo de menos a esa pequeña alborotadora. Y cómo lo hacía sonreír."
Él también la echaba de menos. Más de lo que se atrevía a admitir delante de nadie.
"Ella no está a salvo en Rey, Bankotsu "objetó. " Yo no soy para ella."
"¿Y ese mocoso sí?"
Los surcos regresaron a la frente del rajput.
Junto con la rabia bullente de Inuyasha.
"Tal vez. Al menos, él puede hacerla sonreír."
"¿Y usted no?"
Los ojos de Bankotsu cortaban. Chispeaban como pedernales.
Como las puntas de flecha destroza huesos de Koga Imrán Ookami.
A Inuyasha se le espesó la sangre de rabia. De una ira injustificable.
Al fin y al cabo, había sido él quien había dejado que Kag desapareciera con el hijo de Roro Ookami. Quien no había ido tras ella, como había querido al principio. Quien no había ordenado a Miroku que la trajera de vuelta, contraviniendo los deseos de su corazón.
Había sido su propia decisión dejarla ir.
Porque era mejor para ella no sufrir a su lado 'al lado de Rey' nunca más.
Pues ¿cómo iba a saldar su deuda con el destino?
Ya no era posible.
A pesar de todos los intentos por eludir su sino, este le había salido al paso. Se había abierto camino a través de su ciudad. Le había prendido fuego a todo lo que más amaba.
Y no podía ver arder con él a Kagome.
Ardería solo 'una y mil veces' antes que ver algo así.
"Yo no puedo hacerla sonreír "dijo. " Ya no."
El rajput se mesó la barba, perdido en un estado contemplativo.
"Es demasiado pronto para emitir un juicio definitivo."
Inuyasha hizo una profunda reverencia, llevándose las puntas de los dedos a la frente.
"Te deseo toda la felicidad, Bankotsu Singh."
"Y yo a ti, mera dost…, mi gran amigo."
Nooooo
Inuyasha!
Qué hiciste?!
A Miroku le va a dar algo cuando se entere TT-TT
Siento que Sango y Bankotsu están planeando algo, ustedes que opinan?
